BartlikAnales/1646

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Año 1646 de Cristo. Segundo de Inocencio X, Décimo de Fernando III, Cuadragésimo nono de las Escuelas Pías.

No sólo en África, sino en casi todo el mundo el presente año parió no pocas cosas asombrosas. Narraremos solamente las que son propias de las Escuelas Pías, y que ocurrieron en orden antes de que llegara aquel parto inesperado. En primer lugar vienen nuestros PP. de Nápoles, que al enterarse de que Bernandino Biscia nos había sido dado como procurador de nuestra causa por el Gran Duque de Toscana, le escribieron para que pusiera toda su habilidad al servicio de nuestra causa, en la forma que leemos a continuación.

Esfuerzos de los PP. De Nápoles

“Nosotros, los infrascritos padres y hermanos de las Escuelas Pías rogamos a vuestra señoría ilustrísima, propuesto en nombre nuestro ante la Sede Apostólica y ante la sagrada Congregación creada para los negocios de los regulares, y donde haga falta, que no deje de esforzarse por resolver y acelerar la resolución de las controversias de nuestro instituto, pues vemos que a causa de la prolongación de estas decisiones, de día en día se va dividiendo en facciones la Orden, y no puede servir ni al servicio de Dios, ni a la utilidad del prójimo, que son las dos peculiaridades a las que tiende a la vez. Por lo cual sepa vuestra señoría ilustrísima que en Nápoles le estaremos agradecidos por todo lo que pueda hacer con este fin. 1 de enero de 1646. Los padres y hermanos de las Escuelas Pías.”

Esto es lo que escribieron al citado procurador.

Esfuerzos de los PP. Romanos por la Orden.

Los padres romanos, como se decía ya en todas partes por Roma que nuestra Orden iba a ser completamente destruida, sin esperar las gestiones del dicho procurador, se impacientaban por la duración o prolongación más bien del discernimiento de las cosas, y hablando entre ellos del instituto, se pusieron de acuerdo, sin consultar al Padre General, y sin informarle, y decidieron acercarse personalmente a suplicar a Su Santidad, y en la vigilia de la Epifanía del Señor después de vísperas llegaron en gran número al Palacio Apostólico y arrodillados humildemente entregaron un escrito de súplica a Su Santidad que decía como sigue.

Memorial al Pontífice

“Santo Padre,
Se supone que un instituto de religiosos confirmado una vez por un Sumo Pontífice no puede ser suprimido por otra persona, a no ser por el mismo Vicario supremo de Cristo en la tierra, por una causa grave y justa, que comúnmente sería que tal Orden se ha convertido en más perniciosa que beneficiosa para la cristiandad; por ello nosotros, los religiosos pobres de la Madre de Dios de las Escuelas Pías, humildísimos siervos y devotísimos suplicantes de Vuestra Santidad, sabiendo que nuestro instituto se encuentra acusado, cosa que no esperábamos, de ser un peligro porque quizás educando a la juventud pobre privaremos a la república de discípulos de las artes mecánicas, por las presentes, saludando a Vuestra Santidad con toda sumisión le rogamos que vea que de nuestro instituto surgen beneficios para el bien público, como pueden confirmarlo no sólo esta santa ciudad, sino toda Italia, y también Sicilia y Cerdeña, el reino de Nápoles, y que también hablan Germania y Polonia, y que clementísimamente se digne confirmar este instituto, y que pueda continuar y permanecer de la misma manera que estaba antes; y que no permita que viviendo la cabeza sea puesto como acéfalo bajo la jurisdicción de los ordinarios. Por esta y otras gracias que pedimos, será obligación nuestra orar por su salud y larga vida a su Divina Majestad. De vuestra Santidad humildísimos siervos, los Padres de las Escuelas Pías de la ciudad.”

Concretamente fueron el P. Gabriel de la Anunciación y el H. Lucas de S. Bernardo los que presentaron esta súplica a Su Santidad, que recogió el Cardenal Giustiniani, y que Su Santidad prometió responder con toda seguridad dentro de unos pocos días. Quizás el memorial movió a Pontífice a convocar la Congregación de cardenales, que se celebró el 3 de febrero por la tarde. Lo cual fue comunicado por el P. General al P. Vicente en Nápoles escribiéndole lo que sigue.

Carta del P. General

“La paz de Cristo.
Hoy por la tarde, alrededor de las 22 horas ha habido una reunión de la Congregación de cardenales encargada de nuestros asuntos. Y se ha decidido que el Cardenal Roma informe a su Santidad sobre lo que se ha tratado, y se cree que pronto ocurrirá algo favorable para la Orden. 3 de febrero.” Otra del 10 del mismo mes: “El pasado sábado se celebró una reunión de la Congregación y luego el lunes se entregó la relación a Su Santidad en el Consistorio. Confirma lo que digo el Ilmo. Embajador de Bolonia, que dijo que su Santidad deseaba que nuestros asuntos se terminaran cuanto antes. Esperamos cualquier día que aparezca su decisión.” Así dice.

