DelMonteVisitaGeneral/1696-01

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[1696, Enero]

Día 1 de enero de 1696. Fue informado el P. General por parte del Arquitecto Real, Tilman, que había ido a visitarle en nombre del Embajador de Francia, que aquel mismo día, entre las 3 y las 4 de la tarde, fuera a saludar a la Serenísima Majestad la Reina de Polonia. Ésta, como ya sabemos, no había podido recibirle antes, porque estaba ocupada en sus asuntos. En lugar de cancelar la audiencia, el P. General, que estaba invitado a comer con otros dos Padres en casa del Ilmo. y Excmo. Príncipe del Imperio, el Señor Ratzwil, Canciller del Gran Duque de Lituania, se excusó de ir a esta comida a causa de la audiencia con la Reina, y, en su nombre, envió a la comida al Secretario con el P. Rector de Varsovia, a cuya comida como de costumbre acudieron otros Ilmos. Señores y Señoras. El Secretario y el Rector fueron recibidos, primero por la Ilma. y Excma. cónyuge del Príncipe, y después, por el mismo Príncipe. Se brindó por uno y otro y por ambos a la vez durante la comida, y el Secretario brindó en nombre del P. General, cuando por primera vez empezaron a sonar los instrumentos musicales, hacia el final de la comida. Al terminar la comida, dejaron el baile y volvieron a casa. Un canónigo de Varsovia, el Señor Revello, hermano del P. Octavio María de Santa Francisca Romana, de nuestra Provincia de Liguria, visitó al P. General. Lo mismo hizo también el a menudo citado noble varón de parte del Señor Embajador galo, para tratar asuntos con el P. General, en nombre de su Excmo. Señor.

En la oración de la tarde, el P. General pronunció, al comenzar, unas pocas palabras, en las que insinuó que le parecía que era una carga para la Casa de Varsovia, a causa de su larga permanencia; y, por lo tanto, quería ejercer su oficio de Visitador General y Apostólico, sin retrasarse más (el motivo de esto fue la persistencia de los reclamantes contra el Provincial nombrado, quienes habían interpuesto recurso ante la Sagrada Congregación, y según las razones que indicaban, rechazaban remitirse y someterse en todo al P. General, quien prometía por medio del Palatino de Rusia, del susodicho P. Miguel, y del Secretario, actuar paternalmente con los reclamantes). Y para que las tardanzas no fueran mayores, ordenó al P. Antonio de San José, su Secretario, que leyera públicamente el Nombramiento Apostólico, que decía lo siguiente:

(Fuera)
A nuestro querido Hijo Juan Francisco de San Pedro, Prepósito General de la Congregación de los CC. RR. PP. De la Madre de Dios de las Escuelas Pías. Lugar+del sello.
(Dentro)
“Inocencio Papa XII.
Querido Hijo: Salud y Apostólica Bendición.
Tal como nos has expuesto por parte tuya poco ha, y, para que puedas cumplir con el cargo que te incumbe, de General de la Congregación de los Clérigos Padres de la Madre de Dios de las Escuelas Pías, y visitar pronto, con la bendición del Señor, las Provincias de la misma Congregación, establecidas en Germania, Hungría y Polonia,
Nos, a fin de que puedas desempeñar más felizmente el oficio de esta Visita, a gloria de Dios y utilidad de estas Provincias, queremos absolverte, y te absolvemos de cualquier tipo de penas, sentencias y censuras eclesiásticas, de excomunión, suspensión, y entredicho, por derecho o personal, impuestas en cualquier ocasión o por cualquier causa, si en algunas de ellas, y de cualquier manera que sea, hubieres incurrido; y, exclusivamente, para conseguir el efecto del presente documento.
Y, además de tus facultades ordinarias, te nombramos también nuestro Comisario y Delegado de la Sede Apostólica; y te concedemos y otorgamos puedas visitar todas y cada una de las Provincias de dicha Congregación, situadas en Germania, Hungría y Polonia, y a sus Superiores, Clérigos Regulares, y Personas de cualquier grado, condición, preeminencia allí existentes, así como las casas, conventos y cualesquiera otros lugares regulares, tanto en la cabeza como en los miembros; e indagar diligentemente sus vidas, ritos, costumbres y disciplina, así como las Reglas y normas; para que se adhieran a las tradiciones de la doctrina Apostólica y de los Santos Padres, y a los sagrados Cánones, sobre todo a los Decretos del Concilio Tridentino, a las Constituciones y Ordenamientos Apostólicos, y a las Reglas de la susodicha Congregación; y puedas también, libre y lícitamente, reformar los Estatutos o Constituciones, o elaborar Constituciones, cualquiera otra clase de reformas necesarias y oportunas, y ordenar que se observen; y las antiguas Constituciones, cualesquiera que sean los que las han confeccionado, y en cualquier parte que haya sido, revisarlas seriamente; y, si encontrares que son contrarias o perjudiciales a las Reglas y Constituciones de la misma Orden, o a los Estatutos generales, revocarlas o anularlas; y hacer, ordenar, decidir, decretar, establecer, efectuar, y poder demandar, cualesquiera otras cosas necesarias y oportunas, en todo lo anteriormente dicho.
Y te mandamos, además, en virtud de santa obediencia, bajo pena de nuestra indignación, y de otras penas impuestas a nuestro arbitrio, que recuerdes esto a los Superiores de las Provincias, a los clérigos Regulares, a las Personas, y a los demás a quienes va dirigida, y a los que vengan en la posteridad; y que te respeten también; que te reciban a ti, como nuestro Comisario y Delegado de la Sede Apostólica, y obedezcan con la debido honor tus saludables amonestaciones, las reciban con humildad, y procuren cumplirlas con la mayor eficacia; de lo contrario, cualquier sentencia o pena que debidamente ordenares o establecieres contra los rebeldes, Nos la confirmaremos y la ratificaremos, testigo sea el Señor, para que sea inviolablemente observada, hasta la condigna satisfacción.
Sin tener en cuenta ninguna Constitución u Ordenación Apostólica; y, si fuera necesario, tampoco las equivalentes de la Congregación y de las Provincias; y de cualesquiera otras, incluso establecidas con juramento, confirmación Apostólica, o con cualquiera otra seguridad, ni corroborada con estatutos, costumbres, privilegios, indultos o Cartas Apostólicas, de cualquier manera concedidas, confirmadas o innovadas, que vayan de alguna manera en contra de lo dicho anteriormente, lo que expresamente derogamos, a pesar de cualquiera otra cosa que pueda haber en contrario.
Todas y cada una de estas cosas, expresadas suficiente y completamente, según este tenor, han de ser ejecutadas al pie de la letra, permanecer en su vigor en toda ocasión, y solamente para los efectos antedichos.
Dado en Roma, en Santa María la Mayor, bajo el anillo del Pescador, el día 5 de septiembre de 1695., en el Año V de Nuestro Pontificado.
J. F. Cardenal Albano”.

Publicado esto por el Secretario en nuestra Casa de Varsovia de las Escuelas Pías de la Provincia de Polonia, el P. General entregó una carta circular propia, abierta, dirigida al P. Rector de Varsovia y a toda la Comunidad de Escuelas Pías, con un folio íntegro adjunto, sobre la intimación de la Visita General y Apostólica, que él confirió al mismo P. Antonio, Secretario, para que la leyera públicamente, y cuyo tenor es el siguiente, a saber:

(Fuera)
Al P. Benito [Tanni] de San José, y a toda la Comunidad de las Escuelas Pías P.G. Varsovia.
(Dentro)
“Pax Christi.
Nos preparamos con todo afecto a conocer Polonia, hasta ahora inaccesible para nuestros Predecesores Prepósitos Generales, por medio de nuestra Visita General y Apostólica.
Transmitimos a V.R. su intimación con esta carta adjunta, para que se publique inmediatamente ante todos, se conserve su Original en el Archivo de la Casa, y un ejemplar de cada uno de los documentos publicados sea fijado en la puerta, como las demás disposiciones acostumbradas; y, una vez fijado, debe permanecer allí hasta nuestra llegada. Por lo tanto, avise V. R. al Cronista designado, para que no descuide de ninguna manera lo que en la misma intimación prescribimos; más aún, ordene las cosas de tal manera, que se describan cuidadosamente en un cuadernillo cosido, dejando los oportunos márgenes a lo largo y a lo ancho, la Crónica de la Casa, su estado, y los hechos principales ocurridos; con el catálogo de las Personas y las cosas, para guardarlo en el Archivo General de Roma.
Y, como no queremos parecer gravoso a nadie con nuestras censuras, exhortamos paternalmente a V. R., y a toda su Comunidad, para que todos sus miembros, conformándose interior y exteriormente a lo prescrito en nuestras Constituciones, y comportándose bien no exterior, sino interiormente, no nos dejen ya nada que corregir.
Deseamos, ardientemente, a todos, una espontánea perfección de la vida religiosa. Rogamos abundantes bendiciones para Vds.
Varsovia a 31 de diciembre de 1695.
Juan Francisco de San Pedro, Prepósito General.
Antonio de San José, Secretario”.

Leída esta Carta, después del anterior Nombramiento, inmediatamente el Secretario leyó la Intimación de la Visita General y Apostólica, como sigue:

“Juan Francisco de San Pedro, Prepósito General de los CC. RR. PP. de la Madre de Dios de las Escuelas Pías, Comisario y Delegado General de la Sede Apostólica.
Deseando proseguir la Visita General de toda nuestra Orden, ya hace tiempo anunciada, hemos venido aquí con la ayuda de Dios desde Italia a visitar también las Provincias Ultramontanas, para mayor incremento de la Piedad. Intimamos, pues, también en nombre de la Sede Apostólica, esta Visita a la Provincia de Polonia, a todos y a cada uno de vosotros, de cualquier dignidad, grado o estado, sabiendo que apoyan esta nuestra autoridad Generalicia los votos de los Padres Asistentes, para poder definir y ejecutar todo lo que, con su voto, es costumbre de realizar, así como con mi autoridad y carácter de Comisario y Delegado de la Sede Apostólica. Exhortamos, por tanto, a todos y a cada uno de nuestros Religiosos residentes en la Provincia, a que no callen, inducidos por ningún deseo desviado, lo que deban decir, ni digan lo que se debe mantener en silencio; sino, teniendo sólo a Dios presente, manifiesten, filialmente y en conciencia, lo que conozcan parece necesitar de remedio oportuno.
Y, para no entretenernos demasiado en recoger noticias de Personas y de cosas, todos los Superiores locales, en el mismo comienzo de la Visita, presenten los catálogos habituales de las Comunidades, y deleguen cuanto antes en cada Colegio a uno de los nuestros, para que nos presente fielmente, antes de irnos, la crónica de cada uno, desde el comienzo de su fundación hasta nuestros días. Igualmente, los Rectores preparen el estado de sus Casas y todos los documentos, descritos al pie de la letra y con sus firmas, y recogidos por dos sacerdotes nuestros, bajo juramento, nos sean presentados. Finalmente, sabedores de cuán florecientes están los estudios en esta nuestra queridísima Provincia de Polonia, deseamos también, dentro de la visita, saborear algo, incluso para solaz nuestro, de cada una de las Casas, mediante actos y tesis de las Académicas públicas, tanto realizados por nuestros Juniores, como por los Escolares que acuden a las mismas escuelas.
Dado que, en esta nuestra Visita General, lo único que deseamos es el incremento de la Gloria de Dios, por medio de la observancia regular y el cuidadosísimo ministerio de nuestro Apostólico Instituto, exhortamos, con todo interés, a todos, en el Señor, a que, con un mismo sentimiento, sostengan, con religiosa caridad, nuestra debilidad, mediante preces y votos a Dios Omnipotente.
Dado en Varsovia, en nuestra Casa de Escuelas Pías, el día 31 de diciembre de 1695. Lugar + del sello.
Yo, Francisco de San Pedro, Prepósito General.
Antonio de San José, Secretario”.

Publicada esta intimación, el P. General hizo una exhortación Dominical a la Comunidad, tan seria como erudita y emotiva, animando al anhelo de la perfección religiosa. El tema era: “Y le pusieron como nombre Jesús”, del Evangelio del día. Dijo que el nombre de religiosos es inútil y baldío, a no ser que vaya adornado con hechos que respondan a un nombre tan grande.

