General32/Otros asuntos relevantes de este periodo

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El Capítulo General de 1906
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Otros asuntos relevantes de este periodo

Los siete lunes

Seguramente es poco conocida, o del todo ignorada, una devoción que en estos años se intentó extender desde las Escuelas Pías. Fue el P. Calasanz Homs, Procurador General, quien solicitó a la Santa Sede una indulgencia especial, y el Cardenal Luigi Tripepi 1836-1906), Prefecto de la Sagrada Congregación de Ritos, quien la concedió. Dice así el documento que obra en nuestro Archivo General[Notas 1]:

El Procurador General de los Clérigos Regulares de las Escuelas Pías, humildemente prostrado para el beso del pie, implora que todos los fieles que, durante siete lunes consecutivos, a elegir por cada cual según su arbitrio, confesados y comulgados, hagan piadosas meditaciones u oraciones vocales u otras obras de piedad cristiana en honor de S. José de Calasanz, y además visiten una iglesia u oratorio público o privado del Instituto citado, puedan ganar una vez al año en cada uno de los citados lunes la Indulgencia Plenaria, aplicable también a los difuntos.

Se concede, de manera perpetua.

Calasanz, Protector Celeste de la Instrucción Popular Cristiana

También en estas fechas se siguen haciendo esfuerzos para que se proclame a nuestro Santo Padre Patrón celestial de todas las escuelas populares cristianas, algo que sólo se conseguirá en 1948, por obra de Pío XII. El P. C. Homs informa al P. Mistrangelo que han preparado 2000 copias de un “Comentario” sobre Calasanz, para distribuirlo entre cardenales y obispos de fuera, para no llamar la atención de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, que piden lo mismo para La Salle. A cada obispo le envían una carta y el Comentario, pidiéndoles que envíen una carta firmada y sellada al Papa apoyando la petición[Notas 2]. La Congregación General, en su última sesión, deciden que el primer acto del Capítulo sea una petición pidiendo a Pío X que nombre a San José de Calasanz Patrón universal, etc.[Notas 3] Y, efectivamente, en sesión del 24 de julio se aprueba la petición al Papa a favor del deseado nombramiento de Calasanz.

Familia Calasancia.

El P. Brattina realizó en el año 1905 varios intentos de Unión (aunque más suenan a “anexión”) con otros institutos miembros de la Familia Calasancia. En los tres casos recibió corteses pero claras negativas. Es sorprendente que cometiera tres veces el mismo error de apreciación. Quizás él había recibido alguna sugerencia por parte del Papa (así lo deja entender la carta que él escribe a los Cavanis), pero no deja de ser sorprendente su ilusión. Más probable es que la iniciativa viniera de él mismo (como se desprende de la carta de los religiosos de Timón David), y que él intentara buscar el apoyo papal favoreciéndola.

En primer lugar, contactó a los religiosos de Timón David, pues al volver de su viaje de visita a España se detuvo algún tiempo en Marsella, y en esa ocasión explicó al Superior General, P. Augustin Arnoux, su idea, intentando convencerle. Quizás el P. Brattina obró de buena fe, con la mejor intención: viendo que la situación de las congregaciones religiosas en aquellos años era muy complicada en Francia, quiso ofrecerles un refugio en Italia, o en algún otro país donde hubiera escolapios. El P. Arnoux no quiso ser descortés con su huésped, pero luego, para evitar mayores inconvenientes, le escribió una carta muy correcta[Notas 4]:

Aunque no he recibido aún ninguna noticia de Vuestra Reverencia, quiero creer que habrá hecho un buen viaje y que ya ha llegado con perfecta salud a sus casas de Italia. Si hubiera sabido a dónde escribir, hace ya tiempo que le habría escrito para expresarle toda la alegría que he sentido por su presencia aquí, alegría compartida alrededor mío, a pesar de haber sido un tiempo tan corto. Esta visita habrá estrechado aún más los vínculos que ya teníamos, y que espero que duren para siempre. Solo lamento no haber podido retenerle unos días más.

Y ahora, permítame hacer una pregunta a Vuestra Reverencia, porque no he podido explicarme completamente de palabra al hablar de este tema.

