BartlikAnales/1631

De WikiPía
Saltar a: navegación, buscar

1630
Tema anterior

BartlikAnales/1631
Índice

1632
Siguiente tema


Año 1631 de Cristo. Trigésimo cuarto de las Escuelas Pías. Noveno de Urbano VIII.

Ephemerides Calasactianae XI (1942, 5-10)

Parece que el año presente comienza con un asunto más santo, a saber, con el proceso de la vida y obras de nuestro Ven. Abad Glicerio Landriani terminado, que el P. Nicolás Mª del Smo. Rosario, Procurador de la causa, según testifica una carta con esta fecha, sometió con la debida reverencia a la S. Congregación de Ritos a efecto de conseguir las dimisorias para llevar a cabo el proceso con autoridad apostólica, y que obtuvo un decreto que dice lo que sigue: “Como el proceso sobre la santidad, virtudes heroicas y milagros del Siervo de Dios de Glicerio Landriani, Abad de S. Antonio de Piacenza, religioso de los Pobres de la Madre de Dios de las Escuelas Pías, mandado por orden del Papa Paulo V, de feliz memoria, por medio del Cardenal Vicario de la Ciudad, con autoridad propia, ha sido hecho y completado, el General de esa Orden suplicó a Su Santidad que admitiera y viera dicho proceso, a efecto de conseguir las Dimisorias con autoridad apostólicas; y con la súplica entregada con el proceso a esta S.R. Congregación, esta S. Congregación admitió dicho proceso, y encargó al Emmo. y Rvmo. Cardenal Sabelli que lo examinara, como es costumbre. Día 8 de febrero de 1631. T. Tegrinio, Obispo asistente secretario.” Así suena el decreto de la S. Congregación de Ritos acerca del citado proceso del Siervo de Dios Glicerio Landriani, del que en su lugar se dirá por quién y cuándo fue examinado.

Mientras tanto nuestro P. General nombró al P. Esteban de los Ángeles, superior de nuestra casa napolitana de la Duchesca Visitador General, por la patente que dice lo siguiente:

“José de la Madre de Dios, Superior General de los CC.RR.PP. de la Madre de Dios de las Escuelas Pías, a ti, R.P. Esteban de los Ángeles, sacerdote profeso de nuestra Orden. Salud.
Confiando mucho en el Señor en tu habilidad y en tu fidelidad, a tenor de las presentes te nombramos y constituimos Visitador General de nuestra Orden, y que comiences cuanto antes en nuestra casa de Nursia. Y si en alguna de nuestras casas ocurriera algo difícil, házmelo saber al instante. Por lo demás, procura remediar lo que te parezca conveniente en el Señor. Ordenamos a todos los nuestros que te reciban y te obedezcan como tal. En Roma, en la casa de las Escuelas Pías el 4 de enero de 1631. José, como más arriba.

Y al P. Esteban (Busdraghi) de la Reina de los Ángeles, superior y maestro de novicios del noviciado de Nápoles, le escribió las palabras que siguen:

“La Paz de Cristo. Procuraré enviar cuanto antes a vuestra paternidad dos libros de ejercicios espirituales del P. Sancio y 6 u 8 de la Imitación de Cristo de Kempis. Igualmente la instrucción, tanto para los novicio como para el maestro, del R.P. Juan de Jesús María, carmelita. Pero el verdadero libro en el que todos debemos estudiar es la pasión de Cristo, que da el saber conveniente al estado de cada uno. Por lo tanto V.R., confiando sólo en la ayuda del Señor y en la protección de la Santísima Virgen María, no dude en llevar a cabo cuanto la obediencia le ordene. Cuando le ocurra algo que le parezca digno de comunicarme, lo haga. El Señor le bendiga siempre. Roma, 18 de enero de 1631.”

Con la misma fecha escribe el P. General a Nápoles a la Sra. Angélica, una singular bienhechora nuestra, que está enferma, una carta de consuelo, como sigue:

“Ilustre y de toda mi consideración señora en Cristo el Señor.
Los caminos del Señor, por las cuales guía las almas al paraíso, son santas y llenos de misterio, pero todos están dispuestas y dirigidos por la paterna providencia, sin embargo no deja ninguno sin cruz. La cual en algún sentido los hace duras para los sentidos, pero tolerada con paciencia, el espíritu encuentra en ella mucha dulzura y suavidad. Por tanto, Sra. Angélica, esté segura de que toda la virtud que tienen las medicinas la reciben de la mano del Señor, quien puede, y suele a menudo, dar en la comunión una salud más completa que la que dan las mejores medicinas del mundo. Por lo tanto, si la Sra. Angélica considera que las medicinas no le curan, quizás sea para que recurra al médico celeste, y le pida a él la curación. Sin embargo, si quisiera el Señor mantenerla en ese estado, no por ello se ponga melancólica, sino que sea fuerte en la fe, y persevere en la oración. Pues si Dios le da la salud, será para gloria suya; y si no, le dará paciencia, y con la paciencia, consuelo y mérito. Por mi parte no dejaré de encomendarla en mis oraciones, junto con los de su casa, a los cuales ruego salude de mi parte. Roma, 18 de enero de 1631.”

