Buenos Aires (AR) Colegio Calasanz y parroquia San José de Calasanz

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Mapa de la demarcación
Fachada y torre de la iglesia-parroquia San José de Calasanz en Buenos Aires
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Este texto es el original publicado en su día en el DENES. No se ha hecho sobre él ninguna rectificación. Su contenido, pues, puede no reflejar la realidad actual

Datos

Demarcación Argentina

(1891- )

Antecedentes históricos.

Primera fundación: el Colegio de la calle Tacuarí. El primer colegio escolapio se abrió el 1-12-1870 en la parroquia de la Concepción, calle Tacuarí 270, siendo su fundador el P. Ramón Cabeza y su decidido propulsor, el párroco y exalumno D. Gabriel García Zúñiga. El plan de estudios brillantemente trazado por el P. Cabeza, atrajo desde el comienzo gran cantidad de alumnos, que hizo necesario fundar la sucursal de San Martín para los internos. Los programas de estudio eran ambiciosos, agrupándose en:

  • enseñanza elemental o primaria.
  • preparatoria auxiliar o agrícola-industrial-comercial.
  • facultativa preparatoria para la Universidad, dividida en ciencias y letras.

No se conoce cuanto tiempo duró la vida del colegio de la calle Tacuarí, pero es cierto que en 1882 hacía bastante tiempo que no existía pues el arzobispo Aneiros, en carta del 4 de abril de ese año, informa disgustado al P. General: «... han ido de mal en peor..., cerraron la escuela que tenían en esta capital y tomando dinero de la banca y pidiendo prestado a los ciudadanos..., construyeron en el pueblito de San Martín una iglesia y colegio; no pagaron ni a los bancos ni a los acreedores... etc.».

Segunda llegada de los PP. escolapios a Buenos Aires.

Después del frustrado intento de fundar en la capital federal y en Tucumán, los escolapios se retiraban a España pensando que tal vez cerraban para siempre su camino hacia este país, cuando una visita de cortesía cambió fundamentalmente el panorama. Mientras estaban de visita con el señor arzobispo de Buenos Aires, esperaba audiencia del mismo un sacerdote que abrigaba en su corazón la idea de abrir en su jurisdicción parroquial una escuela de primera enseñanza. Este sacerdote, don José Apolinario de las Casas, cura párroco del «Socorro», expuso sus ideas y proyectos al señor arzobispo, Federico Aneiros, quien lo aprobó e indicó que se pusiera al habla con los PP. escolapios; lo hizo inmediatamente porque consideraba un regalo del cielo aquella oportunidad. Fue a verlos y les rogó que se encargaran sin más demora de su proyectado colegio, dejando en suspenso su viaje; pero, ante la imposibilidad de responsabilizarse por cuenta propia del asunto, se embarcaron para su destino aunque prometieron exponer el tema al P. Vicario general; éste, Manuel Pérez, pronto lo aceptó pues desde antiguo tenía los ojos puestos en América. Se puso en comunicación con José Apolinario de las Casas y el resultado fue el envío a Buenos Aires de cuatro religiosos, presididos por el P. Dónate, su Asistente por la Provincia de Valencia. El 25-10-1891, llegaban los PP. Alfonso Tarazona y Juan García, de la Provincia de Valencia y el H. Félix Oses, que era generalicio. Los sucesos anteriores tuvieron lugar en 1889 y los escolapios no llegaron hasta 1891. Una terrible crisis financiera en 1890 había hecho quebrar todos los bancos, entre ellos el que don José Apolinario había utilizado para girar a Madrid el importe de los pasajes; era un serio contratiempo que aplazaba el viaje de los religiosos por tiempo indeterminado. Pero llegó un día en que el señor de las Casas tuvo reunida nuevamente la cantidad necesaria, la giró y esta vez se hizo efectivo el envío de escolapios.

