BartlikAnales/1621

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Año 1621 de Cristo. Vigésimo quinto de las Escuelas Pías. Primero de Gregorio XV.

Ephemerides Calasactianae VI (1937, 176-180)

Este nuevo año comenzó siendo funesto súbitamente en enero no sólo para las Escuelas Pías, sino para la Iglesia, pues el día 22 de ese mes falleció el Padre Universal y Pastor de las ovejas fieles de Cristo, el Papa Paulo V de este nombre, después de sentarse en el solio de Pedro durante 15 años, 8 meses y 13 días. ¿En cuántas cosas brilló este Santísimo Pontífice? Puesto que otros lo exponen en volúmenes completos, yo no me esforzaré mucho para completarlo- Más bien, remitiendo al lector a Ciaconio y a otros que describen sus gestas, paso a la publicación de la elección del nuevo. Que ocurrió como sigue.

Pasados los nueve días acostumbrados después de la muerte de Paulo V, el 8 de febrero, después de impetrar solemnemente la asistencia del Espíritu Santo, entraron en cónclave para elegir al sucesor en el aula vaticana 52 cardenales. Los hechos conocidos hicieron que el Cardenal Alejandro Ludovisi, arzobispo de Bolonia, tan pronto como entró en Roma, fue el preferido de los Padres Purpurados al entrar en el Cónclave; los cuales, después de seguir los ritos habituales, el mismo día lo propusieron como candidato al pontificado, y al día siguiente lo aprobaron por sufragio común, y fue anunciado como Romano Pontífice, tomando el nombre de Gregorio XV.

Este hecho inesperado, convirtió el luto del mes de enero por una nueva metamorfosis en alegría común del clero y del pueblo romano. Este felicísimo evento nuestro Padre Prefecto lo profetizó escribiendo desde Narni el 7 de febrero al P. Castilla. Decía que se podía esperar que habría un lapso breve entre el momento en que los cardenales entraran en cónclave y la elección. El efecto correspondió a lo que decía la carta, en la que pedía a lo alto con especiales devociones la paz tanto para sí como para toda la Iglesia, y quería también estar presente en la solemne publicación del recientemente elegido pontífice, pero a causa del fuerte viento, no se atrevió a ponerse en camino, para no sufrir el peligro de alguna enfermedad más larga y grave, tal como ocurrió al Cardenal Pedro Aldobrandini, quien salió de Ravena para la elección del nuevo Pontífice, y en el camino cogió unas fiebres, y como ya antes sufría de asma, después de entrar con los demás en el cónclave, aunque pudo votar y ver elegido al Pontífice, ya no pudo venerarlo coronado, puesto que en la noche siguiente, es decir el diez de febrero, emigró de esta vida para reunirse con el B. Felipe Neri, cuyo augurio de que recibiría la púrpura romana le oyó siendo apenas un niño. Merece que lo recordemos con gratitud, pues ayudó a nuestra pobreza en aquel primer estado de vida común, como demuestra el libro de limosnas, con muchas veces dones de 12 y 15 escudos.

Mientras era publicado y entronizado el Pontífice en el Vaticano, nuestro Padre Prefecto terminó la composición de las Constituciones de la Congregación, y quizás hizo tantas copias como número de casas, según le habían pedido. Así lo expresó en una carta del 17 de febrero enviada a Roma. A donde, una vez remitió el rigor del frío invernal, regresó sano y salvo. Y después que toda la ciudad y el clero, al igual que los próceres laicos, habían presentado sus felicitaciones y votos a Gregorio XV, también él fue admitido con el mismo motivo a besar el pie, y presentó una ingeniosa composición del P. Francisco de la Anunciación como signo de felicitación, expresando con humilde afecto los mejores deseos para su pontificado. Una prueba de que agradó a Su Santidad es que de nuevo confirmó el subsidio de doscientos escudos anuales para las Escuelas Pías, que ya habían dado antes dos pontífices, y la promesa de protección, promoción y propagación de nuestra Congregación en toda circunstancia.

