GinerMaestro/Cap23/14

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23.14. El nuevo Visitador Pietrasanta y los Asistentes generales

Muy rápidas y decisivas iban las cosas. EI 29 de abril Monseñor comunicaba su decisión a los PP. Ubaldini y Pietrasanta; el 9 de mayo se firmaba el breve definitivo, y el 10, domingo, tomaba posesión oficial el P. Pietrasanta en el oratorio doméstico de San Pantaleón.

Los viejos cronistas y los biógrafos sostienen que la elección de Pietrasanta se debió a Mario.[Notas 1] . Sántha propone a Albizzi,[Notas 2] y así parece que fue, como se desprende de lo dicho y se confirma por las estrechísimas relaciones que mantenía Monseñor con los jesuitas, particularmente con los de la Casa Generalicia del Gesú, donde residía Pietrasanta. No sin exageración cuenta un autor que 'ya en 1645 ejercía Albizzi tal ascendiente sobre los jesuitas, que en la Casa Generalicia ningún religioso cambiaba de habitación sin su permiso'.[Notas 3] Pero, aunque la insinuación primera hubiera salido de Mario, es de suma importancia notar esta profunda amistad entre Albizzi y los jesuitas pana comprender el rumbo extraño que tomaron luego los acontecimientos de la Visita Apostólica en defensa de los intereses de la Compañía de Jesús.

El breve de nombramiento de Pietrasanta es textualmente el mismo que se dio a Ubaldini, salvo algunos detalles muy interesantes. Lo cual nos confirma en la idea de que se trata de un formulario común, en el que no aparece ningún motivo especial por el que se haya decretado la Visita a las Escuela Pías, y por tanto no se da al Visitador ninguna pista ni se le proponen problemas especiales que deben aclararse y resolverse. Se repite la misma finalidad ambigua y anodina: 'que se conserve la observancia de la disciplina regular y que se restablezca donde haya decaído'.

Dos son los detalles nuevos, respecto al breve de Ubaldini: el inciso, ya recordado antes, de que ‘se revocan’ los Visitadores anteriores (sic, en plural, aunque sólo hubo uno), y el párrafo en que se especifica la autoridad del nuevo gobierno, anunciada en el decreto inicial del 15 de enero,[Notas 4] y no aclarada en el breve de Ubaldini. El párrafo nuevo concede al Visitador 'plena y amplia facultad de regir y gobernar a toda la mencionada Orden junto con los queridos hijos Mario [Sozzi] de S. Francisco, Santino [Lunardi] de S. Leonardo, J. Esteban [Spinola] de la Madre de Dios y J. Francisco [Bafici] de la Asunción de la V. María…, los cuales tendrán contigo voto decisivo solamente en lo que atañe al Gobierno de dicha Orden'.[Notas 5] Es decir, que los cuatro Asistentes gozan de idéntica autoridad de gobierno; sin que Mario tenga distinción alguna, por ser Primer Asistente; que el voto decisivo lo tienen todos, pero no en cuestiones de la Visita Apostólica. Mario, pues, quedaba equiparado a cualquiera de los otros tres Asistentes, lo cual no podía menos de herir su orgullo y su ambición.

El domingo 10 de mayo de 1643 el P. Visitador Pietrasanta tomó posesión de su cargo en el histórico oratorio doméstico de San Pantaleón, leyendo el breve de nombramiento, fechado el día anterior. La comunidad entera le prestó obediencia y él les dirigió un saludo, glosando las palabras del profeta Jeremías: 'te he puesto al frente ‘ut evellas et destruas, et aedffices et plantes' (para que extirpes y destruyas y edifiques y plantes).[Notas 6] Y el 15 del mismo mes escribió la primera carta circular, presentándose a toda la Orden y manifestando sus buenos deseos: 'les aseguro -decía- que me esforzaré totalmente para cumplir y secundar la santa mente de N. Señor [el Papa], que es de confirmar, establecer y mejorar las cosas de su Orden a gloria de Dios y beneficio de la cristiandad'.[Notas 7]

