BerroAnotaciones/Tomo2/Libro3/Cap27
CAPÍTULO 27 Esperanza continua En la ayuda divina [1646]
N. V. P. Fundador General, siempre confiado en los brazos divinos, no podía dejar de esperar; y, como se suele decir, “spem contra spem in Domino habebat”. Por eso, seguro de este apoyo, procuraba que todos nosotros nos mantuviéramos firmes, y nos entusiasmáramos con esta conformidad en la voluntad divina. Por eso, siempre nos estimulaba y animaba a ello con sus cartas. A Nápoles llegaban cartas que aseguraban de la destrucción de nuestra pobre Orden; pero yo no les daba importancia del todo; y, en efecto, como eran cartas de la parte contraria, no se les daba totalmente crédito; aunque causaban pánico y espanto al mismo tiempo. Pero él nos animaba siempre con sus cartas
Los secuaces del P. Esteban [Cherubini] se iban también retirando de Roma, y procuraban ir a las Casas más a su gusto, para asegurar mejor su situación; pues mantenían que, como la cera al fuego y la nieve al sol, así se destruiría nuestra Orden. Pero N. V. P., apoyado siempre en Dios, se mantenía fuerte en la esperanza, como verás en la siguiente carta.
Carta
Fuera
“Al P. Vicente [Berro de la Concepción, Sacerdote de las Escuelas Pías. Nápoles.
Dentro
Pax Christi
He recibido al mismo tiempo dos cartas de V. R. Hace bien en no dar crédito a las cosas que escriben acerca de la destrucción de la Orden; porque aquí hay distintas formas de pensar sobre este particular; hay distintas razones a favor de una y de otra parte. Yo espero con seguridad que la resolución no sea tan contraria que se llegue a los extremos que algunos describen contra la Orden. Estoy seguro que la dificultad de tomar esta resolución es la causa de diferir su expedición. Por eso deseo que todos estemos con buen ánimo; pues los que sean constantes verán sobre ellos la ayuda del Señor. Y V. R. no se aflija por ninguna noticia que llegue por cartas particulares, porque yo escribiré exactamente lo que se resuelva.
Ordenen hacer oración por la tranquilidad de Italia, sobre la cual parece que Dios amenaza grandes castigos. No recordando otra cosa por ahora, pido al Señor nos dé a todos continuo crecimiento de la divina gracia.
Roma, a 10 de marzo de 1646
Servidor en el Señor,
José de la Madre de Dios
Me gustaría extenderme aquí en más consideraciones; pero, dejándolas en el corazón de Dios, creo que él las comunicará interiormente a los devotos lectores mucho mejor, sin comparación, de como yo lo podría exponer con mi pluma, insípida y necia. Me decido sólo a poner aquí debajo otra carta, también escrita a mí.
Carta 2ª al mismo
[Al P. Vicente [Berro de la Concepción, Sacerdote de las Escuelas Pías. Nápoles].
“Pax Christi
Aquí se ha esparcido la voz de que el miércoles último fue suscrita por el Papa la minuta de nuestro Breve, y se espera que hoy, sábado, sea sellado, o a lo más el miércoles próximo. No hay que creer nada de lo que digan los adversarios; sino sólo se creerá lo que se vea en el Breve, del que se habla de distinta manera. Me parece gran cosa que la visita de tres años de nuestro Visitador haya producido un efecto así; porque los Emmos. Cardenales delegados, le habrán dado más crédito a él, como Visitador, que a ningún otro. Nosotros no podemos tomar ninguna resolución y usar otros medios, si no vemos antes el contenido de dicho Breve. Pero, sea como quiera, no puedo lograr entender cómo un Instituto tan útil, solicitado por toda Europa, y alabado hasta por los herejes, pueda destruirlo tan fácilmente la malicia humana. Mientras tenga espíritu conservaré la esperanza de verlo en su prístino ser. Quizá esta resolución sirva para evacuar los malos humores de la Orden. Es cuanto por ahora recuerdo.
Roma, a 17 de marzo de 1646
Servidor en el Señor,
José de la Madre de Dios
N. V. P. Fundador alude en esas palabras a los herejes, porque cuando los suecos ocuparon el Imperio de Moravia, el Generalísimo Rey de Suecia era un pésimo hereje; y estando en Nikolsburg en nuestra Casa con su mujer, volviéndole a ella, le dijo: “Nuestros Estados tienen necesidad de estos Padres, que buscan, no las bolsas sino las almas”. Éste, si mal no recuerdo, se llamaba Tortenson.