General32/Dificultades mayores durante su generalato.

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Dificultades mayores durante su generalato.

El P. Brattina sólo había recibido una misión a cumplir durante su mandato: preparar la unión de toda la Orden, que debía culminarse en el Capítulo de 1906. Al escribir la biografía del P. Mistrangelo ya vimos cómo había no poca dificultad para unirse con el P. General de Roma por parte de las provincias de España y la de Hungría. El Motu proprio de Pío X, decretando la sumisión de España al General Romano calmó las cosas por parte de la Vaciaría General, aunque quedaron algunos flecos sueltos, que ocasionaron problemas. Del mismo que el P. Mistrangelo había convocado una reunión de los Superiores Mayores españoles en Zaragoza en octubre de 1900, el P. Brattina la convocó en 1905, aunque en este caso solo se reunión con la Congregación Interprovincial, sin los Provinciales. Copiamos del cuaderno del viaje del P. T. Viñas:

El 10 de mayo de 1905 se reunió la congregación Interprovincial de España, convocada y presidida por nuestro Rmo. P. Prepósito General Adolfo Brattina de la Inmaculada Concepción, en nuestro Colegio de Escuelas Pías de Zaragoza. Invocado el Espíritu Santo con las preces de costumbre, habló S.P. Rma. para manifestar:

1.Que no haciéndose mención alguna en el Motu Proprio de SS Pío X (q.D.g.) de la intervención que hayan de tener en el Capítulo General el P. Vicario General de España y sus Asistentes Interprovinciales y creyendo, por otra parte, que debían concurrir a él con voz y voto, tanto por su carácter, como por la representación que tenían y la que aún tienen en España, proponía: que pediría al Romano Pontífice fuesen designados el Vicario y sus tres Asistentes Interprovinciales en vez de uno de los dos vocales que de cada Provincia española han de acompañar a los respectivos Provinciales. A lo que se respondió que, agradeciendo el buen deseo del Reverendísimo, eran, no obstante, de parecer que se conservasen a cada provincia los derechos de elección que según nuestras Constituciones le corresponden. Pidiéndose en todo caso autorización para que asistan con voz y voto además de los Provinciales de España y sus dos vocales respectivos, el P. Vicario General y uno de sus Asistentes elegido por la misma Congregación Interprovincial. El Rmo. P. Prepósito, conforme con este criterio, se encargó de hacer al Romano Pontífice esta petición.
2.Manifestó igualmente el Rmo. que el Romano Pontífice veía con extrañeza que no concurrieran algunos de nuestros jóvenes a estudiar teología en Roma, como lo hacen los de las demás Corporaciones, y por lo tanto proponía, con el fin de complacer al Padre Santo, que asistiese, por ahora, uno de cada Provincia española. Lo cual no resultará gravoso para estas, pues con la celebración podrían atender a los gastos de manutención, etc.
3.También trató, aunque por incidencia, de nuestras casas de América, de la casa de Cracovia y de lo perjudicial que sería el que nuestros alumnos asistieran a las clases dadas en otros establecimientos y por profesores extraños.

Y, por último, después de manifestar el Rmo. la satisfacción con que había visto la ejemplar observancia que reinaba en las comunidades de España, se terminó con la acción de gracias, según costumbre.

Zaragoza, 10 de mayo de 1905. AB. Ramón Querol, Vicario General; León Vidaller Asistente por Aragón; Antonio Anglada, Asistente por CataluñaI; Pedro Díaz, Asistente por Castilla; Antonio Santonja, Procurador Interprovincial.

El P. Viñas no tiene empacho para criticar en el mismo cuaderno las propuestas del P. Brattina: el Capítulo General hay que dejarlo como está; no conviene que vayan a estudiar los juniores a Roma, donde aprenderían malas costumbres; lo de los profesores de fuera es un problema de Italia, no de España.

El P. Brattina, de vuelta a Italia, presentó una duda a la Santa Sede: si el Vicario General de España y sus Asistentes tenían voto en el próximo Capítulo General.[Notas 1] Respuesta del Cardenal Merry del Val: sólo el Vicario General, que puede ser sustituidos. Sus Asistentes pueden ser elegidos vocales por sus respectivas provincias. Pero presentarán las ternas al Capítulo General para Provinciales y rectores por España, elegidas en los Capítulos provinciales, con su voto consultivo. El P. General comunica la decisión al P. Vicario General de España y sus Asistentes Interprovinciales[Notas 2]. Esta respuesta motiva la dimisión del P. Viñas como Secretario General, aunque la dimisión no le es aceptada. Ya había mostrado antes su desacuerdo con el P. General, cuando había tomado decisiones por su cuenta en Chile sin contar con los Superiores Mayores de España. El P. Manuel Sánchez lo explica en una carta al P. Vicario General de España[Notas 3]: la razón principal de la dimisión ha sido la respuesta de la S. Sede a la consulta sobre la participación o no del Vicario General y Asistentes Interprovincial al Capítulo General. Con el añadido referente a las ternas para superiores, se le quita toda autoridad al Vicario General de España. Se ha pedido esa abolición sin contar con el consentimiento de la Congregación General. No ha querido ofender. El P. Luis Fábregas, ardiente partidario de la unión con Roma y futuro Provincial de Cataluña, advierte desde Mataró al P. Brattina[Notas 4]: teme que los españoles que vayan al Capítulo General lo hagan con ciertas prevenciones, pues los hay que no son favorables a la unión. Alguno ha incitado al Senador Fajarnés a promover un debate en el Senado sobre la abolición de los privilegios del Vicario General. Sería un desprestigio para nosotros. No comprenden todo le bien que nos viene de la unión con Roma. El P. Viñas no me habla… No parece que sus temores estuvieran justificados. Los representantes españoles acudieron al Capítulo General con una actitud positiva. Y el General elegido fue un español, el P. Manuel Sánchez.

El problema entre el P. Viñas y el P. Brattina se agudiza. Este le acusa (y parece que el P. Mistrangelo le apoya) de conspirar contra la unión de España: la carta del P. Fábregas pudo influir en este sentido. Le acusa también de sabotear sus acciones durante los viajes. La gota que hace rebosar el vaso es una supuesta intromisión suya en la preparación del Capítulo General, mal interpretada por el P. Brattina. El P. Viñas explica al P. Mistrangelo lo ocurrido[Notas 5]:

Me temo que el Rmo. P. General informe a V.E. Ilma. sobre un disgusto que tuvimos anteayer los dos. Tenga la paciencia de escucharle, y no solo de compadecerme, sino de quitarle importancia.

Desde hace algún tiempo tengo in mente hacer un trabajo que será muy útil en la obra de unificar los espíritus durante el Capítulo General, y evitará largos discursos. Precisamente hoy con el P. Cianfrocca y el P. Homs hemos ponderado la necesidad, y no he vacilado en exponer la voluntad de ponerlo en práctica. Pero yo no quiero en absoluto comenzar el trabajo antes de hablar con V.E. Rvma. y obtener su aprobación y bendición, y combinar las cosas de tal modo Monseñor sea el promotor de una obra que será altamente provechosa para las Escuelas Pías.

Por esta y otras razones desearía que V.E. Rvma., como por iniciativa propia, me llamase, aunque fuera un solo día, a Florencia. Pero, puesto que el trabajo a realizar exige bastante tiempo, no convendría retrasarse mucho.

Con el General no he hablado, y no puedo hablar: parece que la desconfianza va en aumento, no sé por qué; y, naturalmente, yo ni siquiera me atrevo a proponer ciertas cosas que en nombre suyo podrían hacerse en bien de la Orden. Pero repito que veo una tal desconfianza que ciertamente no conviene al cargo de Secretario.

V.E. Rma. comprenderá bien lo que quiero decir sin necesidad de extenderme más. Yo estoy dispuesto a trabajar por la Orden como hasta ahora, pero no quisiera tener que trabajar sin tranquilidad de espíritu, como por desgracia tengo que hacer desde hace un tiempo.