Y luego el 17 del mismo mes:

“Ya sólo falta que el Papa haga aparecer la resolución tanto tiempo esperada. Tenemos por cierto, sin embargo, que nuestra Orden no sufrirá la destrucción como pretenden e intentan hasta ahora nuestros enemigos. En cuanto a lo que se dice que yo animé a nuestros padres a dar motivos para ello al Papa, no lo crea vuestra reverencia”.

Hasta aquí el P. General. Por lo demás, también se presentó un memorial a la Congregación de los eminentísimos que dice como sigue.

Memorial de nuestro Procurador

“Eminentísimos Señores.
Parece que la religión llamada de las Escuelas Pías se encuentra en grave peligro. Pues oímos que no se trata de su reforma, sino quizás (ojalá no) de su total supresión. Diré por qué ojalá no: Su Santidad sabe, porque nadie lo ignora, que este instituto fue aprobado por grandes hombres y sumos pontífices y se ha propagado a lo largo y ancho no sólo de Italia, sino por muchas provincias ultramontanas, y que es grato a reyes y príncipes, y muy deseado por muchos otros. Y parece claro que teniendo en cuenta esto, no sólo no debe ser suprimido, sino que ni se debe pensar en ello. Ciertamente un beneficio no debe suprimirse sin una causa (Felin. Consis. 35, n.11), y nadie puede ser removido sin causa de un oficio considerado ligado e inamovible (Guillermo de Benedictis, en el cap. Reinutius); mucho menos tantos sacerdotes deben ser removidos de su instituto aprobado por los sumos pontífices, porque su instituto es suprimido. Qué laudable es tal instituto lo dice el P. Fernando de Jesús María, de la Orden de los carmelitas descalzos, no una vez, sino muchas, incluso siendo ministro general. Este ha confesado abiertamente a mucha gente que si no hubiera profesado como carmelita descalzo, no hubiera querido profesar en ningún otro instituto sino en este. Así dice él.
Y razonablemente por dos motivos suelen ser suprimidos las congregaciones religiosas erigidas antes, a saber: o que no son necesarias, o que sus profesos, hechos delincuentes, se han vuelto intolerables. Si nos fijamos en lo primero, de las 12 congregaciones que gozan los privilegios de los Mendicantes, sin duda 4 de las principales deben ser suprimidas, porque nada de lo que hacen es necesario. Fueron instituidas para el bien[Notas 1] y para honrar el rostro de la Iglesia. De Concil. Africano, Tesoro Político cap. II. Por lo tanto debe considerarse la utilidad más bien que la necesidad, que en lo referente a este instituto es máxima; suprimirlo iría contra la justicia. Lo justo, por el contrario, sería honrarlo y adornarlo al mismo nivel, y con gracias mayores.
En cuanto a los Padres de la Compañía de Jesús, que asumieron el ministerio de enseñar en la escuela hace un siglo, este instituto y el nuestro no coinciden en absoluto, porque ellos no admiten a la escuela sino a muchachos de más edad y ya con fundamentos de latín, mientras que el nuestro acepta en sus escuelas principalmente a los ignorantes y principiantes “desde el huevo”, como se dice, y los prepara y adapta para que sigan en gimnasios y academias mediante el estudio de los rudimentos de gramática (que son los fundamentos para todas las ciencias). Además, los instruye en los artículos de la verdadera fe.
Hubo algunos pontífices que quisieron reformar y reducir antiguos institutos después de que se hubieran relajado su regla a la observancia prístina, y también otros que decidieron admitir nuevos institutos religiosos y suprimir los relajados, juzgando que era más difícil volver la vida relajada a la antigua norma que introducir una buena y perfecta. Y puesto que el pontífice Clemente VIII de gloriosa memoria (que por lo demás era difícil para admitir nuevas religiones) permitió nacer, crecer y florecer la Congregación de las Escuelas Pías, la recibió bajo su protección y desde el principio no dejó de favorecerla con su propio aliento, si ahora se intentara suprimirla, no sólo se escandalizaría a príncipes y fundadores, sino que también perdería en estimación la santidad de los Sumos Pontífices, pues si tan fácilmente son cambiadas y debilitadas sus obras por sus sucesores. Recordemos que la reforma de los conventuales de S. Francisco[Notas 2] fue suprimida por un breve apostólico como superflua, y que los reformados de esta familia son los PP. Capuchinos, a los que en verdad[Notas 3] nada oponía a la vida de los dichos hermanos conventuales; el breve de supresión no tuvo efecto en ningún otro lugar sino en los territorios sometidos a la Sede Apostólica.
Volvamos a examinar si hay, además de lo que hemos escrito, otras causas para la supresión[Notas 4]. Aquí no se ve vida relajada ni facinerosa[Notas 5], como cuando el Pontífice acusó a los citados conventuales en “In extravaganti exivi etc.”, diciendo que eran odiados de todo el mundo por sus crímenes, y sin embargo no fueron totalmente suprimidos como los templarios, sino solamente en algunas provincias. Mientras que en nuestra Orden de las Escuelas Pías, como no hay nada de lo que pueda ser universalmente reprendida, ¿por qué se hace tanto para suprimirla? Suponiendo que no deja de haber algunos excesos particulares, que sufran el castigo los autores, y no los inocentes.
Al mismo tiempo hay que decir que no merece la reducción a simple Congregación. Puesto que a este instituto se le dio la dignidad de Orden por los sumos pontífices, si hoy se rescinden sus decretos, se producirán los mismos inconvenientes que hemos citado antes. ¿Debería hacerse esto quizás para favorecer a los padres de la Compañía? Examinemos primero este motivo. Se puede responder diciendo que antes de la institución de la Compañía, los niños de más ingenio y honestidad[Notas 6] del lugar eran instruidos en los monasterios de S. Benito, y luego les sucedieron ayudándoles los Padres Predicadores. Mientras que el fundador y padre de la Compañía, S. Ignacio, abrió la escuela aquí en Roma en una casita bastante pobre, que se conserva en nuestros días como testimonio, y que no tiene nada que ver con el magnífico templo que recientemente se ha construido al mencionado santo. La escuela la abrió para enseñar a los discípulos las primeras reglas, sin tener la intención de estudios superiores, los cuales se hicieron con los profesores que siguieron. No deben envidiar nuestro mérito en la viña del Señor, puesto que ambicionamos cosas más humildes, y deseamos educar a los niños pobres; y menos deben impedir el bien común.
Por lo cual suplicamos humildemente a vuestras eminencias y les rogamos para que por medio de su autoridad nuestro instituto permanezca en su vigor, y no sufra disminución, depresión ni supresión, para que podamos seguir ejerciendo la caridad con los pobres sin pedir ningún pago, y tengamos motivos para orar por la salud de vuestras eminencias.
Teodoro Ameydens en nombre de las Escuelas Pías.”