Mientras se envían esta carta a Nápoles, y la otra a otro lugar, llega carta de Nikolsburg de Moravia con el contenido siguiente:

“¡Reverendísimo Padre en Cristo!
Nos alegraron maravillosamente, a mí, a mi Emmo. Cardenal y a todo nuestro seminario su carta del 18 de enero, anunciando que en el mes de marzo llegarían los padres de vuestra santa Orden. Ojalá pudiesen estar aquí para la fiesta de la Anunciación de la B. Virgen María, puesto que esperamos al emperador, al rey y a toda la familia augusta para visitar la casa de Loreto de Nikolsburg cumpliendo un voto, y al mismo tiempo nuestro seminario. Normalmente disminuyen los fríos en estas partes en el mes de febrero que va a comenzar, y creo que también se puede navegar en el mar Adriático, y sin los impedimentos del frío, la guerra, y epidemias, se hace el camino por Carintia, Stiria y Viena hasta aquí. Si yo pudiera ser avisado por correo en que día los padres subieron al barco en Ancona hacia Trieste, fácilmente enviaría un ayudante a Graz, o quizás más lejos, que los acompañe. Yo confiaré de buena gana todas las escuelas de letras a vuestros óptimos padres, si puede añadirse cómodamente uno que pueda enseñar Humanidades; si no, contrataremos alguno de fuera. Creo también que si entre los que vienen hay algunos que pueden escuchar confesiones, catequizar o decir sermones, obtendrían fruto. Daremos también a su superior la potestad de recibir novicios, pues entre nosotros hay muchos de índole óptima. Ciertamente si no consigo un lugar cómodo para que vivan aparte los padres cerca de la escuela, tan pronto cuanto lleguen, decretaré edificar según ellos me indiquen desde los cimientos un convento nuevo o monasterio junto a un templo nuestro conveniente para el retiro religioso, y también (si quieren) para establecer el noviciado. Muchos magnates de estas provincial ya han decidido pedir a vuestros padres, entre los cuales el Excmo. Príncipe de Liechtenstein, que ofrece entregar 20 mil florines para edificar en la ciudad de su residencia ordinaria un monasterio para vuestros padres, como vuestra Rvma. Paternidad podrá ver por la carta del Sr. Doctor Picenardi.
Para terminar, si no es contrario a vuestro instituto, y pudiera tener algún padre que pudiera enseñar casos de conciencia y controversias, y alguno que pudiera enseñar música vocal, sería muy grato. Si no, podemos buscarlos de sobra en otros lugares, pues los hay de música tanto vocal como instrumental de todo tipo. Por lo demás, me encomiendo humildemente a las oraciones de vuestra paternidad reverendísima y de su santa Congregación. En Nikolsburg, 28 de enero de 1631. Devotísimo siervo en Cristo de vuestra Paternidad Rvma., Juan Bautista Gramay.”

Así escribe el nombrado señor al P. General desde Nikolsburg en Moravia. Moravia es una región de las provincias de Germania y de los territorios hereditarios del emperador, llamada así por el río Morava que la atraviesa por el medio, en otro tiempo celebérrimo reino cuyos reyes que dominaron a los bohemios, silesios, polacos y las gentes que vivían entonces en Hungría, especialmente cerca de Nitra, y también estaban en guerra con los romanos. Los antiguos la llamaban Marcomania, porque iba desde los confines de Germania, siguiendo el Danubio, hasta Panonia. Puesto que Mark en alemán es lo mismo que frontera en latín, y Mann lo mismo que hombre, los que vivían en Marcomania se llamaban marcomanos, o sea hombres de la frontera, o vecinos del final de los territorios germánicos. La región por lo demás no es fecunda sólo en trigo y vino, sino en todas las cosas para sustentar la vida presente.

Así, pues, se esperaba en esta provincia, concretamente en Nikolsburg, a nuestra Orden, según las dos cartas ya enviadas. Esta ciudad se encuentra en los límites de Austria inferior, y es sede y residencia de la Ilma. y Excma. familia de los Dietrichstein, al pie del monte que entonces se llamaba Santo, pues lo decoraban muchos edificios santos, que entonces comenzaban a ejercer obras de piedad, de todos los cuales había sido autor y fundador el que en la posteridad siempre será venerado Emmo. Card. Obispo de Olomuc D. Francisco de Dietrichstein. Este, en cuanto señor hereditario del lugar, adornó dicho monte con capillas representando los misterios de la Pasión del Señor, una santa casa dedicada al patrón contra la peste, y una torre con una campana muy grande; y la ciudad con una santa casa de Loreto, una colegiata con cuatro prepósitos al frente de los canónigos, un monasterio de padres capuchinos y un seminario para la juventud estudiosa, y quiso cerca del fin de su vida que el citado seminario nos fuera encomendado a nosotros, y lo que él quiso pudo llevarse a cabo felizmente, con la ayuda del ya citado Sr. Gramay, como se dirá más tarde.