Antes de dicha exhortación, fueron entregadas, por orden del P. General, la carta y la intimación susodichas, por manos de su Secretario, en manos del P. Rector, en presencia de toda la Comunidad.

Cuando estábamos en la recreación de la tarde, llegó a Varsovia el P. Gabriel [Kancinski] de San José, Superior de Lubieszow, llamado por el P. General para que le diera completa información de lo relativo a la fundación de Lubieszow, hacía tiempo aceptada por la Provincia de Polonia, después de una comisión del P. General a quien la susodicha Señora Mariscala Dolska había pedido la fundación presente.

Día 2 de enero de 1696. Hacía pocos días que el P. General había convocado una Congregación consultiva sobre la oportunidad de la fundación de Lubieszow, en la que habían intervenido los Padres Rector de Varsovia, Miguel, Francisco, Ignacio, Vicerrector y Secretario; y, después de ver lo que por escrito ofrecía la Ilma. Mariscala de Lituania, Doña Ana Dolska, se observaron varias dificultades; por lo que hoy por la mañana el P. General tuvo otra consulta con el P. Gabriel de San José, Superior de Lubieszow, y los Padres Miguel y Francisco, los más ancianos de la Provincia; y, sopesadas todas las cosas, concluyeron que se aceptara esta fundación, si la Sra. Dolska aceptaba varias condiciones expuestas por el P. General en estas Congregaciones consultivas, divididas en varios capítulos, cambiando y añadiendo muchas condiciones a las que dicha Señora había propuesto. Estuvo también con el P. General un noble de la Corte, en nombre del Embajador de la Francia. Finalmente se dio al P. Rector de Varsovia la siguiente instrucción:

Nota de documentos que se deben entregar a nuestro P. General en su Visita Apostólica de la Casa de Varsovia:

1.Escrituras y Decretos de la Casa de Varsovia.
2.Escrituras o Documentos de cada una de las fundaciones y Fundadores, con sus cargas, tanto espirituales como temporales.
3.Todos los Decretos originales de las Visitas Generales, presentados antes del acto de esta Visita.
4.Todas las Órdenes de los Prepósitos Generales entregadas hasta ahora a la Casa de Varsovia y para toda la Provincia, e igualmente las originales y auténticas, anteriores esta Visita, dadas por los Provinciales.
5.El estado económico de la Casa, con los distintos nombre de los deudores y acreedores, lo mismo que el inventario de cada una de las oficinas, que debe ser confeccionado individualmente por cada uno de los oficiales, procurando que todo esté en cuadernillos de la misma anchura y largura, como se describe en la Carta Circular, acerca de la presente Visita.
6.Una relación detallada de las personas seglares que residen en la Casa, con sus obligaciones comunes y particulares, individuando sus nombres, apellidos, lugar de nacimiento, edad, condiciones y oficios que ejercen, con indicación del tiempo que llevan, y de las provisiones o estipendios que se les da.
7.Catálogos de los señores colegiales, con sus reglas, disciplinas y comidas, así como los honorarios que pagan por los alimentos. Lo mismo también, el catálogo de los músicos, y la forma como se sustentan en la Casa, con sus obligaciones en nuestra Iglesia, y cuál es la instrucción de los cantores del Colegio, dadas sus especiales circunstancias.
8.Una información completísima acerca de la Imprenta de Varsovia, mostrando los privilegios autógrafos, con sus ejemplares debidamente coleccionados, y con el catálogo de sus Prefectos, Directores y Operarios.
9.Cuidadosa relación de las clases y lecturas que se dan en Varsovia, con los nombres y otras circunstancias habituales de dichos Prefectos, Profesores y Maestros, detallando el número de discípulos en cada clase, con una nota particular de los nobles; lo que cada maestro y Profesor separadamente hace; y qué es lo que enseñan en este momento, detallando las partes y los tratados separadamente.
10. El Rector o Prefecto de las escuelas presente cuanto antes las Reglas de los alumnos, la distribución de los días de clase y de fiestas, así como de los días en los que tienen Oratorio y Catequesis.

Día 3 de enero de 1696. Acerca de la fundación de Lubieszow, el P. General expresó por escrito a la Ilma. Señora Ana Dolska sus sentimientos, de esta manera:

“Ilma. y Excma. Señora:
El Prepósito General de las Escuelas Pías, después de sopesar detenidamente sus obligaciones y los beneficios que su Orden debe a su Vuestra Excma. Señoría, así como a su mismo consorte, el Ilmo. Señor D. Juan Carlos, en otro tiempo Supremo Mariscal de la Majestad, y Gran Duque de Lituania, y vistas las condiciones expresadas en el contrato firmado en Dabrowica el día 13 de mayo de 1693, acerca de la fundación de su Instituto en Lubieszow, se inclina respetuosísimamente ante Vuestra Excelencia a aceptarla, observando cuanto se debe observar. Pero, antes de expedir el Decreto de esta fundación, que queremos aceptar, suplica humildemente a V. E., y cree conveniente se digne, según su generosidad, condescender, declarar o moderar, según convenga, algunas cosas del presente contrato, bien porque están puestas de forma confusa, o específicamente contenidas. Quedando, por otra parte, firmes las obligaciones y condiciones hechas en el mismo Instrumento y concordadas mutuamente. Así pues,
1.Se pregunta si la construcción se hará, de piedra o de ladrillo, con el Colegio, la Iglesia, los Oratorios, las escuelas, las habitaciones, las celdas, las oficinas, teniendo en cuenta las sagradas Constituciones de nuestra Orden. En el Colegio debe haber también una residencia separada para los Novicios, que puede estar en el piso superior.
2.¿Cómo se puede hacer una Biblioteca suficiente para los Religiosos que vivan en Lubieszow, y algún fondo para irla aumentando cada año?
3.Parece conveniente un fondo independiente perpetuo para tener una botica y un Médico, que atienda a los enfermos.
4.Se debe decidir acerca de la vivienda y un terreno separado, para mantener a los Músicos en ese lugar.
5.Hay que hablar sobre las vestiduras sagradas para atender al culto Divino.
6.Hay que determinar que los Padres de las Escuelas Pías cumplan diciendo quince Misas cada semana, porque la carga de cincuenta es incompatible, tanto por las obligaciones de la Orden, como por los Religiosos disponibles, las enfermedades, etc.
7.Tenga Vuestra Excelencia a bien no obligar a la fundación ni a la Comunidad religiosa a orar diariamente por usted y por sus Señores cofundadores, a no ser en la forma de participación, o de Carta de Hermandad perpetua.
8.Finalmente, hay que determinar que la Orden no esté obligada a tener en Lubieszow una Comunidad integrada al menos por 12 Religiosos, ni a ninguna otra carga, hasta después de haber terminado el edificio; y, mientras tanto, el número de ellos quede al arbitrio de los Prepósitos Generales, o del Provincial de cada momento.
Todo esto, con sus obsequios y muy gustoso, lo propone en las Escuelas Pías de Varsovia, el día 2 de enero de 1696 a Vuestra Excelencia, el Humildísimo y Afectísimo servidor en Cristo,
El Prepósito General de las Escuelas Pías”.

Fue enviada a todas las Casas de la Provincia de Polonia una carta con la intimación de Visita General y Apostólica, y, además, un escrito a Roma y a otros lugares, por el correo ordinario.

Por medio de un noble del Excmo. Embajador de la Francia, el Abad de Polignac, el P. General fue informado de la audiencia de la Serenísima Reina a las 3 de la tarde. Llegada la carroza del Ilmo. Nuncio Apostólico Santa Cruz a la hora señalada, el P. General, con sus Compañeros, se presentó en Marievil, y entrando en casa del susodicho Embajador Galo, después mantener largos coloquios, se fue con él a la Corte.

Al final de la comida, sentados aún el Rey y la Reina entre la multitud de Magnates, el P. General fue admitido, con sus Compañeros, ante sus Serenísimas Majestades, a las que saludó como de costumbre; y dio a la Reina, que en ese momento se levantó, una Carta del Emmo. Carlos Barberini. Respondió por la Reina, que desconocía la lengua italiana, un Obispo. Después se pasó a las preguntas y coloquios sobre las cosas romanas y la fundación del Instituto; el Serenísimo Rey sacó el tema sobre el Fundador de nuestro Instituto de las escuelas Pías. Finalmente, cuando se fue la Reina, el Rey ordenó que se fueran todos, afirmando que él tenía que tratar un asunto con el P. General. Después que todos salieron, menos los Compañeros, el Embajador de Francia y el Secretario Real, el Serenísimo preguntó al P. General sobre cómo iba el arreglo de las presentes revueltas en la Provincia. Éste, respondiendo a la pregunta breve pero sólidamente, informó a Su Majestad. Después el Rey, tras unas preguntas en lengua gala al Excelentísimo Embajador de la Francia, comenzó a proponer muchas cosas al P. General, que fueron rechazadas prudentemente, como contrarias a la justicia. Pues Su Majestad intentaba, para respiro de la Provincia, que el nuevo Provincial fuera sólo titular, que, por lo menos en atención a él, prometiera de verdad que el nuevo Provincial no fuera al futuro Capítulo General, etc. A lo que el P. General respondió de tal manera, que el Serenísimo se tranquilizó Sin embargo no cesó de insistir en que, en atención a él, no fuera al Capítulo General. A lo que el P. General, resignado, y recordando el precepto de las Escrituras, determinó responder por escrito, después de oír también al nuevo Provincial, como deseaba Su Majestad; pues él mismo quería pedirle esto, en atención a él, en cuanto volviera a casa. Aunque el P. General ya conocía de antemano que no podría ser, habló con el nuevo Provincial, el P. Juan de Jesús María, quien, abundando en la misma idea que él, respondió que no lo podía hacer. Entonces, el P. General escribió un libelo suplicante a tenor de lo que a continuación se dice.

Día 4 de enero de 1696. A eso de las 10 de la mañana, según lo convenido, el P. General salió con el P. Provincial nombrado a ver al Excmo. Embajador de Francia, llevando con él una carta del siguiente tenor:

(Fuera)
Al Serenísimo y Clementísimo Rey de Polonia, etc. Juan III, el Prepósito General de las Escuelas Pías.
(Dentro)
“Serenísimo y Clementísimo Rey:
El Prepósito General de las Escuelas Pías, postrado humildemente ante Vuestra Serenísima Majestad, y dándole gracias inmortales por vuestros clementísimos oficios concedidos generosamente con autoridad Real para establecer el bien de la paz entre sus Religiosos de la Provincia de Polonia, suplica a Vuestra Serenísima Majestad se digne considerar con su consejo que imponer alguna condición para dar posesión al nuevo Provincial recientemente nombrado, o va contra los Estatutos Generales de la Orden, o es simoníaca. Primero, sobre todo, porque, según los decretos de los Capítulos Generales, quedan privados de voz activa y pasiva aquellos que, pudiendo asistir a los Capítulos a los que están obligados a asistir, no acuden. Pues esos tales, como Provinciales, representan en estos comicios a sus Provincias, no a sus propias Personas. Por consiguiente, el Provincial nombrado de ninguna manera puede prometer que no irá al Capítulo General futuro, con perjuicio de su cargo, de su Provincia y de toda la Orden. Pues ésta no sólo manda a los Provinciales que representen a las Provincias, sino también los destina como electores del General y de los Asistentes. Igual que en cualquier Reino los Senadores y Palatinos harían una injuria a unos y a otros si, por la fuerza, o espontáneamente, fueran privados del sufragio en los comicios, lo que implica la máxima pena entre los candidatos. Otra cosa sería si no fuera Provincial. En segundo lugar, porque cualquier pacto sobre cosas sagradas por intereses temporales, es simonía.
Así pues, el Prelado es cosa sagrada, porque la Prelatura regular y eclesiástica ejerce jurisdicción espiritual para con los súbditos. Por eso, nadie puede pactar, ni admitir el pacto, para conseguir, ejercitar, facilitar y administrar semejante grado, ni está permitido en los sagrados cánones bajo ningún título, ni por ningún fin. La condición de que el moderno Provincial prometa que no irá al Capítulo General encierra, pues, esta dificultad legal.
Por lo cual, serenísimo Rey, o las partes deben contentarse, sin ningún pacto, con las provisiones paternas o jurídicas de su Prepósito General, a quien han prometido obediencia con voto solemne, o sus pretensiones deben ser dilucidadas en Roma por la Sagrada Congregación, según derecho. Mientras tanto, según los sagrados cánones expresos, conviene que, tanto el Provincial como los nuevos Superiores sean instalados, mientras la Sede Apostólica no determine lo contrario, pues los gobiernos no pueden estar sin sus cabezas, ni el efecto de la elección se puede frustrar. Lo que, etc.”.