¿Quién no verá lo oportuno y erudito del escrito? Sin embargo no tuvo ninguna eficacia, pues sin duda parece que estaban fascinados los juicios y las decisiones de aquellos por los que nuestra Orden cayó en la condena; por lo que pienso que si alguien hubiera hablado a favor nuestro con lengua de ángeles habría perdido[Notas 7] el trabajo y el aceite, como muy bien puede verse en la última relación que hizo Pietrasanta, con ocasión de la promoción del P. Francisco de la Anunciación como superior de la casa de S. Pantaleo. Fácilmente se veía lo que iba ocurrir en esta carta transmitida a la casa de S. Pantaleo, que dice lo siguiente.

Carta de Pietrasanta

“Reverendos padres y hermanos en Cristo.
Aunque no sé, ni puedo decir, lo que Su Santidad y los eminentísimos diputados deliberaron y resolvieron acerca del asunto de la Orden, sin embargo puedo, y debo en razón de mi cargo informar vuestras reverencias que en las presentes circunstancias no harían una obra laudable eligiendo por sí mismos un ministro y superior en la casa de S. Pantaleo, sin tener en cuenta al Superior, o a su visitador, o a los eminentísimos delegados. Como si antes no hubiera sido nombrado Superior el P. Esteban de los Ángeles por un breve apostólico (que siguen poniendo en duda después de tantos meses), y yo canónicamente promulgado por orden de la Sagrada Congregación. Impídalo Dios, no sea que procediendo de tal modo ocasionen un daño por el que tenga que pagar irremediablemente toda la Orden.
Por ello puede confirmarse el concepto acerca de ustedes que fue dicho bajo el pontificado del Papa Urbano VIII de feliz memoria en público consistorio, a saber, que vuestra Orden ha crecido en la continua desobediencia a la Sede Apostólica. ¿Ocurrió[Notas 8] así? No me preocupa; pero me parece digno de considerar si lo que dije antes se habría dicho[Notas 9] de una Orden que desde sus principios, como envuelta en pañales en la cuna, hubiera estado totalmente subordinada a la Sede Apostólica, y hubiera recibido su crecimiento en la obediencia[Notas 10]. Esto no es, como quizás algunos imaginan, una invención producto de la pasión, sino una afirmación[Notas 11] probadísima por muchos casos. El primero, en relación con las visitas apostólicas ordenadas, cuyas órdenes prescritas por el bien común no fueron puestas en ejecución. Por lo cual desde que yo me hice cargo de la religión, la casa de Pisa sigue siendo desobediente. La casa de Cagliari no sólo acepta novicios en contra del decreto de la Santa Inquisición, sino que los aumenta y los guarda. Génova, Chieti y otros lugares se opusieron al visitador. Y aquí en San Pantaleo se obra como si no hubiera superior mayor, ni visitador apostólico, ni un tribunal de cardenales delegados. Por lo tanto, reflexionen ustedes mismos, ¿por cuál de las cosas que hice por vuestro bien deberá[Notas 12] sufrir la Orden? Testigo me es Dios, y mi conciencia, pues mis acciones son conocidas de los eminentísimos delegados, que testimoniaron en mi favor muchas veces, como vuestro P. General no oculta. Y no se achaque a mi incuria el que no hice muchas cosas propias de mi cargo, pues no era libre, sino dependiente de la S. Congregación de cardenales delegados, cuya misión es estudiar mi información y tomar decisiones. Termino recordando a vuestras reverencias que en las religiones la obediencia es la única virtud que si falla, en especial con respecto a la Sede Apostólica, hace necesario que esas religiones dejen de existir y sean disueltas. Dios conserve a vuestras reverencias y les bendiga con la abundancia de todo bien, cosa que deseo de corazón. En el colegio de la Compañía de Jesús, a 9 de febrero de 1646. Siervo en Cristo,
P. Silvestre Pietrasanta, visitador apostólico.”

Así escribió él, para completar el daño causado, y con celo verdaderamente indiscreto. Sin embargo, los padres de S. Pantaleo, mejor inspirados, respondieron a la suya con la carta que sigue.

Respuesta al P. Pietrasanta

“Muy reverendo padre en Cristo.
El nueve de los corrientes recibimos en la casa de S. Pantaleo la carta escrita, como dice vuestra paternidad, para descargar su conciencia y su cargo. A nosotros nos pareció, con todo respeto al oficio de de vuestra paternidad, que lo que dice no sólo no descarga, sino que más bien carga y agrava su conciencia, puesto que a causa de una siniestra relación, o por excesivo afecto hacia el P. Esteban, o por algún fin desconocido, nos acusa e infama, a nosotros y por consiguiente a toda la Orden, de desobediencia e independencia para con la Sede Apostólica. Y puesto que se trata de un asunto de gran consideración, puesto que es su carta afirma que se nos podría culpar de desobediencia hacia la Sede Apostólica, y acusarnos formalmente de cismáticos, consideramos que era importante que remitiéramos a vuestra paternidad la presente, para quitarnos de encima ese concepto que se ha formado de nosotros.
