BartlikAnales/1648

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Año 1648 de Cristo. 51º de las Escuelas Pías. Cuarto de Inocencio X. Duodécimo de Fernando III.

Archivum Scholarum Piarum 5 (1979, 1-34)

El presente año contiene muchas cosas que ocurrieron[Notas 1] durante su transcurso en relación con el instituto. Las principales son tres, que citaremos por orden.

Nueva Congregación

Lo primero que ocurrió es que el Sumo Pontífice, bien por que estuviera conmovido por los relatos que había oído sobre gracias concedidas por el V. Pedro durante su funeral, bien por nuevas peticiones hechas por la Emperatriz Leonor, el Príncipe de Dietrichstein, el Conde Santalier (¿?) y otros magnates, se sintió animado a revisar la cuestión de nuestro instituto. Como deseaba que se procediera con muchísima prudencia en este negocio, constituyó un Congregación especial cuya misión era escuchar nuestras quejas, y decidir tras maduro juicio si acaso nuestra Orden debería ser restaurada a su estado anterior.

No debe haber ninguna duda de que existió esta Congregación, pues el mismo P. Fundador escribió de ella a Nikolsburg, Pisa y Génova. Tenemos evidencia de Nikolsburg por la carta de respuesta del P. Pedro Pablo de la Madre de Dios fechada el 12 de febrero, y que decía:

“Recibimos una gran alegría y consuelo, y sobreabundamos en gozo, porque Su Santidad se ha compadecido a revisar nuestros asuntos; no dejaremos de cooperar con nuestras oraciones, y pidiendo y enviando cartas de recomendación”. Así decía él.

El P. Fundador escribió a Pisa al P. Pedro de la Anunciación diciéndole que después de 10 o 12 días tendríamos certeza y seguridad sobre nuestras cosas.

Finalmente, de Génova escribió el P. Gabriel de la Anunciación, admirándose de que nuestras cosas fueran tan despacio cuando él sabía que la minuta del Breve de Roma ya había sido comunicada y publicada.

Por ello podemos estar seguros de que se había pedido que se revisaran nuestras cosas. Pero en cuanto a lo que escribió el P. Gabriel sobre la publicación de la minuta del Breve, era un simple rumor que le haría llegar algún adulador de dicho padre, pues ninguno de nuestros escritores mencionan dicha minuta, ni se hace mención de ella en ninguna carta. Lo que puede ser cierto es que a la citada Congregación se le propuso resolver algunas dificultades de la Orden, como menciona el P. Vicente, aunque no especifica ninguna, ni da el nombre de ningún procurador de nuestra parte. Se ignora qué y cuándo se decidió con respecto a nosotros. Simplemente (pienso yo) nos engañaban con falsas esperanzas hasta la muerte del Fundador. De manera que siendo huérfanos, nos fuera permitido esperar menos.

Estado de Germania y Polonia

Mientras tanto nuestra Congregación, con la protección de Dios, aunque mortificada, no dejó de ofrecer lo que en otro tiempo había ofrecido. Consecuentemente en Germania las escuelas mantuvieron sus cursos, y no se apartaron de convertir herejes por medio de su esfuerzo.

En Polonia, aunque el clementísimo fundador Ladislao IV los dejó huérfanos muriendo el 22 de mayo, sin embargo siguieron la construcción de la escuela de Varsovia. En Podolín gracias al Ilustrísimo fundador continuó la escuela de filosofía para los nuestros con un profesor pagado por la Academia de Cracovia. Así lo cuenta el P. Juan Domingo de la Cruz el 2 de enero.

Estado de Cerdeña

También en Cerdeña comenzó una escuela de filosofía y teología, hasta que mostraron su envidia hacia nosotros los rivales, y aunque el P. Pedro Francisco de la Madre de Dios padeció muchas persecuciones por parte del ordinario del lugar, como consta por el testimonio del Consejo público de Cagliari, y fue forzado a irse a Roma. Sin embargo, después de que contó lo que le había ocurrido al Eminentísimo cardenal Vicario y consiguió remedio por escrito a las calamidades causadas por él, tan pronto[Notas 2] como el P. Onofre del Stmo. Sacramento, de vuelta de Polonia[Notas 3] y Germania, regresó a Cagliari y contó las persecuciones que se hacían contra él y contra el instituto, aquellas persecuciones se calmaron, como las terribles olas del mar, y se restableció la paz con el arzobispo de Cagliari.

Hasta aquí las cosas que parecían ir mejor. Veamos ahora las que iban peor.

