1696EuropaCentral/El problema polaco

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El viaje del P. General
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El problema polaco

Para resumir el “problema polaco”, el principal motivo del viaje del P. Foci a las Provincias Ultramontanas, copiamos lo que escribe el P. O. Tosti en la “Segunda introducción histórica” al Viaje (Archivum 39):

“La Provincia polaca de las Escuelas Pías, desde 1664, en el Capítulo Provincial celebrado en Podolín[Notas 1], había pedido cambiar el sistema de elección de los Superiores, tanto los mayores como los locales. A saber: que todos los Superiores fuesen elegidos en y por el Capítulo Provincial, reservando al P. General el derecho de confirmarlos.

En el Capítulo General de 1665 ni siquiera se trató la proposición, mientras en el de 1671 se asociaron a la petición de Polonia las Provincias Sarda y Germánica. Se discutió la proposición, pero fue rechazada casi por unanimidad[Notas 2].

Sin desanimarse por el rechazo, Polonia pidió en los Capítulo Provinciales de los años 1677 y 1688, celebrados en Rzeszów, que el Provincial con sus Asistentes y tres o cuatro Padres mayores de la Provincia pudiesen enviar a Roma una información sobre los religiosos más aptos para el gobierno[Notas 3]. Por lo cual a continuación, en 1689, aceptaron de mala gana el nuevo Provincial, nombrado en Roma el 17 de mayo, el P. José Warzecha de la Madre de Dios.

El P. Alejo Armini, entonces General, por toda respuesta envió al año siguiente como Visitador y Comisario al P. Juan Crisóstomo Salistri, quien en sus dos años de permanencia en Polonia consiguió calmar un tanto los ánimos, pero no eliminar por completo el disgusto. Y en el Capítulo Provincial celebrado en Varsovia en agosto de 1691, presidido por el mismo P. Salistri, “pidieron los PP. Capitulares que se celebrara un capítulo intermedio[Notas 4] al que asistieran sólo padres selectos de la provincia con sus Asistentes, añadiendo algunos teólogos de la Provincia más expertos en cómo hacer las cosas, y se tratara en él de cómo debían actuar los Rectores y Superiores en su gobierno, y que luego escribieran separadamente bajo juramento a Roma acerca de los candidatos dignos de ser promovidos, y también de los que merecían ser apartados de los cargos”[Notas 5].

Esta proposición fue corregida y aprobada en el Capítulo General de 1692 bajo la formulación siguiente: “Se decide viva voce que los PP. Provinciales, con el permiso del P. General, puedan reunir de vez en cuando a algunos Padres de los más graves de la Provincia y expertos en las cosas de la Orden, nombrados por el mismo P. Provincial, y aprobados por el P. General entre los muchos propuestos, para que traten de asuntos que no puedan comunicar fácilmente con el P. General y sus Asistentes, y también para reunir información que darán al P. General sobre súbditos aptos para el gobierno. El mismo Provincial enviará un informe de todo lo tratado para ser aprobado o rechazado a la Congregación del P. General, con información secreta sobre los sujetos propuestos protegida bajo juramento, que escribirá por separado cada uno de los reunidos. Reunidos todos, por medio de juramento se comprometerán a guardar silencio sobre las cosas propuestas y hechas”[Notas 6].

Sin embargo probablemente los Padres Polacos que se encontraban en Roma a causa del Capítulo General presentaron al Auditor General de la Cámara una petición contra el derecho del P. General de nombrar a los Superiores. Es cierto con todo que, sobre la base de la citada concesión del Cap. Gen. de 1692, obtenido el permiso del P. General, en octubre de 1694 en lugar del Capítulo intermedio se tuvo en Cracovia una reunión de los Padres más dignos de la Provincia, que enviaron a Roma una lista de los Padres más dignos y aptos para los cargos[Notas 7]. A pesar de la lista, la Congregación General el 23 de marzo de 1695 nombró Provincial al P. Juan Mudran de Jesús María, que ya había sido vocal en el precedente Capítulo General, y se había quedado en Roma el trienio siguiente[Notas 8].