Muy satisfecho nuestro Prefecto con tales promesas, se animó a presentar las Constituciones para el gobierno de toda la Congregación, redactadas en un volumen, para su aprobación. El autor de las reglas pensaba que él no podía dar formalmente unas Reglas, sino que dependía de la autoridad de la Sede Apostólica, que acostumbraba a aprobar el modo de vida propuesto en la Regla, y quería que confirmara lo indicado en ellas con fuerza de obligación mediante algún escrito; no dejó pasar la ocasión oportuna, y con el consejo y acuerdo de sus religiosos veteranos, que habían leído la citada Regla o Constituciones, tal como se las había enviado en un manuscrito, para conseguir el efecto deseado suplicó de la manera siguiente:

“Beatísimo Padre. José de la Madre de Dios, inmerecido Superior de la Congregación Paulina de los Pobres de la Madre de Dios de las Escuelas Pías, humildísimo y devotísimo siervo y suplicante, expone ante Su Santidad que con su mínima y casi recién nacida Congregación recibió plenamente del cielo el beneficio que pidió con insistencia mediante la oración continua ante la Sma. Eucaristía de sus pequeñitos, con Santos Sacrificios de la Misa, con ayunos y otras mortificaciones corporales, a saber, la afortunada elección de Su Santidad como Pontífice Romano. Después que conoció el resultado de la votación a su favor, interpretó el hecho como un óptimo augurio, principalmente porque de la misma manera que Paulo III de feliz memoria, Pontífice y patricio romano, hizo nacer en la Iglesia la ilustrísima Sociedad de Jesús, y a continuación su sucesor Gregorio XIII, de Bolonia, considerado hombre gloriosísimo por sus escritos, la confirmó, llevándola a perfección, y ahora ilumina todo el mundo, de modo que esta obra pía está siempre en boca de los hombres, de la misma manera agradó a la Divina Majestad que Paulo V, patricio romano, erigiera esta nuestra Congregación de los Pobres de la Madre de Dios; y es de creer que Gregorio XV, de Bolonia, heredero de Gregorio XIII no sólo de nombre y espíritu, sino también por sus grandes pensamientos, también realizará grandes obras. Por lo cual el suplicante citado más arriba también con esfuerzo suplica que se digne aprobar y confirmar clementísimamente con su autoridad apostólica las Reglas y Constituciones con las cuales esta Congregación de las Escuelas Pías se ha de regir. Además del abundante mérito ante Dios en el cielo, puede esperar las oraciones de toda nuestra Congregación por su salud, con las humildes peticiones de nuestros escolares, a los que las Escuelas Pías educan en las letras y buenas costumbres.”

De esta manera decía la súplica, enviada con un ejemplar de las constituciones por medio del Ilustrísimo Protector para conseguir una recomendación más eficaz ante Su Santidad. Antes de obtener el efecto de ver la luz pública por la Dataría Apostólica, la muerte se llevó de entre los vivos a nuestro recordado Cardenal Protector, sin ningún respeto por los graves negocios que el Sumo Pontífice confiaba a un príncipe cardenal tan eximio como nuestro Protector. El Rvdo. Sr. Ciconio describe la muerte de nuestro protector con estas palabras: “Gregorio XV, considerando que como legado de Bolonia el Cardenal Benito había sido prudente, justo y diligente, y que en Roma había contado con no menos benevolencia por parte de los Pontífices anteriores, trataba con él todos los asuntos, y le confiaba los asuntos más importantes, entre los cuales principalmente la preparación de una ley para la elección del Romano Pontífice, la cual obra no pudo acabar, pues atacado por la enfermedad emigró de la vida el 27 de marzo, a la edad de 67 años”. Hasta aquí Ciconio.

