RenanoSuiza/7. Un héroe de la caridad. El P. Bartolomé Nokester de S. Bonifacio, Escolapio (1718-1796)

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7. Un héroe de la caridad. El P. Bartolomé Nokester de S. Bonifacio, Escolapio (1718-1796)

Carl Borromäeus Ebner, Wurzburg 1935
(Arch. Gen., Hist. Bibl. 43, 19)[Notas 1]

El P. Bartolomé Nokester era de naturaleza heroica. Un combatiente en el frente del amor. Valiente como el santo fundador de la Orden José de Calasanz a través de los valles de la vida. ¡Cuánto coraje, entusiasmo, ímpetu, amor, devoción y compromiso mostró en su vida sacerdotal y de religioso, para hacer a los demás más afortunados, para servir a los demás, para enriquecer a los pobres! Ese amor ardiente quemó su vida por dentro. Renunció a su familia, su casa, a todo, a su tierra y lo que amaba, para conseguir otra casa.

Un héroe de la caridad

El sacerdote escolapio Bartolomé Nokester de S. Bonifacio es un olvidado mártir de la caridad. Por desgracia no sabemos nada sobre su infancia. Tampoco sabemos nada de su nacimiento. Valiosas fuentes de información se perdieron en 1803 con las disposiciones gubernamentales sobre la supresión de los conventos.

El P. Nokester nació en tierras austriacas en 1718. Después de varios años como sacerdote secular activo, en 1757 entró en la Orden de las Escuelas Pía en Nikolsburg de Moravia. En 1758 fue enviado a Rastatt en Baden, donde se encontró en la provincia renano-suaba. En 1760 el P. Nokester fue a Kirchberg en Hunsrück. Acerca de la actividad del P. Nokester en las Escuelas Pías estamos bien informados por los registro del P. Deuter de Augsburgo.

En la comunidad escolapia de Kirchberg en Hunsrück

En Kirchberg los Padres de las Escuelas Pías, también llamados Escolapios, tenían una escuela de latín y un convento. Las escuelas de latín de los Escolapios de Kirchberg y Kirn comenzaron en el siglo XVIII. Incluso desde el extranjero venían alumnos a las escuelas de los Escolapios, especialmente de Holanda. Para los niños extranjeros, que pronto tenían que enfrentarse a la nostalgia, el P. Nokester era la persona adecuada. Escribe el P. Deuter que el P. Bartolomé era como una madre para esos niños. Los niños amaban el convento y la escuela y se iban a regañadientes de Kirchberg.

Los Escolapios de Kirchberg eran muy pobres. Sus ingresos eran muy escasos. Sabemos que hombres eruditos de las Escuelas Pías han hecho trabajo de campo y han encontrado tiempo para llevar a cabo trabajo científico, como el historiador P. Gruber, el escritor P. Fuchs, el numismático Voigt, el erudito sacerdote Camilo Hatzinger en las casas hermanas. No es de extrañar que el ejemplo de estos hombres haya embelesado también al prefecto P. Bartolomé. Por la noche, cuando sus niños estaban ya descansando, limpiaba sus vestidos y sus botas, seguía el ejemplo del fundador de su orden José de Calasanz y volvía a las clases de la escuela. A pesar de la gran deuda del colegio, pedía al Rector que acogiera gratis a niños huérfanos en el internado. Y el Rector no podía negarse a esta petición. En alguna ocasión, como las habitaciones del colegio no bastaban para acoger a todos los internos, ofreció al Rector su habitación para alojarlos. Se portaba igual de generosamente con ricos y pobres, y en cada uno de ellos veía su alma inmortal. De la misma manera que se preocupaba por el bienestar biológico y espiritual de sus alumnos, también se preocupaba por la salvación de su alma. Al anochecer llevaba a sus internos a la iglesia y les daba una charla como parte del culto infantil; y despedía a sus alumnos, que participaban en el Oratorio del colegio Escolapio.

