DelBuonoDiarios1/Introducción

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DelBuonoDiarios1/Introducción
Índice

Diario 1. 1922-23
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Introducción

DelBuonoDiarios101.jpg

Qué no es y qué es esta obra

No es:

  • Una biografía del P. Giuseppe del Buono, 35º Superior General de las Escuelas Pías. Me he ocupado de escribir las biografías de los PP. Generales desde el P. Calasanz Casanovas (1868-1884) hasta el P. Tomás Viñas (1912-1923): el siguiente es el P. Del Buono. Pero en nuestro Archivo General hay mucho material sobre este generalato, que deberá consultar quien quiera escribir su biografía (quizás yo mismo, pero más adelante)
  • Un estudio de la Visita Apostólica a la Orden decretada por Pío XI en 1923 y llevada a cabo por Mons. Lucas Hermenegildo Pasetto (1923-1929). Existe también abundante material en nuestro Archivo para quien quiera hacer un estudio profundo de este acontecimiento que, sin duda, marcó la historia de las Escuelas Pías. Añado lo mismo que al final del punto anterior.

Lo que es:

  • Una primera parte de los Diarios del P. Buono, del que tenemos en nuestro Archivo General 39, escritos desde que fue llamado a Roma como Vicario General de la Orden (1923) hasta un año antes de cesar en su cargo como General de la misma (1946). En realidad, se trata de una traducción del italiano.
  • Me ha parecido conveniente dividir los 38 cuadernos en tres partes: la 1ª (que ofrezco en este volumen) abarca todo el periodo de la Visita Apostólica, y unos meses después, en los cuadernos 1-17; la 2ª comprenderá desde el comienzo del Generalto del P. Del Buono hasta el final de la Guerra Civil Española, con los cuadernos 18-28; la 3ª llegará hasta casi el final de su mandato, con los cuadernos 29-39.
  • Se trata, pues, de un material precioso para conocer la historia de las Escuelas Pías durante este interesante periodo, al menos desde el punto de vista de su Superior General, quien estuvo al frente de la Orden (como Vicario y Prepósito) durante más de 24 años, casi tanto tiempo como el mismo Fundador (1617-1642).
  • Nos hemos permitido añadir a los cuadernos una serie de notas explicativas, que pueden ayudar a su comprensión a quienes estén menos familiarizados con nuestra historia o la historia de esta época. No hemos querido, sin embargo, abusar con el aparato crítico: nuestro objetivo es poner directamente en contacto al lector con lo escrito por el P. Del Buono. Añadimos también al principio algunos datos biográficos de los principales actores de esta historia, lo mínimo necesario para familiarizarnos con ellos.

El P. Giuseppe del Buono

El comienzo de su diario (11 de mayo de 1923) retrata bien al hombre: “Me encontraba en mi segunda hora de clase, explicando a mis alumnos de 4º de Gimnasio la Égloga IV de Virgilio…” cuando recibió la carta en la que se le comunicaba su nombramiento como Vicario General de la Orden. Y es que el P. Del Buono era, ante todo, un profesor de letras, cuidadoso y cariñoso con sus alumnos, que siempre le recordaron con afecto. Había nacido en 1873, y tenía un tío escolapio, y no un escolapio cualquiera: el P. Luigi Del Buono fue uno de los escolapios más ilustres de la Provincia de Liguria en el paso del siglo XIX al XX, Provincial en varias ocasiones, referencia siempre para su sobrino Giuseppe. Este tomó el hábito escolapio en 1888, destacó en los estudios, pero no tenía una salud muy sólida, por lo que pronto fue enviado a Chiávari, donde pasó buena parte de su vida escolapia. 33 años, como anota en su diario; 26 de ellos enseñando. Como estudiante, encargado de internos, profesor, director y rector. No es sorprendente que a pesar de sus cargos no dejara la enseñanza. Ni siquiera al ser nombrado Provincial de Liguria en 1922. Hay que tener en cuenta que en aquellos tiempos en los colegios escolapios reconocidos de Italia (y lo eran casi todos) los escolapios tenían que “ganarse la plaza” como profesores, y luego tenían derecho a ella (y al sueldo correspondiente) de manera vitalicia. Por eso los profesores con plaza eran prácticamente fijos, inamovibles: un cargo (de Provincial) duraba unos años, pero la plaza era para siempre. Por eso el P. Del Buono, mientras fue Vicario General, pidió a las autoridades de Chiavari que le concedieran una excedencia, pensando que tras unos pocos años en Roma podría volver a ocupar su puesto de mestro en Chiavari.

El P. Giuseppe Del Buono era, pues, un hombre serio, piadoso, inteligente, con experiencia, obediente… El tipo de persona que buscaban las autoridades del Vaticano (Cardenlaes Pompili y Laurenti) para remplazar al P. General Tomás Viñas, que tantos problemas les había causado, hasta el punto de tomar la decisión de decretar una Visita Apostólica a la Orden, y exigir la renuncia al cargo del mismo P. General. Sin duda el P. Giuseppe Del Buono era el escolapio italiano más “presentable” para el cargo de Vicario General, porque no era cuestión, sin duda, de traer otro escolapio de España, ni de Europa Central. Fue el P. Everardo Bosqui, Procurador General (que había sido uno de los causantes de la “caída” del P. Viñas) quien lo recomendó, y creemos que, dadas las circunstancias, su recomendación fue acertada.

El P. Del Buono captó inmediatamente la situación de la Orden, y mientras duró la Visita se sometió absolutamente al Visitador Apostólico Pasetto, obedeciéndole en todo, consicente de que él era también un instrumento en manos de los Cardenales Laurenti (Prefecto de la Congregación de Religiosos) y Pompili (Vicario del Papa y Protector de la Orden) y, en último término, del mismo Pío XI, que también estaba al corriente de la crisis de las Escuelas Pías e interesado en resolverla. Comprendió que no podía seguir las maneras un tanto altivas e irritantes del P. Viñas, y tampoco ponerse en las manos del Cardenal escolapio Alfonso Mistrangelo, demasiado identificado con el P. Viñas, responsable también de la Visita y no muy apreciado en el Vaticano.

