BartlikAnales/1598

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Año 1598 de Cristo. Segundo de las Escuelas Pías. Séptimo de Clemente VIII.

Los discípulos de las Escuelas Pías aprovechaban en las letras, las costumbres y la piedad, y su número aumentó tanto que los dos locales de la parroquia de Santa Dorotea, aunque eran capaces, no bastaban para acogerlos a todos. Por lo cual el celo de nuestro José, que le urgía al aumento de las escuelas, alquiló a expensas suyas dos casitas de la vecindad, y colocó en ellas a los niños pobres que venían; y queriendo satisfacer por otra parte las necesidades, no sólo trajo más maestros, sino que para dar más deseos de estudiar a los nuevos discípulos (igual que a los anteriores) les procuraba papel, libros, tinteros, plumas y otras cosas necesarias. Esta acción caritativa no pudo quedar en silencio entre las paredes de las escuelas, sino que, extendiéndose su fama por la ciudad, iba añadiendo más alumnos, incluso atrayendo a alumnos de las otras escuelas de los barrios de la ciudad. Lo cual molestó mucho a los maestros, como lo muestra el suceso que acaeció luego.

Disminuir el número de alumnos de las escuelas era tolerable, pero disminuir los estipendios hizo que los ánimos de los maestros se irritaran contra él. Y salió a la luz el odio que sentían hacia nuestro amable padre hasta entonces y que disimulaban en su ánimo, de la misma manera que el fuego escondido bajo las cenizas se despierta para producir un incendio.

¡Cosa verdaderamente admirable! Pues José, con el oficio de su gratuita piedad no buscaba el beneficio propio ni el de los suyos, sino que buscaba, a costa de gastar su propio peculio, enseñar a conocer los primeros elementos de las letras, a componer letras y sílabas, a leer las sílabas de las palabras, y volver a leer, para formar el todo con las partes, a los niños que el Señor le había confiado para llevarlos hacia Cristo por el recto camino, con instrucciones saludables, y he aquí que los malévolos profesores de aquellas materias conspiraron poniéndose de acuerdo, y con muchas calumnias, contra el arquitecto de aquella obra pía, llevándole ante la justicia por medio de sus procuradores a causa de los daños sufridos y de los que sufrirían, primero ante el Magistrado de los Académicos, en el tribunal de la Sapiencia; luego ante el Vicegerente, y al fin ante la Sagrada Congregación del excelso gobierno, presentaron pleito, dando por supuesto que al obrar así lograrían que se eliminarían las recientemente creadas Escuelas Pías, que resultaban perjudiciales a los profesores de los barrios.

¿A qué no se atreverá la sagrada hambre de oro? Sin duda no pensaban que de este modo iban a conseguir buena fama para las Escuelas Pías y para sus pobrecillos discípulos. Pues este ánimo feroz contra las Escuelas Pías no pudo dejar indiferente al Pontífice, quien a causa de ello y para que no siguiera creciendo el daño, decretó una visita apostólica a las Escuelas Pías, a cargo de los ilustrísimos Cardenales César Baronio y Silvio Antoniano, hombres de gran sabiduría e integérrima justicia, quienes cumpliendo su trabajo a conciencia, no sólo adornaron las escuelas con su presencia respetable, sino que diligentemente al mismo tiempo les dieron más fama. Pues viendo cómo José con sus colaboradores enseñaban a leer los primeros caracteres, o a componer sílabas, o les corregían en la lectura, y catequizaban a otros, y por pura caridad y misericordia llevaban a cabo las diversas tareas escolares con los pobres, hicieron un informe a Su Santidad en el que decían que era digno y justo no sólo que las Escuelas Pías siguieran funcionando, sino que debería hacerse todo lo posible para promoverlas y propagarlas. Más tarde, a su tiempo informaron a la Sagrada Congregación por orden de Su Santidad, y como se deseaba saber qué habría que hacer en favor del progreso de las Escuelas Pías, a los Padres Purpurados les pareció conveniente recomendar que las dichas Escuelas fueran tomadas bajo el patrocinio de la Sede Apostólica. Y tal decisión fue del agrado de Su Santidad, quien se mostró de acuerdo con ella, y a partir de entonces ya nadie osó decir nada contra las Escuelas Pías.

Se puede pensar que esto ocurrió en febrero o en marzo, pues después el Sumo Pontífice salió de la ciudad.

En efecto, Su Santidad Clemente VIII, después de celebrar misa en el altar del Príncipe de los Apóstoles de la Basílica Vaticana, fue a Ferrara para recuperar sin violencia ni daño el Exarcado de Ferrara de César de Este, que se lo había apropiado como si fuera su derecho hereditario, saliendo de la ciudad el 24 de abril y permaneciendo allí fuera de Roma hasta el 20 de diciembre. Durante todo el tiempo de la ausencia de Su santidad nuestro José ejerció la tarea escolar en paz, y en todas las cosas, tanto propias como ajenas, todo fue bien, pues él se dedicaba diligentemente a ello, notablemente en la archicofradía de los doce Apóstoles, en la cual ejerció ese año el oficio de visitador vigilantísimo de los pobres y los enfermos, como lo atestigua Francisco Cantarelli, secretario de la dicha archicofradía.

Notas