BerroAnotaciones/Tomo1/Libro3/Cap06
CAPÍTULO 6 De cómo las Escuelas Pías fueron a Florencia
El P. Francisco [Castelli] de la Purificación (uno de los cuatro Asistentes nombrados por el Papa Gregorio XV, de feliz memoria (tan amante de las Escuelas Pías), como natural y noble de Castiglione Fiorentino, mientras era Provincial de Liguria, procuró obtener licencia de N. V. P. Fundador y General, para lograr introducir las Escuelas Pías en Florencia.
Hizo dicho P. Francisco todas las gestiones necesarias a tal efecto, y obtuvo el intento, porque el Gran Duque, y todas aquellas altezas Serenísimas, dieron el consentimiento con mucho gusto; y especialmente los Príncipes Matías y Leopoldo tomaron la protección de nuestro Instituto, y como tales se mostraron siempre en todas nuestras necesidades.
Dicho Padre vino a Roma con ocasión de la elección, o mejor, la confirmación en el Generalato de N. V. Padre Fundador. De aquella rica ciudad trajo algunos cientos de doblones, que él mismo mostró públicamente en plena recreación, estando yo presente; dijo que quería emplearlos en nuestra fundación de Florencia, como hizo[Notas 1].
Habiendo arreglado el tema del General, y terminado aquel Capítulo, el P. Francisco se volvió a Florencia, y fue recibido con todo afecto por aquellas Altezas Serenísimas y también por el Arzobispo. Se superaron todas las dificultades, y con el consentimiento de los Regulares, se fundó la Casa de las Escuelas Pías, que ya algunos años antes, en una casa particular y a expensas del público dirigía un Cura secular, llamado Señor Fiamella, que había estado en Roma algún tiempo ayudando a N. V. P. Fundador en nuestro santo Instituto, y siempre hubo entre ellos dos una afinidad religiosa.
Nuestro Padres tuvieron para ellos en Florencia la iglesia de Santa María de Ricci, y algunas casas contiguas, como también no sé qué estancias de la insigne Academia de la Crusca; y se acomodaron en este lugar para su residencia, ejercitando las Escuelas Pías en la misma casa donde primero lo hacía dicho Señor Fiamella, que siempre estuvo con nosotros hasta su muerte, por ser amiguísimo.
Al cabo de algunos años, fueron a abrir las Escuelas Pías en la ciudad de Pisa, por orden de aquellos Señores Príncipes, que deseaban tener en aquella ciudad todo lo que era necesario parta educar a un hombre desde la cuna y pechos de la madre, para hacerlo un Cicerón, un Demóstenes, un Platón, un Aristóteles, un Jasón y un Arquímedes, es decir, un hombre perfecto en las ciencias, y virtuoso en toda bondad.
Y como ya tenían allí un Estudio público de las Ciencias, hacía falta también que las Escuelas Pías tuvieran enseñaran los primeros elementos, la aritmética, la gramática y las humanidades, lo propio de nuestro Instituto. No me extiendo por más tiempo en otras particularidades, porque, como nunca he estado de Comunidad en aquella Provincia, no sé cosas más particulares, que se podrán encontrar en libros de aquellos Archivos; porque siempre ha habido hombres que daban gusto a aquellas altezas Serenísimas; por eso, creo que se conserven anotadas por ellos muchas particularidades que yo no sé.
Vicente [Berro] de la Concepción.
De mano propia.
Notas
- ↑ Al margen otra mano escribe: “Corrigendus, quia dives erat ex patrimonio, nec opus habebat ut pro fundatione Fiorentina destrueret Genuensem”.