Esta manera de proceder irritó enormemente no sólo a la mayoría de los Padres de Polonia, sino particularmente al P. Vicente Dymowicz de S. José, Provincial cesante, y a sus seguidores, entre los cuales el Cardenal Primado Raziewski, los cuales, contando también con el apoyo del rey Juan III Sobieski, y de los Grandes del Reino, rehusaron reconocer al nuevo Provincial.

Llegados a este punto, para evitar lo irreparable, el P. Foci, apoyándose a su vez en la declaración del Auditor General de la Cámara Apostólica que decía “que los nombres propuestos por las Provincias a la Congregación General son consultivos y no coactivos”[Notas 9], el 22 de julio de 1695 “eligió Viceprovincial in capite al P. Simón de Sta. Catalina de Siena, anterior Rector de Cracovia, con todas las facultades de Provincial, hasta que se nombre un nuevo Provincial, suspendiendo de las funciones de su cargo tanto al anterior P. Vicente de S. José, como al actual P. Juan de Jesús María”[Notas 10].

Al mismo tiempo, el P. Foci, después de tener varias charlas con el mismo Papa Inocencio XII, decidió ir personalmente a Polonia para resolver la espinosa situación. Durante el viaje las cosas siguieron empeorando en Polonia. El Provincial anterior, P. Dymowicz, y sus partidarios impidieron que el Viceprovincial P. Simón tomara posesión de su cargo.

Intervino entonces el Nuncio Apostólico Andrés de Santa Cruz, quien con un decreto del 18 de septiembre de 1695 tomó a su cargo el gobierno de la Provincia[Notas 11]. La parte contraria entonces con el apoyo del Rey recurrió a la S. Congregación de Obispos y Regulares pidiendo poder elegir libremente a los Superiores, tanto Provinciales como Locales, en los Capítulos Provinciales[Notas 12]”.

Es prácticamente lo mismo que dice el P. G. Sántha en la Biografía del P. Juan Francisco Foci[Notas 13]. Ciertamente el asunto de la discordia entre los escolapios de Polonia era un asunto de conocimiento público, como había tenido ocasión de comprobar el P. General por el camino. La primera vez en una localidad austriaca, Kraubath, el 19 de octubre, de boca de un simple músico polaco. La segunda vez en el camino hacia Varsovia, el 6 de diciembre, de boca de un canónigo, que con toda buena intención se acercó en una posada al grupo del P. General: “Hablando familiarmente el Señor con el P. Miguel, le dijo: ‘¿Por qué ustedes, siendo gente santa, y pueblo elegido, tienen tanto jaleo entre ustedes mismos?’ Aludía, ciertamente, a aquellas turbaciones, que nadie desconocía en el Reino de Polonia, de cualquier condición que fuera. El P. General casi se murió de vergüenza, y una vez subido al coche se dolió de ello”. Sin duda se trataba de una situación explosiva: las Escuelas Pías se encontraban ante una de las mayores crisis de su historia, y en esta ocasión se lo habían buscado los mismos escolapios, sin que tuviera nada que ver nadie de fuera.

Sin embargo, al leer la crónica del viaje, y sobre todo las entrevistas personales a todos los religiosos de Radom y Rzeszów, firmadas por ellos mismos, no lo olvidemos, uno tiene una impresión algo diferente de lo que dicen nuestros dos historiadores.