A este fin, tan pronto como nuestro P. General recibió la carta anterior del Sr. Gramay, empleó con todo cuidado a los que iba a enviar a un lugar tan remoto de la ciudad, gente que respondiera satisfactoriamente al deseo y expectativas del Emmo. Cardenal, y que pudieran promover el decoro y el honor de nuestro instituto, y les comunicó que se prepararan para salir cuanto antes. De qué modo se hicieron recomendaciones en todos lugares por los que iban a pasar, y de qué modo se les esperaba con los brazos abiertos, nos lo muestra la carta enviada al P. General:

“Reverendísimo Padre en Cristo.
He enviado cartas a los obispos y prelados conocidos en el camino desde Trieste hasta aquí, que incluí en las cartas dadas a vuestros padres, que encontrarán en los monasterios de los capuchinos de Triestre, Labac, Klagenfurt y Neustadt, y si acaso lo encontraran difícil, en estos día envío a Trieste por Viena a Neustadt, la prepositura de Glogniz, el monasterio de Marienberg, el decanato de Brekensem, Graz, las abadías de S. Lamberto, S. Andrés, la catedral de Klagenfurt, las abadías de Victoria y Labac, para que si se perdieran en algún lugar, no les falten amigos que los acojan con toda caridad.
Así, pues, esperaremos a los buenos padres para Pascua, ya que no podrán llegar para la fiesta de la Anunciación, y ojalá viniese con ellos el abad Fray Carlos, que fue con nuestro Emmo. Cardenal a Génova, e indagando con curiosidad acerca de vuestro instituto, se alzó como defensor vuestro. Este será, pues, muy agradable tanto para usted como para su causa entre todos nosotros. Pero si esta vez (procuraré que esta carta llegue antes de la salida de los padres) no viene con dichos padres, podrá seguir viaje desde Génova por otro camino. Mientras tanto conceda Dios a vuestra Rvma. Paternidad y a toda su santa religión toda clase de bienes, a cuyas oraciones y misas me encomiendo. En Nikolsburg, a 18 de marzo de 1631. Devoto siervo en Cristo de Vª Rvma. Paternidad, Juan Bautista Gramay.”

Así el mismo Rvdo. señor. Cuyo benévolo afecto, expresado en la carta anterior, contaba incluso con la posibilidad de que nuestros pobres religiosos se perdieran al ir a los lugares designados; sin embargo la ayudas de otros les permitieron llegar sanos y salvos al término de su viaje, como poco después mostraremos.

Por este tiempo también escribía el P. General al P. Melchor en Venecia, que estaba totalmente dedicado al cuidado de los apestados, y le rogaba que por amor de Dios continuara con ese servicio, y no pidiera bajo ningún motivo la introducción de nuestro instituto en aquella municipalidad, añadiendo: quizás porque lo voluntad de Dios no lo quiere en este tiempo.

Con fecha 15 de marzo notificó la salida de nuestros ocho religiosos hacia Moravia, quienes eran los siguientes: P. Peregrino de S. Francisco; P. Ambrosio de Sta. María; P. Antonio del Smo. Sacramento; H. José de S. Nicolás Tolentino; H. Ambrosio de la Concepción; H. Juan de Sta. María; H. Alejandro de S. Luis; H. Francisco de la B. Virgen.

Estos ciertamente, como los 8 príncipes de Miqueas (cap. 5), después de recibir la bendición salieron de Ancona el 2 de abril en un navío que iba a Istria, y de allí siguieron adelante en parte a pie, en parte con los medios que se les presentaban, hasta que lograron llegar al lugar al que se dirigían.

Mientras tanto, el P. Esteban de la Reina de los Ángeles fue llamado de Nápoles a Roma el 28 de marzo y asumió el oficio del que se hace mención en la carta patente que sigue:

“José de la Madre de Dios... como más arriba. Como es tarea nuestra elegir ministros idóneos que puedan ser útiles con sus obras y habilidad no sólo a una provincia, sino a toda la Orden, Nos, confiando mucho en el Señor en tu fidelidad, rectitud de costumbres, experiencia en los negocios y celo por la reforma, por las presentes te elegimos y nombramos no sólo Procurador General de toda nuestra Orden, sino también Ayudante y Asistente nuestro, tanto si estoy presente como ausente, durante nuestro beneplácito. En Roma, en S. Pantaleo, el día 28 de marzo de 1631. José como más arriba”.

