1696EuropaCentral/2. Las misiones

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2. Las misiones

Ya hemos comentado más arriba, al hablar del contexto religioso, la importancia que al menos durante los primeros 50 años de presencia escolapia en estas provincias ultramontanas tuvo para los nuestros (y para la Iglesia) la acción misionera. Y no hablamos solamente de la “misión indirecta” de conversión de no católicos mediante la actividad escolar, sino también de la “misión directa”, trabajando directamente fuera de la escuela para lograr esas conversiones. El P. Viñas en su Esbozo histórico dedica tres capítulos (16, 20 y 21) a mostrar los esfuerzos que hacían los escolapios en este tipo de tareas. Escribían a Calasanz a menudo sobre los logros (conversiones) que iban consiguiendo, y el fundador se alegraba mucho con estas noticias, y luego mostraba las cartas a la Congregación de Propaganda Fide. Copiamos algunos textos que muestran hasta qué punto fue importante esta actividad “misionera”.

En 1641 escribía el Conde Francisco de Magnis, fundador de Straznice, a Calasanz: “Asistí en Straznice a la solemnidad de la Asunción de la Virgen a los cielos, que suele celebrarse en vuestra iglesia con devoción cada año. Y gracias a Dios y al buen hacer de vuestros padres fue un magnífico éxito. Había tantos penitentes, y tanta gente que participó, que quien no se sintió movido a devoción por ello, no pudo evitar al menos la admiración.

De hecho quien piensa en el estado en el que se encontraba hace pocos años esta ciudad, este condado y los lugares vecinos, y a qué servía la casa que ahora es de ustedes y la iglesia vecina encuentra que esto, que era un nido donde se reproducían infinitas sectas de calvinistas, picardos, luteranos, husitas, anabaptistas, ateos y otros; que la casa de ustedes era el lugar de cita de los seductores del pueblo y los ministros del diablo, donde no se hacía otras cosa que ofender a Dios y blasfemar contra la gloriosa Virgen y vilipendiar a los santos, y ahora se ve, en tan poco espacio de tiempo, que casi todos se han convertido a una sola fe, llenos de tanto celo y fervor hacia ella; y que la casa está habitada por vuestros religiosos, que aunque fueran mudos con el ejemplo de una vida tan religiosa y santa edifican a todo el vecindario; y luego se oyen en aquella iglesia cantos incesantes de alabanza a Dios y súplicas a la gloriosa Madre y a los santos, uno no puede sino maravillarse y asombrarse. Toda esta gloria de Straznice debe razonablemente atribuirse, después de Dios, a vuestra reverendísima paternidad, fundador de un instituto tan santo”.

Cuando la Orden, unos años más tarde, es reducida, no faltan escritos a la Congregación de Propaganda Fide para pedir su restauración. El P. Alejandro Novari, que ha quedado como Superior, escribe al Cardenal Caponni, Comisario de la Congregación: “Quiero que sepa Vuestra Eminencia cuánto nos dedicamos en nuestro instituto de las Escuelas Pías a ayudar a que todos, grandes y pequeños, caminen por las sendas del paraíso. Los herejes convertidos se mantienen, con la gracia de Dios bendito, firmes y constantes en la fe; y no dejamos de ayudarles para que perseveren en ella hasta la muerte. Nos falta una cosa que si la obtuviéramos haría felices a las pobres Escuelas Pías, y además haría feliz a la santa fe católica en estas regiones de Germania, Bohemia y Polonia, y es que llegara más ayuda, para que fuéramos más obreros, pues ‘la mies es abundante y los obreros pocos’. Dígnese vuestra Eminencia interceder ante Su Santidad por la reintegración de nuestro instituto”. Leyendo estas líneas da la impresión de que la conversión de herejes, y no la escuela, era el ministerio propio de los escolapios en Germania. De hecho había algunos escolapios que se dedicaban a ello exclusiva o al menos prioritariamente. Citaremos sólo algunos nombres.