Como sucede siempre los comienzos no fueron muy holgados. Tres meses permanecieron en casa de don José Apolinario, sin que sufrieran ninguna incomodidad; al contrario, el párroco hizo gala de su gran hospitalidad; pero limitaba su libertad. Así pues, se echaron a la calle en busca de casa que los albergara y donde pudieran vivir independientemente. La hallaron cerca de la iglesia del «Socorro», en la calle Suipacha n. 1373. A pesar de la poca capacidad de la misma, abrieron algunas clases de primera enseñanza. El alquiler de doscientos pesos mensuales, durante el primer año, lo abonó el párroco. En retribución, los escolapios le ayudaban cuanto podían en el cumplimiento de cargas parroquiales, pero por advertencia del cronista doméstico, «dentro de la Iglesia». La comunidad se duplicó a fines de marzo de 1892, con la llegada de los PP. Ignacio Armendáriz y Julián García y de los HH. Claudio Martínez y Diego López. La necesidad de un local más amplio se hacía imperiosa; se afanaban buscándolo pero no lo hallaban ya que lo hacían en un círculo muy reducido, dentro del perímetro de la parroquia del Socorro.

Cuando el P. José Dónate tuvo el cargo de Visitador general, una vez que se instalaron en Suipacha, marchó para Chile dejando encargado de la casa al P. Alfonso Tarazona, hasta la llegada del rector, Antonio Mirats, a fines de septiembre o principios de octubre, pues tomó posesión del rectorado el día 7 de este mes. Como era ya fin de curso, el rector no hizo más que ver el funcionamiento del colegio y presidir los exámenes, todos de primera enseñanza. Los alumnos eran cuarenta y cinco. La comunidad necesitaba vivir durante el verano y se decidió mantener abierto el colegio en período de vacaciones pero con horario reducido. El 17 de febrero, ya restablecido de una tifoidea, el rector pudo incorporarse a la comunidad en la nueva casa de la calle Santa Fe, n. 2729.

Esta nueva casa estaba fuera del radio de la feligresía del Socorro. Todo cambio de inmueble, y más de un edificio escolar, produce pérdidas en la población escolar con el consiguiente resultado económico. Cuanto el edificio estuvo dispuesto y acondicionado, el rector pasó al Consejo de Educación una nota comunicando el traslado. El organismo mandó un inspector que se presentó oportunamente a cumplir su cometido. El informe fue favorable por lo cual aquel organismo autorizó su funcionamiento. Al iniciarse el año escolar se abrió el bachillerato con el primer año (era 1893).

El traslado de la calle Suipacha no produjo los trastornos económicos que eran de temer, pues el alumnado creció de 95 a 110. A fines de 1895 se hizo el segundo traslado a Primera Junta por resultar insuficiente el edificio de la calle Santa Fe. En 1893, el colegio elevó al ministerio del ramo una solicitud por la que se pedía la incorporación al Nacional y fue concedida el 31 de mayo de ese año. Como funcionaban en Sudamérica tres casas con regularidad, se determinó constituirlas en Viceprovincia, con un superior propio que gozase de todos los derechos de los Provinciales. Se eligió para ese cargo al P. León Vidaller, quien llegó a Buenos Aires el 27 de mayo de 1893 y muy pronto se hizo sentir su mano segura en el manejo de los asuntos de la nueva circunscripción.

Desarrollo histórico y pedagógico.

Donación de solares para construir un nuevo colegio. Residía en la histórica casa de ejercicios de Buenos Aires, como hermana, la señorita María Montarcé, que había cedido a la Curia de Buenos Aires parte de su herencia, para que se ofreciera a una Orden religiosa dedicada al apostolado de la enseñanza. Monseñor Aneiros la ofertó a los escolapios y el P. Dónate la aceptó en principio, pero como el prelado quería conservar el dominio del terreno se desechó. La hermana Montarcé insistió en sus propósitos y decidió entregar a los escolapios el terreno en propiedad para que se pudieran cumplir sus deseos. Este solar parecía más céntrico que el usado en ese momento pues estaba en Caballito, a una cuadra de la calle Rivadavia. La hermana comunicó su voluntad al señor arzobispo quien respetó la decisión y firmó la escritura de retroversión en favor de la donante para que ésta dispusiera. Las condiciones impuestas por la donante, de que la comunidad edificara en el lugar un colegio y después de su muerte los escolapios celebraran anualmente un oficio de difuntos, fueron puestas en el papel, en una escritura extendida por el escribano don Nicanor Repetto.

Las cosas iban bien para las Escuelas Pías que se veían en condiciones de afincarse; lo único que restaba era financiar la operación. La escritura de donación se extendió a favor del P. Antonio Mirats, porque el instituto carecía de personalidad jurídica; pero el colegio no se edificó en el solar donado por la señorita Montarcé y oportunamente se firmó la escritura de devolución a favor de su dueña primitiva.

