BartlikAnales/1616

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Año 1616 de Cristo. Vigésimo de las Escuelas Pías. Duodécimo de Paulo V.

En el año presente nuestra Congregación de las Escuelas Pías, unida por no mucho tiempo a la congregación luquesa, comenzó a separarse y distanciarse de ella, por las razones que se exponen más abajo.

El Rmo. P. Juan de Jesús María, carmelita, el año primero en que se hizo la unión (como vimos antes) había escrito una especie de reglas por la cuales la congregación luquesa debía regirse en el asunto de las Escuelas Pías. De acuerdo con ellas, por tanto, el P. Pedro Casani, rector de las Escuelas Pías de San Pantaleo, habiéndolas examinado prudentemente sin duda por orden de su Prepósito General, y habiendo unido un resumen del documento apostólico (como sigue), envió al P. Juan, carmelita (como puede deducirse) las especiales cuestiones que siguen, para que las respondiera convenientemente, y que luego también informara a Su Santidad, para que indicara por escrito un nuevo modo de vivir para la Congregación en conformidad con las Escuelas Pías, pidiendo su confirmación y que al mismo tiempo otorgara sus gracias. Ese escrito, pues, decía como sigue:

“Nuestra Mínima Congregación fue fundada el día del Parto de la Virgen de 1574 por el Muy Rvo. P. Juan Leonardi de feliz memoria en Luca, y el Rmo. D. Guiddicioni, de santa memoria, obispo entonces de esa ciudad, en el año 1587 la convirtió en Confraternidad, bajo el Pontífice Gregorio XIII de feliz memoria. Luego el Papa Clemente VIII, de feliz memoria, la erigió en Congregación en 1596, bajo el título e invocación de la B. Virgen María para siempre, y le concedió privilegios; y para que pudiera crecer más, el año 1604 por un motu proprio le concedió que pudiera ir a cualquier lugar para poder recibir y construir locales, casas e iglesias, con permiso de los Ordinarios. Fue constituida principalmente para que cualquiera que viviera en ella estuviera atento a promover primero su propia salvación, y luego, por medio de su trabajo, procurara también trabajar concienzudamente por la salvación de los demás. Lo cual en todo lugar y hasta ahora lo ha llevado a cabo mediante la predicación de la Palabra de Dios, la administración de los Sacramentos, la enseñanza de la doctrina cristiana a los niños e ignorantes, y otras obras de caridad y ejercicios espirituales, en cuanto el Señor se ha dignado concedernos, y nosotros hemos intentado responder, según las justas disposiciones de las dos Constituciones aprobadas y confirmadas por el citado Sumo Pontífice Clemente VIII.
Como últimamente Su Santidad Paulo V añadió a ello el cuidado de las Escuelas Pías de la ciudad, y la adornó con el ilustre título de la Madre de Dios, el mismo Pontífice deseó que por consejo de los Ilmos. Sres. Cardenales Justiniani, Lancellotti y Seoane, delegados por su Santidad para ello, se examinara cuál debería ser el ministerio prioritario que debería ejercer, y declararon como sigue: el ejercicio de las Escuelas Pías (que consiste en la sana erudición y pía educación de los niños, que es aptísimo y muy necesario para ayudar a la salvación de las almas, según opinión de los Concilios y de los Santos Padres de la Iglesia de Dios); y lo aceptó y recibió de muy buena gana, como suyo propio de ahora en adelante; para ser distinguida suficientemente por él de todas las demás Congregaciones, Religiones y Sociedades, teniéndolo como suyo peculiar en la Iglesia de Dios, sobre todo porque se siente beneficiada por la munificencia apostólica con muchos privilegios y gracias.
Por lo cual ruega humildemente a Su Santidad que se digne prohibir estrictamente que se atrevan a erigir o fundar Escuelas Pías en otros lugares, sin que en ellas se enseñe a los niños, sin el permiso de la Congregación. Y que para llevar a cabo la tarea citada y dedicarse con mayor diligencia a ella, nadie dé conferencias públicamente fuera de su propia iglesia, sino que gratis y sin recibir ningún estipendio por su labor, se dediquen a enseñar a los niños a leer, escribir, elevando su inteligencia, y que al instruirlos y educarlos piadosamente en todas las artes contenidas en el nombre de filología, intenten, una vez entrados en el espíritu religioso de las escuelas, con preces y oraciones dirigidas a Dios, que todo estudio les sirva para consolidar las virtudes cristianas. También rechazan enseñar públicamente otras ciencias y artes, aparte de la filología, a no ser que lo desee el Rector General, y consientan los señores o príncipes de esos lugares en los que no existan universidades, academias o gimnasios públicos, en cuyo caso podrán enseñar en nuestras casas ciencias y artes.”