Ruina de la casa de Savona

En verdad debió ser funesto para las Escuelas Pías el acontecimiento que tuvo lugar en Savona el 7 de julio poco antes del amanecer, y que es narrado de la manera siguiente:

El H. Agustín de S. Carlos (que resulta que ha fallecido este año, cuando escribo), clérigo profeso, oyó, como otro profeta Samuel, una voz que le llamaba en aquella infausta noche, para que fuera a tocar las campanas (se había desatado una tormenta terrible), y aunque las dos primeras veces no obedeció, cuando oyó la tercera voz, más vehemente, obedeció, por lo que se salvó de la ruina inminente. Pues cuando tocaba la campana con un hermano lego (se dice que era el hermano Antonio de S. Felipe Neri), cayó un rayo en la fortaleza polvorín cercana de San Jorge, y haciendo estallar la pólvora, destruyó todo nuestro colegio con gran parte de la ciudad, bajo el cual sucumbieron la mayor parte de nuestros religiosos, y concretamente la habitación del mismo H. Agustín, destruida porque era la más cercana a la fortaleza. Aunque el mismo H. Agustín quiso darse a la fuga inmediatamente con el compañero, no pudo hacerlo, porque estaba ligado con las cuerdas de las campanas, y se salvó de toda herida allí con el compañero. Lo que este Agustín escribió a su P. Fundador, y luego fue examinado como testimonio en el proceso de su vida, puede verse en el Proceso Sumario, folio 135.

¿Qué diré de aquella noche? ¿Quién podrá explicar suficientemente[Notas 4] el dolor de la ciudad de Savona? Según las notas del P. Vicente, cerca de dos mil; según una carta escrita por el P. General a Fanano el 18 de julio, se calcula que perecieron tres mil sepultados bajo los escombros, más otros 600 heridos y accidentados, los cuales aunque algunos ayudados por las medicinas recobraron la salud, no sobrevivieron por mucho tiempo.

Los nuestros que fallecieron en tan trágico y lamentable caso fueron los siguientes:

  • El P. Pedro Pablo de Sta. María, superior de la casa, hijo de Savona, llamado antes Pablo Berro, religioso desde hacía 24 años.
  • El P. Juan María de S. Lucas, de Savona, de la casa de D. Lucas Alerii.
  • El P. Jacinto de Jesús María, llamado en el siglo Jacinto Ferri, de Savona, religioso desde hacía 25 años.
  • El P. José de la Asunción, llamado antes Mario Rocca, de Savona, religioso desde hacía 25 años.
  • El P. Octavio de Sta. Brígida, llamado en el siglo Octavio Barberi, de Génova, religioso durante 22 años.

¡Todos estos son los que enterró la repentina ruina de la casa de Savona! En su lecho encontraron la muerte. Los otros cuatro, a saber, el P. José de S. Joaquín, el H. Agustín de S. Carlos, el H. Antonio de S. Felipe Neri con otro hermano operario y un clérigo seglar que servía en la sacristía sobrevivieron, pero quedaron heridos. El P. Cipriano del Ángel Custodio, superior de Cárcare, llegó con otros para cuidar de las cosas existentes, y trasladó el Santísimo con las reliquias de los santos de las ruinas de la Iglesia a otro lugar, y lo dejó allí, y salvó las cosas que pudo, hasta que se pudiera encontrar otro lugar.

El P. Vicente en sus Anotaciones, Tomo 3, folio 5 escribió que cuando el P. Fundador recibió la noticia de esta desgracia, se retiró a orar, y se mantuvo encerrado durante varias horas, y luego no quiso hablar con nadie de ello, aparte de escribir cartas pidiendo oraciones a la casa y provincias por la salvación de estas almas.

Muerte del P. Esteban de los Ángeles

A los 6 sepultados[Notas 5] por las ruinas se unieron otros 14 difuntos este año. Conviene recordar aquí dos en especial. El primero de ellos es el P. Esteban de los Ángeles, llamado en el siglo Esteban Cherubini, seguidor en otro tiempo del partido del P. Mario, compañero de Pietrasanta en la destrucción de la Orden, insigne adversario y principal enemigo del P. Fundador. El Señor benignísimo desde lo alto se dignó hacerle reconocer su culpa, después de castigarle con una larga podredumbre o lepra, que a pesar de tratarla, no se podía esperar curarla. Por el contrario, el mal iba cada vez a peor, y el día mismo de S. Esteban Protomártir, habiendo preparado un suntuoso banquete por su fiesta, no pudo probar la comida, sino que le subió mucho la fiebre; por lo que fue visitado por el P. Fundador en el colegio Nazareno, donde vivía y yacía ahora, y en presencia de él se arrepintió, y pidió humildemente ser perdonado de su culpa, y después de recibir todos los sacramentos, el 6 de enero cayó en un grave delirio y emigró a la eternidad. Al día siguiente, tras la exequias acostumbradas, fue enterrado en la iglesia de S. Pantaleo a la edad de 46 años y 30 de religión.

