Daroca (ES) Colegio y casa de formación

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Este texto es el original publicado en su día en el DENES. No se ha hecho sobre él ninguna rectificación. Su contenido, pues, puede no reflejar la realidad actual

Datos

Demarcación Aragón

(1729-1970)

Fundación.

En 1728 un encuentro en Romanos, población próxima a Daroca, de dos escolapios con D. Lucas Abad, diputado de la comunidad, quien se interesa por la actividad de los religiosos. Propone D. Lucas a la Junta de la comunidad, y ésta a la ciudad, la idea de ofrecer las escuelas públicas a los escolapios. La ciudad rechaza la idea en un primer momento, pero en el verano el maestro de gramática, por achaques de salud, renuncia a su cargo, y los partidarios de los escolapios (D. José Domingo, D. José Alagón y D. Iñigo Badillos) insisten en la conveniencia de ofrecer las escuelas a aquéllos religiosos. Mientras se debate la cuestión llega a Daroca una carta que fray José Rubio, mercenario de Barbastro, escribía a su padre. En ella se menosprecia a los escolapios. La carta se hace pública, y parece que va a bloquear el proyecto. Pero D. José Domingo se había informado por su parte, y presentó otra carta de un caballero barbastrense, D. José Celayas, en la que se ofrecía una imagen de las Escuelas Pías totalmente opuesta. Daroca se inclinó por ponerse en contacto con los escolapios; y Fr. José Rubio escribió en diciembre del mismo año una apología de las Escuelas Pías, retractándose de todo lo que, por falta de información, había escrito antes.

El 25 de septiembre la comunidad y ciudad acuerdan ofrecer a los escolapios 250 libras jaquesas anuales, a partes iguales, y casa para vivir, a cambio de los servicios de cuatro maestros y un hermano operario. Como no los conocen, les proponen un período de prueba de tres años en esas condiciones. El P. Vicario general, Juan Crisóstomo Plana, acepta las condiciones materiales, pero exige que la fundación sea a perpetuidad. El ayuntamiento pide autorización a la Audiencia y al arzobispo de Zaragoza, D. Tomás Crespo de Agüero, que no tardan en llegar. El 12 de octubre se firma un primer contrato; y llega el primer grupo de religiosos: los PP. Tomás Plana, rector, Jerónimo de S. José, Ildefonso Laguerre, Pascual Ruiz, Marcelino Pérez y el H. José Gómez; de momento se hospedan en las casas de un sacerdote y del corregidor, hasta que encuentran cerca de la muralla, donde sitúan el colegio, un caserón que había sido cuartel, y se hallaba totalmente desmantelado. Con un préstamo lo compran, y en él afrontan ya los fríos del primer invierno. Ese mismo año empiezan a dar clase en los edificios de Valcaliente, las escuelas anteriores, que les quedan bastante lejanas. Pronto su labor se va acreditando. D. Martín de Altarriba, bayle de Aragón, que intervendrá después en las fundaciones de Alcañiz, Zaragoza y Valencia, es uno de sus mayores admiradores. En noviembre de 1729 se celebra la primera «doctrina», con procesión de los niños rezando el rosario desde la Puerta Alta hasta la Colegiata, y D. Martín, que se encuentra en la ciudad, quiso acompañar devotamente a los religiosos «con su caña en la mano», como si fuera uno de ellos, y mandó levantar acta.

El 9-5-1731, superadas todas las exigencias legales, se firman las capitulaciones definitivas de fundación.

A los escolapios no les parece mal poner un profesor de filosofía; en algún colegio de la Provincia debían preparar a los propios júniores. Por otra parte, era la filosofía un paso intermedio entre las clases de gramática y la universidad; en Daroca había otras cuatro comunidades de religiosos (sin contar las monjas), y nadie tenía lector público de filosofía; pero en cuanto los escolapios pusieron el suyo, los demás hicieron lo mismo. La reacción no sólo no molestó a aquéllos, sino que incluso les agradó, por el bien público que iba a resultar de tal competencia. De modo que en Daroca se explicaban simultáneamente las tres escuelas filosóficas o «sentencias» vigentes en la época: la tomista, la escotista y la suarecista. Unos a otros se invitaban cuando tenían lugar actos académicos públicos, «y era mucho el estímulo de los estudiantes por el estímulo de las diferentes sentencias», dice el cronista.

El 12-8-1730 el arzobispo D. Tomás Crespo de Agüero concedió permiso para colocar el Santísimo en un oratorio con puerta a la calle, en la casa donde vivían los religiosos. Se dedica a Santo Tomás de Aquino, que será también el patrono del colegio.