Empezaremos por el P. Casani, que al poco de llegar a Germania (1638), viendo las necesidades concretas, escribió una especie de tratado simple para servicio de los escolapios al refutar las herejías de los protestantes. El P. Casani era un hombre muy preparado teológicamente, y estaba sin duda a la altura de la tarea. Y el librito o folleto debió causar muy buena impresión, pues el Cardinal Cesarini desde Roma le pidió que le enviara una copia. En 1640 el P. Casani, con su cortesía y humildad característica, se lo envió, acompañado de una carta en la que decía: “Recientemente recibí una carta de nuestro P. General, en la que se me ordena enviar a Vuestra Eminencia las humildes respuestas de algunas dudas, en las que algunos herejes más bien incultos se apoyaban para dar nombres bajos a la religión católica, y a las que yo intenté responder, escribiendo de corrida, casi como si estuviera haciendo otra cosa. Por lo cual, para cumplir con los deseos de nuestro P. General, envié a buscarlas al noviciado. Estaban no poco acomodadas a la inteligencia de aquellos hombres, como más tarde probó el hecho de su conversión. Y aunque se trata de simplezas para quien tenga una erudición mediana, porque son simples y vulgares, escritas sin ninguna elegancia literaria, sin llevar ninguna cita de autores, entonces era lo mínimamente decente que podíamos hacer, aunque hubiéramos querido hacer más, pues nos lo impedía tanto la falta de erudición como la falta de libros, pues no tenemos ningún autor de controversias de nuestro tiempo. Así, pues, Eminentísimo Señor, sólo obligado por la obediencia sufriré poner estas bagatelas en tus manos. Vuestra Eminencia vea que, conscientes de sus propias deformidades, buscan con vergüenza esconderse en las tinieblas, y compadecido de sus faltas, le ruego que una vez leídas las rasgue y las eche al fuego, para que no le den más molestias”. Uno de los objetivos del envío del P. Casani a Germania era que colaborara en la formación de las primeras vocaciones de aquellas tierras. Se ve claro la importancia dada a las “controversias” con los protestantes. El P. Casani puso la base teórica para este tipo de actividades.

En Germania el P. Juan Jacobo Ollari trabajaba ardientemente en la conversión de herejes, como él mismo cuenta a Calasanz en una carta de 1641: “Quizás se maravillará V.P. de no haber recibido desde hace tiempo noticias sobre la conversión de los herejes, a las cuales me he dedicado y me dedicaré en el futuro en cuanto me sea posible con la ayuda de la gracia divina. Salí de Lipnik hacia finales del pasado mes de octubre, dejando allí personas más aptas que yo para continuar el trabajo comenzado con los valacos. Antes de salir para las últimas misiones recibí la gracia del Señor Dios de traer al redil de la religión católica a veinticuatro de aquellas ovejas perdidas, de las cuales no había dicho nada a V.P. Ahora doy gracias al Señor Dios porque después de muchas fatigas comienzo a recoger algún fruto en esta ciudad tan necesitada de ayuda, la cual se ha encallecido en sus sectas y errores, y a pesar de que se le han dado mil oportunidades de escuchar la Verdad, tanto por parte de sacerdotes seculares como de religiosos dominicos, franciscanos y jesuitas, nunca ha abierto los oídos del corazón a la conversión. En la actualidad parece que se vuelven tratables estas fibras que durante tantos años han vivido de manera libre y disoluta, presa de los sentidos y de sus deseos, pues con ocasión de sermones y catequesis que les he hecho, una buena parte de ellos se muestran inclinados a la conversión, y algunos ya se han convertido. En estas fiestas de Navidad han renunciado a sus errores y han sido absueltos por mí y aceptados de nuevo en la Iglesia diecinueve. Ayer una vieja picardita de 70 años, que siempre había perseverado en sus errores, al fin se rindió, y también ella será absuelta pronto. La cual, junto con los otros, servirán de ejemplo a los demás. Las herejías que dominan en esta ciudad son la picardita, la evangelista, la calvinista y la luterana”.