Ephemerides Calasactianae IV (1935, 99-105)

“Por lo tanto los Superiores de la Congregación procurarán con suma diligencia que para llevar a cabo los dichos ministerios en las escuelas, haya preceptores, confesores y todos las personas necesarias para los demás ministerios, y en adelante los sacerdotes, los clérigos y los hermanos de las Escuelas Pías se dedicarán según su ingenio y preparación bien a dirigir las casas, bien a enseñar a los niños la doctrina cristiana o las letras según lo dicho más arriba, bien a escuchar sus confesiones y administrarles los demás sacramentos, bien a tener con ellos pláticas y exhortaciones, u otras actividades en relación con el ministerio escolar.
Y para que haya siempre suficiente número de formadores, procuren que se preparen para ellos con el estudio aquellos que parezcan propensos para las letras humanas, con el consentimiento del Rector General o del Provincial. En el futuro no se acepte ninguna casa, como no sea una Escuela Pía para instruir y educar a los niños, tal como se dice más arriba, a excepción de las dedicadas a formar novicios y a formar a los nuestros en ejercicios espirituales. Y no sean llamados a ninguna ciudad o territorio sino con el consenso de los obispos y de los príncipes. Se entiende que hablamos sólo de territorios católicos. Si se presenta la oportunidad para ir ciudades de herejes e infieles, la congregación se ocupará de ello en su momento.
Las casas que se funden o se reciban en el futuro con su huerto contiguo, iglesia, sacristía, oratorio y escuelas (que se poseerán como propias de la congregación en cuanto al uso y derecho de dominio), no tendrán ningún derecho civil ni podrán adquirir bienes inmuebles, ni los que son considerados como tales, como censos, pensiones, títulos en los bancos, de los cuales se puedan recibir intereses. Ni podrán aceptar herencias ni legados de ningún tipo, de ninguna manera que vengan.
Las casas que ya están formadas podrán retener lícitamente lo que ya poseen; si recibieron dinero, se desharán de él, y una vez desaparecido por completo, se volverán incapaces de tener bienes inmuebles, y en las casas que se funden en el futuro no se hará de otro modo que como se ha dicho más arriba. Y por lo tanto renunciarán a cualquier tipo de bienes temporales o inmuebles que posean, y los venderán, y gastarán el dinero si hace falta en las necesidades y comodidades de la Congregación, y si no, los distribuirán a los pobres fieles de Cristo.
Ninguno de los nuestros que viva abrazado a la pobreza podrá por ningún motivo dirigirse a ningún juez ni laico ni eclesiástico, ni en nombre propio ni en nombre de otro, ni privado ni común, ni en nombre de la Congregación, ni de su casa.
Puesto que la Congregación está asiduamente dedicada todo el tiempo a instruir y educar a los niños, no puede dedicarse a mendigar lo necesario para vivir. Por lo tanto los príncipes y comunidades que la llamen a servirles, deberán nombrar uno o varios hombres piadosos y diligentes a cuyo cuidado estará el procurar todas las cosas necesarias para sustentar a estos operarios, suministrado lo recogido a los nuestros en tiempo oportuno.
Cualquiera que diese su nombre a esta milicia espiritual, después de tiempo señalado de probación emitirá en manos del superior los tres votos simples de Castidad, Obediencia y Perseverancia, según la costumbre antigua de nuestra Congregación, aprobada con la autoridad de Clemente VIII, a los cuales se añadirá un cuarto voto de Pobreza, recientemente añadido por Clemente VIII para todos los religiosos actuales y los que vendrán, lo mismo sacerdotes, que ordenados de menores, clérigos y laicos de esta congregación, según consta en el breve de Su Santidad expedido acerca de esto en Santa María la Mayor bajo el anillo del Pescador el 30 de julio del año 1616, XI de su Pontificado, de los cuales nadie, a excepción del Sumo Pontífice, puede dispensar.
A título del citado voto de pobreza, 12 de nuestros clérigos recibirán las sagradas órdenes.
Pero sepan cualesquiera de recibieran los sagrados órdenes de esa manera, que si dejaran la Congregación después de emitir el voto citado, serían suspendidos de los mismos órdenes que recibieron. La Congregación General preparará unas nuevas Constituciones en conformidad con lo anterior, permaneciendo en vigor las antiguas, en todo aquello en que no contradigan a las ordenanzas, reglas y estatutos establecidos, para establecer el buen gobierno de las Escuelas Pías y de toda la Congregación, para que si conviene sean aprobadas y declaradas con valor perpetuo por la facultad de la Sede Apostólica.”