Suponiendo que ya haya tenido la dicha de ser recibido por el Sumo Pontífice, espero que no le haya hablado sobre la reunión o fusión que usted desea, y de la que me habló varias veces. Es algo que no depende de usted ni de mí. Aunque nos alegremos de tener estos lazos de amistad que existen, nadie desea ir más lejos, nadie lo permitiría alrededor de mí. Con toda seguridad el Obispo no lo querría en este momento. Y nuestro Fundador, que al principio quería vuestra Orden, y siempre le tuvo gran afecto, luego no quiso otra cosa que lo que existe hoy. Además, ello no sería, aparte de las ventajas espirituales, de ninguna utilidad en la situación presente. Al contrario, pues si siendo pocos y sin ataduras aquí o allá podemos seguir adelante y continuar sin ministerio, habría una dificultad más como consecuencia de esta fusión, y ya no tendríamos facilidades para reunirnos, para actuar. Tendríamos la posibilidad de abandonar Francia, es cierto, pero precisamente eso es lo que no queremos. Creemos que nos debemos en primer lugar a nuestro país, y a hacer el bien aquí incluso actualmente, a pesar de todas las desventajas de la situación. Esta manera de actuar ha sido muy aprobada por el Cardenal Protector. Nos hemos separado para luchar más, para hacer por separado los ejercicios que haríamos en común. Esto exige mayor virtud, pero creo que todos serán capaces de ello. Es responsabilidad del Superior el cuidar de que así sea, y es de esperar que no deje de hacerlo. Podría añadir que vuestra vocación y la nuestra, si bien tienen algunos puntos en común, tienen también ciertas diferencias bien marcadas que me resulta imposible señalar aquí. Pero por todas estas razones, que no puedo detallar más que con grandes reticencias, pues la correspondencia no es segura, no hay que soñar, no podemos apuntar a más de lo que ya existe: uno al lado de los otros, llenos de afecto los unos por los otros. Y eso es todo.

Me resulta imposible firmar esta carta que sin embargo traduce de manera exacta los sentimientos de todos nosotros. No la firmo porque en Francia la correspondencia por correo no es segura, y podría costarme caro. Si Vuestra Reverencia quisiera responderme, no trate este tema, o lo haga solo con las mayores reservas, pues hay que temer todo tipo de indiscreciones con el servicio francés de correos. No olvide que no debe escribir, no solo en el sobre, sino tampoco en el interior de la carta, “Reverendo Padre”, o “Superior General”, o cosas semejantes, sino simplemente “Señor Tal”. Por desgracia, en esas estamos.

Imagino que las postales habrán llegado a Fiesole; he enviado más de doscientas. Como me propuso, bastará con que uno de vuestros religiosos diga a mi intención diez misas, con eso bastará.

Y ahora, lamento una vez más vuestro paso tan rápido, y lamento no poder ir más allá de lo que expongo en esta carta. Créame, sin embargo, su afecto y devoto servidor.

El P. Brattina sí le había escrito, y al recibir la presente volvió a escribirle, pues un poco más tarde le responde el P. Arnoux[Notas 5]:

He recibido su primera y su segunda carta; esta, fechada el 27 de los corrientes. No he podido responder antes porque estaba de viaje y no he vuelto hasta el sábado pasado. Así que no se preocupe por su carta, como yo estoy tranquilo con respecto a las misas que le había pedido, y con respecto a la continuación de la charla que tuvimos en Marsella con respecto a nuestros asuntos.

Me alegro de que haya guardado un buen recuerdo de su paso por aquí. Yo solo lamento que haya sido tan poco tiempo. Espero que si sus obligaciones le traen por aquí podrá quedarse más tiempo. Por otra parte, yo pienso hacer lo mismo cuando se me presente la ocasión, ya que me invita y que yo he guardado un recuerdo muy bueno de mi estancia en vuestra casa de Roma. Mientras tanto, me encomiendo a las oraciones de Vuestra Reverencia.

Los religiosos Cavanis tenían en Italia algún contacto con los escolapios. En 1889 el Superior de los Cavanis había invitado al P. G. Giovannozzi a predicar sobre S. José de Calasanz el día de su fiesta en Venecia, y acepto la invitación[Notas 6]. Poco después de tratar con los Timon David, el P. Brattina escribió una carta (en florido latín, en lugar de usar el normal italiano) a los Cavanis, que reproducimos[Notas 7].

