Getafe (ES) Colegio y casa de formación

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Archivo:Getafe (ES) Colegio y casa de formacion-v01n01.jpg
Fachada principal del colegio escolapio de Getafe

Datos

Demarcación Castilla

(1736- )

Antecedentes históricos.

En 1736 moría D. Sebastián González, maestro de las primeras letras y la ciudad buscó una fundación de las Escuelas Pías, pues era conocida la fama de la Orden en Madrid. Dos intenciones motivaban la propuesta: mejorar la calidad de la enseñanza y, al mismo tiempo, abaratarla. Las autoridades civiles (los alcaldes Carlos Seseña y José Merlo, el procurador general Valentín Muñoz) y eclesiásticas (Alonso Velasco Calderón, párroco) siguiendo el acuerdo del Concejo tomado el 20-8-1736 buscaron la autorización real y el consentimiento del Provincial de España. Pronto se consiguió la licencia de Felipe V, otorgada en el Consejo de Castilla con fecha 17-9-1736. Al Provincial, Juan Crisóstomo Plana, le costó varios meses tomar la decisión y firmaba las capitulaciones de fundación en Madrid el 30-12 del mismo año. En las escrituras de fundación el municipio se comprometía a mantener seis religiosos, asignándoles, además de alojamiento, oratorio y escuela, cien ducados anuales de vellón por persona; por su parte, la Orden enviaría esos seis religiosos para ocuparse de la enseñanza gratuita de los niños, para regentar una cátedra de latinidad fundada en el siglo XVII por Luis Beltrán. Si el número de religiosos descendía, el ayuntamiento habría de descontar la parte proporcional de lo convenido; pero si aumentaba no por ello se recibiría mayor subvención. La institución se denominaría Hospicio y las clases darían comienzo el 1-1-1737. Once puntos recogen todos los términos de las capitulaciones. El 1 de enero llegaron los primeros escolapios: Antonio Caxón, Jerónimo (Longa) de S. José, el clérigo Antonio (Zorraquil) de Santa Bárbara y el hermano Cristóbal (Villa) de la Virgen del Pilar. Al día siguiente abrieron la escuela y acudieron 50 muchachos a la de pequeños y 15 para la de gramática; por la tarde se duplicó el número y siguió creciendo en los días sucesivos tanto que el 8 de enero, siendo ya 300, el P. Provincial envió al H. Medardo (Lagurri) de Santa Clara. Se establecieron en una casa de la plaza del Herrador, en donde se sentaba la antigua cátedra de latinidad y la escuela de los niños. Pero los locales eran incómodos, estrechos y ruinosos.

Desarrollo histórico.

