BartlikAnales/1633

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Año 1633 de Cristo. Trigésimo sexto de las Escuelas Pías. Undécimo de Urbano VIII.

Ephemerides Calasactianae XII (1943, 38-44)

Este año la Orden se vio aumentada en tres casas. La primera fue la de Strasnize en Moravia, cuyo fundador el Ilmo. Sr. Conde Francisco de Magnis siempre la había venerado.

Este hombre, del que ya hablamos el año anterior, era un patricio de Milán, quien a causa de sus obras heroicas en la guerra y sus gestas en casa, no sólo fue honrado pro el emperador Fernando II, sino que como premio le concedió el señorío de Strasnize, después de expulsar de allí por herejes a sus señores hereditarios. No sólo era vecino del dominio del Emmo. Cardenal de Dietrichstein, sino que estaba emparentado con él por la consanguinidad de su consorte Francisca Prisca. Como quería ser imitador suyo también fundando nuestro instituto, según lo prescrito por nuestras Constituciones construyó una casa, una iglesia, unas escuelas y un huerto próximo con suficiente provisión para alimentos, y al terminar, entregó todo a nuestros padres el 6 (que es el día de Sta. Dorotea) de febrero. ¡Ojala viviera ahora en aquel esplendor en que vivió al principio! Pero este año en que escribo, 1704, reina la desgracia, porque por miedo a los rebeldes húngaros nuestros padres se han visto obligados a huir, excepto uno u otro que aún queda allí, pues como toda la ciudad ardió pasto del volcán, y los habitantes huyeron, él en busca de refugio, se quedó en el colegio. Sin embargo es feliz porque aunque todo el lugar ha sido devastado por tártaros y húngaros, nuestra casa no ha ardido nunca; lo mismo que una salamandra en medio del fuego se ha conservado salva, incluso si los tártaros, como se dice en su lugar, y los rebeldes húngaros no partieron del lugar hasta que entraron sus enemigos.

El primero que tras aceptar la fundación dirigió esta casa fue el P. Juan Bautista de Sta. Tecla, que fue enviado a ella desde Nikolsburg con algunos novicios, y dijo la primera misa en aquella iglesia el 9 de marzo, en cuya fecha se abrió por primera vez, con la gente acompañándonos procesionalmente desde la parroquial. El instrumento de fundación lo daré a conocer para que sea dignamente leído y escuchado en el año en que fue hecho.

En relación con Strasnize, se enviaron cartas a Roma pidiendo con insistencia nuestro instituto por parte del reino de Bohemia y de cierto ducado de Silesia. En efecto, el Visitador General de la archidiócesis de Praga D. Flavio Cremona nombrado por el Emmo. Card. de Harrach, consultado por el Supremo Duque de las Armas del César, Alberto Wallstein, sobre qué religiosos podría introducir en su región, recomendó nuestro instituto, y como aceptó la comisión del mismo Duque, en nombre suyo se dirigió al P. General rogándole que enviara religiosos nuestros a Bohemia y Silesia, para que nuestra religión se extendiera sin dejar pasar ni descuidar esta magnífica ocasión. Y con esta razón envió cartas dos veces al P. General, una con fecha 9 de febrero, y otra el 24 del mismo mes. Pero ¡oh desgracia! una y otra quedaron sin efecto. La falta de religiosos cualificados para estas regiones hizo necesario rechazar los lugares ofrecidos. Con cuánto dolor recibió las noticias el cardenal Dietrichstein puede verse por la carta siguiente. Pensando que la negativa procedía no por falta de sujetos sino por otra razón, escribió al P. General de la manera siguiente:

“Reverendísimo Padre.
Me enteré, no sin dolor, de que algunos, inexpertos en la voluntad divina, y poco celosos del bien público, sugirieron a Vuestra Paternidad que no era útil ni valía la pena enviar religiosos de su instituto a nuestras regiones. No puedo admirar sin provecho, como juntamente Vuestra Paternidad puede muy bien comprobar, que nuestro Salvador Jesucristo eligió a 12 apóstoles no para que estuvieran fijos en un solo lugar, o en una sola provincia, sino para que fueran por todo el mundo y dieran fruto: quiso, por el contrario, que en todos los confines de la tierra resonara su voz. Juzgue, pues, Vuestra Paternidad, si en cuanto imitador de Cristo haría mal enviando sus religiosos al mundo, y en particular a nuestras regiones, para que al ejemplo de los apóstoles echen las redes y de la profundidad de nuestro vastísimo océano pesquen peces de almas para las vasijas de la Iglesia de Dios, mediante el santo evangelio y la administración de los sacramentos, y al ejemplo de los obreros del evangelio trabajen cultivando la viña de Cristo. Pues sin duda con gran edificación de mi gente, y fruto de mis ciudadanos y de los principados vecinos, el P. Ambrosio, solo y único conocedor de la lengua alemana, durante el tiempo pascual en Nikolsburg absolvió a dos mil penitentes y atrajo a algunos herejes a convertirse a la fe ortodoxa. Aunque no hubiera nada más, esto ciertamente habla del mérito de esta misión.
Prescinda la Rvma. Paternidad de cómo las órdenes de los dominicos, los franciscanos, capuchinos y otros muchos desde estas regiones penetraron en toda Europa, y vea de qué modo corren hoy las órdenes recientes, como los agustinos reformados, los carmelitas descalzos, los teatinos, los somascos, y de qué modo aprovechan, según su propio instituto. Espere a ver qué no harán por el bien común los Padres de la Compañía. Que tengan ellos las escuelas superiores, vosotros tenéis otras inferiores en las que recibís a los pobres y huérfanos, y los de pequeña edad, por lo cual recibís el nombre de Clérigos Pobres de la Madre de Dios de las Escuelas Pías: verdaderamente escuelas pías, y de tanta utilidad que todos acuden atraídos hacia ellas. Como lo atestigua Nikolsburg, donde antes se contaban 30 niños bajo disciplina secular, y ahora bajo vuestro magisterio alcanzan el número de cuatrocientos, con provecho máximo no sólo en letras y rectitud de costumbres, sino en la educación de la fe cristiana, lo cual conviene mucho a nuestra fe ortodoxa.
Y estas son, padre mío, plantas genuinas, en las cuales se espera la firmeza de la fe verdadera, y aunque se convierten también herejes adultos, ocurre con los que no están bien arraigados desde el principio como con las cañas trémulas, que se quiebran al mínimo susurro del viento contrario que surge de la guerra o de otras vicisitudes. Mientras que los niños que desde tierna edad han sido regados con el rocío de la religión verdadera, se muestran en la edad adulta como robles añosos, siempre inmóviles frente a los asaltos diabólicos y otras tempestades que se presentan. Vea Vuestra Paternidad el ejemplo de las órdenes nombradas más arriba, que fueron por el mundo para sembrar el santo evangelio e implantar la fe católica, y han sufrido el martirio, y muertes cruelísimas, como recordamos que ha ocurrido en las Indias y en la última Thule, a su costa (si se puede llamar gasto y no más bien beneficio lo que de ello resulta). ¿Quién se atreve a decir que es una mala acción? El demonio previó el fruto, y por lo tanto a todo precio quiere impedirlo con sus engaños. El celo de Vuestra Paternidad me sirve de consuelo, por cuya causa no dudo que intentará eliminar todo obstáculo para lo que el asunto presente exige. Quiero que Vuestra Paternidad esté seguro de que por mi parte no dejará de recibir toda la ayuda necesaria cuando se presente la ocasión. Termino pidiendo la asistencia de la Divinidad para Vuestra Paternidad, y me encomiendo a sus santas oraciones. En Nikolsburg, 5 de mayo de 1633.
Adictísimo como un hermano de Vuestra Paternidad, Cardenal Dietrichstein.”

Aquí está patente cuánto era su celo para propagar y promover nuestra Orden. No bastó al piísimo cardenal llamarnos a Nikolsburg (donde, como lo cuenta el P. Ambrosio de Sta. María, el día 20 de abril se puso la primera piedra para el fundamento de nuestra nueva casa), sino que con velas y remos, como se dice, intentó promover nuestro instituto también a otras ciudades. Para conseguir más fácilmente su deseo quiso que la Sagrada Congregación para la Propagación de la Fe fuera colaboradora, a la cual escribió con las palabras siguientes:

“Eminentísimos y reverendísimos señores,
Hace dos años vinieron llamados a Nikolsburg, de mi señorío hereditario, los PP. de las Escuelas Pías, quienes corresponden de hecho a mi deseo y a las expectativas que me formé con respecto a ellos con abundante fruto, gracias no sólo a que edifican al pueblo con su vida ejemplar, sino también a que enseñan a la juventud el temor de Dios y los rudimentos de la fe católica, junto con las letras y las buenas costumbres. De aquí que, viendo que hoy hace falta que vengan más de ellos, quise rogar a Vuestras Eminencias para que con la mediación de su autoridad se dignen ordenar al P. General de dichos Padres que no deje de enviar sus obreros para continuar esta obra que han comenzado bien con fervor, cultivando la viña del Señor mediante el injerto de las plantas nuevas en estas afligidas partes nuestras. Si yo supiera que Su Santidad quisiera preguntar acerca de esta obra, no dejaría yo de ser un orador importuno, pues ciertamente su esfuerzo produce muchos frutos, a causa de lo cual son deseados en muchos lugares, aunque no pueden propagarse por falta de de sujetos hábiles, con los cuales trabajamos no sólo en las escuelas, sino lo que es más importante, en la conversión de los herejes y en la administración de los sacramentos.
En este trabajo el P. Ambrosio, el único que conoce la lengua germana, absolvió en Pascua dos mil penitentes, y añadió a la Iglesia algunos heréticos convertidos. Sólo este servicio, si faltaran los demás, es suficiente para darle un premio. Pues, ¿qué no harían si fueran más? En las escuelas es también notable el fruto, pues antes sólo iban unos 30 niños, y ahora se cuentan fácilmente cuatrocientos. Es mérito trabajar con plantas genuinas, en las cuales se espera la firmeza de la fe; es cierto que se convierten algunos heréticos adultos, pero no creo que lo hagan en virtud del amor, sino más bien por el temor a la pena; son sacudidos como una caña temblorosa sino están bien arraigados desde el principio, mientras que estos hijos suyos, que desde los tiernos años maman el rocío de la religión verdadera, se libran inmóviles de todos los asaltos diabólicos como un roble añoso. Tal vez podría pensar fácilmente que no hace falta la intervención de Vuestras Eminencias para conseguir similares beneficios, sin embargo, considerando que es obligación mía al menos saludarles, por la presente quise hacerme presente para testificar sobre el celo por la salvación de las almas de nuestros prójimos ante vuestras Eminencias, a las que reverencio con afecto desde Nikolsburg, 5 de mayo de 1633.
De V. Rev. Eminencias, siervo y hermano, Cardenal A. Dietrichstein,”

Hasta aquí la carta a la Congregación de la Fe. Antes de registrar su respuesta, saludemos al P. Melchor de T. los Santos, no tanto prófugo como expulsado de Venecia, y averigüemos la causa de la retirada tan inesperada de allí a Ancona. No voy a repetir lo que el padre hizo en otro tiempo en Venecia tanto en servicio de los infectados de la peste como en la enseñanza de algunos escolares, porque ya está anotado en años precedentes. Pero quisiera decir la causa por la que se retiró de allí. Por nuestras casas fuera de Italia corría la fama de que la razón por la que el citado P. Melchor se había tenido que ir de Venecia era porque se había construido una habitación sobre un árbol para vivir solo, sin ser saludado por nadie. La fama del árbol no andaba equivocada, pues es cierto que del árbol y de la habitación construida por el padre hay constancia en una carta del 13 de noviembre del año pasado, y él mismo dice por qué obró así: en parte para disfrutar de mejores aires, en parte porque de este modo quería librar a los demás que vivían en la casa que le habían asignado bien del temor, bien del peligro de infección, pues él solía ir cada día a ayudar a los apestados. A causa de esto nadie dice que fue enviado al exilio.

La ocasión para echarlo la dio Rainero Zeni, Procurador de la república veneciana. No sé con qué motivo o con qué ocasión este contrajo una gran familiaridad con nuestro P. General, y consecuentemente, viendo allí al P. Melchor, veneraba al padre en el hijo, y se convirtió en su protector, de modo que como era amigo suyo, nadie se atrevía a ir en contra del P. Melchor. Pero ocurrió inesperadamente que a causa de la peste fueron llevados del mundo de los vivos algunos buenos amigos del Sr. Rainiero, gente principal de la municipalidad. Así murió el Rvmo. D. Juan Tiepoli, patriarca y obispo de Venecia; así D. Marcos Cornaro, deán de la catedral; así D. Nicolás Contereni, dux de Venecia por la gracia de Dios; así D. Juan de Mula, primario de la Municipalidad, y muchos otros. Les sucedieron tanto en el honor patriarcal como en el solio ducal otros que eran diametralmente opuestos a D. Rainiero, y aprovecharon la oportunidad para perseguir al P. Melchor, pues el dicho D. Rainiero había abierto una iglesia para nuestro P. Melchor, y le había concedido una casa por su propia autoridad. Y así ocurrió que el P. Melchor fue intimado a dejar inmediatamente la ciudad de Venecia, y se le prohibió volver. Así se cuenta en la vida del P. Melchor.[Notas 1]