Esto es lo que escribió el R.P. Pedro Casani, rector de la casa de las Escuelas Pías de San Pantaleo, copiado y transcrito por su propia mano. Cuando después se dio a conocer a los de la casa, no fue de su gusto, y se produjo una disminución del fervor en el ejercicio de las escuelas, y se esparcieron murmuraciones por la casa, diciendo que la Congregación de la Madre de Dios no había ganado nada asumiendo el trabajo de enseñar en las escuelas, de modo que manifiestamente volvieron la espalda al estilo de vida practicado hasta entonces.

Mientras tanto el Prepósito General no descuidó la solicitud por las escuelas, y ayudó en lo que pudo a las necesidades de la casa y de las Escuelas Pías. Así, cuando vio que hacía falta agua para la casa, no dejó de ir a Su Santidad y pedirle el agua corriente que necesitaba. Hay un Breve que prueba que se obtuvo lo solicitado, que dice como sigue:

“Pedro Aldobrandini, Cardinal Presbítero con el título de Santa María del Trastévere por la misericordia divina, Camarero de la S.R. iglesia para la distribución del agua corriente en fuentes públicas y privadas construidas o por construir en la Ciudad Santa, y en especial en relación con la petición que fue hecha por parte de los rectores y ministros de las Escuelas Pías, se decidió darles media onza de agua corriente a dichas Escuelas Pías de la ciudad, situadas en la zona del Parión, concretamente en la plaza de Agón, justo al lado de la iglesia de San Pantaleo, la cual fue concedida por N.S. Paulo V, Papa por la Divina Providencia, según documento escrito por la mano de Su Santidad, en el que aparece la concesión firmada el 2 de agosto de 1616, como figura en las actas copiadas a continuación por nuestro notario y secretario a tenor de lo que sigue:
‘Ilustrísimo Cardenal Camarlengo. Hemos hecho gracia a las Escuelas Pías de media onza de agua virgen para servicio de sus escuelas, que será tomada de donde ordene Monseñor Biscia. Les extenderá a ellos la patente acostumbrada a pesar de nuestro motu proprio, y cualquier cosa que esté en contra, todo lo cual derogamos por esta sola vez. Dado en Monte Cavallo, el 2 de agosto de 1616. Paulo V, Papa.’
Nos dignamos expedir y conceder la patente según indicación del documento escrito por el Papa. Considerando nosotros la petición justa y de acuerdo con el mandato apostólico, queremos llevar a cabo los favores especiales a aquellos; por el mandato verbal que nos ha dado S.S. el Papa, y según el escrito citado antes, de que se conceda a las citadas Escuelas Pías y a sus rectores y ministros media onza de agua virgen, según se expresa en el citado escrito, y se expresa de qué canal público y en qué lugar debe ser tomada por dicho Rvdo. Sr. Biscia, concedemos y asignamos que puedan tomarla y llevarla a las Escuelas Pías, y puedan usarla y gozar de ella libremente y lícitamente para siempre, y para ello les damos facultad y autoridad como se dice más arriba. Y mandamos a partir de ahora a todos los oficiales relacionados con ello o a quienes corresponda en el futuro, que permitan el uso de la dicha agua a las dichas Escuelas Pías, o a sus ministros, oficiales y diputados, y que les defiendan no permitiendo que nadie se lo impida o les moleste, bajo pena impuesta a nuestro arbitrio. En fe de lo cual extendemos esta patente, y pedimos a nuestro notario que la escriba y la selle con nuestro sello, en tanto podemos y ordenamos que se haga así. Dado en Roma en nuestra casa, el año 1616 del Señor, 14 de la indicción, el día 2 de agosto, en el año duodécimo del pontificado de SS en Cristo Paulo V, Papa por la divina providencia del Padre. Pedro Cardenal Aldobrandini. Palmerosio Sperantio.