Los primeros pasos trajeron los primeros conflictos. El 17-3-1737 el arzobispo de Toledo, Bernardo Froilán Saavedra, concedía licencia para establecer un oratorio con campana; pero la falta de local apto y la negativa a suministrar los instrumentos necesarios para él por parte del ayuntamiento y de la parroquia retardaron la fecha de poder celebrar misa: fue el 22 de julio y sin solemnidad, dado el poco decoro del lugar. Incluso servía de escuela. A finales del verano el pueblo vio la necesidad de alquilar una casa contigua, propiedad de Manuel de Vara Pica y Bernardo Zapatero. En ella se pudieron acomodar los alumnos de lectura. En este tiempo recibieron en herencia una urna, con sus vidrieras, y una imagen de Nuestra Señora de la Concepción. El 12 de octubre la imagen entraba en solemne procesión en el colegio; fue celebrado con grandes cultos y en el sermón se le dio el nombre de Virgen de la Concepción o Portería, que despertó una fuerte devoción entre los habitantes del pueblo. Este asunto y otras pequeneces y envidias fueron creando una tensión cada vez mayor entre el clero diocesano y los escolapios. Por otra parte las dificultades económicas de la población y del ayuntamiento retardaban los pagos convenidos, de tal modo que en varios momentos se puso en peligro la nueva fundación. Menos mal que el aspecto educativo fue afianzándose y se cosechó un digno prestigio no sólo entre los lugareños, sino también entre los pueblos vecinos. Con la llegada del P. Juan García como rector (1742-1752) el colegio se creció: instauró la clausura que tanto sobresaltos había provocado su falta en los años anteriores; los conflictos con el clero secular -que iban en aumento- los pudo solventar gracias a la amistad que tenía con el secretario del arzobispo, Juan Huerta; compró dos casas tras largos pleitos con sus dueños Sebastián Vergasa y su esposa; saneó la economía y comenzó la construcción del nuevo colegio e internado. Y gracias a todos los desvelos pudo comenzarse la construcción del nuevo colegio que se culminó en enero de 1768. Las obras de la iglesia fueron dirigidas desde la colocación de la primera piedra, 19-4-1767, hasta 1771 por el H. Blas García; a partir de ese año y hasta el 7-10-1772 en que se concluye por el H. Gabriel Escribano. El ayuntamiento y la parroquia no veían con buenos ojos la prosperidad material del colegio y ello fue causa de numerosos y largos pleitos. La parroquia reclamaba para sí el derecho de administrar sacramentos, misas y entierros; el ayuntamiento se negaba a pagar lo estipulado alegando que las Escuelas Pías, al haber construido internado e iglesia, habían sobrepasado los límites establecidos en las capitulaciones de fundación y exigía al colegio el pago de 1.800 reales anuales de millones por los colegiales internos. Asimismo, en un documento de 1788 se dice que por dos veces los maestros seculares intentaron quitar a los escolapios los alumnos; se refiere el documento a unos maestros de Madrid que veían en los colegios de Madrid y Getafe una fuerte competencia. Sin embargo no faltaron protectores y amigos, entre quienes sobresahó doña Felipa Teruel, que en 1775 fundó una memoria de misas donando 90.000 reales que había prestado para la construcción del templo. La llegada de los franceses y el decreto de exclaustración (1809) dispersaron a la comunidad escolapia; si bien desapareció el colegio como institución calasancia, no ocurrió lo mismo con la enseñanza: a ruego de los habitantes de la ciudad los escolapios siguieron impartiendo clase, aunque como maestros privados. Accediendo a los deseos del pueblo el Consejo real ordenó la reapertura de las Escuelas Pías en 1814, y dos años más tarde las visitaba el infante Carlos María de Borbón y en 1817 Fernando VII Ambos quedaron muy complacidos. Los primeros diez años tras la vuelta fueron de gran indigencia; incluso tuvieron que mendigar y recibir ayudas extraordinarias de la Provincia.

A partir de ese momento se inicia un proceso de recuperación. En 1832 la reina María Cristina concedió validez universitaria a los estudios filosóficos cursados en el centro. Los acontecimientos que sacudieron a España de 1833-1845 repercutieron negativamente, pues aunque no le afectaron los decretos desamortizadores, se volvió a sumir en la pobreza, agravada por el incendio de 1838. Quizás la era de oro se pueda encontrar en la segunda mitad del siglo XIX. Se realizaron obras de envergadura construyendo un nuevo internado, al que se trasladaron definitivamente los alumnos en julio de 1853; se construyó una planta nueva destinada a los jóvenes profesos de la Provincia; en 1868, cuando los internos eran más de 150, se transformó el pajar en gimnasio, se levantó la torre y se importó de Inglaterra el reloj de la misma; en el rectorado del P. Espinosa se preparó el panteón para el enterramiento de los religiosos y se hicieron varias adquisiciones para el ensanche del colegio; parte de las prolongaciones de la huerta fueron compradas en el rectorado del P. Melchor Rodríguez, pero la adquisición de los terrenos que constituyen el actual parque está ligada a los nombres del P. Mí-guez y del P. Guijarro. También los primeros años del presente siglo fueron prósperos: en 1911 se acordó levantar un pabellón dedicado a aspirantado y noviciado; algún tiempo más tarde, completar la fachada norte con los torreones y la escalera principal. Durante la segunda república el centro fue absorbido por la Sociedad Anónima de Enseñanza Libre (SADEL) y se denominó colegio «Scío». En 1936 cayó en manos del Frente popular y tras su liberación, en ese mismo año, quedó convertido en hospital de prisioneros. Aunque la devolución formal no se hizo hasta octubre de 1940, los escolapios comenzaron la tarea docente en febrero de ese año, cediendo a los requerimientos de varias familias y con objeto de recoger algunos recursos para sostenimiento del noviciado. El edificio, durante la guerra, había sido muy deteriorado; de ahí que hubo de acometerse obras de adecentamiento, ampliación, reforma y actualización. Por tratarse de un colegio muy útil para internado, las primeras obras y más importantes se encaminaban hacia dependencias de tal sección: dormitorios, salón de cine, incluso horno de pan. Posteriormente se adecentó la iglesia, el parque y la granja. Finalmente le tocó en suerte la actualización de aulas, laboratorios y, en los últimos años, los locales dedicados a la formación profesional.

