BartlikAnales/1604
Año 1604 de Cristo. Octavo de las Escuelas Pías. Décimo tercero de Clemente VIII.
Durante este año[Notas 1], en las Escuelas Pías en parte crecieron, y en parte disminuyeron los operarios. Crecieron con la incorporación de José Meinente, Flaminio Casella, Régulo Bellotti, Martín de Tovar y José de Gregorio; disminuyeron con la salida de Simón de Flores. Cuál fue la razón para que este se volviera a su tierra, no está claro; al irse recibió una carta que decía lo que sigue:
- “Nosotros, Andrés de Basso, y los demás miembros de las Escuelas Pías, damos fe y atestamos que el R.P. Simón de Flores, de la diócesis de Bérgamo, es un sacerdote conocido nuestro, y ha residido un año entero en Roma con permiso de los Superiores, y ha celebrado misa diariamente en Roma, y ha oído confesiones de personas seglares de uno y otro sexo en la iglesia de San Lorenzo in Dámaso, y se ha consagrado a enseñar la doctrina cristiana, y durante algunos meses se ha dedicado dignamente en estas Escuelas Pías a mostrar la caridad y la piedad, no sólo enseñando las letras, sino también exhortando a los alumnos con charlas espirituales al servicio de Dios. El citado P. Simón no sólo es un hombre probo, y ajeno a toda sospecha de cualquier tipo de crimen, sino que ha mostrado ser un siervo bueno y fiel de Dios en el celo por las almas, como se ha dicho. Por lo cual recomendamos en el Señor con todo nuestro apoyo a este compañero de nuestros trabajos y partícipe de nuestras reuniones, y confiamos que por sus méritos será muy acepto y muy grato al Señor en el futuro. Dado en Roma en las Escuelas Pías, el 5 de mayo de 1604. Yo José de Calasanz, supliendo al supradicho Prefecto ausente, lo firmo. Yo Gellio Ghellini, consejero y miembro de la Congregación citada, lo escribí con mi propia mano”.
Aquí tenemos un certificado de vida. De la firma se puede deducir que, según las reglas de otras congregaciones, los cargos se distribuían cada año, y que en aquel momento la Congregación de las Escuelas Pías ya estaba formada como tal, ya que figura como Prefecto D. Andrés de Basso, y no el P. José, que en otros lugares figura como fundador de las Escuelas Pías. Y tal vez este cambio en los cargos fuera ocasión de duda sobre si José fue el fundador de las Escuelas Pías, cosa que ciertamente negó alguien que atestiguó sobre su vida en el proceso de su beatificación diciendo que José había ayudado al párroco de Santa Dorotea en la educación de los niños. Pero lo cierto es lo contrario, como se demostrará en otro lugar.
Sigamos ahora nuestra historia, diciendo que este año fue muy memorable, porque teniendo ya operarios de su gusto y dedicados al ejercicio de las Escuelas Pías, nuestro José se dedicó por completo a organizar la vida comunitaria. Parece creíble que quería vivir de este modo como Gerardo de Deventer, llamado el Grande, que según se dice fue el fundador de los Clérigos de la vida común[Notas 2]. Inclinándose José tal vez a adoptar la norma de vida de aquellos, el 14 de julio se tuvo una especie de capítulo, habiendo sido invitados y para presidirlo el Rmo. P. Leonardi, fundador dignísimo de la Congregación de la Madre de Dios de Luca, y el Ilmo. y Rvmo. Mñr. Vestri. Acudieron el día señalado todos los convocados, tanto los que trabajaban en las escuelas al servicio de los pobres movidos por impulso celeste y de manera espontánea, sin ningún pago, como los que trabajaban en las escuelas a cambio de un salario. Entonces José, tras la invocación usual al Espíritu Santo al comienzo de la reunión, expuso con pocas palabras y de manera clara su manera de pensar con respecto a la vida común, e invitó de manera muy humana a vivirla para mayor gloria de Dios y honor de su Santa Madre, con aumento de los méritos propios. La finalidad de esta vida común no era crear un nuevo instituto o una nueva orden religiosa, sino vivir el mismo estado clerical y eclesiástico fundado por Cristo y observado por los apóstoles, abrazado de una manera más perfecta. Su propuesta fue considerada y agradó, especialmente a aquellos que se sentían movidos por el cielo a este tipo de vida, y a causa de ello, sin pensárselo mucho estuvieron de acuerdo con la proposición de José.
Después de discutir qué medios deberían adoptarse para este tipo de vida, llegaron a la conclusión de que de momento cada cual aportara alguna parte de sus propios bienes a la caja común, hasta que pudieran vivir de limosnas u otros donativos (contando con que Dios tocaría el corazón de los fieles), o por medio de colectas. Y llegaron a una conclusión afortunada, pues poniendo cada uno dos escudos romanos al mes, a pesar de que la caja era escasa, se creó un fondo suficiente para aquel género de vida, que parecía que no se agotaba nunca. Al contrario, se vio que, milagrosamente, siempre había dinero.
Habiéndose puesto de acuerdo de este modo con respecto al futuro, y habiendo provisto con respecto a la alimentación, rápidamente se repartieron entre ellos el orden de los servicios, tanto la oración, como las escuelas, como la mesa y otras tareas domésticas, describiendo las funciones, y luego pidieron su opinión a los reverendísimos presidentes. Los cuales no pudieron sino aprobarlo todo, y encomendándoles que fueran diligentes en la observancia, y exhortándoles a conservar la caridad y la paz entre ellos, declararon clausurado aquel capítulo definitorio, dando debidamente gracias a Dios después.