Así dice el Breve referido al agua virgen, cuya concesión representa una gran comodidad para la casa; de este modo se ha concedió un gran beneficio a las Escuelas Pías, del cual ya han gozado durante 87 años seguidos, y seguirán gozando en adelante, a no ser que Tetis se beba toda la fuente virgen.

Ahora vayamos de Roma a Frascati. De la misma manera que en otra época lo fue Lúculo, ahora Frascati es un lugar de descanso para los romanos. Es una ciudad episcopal distante doce millas de la ciudad santa. El nombre de Túsculo es usado en los documentos pontificios, así como por el obispo llamado tusculano. Deseando, pues, Su Santidad que se hicieran escuelas en Frascati, recibió el informe de su Auditor D. Flavio Cherubini sobre lo que había concluido el consejo público frascatino con respecto a recibir a los Clérigos de las Escuelas Pías, y pronto también el obispo fue informado por ellos. Así Su Santidad impartió la bendición apostólica a José y sus compañeros, y los envió felizmente para que comenzaran la obra de las Escuelas Pías, y además envió a su auditor citado para que los acompañara para negociarlo todo mejor entre los ciudadanos y los mismos maestros de las Escuelas Pías en lo referente a acomodo y acuerdos.

Eran acompañantes de nuestro padre José el Abad Glicerio, Gaspar Dragonetti, Francisco Fabio y otros tres que llevaron con ellos las cartas de recomendación para los priores del consejo público y para el Patriarca de Jerusalén, Ordinario de aquel lugar, que decían como sigue:

“Ilustres y magníficos señores. Los Padres de las Escuelas Pías vendrán a Frascati para comenzar el ejercicio de las escuelas conformemente a la resolución hecha en vuestro consejo público, y según las repetidas instancias que me habéis transmitido. Es de esperar que ellos consigan muchos frutos en vuestra juventud y también en la gente. Con ellos va el Sr. Cherubini para facilitar todas las cosas en los requisitos de su introducción y para poner de acuerdo a las dos partes. Por lo tanto deseo encomendarlos a vuestras señorías. En Roma, a 24 de agosto de 1616, hermano de vuestras señorías, Fabio, Patriarca de Jerusalén.”

Presentada esta carta, primero a los Priores, a quienes iba dirigida, y luego leída ante el pleno del Senado, se asigno como residencia a los nuevos maestros la escuela pública junto a la catedral, con una limosna de ciento diez escudos romanos. Y de este modo y con otras ceremonias posteriores dieron posesión del lugar a los nuestros. Como el lugar se mostró insuficiente para sostener a tantas personas adecuadamente, y parecía poco cómodo, y además no hacían falta tantas personas al principio, el P. Abad y otros dos fueron enviados a Roma después de algunos días, y después de hacer algunos arreglos en la casa, las Escuelas Pías comenzaron a funcionar el 15 de septiembre. Las Escuelas avanzaban aquí con mucho fervor; por el contrario en Roma, ausente José, se observaba un descenso en el entusiasmo.

No hay que sorprenderse de ello, porque lo que se impone a los invitados siempre resulta duro. Pues de la misma manera que quien se ve obligado a seguir un camino que no ha elegido voluntariamente pronto se cansa de él, de la misma manera los clérigos de la Madre de Dios, que habían abrazado casi a la fuerza el trabajo de las Escuelas Pías, mostraban estar cansados y disgustados por el trabajo no sólo de palabra, sino también con las obras. Siempre resulta duro el yugo en el cuello a quienes no están acostumbrados a él.

