BartlikAnales/1635

De WikiPía
Saltar a: navegación, buscar

1634
Tema anterior

BartlikAnales/1635
Índice

1636
Siguiente tema


Año 1635 de Cristo. Trigésimo octavo de las Escuelas Pías. Decimotercero de Urbano VIII.

Ephemerides Calasactianae XIII (1944, 14-21)

Nuestro Padre General, deseando que la suma pobreza de su instituto se conservase en toda su fuerza, al principio del año presente envió a todos los superiores de todas las provincias el decreto que sigue:

“Para que todas las cosas se hagan honradamente y en orden (como enseña el Apóstol) y se quite todo fraude añadido que exista entre nosotros, ordenamos que en virtud de santa obediencia y bajo pena de privación de todos los oficios y de inhabilitación para ellos, a beneplácito nuestro, todos y cada uno de los superiores locales de nuestra Orden, tan pronto como tengan noticia de la presente, consigan una arquita con dos llaves, de las cuales ellos guardarán una y la otra se la dejarán al hermano operario que nombren ecónomo. En la cual arquita pondrán un libro perpetuamente, en el cual se anotará todo el dinero de cualquier modo que provenga, tanto si pertenece a la comunidad, como a personas particulares, con el día, mes y año y para qué se entregó; y de la misma manera, lo que se recibe, antes de que anochezca lo depositarán en ella; en él anotarán todo el dinero que se gasta en usos domésticos o para otro tipo de gastos, anotando siempre el día, mes y año, y en qué se gasta el dinero. Nadie de los nuestros, bajo este precepto y penas, guarde el dinero que haya podido recibir después de la señal para irse a dormir, excepto el ecónomo, el único al que permitimos guardar el dinero que sacó de la arquita para los gastos necesarios. En Roma, 3 de enero de 1635.
Y encargamos a los mismos Superiores, bajo el mismo precepto y penas, que al menos una vez a la semana hagan una reunión con los sacerdotes y clérigos y operarios profesos que hayan recibido al menos la primera tonsura, y profesos con un septenio completo, para discutir maduramente con ellos sobre cualquier tema de importancia, especialmente si se ha gastado dinero por encima de una moneda de oro, o si sucede algo importante digno de ser corregido o innovado en los temas escolares; ninguna de estas dos cosas se haga sin la mediación del voto decisivo de los reunidos, y si se hace algo, que no se mantenga, sino que se declare nulo, inválido, inútil y sin vigor. Informen también sobre estas cosas antes de hacerlas, y esperen que dé el consentimiento. Si se trata de cosas que no pueden esperar, al menos señalen lo hecho después de ocurrido. En el mes de mayo, como más arriba.
José de la Madre de Dios, Superior General
Pedro de la Natividad de la Virgen, Asistente y Secretario.
Francisco de la Purificación de la Virgen, Asistente.
Juan de Jesús María, Asistente.”

Añado a los decretos anteriores otro para Sicilia, con fecha 11 de enero y que dice así: “No se vistan en Palermo ni en Mesina a cualesquiera para hermanos operarios, pues no conviene al decoro de la religión; vístanse sólo a los que son peritos en algún tipo de arte necesaria para la religión, como zapateros, sastres, carpinteros, albañiles, cocineros.” Decretado y firmado el 8 de febrero.

Mientras tanto el P. Melchor, para acelerar las cosas llegó salvo a Palermo desde Mesina, y fue recibido con gran afabilidad por el Duque de Alcalá, de quien era esperado y deseado, aunque su venida no resultó grata para los nuestros. Por lo que, por ciertas señales que veía, escribió a Roma diciendo que había cuatro que conspiraban para procurarle la cruz y el martirio. El tiempo mostró que las aprensiones de dicho padre eran vanas, y con razón pudo el P. General escribirle a él lo mismo que escribió a los otros con fecha 6 de octubre: “Me desagrada mucho el que reinen entre nosotros las pasiones, y especialmente entre sacerdotes, que deberían dar ejemplo a los demás y atraerlos a la observancia”. Así dijo el P. General.

Mientras tanto el P. Melchor, después de presentarse a saludar al Virrey en Palermo para cumplir su tarea, y se encargase de otros negocios para los que fue llamado a Palermo, dedicó todos sus esfuerzos para erigir, comprar y pagar una casa de formación. En cuyo asunto habría encanecido no poco si el agente del mismo Virrey no le hubiera dado mil escudos de parte de su Majestad Católica y prometido otros 235 a exigir en su momento. Una carta fechada en Madrid el 25 de noviembre testifica esta donación regia; la cantidad menor, una nota con fecha 2 de mayo del presente año.

