BartlikAnales/1641

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Año 1641 de Cristo. Cuadragésimo cuarto de las Escuelas Pías. Decimo nono de Urbano VIII.

Ephemerides Calasactianae XXII (1953, 34-38)

El año presente lo comenzamos con los orígenes de la fundación de Pisa. El 2 de octubre del año anterior nuestro eminentísimo protector pidió al P. Luis de S. Raimundo que revisara la fundación en este lugar y preparara un tratado, y todo esto estaba ya terminado. Así que el 2 de enero de este año fueron enviados allí los padres y hermanos siguientes:

P. Luis de S. Raimundo

P. Octavio de Sto. Tomás de Aquino

P. Camilo de S. Jerónimo

P. Gaspar de la Asunción

Cl. Juan de S. Basilio

Cl. Juan Antonio de Sta. María

Cl. Silvestre de Sta. Mª Magdalena

H. Juan de San Francisco

H. Juan de San Antonio

H. José de la Anunciación

H. Felipe de S. Bernardo

H. Santiago de S. Juan.

Por medio de ellos envió una carta con fecha 10 de los corrientes el P. General a su Excelencia dándole gracias, aunque en ella sólo menciona 10 de los nuestros.

El mismo mes de enero, el día 2, el P. Onofre, provincial de Germania, alaba enormemente al P. Juan Santiago de S. Francisco por su habilidad y celo para promover la fe católica y convertir herejes en el territorio de Strasnize, de los cuales 18 fueron agregados al gremio de la santa Madre Iglesia en la fiesta de Navidad. El P. Pedro Asistente escribe acerca del mismo padre, y no sólo confirma el aserto del P. Provincial, sino que además añade que desde el primer de Adviento hasta el 24 del presente mes de enero ha convertido a 35 herejes con esfuerzos tanto dentro como fuera de casa, por lo que siempre estaba ocupado con sermones o con catequesis; conocido tal provecho, nuestros padres de Italia que vivían allí no sólo sintieron admiración por él, sino también edificación, y estímulo para imitarle hábilmente.

En el mismo mes de enero, con fecha 2, el P. Juan de Sta. María Magdalena pide permiso para ofrecer sermones en alemán en su escuela de aritmética (pues en la iglesia normalmente se predicaba en bohemo). No hay duda de que lo obtuvo, pues siendo yo niño recuerdo que allí continuaba ofreciendo esos sermones el P. Jorge de la Natividad de María, superior de aquella casa, cargo al que llegó en 1657.

En Roma, como no se podía encontrar manera de refrenar a los relajados y despreciadores de la observancia religiosa, entre los cuales había muchos reclamantes y sus adherentes, el P. General, después de pedir consejo a sus asistentes y consultores, con los que tenía una relación estrecha, suplicó a Su Santidad que apoyara el privilegio que figura en nuestras Constituciones, p.3, c.2, sobre expulsar de la Orden a los que estuvieran contaminados con ciertos vicios, pero suprimido y anulado por un breve apostólico que trataba sobre apóstatas y expulsados, como un modo de presionarles e incluso de expulsarles, a ejemplo de la alabadísima Compañía de Jesús.

Además que confirmara la fórmula de la Profesión a ser observada en lo sucesivo por los hermanos operarios. Lo segundo lo obtuvo sin ninguna dificultad en una carta en forma de breve con fecha 27 de febrero; pero lo primero, que ya la visita apostólica declaró que debía suprimirse, y además ya se les había dicho a los PP. Cistercienses de parte de la S. Congregación de Obispos y Religiosos que no se podía echar a los escandalosos, y de ninguna manera a los delincuentes, a no ser que fueran verdaderamente incorregibles, así que la respuesta que se le dio es que de momento el breve apostólico pedido estaba en proceso de estudio.

El breve en que se aprueba la fórmula de la profesión dice como sigue:

“Urbano VIII, para perpetua memoria.
Se nos hizo saber hace tiempo que algunos religiosos de los Pobres de la Madre de Dios de las Escuelas Pías reclamaban acerca de la nulidad de las profesiones regulares confirmadas y emitidas por ellos bajo pretexto de no haberse observado las fórmulas de sus Constituciones, y que en esa Congregación había alguna distinción entre clérigos y laicos; Nos, con el consejo de algunos prelados y teólogos de la Curia Romana, que después de oír a las diferentes partes discutieron largamente ante nosotros sobre el asunto, declaramos con autoridad apostólica que no había que oír a los religiosos reclamantes acerca de la nulidad de las profesiones, bajo pretexto de que no se habían observado las fórmulas de las citadas Constituciones, y máxime después de un quinquenio, y además que todos los religiosos reclamantes que emitieron su profesión antes de los 21 años eran verdaderos clérigos, y que si en el tiempo señalado por nuestro querido hijo Alejandro Cesarini, Cardenal diácono de S. Eustaquio, asignado como Protector de la citada Congregación ante la Santa Sede y ante Nos, eran considerados idóneos, podrían ser promovidos a todas las órdenes, incluido el sacerdocio.
Del mismo modo nos hemos enterado que algunos de los religiosos citados parecían poco seguros de la validez de su profesión por falta de las solemnidades requeridas por su instituto; queriendo tranquilizar su conciencia y tranquilidad, porque algunos de estos querían tener confirmadas sus profesiones, Nos las aceptamos y validamos, y restituimos a todos los grados, honores, dignidades, preeminencias y capacidades que habrían tenido si su profesión hubiese sido válida desde el principio, y todo ello les fue restituido; y decretamos que tuvieran el lugar, el asiento y el voto que habrían tenido si su profesión hubiese sido válida antes, y confirmamos y aprobamos que, observando lo que hay que observar, podían lícitamente ser promovidos a todos los órdenes sagrados, incluido el presbiterado, y a los que ya habían sido promovidos a él, y habían recibido los órdenes, podían libremente servir en el Altar; y confirmamos y aprobamos todos los actos o contratos que contrajeron, y habían contraído legítimamente, bien con laicos, bien con otros monasterios o con otros religiosos, si no hubiere en ellos algún vicio o defecto, excepto el de haber sido contraídos sin las predichas solemnidades, y quisimos que fueran totalmente válidos, y así lo declaramos en una carta en forma de breve el día 22 de octubre de 1639, que queremos se tenga presente ahora, con todo lo que contiene.
Puesto que nuestros queridos hijos el Prepósito General de la Congregación y sus asistentes nos pidieron recientemente que se pusiera fin a las controversias entre clérigos y laicos de la citada Congregación en relación con la puesta en ejecución de la citada carta en el modo de emitir la profesión, bien clerical o bien laical, el Cardenal Protector Alejandro, y una Congregación tenida ante él por deseo nuestro, acerca de la puesta en práctica de nuestra carta, y según el espíritu de la misma, prepararon y aprobaron un profesión para aquellos que fueren admitidos como operarios laicos de la citada Congregación a partir de ahora, que dice como sigue: [Notas 1]
‘Yo, N. de S.N. llamado en el siglo N., hijo de N. de años, hago mi profesión solemne como hermano operario lego en la Orden de los Clérigos Regulares Pobres de la Madre de Dios de las Escuelas Pías, y prometo a Dios Omnipotente Padre, Hijo y Espíritu Santo, y a la Bienaventurada Virgen María, y a usted, Padre N. en nombre y en representación de nuestro Padre General y de sus legítimos sucesores, y hago voto solemne de obediencia, pobreza y castidad por todo el tiempo de mi vida, y además prometo y hago el cuarto voto de no ambicionar el estado clerical ni ninguna voz activa o pasiva, ni llevar vestido clerical ni bonete hasta mi muerte. Y esta profesión, a pesar de lo que haya en contra, a lo cual renuncio ahora libre y totalmente, intento y quiero que sea rata y válida para siempre. En fe de lo cual firmo lo escrito con mi propia mano en N. el día N. del mes N. del año N. Ofreceré al Señor mis votos en presencia de su pueblo en los atrios de la casa del Señor en medio de Jerusalén. Yo, N. de N. confirmo con mi propia mano todo lo escrito más arriba.’
Nos, queriendo que se observe de manera inviolable lo anterior, y la tranquilidad de los religiosos de la Congregación citada, en cuanto podemos en el Señor, y queriendo seguir favoreciendo al mismo Prepósito General y a sus asistentes con especiales favores y gracias, absolvemos y declaramos absueltos a cada uno de ellos de cualquier tipo de excomunión, suspensión, prohibición y otras censuras eclesiásticas, censuras y penas, de derecho y personales, con cualquier ocasión y causa, que estuvieran asociadas a ellas, a efectos de conseguir lo presente; e inclinados antes las súplicas presentadas humildemente ante nuestro nombre, a tenor de las presentes confirmamos y aprobamos con autoridad apostólica la copiada fórmula de profesión para los religiosos laicos de la Congregación, y ordenamos y mandamos que deberá observarse en el futuro para ser emitida por los operarios legos en las profesiones religiosas.
Declaramos que la presente carta es válida, firme y eficaz, y que produce y obtiene sus efectos plenamente, y que debe ser entendida así y no de otro modo, y que debe juzgarse y definirse de acuerdo con ella por cualesquier jueces ordinarios y delegados, incluso los auditores de las causas del santo palacio apostólico, y será nulo e inválido se alguien, con cualquier autoridad, va en contra de lo aprobado y todo lo que se dice en esta carta, y de las demás cosas en contra. Queremos además que para que se informe de lo presente de la manera más fácil, que se imprima con la firma de algún notario público, y con el sello de alguna dignidad eclesiástica, para dar fe, y se exponga o exhiba. En Roma, en San Pedro, bajo el sello del Pescador, el 27 de febrero de 1641, 19º de nuestro pontificado. M.A. Maraldo”

Ephemerides Calasactianae XXII (1953, 66-69)

El 10 de febrero de 1641 escribió el P. Pedro Casani Asistente al P. General desde Germania la carta que sigue:

“Debíamos salir hacia Roma el 4 de los presentes, y estamos a 10, detenidos en parte por los peligros de los soldados, que atacan a los viajeros, y especialmente se llevan los caballos, pues no conviene poner en peligro los seis caballos con el coche de nuestro excelso príncipe, con los cuales nos ordenó ir hasta Viena; en parte nos detiene el Danubio, que se desbordó a causa de la fusión de las nieves y ningún coche o carroza puede pasar. Nuestro excelso tiene siempre quien los cuide hasta que el paso esté libre, y mientras tanto no deja de favorecernos. El lunes vino con toda su ilustrísima familia a comer con nosotros, y llamándome a parte, me dijo: ‘Ayer fue el día de las Candelas, o fiesta hipapante, así que traigo un cirio mío para que le sirva a vuestra reverencia para el camino”. Era un cirio, casi de una libra, que tenía dentro 50 cequíes venecianos, y pidió excusas por ofrecer tan poca cosa. Los juniores y el P. Provincial también recibieron algún regalo, y después de la comida vino el príncipe a nuestra habitación y trajo una cajita con algunas rarezas de estas partes, que fácilmente valdrán 50 escudos, como verá vuestra paternidad si Dios quiere”. Así el P. Pedro.

Con fecha 17 del mismo mes, escribió el P. Ambrosio anunciando la partida de ellos al P. General, con estas palabras:

“Nuestros padres capitulares salieron de aquí hacia Italia el último día de las fiestas saturnales. Nuestro príncipe se mostró benigno hacia el P. Pedro, y quiso ver en persona si les hacía falta algo más para el viaje, y les acompañó hasta el coche, que quiso que les llevara a Viena con seis caballos, a los cuales añadió para seguridad en el camino seis soldados a caballo suyos.”

Hasta aquí el P. Ambrosio de Sta. María, superior de Nikolsburg. Mientras tanto en Litomysl, como a causa del invierno los materiales para la construcción pudieron ser llevados por el hielo, con fecha 4 de febrero la ilustrísima fundadora escribió al P. Alejandro por indicación del arquitecto, y le pidió que escogiera cuidadosamente y señalara el lugar de la construcción, pues el lugar asignado estaba obstaculizado por la casa adyacente del Sr. Kuniti, que pedía un precio excesivo para venderla, por lo que no servía para la edificación prevista, ya que no se podría construir en la forma de cuadrado. La fundadora, según los planos del arquitecto, entrego al arquitecto para la construcción de la casa, iglesia y escuelas 4600 florines renanos, según contrato, además de la comida, y ordenó que se hicieran los cimientos, de modo que el 30 de mayo se puso la piedra angular en presencia de la ilustrísima fundadora, los nuestros y otros invitados a esa ceremonia.