En primer lugar trataremos sobre la elección de un superior sin contar con nadie. Respondemos libremente que nunca hicimos una elección de superior, sino que pusimos en práctica lo que dicen las Constituciones que se haga, reconociendo como superior al sacerdote de la casa de más antigua profesión, el cual es ahora el P. Francisco de la Anunciación, mientras esperamos de los superiores mayores que nos asignen algún superior legítimo, pues juzgamos que sería inconveniente meter al P. General en este cargo, o nombrar alguno de los antiguos asistentes. Es admirable que vuestra paternidad, que cumple ya el tercer año como visitador nuestro, ignore este orden o praxis, puesto que sospecha que nosotros hayamos elegido un superior despreciando a los supremos tribunales. Sin embargo, si por esto se nos acusa de no haber recurrido, está a nuestro favor el eminentísimo vicario general del Papa, al que notificamos esto mismo que hicimos.
En segundo lugar, que el P. Esteban no es reconocido. Respondemos que la razón para ello es que no nos consta por ningún breve apostólico; simplemente se nos entregó un papelito del ilustrísimo asesor, pero ningún decreto, que debía haberse publicado, por lo que toda la casa lo recusó como superior. Y vuestra paternidad no podía ignorar esto, ya que nombró dos procuradores para estudiar las causas de la oposición, y estos padres nombrados decidieron que no se aceptara sin hacer antes una investigación sobre la calidad de la persona. Ni parecía verosímil que su paternidad concediera el gobierno a una persona rechazada por toda la comunidad, contra la cual se habían escritos tantos memoriales. Por lo cual es fácil concluir que el P. Esteban nunca estuvo en posesión pacífica de su cargo, cosa que no habría ocurrido si hubiera estado en posesión de algún breve pontificio; de modo que nosotros, si se hubiera publicado el breve, no nos habríamos atrevido a oponernos.
A lo tercero. El mal concepto sobre nosotros que vuestra paternidad expresa. Reverendísimo, supuesto que lo que no aceptamos fuera verdad, era deber de vuestra paternidad, que ha alargado la visita por tres años, habernos notificado esta desobediencia, a causa de la cual tiene en mal concepto la Orden, y debería haberse hecho un examen de los casos particulares, y entonces habrían seguido inmediatamente las respuestas, como quizás siguen siempre después de ser informados o acusados, como ha sucedido en este caso.
A lo cuarto. Que se frustraron muchas visitas apostólicas. Respondemos que se trata de una acusación sin fundamento, como atestiguan los ejercicios cotidianos observados y completados.
Acerca de la casa de Pisa, si se buscan las razones, los de la comunidad de ese lugar las dan. También los de Cagliari hablarán de su inocencia. Génova y Chieti responderán por sí mismas.
A lo quinto. Donde dice que siempre buscó el bien de la Orden. Respondemos que es una afirmación gratuita, pues siempre estuvo más de parte del P. Esteban que del P. Fundador. Y esto no lo podemos contar como bien, puesto que el P. Esteban enajenó 27 partes del banco, y contrajo con su acuerdo una deuda de 700 escudos.
A lo sexto. Que no agilizó muchas cosas por falta de libertad. Se podría responder que tal vez los obstáculos puestos dicen lo contrario, pues ¿por qué se retrasó durante 16 meses la sesión de la S. Congregación?
Y para terminar, que cuando no hay obediencia a la Sede Apostólica es necesario que se disuelvan las Órdenes. Respondemos que no hay desobediencia donde se recurre a los mayores, como atestiguan tantos memoriales enviados, e incluso el acceso personal a Su Santidad, como se hizo en la vigilia de la Epifanía del Señor. ¿Por qué hemos recurrido a vuestra paternidad? No tiene una causa justa para culparnos, sino más bien nosotros de lamentarnos contra vuestra paternidad, pues hasta ahora hemos experimentado que no es un padre, sino un juez riguroso castigándonos con continuas penas espirituales y corporales.
Concluimos, pues, que hemos obrado en todo de la manera más razonable, y que por no prestar obediencia al P. Esteban sino al P. Francisco no se nos puede acusar de ser desobedientes a la sede apostólica, pues ¿quién pronunciaría culpables a las casas particulares sin escuchar sus razones? Y esto es lo que teníamos que responder a vuestra paternidad, confiando en el Señor y en nuestra Santísima Madre que ello no sea causa de disolución de nuestra Orden. 16 de febrero de 1646.
Humildísimos siervos en Cristo de vuestra Muy Reverenda Paternidad,
Los Padres y Hermanos de las Escuelas Pías.”