Captó también la tensión existente dentro de la misma Orden con respecto a la Visita: las provincias españolas la acogieron de mala gana, y algunos religiosos se opusieron a ella de manera más atrevida (PP. Comellas y Fábrega, de Cataluña). El caso del P. Fábrega constituyó un duro disgusto tanto para el Visitador como para el Vicario: tras varios años de brillante servicio en Cuba, hizo un viaje a Roma. Deslumbró allí con sus cualidades a los superiores, que le propusieron ir como Delegado General a Polonia, donde las cosas no estaban yendo muy bien. Y allí partió el P. Fábrega en 1925, pero como tantos otros españoles antes que él (excepto al P. Juan Borrell, también catalán, que se convirtió en la piedra angular de la reconstrucción de aquella histórica provincia), al llegar a aquel país se le cayó el alma a los pies: el frío, la lengua, las costumbres… De pronto interpretó su envío a Cracovia como un castigo inmerecido, y escribió ardientes cartas en contra de la Visita, que desconcertaron tanto a los superiores escolapios como a los de la Sagrada Congregación de Religiosos. Y no paró de protestar el P. Fábrega hasta conseguir que lo sacaran de Polonia en 1927, castigado por su irreverencia, primero a Liguria y luego a Cataluña. Siguió el P. Fábrega brindando valiosos servicios a su Provincia después de la Visita.

Los provinciales españoles temían perder la aún relativa autonomía de que gozaban gracias a la Vicaria de España, que el Vaticano estaba decidido a eliminar. Y ciertos privilegios antiguos (el peculio). El P. Del Buono fue siempre un tanto crítico con las provincias españolas, aun reconociendo que había escolapios de gran valor y algunas casas (Irache) ejemplares en todo. Y no lo era menos con respecto a las provincias italianas: tanto la romana como la napolitana se encontraban divididas, en una situación crítica; define a buen parte de los escolapios toscanos como neurasténicos, tiene escaso conocimiento de las provincias centroeuropeas y nulo de las americanas. De la única provincia que no escribe mal es de la suya, Liguria. Y hay que reconocer que, en Italia, era la única que seguía a flote con cierta soltura. Y, de hecho, cuando tuvo que buscar dos hombres de confianza para ayudrle en Roma se trajo al P. Serafino Maja y al P. Francesco Grillo, los dos de Liguria.

Durante todo el tiempo que duró la Visita Apostólica el P. Del Buono no tomó ninguna iniciativa de gobierno sin consultar antes con Monseñor Pasetto. De hecho en sus cuadernos el P. Del Buono menciona (salvo error u omisión por nuestra parte) 306 reuniones con el P. Visitador: 44 de ellas en San Pantaleo, y todas las demás en la residencia del Sr. Visitador en Via Sardegna. Sin contar las reuniones de la Congregación General. Y no fueron más porque además de las Visita de las Escuelas Pías, el Vaticano encomendó al Visitador otras importantes tareas fuera de Italia: en Grecia, en España e incluso en Etiopía, sin contar otros lugares italianos (Cerdeña, Sicilia, Turín…) que le obligaban a pasar largos meses fuera de Roma. De hecho, Mons. Pasetto se encontraba en Etiopía cuando terminó la Visita, y no regresó hasta varios meses mas tarde. En estos casos el Vicario y el Visitador se comunicaban por carta, y hay que decir, en honor a la verdad, que el correo era más rápido entonces que ahora, al menos en Italia. El P. Del Buono menciona en sus cuadernos 48 cartas escritas por el Visitador y 62 escritas por él al Visitador; cartas de negocios, naturalmente, con consultas o instrucciones precisas. Y como el P. Del Buono era muy minucioso en el apuntar los puntos de la conversación, tenemos una información muy detallada de todos los asuntos que trataron. Los cuadernos son auténticos diarios íntimos, donde el P. Del Buono anota a veces pensamientos y juicios muy personales: no concebimos que los escribiera para que los leyeran otros, sino para su propio gobierno. Por tanto, no creemos que el P. Del Buono omita o altere la realidad voluntariamente, aunque, desde luego, en ocasiones posiblemente yerra en sus apreciaciones personales. A pesar de ello, tal vez por una cuestión estilística o tal vez por pudor personal, el P. Del Buono nunca usa los pronombres o los verbos en primera persona: siempre se refiere a sí mismo como “el P. Vicario”, como luego, tras la visita, se autodenominará “el P. General”.

Pero, por cuestiones de gobierno, el P. Del Buono hizo también otras visitas personales. El Papa Pío XI le recibió cuatro veces, en recepciones más bien formales que de trabajo; pero menciona otras 76 visitas a Cardenales, y estas ya eran más comprometidas. Los más visitados fueron el Cardenal Laurenti, Prefecto de la S. C. de Religiosos, y el Card. Pompili, Vicario de Roma y Protector de la Orden. Se entrevistó también varias veces con el Cardenal Mistrangelo cuando venía a Roma por otros asuntos. El tema de estos encuentros a menudo era: “¡Cuándo acabará esta visita!”. Naturalmente, además de estas visitas estaban las de cortesía para felicitar a los nuevamente promovidos, o las de felicitación de Navidades, etc.