Historia y actividades académicas.

Una de las primeras preocupaciones fue ir adquiriendo locales y solares para construir colegio e iglesia; tardaron bastantes años en conseguirlo; no se sabe cuándo se construyó el colegio, sí que la primera piedra de la iglesia se puso el 23-5-1776, siendo rector el P. Cayetano Ramo, y se inauguró el 23-10-1779.

Durante los primeros años se impartieron las clases en diversos lugares; para celebrar el culto pidieron permiso al arzobispo de Zaragoza para utilizar la ruinosa ermita de S. Marcial, que se convertirá también en escuela elemental; el 20-5-1737, mientras estaban los niños en clase se derrumbó el techo de la ermita, aunque la serenidad del P. Francisco Aybar logró salvar la vida de todos, ordenándoles retirarse hacia el ábside en lugar de hacia la puerta. El hecho se tuvo por milagroso. Las clases continuaron en la capilla de Santa Lucía, pero como esta también amenazaba ruina, fueron al patio de la casa de D. Manuel García, y después a la de D. Antonio Olivito.

Con mucho sacrificio, el colegio se fue construyendo sin ayudas extrañas; aunque el ayuntamiento pagaba bien por la enseñanza, la comunidad religiosa tenía que obrar y mantener a los júniores que cursaban allí sus estudios de filosofía. Como la situación económica era difícil, el P. Provincial pidió permiso en 1772 para que sus religiosos pudieran pedir limosnas.

Encarrilada ya la vida colegial en las últimas décadas del siglo, vivió el colegio de Daroca su máximo esplendor cultural. Prueba de ello son sus no menos de 23 «academias» literarias (se conservan impresas) celebradas entre 1744 y 1816, sin contar las de carácter filosófico. Al colegio acuden no sólo los muchachos de la ciudad, sino también de los pueblos vecinos: de los distritos del valle del Jiloca y campo de Bello principalmente, pues los treinta pueblos que integran estas subdivisiones de la comunidad de Daroca pagaban anualmente una cantidad al colegio, en concepto de enseñanza. De estos pueblos y de otros más lejanos provendrían la treintena de alumnos internos que habitualmente residían en el colegio, y que en 1807 llegan a 48. El número total de alumnos rondaba los 300, de los cuales unos 25 estudiaban filosofía, y un centenar gramática.

La guerra de la Independencia vino a quebrar la buena marcha del centro. Varias veces se vio convertido en cuartel de los franceses. Los alumnos mayores se dispersaron. Los religiosos tuvieron que vender algunas fincas para poder subsistir. Terminada la guerra se intenta restablecer el brillo perdido, pero el bienio liberal primero, y la situación política de los años 1835 y siguientes fueron forzando el ocaso del colegio. En noviembre de 1835 terminan las anotaciones en los libros de comunidad; poco tiempo después debieron marcharse los pocos escolapios que quedaban en Daroca.

En 1845 se restablece la situación, pero la Provincia anda muy escasa de religiosos. La ciudad contratara a dos maestros para sustituir a los escolapios, pero la gente prefiere que vuelvan éstos. En 1851 apremian al P. Provincial, pero él, carente de personal, va dando largas. En 1857, por fin, envía a cinco religiosos que se hacen cargo de las escuelas. Las condiciones y circunstancias son totalmente nuevas: se trata, prácticamente, de una nueva fundación. El 12-4-1858 se firman capitulaciones. El ayuntamiento (desaparece la comunidad de Daroca) se compromete a reparar el colegio, pagar 8.000 reales anuales y devolver las fincas que habían pertenecido a los escolapios. El P. Provincial, Francisco Martínez, se compromete a tener en Daroca dos profesores de primera enseñanza y otros dos para latinidad y filosofía, de acuerdo con los planes de la Universidad de Zaragoza.

La vida colegial vuelve a levantarse poco a poco. Todavía tuvieron que superar algunas calamidades, como la terrible inundación de 1886, que ocasionó cuantiosas pérdidas tanto en el colegio e iglesia como en la ciudad y alrededores. Con la instauración del nuevo plan de bachillerato, se aspira a los cuatro primeros cursos; el ayuntamiento se compromete en 1886 a aumentar la subvención, y a pagar los gabinetes de ciencias y física, pero piden que sean al menos cinco cuantos den clase en bachiller; reconocen a los escolapios la facultad de romper el contrato si el número de alumnos de bachiller no llega a treinta. Cosa que ocurrirá muy pronto: en 1889 sólo son 16, y el P. Provincial retira un profesor. Los darocenses protestan, y en 1894 se firma un nuevo contrato en el que se fija una nueva cantidad anual en concepto de alimentos: 5.250 ptas. Los escolapios se comprometen a tener cinco profesores en bachiller, pero se reservan el derecho a retirar alguno si existen cursos sin alumnos.