Otra carta semejante de los PP. De Génova

Nuestros padres de Génova, enviando una respuesta similar disculpándose de la acusación de desobediencia, probaron manifiestamente, contra del crimen de que les acusaban, que tuvieron justas razones para rechazar al visitador. Aquí sigue su disculpa.

“Muy reverendo padre en Cristo, con todo respeto.
Hemos recibido copia de la carta que vuestra paternidad envió a nuestros padres de Roma, y entre otras cosas vimos que vuestra paternidad no se lamenta, sino que culpa directamente a la casa de Génova de ser contraria y menos obediente a los decretos del visitador. Puesto que esto nos duele no poco, y aunque creemos que nuestra inocencia ya apareció también en la respuesta que le enviaron los padres romanos, sin embargo consideramos que es también deber nuestro demostrar lo contrario, para que explicados los hechos brille nuestra inocencia, y desaparezca la desobediencia de la que se nos acusa temerariamente.
Para dar tal evidencia escribimos francamente que el P. Nicolás María del Smo. Rosario fue nuestro visitador, al cual, cuando llegó y presentó la patente de su cargo, no hubo nadie que lo rechazase; al contrario, llevó a cabo su misión a gusto suyo en Génova, Cárcare y Savona.
Cuando aceptó la nueva patente de vuestra paternidad salió hacia Cerdeña, y luego volvió a nuestra provincia; requería entonces el respeto y la superioridad sobre los demás, pero como su oficio de visitador ya había expirado por el hecho de haber recibido una nueva patente, y que ya no tenía que volverá visitar nuestra provincia, le rechazamos, llevados por motivos serios que expresamos abiertamente para que vuestra paternidad tenga una mejor información. A saber:
1.Porque ya había terminado la visita, fuera de la cual no tenía razón para pretender superioridad en la provincia, ni convenía ni era oportuno que nosotros se la diéramos.
2.Porque reveló los exámenes de los sujetos visitados, de lo cual se siguieron muchos inconvenientes.
3.Porque en la misma publicación del nuevo oficio declaró que era huésped nuestro.
4.Porque es una persona de mala fama en todas nuestras casas, y especialmente en Nápoles.
5.Porque se escandalizaron no sólo nuestros superiores, sino también no pocos entre los seglares de que un hombre tan escandaloso recibiera el oficio de visitador.
6.Porque desdeñó visitar nuestras escuelas, y exhortar a la juventud a cultivar el temor de Dios y las demás virtudes.
7.Porque persiguió injustamente a muchos de las comunidades.
8.Porque privó de su cargo al superior de Savona sin ningún motivo.
9.Porque no se presentó al acto público de presentación de las escuelas por los maestros, por lo que los maestros, confusos por la ignominia hecha, abandonaron el acto sin ningún respeto.
10.Finalmente, por el vicio de propiedad, como consta que se vio envuelto en él mediante el transporte de muchas cosas de precio considerable, no sólo depositadas en alguna casa de nuestra provincia, sino llevadas y repartidas por casas de amigos suyos.
Por todas esas impertinencias consideramos que no debíamos admitir de nuevo a ese padre para ejercer de nuevo el oficio de visitador entre nosotros; vuestra paternidad no tiene justa causa para llamarnos por ello desobedientes, ni para considerarnos refractarios. Con respecto a todo lo dicho puede pedir informaciones a aquellos que están obstinadamente de parte del P. Esteban, no de la nuestra o del P. Fundador; seguramente aparecerá que no nos apartamos ni un pelo de la verdad. En fe de lo cual firmamos las presentes, y estamos dispuestos siempre a añadir más cosas para informar contra este P. Nicolás. Génova, 3 de marzo de 1646. Humildes siervos de vuestra muy Rvda. Paternidad,
Los padres y hermanos de Génova.”

Queja acerca del P. Nicolás María

Hasta aquí la carta al P. Pietrasanta por acuerdo común. Pero el P. Pedro Pablo de Sta. María, Provincial de Liguria, con fecha 10 del dicho mes de marzo, escribiendo en particular al P. fundador se lamenta mucho de los rumores que el mismo P. Nicolás va esparciendo por todas las casas y también fuera de ellas: que próximamente la Orden va a ser suprimida. Pésimo agorero sin duda, no al estilo de Casandra. No pudo enterarse[Notas 13] de estas cosas de otro modo sino porque se lo había escrito el P. Esteban, pues las conocía, como autor[Notas 14], y también tiempo antes había dicho que se publicarían acerca de la Orden cosas que el conclave de Su Santidad guardaba entonces ocultas. Lo que publicaba, pues, no eran comentarios, sino la misma verdad, que se hizo pública el 17 de marzo, para conocimiento de todos; para confusión del padre fundador y sus compañeros; para gozo y júbilo de los hijos degenerados y nuestros adversarios. El P. Fundador narra la serie de acontecimientos en una carta enviada al P. Vicente a Nápoles.

Minuta de la supresión de nuestra Orden.

“Hoy, cerca de las 24 horas llegó a nuestra casa de San Pantaleo el secretario del Rvmo. y Emmo. Cardenal vicario un breve pontificio para nosotros, reunidos en el oratorio común, anunciando y publicando lo que aquí se resume:
1.Que en lo sucesivo cada casa de las Escuelas Pías deberá gobernarse por sí misma, independientemente del General, como el instituto de S. Felipe Neri.
2.Cada casa estará sujeta al ordinario local.
3.Los profesos son libres de pasar a cualquier otra religión más laxa.
4.Que no se pueden recibir más candidatos al hábito, y ningún novicio puede ser admitido a la profesión, bajo pena de nulidad.
5.El colegio Nazareno quedará total mente sometidos a los auditores de la S. Rota.
6.No debe nombrarse ningún general más, ni provinciales, sino que deberán regirse y gobernarse por sí mismos en las casas según las constituciones que se publicarán en breve.”

Así escribía al P. Vicente con fecha 17 de marzo, y de manera semejante en la misma fecha al superior de Narni.

¡Aquí estaba el fruto producido durante tiempo por la visita apostólica de Pietrasanta! ¡Para esto quería ser nombrado superior general el P. Esteban!

Pero será bueno que veamos el tono de todo el breve apostólico, para que entendamos mejor la causa para destruir la Orden. Así suena tal como fue difundido y esparcido a lo largo y a lo ancho.