No se sabe qué relaciones tenían los esposos, don Juan Manuel Villarino y doña Gertrudis Casalín con las Escuelas Pías para donarles una manzana de terreno. También se ignoran las razones de la devolución del terreno donado por la señorita Montarcé y aceptar el de los esposos Villarino-Casalín, a ocho cuadras de la calle Rivadavia, en un paraje despoblado y sin vías de comunicación y con el compromiso de iniciar en el plazo de un año un colegio de primera y segunda enseñanza. La escritura de donación se firmó el 24-1-1895 en la escribanía del señor Repetto.

La donación imponía el deber de empezar poco menos que perentoriamente la construcción del futuro colegio; la comunidad carecía de los fondos necesarios. Hubo pues que lanzarse a buscar el dinero que permitiera empezar la construcción y poner así la propiedad en condiciones de ser hipotecada. El P. Mirats, hombre social y hábil en ganarse la voluntad de las personas, se lanzó a la calle y consiguió algún dinero en donación con el que iniciar la construcción del magno proyecto. Consiguió además del Congreso nacional la suma de 500 pesos mensuales por el año 1896. También la Municipalidad contribuyó a la construcción del colegio exonerando a la comunidad de los impuestos que por ordenanza legal le correspondían.

Construcción e inauguración del edificio.

Los religiosos experimentaban apuros con la construcción del colegio porque el alquiler de las casas subía constantemente. Así se apresuraron en colocar la primera piedra del futuro colegio, acto que rodearon de todo el esplendor y dieron la mayor solemnidad que fue posible. Asistieron altas personalidades, entre las que se destacaban el representante del Presidente de la Nación, el ministro de Justicia, Culto e Instrucción Pública, doctor Antonio Bermejo, y otras autoridades. Después de la ceremonia y mientras se firmaba el acta correspondiente, se improvisaron diferentes tertulias entre los concurrentes y se repartieron medallas mandadas a troquelar por la señora Magdalena Dorrego de Ortiz Basualdo. Ofició en la ceremonia Monseñor Uladislao Castellano, arzobispo en la capital.

Fue un acierto de la comunidad la elección de un buen arquitecto que proyectase la obra: el excelente profesional italiano don Juan Buschiazzo a quien se le confió la vigilancia de la obra y la confección de los planos. La firma que ganó la licencia de construcción Moliné Hnos.

La gran tragedia fue la carencia de fondos para levantar la obra. Dos rectores tuvieron que enfrentarse con este problema: el primero, el P. Antonio Mirats, y el segundo, el P. Dionisio Fierro. El primero, consiguió modestas inyecciones que calmaban la impaciencia de los acreedores; el segundo, llegaba de Concepción de Chile, era un luchador que no se arredraba ante las dificultades; consiguió un préstamo del banco Hipotecario Nacional por valor de 200.000 pesos, a nombre suyo ya que la Orden no tenía personalidad jurídica. Esto, después de dos años de paralizadas las obras, les imprimió un ritmo acelerado ya que el colegio necesitaba trasladarse cuanto antes, debido a exigencias sanitarias del antiguo edificio que era deficiente

Aunque el edificio no estaba en condiciones de ser habitado y utilizado se comenzaron las clases el 19 de marzo. Para el 27 de agosto, fiesta del Fundador, pudieron darse por terminados los trabajos. Esto dio mayor brillo a la celebración de la fiesta que contó con la asistencia del nuncio, Mons. Antonio Sabatucci.

El 8-9-1900, Mons. Juan N. Terrero, obispo de La Plata, bendijo solemnemente la lápida conmemorativa de la inauguración del mismo, consagrado a Cristo Redentor, como recuerdo de fin de siglo. Asistieron al acto para festejar la terminación de las obras y el último traslado, el Vicepresidente de la Nación, Quirno Costa, el arzobispo de Buenos Aires, Antonio Espinosa, el obispo de La Plata, Juan N. Terrero, actuando de padrinos el señor Presidente de la Nación, representado por su Vicepresidente y la señora doña Mercedes Baudrié de Unzué.

El colegio comprendía una manzana completa, con cuatro amplios patios, con canchas para campeonatos internos. Todas estas instalaciones se complementan con el magnífico campo de deportes «San Agustín» de Ezeiza, con comodidades para las familias y espaciosas canchas de variados deportes para los alumnos. En 1937 se inauguró el panteón en el cementerio de la Chacarita, al cual se trasladaron los religiosos muertos desde la segunda fundación del colegio y posteriormente han recibido en él cristiana sepultura los escolapios fallecidos en Buenos Aires, Pontevedra y Rosario.