Otro escolapio, Juan Felber, escribe desde Straznice a Calasanz el mismo año 1641: “Yo no soy el P. Juan Jacobo, el cual recibió un talento especial de Dios para convertir herejes, sin embargo habré absuelto de la herejía unas treinta y cinco personas, entre las cuales un hornero de Nuremberg, luterano, el cual durante el sermón elegantemente renunció a Lutero, y dijo que quería ser católico, y perseverar como tal con la gracia de Dios. Porque hay herejes que vienen a los sermones, e incluso a la misa, lo que no sería tolerado en Italia. Yo no me admiro de que se haya propagado tanto entre estos pueblos simples, deseosos de la Palabra de Dios. Pues si escuchan de buena gana cuando se les proponen devociones, la paciencia, la penitencia, etc., ¿cómo no habrán escuchado y creído a Calvino, Lutero, Hus y semejantes heresiarcas y sus sucesores, cuando les proponían la libertad, la carnalidad y el placer? Poco a poco esta cizaña se irá acabando, si nosotros hacemos lo que podamos”. Está claro que la tarea misionera no era algo excepcional entre los escolapios, sino algo normal para muchos de ellos.

En Hungría un escolapio que destacó por su celo misionero fue el P. Francisco Hanak de S. Wencesalo. Escribe de él el P. Viñas: “De Polonia fue enviado a la nueva fundación de Prievidza con el P. Pablo Frankowics de la Natividad de la B.V.M., donde educaba a la juventud escolar en las letras y las buenas costumbres, pero los días de fiesta y los domingos, con permiso y licencia de misionero dada por el ordinario del lugar, iba a catequizar Bojnice, Prievidza y los pueblos vecinos, y en caso de necesidad bautizaba, introducía, casaba, bendecía y enterraba, y llevaba a cabo los demás servicios de la misión, durante tres años, siendo aún clérigo de órdenes menores”. Siendo ya sacerdote, en 1669, “Desatada la rebelión de los húngaros contra el emperador, en el mes de abril por tres veces los herejes invadieron los lugares sagrados de Smelnice, robaron los bienes de los Joamellis, y causaron muchos daños. El 12 de abril el P. Francisco fue capturado tres veces, torturado, quemado, colgado de los brazos atados atrás, e incluso lo pusieron de rodillas sobre el altar para decapitarlo. Por gracia admirable de Dios llevaba dos meses alimentándose de pan y ciruelas secas, cuidándose de la iglesia del Espíritu Santo de la corte para que los herejes no la violaran. Al final fue liberado por la llegada de las tropas del emperador. Conservó esta iglesia, y después el celoso señor citado antes confió todo el pueblo de Smelnice y aldeas vecinas al P. Francisco, y pronto con otros sacerdotes de las Escuelas Pías llevaron a la fe católica más de quinientas almas, y ya no fue invadido por ningún otro ejército de herejes”.

El P. Francisco tenía una fuerte vocación misionera: él fue el protagonista del “sacrilegio de Olas”, del que hemos hablado más arriba. Y no tuvo las cosas fáciles, para convertir a los protestantes de los 13 pueblos de Szepes, donde él había sido nombrado misionero oficial. Sigue contando el P. Viñas: “Cuanto más progresaba la fe verdadera en Olas, tanto más sufría persecuciones de todo tipo Francisco por parte de los herejes. A menudo, fingiéndose campesinos, soldados y valacos, invadían su residencia por la noche, y le rompían las ventanas, golpeaban las puertas, sacudían las tejas del tejado, proferían palabras y gritos ignominiosos. A menudo le amenazaban por los caminos, y le tiraban nieve o bloques de hielo; molestaban a los católicos, les disuadían de convertirse, impedían que visitara a los suyos, obstaculizaban los entierros en el cementerio, y hacían todo el mal que podían, bien a él directamente, bien a otros. Incluso lo acusaron inicuamente de beber demasiado vino los predicadores luteranos de Olas y Varalla, ante los jueces y el comité de los trece pueblos en la fortaleza de Lublo, en presencia del magnífico vice capitán, cuando lo cierto era que en el primer año de su misión se había abstenido de beber vino y comidas delicadas, y se había contentado con agua y con cerveza de la más sencilla, y de hecho pasó la cuaresma con sólo pan y cerveza”.

Bien, no insistiremos más sobre este carácter “misionero” de la Orden, al menos en algún tiempo y en algunos lugares: pero es bueno que los escolapios conozcamos nuestra propia historia, en este tipo de detalles también.

Notas