FerrerSintesis/2SigloXVIII/4Balance

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4. Balance de una época difícil (1789-1815).

En este breve período de 25 años se produce una profunda convulsión política, ideológica, religiosa y moral. Estamos en el fin del Antiguo Régimen, la Revolución Francesa, Napoleón Bonaparte, las guerras continentales y el triunfo de la reacción conservadora en el Congreso de Viena (1815), con la creación de un aparente "nuevo orden europeo", a partir del cual el liberalismo se hará, en su dirección burguesa, más acomodaticio, mientras su componente revolucionario entroncará con los grandes movimientos sociales del XIX (socialismo, comunismo, anarquismo).

La Iglesia, y por supuesto las Escuelas Pías, vive esta crisis de forma traumática y dolorosa. Con respecto a nuestra Orden se puede decir:

a. Crisis religiosa: en el interior por un exceso de formalismo, rutina; falta de selección vocacional; desunión con Roma, fomentada por algunos religiosos adictos al regalismo; aparición de prácticas no conformes con la pobreza (cierta clase de peculio); falta de formación, etc.

Desde el exterior: regalismo y otras tendencias afines; influencia no contrastada de la Ilustración y de la Revolución Francesa; leyes de disolución de las Congregaciones y Órdenes religiosas, aprovechadas por algunos para abandonar el Instituto, etc.

El ministerio escolapio se ve zarandeado y puesto a prueba desde diversos frentes:

- Estatalismo regalista (obra de gobiernos católicos): control sobre cualquier actividad y, en especial, de la enseñanza. Los planes oficiales, aunque intervengan escolapios en su preparación, acabarán siendo un nuevo cerca para la escuela calasancia. Igualmente la crisis producida en algunos países por la obligación de tener títulos civiles para enseñar.

- Estatalismo laicista: su componente ideológico procede de la Ilustración racionalista y de la notable influencia de J.J. Rousseau. La educación debe poner al descubierto la bondad natural del hombre, enmascarada por las trabas sociales y religiosas. Uno de los pedagogos más importantes de esta época es el suizo Juan Enrique Pestalozzi (1746-1827). Para él la educación hace posible que el hombre llegue a ser verdaderamente hombre, con tal de que esa misma educación se acomode al fluir de la naturaleza. Pestalozzi, por su mismo sentido práctico pedagógico, no es un idealista tan marcado como Rousseau. Para él la verdadera educación es ejercicio: el corazón educa amando; el espíritu, pensando y la mano trabajando. Hay un verdadero entusiasmo por la fuerza liberadora de la razón, del progreso ilimitado.

Estas ideas y otras vienen a diseñar un hombre secularizado, autónomo, con una referencia vaga al deísmo. Para la Ilustración y el liberalismo la enseñanza no podía estar en manos de la Iglesia porque equivalía a perpetuar el freno al progreso y a la libertad individual. Con más o menos variante, esta idea o tópico seguirá vigente durante mucho tiempo.

La Convención francesa (proyecto de Condorcet) y la legislación napoleónica crearán un nuevo sistema escolar (escuela nacional primaria) basado en la obligatoriedad, gratuidad y laicismo.

Si, en el pasado, las Escuelas Pías tuvo que luchar por su libertad de enseñar en la escuela media y la posibilidad de impartir ciencias mayores (polémica con la Compañía de Jesús), a partir de ahora entrará en una confrontación mucho más dura con la estatalización y laicización de la escuela. Los regímenes liberales del XIX, incluso los moderados, incorporarán el estatalismo y el centralismo de la enseñanza en su política educativa.

Notas