El P. Viñas se siente incómodo y decide volverse a España[Notas 6]. Esta vez el P. Brattina sí acepta su dimisión, y le da obediencia para que regrese a su provincia. Sin embargo, la medida no es muy correcta, poco antes de que tenga lugar el importante Capítulo General de 1906 (al que, por cierto, no asistirá el P. Viñas). El P. Manuel Sánchez, Asistente General, consciente de esta obediencia poco adecuada, escribe al P. Mistrangelo para que interceda ante el P. Brattina[Notas 7]:

Por educación, por convicción y, sobre todo, por mi carácter, soy partidario acérrimo de la paz, de la armonía, de la tranquilidad, de suavizar asperezas y de las soluciones pacíficas en el fondo, cuando los asuntos son susceptibles de ellas, o al menos en la forma cuando no lo son. Me complace sobre manera pensar y ver que este carácter y hermosas condiciones los posee V.E. Ilma. en grado superlativo, como lo tiene demostrado en mil y mil ocasiones. Por eso me dirijo a V.E. Ilma. para intentar un recurso en la cuestión del P. Viñas.

Respeto, ante todo, y acato la resolución del Rmo. P. General al darle la Obediencia para su Provincia. comprendo que no puede ser Secretario suyo; esto lo reconoce el P. Viñas y ya lo probó al dimitir su cargo en el verano pasado, No tengo inconveniente en convenir con el Rmo. P. General, que no conviene que esté en Roma durante el próximo Capítulo General. ¿No podría conseguirse esto sin mandarlo a España? ¿No será peor mandarlo a España, herido y con dos meses de anticipación antes del Capítulo, que dejarlo en Italia, por ejemplo, en Génova, Pisa, Pompei o en la Abadía Fiesolana bajo la inspección de V.E. Ilma., a quien venera y respeta? Medite V.E. Ilma. sobre estas preguntas. Después del Capítulo se puede tomar una resolución definitiva sobre dicho Padre. Después de todo, este es trabajador, suficiente y buen religioso, más teórico que práctico y, por consiguiente, más a propósito para trabajos literarios y científicos que para cargos como el que hasta ahora ha desempeñado. Este es mi parecer, salvo siempre el más ilustrado de V.E. Ilma., y el de nuestro Rmo. P. General. Y entienda, mi queridísimo Monseñor, que cualquiera que sea la resolución de V.E. Ilma., en nada ha de disminuir el acendrado cariño que le profeso y mi incondicional adhesión a V.E. Ilma.

Espero de V.E. Ilma. que se servirá manifestarme su última resolución, y hasta que la reciba, tratare de entretener al P. Viñas, que está arreglando su equipaje para marchar.

Parece que la petición del P. Sánchez surgió esfuerzo, pues el P. Viñas deshizo la maleta y siguió, por muchos años aún, en Roma. Afortunadamente.

Más difícil fue, sin embargo, la negociación con la Provincia de Hungría, para que aceptaran en primer lugar la unión efectiva con la Orden, y en segundo lugar el regirse como las demás provincias. El P. Mistrangelo había percibido claramente durante su visita al país la oposición por parte de los húngaros a renunciar a su statu quo. Y tuvo una prueba más de ello al recibir la negativa del P. Szölgyémy que él había como Asistente General a aceptar su cargo. Pero este rechazo era anecdótico en comparación con el rechazo de fondo. El P. Provincial Magyar escribe una respetuosa carta al P. Mistrangelo, en respuesta a sus circulares anunciando la celebración del Capítulo General en 1906 y el nombramiento del nuevo P. General, explicando sus razones para rechazar o al menos posponer la unión con la Orden. Dice lo siguiente:[Notas 8]

Ante todo, pido permiso para responder con respecto a los escritos de Vuestra Excelencia, el primero fechado en Roma el 22 de julio de este año, y el siguiente en Florencia el 5 de agosto, en los que se dignó ordenarme que comunicara los altísimos decretos concernientes a nuestra Provincia Húngara en relación con la Orden, después de obtener el acuerdo de todo mi consejo, cosa que hago ahora.

Sírvanos de excusa el que las cartas de Vuestra Excelencia por una parte eran inesperadas y nos llegaron en un mal momento; por otra parte, que se trata de disposiciones de tan gran importancia que deben considerarse muy despacio por parte de la Provincia Húngara. Lejos de nosotros el deseo de retrasar la obediencia filial a los escritos de Vuestra Excelencia, pero pensamos que teniendo en cuenta nuestra existencia y el bien común de la Orden, en un asunto como este debíamos pensar las cosas no de manera inmediata, sino despacio en la medida de lo posible, persuadidos de que Vuestra Excelencia, que en su breve estancia entre nosotros dejó indeleble prueba de bondad para con los hermanos de las Escuelas Pías de la Provincia Húngara, no se tomará a mal nuestro retraso. Sírvanos pues de excusa para que con profunda reverencia y sinceridad de hijos presentemos las causas que nos movieron a mi consejo y a mí a pensar serenamente en los efectos y consecuencias que la publicación de los inesperados escritos de Vuestra Excelencia en el organismo de nuestra Provincia formado y consolidado a lo largo de siglo y medio en medios de las características y exigencias propias de nuestro Reino.

Declaro, para comenzar, que de ningún modo nos desagrada tener un vínculo con toda nuestra Orden, pero sí que nos angustia lo referente al momento y al modo en que parece que se nos manda llevar a cabo tan repentinamente esta unión. En efecto, cuando Vuestra Excelencia estuvo en Viena, aquel artículo publicado en Neue Freie Presse, aunque fue rápidamente, llegó a conocimiento de los húngaros, y los redactores de prensa, como si se tratara de un incendio, sin ni siquiera preocuparse por confirmar la veracidad de lo dicho, sin embargo, se rebelaron y protestaron vehementemente contra cualquier intención, incluso remota, que por medio de las Escuelas Pías se quisiera introducir en cuestione literarias y educativas en Hungría, a la que nuestra Provincia está estrictamente unida, viniendo de cualquier autoridad externa. Sin duda Vuestra Excelencia se daría cuenta de que la mayor parte de la prensa húngara es partidaria de que la educación de la juventud pase de manos religiosas a manos seglares.

Para orientar la opinión pública húngara contra esta opinión, y prevenir ulteriores combinaciones tendenciosas, consideramos necesario dar a conocer de la carta de Vuestra Excelencia de fecha 26 de enero sólo la parte en la que se dignaba informarnos de su antiguo deseo de conocer a los hermanos de las Escuelas Pías, y por eso la venida de Vuestra Excelencia a visitarnos carecía de intención oficial. A pesar de esta declaración, los periódicos, no solo de Budapest, sino de otras ciudades donde hay Escuelas Pías, trataron durante muchos días sobre la venida de Vuestra Excelencia. No queremos que Vuestra Excelencia ignore que los que de este modo se levantaron para nada transmitieron la refutación según la cual el General de la Orden solo tiene influjo en lo referente a la vida moral y en la disciplina religiosa; solamente les interesaba lo referente a la educación de la juventud y temas relacionados con ella.

Por lo tanto, si después de la paterna estancia de Vuestra Excelencia hace dos meses entre nosotros, ahora que apenas han cesado aquellos ataques contra cualquier influjo extranjero, y después de aquel intento de ganarnos la opinión pública a favor de Vuestra Excelencia, si ahora de repente damos a conocer las órdenes de Vuestra Excelencia de fechas 22 de julio y 5 de agosto en nuestras casas y a nuestros hermanos religiosos, estamos convencidos de que ahora ocurrirá una protesta mucho más fuerte por parte de la prensa. Sin duda calmó el ímpetu de los redactores aquella declaración nuestra que hicimos a partir de la carta de Vuestra Excelencia, y con ella calmamos la rebelión pública, pues la gente consideró suficientes las explicaciones dadas. Pero la situación sería muy diferente si se pueden servir de los preceptos transmitidos por Vuestra Excelencia para provocar a la opinión pública, las cortes y las principales autoridades para que intervengan contra el peligro que representa la reforma de los estudios por parte de las Escuelas Pías.