Esta carta para entregar al rey se la dio el P. General al Embajador galo, en cuya casa comió con el Secretario, asistiendo el sobrino de la Serenísima Reina de Polonia, y el Mayordomo de la misma Reina, después que el P. General volvió de casa del Ilmo. Nuncio. Durante la comida, el P. General felicitó al mismo Excmo. Embajador de Francia, por el Cardenalato del robusto nonagenario, el Serenísimo Padre de la Reina, el Abad d´Arquin, en la última promoción hecha por Nuestro Santísimo Señor Inocencio XII. Desde allí, volvió en el coche de seis caballos que el mismo Embajador le había enviado para ir a la comida.

Día 5 de enero de 1695. El P. General, aquejado de dolor de cabeza durante cinco días, fue convocado hacia las 8 de la mañana, enviándole un coche, para que fuera a ver al Ilmo. Nuncio Apostólico Santa Cruz, Arzobispo de Seleucia, que estaba deseoso de saber qué había sucedido con las peticiones del Serenísimo Rey, y qué resultado había tenido el libelo de súplica a Su Majestad. El P. General le respondió que no había oído nada aún, porque el día anterior el Embajador galo apenas había podido hacer nada con Su Serenísima Majestad, que había ido a comer al campo. Se trató también de otras cosas.

Hacia las once de la mañana vino a visitar el P. General el Gran Mariscal del Rey, Lubomirski, uno de nuestros fundadores de Podolín. El Excmo. Príncipe, Gran Canciller de Lituania, Radziwill, envió al P. General como regalo un alce de unos seis años. A nosotros, extranjeros italianos, se nos ofreció la posibilidad de ver, por primera vez, esta gran Bestia, traída de Lituania. De la familia del caballo, el macho tiene cuernos parecidos a los ciervos, sin cola, con orejas largas, color gris itálico, cerdas largas y fuertes, pezuñas hendidas, que, según opinión del P. General, se podría disecar, por su rareza, para exportarlo a Italia.

De forma ordinaria, o con pocos cambios, se enviaron dimisorias, para las tres órdenes sagradas, al H. Constantino [Kempler] de la Natividad de la Virgen, por loables testimonios recibidos acerca de sus costumbres y capacidad, en un examen encomendado por el P. Miguel de la Visitación a los Padres Rector, Vicerrector, y Profesor de Filosofía de Rzeszów. Fuimos también a ver al Ilmo. Patz, Gran Canciller de la Orden Militar de Malta, cuyo origen proviene de los Señores Patti, florentinos, el cual, llevado del amor a la Orden, había estado algunas veces en nuestra casa, visitando al P. General, ausente.

Día 6 de enero de 1696. Se escribió una carta al Ilmo. Nuncio Apostólico Santa Cruz, pidiendo consejo sobre algunas condiciones que fueron reunidas por el P. Secretario sobre la remisión de la pretensión de reclamantes, basada en Suárez, y entregadas en manos del P. General; pero el Ilustrísimo dijo que fueran rechazadas.

Hubo un largo coloquio del P. General con el P. Miguel, tanto sobre las presentes revueltas de la Provincia, como sobre la fundación de Lubieszow, y otras cosas relacionadas con esto.

Vino a visitar al P. General, y a invitarle a comer al día siguiente, el Ilmo. Caballero de Malta Patz, del que hemos hablado antes. Vino también a prestar homenaje al P. General el Señor Canónigo Paptocki, ecónomo y administrador de los bienes y réditos pertenecientes al Emmo. Radioski, Primado del Reino, quien, bajo palabra sacerdotal, atestiguó que había treinta mil florines polacos colocados en los bienes de Tkotnik y Duranow de la Señora Plichta, capitana de Gostine, en los tiempos en que el P. Juan [Mudran] de Jesús María era rector de Varsovia, y que estaban protegidos en el futuro, y que dicha cantidad no se podía perder, como algunos dicen; y que él había colocado también una suma posterior a la nuestra en el mismo fondo, porque el valor de estos bienes excede al precio de ciento cincuenta mil florines polacos, y que no se admiten bajo protección sumas mayores de cuarenta mil florines polacos. Después, a la hora polaca establecida, y en un coche enviado, fue a comer con el susodicho Excelso Príncipe Radziwill. Se sentaron también a la mesa los Príncipes, su cónyuge, con la hija y el hijo, y varios Magnates del Reino.

Día 7 de enero de 1696. Dadas las reiteradas instancias del Excelso Príncipe Radziwill, se le da la autorización siguiente:

“Juan Francisco de San Pedro, Prepósito General de los CC. RR. PP. de la Madre de Dios de las Escuelas Pías, Comisario y Delegado de la Sede Apostólica,
A ti, P. Wenceslao [Zawadz] de San Francisco, Sacerdote Profeso de nuestra Orden, salud en el Señor, que es la verdadera salud.
Como el Excelso. Príncipe Radziwill, Gran Canciller de Lituania, etc., desea grandemente que entre los días feriales y festivos, y durante el tiempo que la salud lo permita, instruyas al Señor Príncipe Juan, su hijo, en las bellas letras, Nos, deseoso de atender a la voluntad del Príncipe, y por las debidas razones de beneficencia, gratitud y observancia hacia nuestro humildísimo Instituto, te dispensamos con tal de que el ejemplo no cunda, y por una sola vez del Decreto de nuestro Capítulo General de 1671, que prohíbe esta clase de enseñanzas privadas, y te autorizamos a que aceptes este Magisterio, y lo ejerzas con toda la diligencia que puedas.
Queremos advertirte, sin embargo, que no vayas nunca sin Compañero, destinado cada vez por el Superior, según la forma de las Constituciones Apostólicas y de las nuestras; o, por lo menos, no te atrevas a salir sin coche, tanto a la ida como a la vuelta. Y para que, a partir de ahora, no abandones de ninguna manera la clase de Retórica que enseñas, ni ninguna otra, mientras enseñes durante este tiempo lo prescrito por la obediencia; no tomes allí comida o cena, a no ser que obtengas cada vez el permiso del Superior, y lo hagas con algún Compañero nuestro; ni te quedes allí de noche; y, por lo mismo, no te consideres desligado de ninguna obligación de la observancia regular; sino que debes ordenar y dirigir todo, de tal forma, que hagas una cosa, sin omitir la otra.
Dado en Varsovia, en nuestra Casa de las Escuelas Pías, el día 7 de enero de 1696.
Juan Francisco de San Pedro, Prepósito General.
Antonio de San José, Secretario”.

Vino el P. Rector de Varsovia, con casi todos los sacerdotes de su Comunidad, en nombre de la Provincia de Polonia, a presentar un libelo de protesta acerca de los presentes tumultos, que entregaron al P. General como a Padre, no como a juez, para tranquilizar las controversias contra los Superiores actualmente nombrados, guardando siempre, no obstante, todos los derechos en el recurso alzado por los reclamantes a la Sagrada Congregación; y a condición de que el P. General, de quien se dice en dicho libelo, con absoluta falsedad, que tanto en privado como en público ha afirmado defender y proteger a dichos nombrados, les ordene no perturben a la Provincia (la verdad es que los nombrados esperaban con toda sumisión la decisión del P. General), y acepten a los nuevos Superiores, cualesquiera fueren los que elija el P. General, al que piden en dicho libelo un rescripto auténtico de esta aceptación o, por lo menos, de la presentación hecha.

El P. General leyó atentamente el libelo en presencia de los Padres, y mandó llamar también a los nombrados, para expresarles a todos sus sentimientos justos y paternales. Después, de viva voz, dijo de sí mismo que quería actuar como Delegado de la Sede Apostólica, para que, bien ante él, o bien ante la Sagrada Congregación, se pusiera fin a la presente controversia. Luego, tuvo ante todos una sustanciosa exhortación paterna, de rodillas, y pidiéndoles, entre lágrimas, que aceptaran sus paternas actuaciones, encaminadas a la tranquilidad y consuelo de la Provincia.

Se refirió, lo primero de todo, a la concordia fraterna, eliminando las falsedades privadas; y que no se engañaran con apariencias de lo recto, a favor del buen orden deseado en la Provincia, puesto que él mismo era el intermediario de oficio para promoverlo.

Después de celebrar la Misa, el P. General, con el P. Miguel de la Visitación, en el coche del Ilmo. Nuncio Apostólico, salió, según lo convenido, a tratar con la Excelentísima Princesa Ana Dolska, Gran Mariscala de Lituania, sobre la fundación de Lubieszow, ofrecida por ella desde hacía tiempo, y aceptada por la Provincia de Polonia. Y, suavizadas algunas condiciones más importantes anteriores, con el consentimiento de la parte, se comenzó a hacer el contrato y el Instrumento.

Después se despidió de ella; se fue a Marievil, y trató con el Excmo. Embajador de Francia acerca de los consejos del Serenísimo Rey acerca el libelo suplicante arriba señalado. El Señor Embajador dijo que había hablado al Rey, pero que había aplazado el coloquio para más tarde, en una hora más oportuna; pero que, de momento, había visto a Su Majestad bien dispuesto; que quizá no llegara a la necesidad de imponer por sentencia a los reclamantes que aceptaran lo que decidiera el P. General, sino que solamente aprobarían lo que se hiciera rectamente, y esto, en atención al Palatino de Rusia, que defendía los intereses de los reclamantes; porque el Rey andaba diciendo alguna vez que estaba más convencido de que era mejor mantenerse indiferente, y a favor de las razones de la justicia, para que quedara aclarado, tal como lo había hablado en una conversación con el P. General. Su Excelencia afirmó también que él actuaría cuidadosamente para que este problema pudiera finalmente llegar a su fin.

Después de comer habló con el Ilmo. Señor Caballero de Malta Patz; y al anochecer tuvo un largo coloquio con el Ilmo. Nuncio Apostólico.

Día 8 de enero de 1696.

Muy de mañana el P. Miguel comunicó al P. General que había oído a una y otra parte de los nuestros que, al final, perseveraban sin reconciliarse, por no ver ninguna razón para hacerlo; pues, de hecho, los nombrados no querían ceder nada de sus derechos; y los reclamantes preferían pasar a otra Orden, antes que someterse al régimen de los anteriores. Por lo tanto, se determinó dar comienzo a la Visita después de las Vísperas, observando el rito habitual, para agilizar la información del proceso. Así, pues, pues, fue fijada, en la puerta acostumbrada de las disposiciones, una que decía lo siguiente:

“Juan Francisco de San Pedro, Prepósito General, etc., Comisario y Delegado de la Sede Apostólica. A la Comunidad de las Escuelas Pías de Varsovia.
Os informamos de que, si Dios quiere, comenzaremos el día 8 de enero de 1696 nuestra Visita General y Apostólica de esta nuestra Casa de Varsovia, después de las Vísperas, empezando por la inspección de la Iglesia y de las cosas sagradas. Queremos, por lo tanto, que todos se reúnan a dicha hora en la Sacristía, y asistan, como de costumbre, a esta Visita.
Durante el tiempo que dure nuestra visita General y Apostólica, en las Misas todos los sacerdotes añadan la Colecta del Espíritu Santo, y los demás recen preces particulares, para que todo redunde en gloria de Dios y utilidad del prójimo, y se preparen a recibir de nuestra mano la Sagrada Eucaristía, el día 12 del mismo mes.
Y, para mayor tranquilidad de todas las conciencias, en los cuatro días siguientes, damos permiso a todos los confesores autorizados para los nuestros, para que puedan absolver de cualesquiera casos y censuras regularmente reservadas a Nos o a otros.
Dado en Varsovia, a 8 de diciembre de 1696”.