Como su oficio de General, que le confió SS Gregorio XV, ya llegaba a su último año, propuso convocar un Capítulo General para elegir un nuevo General, como indica la carta al P. Catilla, que residía por ciertas razones en Nápoles, con fecha 26 de abril. Le escribió con estas palabras: “Vuelva a casa, que yo no espero otra cosa sino la comodidad de convocar el Capítulo General para quitarme de encima este continuo peso” Así escribía él.

Ephemerides Calasactianae XI (1942, 35-40)

Mientras tanto escribió el P. Melchor de Venecia diciendo que se había elegido un nuevo Patriarca, el cual, al presentarle la felicitación, no sólo pedía, sino que urgía al P. General el instituto recomendado. Además se quejaba en otra carta de que había eclesiásticos seculares contrarios y enemigos de su caritativo obsequio. Pero el P. General, como le dictaba su prudencia y juicio maduro, respondió a las suyas con estas palabras: “Me alegro mucho de la óptima elección del Patriarca. Que el Señor le asista siempre en todas sus acciones para que como buen pastor guíe a sus ovejas a los pastos óptimos y a las delicias del Paraíso. No tengo ánimo para escribirle una carta de felicitación, porque Príncipes tan grandes tienen tantas otras felicitaciones y tantos asuntos graves que resolver que a menudo no pueden dedicar su atención a personas bajas y viles como nosotros. Oraré por él al Señor, lo cual produce más fruto que las felicitaciones externas.” En cuanto a la segunda parte que nos concierne, responde así: “Teniendo adversarios, como dice, debe estar muy atento no sólo no sólo en el actuar, sino también en el hablar. Sepa, pues, que el que obra bien y además obra bien, no ofende, sino que supera todas las oposiciones y persecuciones que ocasiona el enemigo infernal; por lo que hace falta que el que habla no ofenda, pues es sabio quien sabe frenar su propia lengua.” Así dice con fecha 10 de mayo, y antes el 17 del mismo: obrar y sufrir las cosas adversas es un camino excelente.

Mientras tanto nuestros padres y hermanos peregrinos llegaron sanos a Nikolsburg en Germania el 2 de junio, y el Emmo. Cardenal residía no allí, sino en Brno, ciudad real distante 5 leguas de Nikolsburg. Antes de que cardenal fuera informado sobre la llegada de los nuestros, el Sr. Gramay saludó honrosamente mientras tanto a los que llegaron, y los instaló debidamente como vivienda en la residencia de S. Juan Bautista contigua al mismo seminario cardenalicio, provisto suficientemente de mobiliario y ajuar doméstico.

Cuando habían descansado después de un viaje tan largo y habían recuperado las fuerzas por completo, y estaban todos dispuestos a la disciplina regular de la casa, el día 20 de junio, sacándolos del seminario cardenalicio, el citado Rvmo. Sr. Gamay los tomó bajo su cuidado y los llevó a comenzar las clases entre aclamaciones festivas de los alumnos de dicho gimnasio o seminario, con gran consuelo de toda la ciudad. El mismo seminario quiso imprimir para recuerdo de la posteridad las felicitaciones en varias lenguas, y me agrada copiarlas, como sigue:

1.Salve, tres padres venerables, atentos maestros del honor, la virtud y de muchas artes, lenguas y erudición. Mateo Schöber.
2.De la misma manera que después de la triste tormenta la tierra ríe con el sol radiante, lo mismo la escuela se alegra animada con inusitada luz a la vista de los Padres. Jorge Cornutz.
3.Reverendos Padres que llegáis a Nikolsburg, como augurio feliz recibid lo que la misma juventud expresa: el saludo con el corazón, la alabanza con el pecho. Alejandro Wagner.
4.La hierba crece regada por el rocío del cielo, el lirio expande sus alas, hacia el vértice del cielo; así nuestra escuela se fortalece en presencia de los Padres. Andrés Kesman.
5.Recibid los saludos, padres de las venerables escuelas, reverendos doctores, de quienes os felicitan por la feliz llegada a esta escuela con el gesto, en el pecho, con palabras. Martín Kever.
6.Salve, oh venerables atletas de la virtud y de las letras, maestros prudentes, atentos y rectos, a quienes la juventud triunfante ha esperado durante mucho tiempo y al presente por fin os ve. Gaspar Herman.
7.Los padres llegaron; clara luz de las Escuela Pías, perfectas abejas de la religión; alégrese el noble imperio del cetro germano, alégrese la excelsa corona de la casa de Austria. Alégrese la región de los marcomanos y su región de Nikolsburg, adornada con tantos bienes. Nosotros, niños, ofrezcamos óptimas palabras a los nuevos huéspedes con el Imperio, los austriacos y los moravos. Juan Frank.
8.O padres, a quienes la piedad dio el nombre a aquellos cuya única preocupación es formar a los ignorantes, sed bienvenidos del pueblo y de los príncipes, y recibid la gratitud de todos nosotros. Tobías Grein.