Desde su fundación, contó con sección primaria completa (primero a sexto grado); la sección secundaria se fue abriendo gradualmente e incorporando a la enseñanza oficial: primer año (1893); segundo año (1894); tercer año (1895); cuarto año (1899) y quinto año (1900), contando desde entonces con ambos ciclos completos. Desde 1964 la enseñanza secundaria se estructuró así: ciclo básico comercial (primero-tercero) y dos ciclos superiores (cuarto y quinto), uno comercial y otro bachillerato nacional. También cuenta con sección preescolar. La población escolar aumentó notablemente desde la supresión del internado, pues se dispuso de mucho más espacio. Últimamente es de 1.300 a 1.400 alumnos distribuidos de esta manera: 900 alumnos en 25 clases de primaria y preescolar, y 400 alumnos en secundaria. Desde su fundación hasta 1952, el colegio contó con un internado al cual acudían en gran número muchachos procedentes del interior del país, especialmente de las provincias de Buenos Aires, La Pampa, Santa Fe y Entre-Ríos. Llegó a tener 200 pupilos, divididos en cuatro secciones. Con el progreso material de los pueblos del interior, avanzó en ellos la cultura y se abrieron colegios secundarios en la mayor parte, de modo que se hizo prácticamente innecesario mantener los internados; en esta coyuntura, muchos internados se cerraron definitivamente.

El colegio siempre buscó completar su tarea con asociaciones juveniles. En otras épocas florecieron la Congregación mariana, los Turnos eucarísticos, la Acción católica. Hoy estas agrupaciones apostólicas toman la forma de «Grupos Juveniles Calasanz». Los exalumnos han escalado las más altas posiciones tanto profesionales como políticas; baste citar al doctor Benjamín Villegas Basavilbaso, jurista, profesor, rector de la Universidad de La Plata y presidente de la Suprema Corte de justicia de la Nación; al doctor Armando Méndez San Martín, ministro de educación; al doctor Miguel Mordeglia, presidente del Consejo nacional de educación; al doctor Juan F. Morrogh Bernard, legislador; al doctor Manuel Orús, abogado y juez; el P. Pedro Várela, historiador y capellán del santuario de Lujan; a Mons. Juan Marcone, secretario del episcopado argentino; a fray Rodolfo de Buenos Aires, obispo de San Luis; al doctor Manuel González Calderón, constitucionalista de renombre; el doctor Julio González Tracín, legislador nacional.

No se puede dejar de mencionar a UPA YAC (unión de padres de alumnos y amigos del colegio Calasanz), entidad que posee personalidad jurídica propia y estatutos aprobados por el Estado. Intensa es su labor tanto cultural como material, que absorbe las energías de sus comisiones y asociados, en su mayoría padres de alumnos del colegio. Para lograr sus propósitos organiza su trabajo en subcomisiones de «asistencia social», «cultura y actos religiosos», «fiestas», «deportes», «campo San Agustín» y «finanzas».

Desarrollo pedagógico.

En sus más de 90 años ha adquirido y sabido mantener una fisonomía propia, de un colegio escolapio. Así, a la enseñanza de la doctrina cristiana y a la práctica calasancia de los sacramentos, se añadió el signo de las obras de piedad y caridad, como testimonio de autenticidad; en la segunda década de este siglo, el P. León Sanz Espinosa, fundó y asesoró las Conferencias vicentinas, a las que han asistido los muchachos durante muchos años; posteriormente se introdujeron los centros internos de Acción católica; hoy son los «grupos Calasanz».

Se ha destacado en lo educativo, a pesar de los planes que impone el gobierno. El antiguo colegio tuvo internado y externado, que comprendían la primera y la segunda enseñanza completas. También a nivel medio funcionaba la «Academia calasancia», en cuyas reuniones los muchachos que la formaban leían composiciones propias o ajenas, con lo que se ejercitaban en el difícil arte de la declamación y de expresar el pensamiento por escrito. Años más tarde, publicaron una revista llamada «Ensayos» que no pasó de eso, de un intento, pues no aparecieron más de cinco números. Después se publicó «Horizontes Calasancios» y más recientemente «Familia Calasancia».

