BerroAnotaciones/Tomo1/Libro3/Cap13

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CAPÍTULO 13 De la ida de Nuestros Padres A Polonia

Aquel afortunadísimo, Prudentísimo e Invicto Defensor de la Santa Iglesia, el Serenísimo y católico Rey de Polonia, Vladislao IV, encumbrado al gobierno de aquella potentísima República y vastísimo Reino por elección universal de aquellos Serenísimos Senadores, trató prudentemente de unirse en Santo Matrimonio con la serenísima Infanta, hija del Serenísimo Emperador Fernando de Austria, para tener herederos, dignos defensores de la Santa Iglesia, y de ser elegidos sucesores suyos en aquella República y Reino.

Fue formalizado el matrimonio, y Su Majestad se puso en viaje hacia Viena, a contraer él mismo el Matrimonio, y conducir consigo a su Serenísima esposa y nueva Reina.

Su Sagrada e Imperial Majestad el Emperador, encargó a nuestro Emmo. Príncipe Cardenal Dietrichstein de salir al encuentro de Su Majestad el Esposo, lo que Su Eminencia hizo con la pompa y grandeza que de la magnificencia que de ella se podía esperar, para servir al mismo tiempo a un Emperador Dueño y a un Rey esposo, tan poderoso, que iba al emperador con la mayor parte de sus Serenísimos Senadores y Palatinos.

Fue su Serenísima Majestad con toda su nobleza y numerosísima Corte y compañía alojado con todo esplendor en Nikolsburg, y acogido en dicha ciudad con la mayor pompa que se puede imaginar por nuestro Cardenal Diatrichstein. Cabalgando juntos su Majestad el Rey con Su Eminencia. Conversando y alabando la pompa, su Majestad el Rey se encontró con la mirada de nuestro Venerable P. Pedro [Casani], Provincial, con otros de los nuestros que estaban disfrutando de la majestuosidad de tan delicioso triunfo e ingreso. Se dio cuenta Su Majestad de que eran Eclesiásticos italianos, y de que él no había visto nunca aquel hábito y Religiosos. Se admiró Su majestad del hábito y de su modestia, y preguntó a Su Eminencia quiénes eran. Nuestro Señor Cardenal le dio cumplida, aunque breve respuesta por entonces, continuando su viaje en medio de otras demostraciones.

Llegado Su Majestad a palacio, después de terminar las funciones públicas, como aquella en que había quedado prendado del hábito y modestia de nuestros Padres, volvió a preguntar a nuestro Emmo. Cardenal quiénes eran aquellos Religiosos italianos. Con tal deseo hizo Su Majestad esta segunda pregunta, que Su Eminencia observó en Su Majestad un gran deseo de nuestra Orden. Por eso no se lo aclaró completamente con un largo discurso. Pero, como Su Majestad mostraba cada vez más deseo de nosotros, Se Eminencia mandó llamar a nuestro Venerable P. Pedro, Provincial, quien, en cuanto llegó, fue introducido por el mismo Eminentísimo ante Su Majestad, quien lo acogió con gran afecto, y conversó con él durante mucho tiempo sobre nosotros y sobre las cosas de nuestra Orden. Estaba cada vez más deseoso. Por eso, insistió, y quiso la palabra de ir nosotros a su Reino.

Su Majestad mismo y Su Eminencia con el Provincial insistieron ante N. V. P. Fundador y General, que los atendió de la mejor manera posible. Como consecuencia, fueron otros nuestros a Germania; entre éstos, el P. Juan Esteban [Spinola] de la Madre de Dios, hijo del Sr. Juan Nicolás Spinola, genovés, y el P. Glicerio [Cerutti] de la Natividad del Señor, el P. Bernardo [Chiocchetti] de la Presentación, y otros individuos buenos, como el P. Juan Francisco [Bafici] de la Asunción, genovés.

Multiplicados los individuos, se atendió a Su Majestad el Rey Vladislao, y el mismo V. P. Pedro, Provincial, fue a Polonia con otros. Llegados a Varsovia, fueron acogidos por Su Majestad con extraordinario cariño, y tratados a lo grande, demostrando recibir particular alegría con su venida.

Muchas, muchas veces conversaron juntos el Rey y N. V. P. Pedro, Provincial, para la fundación[Notas 1], con la mediación de Monseñor Nuncio Apostólico, a quien desde Roma le había encomendado a nuestros Padres el Emmo. Y Revmo. Sr. Príncipe Cardenal D. Francisco Barberini, nepote del Papa Urbano VIII, que gobernaba entonces, y por otros Emmos. Y Revmos. Cardenales.

Los Padres determinaron concluir las obras del edificio[Notas 2], que resultó muy hermoso, conforme al deseo de Su Majestad el Rey y de todos. Fue bendecido por Mons. Ilmo. Nuncio Apostólico, con las ceremonias habituales de la Santa Iglesia romana. Su Majestad el Rey dio a nuestros Padres los dos Cuerpos de los Santos Primo y Feliciano, Mártires, regalados al Rey por el Sumo Pontífice Urbano VIII, por ser aquel día 9 día de ayuno, dedicado a dichos santos, el cumpleaños de Su Majestad; por eso, nuestra iglesia fue dedicada en honor de estos Santos Mártires.

La Cámara Real abasteció a nuestros Padres de las cosas necesarias manuales, tanto de la comida y del vestido, como de los muebles de la iglesia y el edificio, durante mucho tiempo y años. Y, Finalmente, queriendo Su Majestad asegurar dicha fundación, asignó a nuestros Padres, a costa de las salinas reales, dos mil florines al año, y no sé qué otras cosas.

