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Unión con las provincias ultramontanas – Visita General
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La vida de las Provincias
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Gobierno

En la primera reunión que celebró con sus Asistentes, el 4 de mayo de 1900 en Roma, P. Mistrangelo ya quiso tomar una serie de medidas tendentes a reforzar la observancia religiosa. Ya el P. Ricci se había esforzado en este sentido, con más o menos éxito. A medida que pasaba el tiempo, las amenazas o interferencias exteriores eran menores en todas las provincias; el peligro estaba dentro: había que esforzarse por recuperar una observancia más auténticas. en ello nuestros Superiores Generales seguían las indicaciones de los Papas del momento, León XIII y Pío X, que también querían reforzar la disciplina eclesial frente a las corrientes liberales de la época. Así narran las actas aquella reunión[Notas 1]:

El 4 de mayo de 1900, bajo la presidencia del Rvmo. P. General Alfonso M. Mistrangelo de la Madre de M., Arzobispo de Florencia, se ha reunido en la casa de S. J. de Calasanz la Congregación General, a la cual se añadieron los PP. Provinciales de Italia. El Rvmo. P. General, después de recomendar el riguroso secreto en relación con lo que se diga y discuta en la reunión, expuso con breves y fuertes palabras las difíciles condiciones de las diversas provincias, el relajamiento de la disciplina, la necesidad de tomar serias y eficaces medidas, e invitó a los Rvmos. Padres a tomar las siguientes decisiones:

1.Los Provinciales eleven su prestigio en las provincias. Hagan regularmente la visita a las casas según las constituciones y el rito, y den cuenta detallada al P. General. No descuiden los actos de respeto que les son debidos por los religiosos, ni las distinciones propias de su dignidad.
2.Vigilen la observancia de la clausura, la correspondencia, la lectura de periódicos, y no permitan en las casas periódicos no católicos.
3.Establezcan revisores doctos y prudentes para las obras que se vayan a publicar.
4.En todas las casas se haga la recreación después de mediodía y después de la cena según mandan las Constituciones, y no dispensen a los religiosos sin un motivo justificado.
5.Los Provinciales no recurran al P. General sino en casos que superen sus competencias.
6.Opónganse a la demasiada familiaridad de los religiosos con los seglares, No permitan que los religiosos, durante el otoño, vayan a prestar servicios de capellán con las familias patricias. No den permisos para viajar sino en casos de grave necesidad.

7.No permitan ir a dar vueltas a los religiosos celebrando misas, y no den la facultad de predicar sino a los que tengan inclinación y preparación para ello, y antes háganles predicar a los jóvenes en nuestras casas.

Tras madura discusión, los Rvmos. PP. Asistentes aprobaron plenamente, y los PP. Provinciales reconocieron la necesidad de tales decisiones, y se levantó la sesión.

Al día siguiente se volvieron a reunir los mismos participantes, para tratar más en particular los problemas comunes de las provincias italianas. En la reunión se nombra al gran enemigo de la Orden: el liberalismo. Y como consecuencias algunos escolapios liberales sufrirán las consecuencias, como veremos al estudiar el desarrollo de las provincias toscana y romana. Así narran la reunión las actas[Notas 2]:

El 5 de mayo de 1900, bajo la presidencia del Rvmo. P. General Alfonso M. Mistrangelo de la Madre de M., Arzobispo de Florencia, se ha reunido en la casa de S. J. de Calasanz la Congregación General, a la cual se añadieron los PP. Provinciales de Italia. El Rvmo. P. General, con el fin de restablecer la disciplina regular en las diversas provincias y casas, y para proveer a su deseado reflorecimiento, propuso a su Congregación deliberar sobre lo que sigue:

1.Se establezca, en cada Provincia que no lo tenga aún, el noviciado regular, proveyéndolo, aunque cueste sacrificio, de un buen Maestro.
2.Del mismo modo, establézcase un juniorato en el que los jóvenes se dediquen a los estudios teológicos y se sometan a un examen serio hecho por religiosos hábiles y reconocidos.
3.Hay que ser sagaces y precavidos al aceptar postulantes y al educar a los jóvenes. Los superiores pótense con firmeza y suavidad.
4.En todas las casas hágase guerra al espíritu de liberalismo, mortal para el Instituto, y al espíritu de independencia, que amenaza sus fundamentos.
5.Llévese con mucho cuidado la administración de cada casa, y háganse prudentes economías para contribuir a los gastos del noviciado y del juniorato.
6.Provéase a la reorganización de la Provincia Romana, y discútase al respecto:
a.Que la Caja General la lleve el Procurador General.
b.Que los colegios, en la medida de sus posibilidades, contribuyan al mantenimiento de los novicios.
c.Que en la Casa de S. José de Calasanz se establezca el juniorato, y en el colegio de Alatri los estudiantes de Liceo.
d.Que el Provincial Romano tenga y ejercite su autoridad sobre las casas, según las Constituciones.
7.En Toscana, establézcase un verdadero y propio juniorato, en el colegio de la Badía.

En Liguria, procúrese enviar a la casa de Génova un religioso serio y prudente, y allí estén los estudiantes de universidad bajo su dirección y regular disciplina. Las demás Provincias, que puedan enviar allí a sus juniores para estudios universitarios.

La congregación discutió y aprobó estas medidas. el P. General ordenó a los Provinciales que enviaran una circular informando sobre ello.

En aquel momento la Provincia Romana estaba pasando un problema delicado, y la Congregación General dedicó la sesión siguiente (8-9 agosto 1900) a estudiar las posibles soluciones. Contemplaban incluso la posibilidad de abandonar el colegio Nazareno, el más importante de la capital y verdadero “buque insignia” de la flota escolapia. Veremos luego cómo resolvieron el problema. La sesión del mes siguiente se dedicó a estudiar la problemática del otro gran colegio de la provincia romana, el de Alatri. Hay que tener en cuenta que, a pesar de lo dispuesto en una sesión anterior, no era el Provincial, sino el General quienes se ocupaban directamente de los colegios de Roma ciudad y de Alatri. Y por eso en una sesión del año siguiente (26 de febrero de 1901) es la Congregación General y no la Provincial la que toma disposiciones para resolver un problema de indisciplina que se había presentado en la casa de San José de Calasanz (Vía Toscana). En otras sesiones se ocupan, naturalmente, de otros problemas que afectan a otras partes de la Orden, como a la Provincia de Nápoles y a la casa de Cracovia.

Formación de los candidatos

Con el tiempo se había ido dado más importancia a los estudios de los juniores. Estaba ya claro que, sin un título adecuado, no podrían trabajar en la escuela. Esto entrañaba el problema, ya percibido en tiempos del P. Ricci, que algunos jóvenes al terminar los estudios dejaban la Orden, pero había que correr el riesgo. Algunos apuntaban al problema más en la base: había que formar bien a los novicios. el P. Francesco Tiboni, maestro de novicios, escribía desde Finalborgo[Notas 3]:

Quisiera llamar la atención de V.E. sobre la cuestión de los estudios durante el noviciado. En mi humilde opinión, y con algo de experiencia, los estudios paralizan y suplantan el noviciado, que se convierte de hecho en un juniorato. Ciertamente no pretendo demostrar aquí esta afirmación. En cuanto a mí, no dudo que hago bien obedeciendo, pero no se trata de mí, sino del beneficio de la Congregación. ¿Qué influencia puede tener (como debería) en todo el resto dela vida un noviciado que no se ha hecho? Ni siquiera saben bien el catecismo, y no hay tiempo para enseñarlo. Perdone mi impertinencia.

Meses más tarde vuelve a insistir el P. Tiboni, con unas propuestas concretas para mejorar la formación de los novicios[Notas 4]:

Confío mucho en la bondad singular de V.E., demostrada tantas veces a mí, indignísimo, como para no esperar que también ahora quiera prestarme una escucha benigna, y perdonarme si le causo molestias. Ciertamente no me atrevería a hacerlo si no me sintiese obligado a ello por un insuperable deber de conciencia.

