BerroAnotaciones/Tomo2/Libro3/Cap12
- CAPÍTULO 12 La Institución de los Operarios Y de la Obra de la santa Misa [1645]
El P. Tomás [Armaniaca] de la Pasión, Sacerdote Profeso de nuestra Orden de Clérigos Regulares Pobres de la Madre de Dios de las Escuelas Pías, natural de la ciudad de Cava, en el Reino de Nápoles, era sacerdote de mucha bondad de vida, muy experto en teología moral y mística, muy celoso de la salvación de los pecadores, y devotísimo de la Santa Misa, -pues en ella se renueva al vivo la Pasión y Muerte de N. S. Jesucristo, y proporciona mucho bien a quien la oye devotamente, y es también el único refrigerio para las almas del Purgatorio, de los que dicho Padre era muy compasivo-. Lo era tanto que, devotísimo, pasaba casi toda la mañana en la iglesia oyendo Misas, ya que en nuestra iglesia de La Duchesca se celebraban muchas, con asistencia continua de confesor; y en ella exhortaba a todos a hacer lo mismo, sintiendo mucho no poder estar en todas partes para hacer que todos la oyeran de corazón.
Y como el Espíritu del Señor, cuando se asienta en un alma la hace fuerte y diligente, y de día en día “edocet illam in multis”, también le inspiró que, en nuestra iglesia de La Duchesca, hiciera que algunas de las Señoras, piadosas, y penitentes suyas, llevaran cada mañana una considerable cantidad de pan y frutos según la estación. Y, reuniendo en las Misas cierto número de niños pobres, y pobres muchachitas, les hacía oír la Misa, ofreciendo mayor cantidad de pan y frutos a quien atendía con mayor devoción. Y después de la Misa les enseñaba las cosas necesarias para la salvación; y luego, los enviaba contentos a casa, con las manos llenas de pan y frutos, para que sus Madres quedaran también contentas.
Y para que las personas acomodadas se animaran a enviar a sus criaturas pequeñas a la Santa Misa, y avezarlas desde la tierna edad a escucharla cada mañana, para que no se fueran por dignidad, y no pareciera que no necesitaban de pan y frutos, a éstos les repartía estampas y hermosos libritos, también propios de la piedad cristiana.
En poco tiempo se corrió por aquellos barrios vecinos la voz de esta caridad y de la santa obra que hacía el P. Tomás de las Escuelas Pías en la iglesia de La Duchesca; de tal forma, que cada mañana nuestra iglesia estaba casi llena de niños y niñas, que llegaban al centenar. La Divina Majestad demostraba agradecer aquella Santa Obra, enviándole limosna suficiente para comprar alimentos, y también los objetos de devoción. Así que, después, nuestra casa se sentía siempre atareada.
Todo lo hizo el P. Juan, con la consabida y santa bendición de N. V. P. Fundador General, quien le dio permiso mediante una carta, por todo el tiempo en que él estuviera en el gobierno de nuestra pobre Orden. Y si en este tiempo florecía mucho, floreció luego cada día más, como se dirá.
En las fiestas había tantos que, verdaderamente, impedían la asistencia de las personas mayores, pues entonces la ciudad de Nápoles tenía una población de más de cuatrocientos cincuenta mil almas, y gran pobreza. Tanto que, en nuestra iglesia -a la que asistían cinco o seis confesores, para dar gusto a los asistentes- aquellos niños y niñas creaban una cierta confusión. Por ello, los días de fiesta se los envió a oír la Misa en una iglesia vecina, dedicada a San Clemente Papa. Pero también allí se repartía la limosna de pan y frutos, y los objetos de devoción.
Como crecía cada vez más, en el verdadero siervo de Dios, el deseo de la mayor gloria de S. D. M., sin cansarse nunca de lo que hacía, Nuestro Padre Tomás pensó que nuestro santo Instituto podía ser muy proficuo, si se extendía además por más sitios de aquella vasta ciudad; y con este pensamiento, comenzó a trabajar en algunas otras iglesias, por medio de Señoras devotas, a las que él mismo atendía, de vez en cuando, para dirigirlas en la Obra, e inflamarlas en la caridad.
Lo consiguió bastante bien en tres o cuatro iglesias, pero, como no tenía quién le ayudara, la Obra iba bastante despacio.
El fervoroso P. Tomás ideó un buen método; consistía en enviar a algunos hombres devotos, en las fiestas, por los barrios, con una Cruz y campanillas, invitando en voz alta a los padres y a las madres a enviar a sus hijos mayores, y a sus criados, a la santa Misa, pues es obligación, bajo pecado. Se reunían bajo el estandarte de la Santa Cruz, e iban cantando los rudimentos de la fe. Al llegar a la iglesia, oían la Misa; y al salir por la puerta, les les daba el pan y los frutos a los pobrecitos; y libritos o rosarios a los más acomodados. Así que cada mañana de fiesta se veían por la ciudad de Nápoles unas treinta o más filas de niños y niñas, que iban procesionalmente a oír la Santa Misa. Había filas que pasaban de cien, la mayor parte de los cuales, si no hubieran sido animados, no habrían escuchado la Santa Misa.
Con esto, además se animaban los hombres y las señoras a ir a Misa, y a no ofender a Dios, trasgrediendo el precepto. Para hacer estas reuniones y procesiones, y tocar la campanilla, se pidió permiso al Ilmo. y Revmo. Monseñor Vicario General, quien lo agradeció muy gustoso; y mucho más el Emmo. Filomarini, Arzobispo, cuando oyó el bien que se hacía.
Sentía mucha alegría también toda la ciudad, y particularmente el Ilmo. y Excmo. Señor Virrey y sus Subalternos; todo porque, verdaderamente, era una cosa digna ver, en cada fiesta, tantos coros de ángeles ir cantando las cosas de la Santa fe, y asistir con tanta devoción a la Santa Misa. Los días laborales, no eran tantas las iglesias donde se tenía la Obra, pero eran muchas, y en ellas se cuidaban de atenderla con mucha caridad algunas Señoras devotas.
Para mayor seguridad de la Obra, la unió a la Congregación de la Asunción, llamada De los Artistas, fundada en nuestra casa de las Escuelas Pías de La Duchesca. Allí se reunían algunos otros que las ayudaban, aunque no eran de dicha Congregación. Así que florecía mucho.
Para animar más a los de la Obra, y para que se extendiera por otras ciudades y lugares, publicó un librito sobre el fruto y utilidad que producía la asistencia devota a la Misa, con mucha buena doctrina y ejemplos de santos. Además un grabado en cobre, donde figuraban dibujados todos los ejercicios que se hacían en una Obra tan santa; de modo que se introdujo el uso en muchos lugares del Reino de Nápoles, con mucho fruto de las almas y edificación del prójimo.
Después de los rumores de Massa Anello y de la peste, no sé cómo acabó; porque, habiendo pasado a mejor vida nuestro Padre Tomás, en opinión de gran siervo de Dios, yo no sé lo que pasó después de su pérdida.