BerroAnotaciones/Tomo1/Libro3/Cap27
CAPÍTULO 27 De la caída de nuestra casa De Cosenza en Calabria [1638]
El Ilmo. y Excmo. Príncipe de Bisignano, afectuosísimo con Nuestro Santo Instituto, y penitente del Venerable P. Pedro [Casani] de la Natividad, entonces Provincial de Nápoles y 1º Asistente de N. V. P. Fundador y General, erigió las Escuelas Pías en una casa suya de la ciudad de Cosenza, y fue de mucha ayuda para las cosas necesarias, que suministraba.
Nuestro Instituto fue muy bien visto y aceptado en la ciudad capital de Provincia. Y aunque había un lugar muy bueno y en el medio de la ciudad, nuestra pequeña iglesia era muy frecuentada por la nobleza. Había siempre buena Comunidad, y se encontraban limosnas suficientes. Habiendo escuelas numerosísimas, sin embargo, estábamos muy estrechos de habitaciones, y las mismas escuelas eran también incómodas para los alumnos. A nuestros Padres el Príncipe les daba siempre buenas palabras sobre las obras del edificio, pero no se hacía nada.
En la primavera del año 1638, en dicha Provincia de Calabria se comenzaron a sentir terribles y espantosos terremotos; tanto, que tuvieron que ir a habitar en el campo para mayor seguridad, o menos peligro de perder la vida. Era aquello tan espantoso, que ni siquiera en el campo estaban seguros, pues los terremotos eran tan terribles, que no sólo hacían que cayeran las viviendas, sino que también en el campo se abrían de improviso espantosísimas grietas; de forma que, ante sus ojos, el padre veía cómo engullían a sus hijos, y éstos a los hermanos; y todo juntos a sus queridos parientes. Tanto que en ningún sitio tenían seguridad, ante la improvisada y repentina muerte.
En la ciudad de Cosenza no se habían sentido aún los terremotos, más que a través de cartas, o como truenos a lo lejos. Por eso, se intentaba con todo afecto aplacar la ira justísima de Su Divina Majestad, con penitencias, oraciones y procesiones, por el gran temor que les traían las pésimas noticias de las ciudades vecinas y los países que desolaban.
En medio de este temor, el sábado anterior al Domingo de Ramos, que me parece fue en abril de 1638, de repente se sintió en Cosenza un terremoto tan terrible, y con réplicas tan prolongadas, que duró varias horas, y al mismo tiempo cayo el Castillo y muchísimas casas e iglesias; entre ellas, nuestra casa e iglesita. La Majestad de Dios, en su bondad, un poco antes del terremoto advirtió a los Padres en enviaran inmediatamente fuera a los alumnos, que, si no, hubieran muerto todos, soterrados en un momento.
Quiso Su Majestad dar a entender que fue él quien hizo aquella llamada, porque, apenas salieron nuestros Padres y los alumnos, la Casa y toda Iglesia cayó por tierra, sin causar ningún daño a nadie; en cambio, quedaron tres alumnos pequeñines sepultados y muertos en otras ruinas vecinas.
En esta ocasión tan lastimosa, nuestros Religiosos huyeron hacia la marina; algunos llegaron a Nápoles, donde yo estaba, y otros fueron a Sicilia. De aquéllos yo supe lo sucedido. Me parece que me dijeron que, antes de partir de las ruinas, transportaron al Santísimo a la Catedral, que no estaba muy lejos.
Dichos terremotos tan crueles, en aquellas Provincias duran muchos meses; pero, una vez que se suavizan un poco, duran hasta dos años.
Y como ni el Príncipe ni l ciudad se resolvieron a edificar, aunque insistían en que volviéramos, N. V. P. Fundador y General, no se interesó más por ello.