Breve de suspensión

“Papa Inocencio X, para perpetua memoria.
Aquellas cosas que fueron instituidas por los romanos pontífices predecesores nuestros para un estado feliz de personas regulares, al constatar que producen incomodidad y son un obstáculo para el provecho y tranquilidad de las mismas personas en el camino del Señor, es deber nuestro moderarlas, y cambiarlas según la razón de los tiempos nos indica, y nosotros sabemos determinar saludablemente en el Señor.
Pues hace algún tiempo nuestro predecesor Paulo V de feliz memoria erigió e instituyó mediante una carta suya en forma de Breve apostólico el día 6 de marzo de 1617 una Congregación en la casa de las Escuelas Pías, para ser regida y gobernada por un prefecto, que debería llamarse para siempre Paulina de los Pobres de la Madre de Dios de las Escuelas Pías; que no debería extenderse más allá de 20 millas de la ciudad; y que no se podría aceptar ningún lugar en el que no hubiera Escuelas Pías, excepto las casas de novicios; y que el que quisiera dar su nombre a la Congregación su nombre, después de dos años, todos, tanto los destinados a los sagrados órdenes, al carácter clerical y el sacerdocio, como los hermanos operarios, deben emitir tres votos, a saber de pobreza, castidad y obediencia, de los cuales nadie les puede dispensar en el futuro sino el romano pontífice; y deben dedicarse a enseñar gratis, sin recibir ningún estipendio, regalo, merced u honorario, a los niños desde las primeras nociones; imbuyéndolos en las buenas y piadosas costumbres, y además educarlos a la manera cristiana, con obra, labor y estudio. Así pues aquel que emitió el voto simple de pobreza, como se ha dicho, mientras permaneciese en la citada Congregación es incapaz de cualquier dominio, derecho y propiedad; el mismo voto de pobreza añade por la suma pobreza que ellos ni en particular ni en común tienen en absoluto ningún derecho, ni pueden poseer o adquirir ningún título en bienes o para bienes que se llaman inmobiliarios, ni poseer inmuebles. Además todas las cosas de su uso deben estar de acuerdo con la pobreza: las comidas, los vestidos, el ajuar tanto sagrado como profano, según la conveniencia y el estado del instituto. Las casas, los huertos contiguos, los edificios, las iglesias, los oratorios y las escuelas y otros inmuebles de este tipo que se dedican igualmente a su uso, deben ser también adecuados a la pobreza citada, son propiedad del romano pontífice; sin embargo los muebles declaró y decretó que deberían ser propiedad común de ellos. Y después, con los cardenales de la S. R. I. encargados de los asuntos de los obispos y religiosos, con los cuales también había examinado la cuestión Gregorio XV de feliz memoria, y que le habían remitido un decreto elaborado por ellos, en el que aconsejaban que la Congregación de las Escuelas Pías, erigida e instituida como se ha dicho más arriba, podía ser aprobada como Orden con tres votos solemnes; dicho Gregorio nuestro predecesor mediante una carta en forma de Breve publicada el 18 de noviembre de 1621 aprobó y confirmó lo anterior, según figura en los documentos de los predecesores citados Paulo y Gregorio, que tenemos presentes, y donde se explica más ampliamente.
Pero como se nos informó de que habían sido suscitadas graves perturbaciones en la Orden, y que todavía existen, y que para resolverlas y pensando cuidadosamente en el futuro de la Orden, convendría reducirla a una Congregación sin votos, según el modelo del instituto de la Congregación de los presbíteros del Oratorio erigida por S. Felipe Neri en la iglesia de Sta. María en Valicella. Por ello nos, según nuestra tarea pastoral y para tranquilidad de esa Orden, queriendo en cuanto podemos con la ayuda del Señor consultar las cosas, tomando consejo ce algunos venerables padres cardenales de la S. R. I., y de algunos queridos hijos prelados de la curia romana, que han examinado este tema, motu proprio y con ciencia cierta, tras una madura deliberación nuestra, y con la plenitud de la potestad apostólica, concedemos y permitimos a tenor de las presentes que todos y cada uno de los religiosos de dicha Orden, también los profesos, tanto sacerdotes como laicos, u operarios, puedan pasar a cualquier otra Orden aprobada por la Santa Sede apostólica, incluso más laxa, en la que encuentren benévolos receptores.