En estos documentos no se cuestiona nunca la autoridad del P. General para nombrar Provinciales y Rectores, puesto que eran prerrogativas suyas claramente marcadas en las Constituciones (nn. 283 y 288). Ciertamente se había hablado ya antes del tema de las elecciones de superiores en Polonia, como cuenta en su Historia el P. Chojnacki. Quizás el primero en promover el tema fue el P. Estanislao Papczinski, que ya en 1665 comentaba con algún compañero, refiriéndose a los Superiores: “Son ya señores, y herederos, que una vez han sido promovidos al superiorato no sufren que les quiten el cargo. Sería mejor que los eligiera la Provincia, y no esperarlos de la decisión de los romanos. Pues de este modo llegan al cargo por ambición y sobornos, y los más dignos son dejados fuera”. Sin embargo no encontró seguidores. Luego en 1668 se negó a reconocer la validez del nombramiento del P. Wenceslao Opatowsi como Provincial, y poco después fue expulsado de la Orden.

El mismo P. Chojnacki, refiriéndose al Capítulo de 1676, escribe: “Al final del Capítulo se volvió a hablar del asunto del P. Provincial. Alguno proponía que el Superior fuera elegido en el Capítulo Provincial. El P. Wenceslao consideraba superfluo tratar este asunto. ‘A nosotros nos toca –dijo- tolerar a los Superiores, que hasta ahora Roma nos viene dando, y si ocurriera que los eligiéramos en cada casa, ocurriría a menudo que la elección caería en el que menos esperasen los electores. Es necesario que Dios actúe en contra de la opinión de los hombres, y para que la elección no caiga como un rayo sobre un cerdo, no hace falta que pidamos, sino que confiemos en Dios que gobierna sabiamente a los hombres’”. Un ejemplo un poco fuerte, por cierto, que no sentó muy bien al P. Provincial Pablo Frankowics.

Pero las razones para rechazar al P. Juan Mudran como Provincial, según leemos en las crónicas del viaje, y en los interrogatorios de Radom y Rzeszów, parecen ser más bien de tipo personal que institucional. Trataremos de completar la información sobre los hechos, basándonos en estos documentos. Presentaremos las razones del desacuerdo, las maniobras “políticas” de unos y otros, y la solución (aunque relativa y provisional, pero suficiente para salvar de un cisma mucho más grave) del mismo.

En primer lugar, digamos que el principal actor de la historia, el P. Provincial rechazado Juan Mudran, había ejercido con dignidad años antes el cargo de Rector del colegio de Varsovia, el más importante de la Provincia, y había sido Asistente Provincial. Era además el profesor de Teología de Varsovia desde 1680, y ese era el cargo académico más importante de la Provincia. En 1691 el Capítulo Provincial le eligió Vocal para el Capítulo General que se celebró en Roma, en el que fue elegido General el P. Foci. Este no le permitió volver a su Provincia: se lo quedó en Roma como profesor de teología de los juniores escolapios. Era, por tanto, un hombre de prestigio y con preparación, un candidato idóneo para Provincial. Sin embargo tenía algunos fallos: en primer lugar, no era polaco de origen, sino “germano” (había nacido en Podolín); sus contrarios le acusaban de no hablar bien el polaco ni estar acostumbrado a tratar con los magnates (no pertenecía a la clase de la nobleza, como algunos otros religiosos acostumbrados a mandar). Los mismos rivales le acusaban de ambicioso, de poco práctico en los asuntos económicos (pues al parecer había colocado una cierta suma en un fondo arriesgado), y de tener pocos partidarios en la Provincia.

En realidad el conflicto venía de atrás, de los enfrentamientos entre el P. Ignacio Zawadzki, Asistente Provincial y los tres del bando del P. Juan Mudran (el P. Francisco Haligowski, Provincial de 1683 a 1685, el otro Asistente Provincial, y Benito Scholtz, nuevo Rector de Varsovia). Ya en la Visita General de 1690 el P. Juan Crisóstomo Salistri los reunió a los cuatro: a los tres primeros para que hicieran las paces, y al último como testigo. Poco antes había sido impreso un libelo burlándose del F. Francisco, del que el presunto autor era el P. Ignacio; este por su parte se quejaba de que el P. Francisco y el P. Juan habían maquinado para quitarle el rectorado de Varsovia antes de haber terminado su trienio, lo cual redundaba en contra de su honor. Forzados por el Visitador, hicieron las paces, pero como se vio luego, era una paz algo superficial.