A los hermanos del Instituto Cavanis. La salvación en el Señor, que es la verdadera salvación.

Siento una gran alegría, venerables hermanos, en esta felicísima ocasión de dirigirme a vosotros y abrazaros con la caridad de Jesucristo Nuestro Señor y de Nuestro Padre San José de Calasanz.

Nuestro Señor el Papa Pío X, que aprecia mucho las Escuelas Pías y el Instituto Cavanis, desea ardientemente que nos unamos formando jurídicamente una sola congregación sagrada.

Me parece que el deseo del Santo Padre es un precepto y una orden, nos guste o no, puesto que por medio de él se manifiesta la voz de Dios, y que nosotros, llamados por el Señor, y que nos esforzamos por conseguir los premios eternos mediante los votos religiosos, debemos escucharle y esforzarnos por cumplir lo que manda.

Así, pues, venerables hermanos, vosotros que actuáis movidos por el Espíritu de Dios y sois hijos de Dios, y seguís las huellas de José de Calasanz, y os esforzáis por educar a la juventud en el espíritu de la inteligencia y la piedad; vosotros, cuya piedad y fama se extienden a lo largo y a lo ancho de Italia, inclinaos ante este mandato, para que, insertos en la Orden de las Escuelas Pías, llevéis a cabo vuestra vocación por medio de obras cada vez mejores, de modo que el Venerable Instituto de los Hermanos Cavanis, de santa y duce memoria, sea más conocido y amado.

No ignoro que se presentarán algunas dificultades y obstáculos a nuestra futura y deseadísima unión; no se me oculta que en las circunstancias actuales y con la iniquidad de los tiempos es muy difícil reunir en una sociedad dos institutos, uno ya mayor en edad, y el otro rico en juventud y fuerza. Pero si cada uno de vosotros estimara en poco lo suyo, y tuviera ante la vista incesantemente y se esforzara por buscar en el Señor la gloria de Dios, la salvación de las almas y el bien de la iglesia, y el efecto saludable que manaría de nuestra unión, no solo querría la unión y la asociación con creciente amor y alegre corazón, sino que anhelaría con todas sus fuerzas lograrla de palabra y con los hechos.

En cuanto a vosotros, exponednos con toda confianza las dificultades y obstáculos a mí y a mi Congregación, y esperemos que con la ayuda de Dios todo se arregle para bien.

Mientras tanto, quiero presentaros seriamente las advertencias que siguen. Unidos a las Escuelas Pías y constituidos en Provincia, siempre gozaréis de autonomía, como se dice, cumpliendo con diligencia todo lo prescrito en nuestras Constituciones, y, de acuerdo con ellas, cada uno de los vuestros deberá reverencia y obediencia solamente al Prepósito General y al Superior de su Provincia.

Además, estaréis exentos por completo de la jurisdicción del Ordinario y dependeréis solamente de la autoridad de la Orden, y podréis dedicaros a vuestro ministerio libremente y sin ningún obstáculo.

Si lográramos esto, y trabajáramos con nuestras fuerzas unidas en la viña del Señor, sin duda la fuerza, el celo y la piedad con que vuestro Instituto florece ahora, con la bendición de Dios, aumentarán cada día, y la Familia Calasancia Italiana recibirá de vosotros no pocos frutos de salvación y crecimiento. Quiera Dios que brille ese día gozoso en el que todos nos dirijamos hacia el altar de Dios abrazándonos mutuamente y diciendo como los antepasados: “¡Este es el día que hizo el Señor, sea nuestra alegría y nuestro gozo!”

Aunque desearía con ansia mantener un largo coloquio, queridos y deseados hermanos, hay muchas razones que me obligan a terminar esta carta, y la primera es que no quiero resultaros pesado.

Dios, que ha comenzado una obra buena en vosotros, y la irá completando (Fp 2)[Notas 8], esté con todos vosotros.

