Plantilla:Efemérides del 17 de marzo

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  • 1646, Lectura del breve de reducción en San Pantaleón
Por la tarde, el secretario del Cardenal Ginetti (Sr. Palamoya) lee en el oratorio de San Pantaleo el decreto de reducción. Calasanz responde con entera confianza en Dios: "El Señor me lo dio, el Señor me lo quitó. Como le plugo al Señor, así se hizo. Bendito sea su nombre"(Bau, 352-355). El secretario, en vez de dejar el documento a Calasanz como debería haber hecho, se lo lleva. Parece ser que lo que se leyó en el oratorio era un borrador escrito por Albizzi con ciertas modificaciones hechas al firmado por el Papa para que fuera aún más demoledor que el original.
  • 1646, Lectura del breve de reducción en San Pantaleón
El día 17 de marzo, al atardecer (Calasanz dice «a las 24 horas», cf lo indicado sobre el cómputo del tiempo, pág. 33), D. José Palamolla, secretario del Vicario del Papa, llegó a san Pantaleón. A toque de campana reunió a la comunidad en el Oratorio, y le leyó la minuta del Breve que debía llevar después a la imprenta y que por eso se guardó. Después de hacer un poco de historia de las Escuelas Pías, dice el Breve:

«Mas como, según hemos dicho, en dicha Religión se han suscitado y siguen suscitándose graves perturbaciones, de tal manera que habrá de ser sumamente necesario y útil a la misma Religión reducirla a Congregación sin emisión de votos, a manera del instituto de los Presbíteros seculares del Oratorio erigido en la Iglesia de Sta. María in Valicella de Roma y llamado de s. Felipe Neri, de ahí es que Nos, queriendo por nuestro deber pastoral atender a la tranquilidad de dicha Religión cuanto en el Señor nos es posible, y habiendo contado con el consejo de algunos de nuestro venerables Hermanos Cardenales de la Santa Romana Iglesia, y de algunos prelados de la Curia, de propia iniciativa, ciencia cierta, madura deliberación, y con la plenitud de nuestra potestad Apostólica, damos y concedemos a todos y cada uno de los religiosos de dicha Religión, tanto sacerdotes como operarios, la facultad de pasar a cualquier otra Religión, aprobada por esta Sede Apostólica, aunque sea más laxa, en la cual encuentren benévolo receptor. Además prohibimos para en adelante que se reciba a nadie en dicha Religión, y que los novicios ya admitidos emitan profesión alguna, bajo pena de nulidad al arbitrio de los Romanos Pontífices. Así mismo sometemos a todos y cada uno de los religiosos de dicha Religión, sus casas, escuelas y edificios cualesquiera a la jurisdicción de los Ordinarios del lugar en que se encuentren. Quitamos tanto a nuestro querido hijo José Calasanz llamado de la Madre de Dios, antiguo Ministro General y Fundador de la Religión, cuanto a los demás de autoridad apostólica Visitadores y Superiores designados, a los Ministros de las casas y a los demás inferiores, toda facultad, superioridad y jurisdicción tanto espiritual como temporal sobre dicha Religión; y la transferimos totalmente a los Ordinarios de los lugares; de modo que no puedan aquéllos arrogarse ninguna jurisdicción, autoridad o superioridad como no sea por éstos confiada o delegada...». Terminada la lectura, en medio de un silencio sepulcral y embarazoso se oyó la voz del p. José que repetía las palabras de Job: «El Señor nos lo dio; el Señor nos lo quitó. Como plugo al Señor, así se hizo. Bendito sea su nombre». Se dirigió a su habitación, y en medio de una paz increíble, aún pudo acabar la carta que hemos visto hoy en segundo lugar. ¡Paz a los Santos!