Por lo demás el P. General para conseguir ese fin, señala un remedio eficacísimo con las palabras siguientes: “Para recibir las limosnas necesarias para continuar con las obras de Palermo no hay medio más eficaz que procurar que las escuelas funcionen como deben, de modo que eduquen e instruyan a los discípulos, preferentemente pobres, en el temor de Dios” Así el 22 de febrero. Y más tarde con fecha 21 de septiembre: “Cuiden todos la observancia regular y no faltará quien pague esa casa y también el noviciado”.

Tan pronto como el P. Melchor fue de Mesina a Palermo, el P. Onofre volvió a Roma, e hizo una relación genuina sobre el estado de nuestras casas en la provincia de Sicilia. Con esa relación se concluyó en contra de que se gastaran más de cuatro mil escudos en la casa de Mesina, y que no se enviaran más sujetos, mientras estuvieran las cosas así, a Sicilia. Y esto es lo que concierne a Sicilia.

En Ancona, provincia romana, el 30 de mayo, que era el miércoles de Pentecostés, el Ilmo. y Rvmo. Ordinario del lugar bendijo la iglesia de nuestras Escuelas Pías bajo el título de San José, y cantó la primera misa con música solemne. Sin embargo no tenemos noticia de quién dijo el sermón, según se lee en el archivo de Ancona, libro de las fundaciones, fol. 6. Ese mismo día se trasladó y se colocó piadosamente la imagen de S. José agonizante, regalada por el muy ilustre D. Flavio Tomasi, desde el oratorio doméstico al lugar en el que puede verse hasta el día de hoy.

En Nursia había una controversia entre nosotros y el Sr. Cura acerca del derecho de enterrar extraños, pues tenían nuestros padres una antigua iglesia llena de sepulturas, en la cual, estando ya los nuestros, fueron sepultados muchos de los que eligieron tener allí su sepultura. El pleito acerca de los derechos de sepultura surgió quizás con ocasión del nuevo párroco, y poco después se resolvió, en parte por los derechos adquiridos de los que ya gozaba antes la iglesia, y en parte por los privilegios de los religiosos mendicantes. Y no había motivos para provocar un pleito, pues lo que se debía por derecho parroquial al Sr. Cura por los funerales se le pagaba sin poner ninguna objeción. La misma casa de Nursia obtuvo este año el derecho de recibir 180 libras de sal anuales de la sal pontificia para 12 religiosos, según decreto del Emmo. Card. Hipólito Aldrobandini, con fecha 14 de julio.

El 10 de agosto el Emmo. Card. Dietrichstein escribió desde Nikolsburg una carta al P. General pidiéndole permiso o dispensa para que nuestro H. Nicolás de la Cruz, que era uno de sus cortesanos, experto en la lengua del país, pudiera emitir la profesión sin haber completado todo el tiempo del noviciado, pues era muy necesario para la religión en aquellas partes. Y lo consiguió, como lo atestigua el mismo neo profeso, que hizo, firmada con su propia mano, la profesión el 18 de noviembre.

En esta carta cardenalicia se adjunta otra petición para que el hermano Ambrosio de la Concepción pueda volver a Roma. Consta también que el P. General accedió a esta petición, como se ve en la carta enviada el 1 de septiembre al P. José de Jesús María, en la forma que sigue:

“La paz de Cristo. Para que nuestras acciones sean meritorias deben ser voluntarias, pues cuando alguno está a disgusto en un sitio, en lugar de ganar méritos, suele desmerecer, quizás no conociendo que Dios lo quiere mortificar suavemente en esta vida para perdonarle después en la otra. Para salir de estos inconvenientes he juzgado conveniente que, puesto que el H. Ambrosio debe venir a Roma, vengan los dos juntos, etc.”

El mes de octubre, encontrándose nuestro P. General en Frascati a causa de algunas noticias ingratas de esa ciudad, escribió sobre ello al P. García su asistente, lamentándose con estas palabras: “Ahora que veo en muchos de los nuestros la falta de afecto hacia nuestra Orden y que parece que las cosas van todo lo mal que pueden ir, espero el remedio de la mano de Dios.” Así dice con fecha 24 de octubre.