En el curso del tiempo el colegio tiene dos épocas: hasta la década del cuarenta y desde los primeros años de los cincuenta hasta nuestros días. En sus primeros sesenta años, el alumnado en su número fuerte fue más bien de internos; tuvo cuatro secciones de pupilos; por esta razón, la mayor parte del espacio en el edificio estaba dedicado a las comodidades de sus alumnos; pero a principios de los años cincuenta, como en casi todas las instituciones similares del país, se empezó a dejar las secciones de pupilos y entonces el mayor espacio del edificio se transformó adaptándolo a externado. El colegio pasó de 500 ó 600 alumnos a 1.300 y más. Ello hizo que se duplicaran las clases en la sección secundaria y se triplicaran en las de preescolar y primaria.

Datos complementarios.

Manifestaciones culturales.

La primera y más antigua manifestación de la vida intelectual del colegio la hallamos en las veladas, que eran la forma tradicional de la Orden educadora.

De más importancia, son las «Academias», en el sentido de centro de fomento del estudio, de cultivo de las bellas letras, de práctica del uso de la palabra, hablada y escrita. No se encuentra la fecha de su constitución, pero sí diferentes notas de las fiestas que los académicos daban en obsequio de personajes que pasaban por el colegio. La primera se remonta al 11-9-1898 y fue en honor de Mons. Juan N. Terrero, entonces obispo auxiliar de la archidiócesis de Buenos Aires. Funcionaba bajo la dirección de José Gamiz y su primer presidente fue el joven Antonio Ortelli.

Otra manifestación fue la revista «Ensayos» que tuvo corta vida: en el breve tiempo de su insegura vida, tuvo dos directores: el P. Mariano Sanjuan, su fundador, y el P. Teodoro Palacios. Se congregaron unos cuantos jóvenes, alrededor de estos padres: J. B. Biscayart, B. Morrogh Bernard, R. D’Accini, J. Centanaro, M. Orús y E. Lavayén. De todos estos sólo sabemos que el doctor Manuel Orús haya seguido cultivando las bellas letras. Cabe destacar que desde la 4.ª entrega, «Ensayos» estuvo a cargo de un joven profesor escolapio, el P. Teodoro Palacios que después cobró gran fama en todo el ambiente literario porteño.

«Ensayos» fue precursora de otra publicación del mismo género: «Horizontes» que nació unos años antes en el colegio Santo Tomás de Córdoba. Pero desde 1930 aparece publicada en Buenos Aires bajo el título de «Horizontes Calasancios».

Museos, gabinetes y bibliotecas.

Son instrumentos indispensables y de trabajo en un colegio, de sus profesores y de sus educandos. En historia natural, se procuró formarlo con el mayor número de ejemplares representativos de las familias, géneros, especies y variedades más exóticas.

Para reproducir los fenómenos físicos se montó un buen gabinete de física, con aparatos para la mecánica, termodinámica, acústica, electricidad, etc.; también en química ha tenido un excelente laboratorio bien montado para el bachillerato; la biblioteca es copiosa en libros y de valor.

Bienhechores.

En primer lugar los monseñores Aneiros y Espinosa. El primero abrió las puertas de la archidiócesis y el segundo puso el empeño para la construcción del templó ¡. Los donantes del terreno para el colegio y la iglesia: la hermana Montarcé y los esposos Villarino. La señora Inés Ortiz de Basualdo de Peña, que erigió de su propia cuenta la iglesia en honor a San José de Calasanz, con el magnífico altar de mármol y su modernísimo órgano, uno de los mejores en Buenos Aires. Otros bienhechores son, por orden cronológico, la señorita Guiraldes, la señora de Onetto, las familias Cullen, Puyo, Llorente y Sánchez que hicieron valiosos regalos para el templo. El colegio también recibió ayuda de los poderes públicos, sobre todo del Gobierno nacional que otorgó la personalidad jurídica el 16-5-1893, hecho que significó la gran confianza de las autoridades en el Instituto. Asimismo, entre las personas que dedicaron a la casa de Buenos Aires su tiempo y su trabajo durante largos años, hay que citar al señor Eubroc París Fuse que trabajó en la parroquia, especialmente en la catequesis parroquial por más de 40 años; igualmente las señoritas Inés Ruocco y Sabina Lavinio por tiempo más o menos igual; la señorita Ideal D’Ambrosio, encargada por muchos años de la obra de las vocaciones sacerdotales escolapias en la parroquia y el colegio. A estas personas hay que agregatr el nombre del capitán de marina, don Republicano Marino, quien trabajó denodadamente hasta ver a San José de Calasanz proclamado Protector de las Escuelas Argentinas, tanto estatales como privadas.

