DelMonteVisitaGeneral/1696-10

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[1696, Octubre]

Día 1 de octubre de 1696. En el camino. Contratamos un coche hasta Roma para el P. General y para mí, Secretario, y un caballo hasta Perugia para el H. Francisco María el compañero; y acompañando al P. General el P. Rector de Castiglion y el susodicho P. Andrés, en otro coche, hasta Perugia, después de celebrar las Misas con tiempo, salimos de Castiglion Fiorentino. A la hora de comer llegamos a Torricella, y luego continuamos a Perugia, donde pernoctamos.

Día 2 de octubre de 1696. En el camino. Sin tomar nada, y después de despedir a los Padres Rector de Castiglion y Andrés, el P. General y yo, Secretario, en un coche, y el H. Francisco María, a caballo, fuimos hasta Narni. Veneramos a Santa María de los Ángeles al pasar, a una milla de Asís aproximadamente, y llegamos a la ciudad de Foligno, hacia las 22 horas. Allí, el P. General y yo visitamos la iglesia, en cuya pared izquierda de la entrada hay un insigne epitafio sobre un Siervo de Dios, que fue uno de los nuestros. En un hospital contiguo a la iglesia, el P. General consoló a varios pobres enfermos de distintas enfermedades, y después fuimos a un albergue, llamado de las Postas, donde pernoctamos.

Día 3 de octubre de 1696. En el camino. Muy de mañana, salimos de Foligno hacia Spoleto, adonde llegamos a la hora de comer. Desde allí seguimos hasta Interamna. Pero como el cochero no quería llevarnos hasta Narni, el P. General, en otro sitio, no en la posta, buscó un coche para él y para mí; y dejando al H. Francisco María, llegamos a Narni, donde fuimos recibidos con toda cordialidad.

Día 4 de octubre de 1696. En el camino. El P. General visitó al Ilmo. Señor Hermano gemelo del Emmo. Sacripanti; y, luego, nuestro Hospicio, construido por el mismo Eminentísimo, a imitación de nuestro Hospicio “Ad Ripam”, en Roma. Fueron muchos a visitarlo; sobre todo, el Emmo. Sacripanti. Y, como ya había llegado a Narni de mañana el coche con el Hermano Francisco María, el compañero, después de comer salimos de Narni; con el compañero a caballo, y, ya de noche, hacia la una, llegamos a Civittà Castellana.

Día 5 de octubre de 1696. En el camino. El Acompañante, H. Francisco María [Gambini], salió delante de nosotros, para llegar antes a Roma, y anunciar la próxima llegada del P. General. Nosotros salimos un poco después, y, en medio de la lluvia, llegamos a Campagnano, a dos postas de Roma, desde donde continuamos, hasta que el P. Procurador General salió a nuestro encuentro, en el coche sexyugo del Embajador Imperial, y nos encontró. Siguiendo más adelante, vimos que se acercaban los Padres Asistentes a excepción del más anciano, y saltamos del coche. Tras los grandes parabienes, seguimos adelante, como antes; pero los Padres Asistentes, y el P. Rector del Colegio Nazareno, en coche distinto, nos siguieron. Y como también algunos de los nuestros habían ido a San Pantaleón, toda aquella familia salió a la puerta a recibirlo entre aclamaciones.

Visitamos el Santísimo Sacramento (asistió también el P. Jacinto, Asistente General) y dimos gracias a Dios Todopoderoso, dador de todos los bienes, para que, igual que nos había guiado más allá de las montañas, y benignamente nos había devuelto a nuestra casa, así también se dignara conducirnos del destierro de este mundo a la verdadera y eterna patria del cielo, donde, loando siempre su bondad junto a los Espíritus Bienaventurados, podamos gozar su clementísima misericordia por toda la eternidad.

Día 6 de octubre de 1696. En Roma. Por la mañana, el P. General fue conmigo en el coche a saludar al Emmo. Protector nuestro, el Cardenal Carpinei. Después de comer, fue a besar los pies de nuestro Santísimo Señor, el Papa Inocencio XII, quien, entre otras cosas, alabó al P. General, por lo bien que lo había hecho en Polonia, sacando adelante al P. Provincial elegido, a pesar de ser rechazado por los mismos polacos, y reduciendo a éstos a la obediencia. Llegó luego el Emmo. Spada, después de dos avisos, pues Su Santidad quería hablar ampliamente sobre las cosas ultramontanas, y el P. General fue despedido, diciéndole que volviera. Se alegró mucho, sobre todo porque los nuestros de Hungría tienen en las escuelas a los herejes, y les van imbuyendo suavemente la fe católica. Su Santidad recomendó también al P. General que tuviera cuidado con el clima romano, porque había llegado demasiado pronto, aunque lo hubiera hecho con el consejo de médico de Narni.

Omitimos las demás visitas a todos los Emmos. Señores Cardenales, y de muchos Prelados, Generales, Magnates, Señores, etc., para descansar, finalmente de esta obra.

No obstante, para facilitar la praxis de las visitas del P. General, se añade el “Ritus Visitationum Patris Jo. Francisci a S. Petro Cl. Reg. Paup. Matris Dei Scholarum Piarum Praepositus Generalis”:

1.Antes de ir a visitar una casa, anunciaba con tiempo el día y la hora de su llegada, si podía hacerlo, para que le esperaran sin pompa.
2.Recibido como de costumbre, etc., solía responder breve y oportunamente, según el tiempo, y el tema del discursito de acogida.
3.Después de adorar, cuanto antes, el Santísimo Sacramento, recitaba la oración “por los que retornan”, y mandaba fijar en la puerta la notificación de la hora en que empezaría la visita, cuyo comienzo iba precedido de una exhortación espiritual, que facilitara el éxito fructuoso de la visita, siempre de forma paternal.
4.Empezaba la visita por la Iglesia. El resto de la visita local y la revisión de los libros de la Iglesia y de la Economía, se la encomendaba a dos personas de confianza, por ejemplo, al P. Provincial y al Secretario General, para que ellos informaran de los fallos.
5.Mientras tanto, el P. General se dedicaba a la visita personal. Terminada la cual:
6.De las Actas de la visita personal sacaba los defectos comunes y particulares; los corregía privadamente, en la habitación, y los decía públicamente en el Oratorio, cuando el Capítulo de culpas, que preparaba con una exhortación seria, distinta de la conferencia dominical o dominicales.
7.De la visita personal, sacaba las Ordenanzas; y, para guardar la uniformidad en los cambios de las comunidades, daba las mismas órdenes a todas las casas de la Provincia, si visitaba más de una.
8.En el Noviciado, como en el Juniorato, a todos les exigía la misma forma de dar cuanta de conciencia. Los defectos de los novicios y las ordenanzas para educarlos, los anotaba en un libro secreto.
9.En cualquier parte que estuvieran nuestros juniores, le gustaba conocer sus talentos y su aplicación.
10.Al final de la visita, solía delegar su facultad de la acostumbrada absolución a los confesores de los nuestros, en el foro de la conciencia, durante algunos días.

Notas