1696EuropaCentral/Litomysl (1641)
Litomysl (1641)
En la larga historia del Colegio de Litomysl que escribe en mayo de 1696 su Rector Ambrosio Prachowski, en otro tiempo Provincial de Germania (1674-1680; 1683-1686), dice que la motivación de la Fundadora, la Baronesa Hérula Febronia de Perstein fue el ver el magnífico trabajo que hacían los escolapios en las fundaciones moravas. La baronesa era “hereditaria del señorío de Litomysl, en cuyo lugar y vecinos todos seguían los dogmas de la secta husita. Pues la Ilustrísima Hérula, inspirada por el Espíritu Santo, meditaba y deliberaba largamente de qué modo podría ofrecer la salvación a sus súbditos, sacándolos del laberinto de las herejías. A ese fin (como cuenta la tradición) llamó a Litomysl a religiosos de dos familias antes de la llegada de los Escolapios, pero no se sabe por qué motivo los volvió a enviar a sus claustros”. Consultó al Obispo de Olomuc, el Cardenal Dietrichstein, acerca de los Escolapios, y el Cardenal los llenó de elogios. Entonces en 1640 escribió a los padres de Nikolsburg proponiéndoles la fundación. Era Provincial el P. Onofre Conti, que rápidamente respondió mostrando interés. No fue difícil obtener la aprobación del Ordinario del lugar, el Cardenal Harrach de Praga (Litomysl se encontraba ya en territorio de Bohemia), ni tampoco ponerse de acuerdo con la fundadora, que ofrecía casa, iglesia, huerto y una renta de 1000 florines anuales.
Era el año 1641 cuando llegan los primeros escolapios a la ciudad, y se hospedan en un local provisional mientras se empiezan a construir colegio e iglesia.
Era un buen momento, justo antes de comenzara la invasión de los suecos y los problemas de la Orden en Roma al año siguiente. Vale la pena reproducir un párrafo en el que la fundadora expresa, en el contrato de fundación, sus motivos para hacerla: “Sabiendo que en los confines de mi dominio hay muchos niños que piden pan y no hay quien se lo parta, quise que vinieran a mí cooperadores que fueran idóneos para cooperar conmigo en tales labores, que educaran a todos los niños que fueran a ellos en la piedad y en las buenas costumbres, y les instruyeran en las letras, según sus piadosas y laudables Constituciones aprobadas por los sumos pontífices, y que además se dedicaran al servicio del culto divino y particularmente a la devoción de la Gran Madre, de modo que esta ciudad, al igual que una viña, una vez arrancadas con sus obras las malas hierbas de la perfidia herética y plantados los nuevos brotes de letras y buenas costumbres en los jóvenes que crecen, dé frutos abundantes de fe y de piedad, y que erradicada desde los cimientos de este modo la impiedad, Dios, tres veces óptimo y máximo, sea honrado y reciba eterno culto de todos, en una sola fe, con la verdadera religión y con un único culto”. Está clara la doble finalidad: la educación de los niños, con un objetivo más amplio: la desaparición de la herejía en sus territorios.
La guerra ardía sobre todo en la vecina Moravia, pero la fundadora no dejaba de dar prisa a los albañiles para que terminaran de construir el colegio. De hecho se terminó y se bendijo el 14 de junio de 1643… para ser abandonado al día siguiente, pues el ejército de Torstenson avanzaba hacia allí. En realidad el ejército pasó de largo hacia Brno, sin causar otros daños que el normal saqueo. Pocos días después pudieron regresar los Padres al colegio, con el miedo aún en el cuerpo. El municipio, encantado con la presencia de los Escolapios, quiso también contribuir a la fundación: ofreció entregar cada año 200 florines, 100 cargas de leña y 30 ristras de ajos.
Los años que siguieron fueron duros: el país estaba bajo la dominación sueca, los recursos no llegaban fácilmente, y además debían pagar una especie de impuesto a los suecos para garantizar su seguridad (el riesgo era ser hechos prisioneros y sometidos a rescate). Pero las obras de la iglesia, poco apoco, siguieron avanzando, como las actividades de los escolapios. La Fundadora falleció en 1646; su sucesor, el Príncipe Wenceslao de Lobkovitz, mantuvo la fundación al menos hasta 1696. Dice el P. Ambrosio: “Podría parecer que esta suma de 1000 FR que se nos entrega cada año de la fortaleza es muy elevada, sin embargo la mayor parte vuelve de nuevo al Señor que la entregó, principalmente para comprarle cerveza, tela, mantequilla, pescado, y otros alimentos como son patos, gallinas y otras cosas que se compran a la fortaleza. Sólo en pan, si no nos dieran grano, se nos iría la mitad de la fundación o más. Por lo que si no tuviéramos la ayuda de los 200 FR de los magistrados de Litomysl y las limosnas por las misas celebradas, la comunidad no podría mantenerse, principalmente a causa de las guerras y la carestía de los tiempos. Sólo así se mantienen de manera frugal los religiosos de aquí, como muestran los gastos en productos básicos”.