Aunque es toda la Congregación la que debe mucho a este ilustrísimo prócer por tantos favores recibidos de él, la misma casa de San Pantaleo le está también muy obligada, pues además de que daba 10 escudos mensuales de limosna, dejó un pío legado con dos mil escudos para poder llevar a cabo una ampliación de la misma casa de San Pantaleo. No se equivoco en absoluto quien escribió este elogio del difunto señor: Volcó en los pobres el beneficio de la Iglesia y la riqueza del patrimonio. Los Pobres de la Madre de Dios se reconocen en el número de ellos, quienes queriendo pagar a su vez a tan ilustre patrón y bienhechor, y puesto él había ordenado a nuestro P. Prefecto la redacción de sus Congregaciones, está emparentado, con no poco dolor, a la obtención de la aprobación de sus Constituciones, que la Congregación le había pedido que él pidiera.

Sin embargo, puesto que se trataba de una obra ante Dios, una cosa hecha no excluye la otra. Su Santidad remitió las Constituciones a la Sagrada Congregación de Cardenales para los superiores religiosos para su aprobación, y pidió su opinión con respecto a ellas, como es costumbre.

En aquel tiempo el presidente de la S. Congregación era el Ilmo y Rvmo D. Miguel Ángel Tonti, Cardenal Nazareno de S. Pedro in Vincula y obispo de Cesena, quien se tomó especial interés por nuestro asunto, y para satisfacer no sólo el nuestro, sino también el deseo de Su Santidad, no una vez, sino muchas, corrigió algunos fallos, y cuando tenía alguna duda, consultaba a nuestro Prefecto en cuanto autor y redactor de las mismas, y además, asumiendo también la parte del trabajo que correspondía a los otros miembros de la Sagrada Congregación, mandó hacer un sumario de las Constituciones por medio de su secretario D. Alejandro Luciani, para facilitar la comprensión de todo el escrito a los demás padres purpurados, y favorecer el sufragio deseado. Y de este modo sucedió de acuerdo con nuestro deseo. Pues habiendo explicado las Constituciones para su completa inteligencia a la Congregación, se dio el sufragio pedido sin ninguna contradicción, y se respondió a Su Santidad de la siguiente manera:

“Nos, Miguel Ángel Tonti, Cardenal Presbítero Nazareno de la Santa Iglesia, por orden de la S. Congregación de los Cardenales para los asuntos de obispos y superiores religiosos, vimos y estudiamos a fondo las citadas Constituciones y Decretos de la Congregación de los Pobres de la Madre de Dios de las Escuelas Pías, en la cuales no vimos nada que no esté de acuerdo con el Instituto Regular y con la disciplina y costumbres de la vida religiosa; y hecha por nosotros la relación sobre lo anterior a los Ilmos. Cardenales, los mismos Ilmos. Padres y Señores por unanimidad consideraron que las citadas Constituciones deberían ser confirmadas y aprobadas, como ellos las confirmaron y aprobaron a ciencia cierta, y quisieron y mandaron que sean observadas y cumplidas por todos aquellos a quienes conciernen. No obstante etc. Reservado, sin embargo, el beneplácito de la Sede Apostólica, en este día 14 de septiembre de 1621.”

Así suena el rescripto de la S. Congregación.

El cual, después de ser presentado a un tiempo a Su Santidad el Papa, él mandó que fuera consultado por algunos Regulares al arbitrio del secretario. Y así se hizo. Cuatro teólogos fueron encargados de ello. Concretamente fueron el P. Maestro del Sagrado Palacio, el P. Maestro Cándido, el P. Jacobo Bagnacavallo, y Lucas Vandingo. Así lo anota el P. Juan Carlos en su obra Selva de Frutos Amargos, folio 2. Otro cita a otros tres, a saber el P. Pedro Alagón de la Sociedad de Jesús, el P. Bagnacavallo y un cierto P. Antonio. Sea como sea, lo cierto es que cualesquiera que fueran los encargados, Su santidad estuvo de acuerdo con sus encargados, y después de ver lo que había que ver y corregir lo que había que corregir (como consta evidentemente en algunos ejemplares), después de dar su relación, Su Santidad, mandó confirmar a ciencia cierta dichas Constituciones con un Breve Apostólico con su inserción el día 16 de octubre de 1621.