Tras la experiencia de casi cuatro años me resulta indudable que en esta provincia nuestra suceden bastantes miserias causadas por jóvenes salidos del noviciado –de un noviciado, por desgracia, más nominal que efectivo, pues en su mayor parte está absorbido por los estudios-. Llegando aún tiernos e inexpertos a las diferentes casas, no encuentran en ellas observancia, por la conocida razón de que no existe; quedan abandonados a sí mismos, o por falta absoluta, o por insuficiencia relativa de asistencia y de dirección, especialmente espiritual. Deben ir a clase a institutos seculares, a menudo envenenados por los errores del siglo. En la comunidad, que debería llamarse religiosa, no siempre ven ejemplos edificantes, ni siempre oyen máximas sanas. En consecuencia, incluso los mejores sufren inmensamente, se extravían, y poco a poco acaban desmoralizándose. Los otros, que gobernados sabiamente tal vez acabarían siendo buenos, aprovechan la ocasión seductora, siguen la corriente, y se entregan a una vida que ya no tiene nada de religiosa ni de eclesiástica, y muy poco de cristiana. De ahí los malos resultados, y las frecuentes deserciones, que reducen a los que quedan a una deplorable minoría.

Estando así las cosas, V.E. me comprenderá fácilmente si le digo que me preocupa el amargo temor de hacerme cómplice de su daño ejercitando el oficio de Maestro de Novicios; incluso me parece una verdadera traición el orientar a jóvenes hacia un estado de vida que, en conciencia, debería desaconsejarles. He vivido en nuestras casas durante veintidós años, y puedo conocerlas. Pero debo confesarle que, mientras estoy de buena gana en el noviciado, no sé en verdad cómo podría adaptarme a volver a una cualquiera de las demás casas, y vivir esa vida informe que se lleva en ellas. Entonces, ¿cómo puedo yo en conciencia formar a los jóvenes para ese ambiente, que me resulta intolerable a mí mismo?

Por tanto, para atenuar, si no para evitar, los deplorables inconvenientes, he aquí unas breves propuestas que ruego a V.E. me permita someter a su consideración, y que creo, por lo demás, se entienden sin necesitar ninguna explicación.

I.Que los jóvenes hagan el noviciado regular de dos años, sin estudios profanos. Las dispensas del segundo año sean verdaderas y raras excepciones.
II.Que los neoprofesos vivan en un auténtico juniorato, escogido en la localidad más oportuna; hagan en privado los estudios de gimnasio, de liceo y de normal. No vayan a institutos del gobierno o seculares sino para los exámenes de licencia, o de patente.
III.Que en el mismo lugar, o en otro que se crea más oportuno, hagan los estudios sagrados a conciencia.
IV.Que durante todo este periodo de tiempo los jóvenes sean gobernados con una disciplina todo lo dulce que se quiera en los modos, pero rígida y verdaderamente religiosa en la sustancia, y se cuide especialmente el provecho espiritual, con todas las prácticas idóneas a ese objeto.
V.Que, de manera ordinaria, no sean enviados a la Universidad sino cuando hayan terminado los estudios sagrados.
VI.Que, de manera ordinaria, no sean empleados en las diferentes casas sino después de la ordenación sacerdotal, especialmente si se trata de cargos de autoridad. Los espíritus débiles tienen total necesidad de ser tratados así; los más fuertes no tienen nada que perder con ello. Todo esto, a la vista del estado actual de nuestras casas.
VII.Para ahorrar gastos y personal, me parece que sería oportuno crear un noviciado único, y un solo juniorato, para toda Italia.

Si no tengo la confirmación segura de que se pone mano verdaderamente, y cuanto antes, a estas, o a otras equivalentes, pero no menos eficaces, medidas, me veré en la dolorosa necesidad de renunciar a mi cargo y esperar nuevas órdenes, con la amarga incertidumbre, además (como he indicado más arriba) de poderlas seguir, no por falta de buena voluntad, sino por auténtica imposibilidad moral. No veo en absoluto cuál puede ser mi futuro; sólo siento que en conciencia no puedo continuar este presente.

De momento no he escrito al respecto a nuestro Padre Provincial, sabiendo que de momento está demasiado preocupado por continuos disgustos, que ha recibido especialmente durante estos últimos días. De todo corazón, y lo mejor que puedo, ruego por caridad a V.E. se digne enviarme alguna respuesta, mientras beso el sagrado anillo.