La carta debió causar no pequeña sorpresa a los Padres Cavanis, cuyo Superior V. Rossi, con toda discreción respondió[Notas 9]:

Reverendísimo Padre, he leído a la comunidad la apreciada carta que V.P. Rvma. me ha enviado con fecha 5 de octubre de este año. Los Padres pidieron tiempo para reflexionar y orar.

Le agradezco el libro de las Constituciones de S. José de Calasanz, y le beso humildemente la mano, encomendándome a sus oraciones a mí mismo y a esta humilde comunidad.

Y ya no aparecen más cartas al respecto, por lo que suponemos que unos y otros decidirían correr un tupido velo sobre la cuestión. Pero todavía lo intentó con la congregación que faltaba: los Calasantinos o Kalasantiner de Austria. En septiembre-octubre de 1905 el P. Brattina había hecho una visita a las Provincias centroeuropeas. Había constatado la situación casi desesperada de la Provincia de Austria, con poca gente y poco espíritu religioso, mientras que al lado estaban floreciendo, en espíritu y en vocaciones, los Calasantinos de Schwartz, con una fidelidad casi absoluta a las Constituciones de Calasanz. Así que se le ocurrió la idea de invitarles a unirse con los Escolapios. Iría a verle a su paso por Viena, y de vuelta a Roma le escribió una carta cuyo contenido ignoramos, pero que no es difícil adivinar al leer la respuesta de Antonio M. Schawartz[Notas 10]:

Recibí con gran alegría la carta de Vuestra Reverencia, pues no sabía que el Rvmo. Padre General favoreciera a nuestra Congregación con su favor y benevolencia. Sin embargo, la unión de nuestra Congregación con las Escuelas Pías no puede hacerse, pues ello haría totalmente ilusorio el fin de nuestra Congregación. Ya que la finalidad que persiguen los Calasantinos no es sólo el trabajar con los jóvenes aprendices y educarlos en la piedad, sino que están al servicio de enseñar la doctrina cristiana y la piedad a los obreros, tanto si son aprendices como luego en cualquier grado y edad, hasta la vejez, y además procurar favorecer, y luego consolidar y aumentar, todo lo relativo al bienestar temporal de los obreros, en todo lo que se pueda, de acuerdo con las Constituciones. Por esta razón, en función de lo que es propio de nuestra vocación, hemos añadido y cambiado las Constituciones del glorioso Santo Padre José de Calasanz en aquello que hemos considerado conveniente. Los Calasantinos sirven exclusivamente a los obreros, por lo que a nosotros nos está absolutamente prohibido ocuparnos de los estudios de los jóvenes en gimnasios o universidades.

Ruego a Dios con fervientes oraciones que cuanto antes sean restauradas las Escuelas Pías en Austria. Amo las Escuelas Pías desde lo más profundo de mi corazón y consideraré el día más feliz de mi vida aquel en el que pueda ir a saludar a los Padres de las Escuelas Pías reformados en Viena. Sin embargo, creo que Dios, para mayor glorificación del S. Padre José de Calasanz, de la raíz calasancia - pues yo fui novicio de las Escuelas Pías – quiso que floreciese el nuevo brote de nuestra pequeña Congregación de los Obreros Píos.

Le ruego, Reverendo Padre, que transmita esta mía al Rvmo. P. General de las Escuelas Pías en Roma.

Me alegro mucho de las noticias sobre el progreso de las Escuelas Pías en Polonia. Pero por ahora no podemos hacernos cargo de la casa para aprendices calasantinos en Cracovia, por falta de hermanos.

Con verdadero afecto de caridad, y rogando se acuerde de mí en sus oraciones, quedo…

Notas

  1. RG 2, 419. 14 febrero 1906.
  2. RG 250 e 4, 60. 5 junio 1906.
  3. RG 21 pág. 138. 14 julio 1906.
  4. RG 250 j 2, 12. 15 junio 1905.
  5. RG 250 j 2, 18. 31 julio 1905.
  6. RG 248 b 1, 5 (5 febrero 1889) y 46 (24 febrero 1889).
  7. RG 24 13, 4 (5 octubre 1905).
  8. En realidad, la cita es de Fp 1, 6.
  9. RG 250 j 2, 30. 14 octubre 1905.
  10. RP 53 9, 31. 22 noviembre 1905.