GinerMaestro/Cap13/01

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13.01. La llamada vocacional

Indudablemente, la chispa vocacional prende en el corazón de Calasanz mientras desarrolla sus funciones de visitador de la Cofradía de los Apóstoles. Es un encuentro con la pobreza real de mucha gente del pueblo y sus consecuencias concretas en el estado lamentable de los niños. El contacto con la pobreza abría como un inmenso escaparate de miserias y la correspondiente variedad de posibilidades de remediarlas a los de corazón generoso. En sus visitas tuvo que observar Calasanz y compadecerse del dolor de los enfermos, la soledad o abandono de los ancianos, las angustias económicas de las viudas cargadas de hijos, la facilidad tentadora de la prostitución como medio de subsistencia holgada, la delincuencia de adultos y de menores forzados por la necesidad, la triste situación de los huérfanos, los abusos de los ricos y poderosos aprovechándose de los servicios de los pobres, la escandalosa diferencia de niveles de vida y otros aspectos lamentables, todos ellos productos de la pobreza.

Otros, antes y después de él, quedaron impactados por alguna de estas facetas del gran espectáculo de las miserias humanas y abrieron hospitales para los enfermos, asilos para los ancianos, economatos o centros de distribución de bienes y limosnas para toda clase de pobres, casas de acogida y reeducación de prostitutas, orfanatos, reformatorios, sindicatos obreros, etc. La riqueza de tantas iniciativas, no obstante, no ha llegado a colmar nunca el abismo de las necesidades nacidas de la pobreza y de la injusticia.

Calasanz centró su atención y su compasión en los niños. Constató su ignorancia religiosa, a pesar de la ingente labor catequética que se desarrollaba en las iglesias romanas. Sólo la Cofradía de la Doctrina Cristiana atendía -en junio de 1597- con sus escuelas catequéticas dominicales a veintidós iglesia,<ref group='Notas'>Cf. G. FRANZA, ‘Il Catechismo a Roma dal Concilio di Trento a Pio IV nello zello dell'Arciconfraternitá della Dottrina Cristiana’ (Roma 1958), p.96. n.20</ref> sin contar la labor realizada por otras parroquias e instituciones religiosas. Había que encontrar otro medio de atraer a tantos niños pobres que€, por lo visto, no sentían aliciente alguno para acudir a las catequesis dominicales, aun siendo gratuitas.

Pero había algo más. En cada uno de los trece o catorce barrios (rioni) de Roma había al menos una escuela pública municipal, en que los maestros asalariados por las autoridades del Capitolio debían enseñar por obligación no sólo a leer, escribir y contar y algo de latines sino también la doctrina cristiana.<ref group='Notas'>Así estaba prescrito por el Conc. Lateranense V (1514) para todos los maestros de niños y de adolecentes (cf. MANSI, 32, cit. En SÁNTHA, SJC, p.37, n.33)</ref> ¿Por qué no iban, pues, a las escuelas municipales? Y la respuesta era siempre la misma: salvo pocas excepciones, todos los alumnos debían pagar y los demasiado pobres no podían. Consecuencias: no sólo ignorancia religiosa, sino total analfabetismo y todas las lacras fácilmente imaginables en los niños pobres, sueltos y ociosos todo el día en una gran urbe como Roma. Y la situación era idéntica en todos los barrios. Hemos oído a Calasanz confesar que conocía 'la gran pobreza que había, por haber visitado yo, siendo de la Cofradía de los Santos Apóstoles seis o siete años, todos los barrios de Roma'.