Ephemerides Calasactianae VII (1938, 7-12)

Dicho Breve, aunque apareció al año siguiente, se reproduce aquí en toda su extensión y con todas las palabras, pues en él se refiere al cambio de los votos simples en solemnes, y a la exaltación de la Congregación al título de Religión. Por cuya gracia también se suplicó, primero a la S. Congregación, y luego al Sumo Pontífice.

A la S. Congregación se le escribió en los términos siguientes:

“Ilmos y Rvmos. Sres. La Congregación Paulina de los Pobres de la Madre de Dios de las Escuelas Pías, deseando consolidar y establecer en un estado más perfecto su Congregación, suplican humildemente a Sus Ilustrísimas Señorías que los hasta ahora votos simples de la citada Congregación, a saber Pobreza, Castidad y Obediencia, en adelante sean solemnes, y que se dignen declarar que el título de Congregación con votos pueda cambiarse por el título de Religión. Prometen recordar en el futuro con obsequios espirituales por esta gracia.

Al Sumo Pontífice le escribieron lo que sigue:

“Beatísimo Padre. La Congregación de los Pobres de la Madre de Dios de las Escuelas Pías erigida por el Papa Clemente VIII y confirmada por el antecesor de vuestra Santidad, Paulo V de feliz memoria, en su vocación que es tan provechosa para la educación de los niños como necesaria para la república cristiana, para establecerse más firmemente y para dilatarse por lejanas partes del mundo, considera por parte de todos y con una voz común que le conviene cambiar su título de Congregación en Religión de votos solemnes. Por lo cual, entre las otras gracias que sin ningún mérito dicha Congregación espera obtener de Su Santidad, suplica la citada con humildísima sumisión, para que con ello tenga mayor ocasión de vivir con mayor perfección en Dios y en el prójimo, y orando al Altísimo por una larga conservación de Vuestra Santidad.”

Así dicen los dos memoriales. Pero antes de ver qué decretos emanaron de ellos, conviene decir que el Cardenal Tonti no se inclinó mucho a nuestro favor para obtener la gracia presente. Pues decía que los Concilios más bien prohibían la introducción de nuevas religiones. Por lo cual el P. Prefecto, para obtener el voto que pretendía de la Congregación común, envió un escrito al cardenal citado que, en resumen, decía lo siguiente:

“Ilustrísimo y Rvmo. Sr: Es indudable que, entre las mayores empresas reservadas a los Sumos Pontífices como Vicarios de Cristo en la tierra, después de la canonización de los Santos ocupa quizás el primer lugar la aprobación de las Órdenes Religiosas Como cosa que, si viene de Dios, redunda en gran honor para la Iglesia, ayuda y edificación para el prójimo, gracia para los religiosos y gloria para su Divina Majestad, que da a los hombres capacidad de vivir como ángeles, -en el mundo muertos al mundo, -en los sentidos insensibles, -en la carne despojados de afectos carnales; y de hacerse, de libres, esclavos, de sabios, locos, de sociables, solitarios, y de terrenales, espirituales y celestiales. Mientras que, si no es de Dios, de Religión se vuelve confusión; de concilio y convento, conciliábulo y conventículo; y de obra santa y divina, nefasta y diabólica. Por lo que con grandísimo celo los Padres del Concilio de Letrán, con decreto específico registrado en el Capítulo último sobre las "Casas Religiosas", prohibieron las invenciones de nuevas Religiones, pareciéndoles como allí expresamente dicen, para evitar la confusión y multiplicidad superflua de las Religiones, remedio suficiente tanto para los que quisieran convertirse poder entrar como para los nuevos Fundadores poder militar bajo algunas de las aprobadas.
Estos motivos así como han dado ocasión a los Sumos Pontífices de andar en esto mucho más circunspectos, así también se la han dada de dispensar o mejor dicho de declarar tácitamente que la intención del Concilio era sólo la prohibición de las Religiones superfluas y de confusión, con aprobar muchas otras, máxime de ministerio diferente, necesario y específico en la Iglesia de Dios. Entre las cuales se encuentra por común parecer de todos tanto eclesiásticos como laicos, tanto príncipes como particulares, el necesarísimo Instituto y quizás el primero para la reforma de las costumbres corrompidas del siglo el de los Pobres de la Madre de Dios de las Escuelas Pías que es la buena educación de los muchachos, como cosa de la cual depende todo el resto del buen o mal vivir de los hombres como bien consideraron con la luz divina los Concilios de Calcedonia y Trento, los Santos Basilio y Jerónimo, Benito e Ignacio, no puede dudarse que venga favorecido y agraciado con el nombre como tiene los hechos de verdadera y observante Religión, que han tenido hasta ahora tantas otras quizás no tan útiles y necesarias, quizás no tan aplaudidas por todos, quizás no tan deseadas y sin quizás menos pedidas en mucho tiempo de lo que en poco es pedido este instituto, en verdad dignísimo, nobilísimo, meritísimo, comodísimo, utilísimo, necesarísimo, naturalísimo, razonabilísimo, gratísimo, agradabilísimo y gloriosísimo.
Dignísimo por tratar de la salvación de las almas y cuerpos juntamente; nobilísimo por ser oficio angélico y divino ejercitado por los Ángeles Custodios ilustrando las rudas mentes y custodiando a los niños. Utilísimo porque sirve para adornar a toda la República cristiana. Necesario principalmente a causa de la disciplina, que una vez imbuida en su cabeza permanecerá durante largo tiempo. Pues una vez el adolescente ha comenzado a andar por ese camino, no dará marcha atrás.
Por lo tanto es meritorio porque siempre se ocupa en bien de las obras de misericordia. Y si alguien insistiese todavía haberse ya provisto a la necesidad de este Instituto con los Seminario, con los Padres Jesuitas y con los Maestros seglares, se le podría decir: la mies es mucha, y los obreros pocos. Pues ni caben todos en los seminarios, ni los maestros seglares se aplican en serio a ello, y además cobran; y los Padres de la Sociedad ni pueden ir a todas partes, ni pueden las repúblicas ofrecerles fácilmente los fondos necesarios para establecerlos en los lugares en que no están, mientras que nosotros nos contentamos con alimentos pobres, vestidos pobres y habitaciones pobres.
Por lo tanto, como puede haber lugares para nosotros en el mundo, y la necesidad y la utilidad nos llaman, su Ilma y Revma Señoría no desdeñe dar una sentencia favorable para que pueda hacerse esta obra de Dios. La necesidad de los pequeños piden pan y no hay quien se los parta urge, así como nos lo pide el deseo de tantos lugares que no tienen escuelas ni maestros; además Paulo V y Clemente VIII han hablado lo suficiente de nuestro Instituto cuando lo favorecieron al principio con su autoridad apostólica, y el Pontífice gloriosamente reinante se inclina a ir más lejos a favor nuestro.”

Así escribió el P. Prefecto al Cardenal Tonti, quien, después de tratarlo en la Sagrada Congregación, dio su voto, según aparece en el texto siguiente:

“Si así place a Nuestro Señor, la Sagrada Congregación de Cardenales para los asuntos de los Regulares, presidida por el Ilmo. Nazareno, en lo referente a la denominada Congregación de los Pobres de la Madre de Dios de las Escuelas Pías, en otro tiempo erigida en Roma por la autoridad del Papa Clemente VIII de feliz memoria y confirmada por Paulo V de santa memoria y residente en la iglesia de S. Pantaleo de la ciudad, considera que puede ser aprobada como Religión de votos solemnes. Roma, 31 de agosto de 1621. Cardenal Antonio Saulio”.