Volviendo al P. Ambrosio, al hablar de los frutos de la fundación de la Baronesa, escribe: “Con la bendición de Dios, consiguió felizmente su objetivo. Especialmente en lo de extirpar herejías. Pues aquellos Padres que fueron al principio a aquella fundación tan laudable brillaban de tal modo ante todos para promover la expansión de la religión católica con su celo, con su vida admirablemente ejemplar, con su humildad, su paciencia y la exacta observancia de sus Constituciones, que eran reverenciados como varones apostólicos, y por esa razón, tanto con la catequesis como con la predicación, condujeron muchos miles de herejes al redil de la santa religión católica romana, con la gracia de Dios Omnipotente, con suma paciencia y pobreza”. De hecho, desde Litomysl se enviaron no pocos testimonios a favor de las Escuelas Pías a la Congregación de Propaganda Fide, en los años de reducción de la Orden, para pedir su restauración.
Por medio del nuevo heredero de la fundadora, el Conde Juan Federico de Trautmansdorf, lograron que de Roma enviaran las reliquias de S. Mansueto, Mártir, para ennoblecer la iglesia recién construida. La iglesia, sin embargo, estaba bajo el patrocinio de Nuestra Señora de las Gracias. En ambas fiestas se hacían grandes celebraciones, patrocinadas por el Fundador.
En el año 1683 se volvieron a oír los ecos de la guerra, pero esta vez lejanos. No pocos de los Padres de las casas de Moravia (que fueron desalojadas ante el avance de los ejércitos turcos y húngaros) fueron a refugiarse a Litomysl, y a los otros ya fundados en Bohemia y todavía más alejados del peligro (Schlan y Schlackenwerth).
De Litomysl salieron el 5 de julio de 1690, tras terminar la visita, el P. Provincial Alejo Eder hacia Kremsier con su secretario el P. Felipe Schön. A llegar a un lugar llamado Lostiz, vieron que el río estaba desbordado a causa de las fuertes lluvias y no podían continuar el viaje. Las aguas habían bajado ya algo tres días más tarde, y el P. Provincial, que no quería llegar tarde a una cita que tenía con el Obispo de Olomuc en Kremsier, mandó ponerse en marcha, sin hacer caso de los ruegos de la gente del lugar que le pedían que esperasen un poco más, para mayor seguridad. En efecto, el coche volcó en medio de la corriente, y los dos se ahogaron.
En 1696 la comunidad de Litomysl era bastante numerosa. Estos eran sus miembros:
- P. Ambrosio de Sta. Ludmilla, Rector, Asistente Provincial, confesor
- P. Juan de Sta. Mª. Egipciaca, vicerrector, presidente de la congregación, predicador dominical, confesor
- P. Carlos de S. Wenceslao, confesor (fallecido en diciembre 1695)
- P. Daniel de Sta. Bárbara, predicador en las fiestas, confesor
- P. Juan Crisóstomo de la Concepción de la I.V.M., prefecto de las escuelas, decisión de casos, confesor
- P. Guillermo de Sta. Catalina, maestro de aritmética, confesor
- P. Joaquín de S. Alberto, profesor de retórica y poesía, confesor
- P. Francisco de S. Sebastián, capellán del Excmo. Fundador, confesor
- P. Ladislao de S. Vito, maestro de gramática y sintaxis, catequista
- P. Tobías de S. Elías, prefecto del coro, prof. de instrumentos musicales, presidente del 1er oratorio
- P. David de S. Carlos Borromeo, maestro de principios
- P. Romualdo de S. Juan, maestro de escribir y aritmética
- H. Ladislao de S. Procopio, sacristán
- H. Francisco de Sta. Bárbara, maestro de rudimentos y presidente del 2º oratorio
- H. Adrián de S. Antonio, maestro de leer, instructor de música vocal
- H. Esteban de S. Federico (¿cocinero?)
- H. Sigiberto de Jesús, hortelano y portero
Viendo el número de religiosos que trabajaban en las escuelas se puede deducir que tenían un alumnado relativamente importante. De Litomysl, precisamente, es un reglamento impreso en 1648 para los alumnos que deseen frecuentar las escuelas, del que nos ocuparemos más adelante.