El P. Samuel [Nagorski] de Santa Ana, delegado especialmente por la Casa de Varsovia, puso en manos del P. General las razones por las que creen que los nuevos Superiores de la Provincia no deben ser impuestos en la Provincia de Polonia; sobre todo los Padres Juan [Mudran] de Jesús María, Provincial electo, Benito [Scholtz] de Santa Catalina, Rector de Varsovia, y Francisco [Haligowski] de Jesús María, Asistente Provincial, igualmente nombrados. El P. Samuel, en nombre de la misma Comunidad, afirmó que todos estaban dispuestos a someterse al juicio Paterno del P. General.

El P. General respondió de nuevo que él mismo estudiaría la causa, y daría una sentencia según justicia; pero afirmó, no obstante, que, como en otras ocasiones, no aceptaba ni aceptaría la protesta presentada el día 5 de enero, ni en parte, ni toda. Entonces el P. Samuel dijo que él y los demás aceptaban su paterno sentimiento, y a él sometían aquellas sus deseadas condiciones, dejando a la autoridad su libertad Generalicia y Apostólica.

Luego, reunida toda la Comunidad, tuvo lugar la Visita de la Iglesia, tal como se relata ordenadamente en otro lugar. Después de recitar el salterio del Nombre de la Madre de Dios, hubo una breve exhortación del P. General, acerca de la finalidad de la Visita; y después de la oración vespertina, el P. General tuvo también una conferencia espiritual acerca del comienzo, de los medios y de la finalidad de la vocación religiosa, inspirada en el tema de Lucas 2: “¿No sabíais que convenía que estuviese en la casa de mi Padre?”

Día 9 de enero de 1696. Fueron convocados ante el P. General, de una parte, el P. Samuel [Nagorski] de Santa Ana, de la Comunidad de Varsovia, delegado para tratar con él sobre la actual controversia, y de la otra, los Padres Juan [Mudran] de Jesús María, Provincial, Benito [Scholtz] de Santa Catalina, Rector de Varsovia, y Francisco de Jesús María, Consultor del Provincial, nombrados; a todos los cuales después de recomendarles, a unos y a otros, la caridad fraterna, y decirles su parecer de cómo se debe proceder en la presente causa, de pleno y estricto derecho, buscando sólo la verdad del hecho, y que él no actuaría sin escuchar a las partes, quiso ante los tres susodichos comunicarles sus derechos, como lo hizo; para que se defendieran ordenadamente de las otras razones hechas contra ellos, y refutaran, sopesándolas, las razones opuestas a su instalación en sus puestos, con otras razones.

Se entregó una carta al P. Antonio [Cicholowski] de los Santos Vito y Modesto, sacerdote Profeso en nuestra Orden, para que fuera de Cracovia a Lubieszow, con permiso de permanecer durante tres días con sus parientes, para confortarlos.

Después de comer, se terminó la visita de nuestra Iglesia de Varsovia, después de inspeccionar, tanto otras partes de la Iglesia, como los utensilios sagrados, de los cuales se hará una descripción, al final de esta visita. Este día también se expidieron algunas cartas, y algunas órdenes relativas a temas eclesiásticos, como más tarde se anotará.

Día 10 de enero de 1696. El P. Jorge [Gorski] de la Concepción, a quien los reclamantes de sus derechos de varias casas de la Provincia de Polonia habían encomendado la procuraduría en la presente causa acerca de los nuevos nombrados, vino a ver al P. General, instándole a que suspendiera la iniciada Visita General y Apostólica de Varsovia, y la difiriera, pues, si había una causa contra los nombrados, la había también contra los electores, y convenía decidirlo antes de esta visita, para que no se produjera un perjuicio a los reclamantes, ni se sospechara del Visitador. A esta instancia, que duró mucho tiempo, el P. General respondió que él no debía suspender la visita iniciada; tanto porque los reclamantes ya habían presentado por escrito al mismo P. General sus derechos contra los nombrados, para que definiera paternalmente la causa después de oír a las partes, como porque no había ninguna razón para rechazar tal visita. Después se expidieron cartas a Roma y a otros sitios, pues el correo principal sale los martes, y otro menos importante y menos seguro, el jueves. Al anochecer e P. General se encontró con un no pequeño dolor de cabeza.

Día 11 de enero de 1696. El P. General tuvo una seria conversación con el P. Miguel sobre las cosas revisadas el día precedente. El P. Miguel expuso al P. General el estado de ánimo de los reclamantes, quienes si sobre la presente controversia no quedaban contentos con su decisión paterna, recurrirían contra los nuevos nombrados a la Sagrada Congregación, o al mismo Pontífice, según ellos mismos decían; y aunque quedaran satisfechos con la decisión que tomara, para obtener la libre elección en la Provincia de Polonia; o, al menos la libre nominación o presentación, en cuanto que sólo los que fueran nombrados por la Congregación Provincial podrían ser nombrados como Superiores por el General y los Asistentes; pues estaban convencidos de que el último Capítulo General solamente había concedido a la Congregación Provincial de Polonia una propuesta consultiva de los individuos elegibles para Superiores, o una simple información, sin coacción ninguna a la Congregación General, para elegir sólo a los religiosos propuestos.

El P. General fue a visitar al Ilmo. y Rvmo. Nuncio Apostólico; se entretuvo, y conversó con él mucho tiempo. Volvió a Casa, y fue conducido por el Ilmo. Señor Caballero de Malta Patz, en un coche de seis caballos, con el Secretario y el P. Estanislao, y llevado al yermo Camaldulense, distante de Varsovia casi tres millas italianas, para comer allí, según lo convenido; y llegó en una media hora. Por el camino habló muy poco. Fuimos recibidos por el Secretario Adjunto del Provincial camaldulense, y por el P. Bernardo, Vice Prior, en ausencia del Prior. Llovía mucho, cosa rara en invierno en Polonia; de tal manera que el P. Samuel, Lector de Teología que llegó poco después allí, de entre los invitados, no era el que menos calado estaba. Había sido invitado también por el Ilmo. Señor Caballero el Ilmo. Señor Nuncio Apostólico, pero había rehusado; sin embargo, quiso llegar inesperadamente, para aumentar la alegría del encuentro. Llegó casi una hora y media después de haber llegado los primeros. Comimos muy alegres, acompañándonos también los dos Padres camaldulenses; comimos unos pocos platitos de pescado, que, según la costumbre germana, se sirven a los invitados entre los platos de la carne. Finalmente, en el coche de seis caballos del Ilmo. Nuncio Apostólico, el P. General, el P. Acusio, teatino, que se encontraba en casa de dicho Ilustrísimo, y el P. Antonio, Secretario, volvieron a casa al anochecer; los demás, en trineos.

Día 12 de enero de 1696. En la misa para los Escolares, celebrada por el P. General, los Clérigos tomaron la sagrada Comunión de su propia mano, vestidos con sobrepellices; los Operarios, con el ropón. Antes había asistido a una competición de Gramática entre los alumnos, en la que comprobó lo apropiada que resultaba para agudizar los ingenios. Después de comer, el P. General estuvo largo tiempo hablando con el P. Miguel [Krausz] de la Visitación, acerca de las Comunidades de la Provincia, recibiendo de él una información individual de todos los individuos.

Día 13 de enero de 1696. La Gran Mariscala del Gran Ducado de Lituania, la Princesa Dña. Ana Dolska, examinó de nuevo y cuidadosamente el equilibrado Instrumento de la fundación de Lubieszow, hecho en otro tiempo por el Excelso Príncipe Juan Carlos, Caballero de Dolsko, Mariscal Supremo del Gran Ducado de Lituania, muerto piadosamente. El resumen de este Contrato consiste en que ambos, es decir, el Señor Mariscal y la Mariscala, inscriben entre sus bienes hereditarios noventa mil florines polacos, con la obligación de pagar el 7% cada año, en las fechas de Los Reyes Magos y San Juan Bautista. Además de este capital, asignan fondos para la Iglesia, para el Colegio, para el huerto, y para los edificios, que se obligan a construir; o se obligan a inscribir una suma de treinta mil florines polacos. Además dan todos los paramentos de la Iglesia, y prometen edificar en las villas residencias oportunas, molienda gratuita, pastos libres para nuestros animales, y treinta carros de heno para el invierno, y libre corte de leña en bienes y bosques de Lubieszov, tanto para leña, como para la reparación de las casas; y pesca libre en el Río Stockod, para uso de nuestro Colegio.

Transcritos los acuerdos de dicha fundación, se rebaja la celebración de cincuenta Misas semanales a treinta según lo tratado con el P. General; se aceptan tres aniversarios perpetuos; y que los Novicios oigan allí la futura Misa a intención de los Señores Fundadores; además, que haya escuelas, según el Instituto, y Catequesis los domingos y días de fiesta. A instancias del P. General, la Sra. Princesa Fundadora destina para la Biblioteca mil doscientos florines polacos. Para confirmar este contrato, el P. General hizo el siguiente decreto:

“Juan Francisco de San Pedro, Prepósito General de los CC. RR. PP. De la Madre de Dios de las Escuelas Pías, Comisario y Delegado apostólico, después de comprobar todo lo necesario, y considerar cuanto se debe considerar, suscribimos el presente contrato ya convenido, y las cargas en él especificadas, con la respectiva modificación, y prometemos será cuidadosamente satisfecho con nuestra autoridad. Sometemos a nuestra Provincia de Polonia, y a la futura fundación de nuestro Instituto en Lubieszow, a la Excelsa Princesa Doña Ana Dolska, Suprema Mariscala del Ducado de Lituania y óptima Bienhechora, para que ella la promueva con munificencia, y a ello nos obligamos.
Dado en Varsovia, en nuestra Casa de las Escuelas Pías el día 13 de enero de 1696.
Juan Francisco de San Pedro, Prepósito General, Comisario y Delegado apostólico. Lugar + del sello.
Antonio de San José, Secretario”.

El Señor Capitán Plichta, hijo de la Señora Viuda, a quien, para la Casa de Varsovia, han sido depositados treinta mil florines polacos, escribe a nuestro P. General quejas contra quienes hablan mal de nosotros, y dicen que esa cantidad se ha perdido. En la misma carta confiesa la existencia real de un censo y la existencia de tal suma en sus bienes, y que está personalmente dispuesto a pagar, hasta el último céntimo, los intereses anteriores hasta el día 8 de enero de 1696 en Skotniki.

Y afirma que esta carta debe ser entregada y conservada en el Archivo de Varsovia, como prueba perenne del acuerdo y también para refutar las objeciones presentadas contra el P. Juan [Mudran] de Jesús María, nombrado Provincial. Se ha entregado también una carta del Emmo. Cardenal Radtiecowski al P. General, en la que le felicita el Nuevo Año; en ella manifiesta también su particular estima a su persona, y a toda la Orden, fechada el 9 de enero de 1696. Por la tarde el P. General fue a casa del Ilmo. Nuncio Apostólico Santa Cruz, y tuvo con él un prolijo coloquio.

Día 14 de enero de 1696. El P. General estuvo durante muchas horas, leyendo las respuestas definitivas del P. Juan [Mudran] de Jesús María, del P. Benito de Santa Catalina y del P. Francisco de Jesús María, a las oposiciones que les habían hecho, como ya se ha dicho el día 9 de este mes. Por la tarde el P. General y el Secretario, en el coche del Ilmo. Nuncio Apostólico, se dirigieron a su casa; y con él y con su Auditor trataron acerca de los presentes disturbios en Polonia.