9.Salve padres a los que las humildes Escuelas Pías dan el nombre, la niñez santa se alegra y las Musas y las Gracias se felicitan; acercaos a los hogares de Nikolsburg, gozosos después de ser esperados por largo tiempo, deseados huéspedes en la casa acogedora del padre purpurado. Poned libres los pies, largas las manos, en el ilustre seminario, nuevo Helicón que parecerá un Parnaso con vuestras escuelas. Se adornará esta casa a vuestra señal, y nosotros, tiernecillas plantas de este huerto, esperamos ser más brillantes, más regadas con vuestro sol y vuestro rocío. Tomás Steimbök.

Hasta aquí estos 9 lauretanos, a los cuales se unieron también otros siete externos, estudiosos de las lenguas extranjeras, quienes expresaron sus deseos en italiano, español, francés, copto, bohemio, alemán y hebreo, todo lo cual fue coronado por un coro musical, tanto vocal como instrumental, muy aplaudido.

Oigamos cómo estos padres nuestros fueron gratamente recibidos por el clementísimo cardenal fundador, según una carta enviada al P. General:

“Reverendísimo padre en Cristo.
Escuche por mi propia carta, mejor que por la de ellos, cuán gratos fueron los óptimos padres de vuestra Orden al Emmo. Príncipe Cardenal, más bien a la provincia. Me atrevo a decir ciertamente que nada me ha ocurrido más gozoso en toda mi vida, que aquel divino encargo que se me hizo de traer al huerto del Sacro Romano Imperio tan odoríferas y fructíferas plantas, por las cuales nunca dejaré de hacer todo lo que esté en mi mano para favorecer que crezcan. Los mismos trabajan muy duro, y crece cada día el número de discípulos (de modo que en una clase pasan de cien), crecen las labores y los frutos, y la Orden apenas conocida, nacida hace pocas semanas, es alabada por todos, y solicitada por muchos príncipes, por lo que parece que hay que esforzarse por aumentar las personas y constituir el noviciado, y enviar a Germania con preferencia, si tienen gente en Italia. 9 de julio, en Nikolsburg, Juan Bautista Gramay”.

Así dice este Rvmo. Sr. No omitamos oír lo que escriben los nuestros. Según carta del P. Ambrosio:

“La paz de Cristo. Ya hace algunos días que tengo intención de contar las cosas más importantes que nos han ocurrido aquí hasta ahora, después de haber descrito nuestro viaje con detalle como había prometido. Lo principal es que nos vemos pocos obreros para una mies tan abundante en esta provincia, y esperamos que vuestra paternidad enviará sucesivamente más, para que podamos estar a la altura de la óptima opinión que el Emmo. tiene de nosotros. Me atrevo a decir que para el mismo Príncipe Cardenal es un gran gozo el ocuparse en escuchar sobre nuestro instituto de los Pobres de la Madre de Dios. Pues él mismo es muy devoto de la Madre de Dios, y para que se vea su celo en propagar el honor de ella, erigió con todo lujo una casa de Loreto, no inferior a la picena en Italia, y fundó 9 coros de adolescentes representando los 9 coros de ángeles para que canten la misa y las letanías, y tan recomendable le parece al Príncipe que en las fiestas marianas suele hablar de ello al numeroso concurso de gente.
Otra cosa que oímos decir al mismo Emmo. nuestro fue en aplauso nuestro. Dijo que de la misma manera que el origen de nuestro instituto fue traído a Italia por un fundador español, de la misma manera el propagador del instituto en estas va a ser un hispano, aunque indigno, pues él nació en Madrid (aunque su origen es bohemio), pues su señor padre fue embajador del emperador de los romanos ante el rey de España, lo cual sucedió en el año 1570.”

Esto es lo que cuenta el P. Ambrosio de Sta. María con fecha 6 de agosto. Cuenta muchas más cosas en esa fecha, pero será mejor que escuchemos un resumen de lo que escribe con su propia mano el Eminentísimo sobre esta materia, que es lo que sigue:

“Reverendísimo padre,
Hace tiempo que tengo ganas de escribir a Vuestra Paternidad, pero hasta ahora no he podido a causa de estar ocupado con extraordinarios negocios de esta provincia, cuyo gobierno se me ha confiado. Con esta ocasión le quiero dar las debidas gracias por haber enviado sus religiosos a esta provincia mía, pues le aseguro a Vuestra Paternidad que ellos se portan de tal modo que yo, no sólo como príncipe y señor temporal del lugar, sino también como obispo de esta región, recibo mucho consuelo de su vida buena, ejemplar y religiosa, y recibo de ellos tanta satisfacción que ya no puedo pedir más. Y porque todos ellos se muestran religiosos observantes en la práctica; en particular lo he comprobado en relación con la pobreza, pues al hablar con cada uno les pregunté si faltaba algo a la ración que recibían, y no recibí otra respuesta sino que no les faltaba nada. Por lo cual, como no quiero en verdad que por modestia religiosa callen sus necesidades, ruego a Vuestra Paternidad que les diga que siempre, libremente y con confianza, recurran a mí si algo les falta, para que me vean no sólo como fundador en estas partes, sino como protector y padre de hecho.
Y como estos padres son muy queridos, son deseados también por muchos señores. Por lo cual someto a la consideración de Vuestra Paternidad, más aún, deseo que se esfuerce por promover su deseada Orden con la vestición de sujetos tanto aquí como en Italia, para dar satisfacción a los que la esperan para sus dominios. Entre otros hay un Barón, el coronel César Francisco de Magnis, que le recomiendo para que sea preferido para satisfacer sus deseos antes que a los demás. Quedo pues en la esperanza de que Vuestra Paternidad, que es cabeza y fundador, y además español, siendo yo también hispano, no dejará de lado mi petición, pues yo no busco otra cosa que la gloria de Dios y el servicio del prójimo, y el crecimiento y exaltación de su santa religión. Por lo demás, rogándole que se dirija a mí confiadamente en todo lo que pueda serle de utilidad, le deseo toda clase de felicidad y gozo.
Siempre hermano de Vuestra Paternidad, Cardenal Dietrichstein.
Nikolsburg, 3 de noviembre de 1631.”

Al leer esta carta, creo que difícilmente podría ningún Padre General recibir más gozo, cuando de tal príncipe recibía tanta alabanza de sus religiosos, y tanto afecto a toda la Orden. Ya indiqué antes que puede verse el mismo afecto en el Sr. Gramay, que poco antes, con fecha 17 de septiembre en un lugar en particular se expresaba de este mismo modo: ”Recientemente le escribí acerca del deseo del obispo y del senado de Viena de introducir vuestra religión en esta metrópoli de la frontera austriaca. Añado ahora que son muy deseados nuestros padres en Wratislava y en Opava, que son dos metrópolis de una y otra Silesias.”

Y con fecha 22 mes del mes citado: “Los ojos y el corazón de todos están vueltos hacia vuestros Padres, y en muchas ciudades los esperan, y no hay nadie, digo la verdad, que en los comités provinciales públicos de los órdenes generales no alabara a vuestros padres, admirara su trabajo, su pobreza y su piedad y diligencia.” Así dice este Rvmo. Sr. De Moravia, donde muchas otras casas, y muchas otras colonias habría visto la posteridad, si la pobreza de sujetos calificados para esos lugares no hubiera obstaculizado el feliz progreso.

Y estas son las cosas memorables de los comienzos en Moravia.

Ephemerides Calasactianae XI (1942, 72-76)

Con fecha 23 de agosto del año corriente fue confirmada la concesión de la Iglesia de S. Salvador de Moricone, y de la residencia como habitación nuestra por el decreto del Emmo. Cardenal Escipión Borghese, obispo de la Sabina, que dice como sigue:

“Escipión, por la misericordia divina obispo de la Sabina, Cardenal S.R.I. Borghese, a nuestros queridos en Cristo P. Superior y CC. RR. Religiosos Pobres de la Madre de las Escuelas Pías, eterna salud en el Señor.
Como nos hicisteis saber recientemente que, con el permiso de la universidad y de los hombres del pueblo de Moricone en la diócesis de la Sabina se os concedió una iglesia con el título de S. Salvador que amenazaba ruina en la cual no se ejercía el culto, y la parte de la residencia para construir allí una escuela, según se dice en un público documento presentado más arriba; como vosotros, Superior y Clérigos, y la universidad y los hombres citados deseáis y desean que se comunique la firme confirmación y aprobación con nuestra fuerza para la validez y permanencia de la concesión citada; sabiendo que la anterior repercutirá en aumento del culto, Nos, queriendo seguir favoreciéndoos con especiales gracias y favores, aprobamos y confirmamos con nuestra autoridad ordinaria, de la mejor manera posible, en cuanto podemos y debemos, la concesión de dicha iglesia y residencia, con efecto de restaurar dicha iglesia, o de construir otra nueva, y para construir la casa para habitación vuestra, y unas Escuelas Pías nuevas, teniendo en cuenta las sanciones apostólicas, según el instrumento hecho más arriba, en todo y en cada parte contenida en él, en cuanto es lícito, honesto y no opuesto a los sagrados cánones del Concilio Tridentino, y añadimos la fuerza de nuestra confirmación y aprobación, supliendo todo lo que pudiera ser defectuoso en lo anterior, tanto en el derecho como en lo hecho, de la mejor manera posible. En fe de lo cual, etc. Dado en Magliano, en el palacio episcopal, el 13 de agosto de 1631.” Y esto por lo que se refiere a Moricone.

Lo que presentamos ahora sirve para el incremento de nuestro instituto en el reino de Nápoles.

