BerroAnotaciones/Tomo1/Libro2/Cap07

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CAPÍTULO 7 De la Profesión de Votos solemnes, Y de lo que sucedió antes que esto [1622-1624]

Como ya he dicho, Papa Gregorio XV, por un Breve de 28 de abril de 1622, había concedido hacer los votos solemnes a N. V. Padre Fundador y sus otros cuatro Compañeros, como hicieron, de hecho. Pero, dado que a todos los demás de la Orden les había concedido los dos años de prueba,- aunque muchos eran profesos de votos simples- y el tiempo de dos años ya se acercaba, y como además, después de dicho tiempo, todos tenían que profesar solemnemente, nuestro P. José, General y Fundador, conociendo las costumbres de todos, y viendo que muchos no se habían enmendado durante casi dos años, a pesar de haber sido avisados y corregidos, sin mirar más que a la mayor gloria de Dios y bien de la Orden, los mandó a todos fuera, sin tener en consideración ni al sacerdocio ni a las letras, -más que ordinarias-, ni a otros requisitos.

Porque a uno de ellos, es decir, al P. Valmerana, que, -predicando en Narni durante el Carnaval en presencia del Obispo- reprendió a los Curas que se enmascaraban, no a la primera vez, pero sí a la segunda, le obligó a dejar el hábito. Y a otro, que había sido mucho tiempo Superior, por no sé qué otra falta, se lo quitó igualmente. Y a muchos otros les hizo lo mismo; fueron unos treinta.

Entre ellos, uno, el más incorregible y obstinado, no quería despojarse del hábito. Una noche, tentado por el diablo, esperó con un bastón, detrás de la puerta de la escalera que baja al Oratorio de San Pantaleón, a que pasara Nuestro P. General y Fundador, que iba a la oración, para matarlo. Y hubiera sucedido, de hecho, tal como él deseaba, si el antiguo Capitán, Ottonelli, es decir, el P. Pablo de la Asunción, no hubiera venido detrás de nuestro Padre, cuando pasaba por allí, y detuvo el golpe de un grueso bastón, que por el aire amenazaba ya una gran desgracia. Y, aunque, la guardia del Sr. Cardenal Vicario le quitó el hábito por la fuerza, a petición de dicho P. Pablo, el P. Fundador no permitió que se le diera otro castigo, tal como merecía su engreimiento. Sin hábito, pues, y entreteniéndose por Roma reparando platos de cerámica, no sólo fue ayudado en todo por el P. General, sino también, -lo recuerdo- habiendo caído gravemente enfermo, el pobre desgraciado, el año santo de 1625, Nuestro V. Padre, no sólo le mandaba el médico a casa, y que mañana y tarde fueran los Padres a visitarlo, y le llevaran de nuestra enfermería lo que ordenaba el médico, sino que él mismo, cada dos o tres días, iba a visitarlo, llevándole siempre algún refresco especial. ¡Tan grande ha sido siempre la caridad y humildad de Nuestro Padre Fundador! Yo mismo fui allí también.

Despedidos de la Orden de esta manera todos aquéllos que fueron juzgados ineptos para un Instituto tan santo, el día de la gloriosa Anunciación de María Virgen, admitió en Roma a los votos solemnes a muchos de los otros que habían quedado, dando a algunos de los demás también tiempo de mayor prueba, para estar más seguro de su buena voluntad. Y escribió a Génova al P. Pedro [Casani] de la Natividad, para que él también hiciera lo mismo con aquéllos que en las tres Casas allí cercanas hubieran terminado los dos años de prueba. Para eso, le envió Patente de Provincial de Liguria, dignidad no existente antes en nuestra Orden. Dicho Padre fue el primero que tuvo este título.

Esta función se tuvo en Savona con mucho gusto y consuelo de todos, en el día de la Santísima Anunciación, viviendo de allí en adelante con grandísimo fervor aquéllos que quedaron; con gran gloria de Dios y utilidad del prójimo. Mientras que el P. Pedro fue a Savona, de allí vino a Génova el P. Francisco [Castelli] de la Purificación, Profeso, como se ha dicho.

Notas