Los testimonios contemporáneos coinciden sustancialmente en estos tres puntos: 1) Calasanz constata personalmente la ignorancia religiosa y vida viciosa de los niños pobres; 2) sus padres dicen que no los mandan a la escuela porque no pueden pagar a los maestros; 3) todo ello lo constató siendo visitador de la Cofradía de los Apóstoles. Con la concisión que Ia caracteriza, he aquí la alusión de la ‘Breve Notizia’: 'Con la visita de los enfermos y pobres de Roma comprendió con mucha amargura suya que la mayoría de los niños pobres se entregaban como presa a los vicios, no pudiendo sus padres sostenerles en la escuela'.<ref group='Notas'>Cf. BAU, RV, p.13.</ref> Con expresiones parecidas y similar concisión declararon -entre otros- los PP. Morelli y Baldi y don Juan Fedele.<ref group='Notas'>'… il motivo principale, che lo sollecitò a fondare le scuole fu mentre esso andava a visitare li infermi, interiogava li putti che vi trovava se sapessero le cose necessarie per selvarsi, trovasse una grande universale ignoranza in tutti si mosse a pietà' (Morelli 1652). 'Distribuendo limosine per Roma come principale della Compagnia di S, Apostoli, sentendo lamentarsi molte povere famiglie che i loro figliuoli andavano à male peché non vi era chi gl'insegnasse il timor di Dio…' (Baldi). 'Con occasione che il detto Servo di Dio andáva a visitare I'infermi con portarli l'elemosine solite per ragione del suo officio, occorse che trovava delli putti non poco ignoranti nelle cose di Dio, e domandandone la causa, li veniva risposto, che detti putti non havevano commodità d'andare alle scuole, per non haver danari da pagare, e che perciò non havevano alcuno chc I'intruisse nelle cose di Dio' (Fedele 1669). Cit. en A. GARCÍA-DURÁN, o.c., p.68-69. Cf. Otros testimonios en BAU, BC, p.265-268; SÁNTHA, SJC, p.52-58</ref>

Los dos máximos historiadores primitivos, Berro y Caputi, se explayan un poco más en estos hechos fundamentales de la fundación del Instituto, sin ditirambos ni exageraciones panegíricas. He aquí cómo empieza Berro el capítulo 12 de su primer libro de ‘Annotazioni’, tal como lo traduce fielmente el P. Bau:

Con ocasión de que nuestro D. José visitó por seis o siete años toda la ciudad de Roma muchas veces, como Visitador de la Cofradía de los Santos Apóstoles, como antes se ha dicho, y él mismo me escribió en una carta, había encontrado multitud casi innumerable de niños que por la pobreza no podían ser llevados por sus padres a las escuelas; y por lo mismo se perdían corporal y espiritualmente, dándose a todos los vicios que la necesidad y el ocio suelen enseñar. A más de que muchos ni sabían siquiera el Padrenuestro, el Avemaría y las cosas indispensables para la salvación, veía por otra parte a muchos otros de prometedor ingenio, que, de emplearlo bien, darían óptimo resultado, con provecho extraordinario de sus almas. Impelido -según él mismo me dijo- de esta cuasi extrema necesidad de los pobres y visto que…'.<ref group='Notas'>Cf. BAU, BC, p.277. Original italiano en Berro I, p.72. Veasé el párrafo paralelo de Caputi en A. GARCÍA-DURÁN, o.c.,p.69, n.409</ref>

Esta experiencia descarnada de la pobreza real de la gente del pueblo, en que lo último que pudo encontrar serían los consabidos lirios de inocencia infantil, hizo germinar sin duda en su alma la vocación de su vida. Momento solemne y decisivo. Y si de aquí empezó su nueva trayectoria personal y la de su futura Orden de las Escuelas Pías, no podía menos de considerarse como una especie de teofanía. Se le revelaba entonces la voluntad de Dios. Y así era, en efecto. El medio o modo no importa. No faltó, sin embargo, una fórmula concreta, que hizo fortuna y forma unidad con lo que dicen le pasó en España. Es la voz misteriosa que se explica a sí misma. Fue el P. Castelli quien en 1652 se expresó así:

Esto lo sé por haberlo oído decir o al mismo Padre o a otros que se lo oyeron a él, que encontrándose en España dicho Padre, después de ser sacerdote, oía una voz interior que le decía "Ve a Roma" y se le inculcaba muchas veces la misma. Y respondiéndose a sí mismo "No tengo pretensiones, ¿Qué he de hacer en Roma?", tanto más y más oía el mismo impulso "Ve a Roma, ve a Roma". Y para obedecer este impulso se vino a Roma y a los pocos días, pasando por una plaza, que no recuerdo cuál fuese, vio una cantidad de muchachos descarriados que hacían mil impertinencias, tirando piedras, y oyó como una voz que le decía "Mira, mira". Y repitiendo más de una vez esa palabra, mientras él miraba y pensaba en el sentido de aquellas palabras, le vino a la mente y se dijo a sí mismo: "Quizá el Señor quiere que yo me cuide de estos muchachos". Y desde aquel momento empezó a preocuparse en prestar ayuda a aquellos muchachos tan mal educados, creciendo de día en día esta preocupación hasta que la plasmó en su Instituto'.<ref group='Notas'>ProcIn, p.446-477. Otra versión en BAU, BC, p.268 y parte del texto ital. en A. GARCÍA-DunÁN, o.c., p.36.</ref>

Quizá fuera excesivo discutir sobre la exacta materialidad de los hechos. Ni hay por qué recurrir a interpretaciones sobrenaturales, como si se tratara de voces perceptibles por los sentidos exteriores o interiores. La escena pudo ser real: una reyerta callejera de muchachos de barrio y una reacción personal, en la que se mezcla -sobre el fondo de su experiencia como visitador de pobres- la inspiración o moción de Dios que le insinúa la propia vocación y la decisión comprometedora que responde a la llamada divina.

Con palabras distintas a las de Castelli expresó la misma realidad otro testigo, que asegura también habérsela oído contar al Fundador. Es el canónigo polaco Judiski, muy amigo del Santo, quien declara en 1653: 'habiéndole preguntado yo una vez cuál fue el motivo que le impulsó a fundar esta religión de las Escuelas Pías, me respondió: "el motivo que tuve no fue otro más que la disolución que vi en los pobres muchachos de Roma, que no teniendo buena educación por la pobreza y descuido de sus padres, reflexionando en las palabras del salmo, donde se dice ‘a ti se ha encomendado el pobre, tú serás el amparo del huérfano’, consideré esta sentencia como dicha a mí mismo y por ello empecé…"“.<ref group='Notas'>Cf. A. GARCÍA-DURÁN, o.c., p.73, n. Los biógrafos posteriores unificarán ambas versiones de Castelli y Judiski, haciendo de ellas una página obligada en todas las Vidas del Santo. Véanse, por ejemplo, ARMINI, ‘Vita’, p.6I-62; TALENTI, ‘Vita’, p.55-56; TOSETTI, ‘Compendío’, p.41-42.</ref>

Ambos testigos aseguran haber recibido una confidencia del Santo. Y es que, indudablemente, cuando remontaba sus muchos años buscando el momento histórico del principio de su obra, llegaba siempre, indefectiblemente, a esa experiencia interior en que se le había hecho patente la voluntad de Dios. De modo más solemne que Castelli y Judiski reconocería mucho antes Pablo V el dedo de Dios en ese momento institucional al escribir en un Breve de 1607 que la obra de Calasanz tenía por autor a Dios mismo: ‘auctore Deo’.<ref group='Notas'>Breve ‘Cum pridem’ (24 de marzo de 1607): Archivum VIII (1943) 23. En una declaración procesal muy tardía (1690), el P. Benito Quarantotto aludió a este momento vocacional del Fundador, poniéndolo en relación con las frecuentes visitas que hacía a la ‘Madonna dei Monti’. Hé aquí sus palabras: 'vi andava frequentemente a fare le sue devotioni. Con questa occasione, védendo in quelle strade una quantità di ragazzi vagabondi…' (cf, C. VILÁ, ‘La Madonna dei Monti e il Calasanzio’: EphCal 9-10 [1980] 388). Parece que se ha dado excesivo valor a estas palabras, aludiendo expresamente a ellas en la lápida conmemorativa ya recordada (cf. cap. 12, n.102). Excepto este testigo tardío, todos los demás -como acabamos de ver- suelen relacionar la inspiración vocacional de Calasanz con sus visitas a los pobres y enfermos, en calidad de Visitador de la Cofradía de los Apóstoles.</ref>

Notas