Describe la enfermedad y muerte de este padre el P. Vicente en el Tomo 3 de sus Anotaciones, folio 145, de manera extensa. Remito al lector a esa obra, para pasar a describir la última enfermedad del Padre Fundador.

Última enfermedad del P. Fundador

La última enfermedad de nuestro P. Fundador fue algo ocasional, pero resultó fatal. La ocasión de esta enfermedad fue cierta fruta que comió en la mesa, que mandó preparar para los Ilmos. Sres. Vannucci (uno era canónigo, y el otro limosnero de Su Santidad) en la fiesta de S. Pantaleón. Después de comer la fruta se le produjo una indigestión, y de ahí le vino la desgana y la náusea para tomar otros alimentos. Luego cogió algo de frío, a causa de lo cual se debilitó bastante.

Era cuestión de llamar al médico, y al mencionarle la cosa, él respondió que Dios es un médico óptimo de quien depende la vida y la muerte. A pesar de esta respuesta, llamaron al médico ordinario D. Pedro Peregrini, y al extraordinario, D. Juan María Castellani del hospital del Espíritu Santo en Saxia para que tuvieran un consejo. Ellos sólo diagnosticaron debilidad, y prescribieron lo que normalmente se receta para reconfortar a los débiles. Pero como no le ayudaba para mejorar, cuentan que el enfermo dijo: “Los médicos no conocen mi mal. Dios no quiere que lo conozcan”. Por ello se encomendaba siempre a su santísima voluntad, y pedía que rezaran por él, a lo cual se dedicaba él profusamente, deteniéndose sólo a ratos, pues detestaba estar sin hacer algo para servir ardientemente a su Creador.

Luego el mal se mostró bajo una fiebre alta, por lo que predijo con acierto que seguiría la muerte, se preparó a ella pronta y alegremente, haciendo una confesión general y recibiendo el viático. Mientras tanto animaba frecuentemente a sus religiosos al continuo provecho espiritual y a la observancia regular, y les recomendaba a todos la reverencia debida a la Sede Apostólica, a las reliquias de los santos, a los templos de Dios, y en especial el culto a la Santísima Virgen María (cuya filial devoción le mereció el consuelo de una aparición). Presintiendo que la muerte estaba cercana, después de recibir con piedad y devoción la Extremaunción, impartió la bendición paterna a petición de los que le rodeaban, aunque al principio se resistía por modestia y humildad; pero como le insistieron, con las manos vacilantes a causa de la enfermedad, bendijo a todos, los presentes, los ausentes y los futuros, y prometió que rogaría a Dios por la restauración de la Orden. Después que le leyeran devotamente la Pasión de N. S. Jesucristo según el rito de recomendación del alma de la Iglesia Romana, totalmente unido a Dios, gimiendo repetidamente el santísimo nombre de Jesús, expiró felizmente alrededor de medianoche del día de S. Bartolomé.

Así fue la enfermedad y muerte del Siervo de Dios y Padre nuestro Fundador José de la Madre de Dios, en otro tiempo llamado Calasanz. Mencionaremos algunas cosas que están más extensamente descritas en el proceso de su vida.

Acontecimientos durante su enfermedad

Recordaremos ahora algunas cosas que ocurrieron durante su enfermedad.

1.El P. Camilo de S. Jerónimo, rector dignísimo en aquel tiempo del Colegio Nazareno, juró como testigo en el proceso de la vida del Siervo de Dios, n. 66, parágrafo 14, que le habían preparado una comida para reconfortarlo, que no sólo le daba nauseas por su propia naturaleza, sino también por la inapetencia que tenía, y le persuadieron para que comiera un poco en honor de la pasión del Señor, y entonces inmediatamente lo comió.

2.Como tenía el pecho lleno de flemas, D. Tomás Cochetti, un gran amigo suyo, le ofreció un remedio que había inventado el rey Enrique de Inglaterra, pero lo rechazó, y mandó tirarlo fuera, diciendo: “No quiero, no quiero tomar ninguna medicina inventada por un rey herético”. Y así se observó que ocurrió, como por milagro, que después de tirar la medicina por la ventana ya no le molestaron más las flemas. Así lo cuenta el P. Juan Carlos en sus Anotaciones, tomo 5, n. 308.