Mientras en Germania se hacían estas cosas y otras para el incremento de la Orden, en Roma se hacían los preparativos para el Capítulo General. Ciertamente se obtuvieron las indulgencias de la Sede Apostólica, y una carta especial de Su Santidad al eminentísimo protector para que asistiera al futuro capítulo, y así nuestras cosas se desarrollaran más fácilmente, que decían como sigue:

“Urbano VIII, Papa, a nuestro querido hijo Alejandro Cesarini, Cardenal Diácono de S. Eustaquio.
Como nos hemos enterado de que se va a celebrar en esta nuestra santa ciudad el Capítulo General de la Congregación de los Clérigos Regulares Pobres de la Madre de Dios de las Escuelas Pías próximamente con la bendición de Dios, Nos, deseando que el Capítulo se celebre rectamente y fielmente para gloria de Dios y utilidad de la Congregación citada, por las presentes y con autoridad apostólica te hacemos, constituimos y delegamos a ti, que eres el protector de la Congregación ante Nos y la Sede Apostólica, en quien confiamos mucho en Dios por tu piedad, prudencia, integridad y celo religioso, como Presidente en nombre nuestro y de la Sede Apostólica con autoridad, facultades, jurisdicción, honores y deberes como los que tienen otros presidentes semejantes, con la capacidad y facultad de votar o de sufragio en dicho capítulo, con las demás acostumbradas y habituales, y también con la facultad, si tú no pudieras asistir a los actos capitulares de enviar algún prelado de la curia romana que te parezca bien en tu lugar, para ir y sustituirte en las tareas de presidente con las facultades citadas; y te exhortamos y pedimos en el Señor que dirijas el Capítulo fielmente, y en él procures y hagas discernir, decretar y ordenar lo que sea mejor en todas las cosas que tienen que ver con el régimen y gobierno de toda la Congregación. Y ordenamos por esto en virtud de santa obediencia a lo queridos hijos superiores de la Congregación, designados con cualquier título, a los demás hermanos y en especial a los vocales reunidos en el citado Capítulo General y a los demás a quienes corresponda que te reciban a ti reverentemente como presidente en nombre nuestro y de la Sede Apostólica, y que en todo lo referente al oficio de presidente, te sean dóciles, te obedezcan y te asistan, a ti y al prelado que pueda sustituirte, y que reciban reverentemente y procuren poner en práctica eficazmente tus saludables consejos y deseos, lo mismo que los del prelado que te sustituya. No obstante las constituciones y ordenamientos apostólicos, y los privilegios, costumbres, indultos y cartas apostólicas concedidas a esa Congregación incluso con juramento, confirmación apostólica o confirmados y estatuidos con cualquier tipo de fuerza que vayan en contra, concedidos o confirmados por quien quiera que sea. En Roma, en San Pedro, bajo el Anillo del Pescador, el 10 de abril de 1641.”

Hasta aquí el Pontífice al Cardenal Protector, quien decoró y adornó el lugar del capítulo con su presencia respetable el día asignado, es decir, el 15 de abril, en que se abrieron las puertas del capítulo general, cuando todos los capitulares salieron a la puerta de la iglesia para recibirle y saludarle reverentemente.

Los padres que asistieron al capítulo fueron los siguientes:

R.P. José de la Madre de Dios, Superior General

P. Pedro de la Natividad de la B. Virgen María, Asistente General

P. Francisco de la Purificación, Asistente General

P. Juan de Jesús María, Asistente General

P. Juan Crisóstomo de Santa Catalina de Siena, Provincial de Roma

P. José de la Visitación, Provincial de Nápoles

P. Clemente de S. Carlos, Provincial de Florencia

P. Onofre del Smo. Sacramento, Provincial de Germania

P. Esteban de los Ángeles, Procurador General

P. Lucas de la Purificación, Superior de Strasnize, vocal de Germania

P. Carlos de Sto. Domingo, Superior de Narni, vocal de la Romana

P. Francisco de Sta. Catalina V. y M., Superior de la Duchesca y vocal de Nápoles

P. Lucas de S. José, Superior de Florencia y vocal de Toscana

P. Juan B. de la V. del Carmen, Superior de Chieti y vocal de la Romana

P. Miguel del Smo. Rosario, Superior del noviciado de Nápoles y vocal de Nápoles

P. Juan Francisco de la Asunción, vocal de Germania

P. Luis de Sta. Catalina de Siena, vocal de Toscana.

Los otros de las provincias de Génova y Sicilia no estaban presentes. Hechas las cosas que había que hacer según la costumbre, fue presentado y leído a los padres capitulares el breve del Cardenal protector, y se le mostró la reverencia debida a su cargo de presidente, y luego siguió una intervención del mismo eminentísimo sobre cómo debían organizarse las cosas, y tras una absolución de censuras, fue elegido como secretario el P. Juan Francisco de la Asunción, vocal de Germania, al cual por votación se añadieron como adjuntos el P. Pedro Asistente, y el P. Onofre provincial de Germania.

Como por otra parte el Cardenal Protector, a causa de la multitud de sus obligaciones no podría asistir a todas las sesiones, ese mismo día, en virtud de las facultades del breve apostólico, se dignó nombrar un vicario para que le supliese, el Ilmo. y Rvmo. D. Gentile Sebastiano, y se concluyó la sesión.

Luego el día 16, en presencia del mismo eminentísimo cardenal, se prestó juramento por parte de todos para guardar secreto sobre las cosas a tratar que pareciesen servir para incremento y provecho de la Orden, tanto de las que se trataran como de las que fueran propuestas para ser tratadas. Para tal fin se eligieron especialmente 3 promotores, que discutirían primero entre ellos las materias a proponer, y después las propondrían para ser discutidas para decidir por votación de todos.