Pero, aunque la opinión de la prensa en asuntos públicos no debe despreciarse, no este clamor lo que llena de amarga ansiedad nuestro corazón, sino el efecto que las órdenes inesperadas enviadas por escrito por Vuestra Excelencia pueden tener entre nuestros hermanos religiosos. Pues si los profesores de nuestros 24 gimnasios, provistos de diploma otorgado por el Estado y en su mayor parte en la flor de la edad, si hoy abandonaran la Orden, con su diploma podrían trabajar en cualquier gimnasio. Y quién sabe cuántos serían los que perderían la confianza y adhesión que ahora tienen a la Orden si tuvieran ante la vista siempre la incertidumbre que amenazaría a la Orden si la vida de la Orden, después de siglo y medio de historia, desapareciera repentinamente por medio de nuevas disposiciones dadas sin preparación y transición. Aumentaría su incertidumbre si se impusiera toda esta reforma sin previa interrogación e información por parte del Provincial. Además de los 30 novicios y 35 estudiantes que estudian en el gimnasio, tenemos en la actualidad 68 estudiantes de filosofía y teología que, si se enteraran de estas órdenes de Vuestra Excelencia, no creemos equivocarnos si decimos que, por temor a la reforma, rápidamente depondrían el hábito religioso, después de haberse preparado a costa de la Orden, y ser capaces de ganarse la vida. Si la mayor parte de nuestros juniores nos abandonara, por una parte, a causa de la falta de relevos, al cabo de poco tiempo no podríamos satisfacer las obligaciones que tenemos en nuestros gimnasios; por otra parte, apenas encontraríamos entre los jóvenes quienes quisieran unirse a nosotros, y de todo ello se deduce que nuestros gimnasios pasarían, con gran alegría de los enemigos de la iglesia, a manos seculares.

Si nos permite usar la sinceridad de los hijos, no estamos menos perturbados porque en la carta e Vuestra Excelencia del 5 de agosto menciona la Provincia Austro-Húngara[Notas 9], en representación de la cual Vuestra Excelencia intenta nombrar a alguien de las Escuelas Pías de la Provincia Húngara Asistente General. Suponemos que esa Provincial Austro-Húngara es sólo una manera de hablar, sin realidad moral ni jurídica, pues si se intentara hacer una unión real de estas dos provincias, estamos convencidos de que contra esta unión no solo hablarían los redactores de los periódicos, sino que incluso las cortes y el gobierno del país protestarían con violencia. Pues, aunque Austria y Hungría tienen negocios en común en lo político, en los demás asuntos cada país en un reino independiente del otro. Por lo tanto, el Gobierno del Reino de Hungría solo reconoce la Provincia Húngara de las Escuelas Pías; sólo apoya y sustenta moral y realmente a las Escuelas Pías Húngaras, mientras desconoce una Provincia Austro-Húngara. Por lo tanto, si con buena intención se hiciera la unión de estas dos provincias, aunque sólo fuera nominal, sin embargo, esta denominación podría provocar diversas perturbaciones no solo a nuestra Orden, y no creemos que Vuestra Excelencia quiera ser la causa de ello.

No olvidemos la costumbre que existe, desde el principio de la llegada de las Escuelas Pías al Reino de Hungría en 1715, cuando fueron recibidas según las leyes del país, de que su Cabeza (es decir, el Provincial) fue siempre el que tenía plena potestad para aceptar fundaciones, o recibir cualquier otro tipo de obligaciones legales. Así, sin necesidad de recordar otras, el Altísimo Ministerio asignó, de acuerdo con un contrato firmado con el Provincial para construir un nuevo gimnasio de las Escuelas Pías en Temesvar, la cantidad de 240.000 coronas. Del mismo modo, el Estado asigna al P. provincial la cantidad de 88.000 coronas anuales para el mantenimiento de las Escuelas Pías, y además un subsidio para formar a nuestros juniores. Ahora bien, si el Reino de Hungría se enterara de que la Provincia de Hungría se había unido, aunque sólo fuera de nombre, por orden de alguna autoridad superior, sin su conocimiento y sin previa petición por parte del Provincial de Hungría, sin duda se destruiría su estado legítimo, según el cual el Provincial de Hungría tiene plena potestad para establecer o romper obligaciones en nombre de la Provincia. Esta situación traería, entre otras consecuencias, la supresión por parte del Estado de todos los subsidios que hasta ahora concede para el mantenimiento de la Orden, ya que el Reino de Hungría no puede conceder subsidios del erario público a corporaciones morales y literarias cuya cabeza no pueda dar plena garantía de que ninguna autoridad externa tiene derecho a tomar posiciones por encima de él, es decir, que el subsidio en Hungría es asignado solamente para finalidades escolares húngaras. De modo que si perdiéramos el subsidio que nos concede el Estado, nuestra Provincia no podría responder a su vocación a causa de la miseria, y tendríamos que abandonar nuestros gimnasios. No hace falta decir que esta incertidumbre perturbaría los ánimos y las actividades de los hermanos, de modo que nuestra floreciente Provincia quedaría reducida al extremo, con gran detrimento de la juventud y de la Iglesia Católica.

Preocupados por la futura existencia de nuestra Provincia, con sinceridad de hijo presentamos ante Vuestra Excelencia las graves secuelas que amenazan a nuestra Provincia si se pusieran en práctica de repente y sin preparación las órdenes indicadas en el altísimo rescripto. Pues nosotros, que tenemos ante la vista todo lo referente a Hungría, en conciencia debemos hacer notar que, si se publicara inmediatamente las altísimas órdenes de Vuestra Excelencia, acerca del cual la opinión pública tiene diversas sospechas de cuando Vuestra Excelencia visitó Hungría, se podrían derivar tales males que ni siquiera podemos imaginar. el hecho de que las Escuelas Pías tengan 24 gimnasios en Hungría, en los que cerca de 300 profesores diplomados de nuestra Orden instruyen anualmente a cerca de 10.000 jóvenes en el espíritu de la Iglesia y el amor a la Patria, siempre ha sido una paja en el ojo de aquellos que no ven con gusto la instrucción de los jóvenes en manos de religiosos. Su número crece cada día, y aplaudiendo aprovecharían la mínima ocasión que se les diera para dañar la confianza de Hungría en nuestro instituto, y arrancar de nuestras manos y al mismo tiempo de la Iglesia Católica la instrucción de la juventud. Y entonces no solo se arruinarían las Escuelas Pías ahora florecientes, sino todo lo relacionado con el General Romano.

Si Vuestra Excelencia piensa que nuestra angustia es excesiva, entonces le rogamos humildemente que, antes de tomar una decisión, se informe acerca de nuestra angustia, consultando a la persona adecuada, el Emin. Sr. Cardenal Primado del Reino de Hungría, el Arzobispo de Esztergom, que conoce bien la opinión pública húngara y la situación de las Órdenes Religiosas.

Nosotros insistimos en que no estamos en absoluto en contra de la adecuada unión con el General cabeza de toda la Orden de las Escuelas Pías, por lo que presentamos las súplicas siguientes a Vuestra Excelencia.

Puesto que las órdenes de Vuestra Excelencia citadas más arriba a mí y a mi consejo nos resultan totalmente inesperadas, y puesto que estas órdenes son contrarias al uso en la Provincia Húngara vigente desde hace siglo y medio, la publicación repentina de las reformas pretendidas , como hemos explicado más arriba, fácilmente reduciría al extremo a la Provincia Húngara de las Escuelas Pías, por lo cual suplicamos a Vuestra Excelencia que se digne benignamente permitir que la publicación de esas órdenes se difiera hasta que se presente el momento adecuado, que será cuando en el Capítulo de julio de 1906 podamos discutirlas, y entonces el Capítulo tendrá derecho, en nombre de toda la Provincia, de decidir acerca de esas órdenes.