3.Cuando se divulgó la noticia de la enfermedad del Siervo de Dios, corrieron a visitarle nobles e ilustres políticos y eclesiásticos, concretamente el Rvmo. P. Constantino Palamolla, de los clérigos barnabitas, hombre de gran virtud y de avanzada vejez, pues era ya nonagenario. También el Rvmo. P. Tomás Delbene y el P. Zacarías[Notas 6] Pasqualigo, ambos clérigos teatinos. Además de ellos también el Rvdo. P. Lucas Francisco, fundador del convento de S. Isidoro en la ciudad, y finalmente el Rvmo. P. Vicente Cándido, maestro del S. Palacio Apostólico.

4.Entre los seglares vinieron D. Julio César, prefecto de la corte del Cardenal Vicario General del Papa; D. Cosme Contini, D. Juan Pallota, hermano carnal del cardenal Pallota, a todos los cuales bendijo después de una larga conversación, y les encomendó su Orden. Ocurrió también que uno vino a pedirle su bendición, puesto de rodillas, pero no la recibió, sino que el Siervo de Dios cerró los ojos y volvió el rostro, pues descubrió su interior. Por lo que él reconoció que la causa era cierto delito que pesaba sobre su conciencia. Se retiró a un ángulo, sintió dolor y se arrepintió, y volvió hacia la cama; entonces lo recibió con un rostro alegre, y le dio la bendición como a los demás, y se alegró mucho. Así lo cuenta el P. Juan Carlos, en el mismo lugar, n. 337.

5.Le llevaron al hijo enfermo de Dña. Victoria Grachi, y lo devolvió curado.

6.Envió al P. Vicente de la Concepción y al P. Juan Carlos de Sta. Bárbara para que hicieran en nombre suyo la profesión de fe en el altar del Príncipe de los Apóstoles y pidieran a Su Santidad la bendición papal para un feliz tránsito a la eternidad. Los cuales, obedientes, hicieron lo primero con gran devoción, y fácilmente consiguieron lo segundo, comunicándoles que Su santidad les había concedido la petición solicitada el Eminentísimo cardenal Cecchini, prefecto de la Cámara. El mismo, en el mismo lugar, n. 314.

Hasta aquí algunas cosas que ocurrieron durante la enfermedad del Siervo de Dios. Ahora otras que ocurrieron durante su muerte y entierro.

Acontecimientos durante su entierro

1.Ya la pluma santa del Eclesiástico escribió hace tiempo que “Siete días para el duelo por el muerto; el octavo es un día de resurrección y gozo”. Ciertamente la casa de S. Pantaleo tuvo motivo para estar de luto todos esos días, y no sé por qué razón poco después de la muerte del querido Padre Fundador, el luto fue seguido de una alegría insólita. Así lo cuenta el P. Ángel de Sto. Domingo. Así otros sintieron dentro de sí no dolor, sino un cierto consuelo. El P. Ángel lo cuenta así: “Yo me sentía muy afligido a causa de la muerte del querido Padre antes de que expirase, y muy dolorido en el corazón; pero después que murió, todo el dolor se convirtió en gozo”. Lo mismo sintieron muchos padres y hermanos de la comunidad. Así aparece en el Proceso de Autoridad Ordinaria, fol. 238, par. 3, y en el P. Juan Carlos, Tom. 5, n. 341.

2.También se sintió que el lecho del Siervo de Dios en lugar de mal olor exhalaba aroma de rosas. El mismo P. J. Carlos, n. 342.

3.Y lo mimo el cuerpo. Como dijo el P. Camilo en el proceso de Autoridad Apostólica, fol. 191. Y el abad de Máximis, Sumario N. 68, par. 120.

4.El mismo Siervo de Dios, cuando lavaban su cuerpo, al ejemplo de S. Felipe Neri cubrió con las manos las partes pudendas, como atestigua el mismo J. Carlos, n. 343.

5.Después de hacerle la autopsia y ponerle las vestiduras sacerdotales, el día 26, acompañando el funeral los padres y hermanos, tanto los de casa como los que había venido de fuera, concretamente de Frascati, de Moricone y Poli, y los alumnos del colegio Nazareno, cantando el salmo Miserere lo llevaron a la iglesia. Allí cantó la misa solemne de réquiem el superior P. Juan B. de Jesús María, con música pontificia dirigida por el P. Francisco de la Anunciación, y el P. Camilo dijo el panegírico fúnebre mientras todos estaban de pie con cirios encendidos.