El total de decisiones fueron 34, de las cuales las más importantes son las que siguen:

1.No se admitan fundaciones sin cierta cantidad de limosnas, que basten para cubrir alguna parte del año, que sin embargo no debe ser exigida con ningún pleito ni juicio.
2.¿Qué hacer con aquellas casas que no pueden conservar un cierto número de miembros en la comunidad? Que discierna el P. General con los asistentes.
3.Nunca vayan solos a pedir, y siempre vuelvan por la noche. ¿Qué hacer si no puede observarte esto? Avise el superior al P. General para que provea.
4.Quien salga de casa sin el compañero asignado por el superior sea encarcelado durante tres días a pan y agua, y si alguien fuera contumaz en este delito, auméntese el castigo.
5.Al final de cada capítulo doméstico elíjase al ecónomo de la casa.

Ephemerides Calasactianae XXII (1953, 98-101)

6.Se debe entregar la relación del ecónomo al superior en presencia de al menos 4 sacerdotes de la comunidad.
7.En el Cap. 5 par.2 de las Constituciones, añádase “sea gravemente castigado”, y declárese susceptible de ser castigado con la suspensión del ejercicio sacerdotal y del oficio, ipso facto, sin necesidad de declaración.
8.Prohíbanse las representaciones de comedias, pero no las academias y ejercicios escolares.
9.Prohíbase aceptar fundaciones sin el consejo de los asistentes, y sabiéndolo el eminentísimo protector.
10.Para expulsar a los incorregibles se elige a los 4 asistentes, el procurador general, el provincial romano y en su ausencia el rector de S. Pantaleo.
11.Donde hay un número constante de doce de comunidad, es obligado cantar las vísperas los días de fiesta de la manera acostumbrada.
12.Los padres provinciales deben crear en cada provincia una casa de estudios seria para la formación y avance de nuestros juniores.
13.Los que hayan pasado de nuestra Orden a otra, y luego vuelvan, su lugar de profesión contará sólo a partir del día de la vuelta.
14.Se permite el uso de vasos sagrados de plata, donde sean regalados; del mismo modo se discierne en cuanto a paños de seda, pero que sean simples. Sin embargo no se admita de ningún modo el dorado en nuestras iglesias.
15.En las Constituciones, parte I, cap. I, después de “Sixto V”, añádase “y Clemente VIII” en lo referente a las condiciones para aceptar candidatos.

En el mismo capítulo, después de “edad”, añádase que no sea menor de 14 años para los clérigos, y 19 para los legos u operarios.

En el cap. 2, p. 1, cámbiese “que fueran designados por el superior” por “que por el maestro de novicios”.

En el cap. 3, p.1, donde dice “si sé algo”, intercálese “si sé con certitud algo”, y al final del capítulo añádase “y entonces la absolución general de las censuras, y la dispensa sobre irregularidades secretas, y la facultad para absolver casos reservados sea concedida por el General a todos”.

A final del cap. 5 añádase: además todos los nuestros, tanto los hermanos operarios como los clérigos que aún no han recibido los órdenes, digan cada día el oficio de la B. Virgen María o la Corona de la misma B. Virgen María en privado.

En el cap. 10, después de por el Pontífice que será elegido, añádase: hágase lo mismo por el eminentísimo protector.

En el cap. 1, p. 2, después de “a menudo las habitaciones”, quítese “a menudo” y añádase: al menos una vez al mes con dos compañeros sacerdotes más antiguos en profesión; para visitar la habitación de los cuales tómense otros dos mayores.

En el cap. 3 p. 3 añádase al final: también los visitadores provinciales, asistentes y otros superiores.

En el cap. 7, p. 2 después de “sin el consenso del General” añádase: quien no debe conceder permiso para imprimir hasta que la obra esté aprobada por dos doctores nuestros.

16.Los provinciales lleven a sus asistentes en las visitas, también en las visitas a los novicios.
17.Los que busquen dignidades y oficios, tanto dentro como fuera de la Orden, automáticamente pierdan la voz activa y la pasiva; lo mismo los que no revelen que son conscientes de esos deseos de los ambiciosos.
18.Los clérigos que busquen directa o indirectamente ser promovidos a los órdenes, sean incapacitados durante un trienio para recibir las dimisorias.
19.Los superiores reciban al principio de su mandato un inventario con todas las cosas de la casa preparado por el predecesor, y al final del mismo ellos mismos preparen otro para su sucesor, bajo pena de ser inhabilitados para cualquier tipo de cargo.
20.Los hermanos operarios no sean admitidos a la profesión hasta pasados cuatro años, dos de ellos en el noviciado y los otros pueden ser enviados a otras casas para que puedan ser sometidos mayores pruebas.
21.Los pañuelos pueden ser de tela, pero simples, sin flecos, orlas ni adornos.
22.En los lugares en que nuestros edificios no están terminados, se pueden aceptar legados, pero no ir a juicio y litigar por ellos, y se dedicarán a terminar las obras.
23.Acerca de los fugitivos y apóstatas, se ordena que los superiores están obligados a absolverlos en el oratorio público según el ritual romano cuando hayan vuelto; y después meterlos en la cárcel, hasta que hayan cumplido la pena a la que el P. General les habrá condenado según sus deméritos. Conviene que todos los superiores vigilen para hacerlos volver a su casa, pidiendo ayuda si hace falta al brazo secular.

Hasta aquí las sanciones y declaraciones de los padres capitulares, a las cuales se les añade la fuerza y el encargo del Ilmo. y Rvmo. Presidente, de que todos los padres provinciales debían llevarse una copia con todo lo decidido al marcharse a sus provincias, y publicarlo en cada casa de su jurisdicción, y procurasen hacerlo observar bajo la pena que impusiera el P. General.

El Capítulo terminó el 30 de los corrientes, por orden del cardenal protector, con la conclusión acostumbrada, después de cantar la misa solemne de acción de gracias a la Divina Majestad, y no mucho más tarde los padres vocales, después de recibir la copia de las decisiones capitulares, y cambiados algunos a otras provincias, quisieron volver cada uno a su lugar después de recibir la bendición, aunque todos tenían el deseo de recibir antes de irse la aprobación y decisión por parte de Su Santidad con respecto a algunas peticiones. Pero como las cosas de la curia apostólica no iban tan deprisa, el eminentísimo recomendó que por el momento tuvieran paciencia, y que ahorraran los gastos a las casas de Roma y de las provincias que la rodeaban.

Prosigamos con un estilo más lacónico sobre las cosas que ocurrieron durante el Capítulo.