Hay que decir del P. Del Buono que se tomó tan en serio su tarea que no quiso que nada le distrajera de ella. Desde que llegó a Roma, apenas viajó. Tan solo menciona unos días de vuelta a Chiavari tras su nombramiento, para dejar en orden las cosas de la escuela, de la que era director y profesor, y dos periodos de vacaciones de unas pocas semanas con su hermano sacerdote en Liguria, y en su colegio, en 1923 y 1924. Pero ya no volvió a ir de vacaciones, porque el P. Visitador, capuchino, era opuesto a las vacaciones, y solo permitía que los religiosos fueran a ver a la familia en caso de gravedad de un pariente próximo, o por prescripción médica. Como anécdota curiosa, la madre del junior Filippo Ciotta pidió al P. Vicario que permitiera ir a su hijo unos días a casa durante el periodo de vacaciones, pues su padre estaba enfermo. Los superiores consideraron por esta razón que el junior era un rebelde, y trataron de convencerle para que dejara la Orden. ¡Tuvo que llorar y suplicar el pobre Filippo para que le permitieran seguir, él que luego sería el gran rector de Campi y Provincial restaurador de la provincia de Nápoles!

Por no viajar, no lo hizo ni siquiera a Florencia cuando fallecieron el P. Ermenegildo Pistelli, escolapio de relieve nacional, o la Madre Celestina Donati, fundadora de las Calasancias, o el P. Giovanni Giovannozzi, su Asistente General. Se despachó en cada caso enviando a alguien que le representara. Por no ir, no asistió ni siquiera al colegio Nazareno cuando al P. Luigi Pietrobono, otra lumbrera escolapia, le concedieron la medalla de oro por méritos educativos. Y tampoco a la inauguración de la Casa de las Calasancias en Pineta Saccheti, y no es porque no tuviera buenas relaciones con las hermanas. No fue a Nápoles, donde su presencia tal vez habría sido útil, ni a otros lugares de Italia, donde era solicitado como Vicario General. Posiblemente estas ausencias no eran debidas a pereza, sino a un exceso de prudencia, a un no querer dejarse ver en unos momentos en que las relaciones dentre la Iglesia y el Estado no eran aún del todo fluidas. O para que el Visitador Pasetto no pensara que se tomaba excesivas libertades…

En cambio, en Roma sí se movía. No debió perderse una beatificación o una canonización (la ceremonia de la mañana y la de la tarde) entre 1923 y 1929; tampoco dejó de ir a felicitar a cada nuevo Cardenal, o a los funerales de Cardenales y otras personaldiades religiosas difuntas. Debió asistir a la mayoría de “casos de moral” de carácter público que se discutían con un ritmo mensual en el vecino semnario de San Apolinar. En cuaresma asistía a las “estaciones”, si podía diariamente. Visitaba iglesias, asistía a conferencias de todo tipo, salía (posiblemente cada día) a darse largos paseos. Nos causa una gran impresión que en el Año Santo 1925 desde primeros de enero hasta el 22 de febrero hizo 20 veces la peregrinación de las cuatro Basílicas Mayores (San Pedro, San Juan, San Pablo, Santa María). A pie, naturalmente. Y normalmente con frío, y a veces con lluvia. Esto me hace pensar que tal vez no exageraban mucho los que decían que Calasanz hizo el mismo recorrido muchas veces hacia 1600…

En sus cuadernos se percibe que el P. Del Buono estaba interesado, durante este periodo, en algunas cuestiones domésticas más cercanas, en las que el Visitador le había dado libertad de acción. La primera, la restauración de San Pantaleo, y especialmente de la Capilla de la Aparición. Hay que decir que nuestra casa estaba hecha una ruina a principios de siglo XX, además de no ser nuestra. El P. Mauro Ricci, con gran esfuerzo, había conseguido levantar en 1892 una magnífica residencia en un sector nuevo de Roma, en Vía Toscana. Pero el P. Viñas, por razones solo por él conocidas (temor a que se la quitara el Gobierno, continuos roces con la Provincia Romana…) se deshizo de ella, y esa fue una de las causas de su caída. El Papa Benedicto XV (quizás el último de los Papas que ha sido realmente cercano a los Escolapios) animó al P. Viñas a que recomprara el edificio de San Pantaleo para sede central de las Escuelas Pías, e incluso prometió su ayuda económica para la restauración. Y el P. Viñas, cumpliendo su deseo, y aprovechando la coyuntura del cambio político, con un gobierno (Mussolini) más favorable a la Iglesia que el precedente, lo compró, concluyendo la operación cuando ya había sido decidida la Visita Apostólica y a él le quedaban escasos meses de residencia en Roma. Sin embargo, él nunca tuvo la intención de residir en San Pantaleo: siguió viviendo en el apartamento alquilado de la calle Monserrato 152, 3er piso. Al P. Del Buono, sin embargo, le “sugirieron” que fuera a vivir a San Pantaleo, y no le costó mucho obedecer. Ya se habían hecho algunos planes de restauración de acuerdo con el ingeniero-arquitecto G. B. Milani. Y, posiblemente, el P. Del Buono intervino activamente en el diseño definitivo de la reforma, alterando los planes anteriores del P. Viñas. Y hasta es posible que fuera idea suya el “lucirse” en la Capilla de la Aparición, solicitando para ello el apoyo económico de toda la Orden. Y vemos que, terminadas las obras, menciona muy a menudo la satisfacción de los visitantes al ver el estado del nuevo San Pantaleo, satisfacción que sentiría él mismo en lo más íntimo de su ser.

El Grupo Militar San Sebastián, después de 1928. A la derecha del P. Del Buono, en el centro, aparecen los PP. Garrido, Walter y Maja.