Día 15 de enero de 1696. El P. General tuvo una Comunión General de todos los estudiantes de nuestras Escuelas Pías de Varsovia, con el acompañamiento de nuestros músicos. Después de comer, el P. General, en el coche del Ilmo. Nuncio, fue a casa del Excmo. Señor Embajador de Francia, con el que tuvo una larga conversación, sobre todo acerca de cómo informar bien al Serenísimo Rey de Polonia sobre las presentes revueltas, para que no se oponga a las justas decisiones que está tomando su paterna autoridad en la Visita General Apostólica, etc. Después de la oración de la tarde, el P. General tuvo la exhortación dominical a nuestra Comunidad de Varsovia, inspirándose en las palabras del Evangelio del día: “Había una boda en Caná de Galilea”, haciendo alusión a las nupcias sagradas, en la profesión, del alma religiosa con Cristo, que se deben mantener con la ayuda de la oración.

Día 16 de enero de 1696. Estuvo con el P. General el P. Jorge [Gorski] de la Concepción en nombre de nuestros reclamantes de Varsovia, para que se suspendiera la Visita, hasta que se definiera el pleito contra los actuales nombrados, porque incluso se hablaban en contra del P. General y sus Asistentes. Pero el P. General, desestimando esta instancia, continuó la Visita, y visitó, acompañado de los Padres Vicerrector de Varsovia pues el P. Rector estaba enfermo, el P. Miguel, el Secretario y el Compañero, la biblioteca, la cárcel, la oficina de tipos para la imprenta, la clausura, las habitaciones para enfermos, el refectorio y la celda del P. Rector. Sobre qué ordenó referente a estos lugares, se puede ver en las Ordenanzas de la visita, en otro lugar. Y como en las antedichas protestas hechas contra la Visita, pero no escuchadas, más aún, rechazadas, se conjeturaba que los reclamantes planeaban alguna inhibición o protesta, mediante Actas del Ilmo. Nuncio Apostólico, le informó a este por carta, para que se dignara avisar oportunamente a su Canciller, lo que Su Ilma. dijo que haría inmediatamente. Al terminar los salmos de la Santísima Virgen, como de costumbre, pidieron al Secretario, en nombre de la Comunidad de Varsovia, que consiguiera del P. General audiencia a toda esta Comunidad que la solicitaba, lo que comunicó la P. General. Éste respondió que él admitiría a todos con mucho gusto, cuando el mismo P. Rector solicitara la audiencia. Éste acudió a él en nombre de todos, suplicando que todos pudieran presentarse ante su Paternidad. Admitidos, como quería, estando presentes el P. Miguel y el Secretario, el P. General, sentado, escuchó, por medio del P. Jorge de la Concepción, sedicente Procurador de la Provincia en la causa presente; él, por las mismas razones antes expuestas, instó suplicante al P. General que se dignara abstenerse de las ulteriores actuaciones de la Visita, hasta que se resolviera la controversia. Le respondió paternalmente que por ninguna razón desistiría de la Visita, bajo ningún pretexto, ni como Cabeza de la Orden ni como Delegado apostólico. Y que si al hacer la Visita había recriminado algo, aseguraba que lo había hecho con piedad paterna y vehemente deseo de consolar a todos. Y por consiguiente, en cuanto a su plazo de actuación en la Visita, la terminaría pronto, o la dilataría lo necesario, sin tener en cuenta para nada la presente petición, porque la consideraba inútil o nula, sin fundamento en derecho alguno. Y para refrescar en las mentes de todos, sus facultades apostólicas, ante toda la Comunidad presente, el P. General ordenó que se leyera nuevamente el Breve Apostólico de un nombramiento de Comisario y Delegado de la sede Apostólica. Y cuando el P. Jorge quería objetarle algo todavía, como si la Sede Apostólica no hubiera sido consultada de las cosas que sucedían en Polonia, lo rechazó.

Día 17 de enero de 1696. Como era el día de los correos, escribió muchas cartas a Roma, y para la Provincia de Polonia, en lo que empleó toda la mañana. Después de comer, los Padres Juan de Jesús María, nombrado Provincial, Benito de Santa Catalina, Rector de Varsovia, y Francisco de Jesús María, Asistente del Provincial presentaron escritos contra su nombramiento, para cuya lectura y consideración el P. General tuvo una reunión con los Padres Miguel y Secretario, convocados para esto, que se prolongó varias horas a causa de la prolijidad de las respuestas.

Día 18 de enero de 1696. Muy de mañana, al terminar la Misa, la misma Congregación continuó hasta la hora de la comida, y eso que había comenzado el día anterior, sopesando cuidadosamente las razones de las partes acerca de los nombramientos. Cuando terminó la lectura y ponderación de estos documentos, se convocó, según el deseo del P. General, al P. Samuel [Nagorski] de Santa Ana, Lector de Teología, que era quien había presentado, en nombre de todos, los testimonios de la parte contraria a los nombramientos, y se entregó la documentación de los electores, para comunicarla.

Y, mientras el P. General meditaba sobre la continuación de la Visita comenzada, lo llamó el Ilmo. Señor Nuncio Apostólico Santa Cruz, y se fue a hablar con él, donde tuvo una larga conversación, tanto de las cosas actuales de Polonia, como de otras cosas.

Día 19 de enero de 1696. Cuando volvió y se enteró de que los reclamantes urdían la suspensión de la Visita, sirviéndose de la autoridad Real, y de que querían una convocatoria de todos los Rectores acerca del asunto de los nombramientos, el P. General tuvo una reunión con el P. Miguel y el Secretario, en la que no se decidió nada, hasta conocer la fuerza que tenían los documentos aparecidos. Sobre este punto también fue prevenido por cartas. Además, el Nuncio Apostólico, por las respuestas del Rey, era de la misma opinión, es decir, que el Serenísimo no quería impedir la Visita, porque el P. General no sólo actuaba como Cabeza suprema de la Orden, sino también como Delegado de la Sede Apostólica. Y, en cuanto a la convocatoria de los Rectores, dijo que lo trataría de palabra en el momento oportuno.

Día 20 de enero de 1696. Surgió una nueva lucha entre el P. Rector con el P. Jorge, Procurador reclamante elegido por algunos la de Provincia contra la prosecución de las actuaciones de la Visita, en nombre de la Comunidad y de la Provincia. El P. General había ordenado que el P. Rector con el P. Archivero se presentaran con las llaves, para revisar el Archivo; y, en cuanto esto se supo en la casa, según hemos descrito otras veces en otros lugares, se empeñaron en suspender la Visita. Pero, amenazados duramente por el P. General, a quien apoyaban en esto los Padres Miguel y Secretario, se retractaron; por lo que se realizó la Visita de dicho Archivo y de la Tesorería, donde que se advirtieron cosas que en su lugar se contarán, entre las demás ordenanzas de la Visita.

Después se tuvo una sesión entre los Padres General, Miguel y Secretario, acerca de la naturaleza de los disturbios de los todavía insurgentes, cada día más agitados, aunque únicamente por el susodicho P. Jorge de la Concepción.

Para la revisión de lo ingresado y gastado en la Caja de la Casa de Varsovia fueron comisionados los Padres Miguel de la Visitación y Antonio de San José, Secretario; hasta que, visto lo que había que ver, y examinado cuanto se debía examinar, el P. General ordenó que la firmaran, como de costumbre. En virtud de lo cual, escribió el siguiente decreto sobre los libros de Economía:

“Día 20 de enero de 1696.
Con ocasión de la Visita General y Apostólica, iniciada por Nos en nuestra Casa de las Escuelas Pías de Varsovia, y revisados, entre otros lugares domésticas, los lugares de la Iglesia y de la Caja, a vosotros, PP. Miguel de la Visitación Compañero nuestro, elegido para la Visita de toda nuestra Provincia de Polonia y Antonio de San José, nuestro Secretario, os encomendamos la cuidadosa censura de todos los libros a ella respectivamente pertenecientes, comprobando las razones de los ingresos y gastos, y revisando si se ha cumplido bien con las cargas de Misas, en conformidad con las normas de los Decretos Apostólicos, lo que deben comunicarlo a nos fielmente. En virtud de lo cual, etc.
Juan Francisco de San Pedro, Prepósito General y Comisario Delegado de la Sede Apostólica. Antonio de San José, secretario”.

Día 21 de enero de 1696. El P. General, el P. Miguel y el Secretario tuvieron una conversación, cuando se supo que los ánimos de los que protestaban se inclinaban hacia un arreglo filial de las pretendidas razones, en manos del mismo P. General, para que él lo serenara todo y llevara la paz a la casa de Varsovia y a toda la Provincia. El decreto del P. General facilitó los medios que parecían llevar la tranquilidad a todos.

Al atardecer, escuchó a las partes por separado. De parte de los opositores a los nombramientos, acudieron los PP. Rector de Varsovia, Benito de San José, Jorge de la Concepción, Procurador elegido por la Provincia para esto, y Samuel de Santa Ana, Lector de Teología. Por los partidarios de los nombramientos, comparecieron los Padres Juan [Mudran] de Jesús María, nombrado Provincial de Polonia, Benito [Scholtz] de Santa Catalina, Rector nombrado de Varsovia y Francisco [Haligowski] de Jesús María, nombrado y confirmado Asistente Provincial. En el transcurso de una y otra sesión, ambas partes dudaban decir libremente sus razones y la de los suyos, temiendo que no quedarían contentos con las medidas que se tomarían luego. Por eso, tanto el P. General como el P. Miguel se esforzaron en eliminar aquellos temores, aduciendo oportunas razones, recordándoles, sobre todo, que era al P. General al que le correspondía proteger la concordia entre todos, etc.

Por eso se determinó que, después de la forma de arreglo, que se debía hacer ante el arbitrio del P. General, unos y otros lo aprobaran por escrito, sin ninguna condición, para que pudiera seguir adelante.

Día 22 de enero de 1696. Confesando públicamente que la desconfianza con el P. General tenía su origen en las formas de proceder empleadas en la Visita General anterior, hecha por el P. Juan Crisóstomo [Salistri] de San Pablo, actual Rector de nuestra Casa de San Pantaleón en Roma, con las cuales, como se dice, quizá falsamente, se ufanaba de haber engañado a los polacos, inducidos de nuevo por las nuevas sospechas, retrasaron su plena conformidad al plan propuesto, temerosos de que algo se escondía en él.

Lo cual no era más que una falsa aprensión por parte de ellos, porque es seguro que la intención del P. General no era otra que la tranquilidad religiosa de todos; y con la sencilla resignación de las voluntades a la obediencia, no pretendía otra cosa, sino informar al Rey, a los Palatinos, a los Magnates y a todos los seculares atónitos de tantos disturbios de su nueva y filial obediencia, para atraer así la estima hacia nuestros Religiosos.

Por eso había entre ellos frecuentísimos conciliábulos, a causa de los cuales también los nombrados, hasta cierta manera sospechosos, apenas podían empezar a trabajar, por esa desconfianza. Pero, creyendo y recordando que el P. General no buscaba más que arreglar la Provincia, salvaguardando el honor de todos y de la Orden, se animaron a tomar las cosas en serio, y empezaron a confesar que estaban dispuestos a todo. El domingo, después de oír al P. Miguel lo que contaba de los disidentes, y entre otras cosas que había mucha oposición por parte de los litigantes, porque resignarse a los nombramientos del P. General era una vergüenza, ya que serían considerados como mentirosos y falsarios por la gente de fuera si prestaban obediencia a aquellos contra los cuales habían dicho públicamente muchas cosas de viva voz y por escrito, ante el Rey, los Magnates y la República, respondió que en las reuniones encontrarían los medios necesarios con los cuales quedara a salvo su nombre, tanto en público como en privado. El mismo P. General pronunció una exhortación relacionada con las cosas que estaban sucediendo, inspirado en aquello de Mateo, 8: “Si quieres, puedes limpiarme. Quiero, queda limpio”, aconsejando la plena subordinación de la voluntad a la obediencia.