Lo primero es que el P. General anunció a nuestro príncipe de Nikolsburg y al conde de Strasnize que nuestros padres de Germania habían llegado sanos y salvos a Roma, y al mismo tiempo les daba las gracias por los regalos que le habían llevado. ¿Qué le dieron al P. General de parte del príncipe? No lo encuentro especificado, pero se puede concluir que necesariamente era algo digno de tan piadosa persona, pues el P. Asistente llevó consigo una cajita con objetos regalados de bastante valor. El conde de Strasnize se lee que envió solamente una imagen de Nuestro Salvador, tal como lo anuncia él mismo con fecha 5 de mayo. Pero antes, en carta con fecha 8 de abril, alaba admirablemente al P. Juan Santiago, superior sustituto en Strasnize, por su celo en promover la conversión de los herejes, por lo cual considera que a dicho padre le vendría mejor el título de apóstol que el de superior local.

El mismo P. Juan Santiago escribe al P. General con fecha 4 de abril contándole que con el auxilio divino había agregado a la Santa Iglesia 77 herejes en la fiesta de Pascua, y se podían esperar muchos más. Y en otra con fecha 8 de junio: hasta el presente (además del número indicado) se habían convertido 194 personas, la mayor parte de ellas ancianas, inveteradas, maliciosas y obstinadas, y con aquellos que aún no se habían convertido había logrado al menos que no fueran más a escuchar a los predicadores. Ambas cartas fueron mostradas a la Congregación de Propaganda Fide, y fueron devueltas con especiales muestras de alegría al P. General, y la misma santa Congregación escribió al P. Juan Santiago, la cual carta fue entregada al P. General y leída en público con singular consuelo, y la sagrada Congregación le mostró el deseo, con sus felicitaciones, de que cada vez que en el futuro recibiera noticias semejantes en Roma se las dieran a conocer a ellos. Así se expresa con fecha 10 de agosto, en una carta del cardenal Barberini y de su secretario Franciso Ingoli.

No parece que debamos dejar de poner lo que el P. Vicente de la Concepción narra en sus escritos, tomo I, p. 3, folio 134. A saber, que durante el capítulo alguien vino a la puerta de nuestra casa de S. Pantaleo y entregó un escrito con algunas palabras para ser entregado al Capítulo, y que una vez abierto, entre otras cosas decía lo siguiente: “¡Padres capitulares, hagan, disciernan, definan todo cuanto quieran! Pero seguirán padeciendo la persecución de sus enemigos” Así decía el escrito. Y aunque se recibió con admiración de todos, y se formaron diversos juicios sobre quién podría ser el autor de un escrito tal, pues el portador se alejó rápidamente de la puerta; permaneció la sospecha de que habría sido alguno de los reclamantes.

Ephemerides Calasactianae XXII (1953, 130-132)

Y ahora, ¿qué ocurrió después de terminar el capítulo? Vayamos por orden.

Lo primero fue que algunos superiores fueron destinados a otras casas y provincias. En lo que se refiere a Germania, el P. Onofre del Smo. Sacramento fue confirmado en su cargo de provincial, y el conde de Magnis pensaba que no podía enviarse a aquellas tierras otro mejor ni más aceptado que él; por lo cual cuando volvió a casa, el mismo conde envió al P. General especiales gracias desde Olomuc el mes de junio. Pero para la casa de Lipnik se envió como superior al P. Juan Domingo de la Cruz, quien acompañado por los hermanos Agapito y Luis, hicieron su camino por Venecia y el Tirol, y llegaron el 23 de junio para celebrar la solemnidad de S. Juan Bautista, patrón de nuestra iglesia de Nikolsburg, con buena salud. Tan pronto como el príncipe recibió la noticia de que habían llegado, los invitó a cenar con él en su fortaleza o palacio residencial, y al día siguiente, como se celebraba el patrocinio del lugar en nuestra iglesia, honró nuestro refectorio con su respetable presencia, y reconstituyó y recreó con la comida principal a los que estaban fatigados por el viaje, junto con los demás graciosos huéspedes, a la manera de la patria. Así lo cuenta el P. Onofre con fecha 29 de junio.

Al llegar a Innsbruck del Tirol pasaron por casa de la archiduquesa de Austria, y le entregaron unas imágenes de cera de parte de la princesa Borghese, y fueron recibidos e invitados con todos los honores; fueron tratados suntuosamente en el albergue para visitas de la archiduquesa, y les anunció que les daría un buen regalo, como el que le habían entregado ellos.

El P. Juan Francisco de la Asunción fue elegido provincial de Liguria, quien inmediatamente se dedicó a ejercer su cargo, y después de expulsar a los díscolos (como decía el indulto de la Sede Apostólica), erigió como nuevo noviciado de Génova la casa del muy ilustre D. Juan Pallota, junto a la iglesia de S. Jerónimo del Castelleto, nombrando como maestro de novicios al P. Ignacio del Ángel Custodio.

Al comienzo del mismo provincialato nuestra iglesia de Cárcare recibió el cuerpo de S. Cándido, con reliquias de los santos Vicente, Clemente, Donato y Fortunato mártires, del Rvmo. Sr. Fundador Andrés Castellani, y ello ocurrió el 15 de septiembre. El mismo reverendísimo este mismo año entregó a la misma iglesia de Cárcare para su conservación religiosa las lentes o anteojos que en tiempos usaba S. Felipe Neri, con una cajita y un cuchillo, y su auténtica hecha por los padres de la Valicella. Al mismo tiempo erigió una cofradía del santo escapulario de la B. Virgen del Carmen, con permiso del Rvmo. Vicario General del lugar, obteniendo para esta gracia una carta del Rvmo. P. Pablo de Jesús, de fecha 3 de octubre, con la cual se concedía la facultad al P. Ciriaco, superior de la casa, y a todos los sucesores suyos en esa casa.

Para Sicilia fue elegido provincial el P. Juan Esteban de la Madre de Dios, pero por causas justas renunció a su elección. Cuánto dolió al P. General esta renuncia, se puede ver en las cartas que envió al P. Vicente de la Concepción a Mesina con fechas 6 y 19 de julio. Hubiera sido una persona apropiada para el cargo el P. Melchor de Todos los Santos, que había salido de Guisona en Cataluña, y por Livorno había llegado a Roma, pero no pudo continuar más lejos, a causa de una afección externa del pecho, que parecía incurable como la lepra. Así lo dice el P. General en una carta dirigida a Mesina el 7 de diciembre.