En los primeros años de este siglo todavía se intenta recuperar algo del perdido esplendor. El P. rector, Félix Álvarez pone en marcha en 1908 el Liceo Calasancio, amplio proyecto cultural que encuentra escaso eco en la población. La primera junta del Liceo tiene lugar el 29 de marzo, y se registra la existencia de 146 socios. La última velada que consta en acta es del 27-8- 1912. En 1918 se escribe un nuevo reglamento. En el libro de tesorería no se registran apuntes a partir de 1923: la vida del Liceo debió ser lánguida después de la marcha del P. Félix Álvarez al rectorado de Sos.

Existió en el colegio un observatorio astronómico que en 1905 permitió estudiar un eclipse total de sol a una comisión de científicos norteamericanos que eligieron el colegio como centro de trabajo. De 1909 a 1970 existió además un observatorio meteorológico muy completo y bien atendido.

Las dificultades económicas no disminuyen. En 1921 la situación se hace insostenible, por lo que se firma un nuevo acuerdo con el ayuntamiento. El P. Provincial se compromete a tener el personal necesario para impartir, de manera cíclica, los seis cursos de bachillerato, y además se crea una escuela de comercio. El ayuntamiento se compromete a pagar 5.000 ptas. anuales por el bachillerato, más una cantidad en concepto de material de laboratorio. Durante las primeras décadas de este siglo el números de alumnos oscila entre 200 y 250, de los cuales una treintena son internos, y una cincuentena cursan el bachillerato, de manera cíclica.

Tras las elecciones de 1931 comienzan nuevamente las dificultades; el nuevo alcalde pide urgentemente los títulos oficiales que capacitaban a los escolapios para dar clase. Se trata de una maniobra para hacer desaparecer a los escolapios de Daroca. El ayuntamiento en una polémica sesión celebrada el 5 de septiembre determina retirar la subvención, ya que consideraban que ni era precisa su labor en primera enseñanza (pues el Gobierno había decretado la creación de escuelas primarias, aunque aún no había locales ni maestros), ni en bachillerato, ya que «la enseñanza del bachillerato sólo beneficiaba a los hijos de los ricos». La población no se quedó parada: 113 cabezas de familia de la localidad presentaron una exposición razonada en favor de los escolapios al ayuntamiento. Hacían notar que desde 1910 habían obtenido el título de bachiller siete muchachos cada año como media, que de otro modo no hubieran podido estudiar; que es poco lo que se paga a los escolapios, teniendo en cuenta que sólo en primera enseñanza atienden a unos 200 niños; y argumentan contra el disparate que supondría perder la segunda enseñanza.

El colegio siguió; la guerra civil supuso nuevo florecimiento del internado, y la puesta en marcha de los nuevos planes escolares. En septiembre de 1948 se funda la asociación de exalumnos, con 122 socios, que llegará a 150 en pocos años. El libro de actas registra el funcionamiento normal de la asociación hasta 1962. El 12-1-1971 se celebra una asamblea extraordinaria para disolver la asociación. La emigración supuso un descenso considerable en el número de alumnos, por lo que en 1970, de común acuerdo el ayuntamiento y la Orden, se decidió el cierre del colegio. El P. Vicente Moreno fue el último en salir de Daroca, el año 1974, cuando ya se había firmado el acuerdo de cesión del edificio al Ayuntamiento de manera temporal. Ha sido escuela hogar y la iglesia, auditorio público.