Cosenza es una ciudad de Calabria en el reino de Nápoles, donde tiempo atrás murió el rey de los visigodos Alarico. El señor heredero de ese lugar se llamaba príncipe de Santa Ágata, que cuando supo que nuestro instituto florecía en Nápoles, le entraron ganas de imitar a su señor padre; de la misma manera que su padre había construido en dicha ciudad un monasterio para los religiosos seráficos de la estricta observancia, a fin de no quedar atrás con respecto a su padre, él erigió una casa y unas escuelas para ejercer nuestro instituto, para aumentar el culto a la Divina Majestad y el bien común de la comunidad de Cosenza. Sin consultar mucho tiempo la cosa, visitó al P. Gaspar de la Anunciación, le informó sobre su deseo, suplicándole que propusiera a sus superiores los que intentaba llevar a cabo. El P. Gaspar se hizo cargo del asunto, y actuó de modo que la petición y propósito del príncipe nombrado fueron satisfechos. Cuando el benévolo príncipe se enteró de ello, cedió su palacio a las Escuelas Pías, y proveyó de alimentos y otras cosas necesarias, para que todos los nuestros que irían a vivir allí estuvieran a gusto.

Y para que no pareciera que nuestro instituto se había introducido a escondidas, procuró que el Ordinario del lugar hiciera una procesión con el clero y el pueblo a su palacio, y puesta la cruz con el rito eclesiástico, con la bendición usual, se convirtiera la casa profana en habitación sagrada y religiosa. Hecho lo cual, el P. Francisco de Sta. Catalina V. M. con el P. Tomás de Sto. Domingo y el P. Gaspar nombrado más arriba tomaron posesión del lugar, y tras convertir algunos lugares en clases, las Escuelas Pías abrieron en el mes de octubre. Así cuenta el P. Gaspar esta fundación en el Libro de las Fundaciones.

El dos de octubre tuvo lugar un consejo público en Ancona (ciudad que es un puerto marítimo célebre, capital de todas las Marcas) en el cual se concluyó con 51 votos a favor que se trajeran a los padres de nuestro instituto para ejercer las Escuelas Pías. De lo cual el P. General fue informado por el Ilmo. D. José Cinquevie, y a petición de dicho D. José envió a tres a visitar aquella ciudad, donde fueron recibidos y saludados muy cordialmente, como testifica el mismo P. General con fecha 18 de octubre. Sin embargo no especifica ningún nombre cuando escribe al P. Melchor a Venecia.

En este mismo mes de octubre, concretamente el día 22, el P. Pedro de la Natividad B.V.M., Asistente General y Provincial de Nápoles, después de celebrar el Capítulo Provincial en la casa de Somma junto al Vesubio el 6 del mes corriente, vino a Roma con sus vocales (que eran el P. Carlos de Sto. Domingo, superior de la Duchesca y el P. José de la Visitación), y fue a la casa noviciado de S. José para esperar el tiempo del Capítulo General.

Poco después, a saber, el 27 de octubre, llegaron a la ciudad para asistir al mismo Capítulo el P. Esteban de los Ángeles, visitador general, con Mateo de la Anunciación, superior de Nursia. Pero a todos los citados habían precedido ya en el mes de septiembre los padres de Génova, que eran el P. Juan Esteban de la Madre de Dios, Provincial, con el P. Octavio Zacharía de S. Gabriel, y el P. Pedro Pablo de Sta. María.

Y aunque también se esperaba la venida de los padres de Florencia, como al principio de noviembre los caminos estaban cerrados a causa de la peste, no pudieron venir; por lo cual la autoridad del P. General, prorrogada desde abril hasta el primero de noviembre, había expirado completamente; y para que nadie se quejara de la falta de autoridad, fue necesario recurrir a la Santa Sede para que proveyeran oportunamente. Sucedió, pues, que el P. Pedro de la Natividad, primer asistente, presentó una súplica a Su Santidad según la forma y estilo siguiente:

“Beatísimo Padre,
Pedro de la Natividad B.M.V. primer asistente de José de la Madre de Dios, Fundador de los CC.RR.PP. de la Madre de Dios de las Escuelas Pías, con toda humildad y reverencia postrado a los pies de Su Santidad expone suplicando que el último día de octubre ha expirado no sólo el periodo de nueve años desde la elección del citado P. José Superior General, sino también la prórroga de unos pocos meses que se dignó concedernos para que prolongara el ejercicio de su cargo, por lo que desde el primero de noviembre nuestra Orden de las Escuelas Pías permanece acéfala y sin ningún oficial o superior.
Por lo tanto, puesto que sólo el Capítulo puede elegir legítimamente al Superior General, y a causa de la peste no pueden venir los vocales de Florencia, me postro humildemente a los pies de Su Santidad para rogarle, ante tanta necesidad, que no admite dilación, para que nos conceda el remedio que me parece el mejor, a saber, que Su Santidad elija al mismo P. José Fundador como General durante toda su vida, tal como lo prescriben nuestras Constituciones, y que añada cuatro Asistentes expertos en las cosas regulares, que siempre debe tener residiendo cerca de sí (a no ser cuando quizás hiciera falta enviar alguna persona capaz a alguna provincia para la visita), con los cuales debería tratar todos los negocios del oficio. Con esto Su Santidad haría un gran favor a la Orden, y la misma se obligaría a rezar continuamente por la felicidad, tanto presente como futura, de Su Santidad.” Así escribía el P. Pedro Asistente a Su Santidad.

