Demarcación Escuelas Pías Sudamericanas
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Datos
- Delegación del Padre General (1870-1888)
Antecedentes.
El P. Ramón Cabeza, de la Provincia de Castilla, había sido rector y maestro de novicios; y desde siempre soñaba con la posibilidad de extender las Escuelas Pías por Hispanoamérica. No encontró apoyo en los Superiores de la Vicaría general de España, por lo cual se llegó a Roma y se puso en relación con el P. Calasanz Casanovas, General romano de la Orden. Casualmente el arzobispo de Buenos Aires, Mons. Mariano Escalada, estando en el Concilio Vaticano I, se puso en contacto con los escolapios a fin de solicitar y conseguir una fundación en su diócesis. No hay que olvidar que en esos años estaba abierto y consiguiendo grandes éxitos el colegio de Montevideo, regido por un grupo de exescolapios. El P. General pensó en dicho P. Cabeza; éste se trasladó a Roma y allí convino en lo siguiente con la Sagrada Congregación de obispos y regulares: se le encomendaba fundar un colegio en Buenos Aires y, al mismo tiempo, propagar el Instituto calasancio en los países americanos; se le nombraba superior con los poderes de provincial y maestro de novicios; debía vivir en Buenos Aires bajo la obediencia del arzobispo, quien por razón de la distancia hacía las veces de Superior mayor.
Fundación.
Con esta tarea partió para Buenos Aires a donde llegó el 29-10-1870. Allá le esperaba Fermín Molina, también de la Provincia de Castilla. Ambos con la recomendación de Mons. Escalada se presentaron ante el obispo auxiliar Mons. León Federico Aneiros quien dando todas las facultades apoyó la empresa. Satisfecho Cabeza comenzó a actuar con tanta rapidez que el 1-12 de ese año abría la inscripción de alumnos para el «Colegio de Padres Escolapios de Buenos Aires», sito en la calle Tacuarí; pertenecía a la parroquia de la Concepción la cual estaba regentada por D. Gabriel García de Zúñiga, exalumno del colegio escolapio de Montevideo. Más adelante se abrirían dos casas nuevas: en San Martín y en Tucumán.
Las Escuelas Pías Sudamericanas querían tener un talante especial: revitalizar la Orden apoyándose sobre las bases de la primitiva observancia propuesta por José de Calasanz. Para ello traía Cabeza poderes especiales, concedidos verbalmente, los cuales en dos años hizo efectivos. Se abrió noviciado en el que llegaron a tomar el hábito y luego profesar seis jóvenes; tres de ellos murieron sacerdotes, aunque uno abandonara la Orden; todos habían sido buscados en España aprovechando los viajes de Molina y alguno era hijo de inmigrantes.
Pronto surgieron las dificultades. Mons. Aneiros retiró su confianza en Cabeza pues éste obraba sin contar con el obispo; y fue tanta la tensión que llegó a negar la ordenación de algún joven escolapio. Pero especialmente surgió dificultad por una grave imprudencia cometida: pedir dinero prestado al banco y a particulares con el fin de edificar el colegio de San Martín sin autorización de la curia diocesana; la deuda no pudo pagarse y los acreedores recobraron lo suyo por vía judicial en pública subasta; este acontecimiento arruinó a los escolapios y provocó la muerte de Cabeza. Molina se hizo cargo de todo y marchó a Tucumán con los novicios, en donde abrió otro colegio.
Se avisó del problema a los Superiores de Roma con el fin de regularizar la situación; el P. General, Mauro Ricci los incorporó a la Provincia Romana, subsanando la Sagrada Congregación de obispos y regulares cualquier deficiencia canónica de los religiosos y de los novicios. Pero la Provincia Romana no estaba en condiciones de mantener la fundación bien por falta de personas, bien por dificultad del idioma. Así, pues, se pensó incorporarlos definitivamente a Castilla, para lo cual se puso en comunicación con el P. Vicario general en España. Realizado este paso, el nuevo superior y Provincial envió al P. Pedro Díaz, como rector, con tres religiosos más: dos sacerdotes y un hermano. Apenas llegados comenzaron las dificultades con Molina y con la familia Méndez, donante del colegio; aquél no aceptó al nuevo rector y pasó al clero secular de la diócesis de Tucumán, en donde murió (1900). Por otra parte el P. Pedro Díaz no llegaba a ponerse de acuerdo con los hermanos Juan Crisóstomo y Manuel Méndez, quienes ponían como condición que fuera la Orden y no esa persona concreta quien aceptara la donación para erigir el nuevo y definitivo colegio. Al no llegarse a un acuerdo el P. Pedro, al terminar el curso escolar del año 1888, intempestivamente dio por terminadas sus gestiones y se volvió a España cerrando el colegio. Su actitud dejó en la ciudad una mala impresión que repercutió en las Escuelas Pías y en el honor de los escolapios.
Al pasar por Buenos Aires, a comienzos de 1889 quisieron despedirse de Mons. Aneiros; ocasionalmente encontraron al canónigo José Apolinario de Casas, quien les instó a no marcharse y les ofreció una escuela en su parroquia del Socorro. El P. Díaz no aceptó, aunque prometió informar e interesar a los Superiores de Madrid en la nueva fundación. Así fue. Puestos en contacto Casas y los Superiores, pagando aquél los pasajes en septiembre de 1891 llegaron los nuevos religiosos para hacerse cargo de la escuela parroquial del Socorro, dando comienzo canónico y definitivo a la casa de Buenos Aires. Esta nueva expedición pertenece a la Generalidad.
Obras
Obra | Años | Años en Demarcación |
---|---|---|
SAN MARTIN | (1872-1881) | (1872-1888) |
SAN MIGUEL DE TUCUMÁN | (1884-1888) | (1884-1888) |
Bibliografía
- P 1, 196-197
- CL 1, 11-27, 76-208
Redactor(es)
- Juan Langan, en 1990, artículo original del DENES I