la filosofía en daroca. Desde su fundación hasta el siglo XIX, ininterrumpidamente durante el siglo XVIII, y con lagunas luego, el colegio de Daroca fue centro de estudios de filosofía. Estos estudios duraban dos años, cada uno de ellos a cargo de un profesor distinto, que se turnaban en la docencia. Algunos años el número de alumnos filósofos superaba los 40, entre ellos los júniores de la Provincia. Cada año los colegiales que terminaban protagonizaban un acto académico en el que estaban dispuestos a defender una serie de tesis (más de 300, normalmente) en las que compendiaban los estudios de esos dos años. Por los certámenes impresos que han quedado se puede conocer el programa de estudios de aquellos jóvenes. En Daroca se utilizaba a finales del siglo XVIII la obra de Francisco Jacquier Institutiones Philosophiae (Valencia, 1787). Siempre siguieron la escuela tomista, pero a finales de este siglo en filosofía se apartan del tomismo para estudiar autores como Newton, Leibnitz y Descartes. Fueron profesores de filosofía: Ignacio Romance, Benito Feliu, Rafael Paracuellos, Jerónimo Polo... La biblioteca del colegio era magnífica en el siglo XVIII: comprendía lo esencial de todas las materias que se estudiaban en la época; superó la crisis de 1835 a 1857; al ser clausurado el colegio en 1970, una parte de los libros (de teología y filosofía principalmente) fueron llevados al colegio P. Scío de Salamanca; otra parte se conserva en la Residencia Calasanz de Zaragoza, y el resto de los libros fueron vendidos.

La iglesia.

Entre los años 1776 y 1779 se construyó de planta la iglesia, siendo rector el P. Cayetano Ramo. Con motivo del traslado del Santísimo el 23 de octubre de ese último año, se celebró una novena de festejos. Se trata de una hermosa iglesia de tres naves y mucho gusto artístico, con una airosa cúpula, de estilo churrigueresco; todos los altares haciendo juego; el mayor está dedicado a Santo Tomás de Aquino, en la nave del evangelio había tres, dedicados a S. José de Calasanz, el Sagrado Corazón y San Pompilio; en la nave de la epístola estaban dedicados a la Virgen de los Dolores, San José y la Virgen de Guadalupe.

No fue centro importante de vida religiosa, por la abundancia de parroquias y comunidades religiosas en la localidad.

Exalumnos ilustres.

Muchos ilustres alumnos salieron del colegio de Daroca en el siglo XVIII, aunque sólo de unos pocos se tiene noticia: escolapios PP. Basilio Sancho, arzobispo de Manila; Melchor Serrano, obispo auxiliar de Valencia; Lorenzo Ramo, obispo de Huesca, y los Cayetano Ramo (General uno, Provincial y Asistente general el otro). Eclesiásticos ilustres fueron los alumnos D. Vicente Ada y Sancho, arzobispo de Zaragoza; y D. Juan Antonio Marco, cardenal de Santa Ágata de la Aubarra. Entre los hombres de educación destacan los hermanos Francisco y Miguel Gómez del Campillo, rector de la Universidad de Barcelona el primero y académico de Historia el segundo; Jesús López Medel, representante de España en diversas comisiones educativas europeas y premio nacional de literatura. Entre los hombres de letras destacan D. Juan Cristóbal Romea Tapia, escritor; D. Vicente Lafuente, historiador, y el poeta Ildefonso Manuel Gil. Entre los políticos, Mariano Navarro Rubio, ministro de Hacienda y gobernador del Banco de España. Y Antonio Mingóte, dibujante humorista.

Superiores

Persona Año
Tomás Plana 1729
Juan Máximo Pex 1734
José Caballol 1735
Lucas Carretero 1739
José Fulla 1753
Feliciano Molina 1758
Bernardo Calomarde 1766
Pantaleón Blanquer 1769
Cayetano Ramo 1772
Gabriel Hernández 1781
Esteban Stevianus 1784
Enrique Brumos 1789
Miguel Albert 1794
Rafael Paracuellos 1807
José Rubio 1814
Juan Bautista Garay 1816
Ramón Polo 1817
Bartolomé Miralles 1821
Miguel Alegre 1826
Carlos Marro 1833
Mariano Bayod 1833
Antonio de Santa Teresa 1835
Nicolás Sena 1857
Luciano Naval 1865
Justo Presa 1869
Tomás Martínez 1875
Miguel Espada 1878
Vicente Gracia 1882
Antonio Jové 1890
Nicolás Ondiviela 1894
Manuel Gavín 1896
Antonio Ridruejo 1897
Federico Vicente 1900
Pascual Andreu 1902
Félix Álvarez 1905
Agustín Gimeno 1909
Pedro Capalvo 1915
Pedro Lázaro 1915
José Bielsa 1922
Federico Ineva 1925
Francisco López 1928
Santiago Ruiz 1929
Casimiro Murciano 1934
Claudio Goñi 1943
José Beltrán 1949
Manuel Ovejas 1955
Marcelo Comín 1961
Gerardo López 1964
Vicente Moreno 1970

NOTA: El orden de los superiores está mal en el original, y aquí lo hemor corregido

Bibliografía

  • Archivo Aragón Ib, 4b.

Redactor(es)

  • José P. Burgués, en 1990, artículo original del DENES I