En el mismo lugar, Mesina, se hizo una capilla dedicada a la Virgen de las Vírgenes en la cual se depositó una imagen de la B. Virgen María de Frascati. El P. General felicitaba por tan piadosa obra escribiendo al P. Santiago de Jesús, para que cooperara con oraciones cotidianas de modo que la Santa Madre les mostrara a quienes le dieran culto el mismo efecto de las gracias que solía producir en Frascati. Así se lee en una carta del 21 de mayo.

En la provincia de Nápoles fue confirmado como provincial el P. José de la Visitación, y en la Toscana el P. Clemente de S. Carlos, pero el último tuvo que ceder poco después su cargo al P. Mario de S. Francisco con la ocasión que narro a continuación.

Dicho padre Mario formaba parte de la comunidad de Florencia desde el año 1639, aunque es un tanto incierto decir qué oficio tenía allí. Mientras tanto causó muchas incomodidades que le valieron el odio de los hermanos, y consiguió muchas recomendaciones por favores a los de fuera. El que le tenía más aprecio y estima era el Rvmo. Presidente de la S. Inquisición Sr. Moscarella, profeso de la orden de los conventuales de S. Francisco, después de suceder en el cargo al Rvmo. Sr. Della Fratta, quien como premio por haber suprimido un internado bajo la dirección de una cierta Sra. Faustina y del canónigo Sr. Ricassoli, florentinos, ascendió al episcopado. Así, pues, siendo muy estimado por el Sr. Muscarella u apoyado por sus favores, se atrevió no sólo a intentar muchas insolencias indignas del nombre religioso, sino que las llevó a cabo de hecho, por lo cual, como incluso la autoridad del superior era ofendida, fue necesario informar a Roma sobre las enormidades que este cometía. El reo, cuando fue obligado a ir a Roma para dar cuenta de las acusaciones, se justificó con mentiras. Mientras tanto, habiendo conseguido una recomendación favorable de su protector Muscarella, pidiendo asilo y protección al oficio de la Santa Inquisición en la ciudad santa, esparció que había sido él quien había revelado las cosas nefandas de la pensión al ilustrísimo de Fratta. Consiguió la protección del tribunal, de modo que se le declaró sin culpa y fue destinado a Nápoles. Pero como ese lugar no era de su gusto, fatigó con cartas al oficio de la santa Inquisición romana, hasta que logró volver a la provincia de Florencia y además con el cargo de provincial.

El P. General estuvo reflexionando mucho sobre si debía ceder a la Santa Inquisición esta competencia de su oficio, teniendo en cuenta por otra parte cuánto descrédito vendría de ello a toda la Orden. No obstante esto, si bien le dio obediencia entonces para residir en Nápoles, parece que no pudo oponerse a que fuera llamado a Roma, y por gracia del oficio de la S. Inquisición fue inmerecidamente nombrado y creado provincial de Toscana, con la facultad de estar sometido a él en las cosas de su competencia, y fue a aquella provincia.

Sobre lo anterior el mismo P. General escribió al P. Juan Francisco de Jesús en Nápoles con estas palabras: “Sepa vuestra reverencia que la santa Congregación del Santo Oficio, que no suele ordenar nada sin conocimiento de Su Santidad, ha ordenado que el P. Mario vuelva con el oficio de Provincial, con la facultad de elegir los sujetos a su gusto. A lo cual yo he obedecido, y dado la orden de que todos los que están en la lista de dicho padre vayan cuanto antes, y a todos les enviaré obediencia rigurosa, porque así deben cumplirse las órdenes del Santo Oficio. Roma, 14 de diciembre”. Con la misma fecha escribe a Vercelli al P. Glicerio de la Natividad del Señor ordenándole que si se lo pide el P. Mario, se prepare para ir a Florencia.

Durante este mes de diciembre se hace mención en muchas cartas del mismo P. Mario. ¿Con qué provecho ejerció el cargo de provincial? ¿Cómo lo ejerció? Lo explicaremos en el año próximo.

Ephemerides Calasactianae XXIII (1954, 4-6)

Más tarde en este año llega una carta de la augustísima Emperatriz Leonor al eminentísimo Cardenal Colonna, enviada a Bolonia, alabando a la Orden, que dice como sigue:

“Leonor, por la gracia de Dios emperatriz de los romanos, reina de Germania, Hungría y Bohemia, archiduquesa de Austria, nacida princesa de Mantua y de Monteferrato,
Al Rvmo. Padre en Cristo D. Jerónimo Colonna, Cardenal de la S.R. Iglesia, arzobispo de Bolonia y queridísimo amigo nuestro, salud, y el afecto de nuestra benevolencia.
Reverendísimo padre en Cristo y amigo muy querido, entre los cultivadores de la piedad cristiana y amigos del bien de los demás se encuentran los religiosos Padres de las Escuelas Pías. Así los recomendamos con toda diligencia a vuestra paternidad reverendísima, deseando que benévolamente y en atención nuestra les pueda otorgar sus favores y el permiso para que puedan encontrar un lugar en su archidiócesis para poder ofrecerse a los amantes del bien público. Se lo agradecería mucho, pues es algo gratísimo. Por lo demás rogamos por todo tipo de felicidad para vuestra paternidad. En Viena, el 7 de agosto de 1641.”

A la cual pronto siguió la respuesta siguiente:

“Sacra cesárea e imperial Majestad,

Para la introducción de las Escuelas Pías en mi diócesis y dar satisfacción a su Majestad ya hemos hecho lo oportuno, y de hecho hay un terreno bajo mi jurisdicción para una fundación suya. Intentaré siempre seguir los mandatos de vuestra Majestad en cualquier ocasión, y le ruego que me la ofrezca, y permanezco humildemente venerando a vuestra cesárea Majestad.
Roma, 7 de octubre de 1641. Humildísimo y devotísimo siervo, Jerónimo Cardenal Colonna.”