Glicerio lo observaba todo. Como Argos vigilante veía de qué manera cada cual servía su oficio, y quién no actuaba rectamente. Entonces escribió al P. José recomendándole que volviera a la Ciudad, confiando que su presencia arreglaría todas las cosas. José, aunque deseara estar presente en los dos lugares, de momento no podía dejar Frascati, y le escribió una carta al Abad consolándole, según las palabras que siguen:

“Jesús y María tengan siempre totalmente ocupado el corazón de nuestro carísimo en el Señor Abad Glicerio. Aquí no sólo los escolares, sino los ciudadanos también piden tu pronto regreso, que desean enormemente. Haga saber cuanto antes al Sr. Monaldeschi la manera de actuar de los Padres que se ocupan ahí ahora de las Escuelas Pías. Estando inclinados a su antiguo ministerio, es imposible que duren y hagan en estas escuelas algo de provecho. Deseo también que el Cardenal, en cuanto Comisario sea informado de este asunto, y resuelva lo que haya de hacerse. Sería mejor que no tomaran esta obra a su cargo que el asumirla como un apéndice de su congregación. Que Dios meta mano, para que estas escuelas puedan progresar con tanta perfección como es necesaria para la reforma de la juventud. Frascati, noviembre de 1616. José Calasanz.”

Así se muestra su manera de pensar en relación con las Escuelas Pías. La razón por la que Frascati deseaba tanto a nuestro Abad como cuenta la carta enviada, sin duda se debe al milagro que antes, en los pocos días que pasó allí, había llevado a cabo por la bondad del Altísimo para asombro de muchos. He aquí cómo ocurrió.

Juan Bautista Sciadone tenía una hijita que hacía ya dos años que estaba en grave peligro de muerte. Por orden de José, Glicerio fue a visitarla, y después de orar por ella, la niña se puso bien, y se levantó completamente sana de la cama. Este acontecimiento prodigioso despertó mucha admiración en la gente, por lo que todos tenían ganas de ir a ver a Glicerio.

Por lo demás, pocos días después José dejó Frascati, e informó al Ilustrísimo Cardenal Protector de las cosas que se habían hecho allí para incremento de las Escuelas Pías, y de lo que había ocurrido en casa mientras él estaba ausente, con todas las circunstancias, y humildemente le suplicó que si los clérigos de la Madre de Dios querían vivir de manera diferente a las de las Escuelas Pías, y encontraban el trabajo escolar molesto, se dignara actuar ante la Sede Apostólica, para que cada Congregación, disuelta la unión, volviera a su estado anterior.

El Ilmo. Protector no sólo estuvo de acuerdo con todas y cada una de las cosas que José le propuso, sino que prometió que haría todo lo posible por arreglarlas, y el efecto de las promesas se verá al año siguiente.

Ephemerides Calasactianae IV (1935, 190-194)

Para coronar el año presente, será bueno recordar a dos difuntos en el Señor. El primero es el Ilmo. Sr. Fabio Landriani, hermano carnal de nuestro Abad Glicerio, de cuyos bienes (como consta en el testamento) cedió la tercera parte al citado P. Abad, quien deseando más los bienes del cielo que los de la tierra, cedió de buena gana a su querido hermano Tomás Landriani la parte que le correspondía, según se ve en el documento público que dice como sigue:

“En el nombre del Señor, amén.