Por lo demás, si alguien pregunta curioso cuál era el sentimiento de nuestro P. General acerca de las cosas anteriores que ocurrieron al P. Melchor, no podrá verlo mejor que leyendo las cartas enviadas a menudo al P. Melchor, y entre ellas en particular la enviada con fecha 29 de abril que dice lo siguiente: “En cuanto a nosotros, no recibimos daño, pues recibimos mérito tanto si servimos a Dios en ese lugar como si lo hacemos en otro.” En otra carta: “Hágase la voluntad de Dios... parece que Dios bendito no quiere que haya obreros nuestros en esa mies de la república véneta”. En lugar de esa fundación pronto se ofrecieron uno y luego dos lugares, Lugano y Anagni. Pero como debía comenzar cuanto antes en Ancona y necesitaba una comunidad entera para Bisignano, como le suplicaron con fecha 8 de junio; y por qué no, para Carmagnola, donde no se veía el último esfuerzo y empeño para introducir el instituto, tuvo necesidad de renunciar a ambos lugares, pues hubiera sido imposible satisfacer a todos. “Si tuviera diez mil religiosos (se expresa el Fundador en una carta de fecha 29 de abril) tendría lugares a donde enviarlos en brevísimo tiempo”.

Florencia añadió después no pocas molestias. Pues aunque ya se había concedido para nuestro uso el oratorio público de Sta. María de Riccis, y se entregó de hecho el 2 de febrero, sin embargo la gran distancia que había desde nuestro domicilio ordinario ocasionaba muchos problemas. Por lo tanto se hacía necesario conseguir algún lugar aunque fuera pequeño que pudiera contener la comunidad. Y no se podía sino presentar a Su Serenidad nuestra dificultad y estrechez. Y así se hizo que, viendo que contiguo a nuestro oratorio citado se encontraba la casa de D. Bartolomé Minucci que parecía ampliamente cómoda y capaz tanto para vivienda nuestra como para las escuelas, tras pedir consejo con los que favorecían al instituto acerca de adquirir la posesión de aquella casa, se presentó una petición a Su Serenidad, quien compadecido de nuestras estrecheces benignamente nos concedió el favor de que gozásemos de la casa deseada. Se señalaron algunas condiciones, y la cosa fue adelante de modo que el 28 de junio tomamos felizmente posesión de la misma, y hasta ahora vivimos en ella sin ningún problema.

Mientras tanto, después que el Emmo. Cardenal Dietrichstein recibió la negativa a su petición para que se enviaran más padres nuestros a Moravia por parte de la Congregación de Propaganda Fide, como se ve por el decreto que sigue, escribió al P. General lo siguiente:

“Reverendísimo Padre,
Recibí la de Vuestra Rvma. Paternidad de fecha 25 de junio, por la cual entiendo cuál es la razón en el asunto de enviar vuestros religiosos a nuestras partes. Y a pesar de haber recibido una negativa de la S. Congregación, sin embargo al conocer la solicitud de V.P. por una buena disposición, escribo al Card. Ginetti pidiéndole que con su autoridad quiera colaborar para continuar una obra tan pía. De la misma manera pienso dirigir mis súplica a S. Santidad una vez terminados los asuntos públicos de esta provincia, para que con su mandato apostólico ordene a sus buenos Padres que vengan aquí.”

Así el Emmo. con fecha 22 de julio de 1633.

El decreto de la S. Congregación acerca de los nuestros dice así:

“Referente a las carta del Sr. Cardenal Dietrichstein al Emmo. Sr. Cardenal Pamfili en la cual le pedía que enviara a Moravia otros Padres de las Escuelas Pías, puesto que esos religiosos son muy aceptados no sólo por los católicos, aino también por los heréticos, que en número no pequeño se convierten a la fe católica por obra de dichos religiosos, la Sagrada Congregación, viendo que la citada religión, confirmada por Gregorio XV, no abunda en sujetos idóneos que puedan ser enviado ahora a las provincias a las cuales son llamados cada día, estimó que debía avisar al General de dicha Orden, con el acuerdo del Emmo. Sr. Vicario, según consta a la S. Congregación, y que se escriba al Sr. Cardenal Dietrichstein, que la citada religión, recientemente instituida, no puede enviar otros religiosos a Moravia a falta de personal idóneo.”

Así la S. Congregación el 13 de junio de 1633.

A pesar de que la resolución no fue del gusto del Emmo., él no cesó en su intento de promover, como vimos poco antes, y lo que no obtuvo este año, veremos que lo obtendrá el año siguiente.