En lo que se refiere al retraso del Capítulo General al año 1906, y la Comisión altísima a Vuestra Excelencia para que nombre un General para estos dos años, y el nombramiento de Vuestra Excelencia como Visitador Apostólico por tres años, así como la voluntad de Su Santidad de que todos los miembros de nuestra Provincia se esfuercen por cultivar además de la ciencia el espíritu de S. José de Calasanz y observen fielmente la disciplina religiosa, lo publicaré inmediatamente y lo exigiré estrictamente a todos los miembros de nuestro instituto. Mientras tanto, con respecto a la observancia religiosa, permítame Vuestra Excelencia informarle que ya en cartas circulares y con ocasión de las visitas siempre hemos tratado este tema, y siempre hemos procurado que el espíritu de nuestro Santo Padre se cultive en el corazón de nuestros hermanos, y hemos intentado eliminar todo obstáculo que pudiera debilitar mínimamente este espíritu. Esto lo tenemos muy presente en la formación de nuestros juniores, para que su vida religiosa sea vigorosa junto a las ciencias profanas, y aunque en estos tiempos existen muchos impedimentos contra la vida religiosa que antes no existían, esperamos que con el favor de la divina Providencia nuestros humanos esfuerzos no dejen de producir el fruto esperado.

Mientras pedimos humildemente a Vuestra Excelencia que se digne escuchar nuestras súplicas, me encomiendo yo mismo y nuestra Provincia Húngara a los paternos favores de Vuestra Excelencia, y besos sus manos bondadosas.

En Budapest, en nuestra sede de S. José de Calasanz, a 16 de agosto de 1914, en pleno Consistorio nuestro. Gabriel Magyar.

El P. Mistrangelo responde a esta carta con no menos energía que el P. Provincial, y con una insinuación de amenaza al final. Copiamos el borrador (en italiano) se su carta, que luego su secretario traduciría al latín[Notas 10]:

Hago notar que el Motu Proprio y el documento del Card. Merry del Val son obra de la Santa Sede y no mía; yo hago sólo de mensajero de la Santa Sede al enviároslo a vosotros. Son inesperados para vosotros, para los demás y para mí mismo. Y os ruego que creáis que esta es la pura verdad, como podréis constatar más adelante. La Santa Sede en su sabiduría ha creído deber enviarlos, y a nosotros sólo nos toca venerarlos y obedecerlos, como ciertamente han hecho ya todas las Provincias, menos Hungría. Por lo tanto, lamento decirlo, el retraso no es un signo de falta de obediencia filial a mí, sino a la Santa Sede, que me ha dado a mí el encargo.

Y es precisamente por el dulce recuerdo que tengo de todos vosotros, y al que apeláis ahora, que yo, con corazón paterno y verdadero afecto, debo deciros que, después de la solemne orden de la Santa Sede, no convenía retrasarse, sino hacer inmediatamente un acto de sumisión religiosa, como han hecho todos. “Roma locuta est, questio finita est”. Un Motu Proprio del Papa no se discute, sino que se acepta reverentemente. Y vosotros no podéis ignorar que la Santa Sede, antes de emitir documentos tan graves, y de una ventaja tan esencial para toda la Orden, ha ponderado cuidadosamente, como tiene por costumbre, las circunstancias que citáis. Precisamente por esto se dice en el documento del Secretario de Estado que, si hay dificultades o desacuerdos prácticos, los Superiores, de acuerdo con el Visitador Apostólico, recurrirán a la Santa Sede, que no dejará de proveer.

En cuanto a lo que plugo a Tu Reverencia referirme con respecto a las publicaciones de los periódicos con ocasión de mi viaje a esa Provincia, son cosas sin importancia que no deben referencia para nuestras acciones. Como le dije entonces, también en Italia y en otros lugares los religiosos escolapios están, en lo que respecta a la educación escolar, en vuestras mismas condiciones. Las disposiciones de la Santa Sede no se ocupan de ello, sino de la unidad de la Orden y de su jerarquía; sobre lo demás, no dicen nada. En la organización de las escuelas, en la relación con el Gobierno y con el público, el Provincial dispone según su prudencia y las circunstancias. Si los periódicos no lo entienden ahora, lo entenderán más tarde; lo que importante es que estéis convencidos de ello vosotros. Y entonces no habrá que temer que comunicados los documentos (no míos, repito, sino de la Santa Sede), ocurran las protestas periodísticas de las que habláis. Y si ocurren, a nuestros buenos religiosos les bastará el haber obedecido, callado y mostrado de hecho su religiosidad y filial obediencia. Las autoridades y los buenos que aman las Escuelas Pías, y son muchos ahí, aplaudirán vuestra conducta.

Tanto menos debéis temer que las Cortes del Reino y la gente de mayor influencia vean mal las disposiciones pontificias, que ni pueden ni deben producir los efectos desastrosos que indicáis, puesto que no miran a las temidas reformas, sino que buscan y quieren el bien de toda la Orden, teniendo en cuenta las circunstancias especiales, las costumbres, las necesidades de cada Provincia. Los superiores provinciales, rectores, maestros, tienen el deber, al transmitir los documentos, de tranquilizar en torno a ellos a los religiosos, los cuales, cuando no son irracionales y sin ningún espíritu, en cuyo caso es mejor que salgan, deberán sin más cumplir tranquilamente su contenido.

En lo que se refiere al Asistente General, debe notarse que, ante la Santa Sede y la Orden, según nuestras Constituciones, existen en el Imperio Austro-húngaro cuatro provincias, algunas totalmente destruidas y dependientes directamente del Superior General. Pero las mismas Constituciones quieren que para estas cuatro Provincias haya un único Asistente General; fue un signo de preferencia hacia vosotros el que se nombrase a un húngaro más bien que uno de otra provincia. Por eso no tienen ningún fundamento los temores que os afligen acerca de la unión de vuestra provincia con la austriaca y acerca de tener que dirigir los subsidios que recibís del Gobierno a favor de otros. Vuestro Provincial será siempre el superior de su Provincia ante el Gobierno y seguirá ofreciendo todas las garantías que hasta ahora habéis ofrecido.

Por lo demás, tengo una opinión demasiado buena de los religiosos húngaros como para temer la ruina que sugiere. Lamento que os aflijáis inútilmente. La Santa Sede conoce ciertamente la manera de pensar del Cardenal de Esztergom a propósito de vuestras condiciones, también lo conozco yo, y soy de su misma opinión, a saber, que no se deben hacer repentinas reformas y estropear el bien que hacéis en todos vuestros gimnasios. Tenéis que ver con la suma prudencia de la Santa Sede y con el Papa Pío X que tanto ama las Escuelas Pías; tenéis que ver conmigo, que soy vuestro Padre, puesto que como tal me presenté a vosotros, y tal lo soy y lo seré siempre, dispuesto siempre a ayudaros a conseguir el mayor bien civil, religioso y moral. Así que abandonad vuestros miedos; Estad seguros de que todo se hará a satisfacción vuestra, con dulzura, con longanimidad, sin choques ni intemperancias.

No me es posible acceder a que no comunique el Motu Proprio y el documento que le acompaña, hasta 1906, según pide en su carta. La orden de comunicarlos inmediatamente viene de la S. Sede. Yo no he hecho sino obedecer. Usted, querido P. Provincial, debe hace como he hecho yo, y como han hecho los otros Provinciales, y asegurarme que fue recibido todo en todas las casas, para que a mi vez yo pueda informar a la Santa Sede. Y contra las disposiciones pontificias que quieren que se restablezca el orden jerárquico en las Escuelas Pías, ni el Capítulo General, ni mucho menos el Capítulo Provincial de Hungría pueden tener derecho de discernimiento. Lo único que hay que hacer es obedecer, como se dice en el documento de la Secretaría de Estado. Podéis exponer las observaciones que estiméis oportunas, pero los documentos citados hay que publicarlos íntegros, en respuesta a la voluntad del s. Pontífice y al derecho de los Religiosos.

