BerroAnotaciones/Tomo2/Libro1/Cap11

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CAPÍTULO 11 De la Investigación hecha Por el Emmo. Protector al P. Mario

Había llegado a tal extremo la soberbia y audacia del P. Mario de San Francisco, que pocos hombres bajo el cielo se podría encontrar parecidos a él, pues creía que no había Superiores, sino todos eran súbditos. Por eso, no sólo chismorreaba, como he dicho, de N. V. P. Fundador y General y de sus Padres Asistentes, sino también del Emmo. Protector y su Ilmo. Sustituto, en privado y en público.

Se lo avisaron amablemente, pero, como no desistía, Monseñor Ilmo. y Revmo. Sebastián Gentile, Vice-Protector nuestro, y ahora Obispo de Terni, en Umbría, le habló de esto con cierto enfado. Pero el P. Mario, acostumbrado ya a sacar veneno de la triaca, le respondió con tanto atrevimiento, --sin respeto alguno debido a un Prelado de la Santa Iglesia, y a su Superior, y en su presencia habló tan mal del Emmo. Cardenal Protector, de nuestra Orden y de su Venerable Fundador y General, diciendo que tenía tanto, y tales materias en la mano, no sólo para hacer castigar al P. General, sino también para destruir la Orden, y otros despropósitos respecto a Su Eminencia-- que el Ilmo. y Revmo. Prelado, llevado de su celo, le tapó la boca con muy vivas razones, y le dijo: -“¿Cómo habla usted así de un Cardenal de la Iglesia, príncipe nato y Superior suyo? No puedo por menos de hacer que conozca esta temeridad suya; y le volvió la espalda.

Oyó el Emmo. Protector, como convenía, el proceder tan audaz y temerario del P. Mario, y decidió proseguir el proceso comenzado, visitando la celda donde vivía el Padre. Envió allí al Ilmo. Conde Corona, su Auditor, quien, exigiendo que el P. Mario le entregara la llave, entró en ella con uno de nuestros Padres, elegido por Su Eminencia como Secretario y Notario de dicha actuación

Se detalló todo fielmente, y se encontraron diversas cosas no necesarias ni convenientes a un Religioso, pero no se encontraron los escondrijos donde tenía las cosas menos dignas. Se le informó de todo a Su Eminencia; y además, que el P. Mario había dicho que no habían encontrado las cosas buenas, y otras palabras semejantes, por petulancia.

Motivado por esto, Su Eminencia determinó hacerle una requisitoria, o sea, una visita acerca de su propia persona, amenazándole con censuras y dictámenes, para sacar fuera todas las escrituras y cosas que tuviera, y decir dónde estaban escondidas.

Esta determinación de Su Eminencia fue comunicada a N. V. P. Fundador y General, el cual, previendo que de esta actuación no podían salir más que grandes rumores, mandó enseguida a su Secretario a suplicar al Emmo. Protector que no la hiciera, por los muchos males que de ella se deducirían. El Eminentísimo alabó la bondad de N. V. P. Fundador, pero le respondió que, a pesar de ello, la quería hacer aquella misma tarde; y que no temiera, que él tenía autoridad para hacerla.

No se tranquilizó N. V. P. Fundador y General con esta respuesta, sino que él mismo fue adonde Su Eminencia, con su Secretario, y suplicó con el mayor afecto posible al Emmo. Protector que no hiciera aquella inquisitoria, poniéndole delante las grandes influencias que el P. Mario tenía en la sagrada Inquisición, y que Monseñor Asesor se disgustaría, y de ello se podían derivar muchos males a nuestra pobre Orden.

Su Eminencia respondió: -“Padre General, yo me he informado sobre si el P. Mario tiene algún título de la Santa Inquisición, y me he enterado, con seguridad, de que no tiene título o exención alguna; por eso, y por ser súbdito mío, la quiero hacer a toda costa esta tarde; o, a lo sumo, esperaré un día, pensando en ordenársela hacer a un personaje. Pero Su Eminencia insistía siempre en su deseo de hacerla aquella tarde.

Nuestro V. P. Fundador y General, alzando los ojos al cielo, con gran sentimiento dijo: -“Hágase la voluntad de Dios, si Su Divina majestad quiere algo grade de mí”. Y, despidiéndose, volvió a casa y se puso en oración.

Esto lo sé de la misma boca de N. V. P. y de quien estaba con él.

Por la tarde, al anochecer, vino el Ilmo. Corona, Auditor de Su Eminencia con un Notario. Llamaron al P. Mario, y, por orden expresa de Su Eminencia, nuestro Protector, en virtud de santa obediencia, le ordenaron que entregara todas las escrituras, cosas y dinero que tenían encima, y dijera dónde estaban las demás cosas[Notas 1].

Respondió que muchas cosas estaban en poder del Ilmo. Monseñor Asesor [Albizzi], y que las otras eran las que estaba sacando de arriba, todas las cuales eran anotadas fielmente una por una por el Notario. Sacó afuera un envoltorio de escrituras, de las que dijo: -“Éstas son cosas del Santo Oficio”. Le respondió el Ilmo. Corona: -“Su Eminencia es de la Sagrada Congregación; él mismo las custodiará y valorará”. El P. Mario puso alguna resistencia, pero se las dio, y el Notario las cerró y selló, por reverencia a la Santa Inquisición. Pero luego se supo que no era más que un inventario de la sacristía, hecho por orden del Revmo. Muzzarelli, y firmado por él. Dijo que no tenía más, y le creyeron.

El Señor auditor Corona, por orden de Su Eminencia, como Protector, le ordenó bajo pena de censuras que no se moviera de la casa sin que él lo supiera, y con expresa licencia del Emmo. Protector. El P. Mario replicó que tenía que ir al Santo Oficio para muchas cosas; que quería licencia para hacerlo. Su Eminencia se la concedió, para que lo pudiera hacer, pidiendo antes licencia al P. Gene

Notas

  1. Nota al margen: “Fue el día 7 de agosto de 1642”.