Visitas de personajes ilustres.

La más importante fue la del señor presidente de la República, general Julio A. Roca, el 13-3-1904 y el que lo acompañaba era el señor Intendente de Buenos Aires, don Torcuato de Alvear. En diferentes ocasiones, estuvieron los señores vicepresidentes de la Nación, doctor José Evaristo Uriburu y don Quirino Costa; también varios cónsules y ministros generales de España.

El cardenal Juan B. Benlloch y Vivó, arzobispo de Burgos, que venía con embajadas de S. S. el Papa Pío XI y del Rey de España, don Alfonso XIII.

Parroquia San José de Calasanz.

Erección de la Parroquia.

El crecimiento del sector de población en que está emplazado el colegio, reclamaba un centro religioso que fuera el hogar común de los fieles; el obispo se apresuró a crearlo; así el 27-11-1915 celebrando los escolapios la fiesta del patrocinio de San José de Calasanz, se bendijo la iglesia a él dedicada y el señor arzobispo, con los debidos permisos, escogió ese día para erigirla en parroquia. Mons. Espinosa celebró una misa de comunión y después hubo otra, más solemne, cantada, en la que ofició Mons. Apolinario de las Casas y el que iba a ser el primer párroco, el P. Victorio Marzo; tras ella se leyó el auto episcopal de creación.

El 28 de noviembre ya se administró el bautismo a nueve niños; al primer varón bautizado en ella se le impuso el nombre de José de Calasanz. Esto ocurrió en 1915, pero desde 1900 hasta ese año, la vida cristiana de la zona se fue desarrollando bajo la tutela de San José de Calasanz aunque todavía no fuera parroquia. Así fue la evolución histórica de la formación de esa comunidad parroquial.

Primero, capilla pública.

Cuando se trazaron los planos del colegio, no se pensó en la iglesia porque no había dinero para levantarla. Pero a los pocos años, el lugar donde se encontraba el centro escolar se pobló, creció el número de habitantes y se planteó el problema del cumplimiento de sus deberes religiosos. Los escolapios, comprendiendo la gravedad del problema, se empeñaron en resolverlo y esperaron la ocasión de poder abrir un salón que sirviera de capilla pública para la barriada, aunque los agobios económicos de la casa lo impidieron. Pero llegó el momento, el 26-8-1906, en que gracias a la ayuda de personas caritativas como las familias Llórente, Pereyo, Sánchez y Guiraldes, se inauguró un local; celebró Mons. Mariano A. Espinosa, arzobispo de Buenos Aires. La capilla tenía tres altares de cedro unidos, dedicados a San José de Calasanz, al Sagrado Corazón y a San José Esposo.

Sin embargo, era insuficiente; el arzobispo quería que se abriera una iglesia capaz, por lo cual se formó una comisión de señoras para la construcción de un templo mayor. En ella estaba la señora de Galcerán, esposa del médico del colegio, que indicó el camino necesario para poder edificar el templo: el rector debía dirigirse a una acaudalada familia, ofreciéndole el honor de erigir una iglesia en honor a San José de Calasanz, Fundador de las Escuelas Pías; así lo hizo con una dama porteña; aceptó complacida y agradecida la oportunidad que se le brindaba.

Iglesia de San José de Calasanz.

De acuerdo con la indicación de la señora Galcerán, el rector escribió el 19-12-1911 a la señora Inés Ortiz Basualdo de Peña, con la que el colegio no tenía relaciones de ningún tipo. Con una carta fechada el 26-12-1911, la señora Ortiz Basualdo de Peña, hija de la ya fallecida bienhechora, doña Magdalena Dorrego de Ortiz Basualdo, aceptó colaborar en la construcción de la capilla y no sólo esto, sino aportar todos los recursos necesarios para la erección de un templo en memoria de su madre. La donante anunció la visita de su hijo político para el 15 de enero próximo, a fin de celebrar una entrevista; el hijo político eran don Manuel Uribelarrea. La conversación del yerno con el rector, si bien confortó los ánimos, aún dejó el interrogante sobre el cumplimiento de semejante dádiva; en la conversación el rector, Victorio Marzo, se enteró del texto de la carta donante y, aceptando los compromisos, quiso que se diera orden al arquitecto de comenzar los planos.