La propuesta agrada al P. General (quien, de hecho, anunciará como un logro al final de su mandato que existe un noviciado y un juniorato para toda Italia). Encomienda al P. Tiboni que vea con el P. provincial de Liguria su ejecución. Pero encuentra un grave problema: la falta de personal. Todas las provincias están empeñadas en conservar los colegios que tienen. Y así informa el P. Tiboni al P. Mistrangelo después de llevar a cabo su gestión[Notas 5]:

En conformidad con cuanto V.E. me escribió, fui a Génova con el P. Scannavino a ver al P. Provincial. El mismo P. Provincial encuentra necesario el procedimiento recomendado por V.E., pero al mismo tiempo se encuentra en la imposibilidad de ponerlo en práctica por falta de personal. Nuestros colegios están todos tísicos, y en grado bastante avanzado, y no sabe ciertamente de dónde sacar alguna persona, cuando incluso haría falta enviarles. Él mismo está solo en Génova haciendo lo que no le correspondería, o sea, de ayudante con los jóvenes estudiantes; hace falta que piense él en todo, y está ligado a la residencia personal, si no quiere que los ratones bailen. Por esto lo he encontrado dolido y desalentado, y ha declarado que próximamente piensa renuncia al provincialato, porque le faltan los medios para hacer lo que ve que es necesario y desearía hacer. Espero que el Señor no lo permita, pero se ve bien su estado de ánimo. Y ciertamente si no se quiere cerrar ninguna casa, y no se quiere o no se puede sacar ninguna persona de las casas, el problema es totalmente insoluble. No me toca a mí desarrollar este argumento, pero de todos los males yo creería el menor cerrar una casa, para poder con la gente de ella una distribución en la Provincia que permitiese la ejecución del proyecto. Me indicó también que de buena gana recibiría la ayuda de algún padre de España, si a los españoles no les repugna demasiado venir en ayuda de sus desgraciados hermanos de Italia. Pero esto es algo que solo V.E. puede hacer. Sin sacrificio por alguna parte, ciertamente nunca se concluirá nada. Como, según cuenta la fama, ha ocurrido en Roma, donde han edificado la casa, pero después no han encontrado quién meter en ella. Si se considera el modo de funcionar alguna de nuestras casas, no creo que deba dolernos mucho el cerrarla: debería dolernos mucho más el mantenerla abierta. Verdaderamente me produce una pena grandísima ver tanta buena voluntad del P. Provincial contrariada por otra tanta impotencia.

Vea, E. Rvma., cómo están las cosas. Estado que merece ser estudiado para ver, con la ayuda de Dios, cómo hacerlo menos infeliz.

También desde Liguria escribía el P. Provincial Luigi del Buono, diciendo[Notas 6]:

Necesitaría una carta en la que exhortase a cuidar en los jóvenes clérigos más los estudios sagrados que los profanos, exigiendo el cumplimiento de la Circular de la Congregación de Obispos y Regulares, de modo que no me sirva de ellos para trabajar en las clases o con los internos, (…) Incluyendo derecho canónico, Hermenéutica, Historia de la Iglesia. (…) Me hace falta una carta así para sacudir la inercia, dado lo poco que piensan en ello los rectores, que quieren que los jóvenes clérigos trabajen en las casas.

Es una idea que ya años antes había expresado el P. Giovani Giovanozzi escribiendo desde Florencia al entonces P. General Mauro Ricci[Notas 7]:

Nuestras escuelas caminan, llevadas en los brazos del Señor y de Nuestro San José. Pero hay que lamentar el bajísimo nivel de cultura de la mayor parte de nuestros maestros, especialmente los jóvenes, los cuales además no se quieren convencer de que saben poco, y no se preocupan en absoluto de estudiar e instruirse. Sin embargo, la buena instrucción y el saber influyen también en la buena conducta y, aunque sólo fuera eso, en el buen uso del tiempo. Siempre he pensado que querer remediar las necesidades del momento usando maestros con poca preparación e incapaces nos impide proveer eficazmente a las necesidades futuras. Pero si seguimos así, ¿cómo nos arreglaremos?