Sus padres, ricos, le habían dado en una ocasión dinero para el viaje, para que pudiera volver a casa. El P. Bartolomé tomó el dinero y con el permiso de su Rector los gastó para los niños pobres. Una familia rica holandesa le ofreció que trabajara a su servicio. Agradeciéndoles la oferta, la rehusó. Prefería permanecer pobre en su posición humilde y ocuparse de los niños que le habían confiado. En la supervisión de sus alumnos era estricto. Con los débiles era indulgente. En el tiempo libre jugaba con sus alumnos, y no los dejaba desatendidos. Los jueves no había clase en los colegios escolapios. Después del culto, sacaba a los chicos al bosque y al campo, al Rin, al Mosela, y abría sus ojos a la belleza de la naturaleza. Estas excursiones servían al P. Bartolomé al mismo tiempo como salidas educativas para observar el arte, dibujar y conocer la naturaleza.

El P. Bartolomé sentía un amor especial por los enfermos que no podían levantarse. En cuanto estaba en su poder, procuraba satisfacer cada deseo de los enfermos. Él mismo se dedicaba a los enfermos y hacía todo tipo de trabajos relacionados con el cuidado de la salud. Cuando en casa no era muy necesaria su presencia, y los enfermos no necesitaban ninguna atención especial, el P. Bartolomé salía por el país y reunía a los enfermos. Acogía a todos con afecto, y a nadie le mostró la puerta.

El P. Nokester como Rector del Colegio Escolapio de Kirchberg

El nuevo Rector asumió la dirección del Colegio de Kirchberg en unos tiempos concebiblemente adversos. El edificio era mediocre. Había escasez de profesores en la escuela latina y en el internado. Los estudiantes eran abundantes, pero mucho pedían la exención de la cuota escolar. Los Padres eran mayores y enfermizos. También la muerte hizo una cosecha abundante. Ya no ingresaban jóvenes. El Provincial no podía enviar desde Rastatt ninguna ayuda, pues tenía que apoyar a los recién abiertos colegios de Suiza. Su palabra era: “¡Resistid!” El P. Bartolomé y sus hermanos eso es lo que querían, resistir. El servicio del internado ya no pudo mantenerse por más tiempo. Fue una gran pérdida para alumnos y profesores. En primer lugar el P. Bartolomé arregló las finanzas del colegio contactando a padres ricos de antiguos alumnos, y obteniendo de ellos un valioso apoyo. A pesar de las dificultades en que se encontraba la casa, aceptó alumnos pobres en la escuelas de latín y en el internado, incluso hijos de protestantes.

El P. Nokester como Párroco de Kirchberg

El Rector de Kirchberg era al mismo tiempo Párroco. Kirchberg era en aquel tiempo (y aún lo es) una diáspora. Católicas y protestantes comparten los templos desde los tiempos de la separación de la fe. El P. Bartolomé intentó que no hubiera ninguna fricción entre una y otra confesión. Se dedicó al trabajo con verdadero celo apostólico. Si tenía alguna tarea pendiente como prefecto del internado, se sacrificaba después para ofrecer su servicio.

Sus notas de predicación atestiguan que la Confesión era su tema favorito en el púlpito. Y de hecho tuvo éxito haciendo volver a la Iglesia a renegados.

“Kirchberg era la mayor parroquia de los montes Hunsrück. De Schlierschied y Lützelsoon, de Gemünden y Simmerbach, de Keildelheim sobre el Külz, de Altlay, de cerca del Mosela y demás aldeas, los creyentes acudían a la iglesia de Kirchberg cuando las campanas anunciaban el Día del Señor. Más adelante esta gran parroquia de los Hunsrücks se subdividió en sub-parroquias y parroquias hijas, que sin embargo durante mucho tiempo guardaron su conexión con la iglesia madre. Seguía siendo la cabeza de las parroquias”. (P. MEYER, Escrito para celebrar los 40 años. Club de Música de Kirchberg, 1930).

El padre de los pobres

A lo largo y a lo ancho de los Montes Hunsrück se supo que nadie iba a llamar en vano a la puerta de los Escolapios de Kirchberg. El P. Bartolomé ofrecía a todos lo que podía encontrar, y si realmente no había nada en casa, iba él mismo a mendigar para poder dar a los pobres. Él sólo tenía una sotana. Cuando este Francisco había alimentado y refrescado a los pobres, los llevaba a la iglesia gótica, para que dieran gracias a Dios. Un propietario de viñas de Cochem en el Mosela, que había sido alumno de los Escolapios, quiso una vez poner a prueba al P. Nokester. Disfrazado de mendigo fue a llamar a la puerta del colegio de Kirchberg y pidió un bocadillo. Un clérigo le abrió y lo llevó al Rector, el P. Bartolomé. El Rector estaba muy impresionado por la modestia del mendigo, que sólo había pedido un bocadillo, e inmediatamente le dio su almuerzo. El presunto mendigo se dio a conocer y pidió disculpas al Rector. Entregó a la casa una importante suma para los niños huérfanos.