Por lo demás, prohibimos que se reciban más candidatos en dicha Orden, y los que ya están admitidos al noviciado, que sean admitidos a la profesión, bajo nulidad de recepción y profesión, y otras penas a nuestro arbitrio y de los pontífices romanos futuros.
Además, sujetamos y ponemos bajo la jurisdicción de los ordinarios del lugar a todos y cada uno de los religiosos de esa Orden, de cualquier cualidad que sean, lo mismo que sus casas, escuelas y cualquier tipo de locales que tengan.
Retirada toda facultad, superiorato y jurisdicción, tanto en cuestiones materiales como espirituales de la Orden citada, de sus escuelas y todo tipo de locales, tanto al querido hijo José de Calasanz o de la Madre de Dios, en otro tiempo fundador y superior general de la Orden, como a otros con autoridad apostólica como visitadores y superiores delegados, superiores de las casas y otras autoridades inferiores, transferimos totalmente toda autoridad, superioridad y jurisdicción que antes tenían el superior general, los visitadores apostólicos y otros superiores a los ordinarios del lugar, de modo que los citados religiosos no puedan tomar ninguna autoridad ni superioridad sino aquella que les fuera entregada o delegada por los ordinarios.
Reducimos la Orden citada a una Congregación similar al instituto de la citada Congregación del Oratorio fundada por S. Felipe Neri en dicha iglesia de S. María en Valicella, sin emitir votos, para ser regida, dirigida y gobernada según unas constituciones semejantes a las del citado instituto, que se editarán a nuestro gusto, sin que, sin embargo, los citados religiosos puedan nunca ser llamados sacerdotes o clérigos de la Congregación del Oratorio, de S. Felipe Neri, ni tenerse por tales.
La dirección y gobierno del Colegio Nazareno de la misma ciudad la dejamos en manos de los queridos hijos auditores de causas del Palacio Apostólico, para que, en la medida de lo posible, se satisfaga la intención del cardenal Miguel Ángel Tonti, de buena memoria, su creador y fundador.
Lo contenido en este documento es y será perpetuamente válido, firme y eficaz, y producirá y obtendrá todos sus efectos; así y no de otro modo deben juzgar y sentenciar, según lo anterior, cualesquier jueces ordinarios y delegados, y también los auditores de las causas del palacio apostólico, y los cardenales de la S. R. I., y sus delegados; y si alguien, de manera consciente o inconsciente, con cualquier autoridad, determinara algo en contra, lo declaramos y determinamos que será nulo e inválido.
No obstante las cartas citadas y otros documentos apostólicos de los predecesores, y no importa cualquier tipo de constituciones u órdenes, de concilios generales, provinciales y sinodales, ni la última voluntad del citado Cardenal Miguel, que cambiamos expresa y suficientemente por lo anteriormente dicho.
Y también los estatutos de dicha Orden, incluso reforzados por juramento, confirmación apostólica, o con cualquier otra fuerza, y las costumbres, privilegios, indultos, exenciones y cartas apostólicas a la Orden, concedidas, confirmadas e innovadas, todas y cada una de ellas, a su prefecto y sus clérigos y cualesquier otro tipo de concesiones, que vayan en contra de lo citado a tenor de las presentes las derogamos expresamente, especialmente para conseguir el efecto citado; a pesar de todo lo que vaya en contra. En Roma, en San Pedro bajo el anillo del Pescador, el 16 de marzo de 1646, segundo de nuestro pontificado. M. An. Maraldi.”