Por lo demás, aunque no se tocaron las campanas para el funeral (pues el vecino Príncipe de Bracciano estaba enfermo y no quisieron causarle[Notas 7] moelstias), acudió muchísima gente de todo sexo y condición. Así quiso Dios Omnipotente que se honrase la santidad de su Siervo, y se manifestase con no pocos milagros. Me pareció que debía escribir sobre una cosa y otro para consuelo de los que vengan.

Se citan algunos milagros

1.El día 26 de agosto, cuando se había depositado el cuerpo del V. P. José de la Madre de Dios para celebrar el funeral, vino a la iglesia de S. Pantaleo Catalina Alexandri, una viuda romana que tenía el brazo paralítico y no podía moverlo. Confiando en los méritos del Siervo de Dios, apoyó el brazo en sus pies, e inmediatamente (cosa que antes era imposible) movió el brazo, y con admiración de los presentes quedó curada. Volviendo después exultante a casa, proclamaba el milagro, y anunciaba que nuestro fallecido P. José estaba expuesto en la iglesia de S. Pantaleo. A causa de lo cual de pronto acudió una muchedumbre inmensa. P. Juan Carlos, Tomo 4, fol. 80.

2.Salvador de Maiano, que a causa de una pérdida de humores estaba contraído desde hacía mucho tiempo de modo que no podía caminar, se arrastró por el suelo y pidió a los presentes que lo levantasen para poder tocar al Siervo de Dios; y tan pronto como lo hicieron cesó la contracción, y pudo andar libremente. Proces. Sum. Fol. 137.

3.Catalina, una mujer de Ancona, quería acercarse para besar el cadáver del Siervo de Dios, pero como había una tal aglomeración de gente, le rompieron en dos trozos un delantal de paño negro que llevaba, y perdió la mitad. Después de besar las manos y los pies del Siervo de Dios, alguien le devolvió el trozo roto, y ella envolvió juntas las dos partes; después que se vio fuera y libre de la multitud, vio que la rotura del delantal estaba milagrosamente vuelta a unir, y el delantal estaba entero. Ibídem.

4.Alejandro Domingo Comini, un niño de 13 años, tenía un brazo enfermo e impedido desde hacía cuatro años, y habían pensado cortárselo muchas veces, pues estaba privado de su uso, y no podía estirarlo ni encogerlo, después que hubieran probado muchos remedios y medicamentos. Habiendo oído la fama del difunto Siervo de Dios, fue llevado por su padre a S. Pantaleo, para que tocara con el brazo enfermo el cadáver, cosa que logró hacer. Además recibió como reliquia un trozo del vestido. Cuando volvía a casa con su padre, por el caminó notó que le volvía la salud al brazo. Cuando volvió a casa, para consolidar la curación envolvió el brazo con el trozo de vestido, y por la tarde se encontraba en tal estado que ya podía libremente extender y contraer el brazo, con gran admiración de los médicos. Ibídem.

Muchos otros milagros se ofrecen en el Proceso de la vida del Siervo de Dios, pero como el Sumario está ya impreso, me parece superfluo añadirlos aquí.

Cuánta gente acudió al sepulcro

Acerca de la gente que acudió el Sumario dice lo siguiente: Acudió tal cantidad de gente de todos los barrios de la ciudad, que apenas se podía entrar y salir de la iglesia. Y entre la mucha gente que acudía no había sólo gente sencilla, sino también magnates de uno y otro sexo, religiosos, prelados y otras personas graves, entre las cuales los embajadores de Saboya y Florencia con sus esposas y cortesanos. El Duque Strozzi con su señora. Próspero Fagnani; el Rvmo. Sr. Scannola; el Sr. Bichi, arzobispo de Amalfi; el prelado y camarero pontificio de Máximis. Todos los cuales no sólo miraban, sino que no desdeñaban tocar con toda veneración y besar reverentemente las manos y los pies.

Reverencia para con el Siervo de Dios

Muchos cortaban trozos del vestido, o cabello, y se llevaban cualesquier tipo de reliquias del Santo, y quienes no podían lograrlo, le ponían encima sus rosarios para que se impregnaran con la fuerza de la santidad del Siervo de Dios, y así pudieran servir de remedio en el tiempo oportuno.