El admirador de María

No es de extrañar que el P. Bartolomé nunca se desanimara, pues como miembro de una Orden Escolapia mariana estaba bajo la protección de la Reina del Cielo. Para los Escolapios María es la Reina de las Escuelas Pías. El P. Bartolomé mandó hacer una fiel copia del cuadro de la Reina de las Escuelas Pías que se encuentra en S. Pantaleo de Roma, y la colocó en el altar mayor de Kirchberg. (El cuadro se encuentra hoy en la iglesia parroquial de Kirchberg en la parte del evangelio y es un adorno del Monumento a los Caídos de la Guerra). También en el colegio y en la escuela tenía estatuas de María.

Si el P. Bartolomé tenía una pasión, era recoger antiguos cuadros y estatuas de María. En la parroquia de Kirchberg se encuentran hoy estatuas de María que deben provenir de su colección.

El confesor

El P. Bartolomé era conocido y buscado en todas partes como confesor. Sus antiguos alumnos no tenían miedo a hacer el viaje a Kirchberg para confesarse con su profesor y prefecto. Eran tales las multitudes que iban a confesarse con él algunos días que tenía que quedarse en el confesonario hasta tarde en la noche. Personas que habían estado durante años alejadas de los sacramentos venían y por medio de él se reconciliaban con el Señor Dios. Durante mucho tiempo fue el confesor del convento de las monjas premonstratenses.

El amigo de los moribundos

El P. Bartolomé tenía en su corazón a los enfermos y moribundos. Estuvo al lado de su hermano el P. Segismundo Müebes hasta el último aliento. Durante seis noches estuvo a su lado sin dormir. Cuando el 11 de diciembre de 1778 el joven clérigo profeso Engelberto Peter de Sta. Walburga llegó al final de su vida terrena, su sacrificio no conoció límites. Hubiera dado su propia vida por su joven hermano, para que aquella fuerza joven se hubiera quedado en la Orden.

Como se puede ver en una carta, el P. Bartolomé quería escribir un libro de oración y meditación para enfermos y moribundos. Pero como resultado de sus múltiples actividades en la viña del señor no pudo llevar a cabo ese deseo. Dejó el proyecto de ese libro a su hermano el P. Burcardo Peck de la Virgen Fiel en Viena, quien escribió un libro de oración y meditación de enfermos y moribundos en Viena.

Vencedor como víctima

Cuando en 1794 los franceses entraron en las tierras del Rin, el P. Bartolomé llegó al punto más alto de su caridad. La gente de Kirchberg fue maltratada por la soldadesca extranjera. Las iglesias fueron profanadas. Las mujeres fueron ultrajadas. Los que se agitaban, eran maltratados por los invasores. Como un ángel consolador, el P. Bartolomé procuraba responder a las angustias y miserias. Día y noche atendía incansable a su gente de Kirchberg. Aquí era necesario liberar a unos arrestados, allá había que presentar una requisición. Ayudaba a todos los que podía. Desde la ocupación extranjera estaba observado a cada paso. Sus intervenciones ponían a los extranjeros en una posición incómoda y embarazosa. Por lo tanto debía ser eliminado de alguna manera. Una noche fue atacado por soldados y maltratado en campo abierto. Unos campesinos vinieron en ayuda del sacerdote e hicieron huir a los franceses. Sin embargo el coraje del Padre no se quebró. Al contrario, se dedicó a defender los derechos de su gente de Kirchberg.

Sus amigos le advirtieron. Sin embargo él no se dejó intimidar y siguió trabajando. El 9 de mayo de 1796 varios soldados lo arrastraron fuera al campo, lo golpearon, lo echaron en una fosa profunda y lo cubrieron de tierra. Entonces abandonaron al pobre a su destino. Con gran dificultad pudo el sacerdote salir fuera y huyó con las sombras de la noche a Kirn en el Nahe. Cuando celebraba allí la santa misa en la iglesia de los Escolapios, cayó muerto como una santa ofrenda en el mismo altar. Un hermano terminó la misa. El P. Bartolomé se había ofrecido por los suyos.