Cuando el P. Mudran fue nombrado Provincial en 1695, parece que debió escribir una carta algo imprudente a sus partidarios, en la que, según algunos testigos, “les decía que no venía con buen ánimo a la Provincia, y a ellos les decía que se alegraran, que otros ya se entristecerían”. El contenido de esta carta, conocido por sus rivales, les encendió, y en particular al P. Ignacio, que parece ser el líder de la oposición. El P. General sabía de esa carta, por lo que cuando lo encontró en Varsovia, el 11 de diciembre, le dijo “que cambiara lo que había escrito mostrando ingenio, de forma que lograra pacificar con palabras suaves a los que habían objetado contra su elección”. Sin duda el P. Juan no brillaba por su tacto, y algo de arrogancia sí tenía.

Según dice uno de los Padres interrogados por el P. General, “la oposición a la elección reciente del P. Juan de Jesús María como Provincial creo que nació de que el P. Ignacio de S. Estanislao fue apartado del rectorado por las informaciones que él había dado en Roma acerca de su gobierno, por lo cual, recordando el asunto, intentó apartar del provincialato a aquel que, según él creía, era el causante de que a él le hubieran quitado el rectorado. Y como él tiene muchos amigos en Varsovia, los atrajo a su causa, y todos atrajeron a los demás en la Provincia mediante cartas”.

El P. General interroga a todos los religiosos durante la Visita acerca del P. Provincial anterior (P. Vicente Dymowicz), y acerca del actual (Mudran). La mayoría de los testimonios que tenemos son negativos con respecto al primero (un vividor, amigo de sus amigos que le tratan bien, y del vino), y positivos con respecto al segundo, al que tienen por un varón religioso, serio y bien preparado. Y luego explican, esta mayoría, que si firmaron un manifiesto contra el P. Juan era porque se lo había pedido el P. Rector, y otros también habían firmado, pero que de hecho se desdecían de lo firmado. Se ve claramente que hubo una serie de “maniobras literarias” que ganaron los de la oposición, con apoyos de fuera (incluso el real), y aislando completamente a los tres que luego serían sacrificados: el P. Mudran, el P. Francisco y el P. Benito. Con todo, si nos fiamos de un testimonio neutral, el del secretario P. Antonio del Monte, algo de terco y egocéntrico sí tenía el P. Mudran: Cuando el P. General habló con él, buscando una solución pacífica, para evitar el escándalo de recurrir a la ley, y tal vez sugiriéndole la dimisión, cuenta que el P. Mudran respondió: “’Yo no puedo renunciar nunca en conciencia, y ser depuesto por Su Paternidad, a no ser que tenga razones jurídicas para mi deposición’. A lo que el P. General respondió que él no lo había interrogado por eso, sino que había sido sólo para que, en medio de aquella tempestad, manifestara su parecer, para tomar alguna determinación. A lo que, con unas palabras muy inoportunas, respondió que lo que había que castigar con penas era la audacia de los opositores, para que tales ejemplos no se introdujeran furtivamente entre los venideros, lo que supondría la ruina de la Orden. A estas pocas palabras el P. General respondió, diciendo que los tumultos hay que suavizarlos con clemencia, y no quería emplear la violencia; pues si procediera según los preceptos formales de la obediencia, o mediante censuras, dañaría su autoridad, o las conciencias de ellos”. No cabe duda de que el P. General tenía mucha más prudencia que todos los demás, y tal vez era el único que buscaba seriamente el bien de la Orden, por encima de intereses personales.

