Concepción (CL) Colegio Virgen del Pilar

De WikiPía
Saltar a: navegación, buscar
Archivo:Concepcion (CL) Colegio Virgen del Pilar-v01n01.jpg
Detalle de la fachada del colegio al patio, en Concepción

Datos

Demarcación Chile

(1890-1939)

Primeros pasos de la fundación.

Si los escolapios entraron en Chile trabajando en obras diocesanas, desde un primer momento llevaban intención de crear una obra propia; y a esa tarea se dedicó particularmente el P. Mariano Guíu. El primer paso en firme se dio con la aportación de 30.000 pesos, ofrecidos por doña Carmen Méndez de Barrio e hija; era el día del Pilar de 1886; el 20 de noviembre se aprobaban los planos del nuevo edificio y el 31 de diciembre se compraba una finca con la donación recibida: eran 13.287 metros cuadrados, en una única cuadra, propiedad de D. Melitón Echeverría, en la calle Castellón. No pareció bien la idea a D. Domingo Cruz, quien inmediatamente escribió al P. Manuel Pérez, Vicario general, haciendo una contraoferta aparentemente más beneficiosa para los escolapios en el aspecto económico. Sin embargo, éstos optaron por construir casa propia. Por las mismas fechas recibieron de otras personas donativos de 17.000 pesos y materiales para levantar el nuevo edificio; el 21 de noviembre comenzó la obra y como el dinero era insuficiente hubo de firmarse una hipoteca «esperando en Dios para salir de la deuda». A comienzos de 1890 estaba dispuesto el inmueble para albergar los alumnos; el 2 de enero se inaugura la iglesia-capilla dedicada a la Virgen del Pilar, según promesa realizada por la expedición escolapia en Zaragoza. Fue una gran fiesta; incluso tomó posesión el nuevo P. rector, Mariano Guíu. El día 21 de enero se celebraba también solemnemente la beatificación de Pompilio M.ª Pirrotti. El 12 de marzo se daba la sotana escolapia, aunque sin validez, al joven austriaco Federico Jacobo Ramonsch. El 3 del mismo mes se habían abierto las aulas. Eran diez los miembros de la nueva comunidad. El 12 de abril se reunía la comunidad con intención de comprar por valor de unos 2.500 pesos una finca de campo, aproximadamente 12.000 metros cuadrados, relativamente cerca del colegio, para ayudarse con las rentas que obtuvieran; sin embargo no debió ser muy beneficiosa, pues se intentó vender en 1906, aunque permaneció en posesión de los escolapios hasta 1911, obteniendo por ella 20.000 pesos en bonos. En junio el Presidente de la República, Sr. Balmesa firmaba el documento que acreditaba a los escolapios personalidad jurídica en la nación; hasta ese momento todas las traslaciones se hacían a nombre del P. Guíu, con permiso de Roma. Resumiendo, puede decirse que el colegio materialmente había comenzado con buen pie. Y también disfrutó de éxito en cuanto a los alumnos. En el curso 1901 había unos ciento cincuenta internos y cuatro cientos externos, aunque el edificio podía acoger el millar. Sin embargo dos graves acontecimientos asolarán la nueva obra. El primero, la guerra civil; ésta obligó a realizar una venta simulada del edificio al Dr. Everhard, cónsul de España, el 6-8-1891, con el fin de evitar el desalojo del colegio; lo que no pudo ser aun acudiendo a personas influyentes; tras la batalla de Concón y la victoria de los insurrectos se pudo recuperar, aunque con grandes desperfectos; los 7.000 pesos que recibieron los escolapios en concepto de indemnización fueron insuficientes. El segundo, la propia vida de la comunidad y la actividad de los religiosos; junto a un grupo de valía y experiencia, llegaron los generalicios: demasiado jóvenes, sin experiencia y actuando en ocasiones imprudentemente; si bien fue de colorido festivo las ordenaciones sacerdotales, las profesiones religiosas, por el contrario arrastraban deficiencias en la enseñanza, actuaciones improcedentes contra personas cualificadas; y de todo ello quedó la firma en los exámenes: los profesores del Liceo que habían de calificar a los alumnos de los escolapios, enfrentados con los propios religiosos y con el mismo colegio, pusieron serias trabas en los resultados; todo lo cual hizo decaer en poco más de cuatro años toda la fama alcanzada por las Escuelas Pías desde un primer momento. Los Padres Visitadores fueron subrayando estas dificultades en sus libros, los Capítulos locales formularon propuestas y proposiciones para remediar los fallos. Así pues, se redujo notablemente el alumnado, el plan de estudios ambicioso de comienzos (silabario, tres clases de preparatoria y seis cursos de humanidades) hubo de cambiarse a preparatoria y comercio. Es necesario reseñar en este período la «Academia calasancia» fundada por el P. Dionisio Fierro, que editó la revista escolar «La aurora»; se publicó desde 1892; todos los números se extraviaron con el terremoto.