Así escribió el cardenal a la emperatriz de los romanos. Por lo demás, el lugar que se menciona en el escrito anterior es Pieve di Cento, del ducado de Ferrara aunque de la diócesis de Bolonia, donde el magnífico y generoso D. Don Francisco Mastellari, capitán de guerra, observando los requerimientos legales según lo prescrito en las constituciones apostólicas de Clemente VIII, Gregorio XV y el Papa reinante Urbano VIII, otorgó, hizo fundar y erigió un colegio para nuestro instituto, y asignó perpetuamente para alimentos y otras necesidades junto con una comunidad para ese lugar la cantidad de 400 escudos, para que pudieran mantenerse allí 12 personas ejerciendo el trabajo de las escuelas. Se puede deducir que la cosa empezó a funcionar en el año presente 1641, pues el P. Francisco de S. José, superior de Florencia, fue enviado a ver el lugar y el sitio del futuro edificio por mandato del P. General del 7 de septiembre, quien debería referir en Roma todo lo relativo a la nueva fundación y las condiciones para ofrecer la limosna. Acerca de esta fundación ofrecida en Pieve hay otras cartas este año que se verán más tarde.

En Piscina, de la diócesis de Avezzano, Don Lelio Tomassetti dejó en su testamento diez (mil) escudos para erigir las Escuelas Pías a ser tomados de los réditos del capital del banco perteneciente a sus herederos, con la condición de que la Orden debería tomar posesión en el plazo de un año. Pero como lo que se pudo construir este año fue muy poco ya que los herederos no pudieron dar, o fingieron no poder dar gran cosa, por lo cual se interrumpió el proyecto.

El día 22 de octubre se enviaron a Vercelli para comenzar la fundación los siguientes:

El P. Juan Bautista de Santa Tecla

El P. Glicerio de la Natividad del Señor, que ya había ido para verla, como se dijo más arriba

El H. Eleuterio de la Madre de Dios.

El día 12 de abril se enviaron a Cerdeña los infrascritos:

P. José de Sto. Tomás de Aquino

P. Anselmo de S. Francisco

H. Pedro de S. Peregrino, clérigo

H. Luis de S. Pedro, clérigo

H. Eustaquio de S. Inocente, clérigo

P. Antonio de S. Miguel.

Del mismo modo, salieron hacia Liguria el 22 de noviembre:

P. Juan Bautista de S. Bartolo

H. Joaquín de Sta. Isabel, clérigo.

Pero a Dña. Dorotea Orsini, en su tierra de Solofore, al Ilmo. Sr. Conde Julián en Motta Sícula, y a Gubio, lugares a los que se nos invitaba especialmente, no se pudo enviar a nadie, pues no se calmaban por completo los tumultos y agitaciones. Pues muchos operarios pretendían ser clérigos, aunque ni siquiera entendieran los rudimentos gramaticales; y otros reivindicaban el derecho de precedencia. A favor de ellos hay que decir que quizás en lo que el eminentísimo protector había decidido después de tener alguna información de los relatores en la Congregación del año anterior, a saber, que los superiores debían preceder según su grado a los demás sacerdotes, y los sacerdotes a los no sacerdotes, no se señalaba nada acerca de la precedencia entre ellos, o era muy confuso el lugar a ocupar: no debía haber precedencia entre clérigos y laicos.

Pero el P. Onofre no transmitió esta decisión a Germania, y de todos modos se lo rogó al P. General, porque teniendo su provincia pacificada, pensaba que bastaría con introducir alguna novedad en las Constituciones con respecto a las costumbres para que se produjera el peligro de disturbios.

Este ruego nos recuerda que el 11 de octubre el P. Jacinto de S. Gregorio, escribiendo sobre el orden doméstico en tierras de Germania dice que es muy alabado por los de fuera, y que al verlo los Sres. Fundadores se invitaban a menudo a nuestras casas, y para celebrar bien las solemnidades, ofrecían la comida, y que de esta manera les honraban.

Ephemerides Calasactianae XXIII (1954, 66-69)

Juzgué que era digna de insertarse aquí la carta[Notas 2] en alabanza de nuestro instituto, del Ilmo. Sr. Conde de Strasnize, el Fundador, para consuelo de los que seguirán, y que dice como sigue:

“Reverendísimo padre en Cristo,
Asistí a la solemnidad de la Asunción de la Virgen a los cielos, que suele celebrarse en vuestra iglesia con devoción cada aniversario. Y gracias a Dios y al buen hacer de vuestros padres fue un magnífico éxito. Había tantos penitentes, y tanta gente que participó, que quien no se sintió movido a devoción por ello, no pudo evitar al menos la admiración.
De hecho si se compara el estado actual de las ciudades vecinas y de todo mi condado con el de hace unos años, se ve una gran diferencia en el orden y en la condición. Pues donde antes se veía como un nido de calvinistas, picardos, luteranos, husitas, anabaptistas y otros herejes y sectarios, ahora se ve una gran cambio, una asamblea de devotos y confesores de la fe ortodoxa, y donde antes se ofendía a Dios y se blasfemaba contra la Virgen y los santos, ahora que han venido vuestros padres, no se oyen sino cantos a Dios y a la santa Madre de Dios, y se pide la ayuda y la gracia de los santos. Toda esta gloria de Strasnize debe razonablemente atribuirse, después de Dios, a vuestra reverendísima paternidad, fundador de un instituto tan santo, y al celo y buen hacer e infatigables esfuerzos del padre provincial, el superior y todos los padres del colegio, que aunque no dijeran nada más, hablarían con el solo ejemplo mudo de su vida religiosa, lo cual bastaría para edificar a todo el vecindario. Me pregunto si yo he contribuido en algo a este trabajo de la piedad, y no sé ni puedo decir si tengo también algún mérito, pero creo que poco. Mientras tanto, para consolación de mi consorte procure vuestra paternidad por medio del eminentísimo protector el permiso para que ella pueda entrar de vez en cuando con alguna señorita principal a vuestro colegio, para ser estimulada por la modestia de vuestros religiosos y para obsequiarles. Rogándole me recuerde continuamente en sus oraciones, beso humildemente el vestido religioso de vuestra paternidad y quedo devotísimo siervo,
Francisco de Magnis, conde de Strasnize. Strasnize, 20 de agosto.”