Humildad era la palabra de su vida. Quiso vivir humildemente su vida. Humildemente ofreció su vida al Divino Maestro. Conmovedora es la pregunta que dirigió este héroe a su Divino Maestro: “¿Debo verter mi sangre?” El Salvador respondió a esta pregunta. El P. Bartolomé dio su sangre por Cristo y por su Iglesia. Tuvo que darlo todo por Cristo y su Iglesia en la lucha por los que le habían sido confiados. Esa conducta heroica en su humilde vestido de sacerdote la conservó hasta la tumba. De su vida, obra, sufrimiento y muerte sólo podemos señalar unas pocas cosas. Pero ese poco dice mucho del Sacerdote P. Bartolomé Nokester. Su tumba ha desaparecido hace tiempo. El altar en el que celebró su última misa está en el museo de Darmstadt. Los escritos que usó durante su vida, quedaron en Kirchberg en Hunsrück.

El secreto de su vida

Sus notas nos revelan el secreto de cómo el simple sacerdote pudo vivir una vida heroica. El punto de partida de su ministerio era su trabajo infatigable sobre su propia alma para superar el propio Ego. Así se reformó a sí mismo, y luego dedicó su celo al servicio del prójimo. No es de admirar que de este modo se convirtió en un gran servidor de la caridad. En sus notas tiene toda una serie de citas bíblicas del Nuevo Testamento que se refieren a la humildad. Primero ser humilde en el servicio de Dios, y luego Dios ayudará.

  • “Tomad vuestro yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón”. Mt 11, 29.
  • “En verdad os digo que si no os abajáis y os hacéis como niños, no entraréis en el Reino de los Cielos”. Mt 18,3.
  • “Si alguno quiere ser grande, que se ponga al servicio de los demás; y si alguno quiere ser principal, que se haga servidor de todos. De la misma manera que el Hijo del hombre no ha venido para ser servido, sino para servir y dar su vida en pago de la libertad de todos” Mt 20, 26-28.
  • “El que quiera ser el primero, que se haga el último y el servidor de todos”. Mc 9, 35.
  • “Porque a todo el que se ensalce a sí mismo, Dios lo humillará; pero al que se humille a sí mismo, Dios lo ensalzará” Lc 14, 11.
  • “El más importante entre vosotros debe ser como el más pequeño, y el que dirige debe ser como el que sirve. Pues ¿quién es más importante, el que se sienta a la mesa o el que sirve? ¿No es, acaso, el que se sienta a la mesa? Sin embargo, yo estoy entre vosotros como el que sirve”. Lc 22, 26-28.
  • “En virtud del don que me ha sido otorgado me dirijo a todos y a cada uno de vosotros para que a nadie se le suban los humos a la cabeza, sino que cada uno se estime en lo justo, conforme al grado de fe que Dios le ha concedido”. Rm 12,3.
  • “No ambicionéis grandezas, antes bien poneos al nivel de los humildes. Y no presumáis de inteligentes”. Rm 12, 16.
  • “No ir más allá de lo que está establecido, y para que nadie se apasione por uno en contra de otro. Porque, ¿quién te hace a ti mejor que los demás?, ¿qué tienes que no hayas recibido? Y si todo lo que tienes lo has recibido, ¿a qué viene presumir como si fuera tuyo?” 1Co 4, 6-7.
  • “No hagáis nada por egoísmo o vanagloria; al contrario, sed humildes y considerad que los demás son mejores que vosotros. Que cada uno busque no su propio provecho, sino el de los otros”. Fp 2, 3-4.
  • “Sois elegidos de Dios; él os ha consagrado y os ha otorgado su amor. Sed, pues, profundamente compasivos, benignos, humildes, pacientes y comprensivos”. Col 3, 12.

La humildad era la palabra clave de este sacerdote heroico. Humildemente entregó su vida al Divino Maestro. Sus palabras son conmovedores: “¿Debo verter mi sangre?”

Humildad y sacrificio hasta el último aliento es el secreto de este hombre heroico en hábito sacerdotal.

Notas

  1. Ein Held der Caritas. P. Bartholmäeus Nokester a S. Bonifatio aus dem Piaristenorden. 1710-1796. Traducción del aleman, José P. Burgués.