Sacada la obra a subasta, se otorgó a D. Pablo Carabelli, bajo la dirección técnica del ingeniero Ferrucio Baldantoni y del arquitecto D. Juan A. Buschiazzo.

La colocación de la primera piedra tuvo poca publicidad ya que doña Inés no lo quería; esto fue el 27-8-1912, a las tres de la tarde, con la asistencia del señor arzobispo de Buenos Aires, que tan ansiosamente había deseado una iglesia adosada al colegio; bendijo la primera piedra del templo, siendo padrinos de la ceremonia doña Inés Ortiz Basualdo de Peña y don Manuel A. Uribelarrea.

A partir del 28-8-1912, el lugar en que debía erigirse el templo fue centro de una actividad febril que no decayó un momento en los tres años que tardaron en concluirlo. Faltaban algunos detalles para poderlo inaugurar; así, el día 28-11-1915, se bendijo la iglesia; la efectuó el arzobispo de Buenos Aires a puerta cerrada. Ya bendecido el templo y cuando se procedió al traslado del Santísimo Sacramento desde la capilla doméstica hasta la nueva iglesia, se unió todo el pueblo, celebrándose un acontecimiento digno de ser visto. Después de este acto, Mons. Espinosa entregó a la señora Inés Ortiz Basualdo de Peña la condecoración pontificia «Pro Ecclesia et Pontifice». La comunidad le entregó también a la insigne benefactora un pergamino y una poesía, compuesta por el P. Manuel Gómez.

Descripción del templo

El templo es una amplia nave de 45 metros de longitud, 27 de altura y 12 de ancho; muy proporcionada en sus dimensiones y da la sensación de algo acabado y perfecto; de estilo románico bizantino. Lateralmente, por los lados sur y norte, hay tres capillas con sus respectivos altares. Sobre la puerta de entrada, desde la calle, se extiende el coro que es también de gran capacidad.

La fachada es de sobria elegancia; está coronada por una esbelta torre de cuatro esferas que miden 1,60 metros de radio; un reloj público y un juego de cinco campanas de sonidos graves y sonoros. En la parte situada entre lo que corresponde al coro y al tejado, hay una hornacina, con una estatua de San José de Calasanz, de tamaño más que natural y a la altura de la techumbre un gran escudo de las Escuelas Pías. Todo queda incomunicado con el exterior con una verja de hierro forjado.

El altar mayor está dedicado a San José de Calasanz y reviste el carácter de «altar privilegiado». Es todo de mármol de Carrara, excepto las columnas del sagrario que son de ónix. Hay una hornacina grande que tiene la estatua del Santo Fundador y a los costados dos hornacinas menores con las estatuas de San Joaquín y Santa Ana.

Por cada lado del templo, en cada capilla hay un altar y coronándolo un vitral de grandes proporciones representando pasajes de la vida del Santo Calasanz. Empezando por el lado del evangelio, procediendo de adentro hacia afuera: el primero, dedicado a la Virgen del Carmen, de buena y gustosa ornamentación y con imágenes de Santa Inés y Santa Teresa de Jesús, de escaso valor artístico, y arriba de él, el vitral reproduce la escena de Calasanz niño, predicando a un grupo de muchachos de su misma edad. Sigue después el altar del Calvario, constituido por las figuras tradicionales de Jesús Crucificado, la Santísima Virgen María, el discípulo amado, y abrazada a la cruz, María Magdalena, y el vitral recuerda a José de Calasanz exponiendo su tesis doctoral en el claustro de Alcalá de Henares. En el más próximo a la entrada, consagrado a «Jesús adolescente», se encuentran las imágenes de los niños y mártires Justo y Pastor, y el vitral representa la visión de José de Calasanz en la plaza de Roma que decidió su vocación y lo indujo a fundar las Escuelas Pías. Los dos vitrales del coro representan, al Santo dando clases uno, y la aparición de San Francisco con las tres doncellas, representativas de los tres votos, el otro. Por el otro lado, de afuera hacia adentro, el primer altar está dedicado a San José Esposo, acompañado de las estatuas de San Roque y San Antonio, y sobre él se encuentra un vitral en el que San José de Calasanz se halla hincado ante el Papa pidiéndole que lo libre del honor del cardenalato. A continuación, el altar de la Virgen de las Escuelas Pías, con las imágenes de Santo Tomás y San Pompilio, coronando la aparición de la Santísima Virgen al Santo Calasanz y a los niños. Viene finalmente el altar del Sagrado Corazón con imágenes de la Inmaculada Concepción y San Cayetano, dominado todo por el vitral que recuerda la muerte del Santo. La Iglesia posee un gran órgano, con todos los perfeccionamientos de la técnica moderna.