Hasta aquí Inocencio X contra nuestro instituto. El P. Vicente, en el Tom. 2, fol. 209, escribe que antes que el breve fuese enviado a la imprenta sufrió muchas alteraciones, pero no veo en qué sentido. Pues corresponde completamente con la minuta o resumen que el P. General escribió al mismo P. Vicente. Añadió además algunos juicios contrarios de Inocencio sobre lo hecho[Notas 15], casi como si no aprobara lo que hizo con nuestro instituto. Lo cierto es que estos asuntos agitaron al instituto durante casi tres años, y en todas partes ya casi se había difundido la noticia de que iba a ser destruido; pero nadie de ellos sintió compasión por nuestra calamidad, nadie dijo una palabra en nuestro favor; y con el paso del tiempo lo mismo que pudieron reducir el instituto a aquella forma, ahora ha vuelto a la anterior; la experiencia nos dice que no hicieron gran cosa.

Puesto que con el breve anterior entramos en otro estado, cierro la parte presente de mi trabajo, y pronto entraremos en otra.

Notas

  1. Original: ad bene duntaxat ese, atque… instituti. ASP: ed bene duntaxat, atque… institui.
  2. Original: S. Francisci. ASP: Straznicii
  3. Original: vero. ASP: veri
  4. Original: Suppresionis. ASP: Supplicationis.
  5. Original: facinorosa. ASP: facinerosa.
  6. Original: honestioris. ASP: honestatis.
  7. Original: perdidisset. ASP: predidisset.
  8. Original: agitur?. ASP: agitis!
  9. En ASP falta una línea, después de est: asseri nimirum de una Religione, quae adhuc in suis principiis, ceu fasciis…
  10. Original: in obedientia. ASP: inobedientia.
  11. Original: assertum. ASP: apertum.
  12. Original: habebit. ASP: habetit.
  13. Original: praeominari. ASP: pia ominari.
  14. Original: ut Author. ASP: ut...
  15. Original: facto. ASP: …