Por su parte, los cuatro Asistentes mandaron también una circular de saludo a toda la Orden, fechada el 13 de mayo, pidiendo entre otras cosas 'no prestar oídos a quienes con poca madurez y juicio censuren quizás, nuestras acciones antes de ver sus efectos', pues con ello 'nos darían pocos ánimos para proseguir la empresa comenzada, que no es otro sino la de establecer en nuestra Orden una paz universal y particular, interna y externa'.[Notas 8]

El nombramiento, tanto de Pietrasanta como de los cuatro Asistentes, fue bien recibido en toda la Orden, como se ve por las abundantes cartas conservadas hasta hoy, con que las comunidades en bloque y muchos individuos responden a las circulares recibidas. En unas se nota cierta frialdad, como felicitación de cumplido;[Notas 9] otras reflejan simplemente los buenos deseos expresados en las circulares romanas de que se mejoren 'nuestras cosas',[Notas 10] que se consiga la paz, la unión y la caridad;[Notas 11] en otras se advierte la adulación para conseguir favores, como el cambio a otras casas, la promoción al clericato en quienes aún no lo han logrado o agradecer las gracias recibidas.[Notas 12] Hay quien espera que el Visitador consiga pronto la 'reintegración' del P. General 'dada su vida inocente', confiando en que no se oponga el P. Mario.[Notas 13] Muy interesante la carta de la comunidad de Florencia, que sintiéndose culpable de las turbulencias, confirma la idea, ya apuntada por el Fundador, de que la Visita Apostólica tenía como finalidad restablecer la paz, perturbada por el P. Mario, paz a la que aludían también los Asistentes en su circular: sabemos -escriben- 'cuán necesitada está de toda ayuda esta casa, por haber sido, digamos así, el nido de todas las turbulencias'.[Notas 14]

Poco duró La paz entre los nuevos superiores. El inquieto y ambicioso Mario no se resignaba a aquel gobierno colectivo, en que el Primer Asistente tenía los mismos poderes que cualquiera de los otros tres. Y pronto empezó a hacer de las suyas. En una carta circular a la Orden, firmada por los Asistentes Spinola y Bafici el I 1 de diciembre de 1644 (Lunardi estaba ya fuera de Roma), declararon bajo juramento que

'… después de tomar posesión de nuestro oficio y haber gobernado durante un mes, forzados por el mal comportamiento del P. Mario de S. Fr., y para no apoyar a tal hombre ‘en detrimento y ruina de toda la Orden’, viendo que no era posible reducirlo a formas de buen gobierno y no pudiendo con él por el apoyo que tenía en Monseñor Asesor del Sto. Oficio, amenazándonos con dicho Santo Oficio en cualquier cosa que tratáramos o propusiéramos que no fuera según sus planes y caprichos, tomamos la resolución de renunciar al Asistentazgo, como dé hecho renunciamos. Pero el P. Pietrasanta, sabiendo muy bien que teníamos razón y dándonosla él mismo ante el P. Mario, antes de que fuera imbuido de otros sentimientos por Mons. Asesor, además de haber dicho siempre que no aceptaba tal renuncia, se ingenió de modo que a los pocos días nos forzó de nuevo a tomar el cargo, que asumimos y continuamos ejerciendo por otro mes.

Sucedió luego que … habiendo dicho el P. Santino … por qué el P. Mario se había arrogado la autoridad de ofrecer por sí solo el Provincialato y Rectorado de Roma a un Padre [¿Cherubini?], sin decirnos palabra a nosotros tres, el P. Pietrasanta, ya prevenido, se levantó furioso no sólo contra el P. Santino, sino también contra nosotros inocentes y callados, y nos trató a todos de rebeldes y desobedientes al Sto. Oficio … diciendo que no vendría más a nuestra reunión, etc., y de hecho nos dejó y no nos ha congregado ya nunca, ni participado nada del gobierno. En vez de defendernos, a los pocos días, ex abrupto nos mandó un billetito en el que nos ordenaba que no nos entrometiéramos más en el gobierno ni en nada que le concierna, sin escuchar nuestras razones, ni mostrarnos con qué autoridad nos privaba de nuestro Oficio, lo cual, sin embargo, aceptamos en seguida por bien de paz'.[Notas 15]