Y a pesar de que se pusieron barreras para que no fuera tan fácil el acceso, la multitud que se acercaba las desbordaron, por lo que fue necesario traer soldados para defenderlas. Pero aún así era difícil contener a la gente, porque seguían empujando ávidos de ver el cuerpo del Siervo de Dios. Entonces para evitar que siguieran empujando con violencia, y para evitar alguna desgracia, el féretro se retiró de la nave de la iglesia a la parte del presbiterio, y con ocasión de que por la noche ya venía menos gente, se decidió llevar al Siervo de Dios a una habitación próxima a la iglesia, y cerrar las puertas del templo. Una vez hecho lo cual, fue cómodo poner el cuerpo del siervo de Dios en un féretro de castaño y otro de plomo, que fueron obtenidos admirablemente, entre otras cosas, por el H. Lucas de S. José.

Pensando éste dónde pediría tres o cuatro escudos para este fin, fue a ver a la Ilma. Duquesa de Latri, esposa del Duque Farnesio, y le explicó su necesidad. Y además de darle lo que deseaba, le prometió otro féretro, y ordenando la Ilustrísima que se preparara todo lo más pronto posible, consiguió que se hicieran los dos. Cuando contó lo sucedido a los de la comunidad, todos pensaron que era un milagro.

Después que los restos del Siervo de Dios fueran depositados en el doble féretro, de madera y de plomo, por mandato del Eminentísimo Cardenal Vicario, en la madrugada del 27 de agosto, con las puertas de la iglesia aún cerradas, lo depositaron en un foso abierto en la esquina del evangelio del altar mayor, con la siguiente inscripción, dictada por el P. Camilo, en una lámina de plomo: “Aquí yace el cuerpo del Venerable Siervo de Dios P. José de la Madre de Dios, fundador y propagador de la Orden de los Pobres de la Madre de Dios de las Escuelas Pías, que falleció el 25 de agosto de 1648, en el 92º de su edad”.

No porque se hubiera enterrado ya al Siervo de Dios dejó de venir la gente, pues esta venía a visitar ahora el sepulcro, y apenas se podía decir misa en el altar mayor. Y como ya no podían llevarse como recuerdo trozos de los vestidos del Siervo de Dios, se llevaban como reliquia a su casa la misma tierra removida para sepultar su cuerpo.

Reconocimiento del sepulcro

Más tarde, a la hora de vísperas, el Eminentísimo Cardenal Vicario quiso que se hiciera un reconocimiento del sepulcro y del cuerpo sepultado. Envió a las personas que tenía que enviar, vieron lo que tenían que ver, e hicieron un certificado de autenticidad según las palabras que siguen:

“En el nombre del Señor. Amén.

El presente instrumento público etc. que en el año 1648 del Señor, en el día 27 del mes de agosto etc. yo, notario público, y D. José Palamolla, del tribunal del Eminentísimo Cardenal Vicario y sustituto del canciller de la S. Congregación de la Visita Apostólica, habiendo pedido entrar a la iglesia de S. Pantaleo para anotar, localizar el lugar, describirlo y hacer la descripción de la persona del Siervo de Dios P. José de la Madre de Dios, llamado en el siglo José de Calasanz, sacerdote aragonés, profeso y fundador de la Orden de los Reverendos Padres Clérigos Regulares Pobres de la Madre de Dios de las Escuelas Pías, y luego General de dicha Orden, de unos 93 años de edad, llamado por Dios el 25 de agosto, le devolvió el alma en la casa de dicha Orden, y antes de entregar su cadáver a la tierra, en presencia de los Ilmos. y Rvmos. Sres. Prelados y otros testigos que lo habían conocido mientras vivía, y algunos de los citados RR. PP. Clérigos Regulares de dicha congregación, y concretamente del P. Juan de Jesús María, superior de la casa, nombrado Asistente por la autoridad apostólica, y compañero del Siervo de Dios durante unos 40 años, como dije, me hice cargo, anoté y di fe de los hechos, para que nadie dude de todo lo que se ha dicho y expuesto. Se dio eclesiástica sepultura al cadáver del dicho Siervo de Dios en dicha iglesia, por los citados RR. PP. de dicha Orden, beneméritos hijos suyos en Cristo, detrás de la balaustrada del altar mayor, al pie de las gradas del altar, por las que se sube a él, en la esquina del evangelio, junto a la pared, habiendo roto el pavimento, en un lugar adecuado para ello, y procurando que hubiera suficiente espacio para ello, como se escribe más abajo. A saber:

Yo vi junto con los testigos citados lo siguiente: dos cajas, una de madera de castaño en la que yace (como averiguamos) el cuerpo del Siervo de Dios José de la Madre de Dios, vestido con alba y amito blancos; con estola, manípulo y casulla de color violeta; con un birrete y sandalias apostólicas, y un paño húmedo puesto sobre el rostro, metida en otro féretro de plomo, con la cabeza orientada no hacia la cabecera sino hacia el altar mayor, y los pies hacia la balaustrada del altar, y sobre la caja de plomo se ven inscritas estas palabras: “Aquí yace el cuerpo del Venerable Siervo de Dios P. José de la Madre de Dios, fundador y propagador de la Orden de los Pobres de la Madre de Dios de las Escuelas Pías, que falleció el 25 de agosto de 1648, en el 92º de su edad”.