Desarrollo pedagógico.

Veamos un primer cuadro del colegio, desde su fundación hasta la invasión francesa:

1756 1763 1771 1779 1787 1794 1803 1807 1
sacerd. 5 6 10 9 9 13 11 10
clérigos 8 - 2 - 9 5 9 7
hermanos 5 12 8 4 4 4 4 5
alum. leer/escr. 100 150 192 180 317 312
gramática 60 51 74 88
internos - 65 73 77 80 - 50 -

Cualquier persona que pregunte por qué se llenaban las aulas de los escolapios, no sólo en Getafe, sino en los lugares en los que abrían una fundación, la respuesta la encuentra en el modo o exigencia para ser maestro impuesto por la Orden en su documentación interna y en sus teóricos («Método uniforme» del P. Scío), tan distinta a la marcada por la «Real provisión de su Majestad». Las primeras letras o escuelas de leer, escribir y aritmética se ordenaron de acuerdo con la circular del P. Provincial, Juan García, de 17-8-1754 sobre el orden, método y distribución de horas que debía observarse. Si bien la adaptación al colegio de Getafe fue debido al religioso que regentaba la escuela correspondiente se sabe que hubo una enseñanza primaria, en general, compuesta por dos secciones de leer y una de escribir y aritmética. De igual modo hay que hablar de la enseñanza superior: aulas de gramática inferior y superior, aula de humanidades y retórica y aula de filosofía. Las tres primeras también recibieron el nombre de «rudimentos», «sintaxis» y «poética». Otro apartado merece el internado. En el Capítulo local de agosto de 1747 se solicitó poder instaurar en el colegio tal institución al modo de los grandes internados que la Orden tenía en Italia o Centroeuropa. Y lo consiguió. Ya se ha comentado cuántas dificultades surgieron frente al ayuntamiento por razón de contravenir las estipulaciones de fundación. Sin embargo, como institución educativa tuvo gran renombre y fue solicitado por múltiples familias.

Un segundo momento se puede leer desde la invasión francesa hasta la mitad del siglo. En él pocos datos son fundamentales, salvo intentar salvar las situaciones permanentemente cambiantes nacidas de la situación política del país y que también incidía en la política local. Sin embargo cabe anotarse: la aparición de las matemáticas en los planes

de estudios (1818), la concesión de la validez de los estudios de filosofía (1832), el visto bueno respecto a la titulación del profesorado en el colegio (1845); y, como contrapartida, la permanente disputa con el ayuntamiento, siendo rector el P. Milla, entre los meses de mayo a julio de 1814 y los correspondientes conflictos para abrir de nuevo el colegio.