La devoción y protección regia, tan grande hacia nosotros, pobres Religiosos, en atención a Nuestro Santo Instituto de las Escuelas Pías, y a nuestra Santa Pobreza, como confiada en la bondad regia, se dilató por muchas Provincias de aquel vastísimo Reino, entre los principales Senadores y Palatinos Excelentísimos.

El Ilmo. Y Excmo. Palatino de Cracovia, Estanislao Lubomirski Kazanowski, movido por una particular devoción hacia nuestro Instituto, en una de sus principales ciudades hereditarias, Podolin[Notas 3], en julio de 1642 erigió desde los cimientos un edificio tan hermoso, magnífico y regio, todo de piedra, que causaba admiración, y obtuvo de la Universidad todas las licencias necesarias para que nuestros Padres pudieran ejercer nuestro Instituto en dicho lugar, aunque, dada la proximidad, fuera en contra de sus leyes.

El edificio tenía en sus cuatro esquinas cuatro fortines, cada uno de los cuales con capacidad para alojar a cualquier gran Príncipe. Una vez se alojó allí Su Majestad el Rey Juan Casimiro[Notas 4], hermano del difunto Vladislao IV, Rey de Polonia, con su Corte; y Monseñor Ilmo. y Revmo. Viddoni, Nuncio Apostólico, muchos días.

El lugar, la iglesia y los Padres fueron provistos de todo por este Sr. Palatino, quien dejó también una iglesia con capacidad suficiente, y una gruesa limosna anual para el mismo sostenimiento y mantenimiento de todo.

Más aún. Por estos mismos tiempos el Excmo. Palatino, su hijo, no sólo prolongó la benignidad y caridad de su padre, sino que también hizo gestiones ordinarias para fundar en otro lugar, con toda magnificencia. Se hicieron en aquellas tierras muchos progresos en la conversión de los herejes, administración de los SS. Sacramentos, y suntuosidad y decoro de nuestra iglesia; uniendo siempre, no obstante, la Santa pobreza con la limpieza de las cosas sagradas.

En nuestro huerto de la ciudad Real de Varsovia, el Hermano que se cuidaba de él introdujo vides, que nunca había tenido; y, cultivándoles con esmero obtuvo una hermosísima uva madura. De tal forma, que Su Majestad la Reina, al degustarla, dijo que estaba a la altura de la de Francia. Por eso, ella misma ordenó transportar hasta Hungría muchos miles de vides, que, una vez plantadas, produjeron un fruto agradabilísimo; de tal forma que, no sólo los italianos disfrutaron del vino joven en las mismas enfermedades, sino también S. M. saboreó durante muchos años en su mesa aquella hermosísima y buenísima uva. Nuestros Padres, además de tener un cubita de vino, tenían buenas limosnas de los Señores, por dos o tres cestas de uvas.

Uno de estos Excmos. Señores Senadores fundó también, en febrero de 1658, una tercera casa en una ciudad suya, llamada Rasciovia, lugar bellísimo. Hubieran fundado otras muchas casas en aquel vastísimo Reino, si no hubiéramos sufrido nuestras calamidades en los años del Papa Inocencio X, que duraron tantos años, en los cuales muchos de nuestros Religiosos volaron a la eternidad, y otros, aterrados por las persecuciones, o se fueron a otras Órdenes, o, con el Breve Apostólico, se volvieron a las cebollas de Egipto.

También las guerras, surgidas en aquel Reino después de la muerte del glorioso Rey Vladimiro, fueron causa de mayor inquietud entre nuestros Padres; aunque Su Majestad el Rey Casimiro, su hermano y sucesor, como también Su Majestad la Reina, su consorte, protegieron siempre a los nuestros en aquellas tierras, así como a la Religión y a toda la Orden.

Todos aquellos Excmos. Senadores y Serenísima República has estimado siempre a nuestro Santo Instituto, y venerado como santo a nuestro V. P. Fundador y General, con grandísimo afecto y reverencia; particularmente, el Ilmo. Y Excmo. Señor Duque Ossolinski[Notas 5], gran Canciller del Reino, que, actualmente, ha sido de verdad un fortísimo [defensor] de nuestra pobre Orden, y un hijo devoto de N. V. P. Fundador y General. Por eso, todos nosotros estamos muy agradecidos a tan gran Príncipe y protector, por todo lo que ha hecho también, escribiendo a Roma al Sagrado Colegio y al mismo Pontífice a favor nuestro.

Notas

  1. Al margen hay una nota que dice: “Estaba pronto el P. Onofre [Conti], como aparece en la carta escrita por el Rey Vladislao y por la Reina”.
  2. Al margen hay una nota que dice: “En junio de 1642”. - Ver Diccionario Enciclopédico Escolapio, DENES, ICCE, Salamanca 1990, pp. 842-844.
  3. Ver Diccionario Enciclopédico Escolapio, DENES, ICCE, Salamanca 1990, pp. 678-679.
  4. Juan Casimiro Vasa, sucesor de Vladislao IV en el Trono.
  5. El Duque Jorge Ossolinski, junto con el Rey de Polonia. Se mantuvo muy activo por hacer una fundación en la ciudad de Klimontów. Trabajó para conseguir la Restauración de la Orden, y siguió en su empeño tras la muerte del Rey.