Estando así las cosas, no tengo ninguna duda, óptimo P. Provincial, de que, con prudencia, harás todo cuando te digo con afecto paterno. Estoy seguro de que S. José de Calasanz hará que todo salga bien; vuestra Provincia recibirá solo inmensos beneficios de las disposiciones emanadas de Pío X. Por lo demás, puedo asegurarte que es deseo de vuestro Rey, voto ardiente de los grandes que tienen afecto a las Escuelas Pías, y voluntad de todos los Obispos, que de la unión de este sarmiento con la vid se doblen en número y en belleza los frutos de educación cristiana que producís. Por lo demás, tú comprendes, y lo comprenderá contigo el Consistorio, contra la Santa Sede no podéis ir, sin saliros fuera del camino y temor de ir hacia una muerte segura. España, que presumía de una autonomía obtenida no solo de las leyes civiles, sino de dos Bulas de Romanos Pontífices, ha aceptado con reverencia y sumisión el Motu Proprio y las disposiciones papales Y también allí nuestras escuelas dependen del gobierno y están reconocidas, y todo ocurre más o menos como entre vosotros. Haced, pues, lo mismo vosotros, que no habéis estado nunca canónicamente divididos, y dad pruebas de piedad, de religión y de sentido, tanto más que, como os repito, no debéis temer ni reformas súbitas, ni decisiones que nos sean sensatas y prudentes. Vuestro Asistente General, estando en Roma, gestionará y dará luz en cada cosa; referirá a la Congregación y a la Sede Apostólica vuestras necesidades y las exigencias del gobierno, de los usos, de la gente yd el país. Por ello en mi última carta te pedía que me sugirieras el nombre de un hombre hábil y apto, y te ruego de nuevo que lo hagas cuanto antes para beneficio vuestro, y para que yo, en caso de que no pueda antes de finales de agosto publicar la circular anunciando el nuevo General y la nueva Congregación, tal como me lo ha ordenado la Santa Sede, no me vea obligado a manifestar los motivos del retraso, y esto, créeme, y te hablo como amigo y como padre, sería en detrimento vuestro.

Esperando, te abrazo y te bendigo, asegurándote que no te arrepentirás nunca de haber escuchado la voz de tu…

Ante semejante intimación, al P. Provincial y a su Consistorio no les queda sino obedecer. Sin embargo, el P. Provincial, al mismo tiempo que se somete, intenta justificarse, y dejar de algún modo la cuestión abierta, pendiente de una reconsideración por parte del P. Mistrangelo. Lo podemos ver en la carta siguiente[Notas 11]:

La benigna carta de Vuestra Excelencia fechada el 21 de agosto, aunque no nos tranquilizó por completo con respecto a los temores que expresábamos, sin duda puso las cosas en su sitio. Pues entendimos por la carta de Vuestra Excelencia que las órdenes referentes a nuestra Provincia eran una decisión firme de la S. Sede, y que no aceptan ningún tipo de discusión, y que exigen una obediencia sin condiciones, “Roma locuta, questione finita” para que no se nos pueda acusar de desobedientes.

Para tranquilizar nuestra conciencia por completo, diremos que al expresar nuestras inquietudes con respecto a la existencia futura de nuestra Provincia, cumpliendo nuestro oficio, no creemos que se nos pueda tratar de desobediencia a la Santa Sede; y del mismo modo, en nuestra súplica del 16 de agosto repetíamos una y otra vez que de ningún modo pretendíamos rechazar el nexo propio con el General de toda la Orden, al cual se refieren estas órdenes superiores, sino que tan solo rogamos a Vuestra Excelencia la dilación de su publicación. Pero, puesto que las declaraciones de Vuestra Excelencia excluyeron toda duda con respecto a diferirlas, según habíamos pedido, y puesto que la repetición de nuestros temores y cualquier otro tipo de argumentos no solo sería superflua e inconsiderada, sino que con ello impediríamos que aquellas órdenes se cumplieran en el plazo señalado, y en cierto modo rechazaríamos la voluntad de la Santa Sede, considero que es obligación mía, de acuerdo con mi Consistorio, declarar con honor a Vuestra Excelencia que se harán públicas para cada hermano aquellas órdenes según la voluntad de Vuestra Excelencia, y que ya he indicado por telégrafo el 27 de agosto que había designado como Asistente General al P. Gerardo Vary de S. Benito[Notas 12], hombre de mucho mérito, que creo con sus dotes y facultades cumplirá bien con la tarea que se le encomiende.

Al mismo tiempo que informo a Vuestra Excelencia sobre el decreto adoptado con mi Consistorio en a fecha del Santo Fundador, permítame la sincera confianza con que un hijo habla con su padre sobre asuntos serios, expresar de nuevo a Vuestra Excelencia algunos asuntos en relación con nuestra Provincia de Hungría.

Aunque las palabras consoladoras y alentadoras de Vuestra Excelencia, nacidas de su amor paterno, intentaban disipar los temores que le exponíamos en nuestra carta del 16 de agosto, por mucho que queramos que sea cierta la opinión de Vuestra Excelencia, ¡oh dolor! aquellas palabras no nos libraros de nuestros temores. Nuestros temores, Padre Bondadoso, solo los puede comprender quien conoce la historia, las luchas, las dificultades y circunstancias de nuestra Provincia. Si traemos a la memoria desde los escritos de los mayores los esfuerzos con los que ellos, a partir de las fundaciones bien pequeñas de nuestras casas en el siglo XVIII, en un estado de pobreza inaudito incluso para las Órdenes mendicantes, a pesar de dificultades enormes conservaron las escuelas, nosotros sus sucesores nos estremecemos, y sentimos un profundo amor hacia nuestros mayores, auténticos héroes de las instituciones y de las tradiciones calasancias, y nacen en nosotros sentimientos de alabanza y de piedad hacia quienes en medio de tanta pobreza conservaron nuestra Provincia.

Los próceres y nobles de las Cortes del Reino de Hungría, viendo el servicio saludable que ofrecían los mayores, incluso en medio de condiciones difíciles, en cuestión de educación e instrucción de la juventud, a comienzos del siglo XIX, unánimemente recomendaron nuestra Provincia para que recibiera las gracias y favores del Rey, y sus regios donativos para el sustento de la Orden de la Provincia de Hungría de las Escuelas Pías se añadieron a los bienes inmuebles, mientras la Orden cumpla adecuadamente su obligación de educar e instruir correctamente a la juventud. A pesar de ello nuestra Provincia sufrió una crisis, pues a mediados del siglo XIX hubo un cambio de los planes de estudio, con ampliaciones y transformaciones de gimnasios menores en mayores y superiores, para lo cual hacía falta que nuestros profesores jóvenes fueran a la Universidad, y ello impuso tales cargas a nuestra Provincia, que los gastos superaban a los ingresos, y nuestra Provincia conoció la crisis, como la habían experimentado nuestros mayores. En aquellos años difíciles nos esforzábamos por medio del Consistorio en ofrecer alguna ayuda, con nuestro pequeño salario –que apenas bastaba para comprarnos la ropa- en ahorrar de buena gana algunos florines para poder ofrecer alguna ayuda a nuestros hermanos de edad avanzada, que habían trabajado durante 50 años en nuestra Provincia.

Y a pesar de que en tal estado de cosas nos recomendaron más de una vez que dejáramos algunos gimnasios –sea dicho sin jactancia- estaba vivo en nosotros el amor heredado de nuestros mayores a nuestras instituciones y tradiciones calasancias, y conscientes de que abandonando o cediendo a manos seglares los gimnasios se perderían completamente para la Iglesia Católica y para los católicos de la patria esos institutos, los mantuvimos constantemente en medio de la lucha y graves dificultades. Apenas hace un decenio desde que el nuevo subsidio del Gobierno y de las Cortes del Reino a liberado a nuestra Provincia del peligro de su destrucción.

No es que hayamos salido ya de las dificultades materiales, para qué lo vamos a ocultar; en nuestra Provincia, como en todas partes, hay virtudes y defectos. Pero siempre hemos intentado, en la medida de lo posible, remediar los males ofreciendo la medicina adecuada, y tan pronto como recibimos los subsidios decidimos en qué emplearlos: decidimos que nuestra primera tarea debía ser el tema de la educación e instrucción sólida de los juniores de la Orden no solo en los temas literarios necesarios para nuestros días, sino también formarlos conscientemente en el espíritu del Santo Fundador y en las tradiciones de las Escuelas Pías, de modo que sean clérigos regulares según el corazón de Dios y educadores cultivados religiosamente de la juventud.