Por lo que, visto lo que se le exponía en la súplica, contado anteriormente, envió al Emmo. Cardenal Ginetti, vicario general suyo, para que fuera a escuchar y ver el sentimiento de los demás religiosos nuestros, a los cuales, según conviene en la Congregación, después de haberles escuchado no una, sino muchas veces, hizo su informe a Su Santidad, y recibió de viva voz suya el mandato de que el P. José de la Madre de Dios fuera declarado Superior General durante toda su vida. Lo cual hizo él mismo, como narra el P. Vicente de la Concepción, en sus Anotaciones, tomo I, parte 3, cap. I. Y ello ocurrió en su palacio. Lo demás que aparecía en este breve apostólico, para mejor noticia e información de todos, lo narraremos en su momento; de momento diremos que a causa de ello, se dio por terminado el Capítulo General convocado, del cual el citado P. Vicente sin embargo no anota bien los vocales, pues todos los padres de Florencia estaban ausentes. Y tampoco anota bien sus cargos, pues el P. Juan Esteban de la Madre de Dios no era maestro de novicios, sino provincial de Liguria, y el P. Francisco de la Purificación no era Provincial de Liguria, sino superior de Florencia. Y baste lo dicho en relación con este Capítulo General.

En Nápoles, el 25 de noviembre D. Santiago Bertea hizo en su testamento heredero usufructuario de sus bienes a su hermano Pedro Bertea, pero después de su muerte nos instituyó a nosotros herederos en propiedad y en usufructo, con la condición de en el plazo de dos años después de su muerte erigiéramos una iglesia en el lugar de Posílipo. Del mismo modo llegó una carta de Cárcare anunciando que un cierto médico de Alba había fallecido a causa de la peste, y había dejado en su testamento 40 mil escudos en su testamento para que se fundaran las Escuelas Pías en la ciudad de Alba.

El día 12 de diciembre el R.P. Juan García o Castilla, después de vivir más de 20 años en las Escuelas Pías con hábito de clérigo secular, gozando de todos privilegios y prerrogativas de nuestra Orden como oblato, bajo cuyo título incluso fue admitido a las sagradas órdenes y al presbiterado, recibió nuestro hábito y fue contado en el número de los novicios. Lo copiamos aquí para memoria: “A tenor de las presentes aceptamos en el número de nuestros novicios al R.P. Juan de Jesús María, en el siglo llamado Juan García del Castillo, de la diócesis de Segovia, quien durante más de 20 años ha servido en la Orden. Roma, 12 de diciembre de 1631. José de la Madre de Dios, General”.

El día 21[Notas 1] de diciembre por la noche un horrendo terremoto estremeció a la ciudad de Nápoles. El monte Vesubio (llamado Somma por el vulgo), no muy distante, resonando con truenos horribles, vomitó una llama terrible mezclada con muchas cenizas, lanzando piedras a lo alto, que fácilmente atravesaron la primera región del aire; las cenizas fueron llevada por el torbellino de los vientos hasta el archipiélago; las rocas proyectadas a cien millas italianas; de las fauces del monte salió una gran cantidad de lava encendida, que como un torrente rapidísimo, dividido en siete cauces, llegaba ardiendo hasta el mar, en el cual mar estuvo ardiendo y humeando durante doce días. Por la parte opuesta del monte un torrente de agua hirviendo irrumpió con gran fuerza, inundando muchos lugares. El mar, a causa del terremoto, o por otra causa desconocida, retrocedió de tal modo de la costa que las naves napolitanas durante mucho tiempo reposaron sobre seco. Esta sorprendente y horrible aspecto de las cosas fue la ocasión para que nos viéramos obligados, después de un año de haber aceptado la fundación al pie del monte Somma, a irnos a otro lugar buscando refugio, pues allí todos los objetos, tanto de la iglesia como de la casa, fueron consumidos por el fuego, aunque ninguno de los nuestros (en este año murieron 10 en otros lugares) falleció por el terror, ni fue consumido por el fuego.

Spondano recuerda este caso tremendo; y nuestro P. General escribiendo al P. Melchor en Venecia con fecha 27 de diciembre de este año, como explicaremos más en detalle en el siguiente.

Notas

  1. El 15, dice el original.