Algunos juniores se quejan de que se pasan todo el tiempo trabajando con los muchachos, sin tiempo para estudiar y preparar sus propios exámenes. Como hace R. Lorusso, destinado a Pompei. Dice que el P. rector (y luego Provincial) Giannini no es partidario de que los juniores obtengan títulos, porque luego se van[Notas 8]. Y, efectivamente, el P. Giannini pide al General que saque de Pompei a Lorusso, porque “solo piensa en estudiar”.[Notas 9]

El P. Mistrangelo, ya antes que el escribiera el P. Tiboni, había pensado en el tema de un noviciado bien organizado. Y el 28 de febrero de 1901 dio a conocer un Reglamento para el noviciado, que copiamos a continuación[Notas 10].

Reglamento para el Noviciado.

A los Novicios de las Escuelas Pías. Queridos jóvenes, al escribir este breve Reglamento sólo he pensado en el bien de nuestro Instituto y en vuestro beneficio. Leed cada día una parte, meditadlo y ponedlo en práctica con exactitud. Entonces la esperanza que las Escuelas Pías tienen en vosotros será coronada con su feliz cumplimiento, y vosotros seréis la gloria del Instituto Calasancio.

EDUCACIÓN RELIGIOSA

Hágase cargo el novicio de que Dios le ha llamado a formar parte de un Instituto cuya misión es enseñar a la juventud la piedad y las letras.

Para enseñar la piedad es más eficaz el ejemplo que las palabras.

Para dar buen ejemplo a los demás formará el propio corazón con la fiel observancia de las Reglas de Novicios y demás prácticas religiosas.

Aprenderá de memoria dichas Reglas, que el P. Maestro explicará en la Conferencia Espiritual de todos los días.

Ejercítense los novicios en las virtudes propias del estado religioso y principalmente en la pobreza, castidad, obediencia y enseñanza, a cuya observancia deberán obligarse con voto.

Aprendan también los novicios en nuestras Constituciones los deberes peculiares de un religioso Escolapio.

Conviene reponer en uso las prácticas de mortificación, los capítulos de culpas y el dar cuenta de conciencia, prescritos en nuestras Constituciones.

Procuren los novicios aprender de memoria los salmos, las letanías y las demás preces contenidas en nuestro Directorio o Hebdómada.

Así mismo estudiarán y practicarán las rúbricas, para servir con decoro la misa rezada y la cantada.

Trátense los novicios con toda caridad y respeto.

Guarden suma modestia en todas ocasiones, y al aparecer en público no olviden que son hijos del modestísimo S. José de Calasanz.

Si algún novicio cometiere alguna falta pública, confiésela públicamente. Para ello, antes de comenzar la lectura o conferencia espiritual en el Noviciado, se arrodillará en medio, dirá su falta y pedirá por ella al P. Maestro una penitencia. Si la falta fuere contra la caridad, pedirá además perdón al hermano ofendido.

Comprendan los novicios que la obligación de ir progresando en la perfección religiosa es para toda la vida. Las virtudes tiernas y débiles del noviciado deberán hacerse fuertes y adultas en el juniorato, para que, llegada la hora del magisterio, puedan ofrecerlas como ejemplo a los discípulos.

Se persuadan que las fuerzas naturales no bastan para alcanzar esa perfección. Es necesaria la gracia y los auxilios del Cielo.

Para adelantar en la perfección, es de necesidad imprescindible la oración mental y la vocal, la frecuencia de los sacramentos, la filial devoción a la Stma. Virgen María, al Sto. Ángel Custodio y a los Patronos y Abogados, siguiendo en todo las huellas de Ntro. Sto. Padre S. José de Calasanz.

El rezo diario del Oficio Parvo es obligatorio hasta que se contrae la obligación del Oficio Divino.

Sean diligentes y fieles en el cumplimiento de las obligaciones, no pierdan un minuto de tiempo, sean ingenuos y abiertos con el P. maestro, déjense guiar con humildad y sencillez, tengan pureza y rectitud de intención, vivan siempre alegres en la presencia de Dios y llegará a ser santos religiosos.

EDUCACIÓN LITERARIA

El fundamento de la enseñanza escolapia es la Doctrina Cristiana. Procurarán por tanto los novicios aprender de memoria y entender bien el catecismo, como materia primera y principal de su futura enseñanza.

Dedicarán los novicios el primer semestre de noviciado a repasar y poseer las materias ya estudiadas, como si debieran enseñarlas.