Día 23 de enero de 1696. El P. General, para ser mejor informado de los deseos comunes de la Provincia, se sirvió, en un coloquio de fidelidad y bajo juramento de secreto, además del P. Miguel, del P. Samuel de Santa Ana, destacado entre los opositores, pero hombre prudente y de consejo. Por él se enteró de que la resignación de todos a la voluntad del P. General sólo se retardaba por el desacuerdo y el miedo, manifestados el día anterior, de poder ser considerados públicamente mentirosos y calumniadores, si se sometían a los citados nombrados. El P. General, para rebatir estos dos argumentos bastante válidos, dijo que tenía preparados los medios para satisfacer a todos, y sólo le faltaba la sumisión religiosa de todos. El P. Miguel y el P. Samuel manifestaron que ellos la procurarían con todas sus fuerzas, después de oír sus paternos sentimientos, ver el pureza de deseos de tranquilidad, y salvando siempre el honor de la Orden y de todos. En esta sesión no intervino el Secretario, invitado a una disputa filosófica. Pero todos los susodichos trabajaron inútilmente, y durante todo el día; hasta tal punto, que el P. Miguel [Krausz] de la Visitación, de la mayor autoridad entre todos los polacos, a causa del ataque obstinado de los oponentes, ni siquiera quiso comer. El P. General asistió con algunos Padres a la Escuela mensual de Poesía de la Academia. Después el P. General se entregó a la tarea de elaborar la idea que había pensado para arreglar la Provincia.

Día 24 de enero de 1696. Muy de mañana, el P. General se puso a trabajar para perfilar la misma idea, y luego escribió varias cartas a Roma, sobre todo al P. Carlos, Lector de Teología en San Pantaleón en la Ciudad, concediéndole autorización, subordinada al P. Jacinto, primer Asistente General, para que, al terminar su curso teológico, pudiera dirigir cátedras públicas entre nuestros estudiantes juniores. Escribió también, en general, sobre el modo de poder arreglar los asuntos polacos, al Emmo. Protector, Carpineo; a los Padres Asistentes Generales. Y a importantes testigos, de la parte de los oponentes, les recordó que el P. Jorge de la Concepción era el autor y promotor sin cabeza, en la Provincia de Polonia, de todas las dificultades opuestas a la renuncia que él exigía, argumentando siempre que el P. General decepcionaría en la Provincia, como cualquier otro Visitador italiano; y que, a pesar de las dificultades, algunos habían apoyado la renuncia.

Día 25 de enero de 1696. Aunque el P. General no se encontraba bien, muy de mañana fue a ver al Ilmo. Nuncio, desde hacía tiempo conocedor de las dificultades que se estaban produciendo entre los nuestros. El P. General le expuso su idea de reforma, para la tranquilidad en la Provincia. Le contestó que era bastante oportuna, atendiendo al carácter de la región, de los individuos y de las cosas; y no veía cómo se podría hacer de otra manera. Aquel mismo día surgieron otras dificultades acerca de la forma de la libre renuncia, bajo el arbitrio del P. General, sobre todo por parte de los electores, que temían los perjuicios que exigiría quizá la justicia en relación los problemas presentes. Pero, superadas finalmente estas dificultades, firmaron, igual que habían hecho cuando eran oponentes, en un simple libelo del siguiente tenor, que se puede ver después, en la pagina 196 en un folio doblado, en el que se describe el Decreto original. (El P. Miguel de la Visitación se lo entregó al P. General después de asistir con el Excmo. Palatino al ejercicio semanal de nuestros estudiantes de Retórica). Ver la página 196 inmediata, en un folio duplicado, en el que se describe el decreto original.

Día 26 de enero de 1696. Convaleciente aún el P. General de las molestias de pecho y otros dolores, y tomándose aún una horas de reposo en cama, finalmente trató con el Secretario y con el P. Miguel sobre las múltiples formas de solucionar las controversias de los problemas actuales.

Después de comer, le avisaron en secreto al P. General que el Tesorero del Reino, Sapihan, había estado con el Palatino de Rusia, pidiéndole, en nombre del mismo P. General, que se abstuviera de prestar apoyos a la parte opositora en la controversia, lo que él ni siquiera había soñado; porque dicho Señor Sapihan era desconocido del P. General, que, durante algunas semanas, no sólo no había hablado con los Magnates, sino que ni siquiera había salido unos pasos de sus aposentos. Por eso, se cuestionó de dónde había salido eso de la ida de Sapihan al Palatino, y cómo lo pudo haber hecho en nombre del P. General, pero, por mucho que se intentó, no se encontró otra razón, sino que alguno, sobre todo el P. Benito de Santa Catalina, habría empleado esta estratagema (es una sospecha), excusándose en la autoridad de su principal favorecedor, el Excmo. Mariscal del Reino, Lubomirski, muy amigo del mismo Sapihan, quien se dice está unido al Palatino con muchísima amistad. De aquí se originaron nuevas desconfianzas entre los opositores al P. General, y nuevas murmuraciones, para refrenar las cuales se trabaja actualmente.

Después fue a hablar con el P. General el Gran Secretario del Serenísimo Rey. Éste, en nombre del Rey, dijo que hablando juntos el Rey, el Palatino de Rusia y el P. Woth de la Compañía de Jesús, en otro tiempo delegado a Roma, etc., reflexionaban entre ellos qué se podría hacer, para arreglar los problemas de la Provincia de las Escuelas Pías. Así que la Majestad Real, aprovechando la ocasión, dijo que esperaba, ciertamente, que todo se arreglaría, gracias a la destreza del P. General; y si no se podía así, aconsejaría al P. General que sacara del Reino a los tres Religiosos que originaban tantos alborotos en el Reino. Por lo tanto, el Señor Secretario dijo al P. General que eligiera por sí mismo la forma de arreglar la cosa, y también qué pensaba sobre el consejo del Rey, de enviar a otras regiones a los susodichos tres Padres nombrados.

A las primera pregunta del Señor Secretario, hecha en nombre del Rey, respondió que esperaba que las cosas, dada la responsabilidad de sus religiosos, y la renuncia de sus voluntades en las manos paternas, se solucionarían muy pronto; sin embargo, pedía a Su Señoría, si aún conservaba la más mínima idea preconcebida en su corazón, se la dijera a él, y no se la manifestara al Rey, porque las cosas infectadas y aún poco maduras no se deben proponer a los Gobernantes. Como el enviado Regio no estaba de acuerdo con la respuesta del P. General, intentaba, mediante rodeos, escudriñar las intenciones profundas del espíritu del P. General. Pero a pesar de su insistencia en la primera cuestión, el P. General no respondió más que cosas generales sobre cómo se debía introducir la concordia en la Provincia.

A los segundo, respondió que esperaba no serían necesarias en el futuro este tipo de violencias, porque creía que, sin ellas, se lograría la paz; sin embargo, si fuera necesario, salvada la justicia, seguiría el consejo por el bien común; más adelante le confiaría qué pensaba hacer.

Ante esto, el Secretario Real le urgía a que diera a conocer su idea. Entonces, el P. General, despidiéndose, entre atenciones, y sintiendo mucho que la enfermedad le impidiera entonces la visita al Serenísimo Rey, le dijo que lo haría cuando recuperara la salud.

Por la noche, y por otra información secreta, supo, nuevamente, que nuestro conocido P. Benito [Scholtz] había ido a ver al Señor Canónigo Bernicz, instrumento y motor de la casa de Sapihan; por lo cual, le pareció debía desechar la sospecha acerca del Señor Mariscal del Rey, en relación con la expedición del Tesorero en nombre del P. General al Señor Palatino de Rusia, tal como antes se ha dicho.

Hay que añadir que, al final de este día, entre otras cosas que el Secretario Real, en nombre del Rey contó al P. General, fue que Su Majestad no quería que Su Paternidad se fuera del Reino de Polonia, antes de visitar Villanovia, delicia de Su Majestad, en la cual, por medio de pinturas ingeniosas, invención de la inspiración regia, entre otras cosas, se contemplan las gestas de Su Serenísima Majestad.

El P. Samuel de Santa Ana, en nombre de todos los opositores, había pedido al P. General audiencia, con la súplica de que todo se hiciera por el bien de la común, y su petición fue paternalmente acogida por el P. General.

Día 27 de enero de 1696. El rumor de las recomendaciones de Sapihan al Señor Palatino de Rusia había llegado a los tres nombrados y rechazados y, por la mañana, el citado P. Benito fue al P. General y afirmó bajo juramento que nadie, ni directa ni indirectamente, había soñado en esta clase de recomendaciones. Supuso, sin embargo, que quizá el Señor Mariscal del Reino, queriendo defender a sus partidarios, había organizado algo con el Tesorero del Reino, Sapihan, amigo suyo, que iba con él a la misa. Por eso, el P. General encomendó al P. Ignacio de San Estanislao, capellán del Palatino de Rusia, que se desechara la afirmación sobre las recomendaciones, falsamente supuestas, en su nombre, pues ni en sueño había pensado en ello, ya que no tenía ningún conocimiento del Tesorero lituano, ni de ningún incidente, ni directo ni indirecto. Mientras tanto, se preguntó cuidadosamente por qué razón había sucedido esto; y como no encontró ninguna pista de dichas recomendaciones, cansado, dejó casi de lado la sospecha, porque le parecía una estratagema de los opositores.

Y como el P. Ignacio, según su costumbre, no contó nada al P. General de su indagación, acerca del sentimiento del Señor Palatino en este asunto, se lo encomendó al P. Samuel de Santa Ana, quien, después de hablar con el Palatino, le respondió, admirado, que no era aquella la vida de los cortesanos; que, a veces le achacaban cosas que no eran ciertas.

Por otra parte, cuando el Señor Palatino de Rusia estuvo más seguro del firme y óptimo pensamiento del P. General, para establecer la tranquilidad en la Provincia, en el que siempre creyó y cree, respondió: “Entonces dé su acuerdo, pero esto no sucederá, a no ser que estos tres nombrados salgan del Reino”. Pareció bien al P. Ignacio de San Estanislao oponerse a la nueva iniciativa de las revueltas, y pidió al Secretario y al P. Miguel que sugirieran al P. General que los opositores tuvieran campo libre para recurrir, si no estaban contentos con su decisión paternal. Se les respondió que a nadie se le negaban las reclamaciones de sus derechos; pero que el P. General se maravillaba, porque, después de su filial sumisión a su voluntad y a sus mandatos, ahora, de nuevo, se inmiscuyeran tales cosas.

Durante la mañana el P. General escribió al Ilmo. Nuncio Apostólico Santa Cruz sobre la conversación de la víspera con el Secretario del Rey, preguntándole si, dados los deseos de Su Majestad de conocer de antemano las disposiciones sobre estas cosas, debería suspender la determinación hasta que el Rey hablara, o seguir adelante. Envió, para que le respondiera de viva voz, al P. Accorsi, teatino, huésped de su Señoría Ilma., quien refirió que el consejo del Ilmo. Nuncio era que no se hiciera nada abiertamente, para no suscitar nuevos problemas; que era dificilísimo que el secreto, aun el oculto en el pecho real, ante tantos acontecimientos, no saltara al conocimiento de las partes contendientes entre sí, como bien se lo probaba a Su Señoría Ilma. lo que le había dicho el Secretario Regio en la reunión de la víspera. El P. Accorsi añadió también algunas cosas acerca de la idea de arreglar la cosa, en nombre del Ilmo. Santa Cruz, que él se reservaba, pues tenía que considerarlas con mayor tranquilidad, esperando más tiempo el arreglo de las cosas, y que esperaba para ver cómo disponía las cosas el P. General.

Día 28 de enero de 1696. Como el P. General no se encontraba bien, ordenó a su Secretario ir a ver al Nuncio, para que le expusiera las dificultades que había percibido en el P. Accorsi. Estuvo forcejeando mucho con su Señoría Ilma. Después de despejar otras, aún se aferraba a dos, que el P. General con el Secretario procuraron quitarle también de la cabeza

Pero puesto que, como se supo después, por la tarde bien a su casa, o a la del Auditor, D. Francisco Bentini, había ido alguno de los nombrados, y consiguió que el Ilmo. Nuncio Apostólico renunciara, casi completamente, a la aprobación de la idea anteriormente aprobada. Así que, durante casi dos horas, habló de nuevo con él, quien cada vez encontraba más dificultades. Por eso se retrasó la publicación del decreto ya formalizado.

Día 29 de enero de 1696. Hubo aún muchas conversaciones en relación con las dificultades del día anterior del Ilmo. Nuncio. Como la parte oponente urgía, sobre todo, a que se decretara algo sobre las controversias para tranquilidad de todos y para conseguir la calma de la larga tempestad, el P. General intervino con amables palabras, diciendo que a causa de su salud lo retrasaba (se ocultaban las dificultades del Ilmo. Nuncio), pero que al día siguiente lo haría, mientras no surgieran cosas nuevas que hubiera que conciliar.