Otra actividad que menciona a menudo es la del Círculo Militar “San Sebastián”, para el que se habían habilitado un local en el sótano, en la actual biblioteca. El Círculo había sido creado por el P. Everardo Boschi, Procurador General, que tenía un carisma especial para trabajar con los jóvenes. Estaba formado por jóvenes soldados que estaban cumpliendo el servicio militar en Roma. Algunos de ellos eran sin duda seminaristas (obligados también a hacer la mili); otros eran simples muchachos de convicción cristiana. Tenían una serie de actividades mensuales: una hora santa de adoración, comunión el primer domingo de mes, charlas formativas de todo tipo, salidas a visitar las catacumbas y otros lugares… Estaban integrados en la Juventud Católica Italiana, participaban activamente en las principales fiestas de San Pantaleo, y en otros acontecimientos religiosos romanos (varias veces fueron acogidos en audiciencia papal especial). Un escolapio (primero el P. Boschi, luego el P. Maja) era su “asistente eclesiástico”, que les acompañaba regularmente, y para charlas o celebraciones venían a menudo capellanes militares u otras dignidades eclesiásticas. Estaban muy bien integrados en San Pantaleo, y los domingos de comunión (en aquellos tiempos de ayuno eucarístico) después de la misa se les servía el desayuno en el refectorio de la comunidad. Felicitaban al P. Vicario el día de su santo, o en Navidad; se hacían con él la foto de grupo antes de licenciarse (momento extraordinario en aquellos tiempos) y a menudo venían, años más tarde, a saludar al P. Vicario, algunos con sus señoras, otros ya ordenados sacerdotes. Se percibe la satisfacción espiritual que el P. Del Buono experimentaba con este grupo; veremos (cuando leamos los demás cuadernos) cómo acabó la cosa. Posiblemente con la II Guerra Mundial, en 1943.

Visita del Card. Mistrangelo a San Pantaleo, en 1929. Sentados: P. Walter, P. Lascaray, P. Del Buono, Card. Mistrangelo, P. Tiboni, P. Garrido, P. Maja. De pie: hermanos y clérigos del primer grupo del Juniorato Internacional


El P. Viñas había pensado volver a abrir una escuela primaria en San Pantaelo tras la restauración, pero la idea fue pronto rechazada por su sucesor (que entendía de escuelas más que él) por “poco higiénica”. En cambio había una antigua recomendación de la Santa Sede que sí se pudo llevar a cabo en este tiempo: el establecimiento de un juniorato internacional escolapio en San Pantaleo. El objetivo se pudo cumplir a partir a comienzos del curso 1928-1929, con juniores selectos de las diversas provincias españolas y centroeuropeas, bajo la dirección del P. Francesco Grillo, que además de rector de la casa y maestro de juniores sería el Postulador de la Orden, y aún le sobraba tiempo para estudiar derecho canónico. Hubo que hacer importantes reformas en la casa para preparar adecuadamente sus habitaciones. Quiso además el Visitador Apostólico que vinieran también a San Pantaleo cuatro juniores italianos del juniorato interprovincial de Florencia, para dar un carácter más internacional al juniorato. Llegó así el número de aquellos juniores a unos 18, y la idea funcionó hasta los años 70, y todavía quedan escolapios (brillantes) que estudiaron en aquel juniorato, que luego se traladó a la casa italina de Monte Mario, creada por el P. Del Buono.

Pero eso no era todo: en San Pantaleo había un hermano cocinero, claramente insuficiente para una comunidad tan numerosa. Había entonces no pocas comunidades religiosas femeninas al servicio de las necesidades materiales de comunidades masculinas, y ese fue el objetivo durante los dos o tres años anteriores a la apertura de nuestro juniorato internacional: encontrar una congregación de religiosas que aceptaran venir a San Pantaleo para ocuparse de la cocina, el vestuario, el comedor y la lavandería de los religiosos. Y comenzando por las Calasancias, fueron muchas las comunidades contactadas. Las Calasancias se negaron apoyándose en el expreso deseo de su fundadora, indicado en las Constituciones, d eno servir a sacerdotes. La mayoría alegaron no disponer de personal. Había una dificultad suplementaria: el Cardenal Vicario no quería que vinieran más congregaciones femeninas a Roma, por lo que había que buscar una congregación que estuviera ya presente en la ciudad. Al fin pudieron nuestros Padres ponerse de acuerdo con las Hermanas de Nuestra Señora Coronada de Mantua, que ya tenían una casa en la ciudad y aceptaron enviar cuatro religiosas para atender a los servicios pedidos. Naturalmente, hubo que prepararles su apartamento (zona actual de comedor, cocina y lavandería), y además abrir una puerta especial a la calle sin pasar por la clausura de los religiosos. Y ahí tenemos la puerta ahora siempre cerrada entre la Vía de la Cucagna y la Plaza de San Pantaleo al pie de la escalera de caracol de la iglesia, por donde las religiosas tenían que subir a su apartamento. Hubo monjas en San Pantaleo hasta los años 80, cuando el P. General Balcells introdujo notables cambios estructurales y personales en la casa.

El P. Del Buono era un tanto sentimental (recuerda cada año las fechas más señaladas de su vida: salida de casa para ir al noviciado, ordenación sacerdotal, muerte de sus padres…); se explaya en los recuerdos de los “buneos tiempos” cuando vienen a visitarle a Roma antiguos discípulos o conocidos de Chiavari… Y es también profundamente religioso, como deja ver en algunas anotaciones circunstanciales. Y como se nota en la descripción minuciosa de las numerosas celebraciones que tenían lugar en San Pantaleo: triduos, novenas, 40 horas, festividades… No le importa repetir una y otra vez quién celebra Misa a qué hora y dónde, quiénes le acompañan, cuáles son los elementos de las funciones de la tarde, quién imparte la bendición eucarística… Son detalles secundarios, pero que para él tenían mucha importancia.