Si el P. Foci, como dijimos antes, no pudo detenerse mucho en Nikolsburg porque le preocupaba la gravedad de la situación polaca, tampoco pudo detenerse mucho tiempo en Cracovia, la primera casa escolapia del reino a donde llegó, porque muy poco después de llegar le entregaron una carta del Rey (llegada antes que él a Cracovia) en la que, entre otras cosas le decía: “Y puesto que, en efecto, ella la Orden) fue introducida aquí, y dotada con magnificencia, en primer lugar por nuestros Soberanos predecesores, concretamente Ladislao IV, Rey de Polonia, y siempre ha sido magníficamente apoyada y dotada por la protección de los sucesores Príncipes en el Trono, y parece que ahora, algunos quieren inmiscuirse, en alguna parte, para perturbar su vocación, dado el singular interés que nos mueve hacia ella, pensamos recurrir benignamente a vuestra devoción para que, suspendida por un tiempo la Visita de los demás Colegios de nuestro Reino, tenga a bien acudir aquí, junto a Nos, antes de entregarse a solucionar los demás negocios.

Nos sería muy grato que Vuestra Paternidad nos lo prometa; para que, igual que ahora favorecemos con paternal cuidado este pío Instituto, tampoco dejemos de apoyarlo e incrementarlo en el futuro, de forma pronta y constante.

Así pues, esperando la venida de V. P., pedimos a Dios todo lo mejor para usted.

Dado en Varsovia, el día 3 de noviembre, del año del Señor 1695. En el año XXII de nuestro Reinado. Juan, Rey”. Acusa a otros de que quieren inmiscuirse cuando es él quien lo hace… Está claro que como fundador (o suministrador de fondos) del colegio de Varsovia se cree con derecho a intervenir en los asuntos de los escolapios. La invitación al P. General suena más bien como una amenaza: “no se te ocurra hacer nada sin contar conmigo…” De hecho luego, como veremos, ofrece (o dicta, si se prefiere) al P. Foci una solución al conflicto, que es la que al final adoptará, edulcorada.

Así que, unos pocos días después, tras cumplir las cortesías elementales, se pusieron en camino hacia la capital. El mismo día de su llegada ya recibió una invitación del Nuncio Santa Cruz (que, recordémoslo, se había hecho cargo de la dirección de las Escuelas Pías en Polonia mientras duraran los desacuerdos). Dos días después fue a visitarlo, y tuvo una larga conversación (la primera) con él. Durante los días siguientes se dedica a visitar a nobles y fundadores de casas escolapias en Polonia, a superiores religiosos… El 19 es recibido por el Rey y su familia, en una primera visita de cortesía. El 22 de diciembre fue recibido por otro personaje que jugará mucho en el asunto: el Embajador de Francia, el Abad Melchor de Polignac, “muy humano, erudito y morigerado, que fue el primero que en Polonia le ofreció chocolate después de la comida”. A él acudirá varias veces en busca de consejo, porque además de ser religioso y prudente, tenía muy buena entrada con el Rey.

Otro personaje clave en la historia es el Palatino de Rusia, Marco Matczynski, fundador de nuestro colegio de Warez. Naturalmente tenía interés por ayudar a los escolapios, pues había fundado un colegio ocho años antes. Y además era considerado “el oráculo del Rey”, es decir, un consejero suyo de toda confianza. El día 23 el P. General fue a visitarle, porque el mismo Rey le había dicho que él le explicaría su manera de pensar (no era correcto explicársela en público en la corte, delante de los cortesanos). Con él se entretuvo durante dos horas. Debió ser una conversación compleja. Está claro que el Rey había optado por un partido (el de la oposición), pero el P. General no podía ceder sin más a sus indicaciones, olvidando el derecho. Y por eso se aconsejaba además con los dos eclesiásticos citados, el Nuncio Santa Cruz y el Embajador francés de Polignac. Al mismo tiempo el Rey quería una solución amistosa, sin recurrir a juicios y escándalos, cosa que también quería el P. Foci, por supuesto.