Aclara Berro que esta autoridad, usurpada por el P. Pietrasanta y Mario, se basaba en un simple billete de Mons. Albizzi del que nada sabía el Santo Oficio, como se comprobó luego cuando se tuvo una lista de todos los decretos emanados por el dicho Tribunal.[Notas 16] El P. Pietrasanta dio su versión personal de los hechos en una relación del 1 de octubre siguiente, pero cortó el relato al decir que determinó no reunirse más con ellos, omitiendo no sólo las razones de tales divergencias entre los cuatro Asistentes, sino también lo más grave: el haberles excluido del gobierno con una simple decisión suya, apoyada en un billete secreto del Mons. Albizzi, totalmente personal y que nadie vio nunca.[Notas 17] Más tarde, sin embargo, acosado por protestas generales contra su malhadado gobierno, queriendo dejar a salvo su responsabilidad, reconoció Pietrasanta en una circular a toda la Orden: 'a mí se me ordenó que gobernara con la asistencia de uno solo, que fue por algunos meses (hasta que murió) el P. Mario'.[Notas 18]

Naturalmente, el hecho se supo en seguida, al quedar dueños del gobierno de la Orden Mario y Pietrasanta. Y un año más tarde, en dos famosos memoriales contra el gobierno de ambos, se recordaba con durísimas palabras la arbitrariedad con que habían sido destituidos los tres Asistentes sin dar razón ninguna legítima ni a ellos ni a la Orden.[Notas 19]

Notas

  1. Cf. BAU, BC, p.970-971. Berro lo deja en duda (BERRO II, p.41).
  2. Cf. G. SÁNTHA, o.c., p.74.
  3. J. BOURGEOIS, cit. por L. CEYSSENS, o.c., p.204. La contienda jansenista estrechó fuertemente las relaciones de Albizzi con los jesuitas, como demuestra Ceyssens, que reúne testimonios de varios autores, según los cuales Albizzi se apoyó en los jesuitas para hacer carrera; por ello, en recompensa, estaba siempre dispuesto a intervenir cuando se trataba de los intereses de ellos; los jesuitas le gratificaron con una pensión vitalicia; Albizzi ordenó en su testamento que cuando se extinguieran sus legítimos herederos (era viudo desde 1623 y tuvo cinco hijos) todos sus bienes pasaran a losjesuitas, quienes le habían favorecido mucho para colocar a sus hijos, etc. (cf. ib., p.74, 183, 239, 203-205; S. GINER, ‘En torno a una reciente monografía sobre Mons. Albizzi’: AnCal 40 [1978] 559-60).
  4. En éste se decía simplemente: 'qui [el Primer Asistente] una cum Visitatore praedicto ac aliis Assistentibus incumbat in Gubernium dictae Religionis' (EGC IX, p.116). Es un gobierno colegial en que todos parece que tienen la misma autoridad, aunque el sujeto principal de la frase es el Primer Asistente.
  5. Cf. el breve entero en EGC IX, p.117-119. Nótese que el sujeto principal de la frase es ahora el Visitador. i
  6. Jer 1,10. BERRO II, p.45.
  7. EC, p.2065-2066.
  8. EC, p.184-185.
  9. Cf. EC, p.490, 1891 ,2325.
  10. Ib., p.161, 379, 1475, 2329.
  11. Ib., p.333, 987, 1777.
  12. Ib., p.14, 17 , 228, 273, 1296, 2150. Alguno que otro siguió pidiendo el sacerdocio y lamentándose de que no se lo concediera Piétrasanta (como había hecho antes Calasanz), a pesar de las promesas (cf. EC, 464-472; 2146-2150).
  13. Ib., p.414.
  14. Ib., p.1028-1029 y las cartas del Fundador 4096 y 4103.
  15. BERRO II, p.47-48 y 51. Versión latina en EGC IX, p.175-176.
  16. BERRO II, p.50. 201 EC, p.2089.
  17. EC, p.2089.
  18. EGC IX, p.167 (circular del 7 de febrero de 1644).
  19. Memorial del P. Baldi, del 18 de agosto de 1644 (EC, p.209-210) y Memorial de Nikolsburg, del 22 de agosto de 1644 (EC, p.1081-1082).