Y como se veía claro que la paz de la Provincia estaba en manos de los tres nombrados, el P. General tuvo con ellos un largo coloquio secreto, para explorar sus intenciones, y ver si estaban dispuestos, sobre todo, a aceptar sus paternas decisiones, tal como habían prometido, al firmar la sumisión de sus voluntades y razones. Se dio cuenta de que los Padres Francisco de Jesús María y Benito de Santa Catalina seguían constantes en su indiferencia religiosa, no así en cambio el P. Juan [Mudran] de Jesús María, nombrado Provincial, quien, finalmente, sin que el P. General hablara nada de su renuncia, le abrió su alma con estas palabras: “Yo no puedo renunciar nunca en conciencia, y ser depuesto por Su Paternidad, a no ser que tenga razones jurídicas para mi deposición”. A lo que el P. General respondió que él no lo había interrogado por eso, sino que había sido sólo para que, en medio de aquella tempestad, manifestara su parecer, para tomar alguna determinación. A lo que, con unas palabras muy inoportunas, respondió que lo que había que castigar con penas era la audacia de los opositores, para que tales ejemplos no se introdujeran furtivamente entre los venideros, lo que supondría la ruina de la Orden. A estas pocas palabras el P. General respondió, diciendo que los tumultos hay que suavizarlos con clemencia, y no quería emplear la violencia; pues si procediera según los preceptos formales de la obediencia, o mediante censuras, dañaría su autoridad, o las conciencias de ellos.

Cuando habían terminado la sesión, llegó el P. Samuel con el P. Miguel, diciendo que hacía poco habían oído que algunos, no sólo estaban dispuestos a rechazar cualesquiera preceptos y censuras, sino que andaban diciendo, incluso, que llegarían hasta el final, antes de ser obligados a aguantar al Provincial y al Rector nombrados.

Día 30 de enero de 1696. Se envió de nuevo una carta a Lubieszow, a la Comunidad de la nueva fundación Dolskiana, por la cual, de momento, se nombraba Superior de ella al P. Gabriel [Kancinski] de San José, con una exhortación paterna. Se ordenaba que fuera con él mismo, de Comunidad, el P. Gaspar [Pasternacki] de San Andrés, sacerdote, destinado a enseñar allí la Música, y nombrado Prefecto y Maestro, por la Excma. Fundadora de la institución. Se dio al P. Francisco [Chaligowski] de Jesús María una carta de recomendación ente los Superiores, a fin de que fuera admitido en cualquier lugar, con los privilegios de los más ancianos, según lo prescrito en nuestras Constituciones, y la facultad de salir de casa sin Compañero, para poder obtener algún dinero para sus necesidades. Al P. Rector saliente de Lubieszow se le entregó una carta para el P. Rector de Dabrowica, P. Casimiro[Strazla] de San Francisco, en relación con la noticia llegada de Lubieszow de que el H. Efrén de San Casimiro, Operario profeso, de unos cincuenta años, había huido de Lubieszow, el mes de septiembre último, al ser mandado a Pniewao (a tres leguas de distancia de la aldea de Lubieszow) a comprar cosas para la casa, llevando con él el caballo y el carro, y no se había vuelto a tener ninguna noticia de él. A eso del mediodía, el P. General fue con el Ilmo. Nuncio, a tratar sobre la forma de arreglar las cosas al presente. De ello trató igualmente con el Sr. Francisco Bentini, Auditor del mismo, y juez de la Curia de la Nunciatura Apostólica. Se convino en que apenas se podía actuar de otra manera, dada la gravedad de las cosas y de las circunstancias, recalcándolas como válidas. Por eso, se le encomendó al Secretario que redactara un decreto en forma. Éste ya se iba a publicar, pero, al saber que la Provincia de Polonia tiene la costumbre de anunciar las publicaciones en el examen de conciencia de la mañana, después de consultarlo con el P. Miguel de la Visitación, se retrasó a esa misma hora del día siguiente.

Día 31 de enero de 1696. Surgieron nuevas revueltas, suscitadas la noche pasada, a causa de la publicación del decreto. Se sobresaltaron las partes, sospechosas, temiendo que el decreto tuviera alguna imposición. Por eso, el P. Ignacio [Zawadzki] de San Estanislao, sobre todo, había elevado un recurso al Secretario, en nombre de los oponentes, para que pidiera al P. General se abstuviera de la publicación del decreto, afirmando que él y sus compañeros ya habían cedido (¡cuánta desconfianza e inconstancia en los hombres!) en las manos paternas, con la renuncia filial de su razones y voluntades. El Secretario respondió que él no quería de ninguna manera decírselo al P. General, no fuera que, enfadado de nuevo, se convirtiera de padre en juez. Se consultó después sobre esto con el P. Miguel, quien me afirmó que con estos individuos volubles y llenos de sospechas, nada se podría hacer; dijo que sus ánimos estaban tan exacerbados que andaban diciendo que no les preocupaban ni los preceptos formales, ni los rayos de las censuras. Lo mismo aseguró el P. Samuel de Santa Ana.

A eso de la hora de comer, los delegados en nombre de la Comunidad ante el P. General, es decir, los Padres Ignacio [Zawadzki] de San Estanislao y Domingo [Zawadski] de Santo Tomás de Aquino, Rector nombrado de Gora, hermanos carnales, suplicaron al P. General que no se publicara el decreto. Por lo que dijeron, el P. General tuvo claro que las nuevas dificultades consistían en que ninguno de los nombrados tenía lugar en la Provincia, lo que el P. General reprochó con paterna y piadosísima respuesta; y determinó que actuaran con caridad, depusieran los fantasmas de las cosas, y se dejaran guiar con fidelidad. Pidieron aún que retrasara el decreto al menos hasta las vísperas, lo que el P. General les concedió, buscando vencer con el bien el mal. Ya de noche, el P. Ignacio volvió donde el P. General; le prometió la debida sumisión, suya y de los demás opositores, y le pidió que perdonara a cada uno, pues rechazaban filialmente las cosas pasadas.

A partir de este momento, expidió patentes para el P. Juan [Mudran] de Jesús María, nombrado Provincial de Polonia, y Visitador y Comisario General para Hungría, y para el P. Benito [Scholtz] de Santa Catalina Virgen y Mártir, nombrado Rector de Varsovia, y Viceprovincial de Lituania (esta Viceprovincia es erigida por decreto, como se dirá más abajo), tal como sigue:

“Juan Francisco de San Pedro, Prepósito General de los CC. RR. PP. De la Madre de Dios de las Escuelas Pías, Comisario y Delegado de la Sede apostólica.
A ti, P. Juan de Jesús María, Prepósito Provincial de Polonia, salud en el Señor, etc.
Después de salir de Roma a visitar nuestras Provincias Ultramontanas, y habiéndonos dado cuenta de nuestra debilidad en medio de tantos caminos, y cosas que se deben hacer, incapaz de tanta celeridad, y llamándonos los asuntos de nuestro gobierno universal en nuestra residencia en Roma; y, por otra parte, habiendo visto en ti experiencia en las cosas nuestras y de las reglas, y celo en promover la santa observancia, confiados, sobre todo, mucho en Dios,
A ti, P. Juan de Jesús María, Prepósito Provincial de nuestra Provincia de Polonia, te nombramos y delegamos como Visitador y Comisario nuestro para visitar nuestras Casas de Hungría, con todas las facultades necesarias y oportunas, según nuestras Constituciones y Capítulos Generales; con libertad de poder elegir para ti el Secretario que consideres más oportuno.
Igualmente te mandamos que aceptes humildemente, en el Señor, este cargo, y lo cumplas con la diligencia que puedas. Además, en virtud de Santa Obediencia, ordenamos a los nuestros, que viven en Hungría, que te reciban como Visitador nuestro y Comisario General, y, cumpliendo tus saludables mandatos para mayor aumento de la observancia religiosa, te obedezcan y te sigan a ti igual que a Nos.
Dado en Varsovia, a 28 de enero de 1696.
Juan Francisco de San Pedro, etc.”.
“Juan Francisco, etc., como arriba.
A ti, Benito de Santa Catalina, Virgen y Mártir, Ex Rector de Varsovia, salud en el Señor, que es etc.
Como es obligación nuestra proveer a nuestro Instituto distante, en las regiones más remotas, por la gracia de Dios, y a las Provincias, a las que nuestras casas en ellas existentes están anexas, y poner al frente de ellas oportunos Superiores, para consuelo y gobierno de los Religiosos que trabajan en ellas, para servicio de Dios y del Prójimo, por eso,
A ti, P. Benito de Sana Catalina, Virgen y Mártir, Ex Rector de Varsovia, te nombramos, y, nombrado, te confirmamos Viceprovincial de nuestra Provincia de Lituania, por Nos recientemente erigida (ver el decreto en la pág. 199), unida a la Provincia de Polonia, como la de Hungría lo está con la de Germania, con las mismas facultades y privilegios que el Viceprovincial de Hungría. Y te mandamos que, en virtud de santa obediencia, recibas este cargo, y lo ejerzas con el debido celo por la observancia religiosa, y con la constancia que puedas; y a los Rectores y Comunidades que en ella viven, que te obedezcan y sigan como a Viceprovincial, con la misma virtud de santa obediencia.
Dado en Varsovia, a 30 de enero de 1696.
Juan Francisco, etc.”.

Expedidas, pues, las patentes, el P. Miguel y el Secretario comunicaron, a una y otra de las partes de la controversia, que en la oración de la noche se publicaría el decreto sobre los últimos nombramientos opugnados.

Terminada, pues, la oración de la tarde, el P. General comenzó una breve exhortación sobre la caridad religiosa y la concordia (porque, como se encontraba demasiado débil por las indisposiciones, no pudo pronunciar un largo discurso). Y allí mismo, por orden del P. General, y por medio del Secretario, en presencia del P. General y de toda la Comunidad de Varsovia, se publicó el decreto, arriba anexo, en la pág. 196 de este libro.

Inmediatamente, el P. General entregó al P. Provincial los sellos de la Provincia con las patentes de Comisario y Visitador General para Hungría; y al P. Viceprovincial, patentes del Viceprovincialato de Lituania. Después el P. General entonó el Te Deum laudamus; y, dando gracias a Dios, como de costumbre, todos los Padres y Hermanos felicitaron a nuestro P. Juan [Mudran] de Jesús María, Provincial, y al P. Benito [Scholtz] de Santa Catalina, Virgen y Mártir, Viceprovincial de Lituania.

En la cena, el P. Provincial ocupó su lugar inmediatamente después del P. General, quien dispensó el silencio, debido a la alegría, y hubo brindis variados en honor de los instalados; y, precediendo a la cena, aplausos de congratulación entre las partes, hasta hacía poco contrapuestas. A partir de aquí, cambió la faz de nuestra Comunidad de Varsovia, antes triste, ahora alegre. A partir de aquí, compañerismo y conversación entre dichas partes, y mucha afabilidad.