La buena caligrafía es cualidad característica del buen escolapio. Se ejercitarán en ella todos los días durante el tiempo del noviciado. Para mayor estímulo todos los domingos presentará cada uno sus cartapacios a la comunidad, reunida en la recreación después de la comida.

La buena memoria y vasta erudición son auxiliareis primordiales de los estudios literarios. Conviene que los novicios aprendan de memoria constantemente trozos escogidos de los clásicos italianos y latinos.

Todos los jueves, después que el lector irá a la mesa, otro novicio, siguiendo turno, declamará en público refectorio uno de los trozos aprendidos de memoria, previamente asignados por el P. Maestro.

Ejercítense los novicios a leer con voz clara y pausada, dando a las frases el sentido y entonación convenientes. Nuestras Reglas prescriben que se lea todo el tiempo de la comida y la cena.

La música vocal, el dibujo y la gimnástica son materias de enseñanza elemental que podrían aprenderse durante el tiempo del noviciado.

Cada semestre sufrirán los novicios exámenes de las materias estudiadas. Sería óptimo que los presidiera el P. Provincial para conocer las aptitudes de cada novicio y determinar las materias que deberá estudiar.

Estando a la necesidad de tener título oficial para enseñar, terminado el primer semestre, se verá si los novicios podrán estudiar y aprobar algún curso de estudios (sin salir de la Casa del Noviciado y sin daño de su educación religiosa).

Entiendan los novicios que el resultado de sus exámenes puede comprometer el buen nombre del Instituto, y que con los exámenes se prueba si ellos son aptos o no para hacer voto de enseñar toda la vida.

El voto de enseñar presupone y comprende la obligación de estudiar, y esta la de aprovechar bien el tiempo y los talentos dados por Dios, interesándose en ello la conciencia de cada uno.

No se debe estudiar por la vanidad de saber, sino para cumplir el deber del propio estado.

Toda ciencia viene de Dios. Es necesario pedirla con humildad, aprovecharla con diligencia y agradecerla con fervor.

A.M.P.I.

En realidad, este reglamento es una simple traducción al italiano del reglamento que le había enviado una semana antes en español el P. Calasanz Homs, pidiendo excusas por haber tardado en enviarlo, ya que había estado enfermo[Notas 11]. El P. Homs había tenido una amplia experiencia en España como formador; el P. Mistrangelo nunca la había tenido en Italia.

En relación con la formación se introducen algunos cambios: mientras a los profesos de solemnes se les permite ir 15 días de vacaciones para visitar a sus familias, a los profesos de solemnes no se les da permiso, para evitar distracciones peligrosas. Esta medida del P. Mistrangelo encuentra, como era de esperar, algunas protestas o petición de excepciones. La madre de un junior romano pide que se permita ir de vacaciones a su hijo, al que hace seis años que no ve[Notas 12]… El P. Giulio De Vincenzi, íntimo amigo del P. Mistrangelo, intercede a favor de los juniores, para que les deje ir una semana de vacaciones, allá donde les esperan sus padres, pues en años anteriores solían ir. El Provincial no tiene inconveniente, pero él ha dado la orden de que no vayan… Están disgustados. El Provincial dice que sólo en caso de urgencia familiar grave pueden ir, pero ahora van a inventar cosas, maliciándose. Y hablan mal del P. General. Por ello le aconseja que se lave las manos y deje al provincial tomar la decisión sobre las vacaciones, para los días que aún quedan hasta el comienzo de curso. Esta norma del P. Mistrangelo se aplicó también en otros lugares de la Orden, y duró hasta bien avanzado el siglo XX.