A lo largo de estos siete años vemos cómo poco a poco, y por necesidad, el P. Del Buono se va soltando en sus actuaciones. De no hacer nada al principio, sino por indicación del Visitador, va pasando a tomar algunas iniciativas, sobre todo cuando, cosa frecuente, el Visitador está fuera de Roma y es necesario actuar. Hay que señalar que el Visitador le había dado facultades para ello. Hasta llegar al año 1929, cuando el Visitador está casi siempre fuera, y es el P. Del Buono el que actúa por sí mismo, o apoyándose en su Congregación General, y luego informa por carta al Visitador de lo hecho. A finales de ese año es nombrado Prepósito General, y termina la Visita; él sigue actuando (en los pocos meses finales del último cuaderno que transcribimos) con el mismo ritmo de vida y de acción de los años anteriores. Eso sí, introduciendo algún sorprendente cambio que antes, bajo la autoridad del Visitador, no hubiera podido llevar a cabo.

Hablemos un poco de la Visita, para que se entienda mejor la última afirmación.

La Santa Visita Apostólica (1923-1929)

Una Visita Apostolica a toda una Orden Religiosa es una medida muy drástica por parte de la Santa Sede. En las Escuelas Pías todavía pervivía el recuerdo de la infausta Visita del P. Silvestre Pietrasanta SJ (1643-1646) que concluyó con el apartamiento de Calasanz al frente de la Orden y la reducción de la misma a congregación sin votos. En las provincias españolas en general la Visita de Mons. Pasetto se consideró innecesaria e injusta; en las provincias escolapias centroeuropeas prácticamente no se enteraron de que había una Visita (tenían otros problemas más graves, como consecuencia del final de la I Guerra Mundial); tan solo en Italia hubo quienes la consideraban necesaria. Hay que decir que había algunos problemas reales que la Santa Sede quería resolver: el 1º, la unificación del gobierno de la Orden (la Vicaría de España tenía aún demasiadas competencias, en opinión de las autoridades romanas); había también una necesidad de mayor observancia, y en especial del voto de pobreza (eliminando todo tipo de peculio personal); había que poner al día las Constituciones, y unificar el sistema de formación de los seminaristas, ajustándolo a las normas del Vaticano… Pero la causa real y última de la visita fue la actitud un tanto altanera y autosuficiente el P. General Tomás Viñas. Un hombre sin duda de muchas cualidades, como podrá leerse en su biagrafía cuando la publiquemos, pero al mismo tiempo algo imprudente y carente de tacto, especialmente al tratar con las autoridades eclesiales. El Cardenal Vicario y protector de la Orden, Basilio Pompili, se la tenía jurada desde que en 1919 había sido reelegido General, gracias sobre todo al apoyo de nuestro Cardenal Mistrangelo, que siempre le apoyó. Este Cardenal llegó a decir que “el P. Viñas no obedeción nunca”. Se refería por ejemplo, a que no siguió las instrucciones de la Santa Sede al proponer la reforma de las Constituciones (tras la aparición del nuevo Código de Derecho Canónico); no hizo nada por suprimir la Vicaría española ni por forzar a la provincia de Hungría a las mismas normas del resto de la Orden. Además el P. Viñas cometió el error de nombrar Procurador General al P. Everardo Boschi, de Toscana, que se hizo escolapio siendo ya sacerdote, con unas grandes dotes para trabajar con los jóvenes, pero sin cualidades para la escuela (entre otras cosas, por un grave defecto de visión: apenas veía para escribir). El P. Viñas lo llamó a Roma confiando en que haría un gran trabajo como director espiritual del colegio Nazareno (que atravesaba momentos difíciles), y de paso se encargaría de la Procura General. No encajó en el Nazareno, y como Procurador traicionó al P. General, informando secretamente a los Cardenales Laurenti y Pompilio de las faltas, reales o imaginarias, del P. Viñas, porque “en conciencia, deseaba acabar con aquel desgobierno”. En sus manejos traidores contó con el P. José Rapp, Asistente General por Centro Europa, de la provincia de Austria. No es de extrañar que muchos llamaran al P. Boschi “el segundo P. Mario Sozzi”, y que luego nadie lo quisiera en su propia provincia toscana.

En el Vaticano iban acumulando munición contra el P. Viñas, y la gota que hizo rebosar el vaso fue la suspensión a divinis de los tres Padres que formaban la comunidad de San Carlo all’Arena de Nápoles: Tito Bianchini, Francisco Cibarelli y José C. Caponio, por desobedientes. No quisieron entregar el dinero de que disponían al P. Provincial Orestes Sacchi, para unificar la economía provincial napolitana. La iglesia de S. Carlo tenía mucho culto en aquel tiempo. Los fieles se quedaron sorprendidos al ver que de pronto ya no se celebraban misas ni se escuchaban confesiones. El escándalo fue enorme en Nápoles. Los tres Padres, con el apoyo del Cardenal Arzobispo de Nápoles, recurrieron a la Santa Sede. Esta es la oportunidad que esperaba el Cardenla Pompili: Informó al Papa Pío XI (que llevaba menos de un año en el cargo) y le arrancó el decreto de la Visita Apostólica. Aun entonces el P. Viñas actuó imprudentemente: en lugar de aceptar la decisión, pedir excusas, prometer cambios… fue a visitar a los Cardenals y al mismo Papa justificándose, reclamando contra una medida injusta, pues él había actuado (en el caso de la suspensión) de acuerdo con el derecho… Este tipo de actitud no se consentía entonces en el Vaticano, así que pocas semanas después llegó la medida siguiente: el Vaticano exigió la renuncia del P. General y su Congregación, y nombró a un Vicario General para que ayudara al Visitador Apostólico en el gobierno de la Orden.

