BerroAnotaciones/Tomo2/Libro3/Cap08
CAPÍTULO 8 Diversas cosas dichas Por el Vicario General [1645]
Eran tantas las invenciones que propalaban los adversarios de Nuestro Santo Instituto y de N. V. P. Fundador General, que todos estábamos más que perplejos, continuamente en vilo y emociones grandes, cosas muy deseadas por quienes querían tenernos a todos soliviantados y en cruz. Algunas veces, y con frecuencia, difundían que N. V. P. Fundador General no quería ninguna clase de acuerdo; que había impedido se eligiera como Vicario General al P. Pedro [Casani] de la Natividad, su primer compañero y Asistente suyo; que quería a los Asistentes a su manera; que los quería nombrar él mismo; y otras cosas inventadas, para hacer que nosotros lo consideráramos como receloso. Añadían también que, por esta su (llamémosla así) obstinación, estaban disgustados los Emmos. Cardenales delegados; y que se pensaba dar y elegir un Vicario General de otra Orden, ya que no se había querido al V. P. Pedro, y se hacía tanta oposición al P. Esteban [Cherubini].
Todas ellas, cosas de gran preocupación para quien estaba fuera; tanto que, dado el poder de los adversarios, se había visto casi desvanecerse, o diferir mucho la publicación del Decreto de la Sagrada Congregación para la reintegración de N. V. P. Fundador en su puesto de General.
Y como en Nápoles, donde yo vivía, éramos una comunidad numerosa, cerca de 60 Religiosos, escribí a Su Paternidad, y tuve la siguiente respuesta suya:
Carta
“Al P. Vicente [Berro] de la Concepción, Sacerdote de las Escuelas Pías. Nápoles.
De cuanto ahí se ha dicho acerca del Vicario General, o de cualquiera otra cosa, como V. R. me informa acerca de mí, todo ha sido una gran mentira e invención de hombres de poco espíritu y de poca verdad. Aquí no hay ninguna novedad. Ejerce, como antes, su cargo de Superior General de la Orden el P. Esteban [Cherubini], que ha hecho diversos cambios de individuos, como le ha parecido conveniente, acerca de lo cual yo no hago ningún juicio, porque juzgar las acciones de los demás toca a Dios bendito.
He escrito muchas veces que no den crédito a lo que desde aquí les llegue escrito, porque yo avisaré siempre de lo que suceda, con la pura verdad. Por eso, procuren ahí hacer oración, para que el Señor inspire al Papa lo que sea para mayor gloria suya. Es cuanto recuerdo con la presente. El Señor nos bendiga a todos.
Roma, a 4 de noviembre de 1645.
Servidor en el señor,
José de la Madre de Dios
Carta 2ª al mismo
[“Al P. Vicente [Berro] de la Concepción, Sacerdote de las Escuelas Pías. Nápoles.
Pax Christi]
“He recibido la carta de V. R. del día 11 del corriente y le digo que, en cuanto a nuestras cosas, le puedo decir que el Instituto no se destruirá, pero estamos pendientes de la resolución que tome Su Santidad. Esta semana se le ha presentado un memorial, en el que se le suplica un Protector. En la próxima podré decirle la respuesta que hayamos tenido de Su Santidad. Yo, sin embargo, mientras tenga aliento, no perderé nunca el deseo de ayudar al Instituto, con esperanza de verlo asegurado, fundándome en aquellas palabras de un Profeta, que dice: ´Constantes estote, et videbitis auxilium Dei super vos´.
V. R. mande hacer oración por el buen éxito de nuestras cosas. El lunes comienzan el Capítulo los Padres jesuitas. El Espíritu Santo haga que elijan al que sea más a propósito para una Orden tan importante. Es cuanto por ahora recuerdo.
Roma, a 18 de noviembre de 1645.
Servidor en el señor,
José de la Madre de Dios
Carta 3ª al mismo
[“Al P. Vicente [Berro] de la Concepción, Sacerdote de las Escuelas Pías. Nápoles.
Pax Christi]
“Me parece necesario que todos nos conformemos con la santísima voluntad de Dios Bendito, que todos debíamos cumplir, o con mérito nuestro, o sin mérito. Nuestros asuntos son de cierta consideración, pues hay quien procura lo contrario, con diversas razones y favores, precisamente en una ocasión en que Su Santidad se encuentra con negocios más graves y de mayor importancia. Pidamos al Señor que nos envíe el remedio cuándo y cómo le parezca más conveniente a S. D. M. Que él nos bendiga.
Roma, a 25 de noviembre de 1645