Actividades pastorales.

Quepa sólo citar algunas de mayor importancia:

Una que existe desde fecha incierta es la llamada «Jueves Eucarísticos», cuyos cofrades todos los jueves celebran una misa muy participada; no es muy numerosa pero la forman fieles amigos de Jesús Sacramentado.

La «Cofradía de la Virgen del Carmen», nació por iniciativa del P. Dionisio Pamplona, en el año 1921; el párroco había solicitado al P. General autorización para que su erección fuera canónica y también había hecho lo mismo con la Orden carmelita. La «Cofradía de San José», nació unos años más tarde que la del Carmen y bajo la influencia del P. Manuel Jiménez, rector de la parroquia, el 15-8-1929; hubo dos personas que trabajaron con mucho celo, la señora Celina G. de Guzmán y la señorita Irene T. Cacia, quienes fueron fieles colaboradoras de los PP. Jiménez y Federico Ineva; esporádicamente también los PP. Noguera, Falo y Linares. La del «Apostolado de la Oración» surgió casi contemporánea a la erección de la parroquia, pues el 31 de diciembre de 1915 ya se echaron las bases y se formó la primera comisión directiva; una colaboradora fiel e incondicional fue la señorita Otilia Croveto.

La parroquia fue una de las primeras en organizar la «Acción Católica» desde que se estableció en el país, hace más de 50 años, y desde entonces siempre ha florecido con mayor o menor esplendor, pero con notable perseverancia en sus 4 ramas: de hombres, de mujeres, de jóvenes varones y de señoritas y niñas; en todo momento ha sido el brazo derecho de los párrocos en la evangelización del barrio; sin su colaboración poco hubiera podido hacerse en la catequesis, las campañas moralizadoras, la renovación de la pedagogía catequística con el empleo de medios audiovisuales y otras técnicas. También cabe destacarse el trabajo del «Movimiento familiar cristiano» que si bien pertenece como institución a la parroquia, no tiene propiamente sede parroquial estable, sino que sus reuniones se celebran en casa de los componentes, lo que permite un clima propiamente familiar. Muy cercana al «Movimiento familiar cristiano», está la «Liga de madres de familia», cuyas integrantes ayudan al párroco en sus tareas más comunes de promoción social atendiendo a los ancianos, prestando servicios gratuitos para las familias de más escasos recursos en atención médica, psicología, enseñanza de corte y confección, arte culinario, etc.

El «Movimiento scout»; desde hace unos años trabaja con dedicación una nutrida agrupación; cumple con los fines específicos del movimiento; todos los sábados se reúnen para sus diversos ejercicios de formación y acción colaboradora en la parroquia.

Superiores

Persona Año
Ramón Cabeza 1870
Antonio Mirats 1891
Dionisio Fierro 1898
Leandro Cuixart 1901
Victorio Marzo 1902
Vicente Seriota 1913
Victorio Marzo 1915
Dionisio Pamplona 1918
Teodoro Noguera 1921
Antonio Castillo 1925
Justo Blanco 1927
Lucio Goñi 1934
Ángel Aznar 1935
Pedro Martínez 1936
Justo Blanco 1939
Ramón Pascual 1940
Eugenio Alfaro 1943
Antonio Paniego 1949
Valentín Gallo 1953
Eugenio Alfaro 1956
Antonio Paniego 1959
Pedro Aísa 1962
Pedro Álvarez 1965
Eduardo García 1971
José Gazulla 1973
Clemente Sáenz 1974
Juan Langan 1977
Antonio Marco 1980
Eusebio Alegre 1982

Bibliografía

  • Cabeza, R. Cartas y documentación en Archivo Provincia Argentina
  • Clavero, A. El colegio de la calle Tacuarí en Archivo Provincia Argentina
  • Idem. Las Escuelas Pías en la República Argentina en Archivo Provincia Argentina
  • Gómez, M. Reseña histórica del Colegio Calasanz de Buenos Aires en Archivo Provincia Argentina

Redactor(es)

  • Juan Langan, en 1990, artículo original del DENES I