Son palabras suyas que alaban no poco el provecho de nuestros religiosos. Vimos palabras semejantes, y experimentamos sus efectos por el fundador de Nikolsburg, quien, deteniéndose el 13 de octubre en Nikolsburg la emperatriz Leonor para cumplir su devoción lauretana, le habló abundantemente del P. Provincial, y alabó el instituto, del cual ella misma prometió ser protectora en el futuro. Por tal gracia, tanto el P. Provincial oralmente como el P. General por carta, no omitieron de darle las gracias, carta que de buena transcribo según la copia auténtica del P. Pedro Asistente:

“Sacra Majestad Imperial.
Los favores y las gracias con los que se digno honrar a nuestros religiosos de Nikolsburg fueron más fuertes que mi vergüenza, y armaron mi mano temblorosa con la magnitud de la obligación por la cual me siento indisolublemente vencido, para atreverme presuntuosamente a ofrecer a vuestra S. Majestad los pocos obsequios espirituales de toda la Orden, para que no se me considere ingrato ante una tan grande bienhechora. Ciertamente experimento no poco rubor al mostrar de manera oficial por medio de alguna señal que toda la religión está sumisa y sujeta ante el augusto rostro de vuestra Majestad, y no es por falta de ánimo, pero ya que reconozco que esta naciente religión no está muy dotada de talentos que puedan justificar el hacerlo, suplo con la pluma rogando humildemente que en aquello que esta pobre Orden mía ha merecido su afecto, se digne clementísimamente conservarla en lo sucesivo. Yo mientras tanto ruego eternamente al Altísimo con toda mi familia religiosa por la salud de vuestra sacra Majestad, de quien quedo devotísimo y humildísimo siervo,
José de la Madre de Dios, Superior General de las Escuelas Pías.”

Esto es lo que escribió a la emperatriz. El eminentísimo cardenal y arzobispo de Praga Ernesto de Harrack se dignó mostrar su favor hacia la Orden, como se ve en la carta escrita al P. General:

“Reverendísimo Padre,
Tener en mi archidiócesis obreros tan útiles y de tan buen ejemplo, como son los religiosos de vuestra paternidad, es un beneficio enorme para la cura de almas confiadas a mi cuidado pastoral. Por lo que no dejaré de apoyarles y de promover el instituto, en todo lo que pueda por mi parte. Por lo tanto las gracias que vuestra paternidad me dio por los beneficios dados a su instituto, son más oficiosas que debidas y necesarias. Dios le dé felicidad y conserve a vuestra paternidad, puesto que es una digna cabeza de religiosos tan probos, y con este deseo me encomiendo de corazón.
Afectuosísimo siervo de vuestra paternidad, Cardenal de Harrack.
Praga, 24 de septiembre de 1641”.

Y tampoco hay que omitir la que el mismo eminentísimo príncipe escribió a nuestro eminentísimo protector. La copio a continuación, y dice como sigue:

“Eminentísimo y reverendísimo señor de toda mi consideración,
La recomendación de los Padres de las Escuelas Pías en este reino de Bohemia hecha por vuestra eminencia me mueve a darle muchas gracias por ello. Por lo cual, de la misma manera que la presente sigue a la vuestra, prometo cumplir muy pronto en el futuro las cosas que me ordena. Y, de vuelta, le doy las gracias por tan provechosos y ejemplares religiosos que enriquecen y adornan ni archidiócesis, por lo cual me siento obligado a besar su mano con reverencia.
Humildísimo y afectuosísimo siervo de Vuestra Eminencia, Cardenal de Harrack.
Praga, 23 de septiembre de 1641.”

Sirva para demostrar cuánto logrba el instituto de nuestra Orden. Para añadir a lo anterior, será agradable contar el favor del excelso príncipe de Nikolsburg, fundador nuestro.

Este, de la misma manera que siempre fue reverenciado por el afecto de nuestros padres, también se formó un concepto óptimo de ellos, y los consideró dignos de que uno de los nuestros fuera el instructor de sus príncipes más jóvenes. Los padres de la Compañía se ofrecían para esta tarea, ciertamente, pero juzgando que nuestros padres se bastaban para ellos, les concedió a ellos, en tanto gente de casa, mejor que a los de fuera, el cuidado fiel de educar y podar los retoños de su árbol nobiliario. Lo cual también fue imitado por el príncipe Fernando de piadosa memoria, que fue hecho heredero de sus bienes a la muerte de su padre, y con la bendición de Dios tuvo muchos hijos (como brotes de olivo), todos los cuales, en casa o en nuestro colegio de Nikolsburg, fueron cultivados y nutridos bajo la disciplina de nuestros padres.

Para concluir el año presente, doy el número de neo profesos y de difuntos nuestros fallecidos en el Señor este año. Los primeros fueron 29. Los segundos, 8. De los cuales fue alabado el P. Jorge de la Purificación, nativo de Silesia, siendo su pueblo Gosiglov y su apellido familiar Schudert. Varón de buen ejemplo, y puntual observantísimo de la obediencia, como testifica su provincial el P. Onofre. Falleció en Nikolsburg, en Moravia, de tuberculosis, a los 30 años de edad.

El segundo es el P. Juan Mateo de S. Pedro, de la familia del conde Ottonelli. Este fue enviado de Fanano a Florencia, tuvo una fiebre maligna muy alta, y los médicos no pudieron hacer nada por él. Entregó su espíritu al Creador el 16 de noviembre, a los 32 años de edad.

El tercero es el P. Juan Bautista de S. Bernardo, llamado Juan Bautista Carletti, romano. Este, con el pretexto de ayudar a sus hermanas pobres, pidió un breve apostólico para apartarse de la Orden durante diez años, y llevando el hábito de los clérigos seculares, se lanzó al mundo, para sustentar a su hermanas, pero después de dos años y 4 meses de usar de esa libertad, se pudo enfermo, y como era incurable, fue al hospital de los Hermanos de la Misericordia o de Juan de Dios, y allí cerró el último día de su vida el 23 de febrero. ¿En qué ciudad? El catálogo de difuntos no lo dice. Pasemos ya al nuevo año.

Notas

  1. Esta profesión es en italiano, a diferencia de la de los clérigos, en latín. N. del T.
  2. En el original, este párrafo forma parte del anterior. Dice así: “…honore sibi ducebant (aquí se hace terminar el párrafo anterior), prout colligere licet ex litteris Ilmi.Dni. Comitis Straznicensis Fundatoris, quas hic inserere …, que traducido es: “como puede verse por la carta del Ilmo. Sr. Conde de Strasnize, el fundador, que etc.”