Demarcación Cataluña

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San Antonio abad aconseja a un joven. San Antonio, abad, y San Pablo, ermitaño. Copia del original. Huguet, siglo XV. Ambas tablas en el colegio de San Antón-Barcelona
Demarcación Cataluña
Oratorio de la comunidad de Sarriá en Barcelona diseñado por Francisco Borrachína, escolapio
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Este texto es el original publicado en su día en el DENES. No se ha hecho sobre él ninguna rectificación. Su contenido, pues, puede no reflejar la realidad actual

Ver Presencias (70) / Religiosos (228) / Cartas de hermandad

Datos

Viceprovincia independiente (1742-1751
Provincia escolapia (1751- )

Fundación e implantación.

Los escolapios de Cataluña gozaron en la práctica de una cierta autonomía en los primeros decenios del siglo XVIII; pero ésta tuvo carácter jurídico a partir de 1742, cuando se erige la Viceprovincia canónica independiente. Las casas de la extinguida Provincia de España (1731-1742) se dividen para la creada en aquel momento, Provincia de Aragón, y para la Viceprovincia de Cataluña; y estando en Cataluña el núcleo originario de las Escuelas Pías en España, habría de figurar más tarde en el lugar primero del orden de las Provincias españolas. El pleno reconocimiento, esto es, el título de Provincia lo recibiría en 1751.

En sus orígenes comprendió las casas de Moyá (1683), Oliana (1690), Balaguer (1700), Puigcerdá (1728), Igualada (1732) y Mataré (1737), habiendo teniendo una breve estancia en Castellbó (1709-1718, aunque propiamente de la Provincia de España) y fracasando el intento de Lérida, donde se había iniciado la labor docente (1744-1746). Estos colegios atendían no sólo a la población escolar de la localidad, sino también de la comarca, gracias a su internado o seminario. Así su área de influencia comprendía una amplia franja central del territorio catalán, con intentos a mediados del siglo XVIII, de ampliarla hacia el noreste (intentos fundacionales en Olot y La Bisbal) o hacia el sur (Reus, Valls y Cambrils) y deseando repetidamente la fundación en la capital del Principado. Sólo pudo conseguirse en Solsona (1757), fracasando el resto fundamentalmente por la extrema dificultad de obtener el permiso real para el establecimiento de nuevas casas de regulares. Se enseñaba desde los rudimentos de la lectura hasta el latín y la retórica, además del arte de la aritmética; los alumnos estaban distribuidos en aulas graduadas, cuyo número era fijado en las bases fundacionales del colegio. En algunos se impartía filosofía y teología. Especial importancia tenía la enseñanza de la doctrina cristiana y las prácticas de piedad.

Alrededor del año 1760 fue adquiriendo importancia la generación de escolapios incorporados a la Institución a partir de las fundaciones efectuadas treinta años antes, en núcleos urbanos de importancia comercial e industrial; y estaban próximos a las corrientes de pensamiento y necesidades originadas en las transformaciones económicas de la sociedad catalana del siglo XVIII. Esto será fuente de conflictos internos, alguno de ellos grave, que, no obstante, darían paso a una larga etapa de renovación y de mejora en la calidad pedagógica y de sus establecimientos: renovación de los edificios escolares, edición de textos propios (a partir de 1772), intensificación del tradicional carácter práctico de la enseñanza de los escolapios catalanes, y especial atención a la aritmética comercial; si bien respetaron el propósito general de la enseñanza secundaria: basarse en la retórica y la poética (en este sentido destacan los PP. Bages y Francisco Ferrer). También generalizaron las academias o exámenes públicos; redactaron un método uniforme (1797), que completara el que en 1780 había publicado el P. Felipe Scío para Castilla; se intensificó, por razones prácticas, el uso de la lengua castellana en la escuela, a fin de facilitar su aprendizaje entre el alumnado que no la hablaba.

A finales del siglo XVIII fracasan nuevos intentos de fundación. Ello es debido a la persistencia de la negativa a conceder el permiso regio, y a la guerra del francés (1808- 1814), durante la cual la mayor parte de los colegios deben cerrar, como ya anteriormente lo había hecho el de Puigcerdá con motivo de la guerra de 1793. Sólo con el retorno de Fernando VII y el clima favorable a las instituciones eclesiásticas, serán posibles las fundaciones de Barcelona (1815), Sabadell (1818) y Calella (1819), a más de otros intentos hasta 1835.