Entre visitas a diversos personajes, el Secretario cuenta las entrevistas que tiene con el Nuncio, y con Polignac. Y son frecuentes. El P. General sabe que la cosa está muy complicada, y no quiere cometer errores. Le parece más importante resolver bien este asunto que cumplir el otro objetivo de visitar todas las casas escolapias del Reino. Sin embargo el 31 de diciembre intima oficialmente la visita general a la Provincia. En realidad las dificultades para resolver los problemas venían más por parte de los mismos escolapios, sobre todo del bando de los opositores, que no daban el brazo a torcer. Las cosas estaban bien enredadas, como informó el P. Miguel Krausz, ex provincial, que intentaba acercar los dos bandos, al P. General: “Muy de mañana el P. Miguel comunicó al P. General que había oído a una y otra parte de los nuestros que, al final, perseveraban sin reconciliarse, por no ver ninguna razón para hacerlo; pues, de hecho, los nombrados no querían ceder nada de sus derechos; y los reclamantes preferían pasar a otra Orden, antes que someterse al régimen de los anteriores”.

El día 3 de enero el P. General fue de nuevo invitado a la corte real, y esta vez era ya para tratar seriamente el asunto de los escolapios, como cuenta el P. Antonio: “Finalmente, cuando se fue la Reina, el Rey ordenó que se fueran todos, afirmando que él tenía que tratar un asunto con el P. General. Después que todos salieron, menos los Compañeros, el Embajador de Francia y el Secretario Real, el Serenísimo preguntó al P. General sobre cómo iba el arreglo de las presentes revueltas en la Provincia. Éste, respondiendo a la pregunta breve pero sólidamente, informó a Su Majestad. Después el Rey, tras unas preguntas en lengua gala al Excelentísimo Embajador de Francia, comenzó a proponer muchas cosas al P. General, que fueron rechazadas prudentemente, como contrarias a la justicia. Pues Su Majestad intentaba, para respiro de la Provincia, que el nuevo Provincial fuera sólo titular, y que, por lo menos en atención a él, prometiera de verdad que el nuevo Provincial no fuera al futuro Capítulo General, etc. A lo que el P. General respondió de tal manera, que el Serenísimo se tranquilizó. Sin embargo no cesó de insistir en que, en atención a él, no fuera al Capítulo General. A lo que el P. General, resignado, y recordando el precepto de las Escrituras, determinó responder por escrito, después de oír también al nuevo Provincial, como deseaba Su Majestad”.

El P. General vuelve a casa, y al día siguiente escribe una carta respetuosa, en la que dice que no puede aceptar esa condición de que el Provincial no vaya al Capítulo General, pues “imponer alguna condición para dar posesión al nuevo Provincial recientemente nombrado, o va contra los Estatutos Generales de la Orden, o es simonía. Primero, sobre todo, porque, según los decretos de los Capítulos Generales, quedan privados de voz activa y pasiva aquellos que, pudiendo asistir a los Capítulos a los que están obligados a asistir, no acuden. Pues esos tales, como Provinciales, representan en estos comicios a sus Provincias, no a sus propias Personas. Por consiguiente, el Provincial nombrado de ninguna manera puede prometer que no irá al Capítulo General futuro, con perjuicio de su cargo, de su Provincia y de toda la Orden. (…). En segundo lugar, porque cualquier pacto sobre cosas sagradas por intereses temporales, es simonía”. Inmediatamente informó tanto al Nuncio como al Embajador francés de su respuesta.