Tampoco entonces aprendió la lección el P. Viñas. Cuando fue a visitarle el P. Del Buono, antes de su obligada partida a España, el ex General le dijo (tenía bastante confianza con él) que se sentía decepcionado por su aceptación del cargo: él esperaba por parte de los escolapios un bloqueo total a las decisiones sobre la Visita… ¡Qué locura!, pensó con razón el P. Del Buono. Esa actitud hubiera puesto a la Orden en una situación mucho más difícil… Y el P. Viñas se mantuvo en esa actitud el resto de su vida, ya no muy larga. Esperaba reivindicarse cuando se celebrara el siguiente Capítulo General, al que él, como ex General (lo mismo que el Cardenal Mistrangelo) tenía derecho a asistir. Pero, claro, esto lo sabían muy bien en el Vaticano, y no estaban dispuestos a que hubiera otro Capítulo General mientras viviera el P. Viñas. Y desde Barcelona el P. Viñas siguió obstaculizando (al menos esa era la impresión del P. Del Buono) la Visita. Se le presentó una buena oportunidad en el año 1928. Ese año se celebraron Capítulos locales y provinciales. Entonces los Capítulos provinciales proponían al P. General ternas para provincial, y binas para rectores. Era el P. General quien nombraba a todos los superiores (de acuerdo con las Constituciones), y generalmente respetaba las propuestas de las provinciales, pero podían también nombrar a otros religiosos no propuestos. El Capítulo de Cataluña propuso terna y binas formadas exclusivamente por religiosos “nacionalistas” (es decir, partidarios de la unión con el resto de España, opuestos a regionalismo separatista catalán), pero allí el P. Visitador (que conocía a los religiosos españoles mejor que el Vicario, pues él había hecho la visita a España) encontraba a faltar algunos nombres. Y para los nombramientos, además, se sirvió de los consejos del P. Leodegario Picanyol, postulador y archivero, que le había acompañado como secretario en su visita a España. El P. Picanyol era “separatista”, empleando la terminología del P. Del Buono, y propueso como superiores a varios escolapios de su línea. Entre ellos nada menos que al P. Pantaleón Galdeano, navarro, rector del colegio de Sarriá, y que se había destacado años antes por sus esfuerzos para crear la provincia de Vasconia, chocando de frente con el P. General Viñas, que no quería saber nada de regionalismos.

Otro acto hostil del P. Viñas tuvo lugar en 1928. De Propaganda Fide habían pedido a las Escuelas Pías que se nombrara un Delegado para la Exposición Universal Misionera que tendría lugar en Barcelona en 1929. El P. Vicario pidió al Provincial de Cataluña que propusiera un nombre. Y el propuesto fue el P. Viñas, que contactado por el P. Vicario, no solo aceptó el encargo, sino que escribió el borrador de un libro sobre las Misiones Escolapias en Europa Central en los siglos XVII y XVIII (que yo he traducido del latín con el título Esbozo histórico… y cito más adelante). Sin embargo, en cuanto fue nombrado Provincial el P. Galdeano en 1928, el P. Viñas dimitió se su cargo, alegando que veía difícil poder entenderse con las nuevas autoridades provinciales. Se le aceptó la dimisión, se nombró otro Delegado…

En cuanto llegó noticia a Cataluña del nombramiento como Provincial del P. Galdeano, tiempo les faltó a los “nacionalistas” (algunos sospechaban que incitados por el mismo P. Viñas) para denunciar a las autoridades civiles de Barcelona (estamos en tiempo de la dictadura del General Primo de Rivera) a varios superiores “separatistas”. Vía Nuncio, las denuncias llegaron al Vaticano, y Pío XI dio un tirón de orejas al pobre Visitador, al que mandó ir inmediatamente a Barcelona a comprobar la veracidad de las acusaciones, ya que era él quien había nombrado a los superiores. Algo de fundamento había en la denuncia, algunos “descuidos” en el uso de las banderas o de los himnos en ceremonias escolares, algunos discursos, algunas actitudes… Las consecuencias fueron fulminantes: se exigió la dimisión del P. Galdeano a los pocos meses de estrenar su provincialato, y la de otros rectores sospechosos; se exigió la salida de Roma del P. Picanyol (pero no para quedarse en España: lo desterraron a Cuba). Y de paso lograron desterrar también al P. Valentín Caballero, dignísimo rector de Irache, a Jaca. E hicieron todo lo posible (en particular el Provincial de Aragón, P. Patricio Mozota) por quitar como Asistente General por España al recientemente nombrado y notable P. Tomás Garrido (catalán de Guadalajara) porque años antes había sido otro de los cabecillas del intento de la creación de la provincia de Vasconia. Pero contra el P. Garrido, no pudieron, que en Roma siguió como Asistente General hasta su muerte en 1937, gozando del total aprecio del P. Del Buono.

El P. Del Buono (y el Visitador Pasetto) estaban a favor de la creación de la nueva provincia vascona, y les caían muy bien sus líderes, porque proponían la observancia fiel de las Constituciones, el incremento de la piedad, y la supresión del peculio. No estaba el horno para bollos en España, y hubo que esperar a la proclamación de la II República para que la creación de Vasconia se hiciera viable, en 1933. Pero el P. Del Buono no esperó tanto tiempo para corregir otros abusos, y al poco de ser nombrado General reivindicó la persona del P. Caballero nombrándole Vicario General de España; hizo volver de Cuba al P. Picanyol, primero a Cataluña y en 1931 a Roma; al P. Galdeano lo nombró primer Provincial de Vasconia en 1933.