De modo que cuando, apenas liberados del mal y salidos de la miseria material, en nuestra Provincia nos esforzábamos en allanar el camino de la consolidación espiritual y moral, esforzándonos todos e intentándolo con esperanza, cuando trabajábamos fielmente con intenso esfuerzo y devoción interior hacia las instituciones calasancias para conservar y consolidar fielmente el amor y el ardor del ánimo hacia las tradiciones de la Orden y el espíritu religioso, recibimos, después de la visita paterna de Vuestra Excelencia, el mandato totalmente inesperado de que pusiéramos urgentemente en práctica aquellas órdenes.

No quiero volver a describir aquí las angustias que se apoderaron de mi corazón y del ánimo de cada uno de los miembros del Consistorio: esta Provincia Húngara, que durante siglo y medio, aunque no estaba canónicamente separada, sin embargo había sido separada por voluntad del Emperador según su derecho, y que había sobrevivido a los peligros de la amarga decadencia y conservado íntegramente sus virtudes calasancias; esta Provincia Húngara que, abandonada a su suerte, se había conservado trabajando con sudor y sangre en la educación e instrucción católica, ¡ahora, por la inesperada publicación de aquellas órdenes, y su ejecución inmediata, sin tiempo para preparar el ánimo para recibirlas, iba a ser presa en un futuro próximo de perturbaciones y de incertidumbre, llena de ansiedad!

En este estado de ánimo escribimos a Vuestra Excelencia, nuestro querido padre en Cristo, el 16 de agosto nuestra carta de súplica. En ella expresamos claramente que no es el alboroto y el estrépito de los periódicos lo que nos llena de temor, sino más bien el alboroto mayor que puede producir después la inquietud y perturbación de los hermanos. Aunque a causa de las obligaciones que tenemos con tantos gimnasios la pérdida de muchos profesores de la Orden no puede de ningún modo dejarnos indiferentes, sin embargo, no nos lleva a la desesperación el que algunos hermanos – en los que no aparece el deseado espíritu religioso – abandonen tal vez la Orden, pues su salida produciría como mucho una perturbación pasajera… Lo que hoy nos produce la angustia indicada es que muchos de los jóvenes de la Orden, con el pretexto de las inminentes reformas, antes de hacer la profesión solemne, después de haber terminado sus estudios literarios a costa de la Orden tal vez abandonen la Orden. Y principalmente que los jóvenes, temiendo reformas más estrictas, apenas pidan su entrada en la Orden en número suficiente. De modo que lo que las dificultades y miserias desde el origen de la Orden no pudieron arrebatar, las condiciones de las cosas en este decenio más fácil podrían lograrlo, a saber: que debamos abandonar varios gimnasios por falta de individuos, que luego ya de ningún modo podrán ser recuperados por la Iglesia. Y ciertamente si no podemos conservar los gimnasios actuales por falta de profesores, perderemos necesariamente las fuentes materiales de vida, los subsidios asociados a ellos, lo cual significaría nuestra total destrucción.

No ignorando el estado de ánimo y las corrientes sociales actuales en contra de la vida religiosa, podemos decir sin duda que nos amenaza un peligro mayor de lo que imaginamos a causa de la disminución del número de los que pedirán ser admitidos en nuestra Orden; a Vuestra Excelencia no se le oculta que debemos ser más estrictos al admitir a nuestra vida, a los estudios literarios, a jóvenes que quieren entrar en ella, pues entre nosotros no basta con que el joven tenga un ánimo piadoso, sino que en él, además de esta virtud, se requieren mayores facultades e ingenio, y para poder recibir en la Orden el número adecuado de jóvenes, necesitamos que haya muchas peticiones, y que ya en nuestros días se siente la falta de ellas.

No ignorábamos, Padre Clementísimo, que las órdenes venían de la Santa Sede, pero tampoco ignorábamos que Vuestra Excelencia, General de la Orden, podría presentar a la Santa Sede, intercediendo por nosotros, las órdenes de la S. Sede que Vuestra Excelencia nos transmitió, según costumbre. Estábamos convencidos de que si Vuestra Excelencia hubiera presentado a la Santa Sede nuestros temores expresados en nuestra carta del 16 de agosto, defendiéndolos, ella habría sido propicia y habría permitido la dilación de dos años para su publicación, de modo que nosotros encontrásemos en este tiempo para proteger a la Orden del alboroto público de los periódicos y preparar los ánimos. ¡Oh dolor!, esta esperanza ha sido frustrada. Por el escrito enviado por Vuestra Excelencia el 21 de agosto resulta patente que no podemos evitar las consecuencias inminentes de su ejecución para nuestra Provincia.

Después de ello, solo queríamos, de buena e íntegra fe, lograr el benigno favor de Vuestra Excelencia para presentar más arriba aquella humilde petición para evitar las dificultades. Pues nosotros, tal como lo exigía la cosa, en conciencia debíamos manifestar nuestra preocupación por la suerte de nuestra Provincia, con las dificultades que nos amenazaban si se ordenaba poner en práctica inmediatamente las órdenes inesperadas; ya que, Padre clementísimo, nuestra conciencia no podría verse libre de numerosas acusaciones mordaces si hubiéramos llevado a cabo humildemente aquellas órdenes sin decir una palabra, y consideramos que era totalmente legítimo expresar nuestros temores; pesaría sobre nuestra conciencia el peso intolerable de la ruina y despoblación de nuestra Provincia floreciente si no hubiéramos hecho lo posible para conservarla por todos los medios.

Confiando en nuestras difíciles condiciones y situación en la divina providencia a ejemplo de la vida del Santo Fundador, convencidos de que tendremos el auxilio de Dios después que hayamos hecho diligentemente todo lo podamos hacer por el bien de la Orden y de nuestra Provincia Húngara, y conociendo que el corazón paterno de Vuestra Excelencia actuará con sumo amor hacia la Orden y hacia nuestra Provincia en este asunto, defendiéndonos ahora y en futuras circunstancias y dificultades, rogamos que nos siga protegiendo con amor paterno y propicio.

Expresando de nuevo esta petición y expresando nuestra confianza de hijos, y encomendándome yo mismo y a nuestra Provincia Húngara a su afecto paterno y a los favores de lo alto, beso su mano.

En Budapest, en nuestra casa de S. José de Calasanz, a 27 de agosto de 1904, en pleno Consistorio.

De momento las cosas quedaron tranquilas. Pero pronto comienzan a agitarse las aguas de nuevo. El Asistente húngaro, P. Vary, pregunta en una sesión de la Congregación General acerca de los límites de la obediencia de los escolapios húngaros al P. General; le dicen los demás Asistentes, pues el P. General está ausente, que deben seguir lo que indican las Constituciones de Calasanz[Notas 13]. Más adelante, hacen notar que en el Catálogo de la Provincia de Hungría han de poner en la 1ª página el nombre del P. General y su Congregación; en la Provincia hay demasiados Asistentes, contrariamente a lo indicado en las Constituciones de que haya sólo 4. Pasado el bienio, que lo tengan en cuenta[Notas 14].

Las chispas saltaron de nuevo con motivo de la decisión de la Congregación General de honrar a cada Provincia de la Orden con el nombramiento de un Ex General Honorario en la persona de algún religioso destacado por sus méritos. Todas las demás provincias aceptaron el nombramiento agradecidas, proponiendo al candidato. Todas, menos Hungría. En un primer momento parece ser que por parte de Hungría (quizás lo hiciera el Asistente Vary) se sugirió el nombre del P. Benedek Csaplar, pero al enviar el nombramiento, el P. Provincial, lo devolvió, con la carta siguiente[Notas 15]:

Recibí la carta con el rescrito en el que se nombra Ex Provincial Honorario al P. B. Csaplar. Creo que es necesario que escriba con respecto a ese nombramiento.