No he podido averiguar cuál era la causa de estas lamentaciones. Es cierto que había ocurrido algún problema en Nápoles, y tal vez importante, en San Salvador. Quizás en ese lugar se hizo público que caímos en desgracia ante el Emmo. Card. Francisco Barberini, fundador de nuestro instituto en ese lugar, pues prohibió a los procuradores de ese lugar que siguieran entregando los que generosamente entregaban para nuestra alimentación, y en consecuencia nosotros, no teniendo la provisión, nos vimos obligados a abandonar el lugar. Hace mención de este evento el libro de las fundaciones del archivo general, donde se dice que ese lugar fue abandonado el 17 de junio. Sin embargo, leyendo las cartas del P. General, no aparece la certeza, pues de hecho parece que duda en el mes de diciembre, según se lee en una carta enviada al P. Melchor en Palermo. Él mismo lo escribe con estas palabras: “Tengo dudas, y no he podido enterarme con certeza, si nuestros padres han sido despedidos de S. Salvador Mayor. Si es cierto, será necesario que llegue una información del Emmo. Cardenal con la fecha, razón y causa por la que debo enrojecer a causa de algo cometido por alguno de los nuestros.” Así dice con fecha 13 del citado mes de diciembre.

El mes de octubre falleció en Poli nuestro clementísimo fundador el Príncipe de S. Gregorio, y como nuestro P. General quería que fueran muchos para celebrar debidamente sus obsequias, escribió a Frascati, y mando que fueran enviados algunos de la ciudad. Quiso que el catafalco fuera adornado con los emblemas lúgubres, e insinuó en la misma carta que si el P. Juan Bautista de S. Bernardo se encargara de preparar un panegírico fúnebre, le sería grato. Y las cosas se hicieron tal como las había mandado.

En las diversas casas fallecieron 12 de nuestros religiosos. Les precedió a todos el P. José de S. Miguel Arcángel, llamado Tomás Colella, italiano, que yendo de Moricone a S. Salvador Mayor, arrastrado por el ímpetu del torrente en Monte Rotondo, se ahogó el 7 de enero. Otro es el P. Francisco de S. Francisco, llamado en el siglo Francisco Jacomelli oriundo de la abadía de Nonántola, superior de Moricone. Este, según atestigua el P. Juan Carlos en sus Anotaciones, p. I, N. 144, salió de Roma en ayuno y hambriento hacia Moricone, y como recompensa a la obediencia inmediata, mereció encontrar junto a una fuente comida preparada de improviso para recrearse y recobrar las fuerzas. Pues saliendo del camino y acercándose a la fuente para lavarse el sudor, al inclinarse vio una servilleta con dos panes y vino, las dos cosas deliciosas. Se durmió este padre el 2 de septiembre.

Nos parece que no debemos omitir un tercero, el H. Buenaventura de S. Vicente, cuyo nombre de origen era Carlos Bari, clérigo profeso de Campi, que pidió permiso para volver a su casa para recobrar la salud, y el P. Pedro, Asistente General, presagiando su muerte próxima, le dijo: “Vaya en paz, y cuando todo le vaya bien, acuérdese de mí”. Así dice el catálogo de los difuntos.

En lugar de los fallecidos de aquel año, llegaron 42 neo profesos en las diversas provincias. Pero en lo que se refiere al noviciado de Moravia, el Emmo. Cardenal lo consideraba excesivamente riguroso, por lo que juzgaba que en aquellas partes de Germania debía ser mitigado. Además, como a dicho Príncipe llegaban noticias de muchas quejas tanto acerca de los frecuentes cambios de los superiores locales, como de que se llevaran ciertos oficiales de esa nueva Provincia, y todas las culpas caían en el P. Provincial, para evitar las incomodidades y para poder asegurar el crecimiento de la Orden, pensando en el futuro del instituto, creyó que sería mejor que se reunieran en capítulo los padres más serios de la Provincia, y eligieran entre ellos a los superiores y otros oficiales para las casas, y le rogó al P. General que le concediera este derecho y autoridad, en carta del 18 de octubre desde Brno. Su petición fue atendida, y todo lo pedido fue concedido, según se ve en el acta del Capítulo celebrado enviada para su aprobación al P. General, que no estará mal copiar aquí para conocimiento de los que vengan.