“Juan Francisco de San Pedro, Prepósito General de los CC. RR. PP. De la Madre de Dios de las Escuelas Pías, Comisario y Delegado de la Sede Apostólica.
Ningún sabio ignora que la vida del hombre, sobre todo Religioso, sobre la tierra, es un combate. A veces hay que luchar con los enemigos visiblemente; pero, invisiblemente, de continuo, para alcanzar, finalmente, la paz de la Jerusalén celestial.
Nos atormentamos por estas luchas, unas veces por las provocaciones de los ambiciones de bienes terrenales, otras por la agitación de las pasiones ingénitas, por las astucias de los enemigos infernales, o por las insidias de los hombres, que se atormentan entre sí.
Pero, como siempre ocurre, entre las guerras de los mortales se entremezclan convulsiones justas. Así sucede con frecuencia que los inocentes son artífices de concordancia entre las partes, dispuestas a la guerra y aferradas a la defensa de sus derechos.
Discreparon entre ellos, por no contar otros muchos casos, hasta hermanos gemelos, lumbreras brillantísimas del antiguo Testamento, Abraham y Lot (Gen. C. 13). Dijo Abraham a Lot: ‘Por favor te pido, no haya pleitos entre tú y yo, entre mis pastores y los tuyos, que somos hermanos. Delante de di tienes la tierra entera, aléjate de mí, por favor; si te vas a la izquierda, yo tomaré la derecha; si eliges la derecha, yo iré a la izquierda’. Lo mismo les aconteció a los próceres del bíblicos Pablo y Bernabé (Hech. c. 15). Tuvieron una disensión tan grande, que se separaros uno de otro. De ellos dice Ambrosio (Lib. I Off. c. 21): “Me parece discreta la separación de Pablo y de Bernabé; porque dijeron entre sí: ´Como yo no quiero ni tú quieres, no luchemos, distribuyamos las Provincias´, y así lo hicieron, cediendo cada uno mucho de su parte. Y un poco más adelante, recordando los desencuentros del Patriarca Jacob con Esaú, su hermano, dice: ‘Jacob cedió ante Esaú, su hermano, indignado, y ante Rebeca’. Esto es, aleccionado por un consejo de paciencia, prefirió peregrinar a excitar la indignación del hermano, y volver sólo cuando pensó que el hermano se había tranquilizado.
A veces, los inocentes son causa de las discusiones; sin ellas apenas habría enseñanza en las escuelas, equidad en el foro, ni los reinos serían estables en todo; incluso la misma verdad, que es única, sin discusiones difícilmente se encontraría en el mundo. ¿Quién ignora que entre los Santísimos Doctores de la Iglesia hubo luchas por la diversidad de opiniones? Testigos de ello son Crisóstomo con Epifanio; testigos, Jerónimo con Agustín. ¿Para qué más? Testigos, los Apóstoles, luchando a veces entre ellos, incluso entando bajo la disciplina de Cristo, y ante los ojos del mismo Cristo. Pero no por eso él excluyó su santidad y su buen nombre; no por eso fueron borrados del la lista de los Apóstoles.
Así que no hay por qué extrañarse de que en el campo de la milicia Regular ocurra también alguna disensión de estas, a causa de la disparidad de pensamientos; y, lo más frecuente, por la múltiple ambigüedad de equívocos en las formas de pensamiento.
Así pues, séanos lícito, brevísimamente, dirimir las infundadas ocasiones de discordias, para que Dios esté en paz con nosotros; y, aspirando siempre a cosas mayores, con la ayuda de Dios, y el apoyo de nuestra Madre de Dios, y, teniendo favorables los clementísimos y benéficos patrocinios de sus Serenísimas Majestades Juan III, tres veces invicto, y de María Casimira, Reyes de Polonia, de sus Hijos Príncipes, de los Senadores, Magnates, y de toda la Santísima República, promotores de muchas fundaciones de nuestro humildísimo instituto, que hasta aquí viene sufriendo desde algunos meses a causa de las dificultades surgidas de las nuevas leyes y de algunas otras cosas, sirviéndonos de los consejos de Gregorio Magno (homilía 38 sobre los Evangelios), es preferible suscribir filialmente nuestra sentencia, que luchar entre nosotros. Y, escuchando los oráculos de San Agustín (epístola 83), actuar de tal manera, que, entre nosotros, no existan violencias; y, si han surgido, sean reprimidas con una paz inmediata.
Los Padres que antes se destruían, concordes ahora con una misma voluntad, y aunando las fuerzas en la misma caridad, sometiéndose ambas partes religiosísimamente a nuestro arbitrio, y perdonando mutuamente, por amor de Jesucristo Crucificado, cuanto se dijo de palabra o circuló por escrito, basado solamente en equívocos intelectuales, y ahora, irrumpiendo en un eterno abrazo de religiosa amistad y cortesía, nos han suplicado filialmente, que actuando paternalmente, interpongamos la suprema mano, para solucionar esta controversia.
En efecto, nos han presentado, sobre esta controversia, un recurso de paterna provisión, por medio de algunos Rectores de esta misma Provincia y por otros, y han entregado, mediante las partes que viven en nuestra Casa de Varsovia, que antes luchaban entre sí, y ahora desean la concordia, un simple libelo del siguiente tenor:
‘Nosotros, infrascritos, sacerdotes profesos de la Escuela Pías, hijos, en el Señor, de Su Rvma. Paternidad, que hemos puesto dificultades a los últimos nombramientos de los Superiores en la Provincia de Polonia; y nosotros, igualmente, por otra parte, defendiendo la validez de los mismos nombramientos, y deseosos, sobre todo entre nosotros, de la mutua caridad fraterna y el bien de la Orden, entregando, espontánea y libremente, todas nuestras voluntades y razones en manos de Su Paternidad Rvma., que entre nosotros está en esta Visita General y Apostólica, humildemente le suplicamos, para tranquilidad de la Comunidad, que arregle, según su arbitrio paterno, y con su autoridad Generalicia y Apostólica, la discrepancia de nuestros pareceres, para mayor gloria de Dios y edificación del prójimo, prometiendo, bajo palabra sacerdotal, que, como hijos en Cristo, nos sometemos a su paterna deliberación, por el bien de la paz.
Varsovia, a 25 de enero de 1696.
Benito [Tanni] de San José, Rector, de propia mano; Pedro de la Asunción, Vicerrector, de propia mano; P. Ignacio [Zawadzki] de San Estanislao, de propia mano; Domingo [Zawadski] de Santo Tomás de Aquino, de propia mano; Wenceslao [Zawadz] de San Francisco, de propia mano; Jorge [Gorski] de la Concepción, de propia mano; Samuel [Nagorski] de Santa Ana, de propia mano; Pablo de San Pedro, de propia mano; Miguel de San Antonio, de propia mano; Carlos Tito [Borattini] de la Concepción, de propia mano; Estanislao [Kulinowski] de San Sebastián, de propia mano; Cipriano de San Lorenzo, de propia mano; Vicente de Cristo, de propia mano.
Yo, Juan [Mudran] de Jesús María, nombrado Provincial, los suscribo de propia mano, como acto de filial obediencia,
Yo, Francisco [Chaligowski] de Jesús María, lo suscribo, como acto de filial obediencia, de propia mano,
Yo, Benito [Scholtz] de Santa Catalina Virgen y Mártir, Rector nombrado de Varsovia, por acto de filial obediencia, lo firmo de propia mano’.
Por lo tanto, consideradas seriamente, incluso con los consejos de nuestros peritos, las dificultades generadas por ambas partes, sobre todos las originadas contra los nombramientos de los Superiores de la misma Provincia, a Nos presentadas filialmente de viva voz y por escrito, y examinadas con sosegada consideración las defensas de cada parte implicada en el litigio, y consideradas todas las demás cosas dignas de consideración, teniendo solamente a Dios ante la vista, y mirando atenta y humildemente su justicia con rostro de esperanza la Visita de la Provincia de Polonia, y de manera especial nuestro Real Colegio de Varsovia,
Ordenamos y prescribimos, mediante precepto formal y en virtud de santa obediencia, a todos y a cada uno de nuestros Religiosos, y a todos aconsejamos, que no contradigan esta nuestra deliberación, mandato, y provisión, ni atenten contra ella, impidiéndola directa o indirectamente.
Y que las excusas propuestas para anular dichos nombramientos no tienen ningún valor, sino que son y han sido meras y equívocas elucubraciones de palabras y cosas, sobre todo en razón de las leyes actuales, nunca hasta ahora redactadas en la práctica.
Por lo tanto a dichas controversias le ponemos perpetuo silencio, en virtud de la misma santa obediencia; y ordenamos que, en virtud del mismo precepto formal y de nuestra autoridad, nos sean entregados todos los documentos sobre ellas, tanto privados como públicos, bien sean originales o transcritos, dentro de tres días a partir de la presente publicación, y no sólo por ambas partes, sino por cualesquiera otros que los posean, para que sean quemados.
Finalmente, dictaminamos que el P. Juan [Mudran] de Jesús María, ha sido debidamente nombrado y confirmado Provincial de Polonia el mes de abril de 1695, y que sea publicado en Cracovia, para toda esta nuestra Provincia de las Escuelas Pías. Y que han sido canónicamente nombrados, el P. Benito de Santa Catalina Virgen y Mártir, para Rector de Varsovia, y el P. Francisco [Haligowski] de Jesús María, también legítimamente nombrado y confirmado como Asistente del mismo Provincial. No obstante cualesquiera alegaciones en contrario, con nuestra autoridad Generalicia, e incluso Apostólica, los confirmamos, y, confirmados, los constituimos en pacífica posesión, según las disposiciones de los sagrados Cánones, y, respectivamente, los instalamos. Y, en cuanto sea necesario, de nuevo los nombramos y confirmamos con los votos de todos nuestros Padres Asistentes, confiados a nuestro arbitrio y conciencia. Y así nombrados, constituidos e instalados, ordenamos que sean reconocidos como tales por todos, respectivamente, bajo el mismo precepto formal, y bajo las penas que Nos podamos imponer, según nuestro arbitrio. Un precepto que extendemos, no sólo a cada persona, sino también a cada Casa, para que nadie se atreva, directa o indirectamente, a oponerse; ni a inducir o solicitar que alguien se oponga, no de viva voz, ni por escrito.
Exhortamos, pues, en el Señor, a todos y a cada uno de nuestros Religiosos de la misma Provincia, para que, recordando la obediencia prometida, y la caridad fraterna ante Dios, en todo sean tenaces, y se entreguen con ánimo asiduo, a aquello que la Sabiduría increada dice de los que presiden: ‘Quien os oye, me oye a mí; quien os rechaza, me rechaza a mí’. Y sean asiduos en aquello que dicen nuestras Constituciones: ‘No importa a quiénes se obedece, sino a causa de quién se obedece, y este es Jesucristo’.
Y como, inesperadamente, nuestra misión en nuestra Visita se prolonga, en razón de todo lo que hay que hacer, teniendo en cuenta sobre todo la lejanía de las Provincias y la debilidad de nuestras fuerzas y salud; teniendo ante nuestros ojos la residencia romana de todo nuestro gobierno, adonde nos solicitan volver continuamente, y teniendo en cuenta el celo reconocido y comprobado del susodicho P. Juan [Mudran] de Jesús María, Provincial de nuestra Provincia de Polonia, lo asumimos a él como coadjutor nuestro, para iniciar las visitas que, para mayor gloria de Dios, Nos tendríamos que realizar. Por eso, lo nombramos para que haga, en nombre nuestro, nuestra visita de nuestras Casas del Reino de Hungría; y lo nombramos y ordenamos también, ejercitando nuestra autoridad Generalicia, como socio nuestro para visitar las restantes casas de Austria, Bohemia y Moravia, y de toda Germania.
Viendo, además, que nuestras Casas de Lituania sufren, a causa de la distancia de los lugares y falta de correspondencia frecuente, y, por tanto, tienen mayor necesidad de vigilancia del Superior más próximo, las erigimos en Viceprovincia anexa a la Provincia de Polonia, de la misma manera a como están unidas las Casas de Hungría a la de Germania. Y erigimos, promovemos y confirmamos al P. Benito de Santa Catalina Virgen y Mártir, trasladándole del Rectorado de Varsovia, a Viceprovincial de Lituania. Y la Casa de Varsovia, por el momento, y hasta que determinemos otra cosa, la dirigirá el P. Benito de San José como su Rector, hasta que se provea otra cosa.
Suplicamos de nuevo, finalmente, a todos y a cada uno, por las entrañas de Jesucristo, que se amen mutuamente, hagan, digan, mediten y decidan, solamente lo que es propio de la paz y de la caridad.
Dado en Varsovia, en nuestra Casa de las Escuelas Pías, el día 30 de enero de 1696.
Juan Francisco de San Pedro, Prepósito General,
Comisario y Delegado de la Sede Apostólica.
Fue leído y publicado ante nuestra Comunidad de Varsovia después de la oración de la tarde del día 31 de enero de 1696.
Registrado en el Libro de Visitas, folio 196, por detrás.
Antonio de San José, Secretario”.

Notas