Un tercer momento puede leerse desde el presente cuadro:

1869 1879 1891 1899 1909 1915 1922 1928 1929
sacerdotes 10 10 13 17 21 25 26 21 25
clérigos 4 1 3 1 30 17 15 26 8
novicios 29 - 36 35 22 11 7 20 23
h. operar. 4 3 - 3 7 5 8 4 6
aspiran. 38 40 44 49
internos 130 108 124 163 112 105 210 215 217
vigilad. 23 15 9 24 49
mediop.
externos 166 ? 164 166 217 192 115 300 258

Suele llamarse a este período de tiempo «edad de oro» del colegio. La actividad pedagógica del centro estaba delimitada por dos grandes ordenaciones: la estatal nacida de los distintos gobiernos de la nación, permanentemente cambiantes, y las nacidas de la propia Orden escolapia, tanto mirando a los contenidos de instrucción, como a la organización del internado. Referente a estas últimas tuvieron gran repercusión en Getafe la circular del P. Losada del 29-11-1845 y la del P. Feliu de diciembre de 1848. Si se añade la época en que cada centro pudo ordenar sus estudios nos encontramos que en el colegio se imparte (aunque siguiendo el reglamento general): Primera enseñanza: leer y escribir; gramática castellana: elementos; nociones de geometría y aritmética; doctrina cristiana. Segunda enseñanza: gramática latina, perfección de la gramática castellana; retórica y poesía; geografía; historia universal y de España; profana y sagrada; matemáticas; religión y moral; lógica y física; francés; dibujo y música -como optativas-.

De todas ellas se conoce el profesorado, los libros de texto e, incluso, el número de alumnos. La Ley Moyano (1857), la circular sobre el internado del P. Palacios (23-1-1859) y su aplicación a Getafe por el P. Valle (enero de 1868), el gran reglamento sobre el internado, con cerca de trescientos puntos o artículos del P. Julián Viñas (1871) irían modificando y adaptando los planes de estudio y de trabajo. El resultado fue muy claro y lo puso de manifiesto el P. Llanas (4-10-1900): se había descuidado la enseñanza primaria que tanta gloria había dado a las Escuelas Pías, se habían esmerado en la preparación oficial del profesorado de segunda enseñanza, al tiempo que se habían preocupado más de los resultados de las pruebas finales que de la formación y educación religiosa de los propios alumnos. No hubo tiempo necesario para ver, en el ámbito educativo, los resultados de la llamada de atención citada, si bien en la modificación material del inmueble se dieron importantes cambios en los comienzos de siglo hasta el advenimiento de la república y la constitución del SADEL.

La última época, tras la guerra civil nos da los siguientes números:

1946 1951 1957 1963 1969 1975 1984
Aspirantes 90 115 71 71 72 - -
internos. 350 317 402 315 394 333 -
Vlgil mediop.. 135 217 434 543 692
externos 120 210 258 280 185

En el reglamento de 1942 se afirma que la enseñanza es totalmente gratuita: los alumnos abonan honorarios al colegio únicamente en concepto de pensión. Pero en reglamentos posteriores aparecen junto a la sección de gratuitos, otra de aquellos que abonan una cuota por la enseñanza recibida y sólo aquéllos de buena conducta podrán acceder a la enseñanza media en calidad de gratuitos. En la década de los setenta todos los alumnos se integran en único grupo y el alumnado se agrupa en internos, externos y medio-pensionistas, en enseñanza elemental y superior. A los pocos años se abrirán aulas de formación profesional. Las dos notas de mayor relieve son: el creciente aumento de alumnos y el sometimiento a los planes oficiales del Estado en cuanto a la ordenación de los estudios.

Casa de formación.