“Primer Capítulo Provincial de Germania. Anunciada por Su Eminencia la reunión capitular citada el día 19 de diciembre, todos los padres mayores de las tres casas se reunieron por orden suya en Krems (ciudad residencial de los obispos de Olomuc). Eran los siguientes:
P. Ambrosio de S. María, Superior de Nikolsburg
P. Juan Bautista de Sta. Tecla, Superior de Lipnik y Maestro de Novicios
P. Bernardino de la Presentación, sustituto del Superior de Strasnize
P. Mateo de Sta. Catalina V. y M.
P. Lucas de la Purificación
P. Juan Esteban de la Madre de Dios
P. Juan Tomás de Sta. María Magdalena
P. Juan Francisco de la Asunción.
Reunidos, pues, estos ocho padres el día anterior, es decir, el 18 de diciembre, fueron a presentar sus saludos al Emmo. Príncipe a la corte de Krems, donde fueron acogidos oficiosamente por dicho Príncipe, y benignamente recibidos, quienes le explicaron en un coloquio familiar lo que querían hacer al día siguiente.
Después del descanso, al amanecer del elegido día 19 del mes corriente, bajaron todos a la iglesia colegiata de S. Mauricio después de decir el oficio divino, esperaban la presencia del Emmo preparándose para recibir la santa comunión (eran libres de celebrar o de comulgar), quien de pronto llegó a la hora competente vestido de pontifical y cantó el sacrificio de la misa, y los padres capitulares recibieron devotamente de él la comunión. Terminado el sacrificio de la misa y vueltos a la residencia, fueron llamados poco después y fueron al salón público (en el que solían celebrarse los juicios feudales), y después de invocar la asistencia del Espíritu Santo con el himno Veni Creator Spiritus, fueron mandados sentarse, por el mismo Emmo. que les dirigió un sermón, para que después tratasen las cosas según la disciplina regular, que deberían proponerse.
Lo más importante fue la elección de los superiores. En primer lugar se hizo una votación secreta según prescriben los cánones para elegir al Provincial, y en la primera votación salió elegido el P. Juan Esteban de la Madre de Dios, con siete votos favorables, y uno el P. Bernandino de la Presentación. Al elegir a los asistentes provinciales, los votos favorecieron al P. Juan Tomás de Sta. María Magdalena, 5; el P. Ambrosio de Sta. María, 2, y el P. Juan Francisco de la Asunción, 1. Así el P. Juan Tomás de Sta. María Magdalena fue declarado primer asistente. Otra elección favoreció al P. Juan Bautista de Sta. Tecla, con lo que también fue proclamado asistente.
Siguió luego la elección de los superiores locales, y la suerte cayó en los siguientes: P. Ambrosio de S. María, Superior de Nikolsburg; P. Lucas de la Purificación, superior de Strasnize; P. Alejandro de S. Bernardo, superior de Lipnik y maestro de novicios.
Después de llevarse a cabo las elecciones anteriores, se dejó para el día siguiente la distribución por casas, y se pasó a ventilar los puntos siguientes.
Primero. ¿Conviene que en tiempo de invierno en estas partes de tanto frío se cubran los pies con medias de paño basto? Su Eminencia resolvió diciendo que al salir de casa al menos convenía ponerse botas.
Segundo. ¿Se ve necesario que se pida algún sujeto a Italia? Pareció que debía pedirse el P. Lucas de S. José, superior de Fanano.
Después se concluyó que debía pedirse al P. General que no se enviara a nadie de Italia a Moravia, a no ser que lo pidiera Su Eminencia.
Las cuales cosas definidas y dispuestas de este modo, aunque bastase la autoridad del Emmo. Príncipe para su confirmación, se impuso estricto silencio sobre las cosas tratadas, hasta que todo fuera ratificado por la autoridad del P. General, y después de firmar con su propia mano los asistentes, para que quedara testimonio más firme, se disolvió el Capítulo, y después de darles la bendición los envió a todos hacia sus casas, y les ordenó que siguieran en sus antiguos oficios hasta que Roma enviara la ratificación de los nuevos. Lo cual, sin ninguna oposición, fue llevado a cabo.”

Y estas son las cuestiones en las que la provincia de Germania se ocupó principalmente durante este año.

En Mesina, mediante el hermano Eustaquio, excelente calígrafo (que había instruido a la esposa del Virrey en Palermo, y de donde se llevó algunas cartas contra el P. Melchor), nuestro instituto comenzó a crecer en el aprecio de los principales de la ciudad, y a ser particularmente protegido por ellos. Como el lugar ciertamente era pobre en sujetos, fueron enviados allí el P. Ángel de Sto. Domingo con el H. Gaspar de la casa de Florencia. Y el P. Onofre, después de entregar su relación sobre el estado de Sicilia, y volverse, le envió la orden que volviera a entregar al H. Carlos, que parece que había recuperado el juicio y había abandonado el hábito seglar, nuestro hábito, reteniéndolo allí hasta nueva orden.

Y de estas cosas pasemos ya al año siguiente.

Notas