Por el presente instrumento público queremos hacer patente y conocido que en el año 1616 del nacimiento de N.S. Jesucristo, 13 de la indicción, el 22 de marzo, en el año 12 del Pontificado de nuestro Papa Paulo V por la Divina Providencia, el muy ilustre y Rvmo. Sr. Abad Glicerio Landriani llegó a un acuerdo con su hermano carnal el Ilmo. Sr. Tomás Landriani acerca de la parte de bienes recibidos por el Rvmo. Sr. Abad Glicerio de su común hermano el Ilmo. Sr. Fabio Landriani, y sobre todo lo que ahora pudieran pretender uno y otro. En dicha concordia y transacción, el Sr. Abad renunció (como afirmó él mismo) a la tercera parte de dicha heredad del citado Ilmo. Sr. Fabio, y a todo lo que pudiera pretender por cualquier causa y ocasión a favor del citado Ilmo. Sr. Tomás. Y a su vez el Ilmo. Sr. Tomás prometió pagar y desembolsar a tal efecto dos mil escudos al Rvmo. Sr. Abad Glicerio, en el término de tres años, y de momento pagar y desembolsar la cantidad de cien escudos anuales como intereses hasta que se paguen por completo los dos mil escudos, y para que conste se pidió el instrumento ante notario de la ciudad de Milán, para que así conste como verdadero. Aquí está, en el año citado etc., personalmente el mismo Rvmo. Sr Glicerio Landriani, noble milanés, abad de la iglesia de S. Antonio a las afueras de la ciudad de Piacenza, que vive en Roma y habita en la casa de las Escuelas Pías de la ciudad, bien conocido por mí el notario, ratificando por sí mismo todas y cada una de las cosas contenidas en el citado instrumento de concordia y transacción entre él mismo y el citado Ilmo. Sr. Tomás, tal como se dice, que vive en la ciudad de Milán, a quien se ruega y estipula que de nuevo prometa observar bajo obligación de todos sus bienes etc., libremente etc. Deseando el Rvmo. Sr. Abad Glicerio una cosa grata para la venerable Congregación de la Madre de Dios de las Escuelas Pías de la ciudad, decidió entregar los citados dos mil escudos a la venerable Congregación con la obligación que se empleen en la disminución del pago de la casa de las Escuelas Pías comprada a la Ilma. Sra. Victoria Cenci, tanto más cuanto que el mismo Rvmo. Sr. Abad se obligó como garante para pagar el precio de dicha casa a favor de la dicha Sra. Victoria espontáneamente y con plena conciencia, y con libre voluntad y no seducido por ningún tipo de error, y para cumplir entrega los dos mil escudos que le debe el Ilmo. Sr. Tomás, con los intereses atrasados y no pagados, y los que ocurran en el futuro con la obligación señalada, y no otras etc., irrevocablemente y entre vivos entregó a la venerable Congregación de la Madre de Dios de las Escuelas Pías de la ciudad, a los Rmos. PP. Alejandro Bernardini, Rector general de dicha Congregación, y José de Calasanz, Prefecto de dichas Escuelas, presentes ante mí y aceptando en nombre de la dicha venerable Congregación, recibiendo y estipulando legítimamente etc. a título puro y simple de perfecta e irrevocable donación inter vivos, lo que se dio, cedió y concedió, etc., lo cual etc., con ningún derecho etc. Y así se determinó.

Así, pues, esta donación, regalo, concesión etc. la hizo el mismo Rvmo. Abad Glicerio a la dicha venerable congregación de la Madre de Dios, el cual con dicha estipulación quiso hacer una cosa grata para la venerable congregación citada, y al mismo tiempo librarse por esta donación de su compromiso de ayudar a pagar el precio de dicha casa de las Escuelas Pías; y también de sus bienes quiere hacer y desea que la dicha venerable Congregación no tenga ninguna causa de verificar ni probar, con pacto también expreso entre los Sres. contrayentes para que dicha venerable congregación de la Madre de Dios y en su nombre los RR. PP. Alejandro Bernardini y José de Calasanz se prometan y obliguen a entregar del fruto de esos dos mil escudos entregados y no pagados cuando los reciban en el futuro, libremente y con efecto de devolver a los Sres. hijos y herederos de Lorenzo Gavotti la cantidad de 75 escudos, que prestó el citado Lorenzo al Abad Glicerio gratis et amore, etc. Prometió el mismo Abad donador observar y respetar perpetuamente la donación entrega y cesión, y no revocarla ni anularla, por ningún modo en que se puede intentar directa o indirectamente, de manera tácita o expresa, la revocación o anulación, ni oponerse por sí mismo o por persona interpuesta, ni pedir la restitución íntegra o parcial, o por absolución del juramento, ni pedir o rogar ningún medio ordinario o extraordinario, ni que se le conceda un motu proprio del Príncipe con excusa de lesión enorme o enormísima, por ingratitud de los hijos supervivientes o por pobreza, ni por cualquier otra causa próxima ni remota, conocida o desconocida, aunque aparezca en el cuerpo jurídico, renunciando a ella de manera clara y eficaz, jurando con la mano sobre el pecho, sobre todos y cada uno de los dichos beneficios.