Se levantó la tapa de madera de castaño, de unos 8 palmos de largo, y el paño húmedo de lino que cubría su rostro.

Descubierto el cadáver citado, estando presentes y asistentes los citados ilustrísimos y reverendísimos D. Juan Francisco Florentilli, notario de las firmas de S. Santidad nuestro Papa; Nicolás Oregio, Carlos Vicente de Totis, también notario de las firmas de S. Santidad nuestro Papa y secretarios mayores de la Presidencia; Camilo de Máximis, camarero secreto de S.S.[Notas 8] y Padre nuestro en Cristo, y por la divina providencia Papa Inocencio X; y el Muy Rvdo. D. Pedro Pablo Baldelli, sacerdote ciudadano de Luguvina, y el muy ilustre y excelentísimo Juan María Castellani, doctor en medicina y artes, junto conmigo el notario público infrascrito, tras mirar y reflexionar suficientemente, poniéndose la mano a la manera de los prelados y sacerdotes, juraron y afirmaron que conocían muy bien aquel cadáver, y que era el auténtico cadáver del Siervo de Dios José de Calasanz, el citado fundador y en otro tiempo General de la Orden citada, al que habían conocido cuando vivía, y habían tratado con él, y que había tratado muchas, muchísimas veces con cualquiera de ellos, incluso conmigo el notario. Y también lo había curado cuando estaba enfermo, afirmó el citado Juan María Castellani, y después de muerto le había hecho la autopsia, y lo había cuidado de manera muy pobre. Todos los citados dijeron que lo habían conocido muy bien para los efectos, y confirmaron que lo conocían. Una vez hecho el reconocimiento, se le volvió a poner el paño sobre la cara, se cubrió con su tapa la caja de castaño, sobre la que hay una cruz de Nuestro Señor Jesucristo dibujada en color negro sobre tres montes. Al exterior de dicha caja de madera hay otra caja de plomo, también con su tapa abierta, y llamados los maestros estañadores Carlos Antonio Gamorra y Francisco Sanicetto, volvieron a sellar la tapa de la caja de plomo con estaño. Las cajas fueron atadas con unas cuerdas de cáñamo, y fueron depositadas en el mismo lugar descrito, y cubiertas con la misma tierra que habían sido sacado los padres de dicha Orden que estaban allí, las cajas y las cuerdas que las ataban; llamaron al maestro albañil Francisco Molinari para que dejara el pavimento en el mismo estado en que estaba antes, y una vez concluido, todos dieron gracias a Dios.

Anoté y escribí todo lo anterior para perpetua memoria, y para que nadie se atreva a dudar, en presencia de todos los citados y muchos de los citados RR. padres y hermanos Clérigos Regulares de los Pobres de la Madre de Dios de las Escuelas Pías, de la mejor manera posible. Sobre todo lo cual me pidieron a mí, notario público infrascrito, todos y cada uno de los citados, que hiciera uno o varios instrumentos públicos, si así se me pide en el futuro.

Todas las cosas citadas ocurrieron en Roma, en el barrio de Parión, y en la iglesia de San Pantaleo, estando presentes en el lugar todos los citados, y muchas otras personas que quisieron estar allí presentes.

De todo lo cual yo, Francisco Meula, romano, notario con autoridad apostólica en ambos archivos y sustituto de la Sag. Congregación para la Visita Apostólica, rogado por todos los anteriores, escribí, firmé, sellé e hice público este instrumento público con mi sello habitual. En fe de lo cual etc.”

Hasta aquí el instrumento público escrito sobre el cuerpo sepulto del Siervo de Dios José, que figura impreso en la información sobre el proceso de no culto, hace 36 años, y que también aparece en el Proceso de la vida del Siervo de Dios formado por la autoridad apostólica en el año 1669, folio 10.