Viendo que las cosas no avanzan hacia la reconciliación, el P. Foci intima la visita a la casa del Varsovia el 8 de enero. El P. Samuel Nagorski, de la comunidad de Varsovia, y en nombre de los reclamantes, expresa claramente al P. General la opinión de su bando, diciendo que están dispuestos a obedecer, pero piden respetuosamente que ni el P. Juan (Provincial), ni el P. Benito (Rector de Varsovia) ni el P. Francisco (Asistente) sean confirmados en sus cargos. Otro escolapio, el P. Jorge Gorski, en representación de varias casas de la Provincia, viene a pedir al P. General que suspenda la visita mientras no se haya resuelto el caso. El P. General se niega a suspender la visita, pero sin duda escucha atentamente lo que le dicen. También el P. Miguel recomendaba prudencia al P. General: “El P. Miguel expuso al P. General el estado de ánimo de los reclamantes, quienes si sobre la presente controversia no quedaban contentos con su decisión paterna, recurrirían contra los nuevos nombrados a la Sagrada Congregación, o al mismo Pontífice, según ellos mismos decían”. El día 21 de enero el P. General recibió, por separado, a tres representantes de cada bando, que expusieron sus razones. A todos los tranquilizó el P. General, y les pidió que se comprometieran por escrito a aceptar el arbitraje o solución que él decidiese. En principio todos aceptaban, aunque en el fondo todos temían que iban a salir perdiendo, así que se iban retrasando antes de aceptar la decisión del P. General.

El P. General, viendo cómo estaban las cosas, tenía pensada una solución al problema, pero antes de ponerla en práctica quiso consultarla con sus consejeros el Nuncio y el Embajador, quienes le recomendaron seguir adelante. Por fin el 31 de enero informó sobre su decisión (siguiendo las instrucciones del Palatino de Rusia, portavoz del Rey y partidario de los reclamantes u opositores): los tres Padres rechazados saldrían de Polonia, pero en cierto modo “promovidos”: al P. Juan Mudran lo nombró Visitador y Comisario para las casas de Hungría (aunque luego la visita la haría él mismo, acompañado del P. Mudran); al P. Benito Scholtz lo nombró Viceprovincial de Lituania, creando exprofeso la Viceprovincia; al P. Francisco le dejó libertad para ir a donde quisiera (y pidió irse a Podolín, sabiendo que no sería bien visto en Varsovia). Sin embargo, para no hacer algo canónicamente incorrecto, confirmó a los tres en sus cargos anteriores.

Naturalmente, la decisión satisfizo a la mayoría de los religiosos. Los de Varsovia incluso lamentaban que se fuera el P. Benito, por quien todos sentían verdadero afecto. En cambio no sintieron que se fueran los otros dos, que gozaban de menos simpatías. También los grandes y nobles, comenzando por el Rey, quedaron satisfechos, y felicitaron al P. Foci por su prudencia, por haber sido capaz de resolver el conflicto sin recurrir a medios judiciales, dando satisfacción a la mayoría de los religiosos de la Provincia. Sin embargo las raíces del problema quedaban en pie: la elección de los Superiores. Todavía debían pasar unos años hasta llegar a la situación actual: el P. General no elige a los Superiores, tan sólo los confirma.

Notas

  1. Cf. Acta Cap. Prov. Reg. Prov. 56, n. 15.
  2. Cf. Acta Cap. Gen 1671, 27, n. 6. Archivum Scholarum Piarum 2 (1937).
  3. Acta Cap. Prov. Reg. Prov. 56, n. 42 y Reg. Prov. 56, n. 26.
  4. El capítulo General se celebraba cada seis años, y el Provincial cada tres. El Capítulo Provincial que no precedía al General se llamaba “intermedio”.
  5. Cf. Acta Cap. Prov. 1691, Reg. Prov. 56, n. 47.
  6. Cf. Acta Cap. Gen. 1692, Archivum Scholarum Piarum 4 (1939), p. 33.
  7. Cf. Acta… Reg. Prov. 56, n. 51.
  8. Cf. Acta Congreg. Gen., Rec. Gen 11 en la fecha.
  9. Cf. Arch. Secr. Vaticano, Fondo Escolapios, n. 61.
  10. Cf. Acta Congreg. Gen., Rec. Gen 11 en la fecha.
  11. Cf. Reg. Prov. 56, n. 52, Ephemerides Calasanctianae, 32 (1963), pág. 311.
  12. Ibidem, pág. 313.
  13. Colección Historia de los PP. Generales, nº 7, Curia General, Roma, 2008. (N. del T.)