A las repetidas súplicas del Cardenal Mistrangelo para que terminara la visita, las autoridades vaticanas le respondían que todavía quedaban problemas pendientes, asuntos que enderezar. Lo que nadie decía era que el único “asunto pendiente” era el P. Viñas. En cuanto él murió el 21 de febrero de 1929, a la relativamente temprana edad de 64 años, se desbloqueó la solución de los asuntos pendientes. El más visible era la disputa entre la provincia romana y la generalidad tras la venta de la Casa de Vía Toscana: los romanos alegaban tener derechos a la casa de San Pantaleo, comprada con el producto de la venta de la otra, en cuya construcción ellos habían contribuido no poco. El P. General se puso de acuerdo en indemnizarles con 125.000 liras, y problema resuelto: tan amigos como antes del P. Viñas. Otro problema era la revisión de las Constituciones: la Congregación General se reunió unas cuantas veces (a sesión por Capítulo), y en pocos meses el trabajo quedó hecho y presentado al Vaticano, que poco después aprobó la revisión. El siguiente problema era el de la Vicaría: no fue suprimida, pero sí quedó reducido el papel del Vicario, nombrado por el P. General y sometido a él en todo. Y quedaba otro problemilla, que era el de la reglamentación de los estudios teológicos, pero aquí había buena voluntad por parte de todos. Por cierto, yo había oído a la “tradición oral” que el Visitador ordenó la construcción del juniorato interprovincial de Albelda para las provincias españolas, precisamente para resolver este problema de la buena formación de los juniores. Sin embargo, en los diarios del P. Del Buono esto nunca se menciona: se ve claramente que la iniciativa del juniorato interprovincial (lo mismo que habían hecho antes los Provinciales de Italia en Florencia) vino de los mismos Provinciales españoles: viendo la buena marcha de Irache, quieren tener un segundo juniorato común. Piensan primero en casas existentes: Celanova, Yecla (demasiado alejadas), Alella (demasiado pequeño), La Masía de Valencia (idem), Peralta (con pocas posibilidades de ampliación). Parecen inclinarse por la finca de Cascajo en Zaragoza: les daba apuro comprar un terreno y edificar de nuevo, porque no andaban sobrados de dinero. Y cuando ya la decisión de Zaragoza estaba aprobada, surge un cambio de planes: deciden comprar una finca en Albelda de Iregua y construir allí un gran seminario, con capacidad para 300 juniores. El P. Del Buono tal vez no lo sospechó, pero yo sí sospecho que esto fue una maniobra inteligente por parte de los Provinciales españoles para dar “peso” a una vicaría que estaba amenazada de desaparición: haber puesto el nuevo juniorato en un terreno demasiado “provincial” lo hubiera tenido, tal vez, demasiado sometido a la autoridad del Provincial en cuestión. Albelda queda relativamente cerca de la prestigiosa casa de Irache, y así se consolida una especie de “territorio vicarial”.

Además de la muerte del P. Viñas, otro acontecimiento vino a allanar el camino hacia el final de la Visita: la sustitución del cardenal Laurenti al frente de la S. Congregación de Religiosos (de quien dependía la evolución de la Visita) por otro Cardenal más enérgico: el francés Lépicier, que facilitó las cosas para que terminar un proceso que duraba ya más de seis años y no tenía pintas de avanzar. Así que, dejando prácticamente de Lado al Visitador (cumpliendo entronces otra Visita en África), en unos pocos meses quedó resuelta la cosa, y cerrada la Visita. El Cardenal Mistrangelo pudo saborear aún durante un año, hasta que murió, aquel final por el que tanto había suspirado.

Otros personajes de nuestra historia

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Pío XI, de nombre secular Achille Damiano Ambrogio Ratti (Desio, Reino de Lombardía-Venecia, 31 de mayo de 1857 - Ciudad del Vaticano, 10 de febrero de 1939), fue el 259.º Papa de la Iglesia Católica, y primer soberano de la Ciudad del Vaticano entre 1922 y 1939, con lo que su papado abarca casi todo el período de entreguerras. Toda la Visita de Mons. Pasetto se desarrolla durante la primera mitad de su pontificado. No parece que tuviera especial relación con los escolapios; en las decisiones que tomó sobre la Orden se dejó guiar siempre por su Vicario el Card. Pompili. Acogió amablemente al P. Del Buono en 4 ocasiones que fue a visitarle; acogió también varias veces a los alumnos del colegio Nazareno, como habían hecho otros Papas antes de él. Y también al Círculo Militar “San Sebastián”, del que sabía que se reunía en San Pantaleo y estaba acompañado por los escolapios.

Cardenal Camilo Laurenti. 20 de noviembre de November de 1861 – 6 de septiembre de 1938. Sirvió como prefecto de la S. Congregación de Religiosos. En 1929 fue nombrado Pro- Prefecto de la S. Congregación de Ritos, cargo que ejerció hasta su muerte. Había sido nombrado Cardenal en 1921. Era un hombre acogedor y bondadoso, pero, en opinion del card. Pompili, “incapaz de terminar nada”. Era, ante el Papa, el último responsable de la Visita a las Escuelas Pías, y posiblemente tenía instrucciones sobre cómo llevarla a cabo, que el P. Del Buono ignoraba. Su falta de decisión podía inquietar a veces a los escolapios…

Cardenal Basilio Pompili (Spoleto, 16 abril 1858 – Roma, 5 mayo 1931). Fue creado Cardenal en 1911 por Pío X. Sin duda fue un hombre de gran capacidad para el gobierno, puesto que tanto Benedicto XV como Pío XI lo tuvieron como su mano derecha, Vicario de Roma, y como tal, Protector de las Escuelas Pías. Posiblemente tenía buenas intenciones para con los escolapios. Se encontró sin embargo con otro Cardenal, el P. Mistrangelo que también estaba interesado, y de manera diferente, por nosotros. Y además con un P. General, Tomás Viñas, que sin duda no se dejaba guiar como tal vez él hubiera querido. Fue él sin duda el incitador de la Visita Apostólica, y de la dimisión de la Congregación General. Acogió con simpatía y cierto paternalismo al P. Del Buono cada vez que fue a visitarlo, criticando de paso a quienes no hacían correctamente su labor: al P. Viñas, por supuesto; al Cardenal Mistrangelo, al Cardenal Laurenti, al mismo Visitador Pasetto… Un hombre de varias caras, al parecer.