Ephemerides Calasactianae XII (1943, 70-75)

Mientras tanto en Nikolsburg, el P. Ambrosio de S. María describe de la siguiente manera la procesión con el Santísimo que salió de nuestra iglesia:

“En la octava de la fiesta de Corpus Christi organizamos una procesión con el Santísimo por orden de Su Eminencia, a la cual asistió también toda su corte, y ni siquiera hubiera faltado Su Eminencia si no hubiera tenido que quedarse en la cama algunos días a causa de una indisposición corporal. Si Vuestra paternidad hubiera visto esta procesión, se habría asombrado. No había nadie en toda la gente que abriera la boca para charlar; todos iban con su rosario en la mano, y con tanto silencio como si no hubiera nadie presente. Agradó mucho a los señores de la corte, y en especial al Principal, que piensa hacer un cuadro con todo lo que ocurrió. En la ciudad se adornaron cuatro altares, y en cada uno de ellos, según la costumbre de la diócesis de esta provincia, se cantó el evangelio, y luego se recitaron las laudes de la Sma. Eucaristía por nuestros escolares vestidos de gala, los cuales, alabados por la relación de los cortesanos, al día siguiente el Emmo. quiso llamarlos para verlos y oírlos, y como le agradaron en la recitación, los honró con dignos premios.” Así el citado P. Ambrosio.

Desde el mismo lugar el P. Peregrino envió al P. General la carta que le entregó el Rvmo. sufragáneo de Olomuc después de presentar la afiliación de la Orden:

“Muy Rvdo. Padre, señor de toda mi consideración,
No pudo Vuestra Paternidad ofrecerme un regalo mayor que el hacerme partícipe de los méritos de su santa religión. Hasta ahora fui siempre siervo de V.P., ahora seré también su esclavo. Mientras viva no dejaré de servir y honrar vuestra religión, y par que lo pueda comprobar, le suplico me dé la ocasión de poder contribuir en algo a su comodidad y crecimiento, pues es una religión tal que en nuestra región puede aportar más utilidad y bien para el bien de la república que muchas otras religiones. Olomuc, 20 de abril de 1633. Padre General, quedo devotísimo y obligadísimo siervo de vuestra paternidad, Juan Ernesto Plateis.”

Por la carta puede verse cuánto apreciaba nuestra Orden este señor. Lo consideré digno de memoria para los que vendrán. Y es creíble que habría hecho muchas cosas, si una muerte temprana no se lo hubiera llevado de entre los vivos algunos años más tarde en su gobierno de Olomuc. Hasta aquí lo referente a Moravia. Pasemos ahora a otros lugares.[Notas 2]

El 17 de septiembre fue llamado a Roma el P. Melchor de T. S., quien después de volver de su misión en Venecia, se dirigió a Moricone por Narni. La causa de su llamada aparece en la carta de su obediencia, que copio:

“José de la Madre de Dios, Superior General de los CC. RR. PP. De la Madre de Dios de las Escuelas Pías a ti, Melchor de Todos los Santos profeso en nuestra Orden, salud y buen viaje.
Te concedemos permiso para ir a Sicilia para tratar algunos negocios de no poca importancia para utilidad de nuestra Orden, que confiamos a tu prudencia, en la cual tenemos mucha confianza. Y para que puedas y seas capaz de recibir y alienar si te parece conveniente, como Procurador nuestro y de nuestra Orden, cualquier cosa buena, de cualquier tipo que sea, que te fuera dada, dejada o adquirida allí, con algún derecho a ti o la Orden, y de lo que trates procurarás informarnos, y para que puedas permanecer allí a beneplácito nuestro con tu compañero Bartolomé de S. Agustín, profeso de nuestra religión, y un tercero que elegirás tú. Y si apareciese por allí Juan Bautista Maximi, romano, que suele viajar como procurador general de nuestra Orden con dimisorias falsas, y que con su falsa nominación engaña a muchos, vestido con nuestro hábito, debes quitarle todas y cada una de las cartas patentes porque son falsas, y si hace falta y te parece conveniente, apela al brazo eclesiástico o al secular, para que no estafe el dinero de mucha gente con tal engaño. Rogamos además a todos y a cada uno de los Ilmos. Sres. Arzobispos, Obispos y otros Prelados a los que te dirigieras, que te reciban con benignidad, te traten con humanidad y te permitan celebrar misas y ejercer otros oficios eclesiásticos. Dado en Roma, en la casa de las Escuelas Pías de San Pantaleo el 24 de septiembre de 1633.”