Entre nosotros, y según la costumbre y ritos observados hasta ahora, solo puede ser Ex Provincial alguien que haya tenido el cargo de provincial, y entre nosotros el P. Andreas Kalmar es emérito o Ex Provincial. En la lengua húngara no se puede expresar “Ex Provincial” sino con la palabra “emérito”, por lo cual sería una innovación insólita en nuestras costumbres si se aceptara el nombramiento de Ex Provincial para otros, en lugar de Provincial Honorario, título que tenía el P. A. Kalmar, que abdicó del cargo de Provincial.

En lo que se refiere a la omisión del nombramiento, ciertamente la cosa no provocará sorpresa si en el boletín de Ephemerides se explica la causa y el significado: en la Provincia de Hungría ya hubo antes el título de Provincial Honorario para una persona de gran mérito en la Orden, por lo cual en la Provincia de Hungría se estima superflua cualquier otra denominación, incluso si hay varios hombres dignos de tal honor. La misma Provincia de Hungría siempre tuvo mucho cuidado para conceder honores a los hermanos de la Orden dignos de ellos, y los distingue con el título religioso de Asistentes o Consultores Provinciales. La Orden estimaba ya antes y estima mucho al P. Benedek Csaplar, y desde hace más de veinte años lo ha distinguido con el honor de nombrarlo consultor Provincial, y lo sigue venerando por todos los hechos de su vida con especial devoción. El P. Csaplar es hasta ahora, y lo seguirá siendo en el futuro, por su ciencia y su virtud, un padre y una columna, y es dignísimo de la veneración de los antiguos, de los presentes y de los que vengan; en nada se le pospone.

Puesto que este nombramiento significaría una innovación insólita y singular en nuestras costumbres, y sería recibida por los hermanos como algo inusitado, te ruego que no tomes a mal que te envíe esta carta devolviéndote el honor.

El P. Brattina responde asombrado ante este rechazo: él solo pretendía honrar a la Provincia. Alaba su obediencia al gobierno del país, pero cuestiona su obediencia al Superior General. Vuelve a enviarle el nombramiento, y le dice que si no lo quieren recibir, esta vez lo devuelvan al Visitador Apostólico, P. Mistrangelo[Notas 16]. El P. Viñas informa sobre el incidente al P. Mistrangelo. Su opinión, una vez más, difiere de la del P. General. Le sugiere lo siguiente[Notas 17]:

Ciertamente aquí anda la mano del P. Vary, que en Roma se mostró siempre abiertamente contrario a tal nombramiento.

El Rmo. P. Prepósito cree que se debe hacer aceptar por fuerza tal nombramiento, y me dice que escriba a V.E. Rvma., como Visitador Apostólico, para ver qué hacer.

Aunque mi opinión es la de un simple secretario, permita que se la exponga a V.E. Rvma. Yo creo que sería mejor, en lugar de hacerle volver a comerse la patente al P. Magyar, esperar a que venga el P. Vary a Florencia, donde estará para el Carnaval, que ya no queda lejos, y entonces V.E. Rvma. le manifieste el disgusto que le ha causado esta negativa. Si se doblega el P. Vary, todos se doblegarán, y se tendrá el nombramiento de acuerdo con la voluntad de los Supremos Superiores.

Tanto más me parece que esta opinión es buena, cuanto mi segunda carta al P. Provincial de Hungría era muy respetuosa, sí, pero mostraba que la negativa había sido muy amarga para el P. General, y le decía que en Hungría causaría sorpresa el no ver a la Provincia Húngara favorecida como las demás con un Ex Provincial Honorario. Objeción a la que responde el citado P. Magyar rogándome que diga a los lectores de Ephemerides que en Hungría no se usa tal nombramiento.

Al acercarse el Capítulo General, las espadas siguen en alto. En una sesión de la Congregación General se comenta sobre las dificultades de los escolapios húngaros para volver a las Constituciones del Fundador, tal como se aplican en el resto de la Orden[Notas 18]. El P. Brattina les envía un comunicado pidiéndoles que celebren el Capítulo Provincial como el resto de las provincias, antes del 20 de julio, fecha prevista para el Capítulo General. Por una vez, para satisfacer su petición, para este año 1906 solamente, le concede algunas excepciones: que presenten las ternas para provincial y rectores con sus 7 asistentes. Las traerán al Capítulo General para decidir allí. Permite también para este año 1906 que las casas que tengan más de 10 religiosos envíen 2 vocales al Capítulo Provincial (las Constituciones prevén uno solamente).[Notas 19]

La concesión no satisface al P. Magyar, que pide al P. General que, por esta vez, les permita celebrar el Cap. Provincial a su manera, como lo llevan haciendo desde hace 125 años, para evitar rebeldías y perder autonomía.[Notas 20] Piden los húngaros, además, el apoyo del Arzobispo de Esztergom, Primado de Hungría, que escribe una carta al P. Mistrangelo apoyando sus peticiones:[Notas 21]

Nuestros periódicos de Hungría hace ya algunos meses publicaron varios artículos sobre cierta reforma que se intentaba hacer en la Provincia de Hungría de las Escuelas Pías, que causaron gran sensación tanto en círculos privados como públicos, por lo cual yo estoy enterado de este asunto.

El P. Provincial de las Escuelas Pías de Hungría me trajo recientemente dos fascículos sobre las nuevas normas para proceder en los capítulos locales y provincial. Me dio además una copia de una carta de Tu Excelencia fechada en Florencia, 2 de junio, nº 637, en la que se indica también la nueva norma para elegir en el Capítulo tanto al Provincial como a los superiores locales.

Como los puntos contenidos en los fascículos ciertamente necesitan más tiempo para comprenderlos bien, y algunos de ellos exigen que yo trate más a fondo de ellos con el Gobierno de Hungría, y como parece que el tiempo hasta el 5 de julio, en que está prevista la elección del Ministro Provincial en Hungría es corto para tratar adecuadamente con el real gobierno de Hungría, luego con Tu Excelencia, y con el Ministro Provincial sobre un asunto de tanta importancia para la Provincia de Hungría, ruego a Tu Excelencia que quieras desistir de los nuevos estatutos para la celebración del Capítulo Provincial y la elección del Ministro Provincial en esta ocasión, y que te dignes pedir al Emmo. y Rvmo. Sr. Cardenal Merry del Val que graciosamente permita por esta vez solamente a los Escolapios de Hungría que puedan llevar a cabo la elección del Provincial y otros Superiores según su costumbre.

El Cardenal Merry del Val había indicado al P. Magyar que “Es voluntad del Santo Padre que el Capítulo Provincial de los Escolapios de Hungría sea presidido personalmente por Mgr. Mistrangelo, Visitador Apostólico, con la firme convicción que esta decisión será ventajosa para las Escuelas Pías de Hungría”.[Notas 22] El P. Mistrangelo, por razones de peso o de conveniencia, renuncia a esta presidencia, y propone en su lugar a Mgr. Gustavo Carlos Majlath, Obispo de Transilvania. Accede el Cardenal, y responde al P. Mistrangelo que[Notas 23]

Después de haber conferido a Mons. Gustavo Carlos Majlath, Obispo de Transilvania, el encargo de presidir como especial Delegado Apostólico el Capítulo Provincial de las Escuelas Pías de Hungría, el Santo Padre ha creído oportuno darle algunas instrucciones a propósito. Y, como Su Santidad considera oportuno ponerle al corriente de tales instrucciones al P. General de las Escuelas Pías, envío adjunta una copia a S. R. Ilma., con el ruego de que la lea y luego haga llegar el documento al P. General.

INSTRUCCIONES para Mons. Obispo de Transilvania destinado a presidir el Capítulo de los Escolapios de Hungría como Delegado especial de la Santa Sede.