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Luca Ermenegildo Pasetto (Padua, 17 septiembre 1871 – Venecia, 22 enero 1954) ingresó en la Orden de los Capuchinos y fue ordenado sacerdote en 1896. En 1914 fue nombrado Predicador Apostólico, y Consultor de la S. Congregación de Ritos. En 1921 Benedicto XV le nombró Obispo titular de Gera, y fue encargado luego de diversas misiones al servicio de la Santa Sede. En 1925 fue nombrado Consultor de la Congregación de Religiosos, y en 1925 de la de Propaganda Fide. Era un hombre inteligente y estricto, como Capuchino, especialmente en temas de pobreza, de observancia religiosa… Una de las primeras tareas que le encargaron tras su ordenación fue, precisamente, la Visita Apostólica de las Escuelas Pías. Con nuestra Orden intentó proceder siempre honradamente, según su más sano criterio. Pero como tenía otros encargos, y tal vez la consigna de ir despacio, la Visita iba avanzando con una lentitud exasperante. Parece que su relación con el P. Del Buono, apenas un par de años más joven que él, era buena. Nuestro Vicario siempre lo trata con respeto en sus diarios. Tras acabar la Visita de las Escuelas Pías, en 1935 fue nombrado Secretario de la Congregación de Religiosos, donde siguió colaborando mientras tuvo salud. Ya al final de su vida, Pío XII le nombró Patriarca de Alejandría de los Latinos, y se retiró a Venecia, donde falleció.

Cardenal Alfonso M. Mistrangelo. Savona 26-4-1852, Florencia 9-11-1930. Huérfano de niño, ingresó en las Escuelas Pías, atraído por la vida de Calasanz. Durante 18 años ejerció el ministerio escolapio en Ovada. Además de buen maestro y rector, era buen predicador, solicitado de muchos lugares. En 1893 León XIII le nombró Obispo de Pontremoli, y en 1899. Arzobispo de Florencia. Casi inmeditamente el mismo Papa le nombró General de las Escuelas Pías con la misión de reunificar la Orden (dividida en la práctica en tres sectores: Italia, España y Europa Central).

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Pero la tarea era ardua: en 1904 dejó el cargo, pero continuó con todo el poder sobre la misma con el título de Visitador durante tres años. Y al frente de la misma, más o menos visiblemente, siguió durante el generalto del P. Adolfo Brattina (1904-1906), del P. Manuel Sánchez (1906-1910), del Vicario General Egidio Bertolotti (1910-1912, quien poco después de terminar su mandato se retiró a Florencia junto a Mistrangelo, y allí murió), e incluso de Tomás Viñas (1912-1923).

A pesar de su inmensa tarea como arzobispo, nunca se desentendió de sus hermanos escolapios. Un tanto “contagiado” de las ideas liberales de algunos escolapios brillantes (Ermenegildo Pistelli, Luigi Pietrobono, incluso Giovanni Giovannozzi en sus primeros tiempos), resultó sospechoso al Vaticano, y ni León XIII ni Pío X le ordenaron Cardenal. En cambio, Benedicto XV fue el primer Cardenal que nombró. Se quejó amargamente de que el Papa decretara una Visita Apostólica sin consultarle a él, escolapio y consultor de la Congregación de Religiosos. E insistió incansable durante siete años ante el Papa para que terminara la visita, tan poco honrosa para la Orden, y que tan pocos frutos iba produciendo. Saboreó durante un año el final de la misma. Estaba muy unido al P. Viñas, y el P. Del Buono le trató siempre con gran deferencia. Para honrarle, decidió preparar un apartamento para él en el segundo piso de San Pantaleo (hoy secretaría y oficina adjunta), el “apartamento del cardenal”, que en la práctica apenas debió usar un par de veces. (Más detalles sobre su vida, cuando le lelgue el turno en las biografías de los Generales, que se van publicando en Archivum).

Serafino Maja. Niella Tanaro (Piamonte) 9-9-1884, Roma 1-4-1959.

Vistió el hábito escolapio en Finalborgo el 8 de septiembre de 1899. Fue ordenado sacerdote en 1910. Enseñó en Cornigliano, Oristano (Cerdeña), Finalborgo, Carcare y Chiavari. Aquí trabajó durante varios años en perfecta armonía con el P. Giuseppe del Buono, y le sucedió como rector del colegio cuando este fue nombrado Provincial en 1922. Pasó luego como rector a Finalborgo, pero en 1923 el P. Del Buono lo llamó a Roma como su “hombre de confianza”, dándole el cargo de Procurador General, y luego el de Asistente General. Y siguió siendo la mano derecha del P. Del Buono hasta el Capítulo General de 1947, que marcó el fin de su generalato. Además de las actividades propias de su cargo, acompañó durante 20 años (1923-1943) el Grupo Militar “San Sebastián”, que tenía su sede en San Pantaleo. Y fueron muchos los soldados que, una vez terminado su servicio militar, conservaron el contacto con él, agradecidos por su labor como Asistente Eclesial del grupo. Terminado el tiempo de sus cargos oficiales en 1947, siguió en San Pantaleo prestando otros valiosos servicios, hasta su muerte.

Francesco Grillo. Ovada (Alessandria) 4-10-1891, Milán 4-5-1978.

Vistió el hábito escolapio el 15-10-1907, profesó el 12-3-1911 en Finalborgo y fue ordenado sacerdote el 14-7-1916. Maestro elemental diplomado, doctor en letras (Universidad de Génova), en filosofía (Universidad de Roma) y en derecho canónico (Universidad Pontificia Gregoriana). Ejerció el ministerio calasancio en Finalborgo (postulantado), Chiavari (Director del internado), Roma (Rector del juniorato interprovincial «Calasanctianum», Postulador General, Delegado General de la Provincia de Nápoles, Párroco de San Francisco en Monte Mario, Penitenciario de la Basílica de San Pedro), Cornigliano (Rector y Director del Colegio Calasanzio), Cárcare (Rector y Director) y Ovada. El P. Del Buono, que le conocía bien y apreciaba sus cualidades, en 1928 lo trajo a Roma, y encontró en él un colaborador eficaz.

Notas