Su Santidad, visto este escrito de la S. Congregación, se dignó firmarlo con estas palabras:

“En cuanto a la relación del Ilmo Nazareno, expídase un breve según la forma de la otra Religión de Clérigos de la Madre de Dios”.

Ciertamente la Congregación de clérigos seculares de la Madre de Dios que cinco años antes había estado unida a nosotros, había pedido a la Sede Apostólica el beneficio de los votos solemnes y el título de Religión, a los cuales, llamados antes a la viña del Señor, nosotros seguimos. En cambio con las Escuelas Pías de Bolonia no tenemos ninguna comunión. Su Santidad instituyó una Congregación de clérigos seculares llamada de las Escuelas Pías para honrar a su patria boloñesa, pero aunque tengamos en común el nombre y la finalidad, en cuanto a la profesión distamos mucho de ellos. Pues aquella Congregación no está ligada por ningún tipo de votos a educar la juventud, sino que el Maestro Mayor (así se llama al director de la Congregación boloñesa) recibe trescientos escudos anuales por este trabajo, y no puede extenderse a otros lugares, sino que se encierra solamente entre las murallas de la ciudad de Bolonia; mientras que nuestro Instituto se extiende este año a lo largo y a lo ancho, como veremos un poco más abajo.

A causa del honor y reverencia, continuamos intercalando entre nuestros acontecimientos el decreto favorable a la casa de San Pantaleo para obtener cada año una arroba de sal. Teniendo en cuenta la humanidad de los documentos, proponemos mejor que posponemos aquellos que son ordenados por la Suprema Dignidad. El decreto debe ser recordado como sigue:

“Luis Ludovisi, Cardenal presbítero de Sta. María Traspontina, Camarero de la Sta. Iglesia. A los Ilustrísimos Señores Aduaneros o Encargados de la Sal de la ciudad, por orden de viva voz de Su Santidad el Papa nuestro señor, y por nuestra autoridad de Camarero, por las presentes ordenamos y mandamos que de la sal recogida cada año, consignéis y hagáis entrega de una arroba de sal gratis a los Rvdos. Padres de la Congregación de la Madre de Dios llamados de las Escuelas Pías de la ciudad como limosna para alimento y uso suyo a no ser que tengan otro mandato semejante. Así pues de este modo nosotros aceptaremos y admitiremos, y haremos aceptar y admitir, esto en vuestras cuentas de la sal entregada y consignada, no obstante lo que pueda haber en contra. En fe de lo cual etc. Dado en Roma el día 11 de septiembre de 1621. Luis, cardenal Ludovisi Camarlengo.”

Ahora que ya nos hemos comido lo anterior, pasemos a los postres ocupándonos de nuestras Escuelas Pías y de las fundaciones de la Orden.

El primer lugar lo ocupa la tierra de Cárcare, población del marquesado de Finale bajo dominio español. Allí, a instancia de los ilustrísimos hermanos señores Juan Andrés y Bernardino, de la familia Castellani, se fundó nuestro colegio de las Escuelas Pías con el nombre de S. Antonio, con el acuerdo de la comunidad y del Imo y Rvmo Luis Gonzaga, obispo de Alba. Aceptada la posesión, fueron enviados no el P. Pedro de Jesús María, como quiere el Libro de las Fundaciones, sino el P. Juan Pedro de S. María de los Ángeles, con otros dos hermanos operarios, propuesto como superior según dice el oficio con la patente, en los términos siguientes:

“José de la Madre de Dios, Prefecto General de la Congregación de los Pobres de la madre de Dios de las Escuelas Pías. Como nuestro Santísimo Señor el Papa Paulo de V de feliz memoria en su carta apostólica de fecha 6 de marzo de 1617 nos encargó sin mérito por nuestra parte del cuidado de la Congregación, y entre nuestras responsabilidades está el proveer de Ministros idóneos que puedan ejercer las tareas necesarias en nuestro instituto de las Escuelas Pías, así, pues, enviamos a nuestro querido en Cristo Rvdo. P. Juan Pedro de S. María de los Ángeles, sacerdote profeso de nuestra Congregación y aprobado para oír confesiones en la ciudad y en las casas de nuestra Congregación a la ciudad de Cárcare, cerca de Savona, con dos hermanos operarios nuestros, para que construyas allí una casa para nuestro instituto, y te encomendamos a todos los de nuestra Congregación que morarán allí durante nuestro beneplácito. El cual no está impedido por ningún vínculo de crimen, censura o excomunión, sino adornado por buenas costumbres, como auténtico pobre de la Madre de Dios. En fe de lo cual firmamos las presentes en Roma, en nuestra casa de las Escuelas Pías, con nuestra mano y con el sello de la Congregación, el día 6 de junio de 1621. José de la Madre de Dios, citado más arriba.”

Fanano pide para sí el segundo lugar. Es una localidad del Estado de Módena, célebre no por muchas otras cosas, sino porque lo hizo célebre el Conde Pablo Ottonelli, ahora Pablo de la Asunción de la Virgen, profeso de nuestra Congregación, erigiendo allí desde los fundamentos una casa e iglesia con el título de San José con todos los requisitos, incluso un huerto contiguo y una biblioteca suntuosa, a expensas de su patrimonio y herencia. A este lugar el mismo P. Pablo, con el permiso de Su santidad Gregorio XV, con el P. Jacobo de S. Pablo y otros cinco compañeros, fue enviado por nuestro P. Prefecto y fue constituido Ministro de la casa que iba a erigirse el día 10 de junio de 1621, y abrió y comenzó el ejercicio de las escuelas el 7 de julio.

El tercer lugar en orden de fundaciones de este año lo tiene Nursia. La ciudad se encuentra en Umbria, en el Estado Pontificio, al pie de los Apeninos, famosa por ser el lugar natal de S. Benito, y vecina al antro de la Sibila (pero cuando escribo esto, el 14 de enero de este año, se cree que está miserablemente por tierra, golpeada por un horrendo terremoto y en ruinas). Queriendo pues los regentes de esta república hacerla más célebre erigieron una casa y una iglesia de las Escuelas Pías a expensas de la comuna bajo el título de S. Leonardo Abad y Confesor, con expreso permiso de Su Santidad el Papa reinante para ejercer las escuelas pías, y los PP. Peregrino de S. Francisco y Sebastián de S. Geminiano con otros 7 compañeros tomaron posesión del lugar el 29 de julio del año 1621.

En este año presente de fundaciones llegó el permiso para oír confesiones a los que iban a la diócesis de Nola según sigue:

“Angel Mascardo, obispo de Nola pro la gracia de Dios y de la Sede Apostólica y Abad de S. Eugenio en la región de Liguria. A nuestro querido en Cristo P. Juan Pedro de S. María de los Ángeles, sacerdote de los Pobres de la Madre de Dios, salud en el Señor. Tras conocer tu petición para poder oír confesiones de los penitentes en toda nuestra diócesis de Nola con el permiso de los párrocos respectivos y darles la absolución, te concedemos el permiso por una duración a nuestro arbitrio. En el Palacio Episcopal de Nola, el 19 de septiembre de 1621.”

En el año corriente vistieron el hábito de nuestra Congregación un número de 17. Los profesos en diversos lugares fueron 16; los difuntos cinco, de los cuales 3 clérigos y 2 hermanos operarios.

Y en el proceso de vida y virtudes del V. Siervo de Dios el abad Glicerio, sólo fue examinado un testigo, el Rvdo. Bernardo de Lucca, profeso de la Orden Menor de la estricta observancia. Así figura en el proceso, folio 80.

La esterilidad de noticias no ofrece nada más para este año. Y así retiro la pluma de esta parte de la crónica con el estado de Congregación Paulina, para pasar sin fastidio a las que ocurrirán en un grado de mayor perfección, más eminente, con el estado de Religión con votos solemnes.

Notas