1.El primer acto como Delegado Apostólico especial para el Capítulo Provincial de los Escolapios de Hungría será presentarse al mismo Capítulo, y hacer leer el Decreto de nombramiento, ateniéndose luego a las siguientes instrucciones.
2.Declarará que el Santo Padre siente un especial afecto por los Escolapios Húngaros, tan laboriosos y tan asiduos a la educación de la juventud, pero sujetos a dificultades especiales en lo referente a las condiciones regulares y electivas, por lo que quería consolarles con la presencia del Arzobispo de Florencia, con facultades especiales para eliminar las principales dificultades (dejando salva siempre la unidad de la Orden Escolapia) que se presentaran, y para confirmar la elección, sin obligación por esta sola vez de las ternas. Dirá que, no pudiendo por impedimentos que se le han presentado el citado Arzobispo acudir ahora a Hungría, Su Santidad, con un nuevo acto de especial bondad, se ha dignado confiar la presidencia del citado Capítulo a él, Obispo de Transilvania, ordenando bajo precepto de santa obediencia a los capitulares que lo reconozcan como tal, bajo pena de invalidez de todos los actos capitulares y de todas las elecciones.
3.Informará a todos los capitulares que el Santo Padre, solamente en relación con el Capítulo y con las elecciones, dispensa benignamente de todo tipo de irregularidad, inhabilidad y censura, incluso de excomunión especialmente reservada al Romano Pontífice en el artículo sexto de las Constituciones de la Sede Apostólica, que pudiese atar a cualquiera de ellos y de los futuros elegidos en el presente Capítulo, y exhortará a todos a proceder en conciencia y sin miras humanas en las elecciones capitulares.
4.Asistirá a todos los actos y a todas las sesiones capitulares, y a las de la Congregación Provincial que se celebren durante el Capítulo.
5.Por esta sola vez, el orden ritual del Capítulo será sustancialmente el mismo tenido durante los capítulos precedentes, con estas condiciones:
a.Las elecciones serán solo para un trienio, como en las otras provincias de la Orden.
b.Se hará la elección de los vocales para el próximo Capítulo General, y ello bajo pena de invalidez de todas las elecciones de Superiores Provinciales y Locales.
c.Los vocales al Capítulo General que se celebrará próximamente en Roma, con el Provincial que se elija, estarán absolutamente obligados a intervenir en dicho Capítulo General, como los de las demás provincias de la Orden, bajo gravísimo precepto de santa obediencia.
6.Habiendo el común enemigo de las almas intentado introducir perturbaciones entre algunos Escolapios Húngaros, con rumores de reformas indiscretas e inconsultas, hará saber que el Santo Padre, aun queriendo que sea oportuna y dulcemente corregido aquello que necesitase corrección en la Provincia Húngara, como en las demás, y estando absolutamente decidido a no tolerar nada contrario a la perfecta unidad de toda la Orden Escolapia y a la sustancial autoridad de los Prepósitos Generales, sin embargo quiere que todo proceda con suma madurez, suavidad y prudente condescendencia. Por eso quiere, e insiste especialmente en que de manera especial Monseñor Mistrangelo, cuya singular discreción y dulzura en el gobierno es bien conocida, incluso en Hungría, sea el Padre bondadoso, guía y consuelo de los escolapios húngaros en las dificultades de índole jerárquica general y de sustancialidad de vida escolapia durante el tiempo en que continúe como Visitador Apostólico de esta Orden. La unidad de la Orden no quita, sino que da vida, vigor y fuerza saludable a la genuina y sana autonomía de cada provincia; el gobierno supremo de la Orden, que solo interviene en cuestiones de mayor gravedad, es garantía de una auténtica y legítima autonomía provincial, de fuerza moral y de legal desarrollo y libertad de gobierno en las autoridades provinciales.
7.Por otra parte, cada escolapio, como cualquier otro religioso, debe estar bien persuadido de que la Santa Sede nunca podrá tolerar, allá donde existan, abusos que fuesen sustancialmente destructivos de la esencia y noción de la vida regular, y por ello ninguna independencia imaginaria o imaginada de conventos, de colegios o provincia podrá nunca dispensar de la obligación de regularidad esencial, ni sustraerse a las visitas canónicas y a la dirección de los Superiores Generales. Si resulta que una Orden, una Provincia, un convento o un colegio de religiosos, incluso sin culpa suya, no responde a las órdenes ordinarias de sus legítimos Superiores Generales o Provinciales; si las visitas de los superiores regulares, incluso sin culpa suya, se vuelven ineficaces, la Santa Sede suele proveer remedios extraordinarios de Visitadores Apostólicos elegidos fuera de la Orden respectiva, entre los Prelados del Clero secular o regular, a los cuales confiere, por un periodo más o menos largo de tiempo, poderes especiales por el bien de la Orden, Provincia o Casa religiosa visitada. Pensar que la Santa Sede deje abandonadas a sí mismas o sin consuelo y ayudas válidas a estas parcelas elegidas de su grey sería hacer injuria a la solicitud pastoral del Vicario de Jesucristo.
8.Explicará a los vocales que su oficio actual de Presidente del Capítulo no es el de los Visitadores apostólicos indicados en el número precedente, sino solo una delegación papal únicamente para el tiempo del Capítulo Provincial.
9.Después de hechas las elecciones, las confirmará definitivamente con estas palabras: “Por orden de la Santa Sede, y en nombre de los Moderadores Generales de toda la Orden de las Escuelas Pías, y en su lugar, y con la Autoridad Apostólica, confirmamos la elección de N. N. por un trienio”.
10.Terminado el Capítulo, hará redactar de manera auténtica las actas, y después de las firmas habituales, las aprobará con estas palabras: ““Por orden de la Santa Sede, y en nombre de los Moderadores Generales de toda la Orden de las Escuelas Pías, y en su lugar, y con la Autoridad Apostólica, aprobamos las actas del Capítulo Provincial de Hungría, ordenando que se transmita un original al Prepósito General, sin demora”. Firmará la copia para la Provincia y la que debe ser enviada a Roma. Se hace notar que no debe tolerarse en las Actas del Capítulo ninguna proposición o pretensión que directa o indirectamente sea contraria a la Unidad perfecta de toda la Orden Escolapia.
11.Finalmente, antes de abandonar el lugar del Capítulo, concederá en nombre del S. Padre la Bendición Papal a todos los capitulares y a los demás religiosos presentes. Después de lo cual informará sobre el cumplimiento de su oficio al Santo Padre.

Nota. Se deja a la prudencia de Mons. Majlath la facultad de leer totalmente o en parte estas instrucciones a los capitulares.

Roma, 3 de julio de 1906. Firmado: Card. Merry del Val.

Está claro que la Santa Sede seguía de cerca el tema de la unión de toda la Orden, y lo mismo que había intervenido un par de años antes con energía para doblegar las resistencias de los escolapios españoles, quería apoyar ahora al Superior General para obtener la obediencia de los húngaros.

Notas

  1. RG 2, 416. 26 junio 1905.
  2. RG 24 13, 6. 14 julio 1905.
  3. RG 250 l 2, 6. 5 julio 1905.
  4. RG 250 f 5, 6. 22 diciembre 1905.
  5. RG 251 a 1, 7. 28 abril 1906.
  6. RG 251 a 1, 1. 1 junio 1906.
  7. RG 251 a 1, 6. 22 mayo 1906.
  8. RP 54 11, 6. 16 agosto 1904.
  9. No es así: el P. General había hablado de “las Provincias Austro-Húngaras”, en plural. Se nota la viva susceptibilidad de los húngaros, que les hace leer cosas que no estaban escritas.
  10. RP 54 11, 7. 21 agosto 1904.
  11. RP 54 11, 12. 27 agosto 1904.
  12. 1843-1929; Asistente General 1904-1912; Maestro de novicios y de juniores. Experto en filología clásica y lengua húngara.
  13. RG 21, pág. 58. 4 noviembre 1904.
  14. RG 21, pág. 60. 12 noviembre 1904.
  15. RG 250 o, 3. 7 febrero 1905.
  16. RG 250 o, 2. 1 marzo 1905.
  17. RG 250 o, 5. 11 febrero 1905.
  18. RG 21, pág. 111. 12 enero 1906.
  19. RG 24 13, 8. 11 abril 1906.
  20. RG 21, pág. 132. 5 junio 1906.
  21. RP 54 11, 20. 13 junio 1906.
  22. RG 2, 418. 27 julio 1905.
  23. RG 2, 420. 3 julio 1906.