Puigcerdá (ES) Colegio
Contenido
Datos
Demarcación Cataluña
(1728-1972)
Antecedentes de la fundación.
La localidad fronteriza de Puigcerdá pidió un colegio escolapio hacia 1710, en plena guerra de Sucesión española; y reiteró la solicitud en años sucesivos sin lograr su empeño. La enseñanza estaba en situación muy deficiente y los miembros del municipio querían asegurar su continuidad y su calidad. El H. Pablo Ferrerons, de la comunidad de Oliana, iba por la Cerdanya a pedir limosna y se hospedó en la casa del párroco de Das, Ignacio Pont, que tenía un hermano regidor en el ayuntamiento de Puigcerdá. Por medio del escolapio se encauzó la primera petición. El P. Juan Crisóstomo Plana, Vicario general de las Escuelas Pías en España, delegó en el P. Bartolomé Mir (30-10-1728), rector de Balaguer, el tratar y concordar con el municipio la posible fundación. Pronto se llegó a un acuerdo entre las partes. El 23-11-1728 se firmó el documento y capitulaciones. Las Escuelas Pías se comprometían a abrir un centro de enseñanza, bajo la advocación de San José, a mantener tres profesores (uno, para la clase de lectura, escritura y cálculo; otro, para la de gramática latina; un tercero, para la de retórica y poética), a más de otras prácticas habituales. El ayuntamiento se comprometió a pagar 350 libras barcelonesas anuales a fin de que la enseñanza fuese gratuita, a entregar a los religiosos un local para escuelas, además de una vivienda y una iglesia. El 13-12-1728 se abrió la fundación. Los primeros escolapios que llegaron fueron: el P. Miguel Picanyol, rector, el Cl. Francisco Plana y el H. Miguel Illa.
Desarrollo histórico.
La primera casa habitada por los escolapios estuvo en la plaza Cortina, entonces llamada «deis Tarongers», que el ayuntamiento compró y cedió a la Orden. El edificio resultó pequeño e insuficiente, por lo que tuvieron que solicitar y trasladarse a otro más capaz; se hizo en 1730. Era la llamada «casa del pa» o «paller reial», en donde han permanecido hasta que en 1961, durante el rectorado del P. Juan Padrós, se inauguró la nueva construcción; la «casa del pa» se consiguió gracias a permutar la anterior y a exonerar al municipio de la obligación de construir una iglesia; ésta se habilitó dentro del mismo edificio. Durante el rectorado del P. Pedro Mampel sufrió las mayores obras de ampliación con la construcción de un cuerpo añadido en forma de escuadra.
La subvención del ayuntamiento no siempre llegó y los religiosos pasaron tantas estrecheces que hubieron de tomar decisiones extremas como mandar a los niños a sus casas o pasar a Francia para poder comer. En 1925 el ayuntamiento retiró oficialmente tal dinero, con el que estaba comprometido, por considerar que los libros de lectura utilizados (autor: P. José Guañabens) eran separatistas, ya que incluían textos en catalán. Volvió a entregar 1.700 pesetas anuales entre 1930-1932 y la misma cantidad en 1940. Los religiosos se ayudaban con otros medios como la predicación, el culto, la capellanía a religiosas, atención a enfermos y actividades similares. También ayudó considerablemente el internado que durante muchos años recogió a los niños de la comarca y a partir de 1946 se abrió buscando la promoción del deporte, especialmente el de la nieve.
El colegio sufrió diversas ocupaciones debidas a la situación fronteriza de la ciudad. En 1793-1795, con motivo de la guerra con Francia, el edificio fue ocupado por las tropas y convertido en horno de pan y el anciano P. Pablo Serras, de 80 años, asesinado a tiros en su habitación; pasada la guerra se reconstruyó y surgió el prestigio gracias a la actividad del P. Agustín Espina. Nuevamente hubo que abandonarlo entre 1812-1814, en la guerra de la Independencia; el P. Juan Crisóstomo Junoy, que ya formaba parte de la comunidad antes de la guerra, fue el restaurador. Nuevamente entre 1820-1823, cuando la comunidad se tuvo que refugiar en Francia. A los pocos años, 1833-1845, con motivo de la guerra carlista y la supresión de las Órdenes religiosas. Esa inestabilidad perjudicó notablemente la marcha escolar; el prestigio que había ganado el centro desde su fundación hasta finales del siglo XVIII, atestiguado por los exámenes públicos, impresos, decayó en el siglo siguiente a pesar del empeño y trabajo de los religiosos. Después de la restauración de 1845 y con las nuevas leyes en materia educativa, el colegio sólo pudo abrir la enseñanza primaria, a la que se añadió las clases de comercio. Después de 1939 se dieron clases de bachillerato con matrícula libre; el 26-4-1961 fue reconocido para el bachillerato elemental y en el curso siguiente para el superior impartiendo el preuniversitario. Parece ser que disfrutó de una buena biblioteca, a pesar de las vicisitudes mencionadas, pues un inventario de finales del siglo XIX, momento no importante del colegio, registra 2.600 títulos, muchos en francés, y que acreditan que aquel centro era un puente entre la cultura que llegaba de Italia (acreditación similar en otras bibliotecas escolapias catalanas) y la de Francia.