Realizado en casa de las dichas Escuelas Pías que se encuentran en la región de San Eustaquio, junto a la iglesia de San Pantaleo, en presencia de los testigos firmantes.

Yo, Glicerio Landriani, prometo y doy y me obligo como está escrito, con mano propia.

Yo, Mateo del q. Nicolás Rigalo estuve presente a cuanto se contiene más arriba, con mano propia.

Yo Andrés del q. Riale Real de Cascia estuve presente a cuanto se contiene más arriba, con mano propia.

Yo Matías de Bartolomeo Baldi, florentino, estuve presente etc.”

Aquí figura su renuncia a la tercera parte de la heredad que le correspondía. De la cual se deduce la donación de dos mil escudos para reducir el pago de la casa de las Escuelas Pías comprada a la Sra. Victoria Cenci. La cual donación parece ser distinta de la que se inscribió como de D. Fabricio tres años antes de ahora. Quizás aquella, por igual suma, no tuvo efecto a la muerte del dicho D. Fabricio, sobre lo cual se intentó remediar tratando en la Cámara el dicho Fray Epifanio Worsini con los Operarios de la Vida Común. Así figura en el libro de economía.

Otro difunto de este mismo año que merece incluirse en la obra presente es D. Gellio Gellini, sacerdote de Vicenza que nueve años antes había vivido casi un sexenio en las Escuelas Pías, trabajando ejemplarmente, y que se gastó totalmente en su patria Vicenza para gloria de Dios y beneficio del prójimo, y como premio a sus obras emigró siendo aceptado en la eternidad el 29 de agosto, tras obrar famosos milagros durante su vida y después de su muerte. Escribió su vida en italiano D. Gregorio Sala, comasco, clérigo Regular Teatino, in la cual lo llama siervo venerable. También lo recuerda D. Jerónimo Miglioranza, dignísimo arcipreste en Terra Longo de Vicenza. También el P. Francisco Barbarani, capuchino, en el tercer libro de su Historia de Vicenza. Y el primero que comenzó a escribir su vida fue el P. Basilio Scío, camaldulense, y antes de que la acabara la Parca cortó el hilo de su vida. Aparece un retrato de este varón venerable en la portada del libro de su vida que escribió el citado P. Gregorio y que grabó en cobre la hermana Iacobella Picini, y que representa un hombre de estatura alta, con el rostro oblongo, el cabello tonsurado, la barba larga, en sotana de clérigo secular, con un pobre desnudo al que cubre con su abrigo. Con esta inscripción: “Los corazones calientas cuando calientas los miembros, Gellio: se calientan la piedad con el ejemplo, la pobreza con ropa.”

Así dice la inscripción, y toda propuesta simetría de aquel hombre venerable. La cual ponemos como piedra de mérito que termina la segunda parte de nuestra historia, con la cual cerramos como con una bula o un sello cuanto aquí hemos reunido.

Ciertamente este segundo estado de las Escuelas Pías, de unión con la congregación luquesa, durando aún algunos meses más, todavía entró en el año siguiente; sin embargo, para conservar mejor la serie en el orden de los años nos ha parecido mejor terminar aquí, y al no tener muchos materiales relativas al asunto que nos concierne, dejar de lado esos pocos meses.

Esta unión sirvió para nuestra pequeña grey para ponerse en pie y comenzar a andar, y confiar en sus propias fuerzas, dejando aparte las ayudas, de la misma manera que cuando el tierno niño puede escapar de las manos maternas y caminar libremente con sus propios pies, mostrando que ya no necesita ser llevado por su madre, exulta gozoso. Dimos prueba de esta habilidad yendo a Frascati. Pasemos a la tercera parte de esta nuestra historia, tal como lo exige la tercera edad de nuestro Instituto.

Notas