Exequias en las Provincias

Sepultado el Siervo de Dios de la manera que hemos contado, ya sólo quedaba informar también el fallecimiento a los padres de las comunidades de las provincias lejanas. Aunque no tenemos a mano una copia de la notificación, y no es seguro que fuera transmitida a cada lugar. Yo recuerdo haber leído algunas cartas en nuestro archivo de Litomysl de la provincia de Germania en las que no se decía nada sobre los milagros. Me pareció que convenía escribir algunos casos en que sí que enviaron el anuncio, para hacerles justicia. El P. Juan Carlos cita algunos casos en que sí se hizo la celebración con filial afecto hacia el Padre; concretamente habla de Cagliari en Cerdeña, donde dijo una oración fúnebre en la catedral el Muy Rev. P. Teglies, de la orden de la Stma. Trinidad para la Redención de Cautivos. En Florencia el orador fue un P. benedictino del monasterio de Montecasino. En Génova predicó un religioso de los clérigos regulares somascos. En Palermo de Sicilia dijo el panegírico un padre teatino.

De las demás casas dice el mismo P. Juan Carlos: las demás casas en Italia hicieron lo mismo, pero las casas de Germania y Polonia les superaron en las obsequias, como dijimos, y recordarlo ahora nos llena de consuelo y satisfacción. Así dice él en Tomo 5, fol. 119, n. 474.

No me resulta difícil pensar que en Roma se harían unas obsequias solemnísimas para honrar su cuerpo veneradísimo. Se añadieron además otra celebración a los treinta días, con música pontificia, y con un panegírico a cargo del Muy Rev. P. Jacinto de S. Vicente, carmelita descalzo, que al año siguiente, o sea en 1650, fue publicada en Varsovia de Polonia, lo mismo que se imprimió otra en Roma del P. Camilo, y otras en diversas provincias, con imágenes del Siervo de Dios que fueron muy apreciadas por mucha gente.

Y estas son las cosas acerca de la enfermedad, muerte, sepultura y exequias del Siervo de Dios y Padre Fundador nuestro, que pudieron ser reunidas para información de los que vendrán.

Un caso memorable

Concluiremos el presente año con un caso memorable.

El P. Juan Bautista de S. Andrés llegó el 30 de julio desde Frascati para pedirle la bendición a nuestro V.P. fundador que aún estaba en la tierra para ir a Génova (su patria) para ayudar en casa de su padre y para auxiliar a nuestra Orden. Él pensaba que tenía justos motivos para trasladarse de Frascati a Génova. Pero el V. P. Fundador le persuadía de lo contrario, porque veía cierto infortunio del que le había avisado el cielo. Pues en cualquier parte del mar se estaba expuesto a los ataques y robos de los piratas. Por lo tanto rogaba más que mandaba a dicho padre que más bien se quedara en Frascati, y que ayudara a aquella casa y sus escuelas. Accedió dicho padre, quizás de mala gana, a seguir los consejos y ruegos de su Padre Fundador. Pero después de la muerte de nuestro Padre Fundador, se consideró libre para cumplir su deseo, y con ocasión de los funerales de nuestro P. Fundador vino de Frascati con otros padres, y luego buscó la ocasión para ir a Génova. Se le presentó para ir hasta Savona con dos padres carmelitas que volvían hacia el Languedoc después del Capítulo General. Así que de S. Pantaleo se subió al barco, se hizo a la mar, el viento empujó las velas, pero no de manera feliz, pues los llevó a alta mar, donde fue capturado por moros tunecinos, y llevado cautivo junto con sus compañeros a Túnez. Así ocurre, por supuesto, a quienes no quieren seguir un buen consejo. ¿Qué le ocurrió, mientras estaba cautivo? Lo contaremos en otro lugar. Ahora pasemos al año siguiente.

Notas

  1. Original: evenerunt. ASP: evasserunt.
  2. Original: pridem. ASP: quidem.
  3. Original: Polonia. ASP: Colonia.
  4. Original: satis. Falta en ASP.
  5. El autor sólo cita 5 nombres de sepultados bajo las ruinas. El P. Berro, en sus Anotazioni también da una lista de cinco, pero no cita al P. Octavio de Sta. Brígida y en cambio cita al P. Bartolomé de Jesús María. Quien cita a los seis (incluidos los PP. Bartolomé y Octavio) es el P. Gabriel de la Anunciación (Bianchi) en la carta que escribe a Calasanz con fecha 17 de julio de 1648 (Epistulae ad S. josephum Calasanctium ex Hispania et Italia, 1616-148, Roma, 1972, Tomo I, p. 386). N. del T.
  6. Original: Zacharias. ASP: Tacharias.
  7. Original: facessere. ASP: …
  8. Original: S.S. ASP: …