Desarrollo pedagógico.

Las pretensiones de los escolapios con la fundación de este colegio eran grandes: el mejor colegio del sur de Chile. Y desde el primer momento el edificio resultó ser demasiado grande. En varias ocasiones se pensó en su venta (el P. Joaquín Campos en 1901; al Ejército en 1921; el P. Felipe Silanes en 1936), aunque con la intención de levantar otro más funcional. Lo único que llegó a realizarse fueron alquileres (del 25 de agosto de 1906 al 25 de marzo de 1915 una parte para protección de menores; más tarde para manicomio, aunque no prosperó la idea; en 1921 unas aulas para escuela de niñas por 6.000 pesos al año); eran ayudas económicas para pagar las deudas y para actualizar las instalaciones: el salón de actos, el estuco de la fachada, la instalación de electricidad y gas en el edificio, el adoquinamiento de las calles vecinas, el adecentamiento de la capilla. Un segundo tema importante en el capítulo pedagógico lo constituyeron los planes de estudio y su reforma. Ya se ha indicado cómo la enseñanza de humanidades hubo de retirarse por los resultados de los exámenes; tan sólo se pudieron mantener las escuelas preparatorias y las de comercio. En cuanto a las primeras se mantuvieron con brillantez y éxito por la buena formación que adquirían los alumnos al llegar al Liceo, siguiendo siempre los planes de estudio estatales; la única sombra en que pudieron caer fue en la falta de un reglamento de régimen interno que en varias ocasiones se solicitó por parte de los Superiores y de algunos maestros. En cuanto a la escuela de comercio hay que indicar que el plan de estudios era privado: constaba de aquellas materias que se veían útiles para los alumnos a fin de conseguir un trabajo y colocación posterior; los resultados fueron muy satisfactorios. Finalmente, en cuanto a las humanidades, hubo varios intentos de volver a implantarse; Mons. Luis Enrique Izquierdo, obispo, habló con el P. rector, Nicasio Domínguez, ofreciendo a los escolapios la propuesta, que fue declinada posteriormente a los PP. del Sagrado Corazón. En 1929, siendo rector el P. Rogelio Lafiguera, hubo un nuevo intento y definitivo; pero el escaso alumnado y el terremoto final hicieron que no fuera una acción exitosa. Hay que añadir en el capítulo educativo un buen conjunto de actividades paraescolares: en 1916 fueron brillantes los juegos florales de la Hispanidad (el P. Ángel Clavero logró premio extraordinario por su obra «La colonización española»; el P. Teodoro Palacios medalla de plata por su poesía «Cristóbal Colón»; los PP. Rogelio Lafiguera y Nicasio Domínguez fueron llamados para formar parte del jurado); la actividad religiosa educativa se centró prioritariamente, no exclusivamente, en la dimensión eucarística (turnos eucarísticos, creación de grupos de Tarsicios, celebraciones solemnísimas de las primeras comuniones, participación destacada en los Congresos Eucarísticos diocesano -1922- y nacional -1924-). Y para concluir este período hay que recensionar hechos como las pequeñas dificultades nacidas de la poca disciplina interna de los religiosos entre los años 1910 y 1917 y la muerte y, consecuente celebración solemne de funerales de personas grandes para la historia del colegio: el P. Mariano Guíu, primer rector y fundador (1902), Dña. Carmen Méndez de Barros, bienhechora particular y luego religiosa del Sagrado Corazón (1 de septiembre de 1902), el P. Dionisio Fierro (1916), el P. Nicasio Domínguez (1929) y el P. Rogelio Lafiguera (1931).

Puede ser indicativo el siguiente cuadro de alumnos:

Año Preparatorias Humanidades o Comercio Internos Gratuitos Total
1895 322 145 150 100 467
1914 349 62 40 70 415
1927 288 49 40 32 339
1931 300 52 45 40 352

Última época.

