Calella (ES) Colegio
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Datos
Demarcación Cataluña
(1819- )
Antecedentes históricos.
Los escolapios llegaron a Calella en 1815, de la mano de D. Domingo de Caralt, siendo muy bien recibidos por el ayuntamiento de la ciudad. La enseñanza estaba en tristes condiciones en toda la nación, después de la invasión francesa. Fernando VII se vio obligado a dar un real decreto de 12-11-1815, en el que exhortaba a las Órdenes religiosas a que abrieran escuelas para proporcionar educación a los niños de 10 a 12 años. Se puede suponer, con fundamento, que tanto el ayuntamiento de Calella como el Sr. Caralt estaban influenciados por el real decreto. Este último había sido alumno de los escolapios de Mataré y, en la época de la fundación de Calella, sus hijos José y Mariano eran también alumnos de aquel colegio, bajo el acreditado magisterio del P. Domingo Pares. El 31-12-1815, una comisión del ayuntamiento calellense, en la que figuraba D. Domingo de Caralt Placies, se trasladó a Mataró, residencia del P. Provincial. Allí se ultimó el asunto de la fundación de Calella y se acordaron las capitulaciones de la misma. De vuelta los comisionados, el ayuntamiento convocó una sesión municipal; a dicha sesión no sólo asistieron los miembros del Cabildo sino también los vecinos de la villa, dada la importancia del asunto a resolver. Leídas las capitulaciones, todos los convocados «acordaron y resolvieron unánimemente que las aprobaban, ratificaban y confirmaban». Acaso ninguno de los colegios de las Escuelas Pías de Cataluña hayan tenido una tramitación tan rápida, en cuanto al permiso regio, como éste. La instancia al rey, que se conserva en el archivo del colegio, lleva la fecha de 30-1-1816. La concesión real para la nueva fundación fue firmada por el Soberano el 14-5-1819, después de cumplidas las largas gestiones impuestas por el «Decreto de millones» para la fundación de una nueva casa religiosa. El 25-8-1819 quedaba registrada en el Libro de Privilegios del municipio de Calella.
Como faltaba la autorización del obispo, el 29-7-1819 el Provincial, P. Jaime Vada, firmaba la petición al obispo de Gerona, para que autorizara erigir en Calella «una comunidad de religiosos de su Instituto, y para tener a su tiempo iglesia pública». La concesión está fechada en Gerona el 2-8-1819.
D. Domingo Caralt cedió la casa Marcó y la finca colindante; la casa había sido adquirida con la ayuda del municipio, como se consignó en un «Convenio especial» firmado el 5-9-1819. El 31 de agosto, el P. Provincial Jaime Vada, tomó posesión de la casa Marcó, destinada a vivienda de la comunidad, pasando luego ésta a la finca inmediata de los Placies, en la que sólo había restos de las paredes después del incendio de la misma por los franceses.
Llegó el 13-11-1819, fecha convenida para la inauguración de la nueva casa escolapia. Se celebraron grandes festejos los días 13, 14 y 15. Las clases empezaron el día 18. La relación completa de estos festejos, redactada años más tarde por el P. Félix Sors, acababa con estas palabras, tan verdaderas entonces como hoy: «Desde los principios manifestaron grandes afectos al Instituto todos los moradores de esta Villa».
Los nombres de los religiosos que formaron la primera comunidad son: PP. Juan Crisóstomo Junoy, rector, Juan Pablo Sadurní, Ginés Guardiola y el H. Joaquín Rius.
Desarrollo histórico y pedagógico en el siglo XIX.
La historia del colegio de Calella puede dividirse en dos períodos de la misma extensión: los 80 años del siglo XIX (1819-1900) y los 80 últimos años.
En el primer período, sorprende la regularidad de la marcha de las clases, en medio de dificultades de todo orden, que se fueron superando de forma valiente, dolorosa y eficaz. La enseñanza primaria, no conoció eclipse, ni siquiera en el aciago período de 1835-1845. Tal vez ningún otro colegio escolapio aplicó, de forma tan exacta y cuidadosa el «método uniforme», que sintetiza lo más exquisito de la pedagogía y lo más adelantado de la didáctica de las Escuelas Pías de Cataluña. Espacialísima importancia y relieve se concedió, desde el primer momento, a aritmética comercial, como demandaba las circunstancias de una población de marineros y comerciantes.
La primera dificultad, en este período, fue la misma vida civil, grave y profundamente agitada a lo largo de todo el siglo.