La casa de Getafe fue casa de formación desde 1755 en que se denomina casa juniorato; es verdad que veinte años después serían enviados los jóvenes a Madrid y en 1778 se convirtió en noviciado. Pero según puede verse cómo desde 1887 volvieron los clérigos nuevamente a Getafe hasta que por razón de estudios fueron a Alcalá, a El Escorial o a las casas centrales de estudios en sus respectivos años. Pero siempre hubo algunos jóvenes clérigos que alternaban los estudios filosóficos-teológicos con la práctica de la enseñanza. Se debe decir que la preparación de los jóvenes maestros escolapios fue, hasta casi el final del siglo XIX, más práctica que teórica. En toda esa formación se guiaron por los distintos reglamentos o circulares como las de: Felipe Scío (Guadalajara, 1-10-1787), Joaquín Esteve (20-11-1829), Lorenzo Ramo y Tomás Garrido, Jacinto Feliu (1848), Capítulo provincial (1889) y Manuel Pérez y Eugenio Caldeiro (1885). Del noviciado se tienen menos noticias, salvo el modo de actuar de la Iglesia en estos años; y ambas instituciones -noviciado y aspirantado- se mantuvieron abiertos hasta la década de los setenta. Durante la guerra civil y mientras el colegio estuvo ocupado por las tropas, el noviciado estuvo en un piso de la plazuela de las Escuelas Pías, n. 2.

Exalumnos y personalidades.

Entre los exalumnos que más han sobresalido en la historia conviene citar a los dos hermanos PP. Scío, Felipe y Fernando, a Luis Coloma, Juan de Samano,Fernando Tupac Amaru, Francisco Coello de Portugal y Quesada, Segismundo Moret, Joaquín Dicenta, Justo Sanjurjo, Luis de Armiñán. Pero es más justo indicar cómo el colegio de Getafe ha tenido en sus aulas los más prestigiosos escolapios de la Provincia, como profesores; cítense los PP. Lasalde, Scío y Míguez, entre mil.

Superiores

Persona Año
Antonio Caxón 1737
Miguel (?) de S. Tomás 1738
José Lanao 1739
Juan García 1742
Pedro Herráez 1752
Juan Raimundo Ferrer 1757
Bernabé Navarro 1758
Matías Llatser 1759
Bernabé Navarro 1760
Juan Escalona 1766
Alejandro Castillo 1769
Felipe Scío 1772
Alejo Ruiz 1775
Sebastián Villa 1778
Jerónimo Pascual 1780
Cayetano Espinosa 1781
Jerónimo Pascual 1784
Inocencio Martínez 1790
Isidoro Garrido 1794
Ambrosio Romero 1796
Manuel Sáinz 1804
Ildelfonso Milla 1808
Pablo Soriano 1815
Manuel M. Erce 1815
Pablo Soriano 1818
Diego Albertus 1821
Pablo Soriano 1823
Basilio Fernández 1823
Manuel M. Erce 1827
Juan M. Sáinz 1845
Juan F. Peña 1858
Juan M. Sáinz 1865
Modesto Peña 1869
Juan Ambrosio Gómez 1872
Andrés Espinosa 1875
Gil González 1884
Antonio M. Escolano 1885
Pompilio Díaz 1888
Emilio Latorre 1892
Genaro Miján 1897
Melchor Rodríguez 1900
Hipólito Guijarro 1902
Ildelfonso Peralta 1906
J. Crisóstomo González 1909
Luis Latorre 1912
Anselmo Tomás 1913
Ramón Navarro 1915
Felipe Estévez 1919
Bernabé Peña 1925
Antonio García 1926
Gonzalo Etayo 1926
Arsenio Díaz 1933
Ramón Navarro 1934
José Olea 1934
Antonio Lara 1940
Jacinto Ruiz 1943
Enrique López 1946
Pedro Turiel 1949
Gonzalo Díaz 1955
Manuel Suárez 1958
Julio I. Burriel 1964
Pedro García 1967
Isidro Pérez 1968
Domiciano López 1970
José L. Mallagaray 1976
Urbano Peña 1979

Bibliografía

  • ReC 43 (1891) 80-85
  • R 2, I 117-120
  • Rodríguez, Ana: Escuelas Pías de Getafe: 1736-1936 ms.

Redactor(es)

  • Ana Rodríguez, en 1990, artículo original del DENES I