Cuando la II República española suprimió la enseñanza de los religiosos, el colegio se convirtió en el «Pedagogium Cereta» dirigido por el H. escolapio Mariano Bonilla, que tenía el título de maestro. El 26-7-1936 fue nuevamente abandonado y los escolapios no regresaron hasta 1939; durante este período las dependencias del centro quedaron deshechas.
El edificio ha sido lugar importante para las colonias estivales. El P. Juan Batllori, durante su rectorado, las comenzó, si bien su sucesor fue quien les dio mayor impulso; al mismo tiempo propiciaban una ayuda a los niños que acudían a disfrutar del benigno clima pirenaico y no era menor la que aportaban a las arcas de la economía. El mayor crecimiento de esta actividad fue a partir de 1946 con el P. Pedro Mampel, quien ayudado por los jóvenes que cada año acababan sus estudios en las casas centrales, hizo crecer el número de participantes, de actividades realizadas y el área geográfica de procedencia del alumnado. Desde estas colonias surgió el internado para todo el curso escolar; el nombre de «Colegio de Alta Montaña» recorrió desde París hasta Guinea, entonces española. Si las instalaciones académicas se fueron apropiando de los patios de recreo, se puede decir que éstos salieron a toda la Cerdanya, por las permanentes actividades de aire libre programadas para los muchachos. Durante el invierno se dedicaba especial atención al esquí, en La Molina; también al patinaje sobre hielo. Otros deportes fueron el hockey sobre patines y el baloncesto.
En 1947 se constituyó la asociación de antiguos alumnos y posteriormente la de padres de familia.
Para los colegiales se abrieron el «batallón infantil» hacia 1920, un «esbart Cerdanya» en 1950, la «Tuna estudiantil Puigcerdá» en 1963, la «Acción católica» para soldados en 1939 y para muchachos en 1949, y un «cine fórum» aprovechando los locales para divertimento de los internos. Entre las celebraciones que han dejado huella en la villa hay que recordar la canonización del santo Fundador (1767) con un triduo, del que quedan los sermones impresos; el segundo centenario de la fundación del colegio (1928); el tercer centenario de la muerte de San José de Calasanz (1947-1948) con especiales actos y presencia de las Reliquias del Santo; y la inauguración del nuevo y grandioso edificio en 1961.
Fin de la presencia escolapia.
En 1971 la Congregación provincial se planteó la continuidad del colegio de Puigcerdá, ante las perspectivas de la ley de educación, por razones económicas y de personal. El 22-1-1971 la Orden ofrece el edificio al ayuntamiento, el 24 de octubre fija a la asociación de padres de familia las condiciones básicas para que puedan hacerse cargo de la responsabilidad económica del centro; anteriormente (27 de septiembre) se había ofertado al Ministerio de educación. La situación era tal que en el verano de 1971 frente a la deuda que gravitaba sobre la entidad tuvo que hacerse un empréstito con la aportación de todos los colegios de la Provincia para pagar a los bancos. Finalmente la Congregación provincial acordó aceptar la oferta de compra del Ministerio y en el verano de 1972 la comunidad escolapia salió de Puigcerdá, tras inventariar todos los bienes.
Entre las obras de arte que ha poseído el colegio hay que citar un cuadro de Viladomat, desaparecido en 1936 (parece representaba la aparición de la Virgen a Calasanz); con igual tema pintó después otro Julio Borrell en 1943; también poseía un crucifijo «expiatorio», obra del escultor Camps Arnau, realizado después de 1939. En enero de 1940, sin previa petición, el ayuntamiento puso el nombre de «Escuelas Pías» a una calle de la ciudad.
Superiores
NOTA: El orden de los superiores estaba equivodado en la edición original. Hemos procedido a rectificarlo
Bibliografía
- BAU, C.: Historia de las Escuelas Pías en Cataluña, Barcelona, 1951, 167-169, 257, 573
- Libro de Oro 97-99
- Archivo Cataluña 10.31-4, n. 232-246; 07.25.
Redactor(es)
- Juan Florensa, en 1990, artículo original del DENES I