Publicaciones

El P. Mistrangelo muy pronto muestra interés por reactivar la publicación del boletín oficial de la Orden, las Ephemerides Calsancatianae. Para contacta al P. Luigi del Bono, que había estado a cargo de la publicación desde su creación en 1892. Este le responde[Notas 13]:

Es triste la historia de las Efemérides. El difunto P. General desde el principio no quiso que el compilador estuviese en Florencia ni en Roma. Después de encontrar un poco de material no quiso que se publicase, porque, me escribió, la Toscana, en otro tiempo jardín de las Escuelas Pías, quedaba mal. Desde hace dos años ya no recibía los decretos de las Congregaciones Romanas, y después del último capítulo general, a pesar de las recomendaciones, ni siquiera mandaban los difuntos ni las consuetas. Ya le contaré, y quizás se puedan relanzar con un poco de interés. El P. Luigi era Provincial de Liguria, y lo seguiría siendo hasta 1904. No podía continuara al cargo de la revista. Pero el P. Mistrangelo quería recuperar la revista, y no encontrando la persona adecuada en Italia, la encontró en España: el P. Tomás Viñas, que dominaba perfectamente el latín y el italiano, y tenía facilidad para escribir. Lo llamó a Italia tras su visita de 1900, y le encomendó el Archivo General y la redacción de Ephemerides, que volvió a aparecer en 1901, y continuó su andadura hasta que se presentó otra crisis en 1930. El boletín se afianzó como vínculo de conocimiento mutuo y unión de toda la Orden.

El P. Luigi del Buono, además de dar consejos con respecto a la composición de Ephemerides, lanzó otra importante idea, que solo medio siglo más tarde se llevaría a cabo: la edición de escritos de interés histórico para la Orden, y en particular de las cartas de S. José de Calasanz. Así lo proponía al P. General[Notas 14]:

No pude conseguir la transcripción de las cartas del S. Padre, las cuales, si se estropearan o desaparecieran en un incendio, tantas afirmaciones suyas desaparecerían. Incluso esto sería de gran ayuda para la publicación, y una buena ocasión para mostrar a los religiosos la voluntad de aquel por el cual existen. En el archivo de Roma, aunque medio destruido en el 70 a causa de la inundación, existen las memorias de las fundaciones de las casas. Yo mismo encontré los particulares de la fundación de Savona, ignorados, y nunca narrados por los cronistas. (…) el P. General difunto no quiso que publicase las noticias estadísticas, que recogía partir del 94. Sin embargo, cada año formarían un folleto en sí mismas, y no diría que no se sabe nada de nuestras cosas.

Consagración de las Escuelas Pías al Sagrado Corazón

Uno de los últimos actos que llevó a cabo el P. Mistrangelo como General de la Orden fue la propuesta de un acto de consagración de la misma al Sagrado Corazón de Jesús[Notas 15]. En primer lugar, pidió al Papa que aprobara una fórmula de consagración presentada por él, e indulgencia plenaria para cada escolapio que, cumpliendo las condiciones ordinarias (confesión y comunión), la recitara el día de la consagración, cada aniversario de la misma y cada primer viernes de mes; más 300 días de indulgencia los demás días del año, recitando devotamente la fórmula. Se trata de una fórmula de casi dos páginas (en la edición de EC), que refleja la devoción al Sagrado Corazón de Jesús propia de la época[Notas 16]. El Papa concedió la petición por medio de Cardenal Prefecto Tripepi.

El rito completo de consagración consistía en una exposición del Santísimo Sacramento, seguida de la lectura del acto de consagración. Se cantaba a continuación el himno Te Deum, y se seguía con una oración. Finalmente, se cantaba el himno Tantum ergo y se terminaba con la bendición solemne con el Santísimo.

Notas

  1. RG 21 pp. 1-2.
  2. RG 21 pp. 3-4.
  3. RG 250 a 2, 68. 3 octubre 1902.
  4. RG 250 a 3, 34. 4 mayo 1903.
  5. RG 250 a 3, 42. 22 mayo 1903.
  6. RG 250 a 3, 30. 7 abril 1903.
  7. RG 248 b 1, 4. 24 diciembre 1889.
  8. RG 250 c 1, 7. 24 febrero 1901.
  9. RG 250 c 4, 9. 24 marzo 1901.
  10. RG 250 e 4, 100. 28 febrero 1901.
  11. RG 250 1, 26. 27. 21 febrero 1901.
  12. RG 250 de 2, 23.
  13. RG 249 a 3, 11. 18 junio 1900.
  14. RG 250 a 1, 3. 27 febrero 1901.
  15. RG 2, 415, 10 agosto 1904. Encontramos estos documentos publicados en EC 1904, pág. 129-132.
  16. Devoción iniciada por Sta. Margarita María de Alacoque (1647-1690).