El número de los que se adhirieron a la vida común asciende a doce, cuyos nombres son los siguientes: D. José de Calasanz, Gellio Ghellini, Gaspar Dragonetti, Andrés Basso, Flaminio Casella, Martín de Tovar, Régulo Bellotti, Domingo Meneghini, Leonardo Marencio, Jerónimo Nicoteras, José Meinente y José de Gregorio. Poco después llegaron dos más: Jerónimo, que se dedicó a las tareas de la cocina, y Miguel Ferrer, que hacía de todo un poco.
Parece superfluo copiar aquí el reglamento comunitario, puesto que se observaba aproximadamente el mismo que dura hasta hoy. Excepto que se determinó que se diría en común el oficio divino, y que la meditación duraría media hora tanto por la mañana como por la tarde; el levantarse era media hora más tarde de lo que suele ser hoy. Las clases comenzaban cuando sonaba la campana de la Sapiencia; la mesa era tan frugal como ahora, y el horario de las comidas era el mismo entonces que ahora; las preces orales, con las cuales alabamos a Dios, no se usaban entonces.
Por lo demás, deseando José mantener y propagar este tipo de vida común, para que en el ejercicio de las Escuelas Pías no sufriera como una nueva plantita el daño de las tormentas, se dirigió a Su Santidad Reinante suplicándole que por medio de su autoridad apostólica se dignara conceder la aprobación favorable a la obra comenzada, y su deseo no se vio defraudado, pues le prometió que le daría un Breve, el cual por lo demás no fue expedido por la Dataría, a causa de la razón que pronto se explicará en el año siguiente[Notas 3].
Notas
- ↑ Falta la parte de historia romana: Anno praesenti dum Pontifex in Urbe negotiis universalibus Sa. Dei Ecclesiae totus incumbit, eamque, Atlantii instar, non humeris, at operum bonorum innumeris meritis operose suffulcit; in Anglia Londini, ut Antichristus traducitur, et Jacobo Regi Primatus Ecclessiae Anglicana adscribitus. Simile quid accidisse in Galliis referunt Annales. Nam Calvinistae conspirantes in Pontificem, eum, qua talem idest Antichristum, sua fidei symbolo inseruerunt. Traducimos: El año presente el Pontífice, puesto que le incumben todos los asuntos de la Iglesia santa de Dios en todo el mundo, la soporta en Roma con gran esfuerzo no sobre los hombros, como Atlas, sino sobre los innumerables méritos de las buenas obras. En Londres de Inglaterra se le trata de anticristo, y el rey Jacobo se atribuye el primado de la iglesia anglicana. Y los anales dicen que algo similar ocurrió en Francia. Pues los conspiradores calvinistas contra el Papa lo incluyeron en el símbolo de su fe como el Anticristo.
- ↑ El original da más datos sobre Gerardo (Groote): Fuit iste Ultrajectensis et Aquisgranensis Canonicus; hisce autem opimis dignitatibus magna cum patrimonii parte sponte relictis totum se Deo, et proximorum saluti procurandae tradidit, atque cum aliquot clericis vitam communem circa annum Domini 1371 in ipsa urbe Davientrensi more Apostolorum incepit, ac simul pueros in literis, ac bonis moribus erudivit; unde ad plures Germaniae urbes hoc Institutum propagatum il Concilio constantiensi multis aecommiis celebratum est, ex communi vivendi consuetudine Clericorum Vitae Communis denominationem traxit. Traducción: Este era canónico de Utrecht y de Aquisgrán; tras renunciar a magníficas dignidades, con gran parte de su patrimonio se entregó espontáneamente a Dios, y se dedicó al bien del prójimo, y con algunos clérigos comenzó la vida común a la manera de los Apóstoles hacia el año 1371 en la misma ciudad de Deventer, y se dedicó al mismo tiempo a educar a los niños en las letras y en las buenas costumbres; de allí se propagó este instituto a muchas ciudades germanas, por lo que recibió muchos encomios del Concilio de Constanza; y por la costumbre de vivir en común recibió el nombre de Clérigos de la Vida Común.
- ↑ Falta un párrafo: Praesens anno favit etiam Congregationis Matris Dei, cuius Fundatoris paulo ante meminimus Constitutiones enim ad ipso P. Fundatore Leonardio pro suo Instituto conditas Cardinalis Baronius qua Protector, auctoritate sibi a Sede Apostolica tradita viva vocis oraculo et ejusdem ordine revisas, examinatasque approbabit, et confirmavit 10 julii. Barbos. Collect. 167. N. 4. Sed Religiosis Servorum Bae. Mae. Virginis scholas exercere prohibuit. Die 30 augusti Clemen. VIII Const. 60 incipient. Nullius p. 32. Ex his gradum faciamus ad annum sequentem. Traducción: El presente año también fue favorable para la congregación de la Madre de Dios, cuyo fundador nombramos poco antes. Pues el Cardenal Baronio, en cuanto protector, con la autoridad que le había dado la sede apostólica, después de haber revisado y examinado las constituciones que había escrito el mismo fundador P. Leonardi para su instituto, las aprobó y confirmó de viva voz y por orden de ella el 10 de julio. Barbos. Colecc. 167, N. 4. Pero a los religiosos de los Siervos de la Ba. Virgen María se les prohibió enseñar en las escuelas. 30 de agosto, Clemente VIII, Const. 6º que empieza “Nullius” p. 32. Y de aquí pasemos al año siguiente.