Períodos repetidos de persecución religiosa, desamortizaciones, guerra carlista que renace en tres etapas, altamente ruinosas y particularmente para Cataluña. Es verdad que las Escuelas Pías fueron salvando la situación con menor quebranto, pues eran respetadas por considerarlas indispensables por el prestigio de su ministerio. Es notable, casi inimaginable, lo que constata en la crónica del colegio: el curso 1835-1836 empezó normalmente. Ello debió ser debido, sin duda, a la gran serenidad y celo del P. rector, Vicente Fornaguera, que gobernó la casa desde 1824 hasta su muerte, en el año 1850.
Otra dificultad grande, a lo largo de este período, fue la económica. Como se ha dicho, los escolapios llegaron a Calella de la mano del Sr. de Caralt y del municipio; muy pronto, los convenios bien pensados y precisos, dejaron de cumplirse o se retrasaban dolorosamente en su cumplimiento. Ello era originado por el temperamento muy particular del Sr. de Caralt, por andar siempre escaso de fondos el municipio y por los cambios políticos tan radicales de esta época. Así y todo, el colegio fue siempre adelante, soportando los religiosos mil penurias y sin descuidar nunca su ministerio.
El rector, Agustín Dordal, trabajó denodadamente para llevar adelante el nuevo edificio, previsto desde 1819, absolutamente necesario. El P. Joaquín Comas pudo realizar, en buena parte, los planes de su antecesor. Eran años bien calamitosos ciertamente los de «la gloriosa»; pero se estuvo apoyado por admiradores del colegio y su obra educadora.
Apaciguado el ambiente político, el P. rector Narciso Costa Fornaguera, que era hijo de Calella y antiguo alumno, recabó la obra del nuevo colegio siendo secundado, en la empresa, por su hermano Tomás, arzobispo de Tarragona que fue siempre un exalumno muy agradecido.
Si la ilusión del P. Narciso Costa había sido la de acabar el gran colegio que albergara a la comunidad, al internado y al externado, la del nuevo P. rector, Sebastián Serra, fue la de construir una iglesia digna. De nuevo los tiempos fueron difíciles, particularmente en lo económico; la guerra de Cuba, el bloqueo, la pérdida de Cuba y Filipinas influyeron en la situación; la familia Costa Fornaguera y particularmente el Sr. arzobispo auxiliaron a la comunidad en la que residía el P. Narciso. Tan generosa ayuda permitió hacer frente a las necesidades y, aún ayudar al rector a emprender la gran obra de la nueva iglesia, que es la actual. La iglesia es obra del arquitecto y maestro de obras Sr. Cabanyes, de Mataró. La construcción se levantó en el solar destinado a la misma por el P. Narciso Costa.
De estos últimos años del siglo son las palabras de D. Emilio Genis Horta: «Eran tan grandes los prestigios y la buena fama y la estimación que los calellenses sentían para el colegio (de los escolapios) que fracasaron varios proyectos de apertura de nuevas clases por maestros particulares».
Desarrollo histórico y pedagógico del siglo XX.
A lo largo del presente siglo, el colegio ha seguido un camino similar al pasado; los acontecimientos políticos han marcado la pauta.
En los primeros decenios florecieron diversas obras extraescolares: los turnos eucarísticos, que extendieron la devoción y fervor al Santísimo sacramento, y el apostolado social entre los jóvenes obreros. En el aspecto pedagógico se impartía la enseñanza primaria completa y la de comercio, según los programas oficiales y los textos elaborados por la Provincia.
La prohibición de enseñar, dictada por la II República, se superó mediante la creación, con los padres de familia, de la «Mutua escolar arzobispo Costa y Fornaguera». El 1-7-1933 el P. Provincial firmó la autorización. El 12-9-1933, ya todo quedaba debidamente legalizado. Y el día 18, el presidente de la Mutua, Sr. Esqueu, firmaba la instancia suplicando la autorización para la creación de un colegio, no oficial, de primera enseñanza, con clase especial para adultos y bajo la dirección de D. Santiago Morera Plan.
El curso 1933-1934 empezó funcionando el colegio de los Santos Reyes como centro de los escolapios, y con tal carácter se llegó al 31-12-1933. El 8-1-1934 entraron en funciones la escuela elemental y el parvulario como fundación propia de la «Mutua escolar arzobispo Costa y Fornaguera». En la Memoria escolar de 1933-1934 se lee: «Los resultados de la operación han sido muy halagüeños, como lo demuestra el número de alumnos de la Mutua: 300. Gracias a Dios no hemos visto defraudadas nuestras esperanzas y el Cielo ha bendecido nuestros trabajos».