Así dice la obediencia, a la cual se añade otra, como sigue:

“A tenor de las presentes, ordenamos a todos y cada uno de los profesos de nuestra Congregación, y principalmente a nuestro hermano Carlos de Sto. Domingo, clérigo de Mesina, que no se atreva más a viajar en hábito secular, sino que tan pronto como le sea hecha nuestra intimación por medio del R. P. Melchor de T.S., sacerdote profeso nuestro, se ponga nuestro hábito normal y se dirija a Roma o se una al citado P. Melchor como compañero, y permanezca con él, hasta que le digamos otra cosa, y esto bajo pena de excomunión automática, y bajo otras penas en caso de contravención que le impondrá dicho padre. En Roma, en la fecha de arriba.”

Después de aceptar a estos hermanos como compañeros, el P. Melchor salió con su compañero de Roma hacia Nápoles hacia el 27 o el 29 de septiembre, al cual siguió el P. General con sus preces y su bendición, y pronto ordenó algunas cosas para ciertas casas, como: “Que los nuestros no vayan a casas de seglares, excepto en caso de enfermedad”, 7 de octubre. Con la misma fecha: “No dejen de la do las conferencias dominicales y capítulos de culpas, aunque en la casa no esté reunida toda la comunidad”. Con fecha 28 de octubre: “Los casos más graves no los escriban en trozos de papel, que se pierden fácilmente, ni corrijan en general, sino en particular, pues la corrección general logra poco fruto, porque cada uno necesita su propio remedio.”

Mientras tanto ocurrieron algunos sucesos funestos, principalmente algunos fallecimientos inesperados.

Así el H. Pablo de S. María Magdalena, llamado antes Pantaleón Baldassari del pueblo de Brugnola, en la diócesis de Camerino, que falleció en Roma el 16 de octubre, el mismo día en que hizo su profesión.

El P. Pedro María de Sta. Úrsula de la familia Gualdoni de Diano, de la diócesis de Albingo, profeso, falleció en Alaxi, su pueblo, en casa de su hermano carnal, el 6 de noviembre.

El H. Glicerio de la Circuncisión del Señor, llamado antes Tomás Pelense, profeso operario, falleció en Módena cuando iba a ofrecer ayuda a su madre. 30 de noviembre.

Precedió a los citados el P. Silvio Tomás de S. María, llamado Silvio de Mateis, napolitano, en la casa paterna el 6 de febrero. Recuerda al P. Silvio el P. Vicente de la Concepción con estas palabras: “El P. Silvio Tomás insistió mucho al P. General para ser trasladado a Nápoles. El P. General sabía que era una tentación del diablo, trataba de disuadirle de esto con muchos argumentos. Pero como Silvio insistía en su propósito, fue enviado, y oyó del P. General estas palabras: ‘Vaya, vaya a Nápoles, a donde Dios no le llama. Verá Nápoles, pero no disfrutará ni de la vista de su padre, ni de las delicias de su patria’. Lo sucedido probó que fue una profecía. Pues antes de llegar a Nápoles el padre de Silvio, murió. Silvio, con mucha fiebre, fue llevado muy enfermo a casa de su hermano carnal, y falleció después de recibir los sacramentos, después de confesarse y recibir la bendición del P. General.” Así lo cuenta en el folio 45, Tomo I, p. 3.

También el 31 de marzo siguió al H. Glicerio hacia la eternidad el H. José de Sta. Catalina, clérigo profeso de la familia Mazzucha de Vitulano, en territorio de Nápoles, quien se dirigió a su casa por consejo médico para cambiar de aires. Pero allí cambió de vida, pasando de esta mortal a la inmortal. Este y los anteriores fueron seguidos de otros 4, pero 19 neoprofesos rellenaron en las casas el oficio y el lugar de los hermanos difuntos.

Veamos ahora cuándo y cómo llegó a Sicilia el P. Melchor de T.S.

Dirigiéndose en su camino de Roma hacia Nápoles, donde recibió algunas recomendaciones del Ilmo. Marqués de Belmonte para entregarlas a la Corte del Virrey de Sicilia, llegó felizmente en barco de vela a el 12 de octubre, donde después de encontrar a nuestro hermano Carlos le hizo saber la voluntad del P. General, y según lo que se le indicaba, a los dos meses de recibir la carta, se dirigió a Palermo, llegando el 20 del mes corriente al puerto y la puerta de dicha ciudad. Fue acogido por los PP. Teatinos, y comenzó a tratar los asuntos que le habían confiado. Entrado en la corte del Virrey (que era el Excmo. D. Fernando Cabrera, Duque de Alcalá) en primer lugar fue honrosamente saludado por el secretario del Duque, D. Juan Miguel Ingún de la Lana, pronto supo que sería muy bien acogido por el Virrey, pues ya hacía algún tiempo que deseaba introducir nuestro instituto en el reino de Sicilia. En cuando recibió esta noticia, inmediatamente se puso a su servicio, y entregó oficiosamente la recomendación recibida del Duque de Belmonte, y esperó meditabundo con no poca ansiedad lo que el Virrey le diría. Después el anterior le dijo que tenía una opinión óptima de nuestro instituto, inclinado a trabajar entre los humildes, pero libremente le dijo que podrían surgir algunas dificultades. Pero como prometió que el mismo Virrey interpondría su autoridad para resolverlas, despidió consolado al P. Melchor, y poco después para lograr su intento envió cartas tanto al arzobispo como a los superiores de los regulares pidiendo su acuerdo.

