BerroAnotaciones/Tomo3/Libro1/Cap38

De WikiPía
Saltar a: navegación, buscar

Tomo3/Libro1/Cap37
Tema anterior

BerroAnotaciones/Tomo3/Libro1/Cap38
Índice

Tomo3/Libro1/Cap39
Siguiente tema

Ver original en Italiano

CAPÍTULO 38 Problemas de las Escuelas Pías En la ciudad de Pisa [1646]

Las Escuelas Pías de esta ciudad, como fueron abiertas puramente por amor de Dios, y para servir y dar gusto al Serenísimo Gran Duque, por eso mismo dependían en todo de aquella Serenísima Casa, por la que eran sustentadas de una forma a mí desconocida; como otras cosas que ocurrieron también en aquella casa; por lo que me limito a las que yo sé seguro, y que me acuerdo.

El Ilmo. y Revmo. Arzobispo nunca se quiso meter en el gobierno de la casa, aunque los mismos Padres nuestros se lo pidieron. Decía: “No, no, procurad hacerlo vosotros, porque dentro de poco os arreglaréis con el Papa, y relegaréis al Arzobispo”. Esto decía Monseñor Arzobispo Elei, ahora Emmo. Cardenal. Es cierto que él dependía también de la reverencia que manifestaba a aquellas Altezas Serenísimas; pero lo decía también por el afecto que nos tenía.

En medio, pues, de unas coyunturas tan buenas, nuestros Padres podían estar muy tranquilos; pero, como el enemigo común no duerme, bajo pretexto de clima húmedo, nuestros Padres permanecían allí a disgusto. Por eso, nuestro P. Francisco [Michelini] de San José, llamado el matemático, que, de hermano operario laico fue el primero promovido al sacerdocio en consideración a dicha ciencia, y era como Superior de aquella casa, procuró, después de leer el Breve, arrastrar al P. Santiago [Cipolletta] de Jesús, de Frascati; y éste arrastró consigo al P. Glicerio [Cerutti] de la Natividad, también de Frascati, que había tenido mucha participación en el gobierno del P. Estaban [Cherubini] de los Ángeles, destructor de nuestra pobre Orden. La muerte del primero se produjo casi porque el segundo lo había arrinconado con sus trampas acostumbradas.

De esa forma, al quedar solo, como Superior de la casa, el P. Glicerio, que quería hacerlo todo a su gusto, fue casi del todo abandonado por nuestros Religiosos Profesos, así que tuvo que hacer de cada hierba un fajo, como se suele decir. Buscó a su lado a todo el que encontraba, sin ningún tipo de consideración, e saturó las Escuelas Pías de personas indignísimas en muchos aspectos, y dignas de toda reprobación.

En Génova, con nombre falso, había recibido el hábito un Cura llamado…[Notas 1]; pero después se descubrió su malicia, y fue echado fuera. Pues bien; este tal, si mal no recuerdo, dejando el hábito, huyó de la Corte Arzobispal de Génova, que quería meterlo en prisión, y se fue a Pisa sin obediencia alguna, donde el P. Glicerio enseguida lo colocó en nuestra casa, y le mandó decir la Misa, e incluso confesar. Cuando los nuestros de Génova lo supieron, escribieron al P. Glicerio la calidad del individuo, para que no deshonrara nuestro hábito; pero de nada sirvió; al contrario, éste llamó a Pisa a un nepote suyo, o a un hermano, o quizá a uno y otro, de las mismas cualidades y costumbres; y al poco tiempo mandó ordenar a éstos de sacerdotes, con una simple dimisoria suya, como si fueran antiguos profesos de nuestra Orden. Y después de no sé cuánto tiempo, se supo seguro que era un excomulgado y acusado de homicida.

Pues bien, con estos colegas estaba el P. Glicerio de Frascati en las Escuelas Pías de Pisa; y cada día iba aumentando este tipo de comunidad. De tal manera que, si alguno de nuestros verdaderos Religiosos, y Padres de la Madre de Dios, iba en ayuda de aquella casa, enseguida se marchaba, por no poder soportar el libertinaje de semejante mezcolanza.

Además, el P. Glicerio había ensalzado a éstos, sobre todo al primero, hasta las estrellas, incluso ante el Ilmo. y Revmo. Arzobispo, lo mismo que ante el Revmo. Sr Vicario General. Por eso, aquel Cura se adueñaba cada vez más de nuestra pobre casa, e intentaba convencer también al Magistrado de la ciudad y a la nobleza, tanto que ya no consideraban como Superior al P. Glicerio, sino que querían actuar en todo a su manera. Y por eso, el Padre, para rehuir un poco esta labor, determinó pasarse a Cerdeña, aprovechando que de allí se iba a embarcar para Cagliari el P. Pedro Francisco [Salazar Maldonado] de la Madre de Dios, fundador de las Escuelas Pías en aquella Isla. A su salida nombró como sustituto al susodicho Cura disoluto, encomendándolo al Arzobispo, y se fue.

Como el P. Glicerio no encontró en Cagliari lo que buscaba, después de no sé qué tiempo, se volvió a Italia, y, al no ver entre sus alumnos de las Escuelas Pías de Pisa el respeto debido al Padre, se pasó a Génova; y aquí, menos satisfecho aún, se [volvió] y se sometió en Pisa a lo suyos lo mejor que pudo. Pero, finalmente, fue forzado a irse de allí. Así lo permitió S. D. M., por no haber mantenido la finalidad que debía, cuando admitía a tales individuos bajo el emblema de Religiosos Pobres de la Madre de Dios.

Una vez que aquéllos quedaron solos y dueños del campo, hicieron lo que quisieron; y sin pedir consejo a nadie de los antiguos, traspasaron la casa de las Escuelas Pías a un lugar vergonzoso, e indigno para residencia de Religiosos, por la aglomeración de jovenzuelos. Todo contra la voluntad de Su alteza Serenísima, quien, no considerándoles ya Religiosos de las Escuela Pías, los dejó vivir a su aire.

Cuando éstos tales tuvieron noticia de los favores, que esperábamos como seguros, de la paterna caridad del Sumo Pontífice Alejando VII, temiendo lo que les podía suceder, se sirvieron de memoriales a la Sagrada Congregación de Obispos y Regulares, hablando mal de muchos, del gobierno, y del estado de la Orden de las Escuelas Pías. Pero no pudiendo conseguir nada, y pidieron la gracia de no ser forzados a estar sometidos al P. General, sino al Ordinario. Y como ni a este les dieron respuesta, con no sé qué finalidad fingida vendieron los muebles de la casa y de la sacristía, diciendo que eran todas cosas que ellos había llevado allí; y, vendiendo incluso la casa, se fueron de Pisa furtivamente.

Y aunque nuestros Padres de Florencia hablaron de ellos con el Serenísimo Gran Duque y con el Príncipe Leopoldo, éstos no quisieron que se les pusiera ninguna dificultad, diciendo: “Déjenlos, no son de las Escuelas Pías, ni nunca nosotros los hemos tenido por tales; no se preocupen de las cosas”.

Notas

  1. En el original no figura este nombre.