El 19-7-1936 estalló la triste contienda y el 22 del mismo mes los religiosos se vieron obligados a dejar el colegio. La comunidad sufrió dos bajas, víctimas de la persecución religiosa. El P. Rogelio Font Bosch fue sorprendido en un registro, que hicieron los milicianos en la casa de su hermano, en Tárrega; el P. Joaquín Carné Codina buscó refugio en Barcelona, donde vivió en continuo sobresalto; el 24-10-1936 fue detenido por las patrullas, desapareciendo como tantos otros.
Otra víctima fue el colegio con su iglesia. Al abandonarlo fue asaltado por los revoltosos, quedando todo a merced del llamado «Comité de salud pública». La guerra civil acabó para Calella el 31-1-1939 y el colegio sirvió de cuartel general para las tropas nacionales. El 11-2-1939 llega a Calella el P. rector, Juan Batllori, y el H. Isidro Bosch. Tuvieron que hospedarse en la casa de unos buenos amigos: Isabel Viñas, Vda. de Figueras, y Joaquín Serra, respectivamente. El colegio quedó libre el 1- 3-1939 e inmediatamente tomaron posesión del mismo. Sucesivamente se fueron incorporando a la comunidad los miembros supervivientes. Las escuelas se abrieron el 18 de abril, quedando inmediatamente repletas de alumnos bajo los cuidados de los PP. rector, Calasanz Girbau, Juan Esqueu, Oriol Guna y el gran parvulista H. Bosch. En el capítulo del año 1940 fue nombrado rector, P. José Sirés que en los pocos meses de su gobierno encauzó muy bien la marcha del centro; casi repentinamente falleció el 7-1-1941. Fue sustituido por el P. Pedro Bassagaña que afianzó la marcha del colegio, superando las grandes dificultades económicas que eran consecuencia de la larga contienda civil y del bloqueo internacional.
Mientras la iglesia se enriquecía con un inmenso fresco en el altar mayor de la misma, que era expresión de la vitalidad del culto que tenía; todo ello era animado por el P. Juan Esqueu. La obra fue inaugurada solemnemente el 16-4-1942 y está firmada por Marcos Farell.
En julio de 1946 fue nombrado rector el P. Jaime Carceller y durante su rectorado se legalizó el colegio, según las nuevas normas (26-9-1949); se creó la asociación de antiguos alumnos; se abrieron de nuevo las clases nocturnas y la sucursal; reaparece la Congregación de Nuestra Señora de las Escuelas Pías; surge la Acción católica; se celebraron los jubileos-centenarios del Santo Fundador, con dignidad y entusiasmo. En la organización de los festejos con motivo de la recepción de las Reliquias del Fundador los días 4 al 6-12-1948, la nueva asociación de antiguos alumnos demostró una sabia y entusiasta efectividad.
En 1952 la Provincia de Cataluña proyectó la supresión de algunas casas, entre ellas la de Calella. La cosa trascendió al pueblo y Calella, antiguos alumnos, padres de familia, autoridades reaccionaron, con tanto acierto como entusiasmo, que detuvieron la amenaza. El P. rector, Luis Boronat, encauzó hábilmente todas las gestiones que llevaron a todos a reflexionar y a mirar hacia adelante, buscando una nueva fórmula, que ya se ha impuesto en todas partes. Esta no es otra que la de revalorizar al profesorado seglar de los colegios, contando con un equipo de colaboradores seglares -profesorado y servicio-, identificados con el talante escolapio, y salió adelante. En 1961 se presentó la gran oportunidad de la venta de los locales de la Sucursal, lo que permitió proyectar y realizar un nuevo colegio, adosado al antiguo, con todas las instalaciones y exigencias de la pedagogía moderna. Fue obra todo ello, principalmente, del P. Juan Clapers.
Del colegio de Calella, que celebró su 150 aniversario con solemnidad y calor popular, sorprende el cuadro de sus exalumnos ilustres que han dado un talante peculiar a la ciudad durante siglo y medio. Sin pretender ser exhaustivo se pueden mencionar: los obispos Tomás Costa Fornaguera (Tarragona), Tomás Sivilla (Gerona) y Plácido Crous (capuchino y obispo misionero en Colombia); el abad mitrado de Montserrat José Deas, el sociólogo jesuita, Martín Brugarola; numerosos sacerdotes, entre ellos el filósofo y predicador, Carlos Salicrú; y más de 30 escolapios, que se educaron en sus aulas; el rector de la universidad de Barcelona, Estanislao Reynals, el general Honorato de Saleta, el famoso biólogo y filósofo Ramón Turró, etc.
Superiores
Bibliografía
Redactor(es)
- Ramón Segalés, en 1990, artículo original del DENES I