No es fácil describir cuántos obstáculos quizás todo el Averno puso para impedir el efecto de la causa presente, y qué calumnias vomitó contra el pobre P. Melchor. Pues casi todos los religiosos se sublevaron contra él; los directores de escuela y maestros quisieron que lo expulsaran. El arzobispo se jactaba ante nuestro solícito padre de que nuestro instituto no era necesario en Palermo. ¿Qué hacer? El padre Melchor, con su sumisión y humilde respuesta de que aquello no era voluntad suya, sino del Virrey, que tenía otros asuntos de que tratar, y no sólo la introducción el instituto, quebró la decisión del arzobispo, que dio, contra toda esperanza, el consentimiento que pedía el Virrey, y a fin de que constara memoria para el futuro lo hizo registrar en las actas de la curia arzobispal con estas palabras:

“El día 9 de noviembre de 1633, 2º de la indicción, fue aceptada por el Emmo. Cardenal Doria, arzobispo de Palermo, en esta ciudad la Congregación de los CC. RR. PP. De la Madre de Dios de las Escuelas Pías, por la cual se me pidió el permiso. Por lo cual y para que conste en el futuro se hizo la presente acta por mandato de su Eminencia Rvma. el día y año escritos más arriba. Mgr. Antonio Camalli, notario”.

Obtenido este rescripto, el P. Melchor fue a pedir otro a Virrey en el que se testimoniara claramente que nuestra Orden había sido introducida en el Reino de Sicilia con la autoridad real. El cual se obtuvo también el 17 de diciembre a título de patrimonio regio. Más tarde llegaron los permisos de los religiosos, al ver que el P. Melchor se servía de una palanca tan potente; del mismo modo los maestros seglares dieron marcha atrás en su pertinacia.

De la misma manera que hay que golpear el hierro cuando está caliente, el P. Melchor no dejó pasar la ocasión que se le presentaba, sino que insistió al Virrey para que le consiguiera algún lugar cómodo, y no viendo otro más cómodo, viendo fuera algo como lo que buscaban en el venerable monasterio de S. Juan en la vecina Bandiera, por medio del señor secretario del Virrey, este mismo mandó pagar tres mil escudos por él, según instrumento hecho el 27 de noviembre.

Y como dicho lugar carecía de fuente, para remediar a este defecto, pronto el mismo Virrey decretó lo que sigue:

“El 17 diciembre de 1633, 2 de la indicción, considerando el Ilmo. y Excmo. Sr. Virrey Duque de Alcalá la pobreza de los clérigos de las Escuelas Pías recientemente introducidos en esta ciudad, para que se siga el máximo beneficio para la república y el bien de las almas de su ministerio, en virtud de la presente acta se ordena por medio de Juan Bautista Magliolo, portero de la Corte Real, que por medio del despacho de Gabriel de la Curia Real reunida en el santo y real palacio de esta ciudad, y del lugar del cual suele tomarse, llamado por la gente de la jarra de la venta, puedan los dichos clérigos tomar para su lugar y casa y hagan conducir para ellos un denario de dicha agua sin solución de continuidad, pues son pobres, y viven de limosnas. Vicente Costa.”

Provisto, pues, de habitación el P. Melchor, aunque no de iglesia, le pareció conveniente destinar temporalmente una de las habitaciones más grandes de la casa para las funciones eclesiásticas, en lo cual intervino el mismo arzobispo invitado por la cordialísima invitación que le hizo el Virrey. Bendijo, pues, el lugar, y en presencia del Virrey celebró allí la primera misa el 27 de diciembre, en un altar presidido por la imagen de S. Fernando, que regaló el mismo Sr. Virrey, promotor de nuestro instituto. No olvidando dar las gracias, nuestro P. General escribió al P. Melchor el 28 de diciembre con estas palabras: “Doy gracias al Señor Dios, que inspiró al Excmo. Sr. Virrey el modo de ayudar a los pobres mediante nuestro instituto; es una señal de que el Señor Dios le concederá muchas gracias. A mí me toca orar para que sean temporales y eternas.” Lo mismo repite escribiendo con la misma fecha al Virrey, al cual le dice que enviará sujetos para las escuelas en el próximo marzo, pues en el invierno no es oportuno viajar. Y estos son los comienzos de la fundación de Palermo.