Desde 1933 el colegio de Concepción queda adscrito a la nueva Provincia de Vasconia; y llega con un resurgimiento en el número de alumnos, con una comunidad renovada y joven y con unos programas de estudios ampliados y ambiciosos; comenzaron a fraguarse esperanzas razonadas en aquella comunidad y colegio. Dos signos muy significativos: primero, el noviciado es trasladado desde Santiago, siendo maestro de dos novicios el P. Yaben, que pronto abandonaron la Orden; segundo, el número y calidad de las actividades paraescolares emprendidas, de las que cabe mencionar especialmente la teatral con la puesta en escena de «Lirios y palmas» (1934) y «El misionero» (1935). Pero a tales luces surgieron sombras. En España, de donde tenía que llegar nueva savia, estalla la guerra civil que diezmó las Congregaciones religiosas. Los escolapios que en Chile trabajaban se hacían de más edad y varios volvían a su patria sin regresar ni ellos ni sustitutos. Año tras año se reducía la comunidad y aumentaba la edad; como consecuencia había que reducir cursos o actividades, muchas veces apoyados, para los escritos oficiales, en el insuficiente número de alumnos.

Pero, sin duda, la página negra se escribió el 24 de enero a las 11,30 de la noche cuando un gran terremoto, con epicentro en Chillan, destruyó el colegio, la mayor parte de la ciudad y alrededores, asoló la región y se contaron los 30.000 muertos. No hubo que lamentar víctimas entre los escolapios, pero tuvieron que abandonar la obra que tantos trabajos y sudores había costado levantar y mantener. Sólo se pudieron recoger algunos enseres, la mayor parte de los libros oficiales y poco más y sí muchos disgustos posteriores. El Estado expropió el terreno; los escolapios que habían intentado abandonar la obra, tal como estaba, no dudaron en dejar todo; pero la diócesis, el obispo y los obispos posteriores, incluso el Nuncio, lucharon por recuperar o los religiosos en el colegio o el dinero de la fundación (se había recogido por concepto global 516.000 pesos). El litigio trajo grandes y serios contratiempos; se molestó a una religiosa de 84 años, Rosa Barrios Méndez, hija de la bienhechora y fundadora, para que atestiguase cuál había sido su voluntad hacía cincuenta y tres años, cuando no había ningún testimonio escrito. Hubo de resolverlo Roma y lo hizo a favor de la Orden de las Escuelas Pías. Con ese dinero se costearon obras en el colegio Hispanoamericano de Santiago y en la fundación de Malloco. También cabe consignar en esta historia que el colegio recibió la donación de un inmueble en la misma calle Castellón con la obligación de celebrar anualmente 200 misas a favor de la bienhechora, Sra. Carmen Espinoza; el usufructo de alquiler de la casa y lo recibido por su venta fueron utilizados para pagar la deuda total, tras haber obtenido en la curia diocesana una reducción de la carga espiritual. A pesar de tratarse de un colegio sencillo se pueden consignar algunos exalumnos de renombre: D. Ramón Harrison Abello, mercedario y obispo de Podalia, muy afecto al colegio y a la Orden; D. Tomás Pablo, varias veces Presidente del Senado, y D. Raúl Matas, conocido locutor y presentador en los medios de comunicación social. Y entre los escolapios se cuenta la labor del H. José Calasanz Lacoma en obras de caridad, catequesis y apostolado y entre los obreros y parados y en la población penal.

Superiores

Persona Año
Mariano Guíu 1886
Dionisio Fierro 1896
Leandro Cuixart 1898
Vicente Serióla 1901
Toribio Remondo 1902
Nicasio Domínguez 1909
Rogelio Latiguera 1915
Teodoro Noguera 1920
Francisco Blasco 1922
Rogelio Lafiguera 1928
Gonzalo Salinas 1932
Felipe Silanes 1934
Octavio Yaben 1938

Bibliografía

  • Maeztu, F. Historia de las Escuelas Pías en Chile. I, II, III, IV. Santiago 1972-1974. I pp. 76-79, 88-107
  • II pp. 145-170
  • III pp. 128-151
  • IV pp. 12, 25-34.

Redactor(es)

  • Fermín Maeztu, en 1990, artículo original del DENES I