Durante este tiempo se contaba en Palermo que el arzobispo de Mesina G. Blas Proto arreglaba ciertas dificultades, pues el Virrey le insistió mucho para que permitiera fundar las Escuelas Pías en Mesina. Parecía un asunto difícil, y temiendo que, incluso a pesar del favor pedido por el Virrey, se podría recibir una negativa, de la misma manera que había hecho en Palermo, decretó la introducción de nuestro instituto en Mesina el 28 de diciembre de 1633, como está registrado en el libro de las fundaciones, folio 154. Y pasamos ya de este año al siguiente.

Notas

  1. En el texto publicado faltan 10 líneas, omitidas u olvidadas por el P. Picanyol: Vix itaque dictum quod praeinsinuavimus, etiam sine tergiversatione negotium totum confectum est. Nam P. Melchior cum sociis (erant autem P. Joannes a Sto. Thoma de Aquino, et Petrus ab Annunciata, brixienses ambo. Pater scilicet cum filio naturalis seu carnalis, lapso anno illuc 10 die mensis martiis amandati) ommique similiter, quam ibi congregavit, supellectili navigio inscenso Anconam transmitit, et reculis advectis secum, P. Stephano ab Angelis, qui fabricae promovendae caus ibi occupabatur, consignatis, ordinem P. Generalis, quo se recipere debeat cum patientia praestolatus Ancona mansit donec pro Narnia dimissoriales accepisset. Ita testificant literae P. Generalis de dato 7 Maii Anni currentis. Traducción: Todo el asunto de que hemos hablado más arriba difícilmente se llevó a cabo sin tergiversación. Y en efecto, el P. Melchor con sus compañeros (eran los padres Juan de Santo Tomás de Aquino y Pedro de la Anunciación, los de Brescia, que eran padre e hijo natural o carnal, enviados allí el 10 de marzo), juntando todas sus pertenencias que había reunido allí, subió a un barco que se dirigía a Ancona, y llevando consigo sus pertenencias, se presentaron al P. Esteban de los Ángeles, que se encontraba allí ocupado en la fábrica, esperando con paciencia la orden del P. General para ver a dónde debía ir, y permaneció en Ancona hasta recibir una dimisoria para Narni. Así lo testifica una carta del P. General de fecha 7 de mayo del año corriente.
  2. Falta un párrafo del original: Die 25 Augusti P. Santinus ad Sto. Leonardo profectus est Anconam cum F. Hyacintho a Sta. Maria et F. Francisco a Sto. Josepho, utroque operario, eius loci primum Ministrum acturus, postquam P. Stephanus ab Angelis fabricam pro habitatione majori ex parte accomodasset expensis Inclytae Communitatis Anconitanae, qua bis mille scuta Dno. Antonio Cochis pro domo et situ insumptit. Inde P. Stephanus praesenti Patri Ministro Domus et fabrica totius curam commendatam, in Liguriam profectus, illam Provinciam de ordine P. Generalis visitavit. Catalogus autem ex vetustioribus aliquis, hoc munus Visitatoris attribuit Patre Stephano a Regina Angelorum, et specifice diem 6 octobris anni presentis eius discessus Genuam versus assignat. De utroque tamen status Provinciae Liguriae currenti anno tacet. Traducción: El día 25 de agosto salió hacia Ancona el P. Santino de S. Leonardo con el H. Jacinto de Sta. María y el H. Francisco de S. José, los dos operarios, para actuar como primer superior de ese lugar, después de que el P. Esteban de los Ángeles había terminado la mayor parte de las obras de la casa a expensas de la ínclita comunidad de Ancona, que pagó dos mil escudos a D. Antonio Cochis por la casa y el terreno. De allí, el P. Esteban, después de encomendar el cuidado de la casa y las obras al presente padre superior, salió hacia Génova, y por orden del P. General visitó aquella provincia. Sin embargo un catálogo que trata de cosas antiguas atribuye este oficio de visitador al P. Esteban de la Reina de los Ángeles, y dice precisamente que salió hacia Génova el 6 de octubre de este año.