Vitalidad educativa y pedagógica.

Superado el período bélico, establecidas las nuevas fundaciones y tomando la dirección de la Provincia los religiosos formados en el ambiente renovador del último tercio del siglo anterior, se entra en una nueva etapa de vitalidad pedagógica y cultural. Se gozaba, además, de una incipiente legislación escolar del Estado altamente considerada para con las Escuelas Pías; también fueron respetuosos con ella los hombres del trienio liberal (1820-1823), durante el cual, suspendidos de sus funciones los Superiores mayores, fue nombrado prefecto de estudios a nivel provincial el P. Antonio Ros, que exhortó a los religiosos escolapios a incorporarse a las nuevas inquietudes pedagógicas nacientes en el país. Jaime Vada, Jaime Arbós, Juan C. Junoy, Joaquín Tomás, Francisco Sola, Ramón Ribera y José Rius son, entre otros, nombres a retener de entre los escolapios de este período, truncado por la revolución de 1835 y la guerra civil, que ocasionó el cierre definitivo de los colegios de Oliana y de Solsona, y, temporalmente, de los de Moyá e Igualada.

A pesar de que la supresión de Órdenes religiosas de este período no afectó a los escolapios, no hubo entrada de nuevas vocaciones y la secularización fue numerosa, a lo que se añadió la dispersión de varios religiosos. Algunos pasaron a América, donde hicieron una aportación pedagógica importante: un grupo, entre los que se contaban los PP. Hermenegildo Coll de Valldemia y Peregrino Ferrer, fundó en Cuba el Liceo Calasancio de Puerto Príncipe (Camgüey); otro con Agustín Botey y Gaspar Comas., abrieron también un colegio docente en La Habana, como igualmente hicieron en Montevideo un tercer grupo de escolapios, entre los que estaba el P. Antonio Masramón. Todas estas expediciones tuvieron un carácter particular y, pasados los tiempos difíciles, retornaron a Cataluña ya para reintegrarse a la Orden, ya, secularizados, para continuar su dedicación pedagógica en escuelas privadas, a veces creadas por ellos mismos. Pocos años después, en 1857, volverían a Cuba los escolapios catalanes, entre ellos José Jofre, pero esta vez en misión institucional, iniciándose así la secular presencia escolapia en aquella isla, dependiendo luego de la Provincia de Cataluña.

Restablecidas las Escuelas Pías de España a la situación anterior a 1835, y encomendada su dirección al catalán P. Jacinto Feliu, poco a poco fue rehaciéndose la Provincia, debido a la influencia de nuevas vocaciones y a la situación de estabilidad en las relaciones entre Iglesia y Estado (Concordato de 1851). Además de abrirse de nuevo los colegios de Moyá (1853) y de Igualada (1858) y del ya mencionado en la isla de Cuba, se fundó en Olot (1858), Reus (1858) y en Tarrasa (1864). En Barcelona se había edificado (1846-1847) un nuevo seminario o internado, cuya dirección se confió a Casanovas, y que llegó a ser una prestigiosa institución.

A partir de 1844, algunos escolapios, entre ellos los PP. Jacinto Feliu y, de forma especial, Agustín Casanovas, ayudaron y orientaron la naciente obra de Paula Montal, dirigida a la educación de las jóvenes, a las que venían educando desde 1829, en que abrió un colegio en Figueras: de su actuación se deriva la vinculación de éstas con la obra calasancia, y el nombre de «escolapias» que tomaron para su Instituto religioso.

Los colegios se adaptaron, en sus planes de estudios, a la progresiva legislación que el Estado fue elaborando para la instrucción pública, y que culmina con la «Ley Moyano» (1857). Con esta adaptación fueron reconocidos como colegios docentes, si bien siendo calificados como «privados» en 1859, perdiendo el tradicional carácter de escuelas públicas.

A partir de la revolución de septiembre de 1868, las Juntas locales y los posteriores ayuntamientos nacidos de ellas, revisaron unilateralmente los acuerdos fundacionales de los respectivos colegios escolapios. De algunas localidades fueron expulsados (Tarrasa, 1868; Reus, 1870), y en otras privados de las dotaciones económicas municipales y desposeídos de los edificios que ocupaban (Olot, 1871; Sabadell, 1873;...). Estas situaciones llevaron a pensar que en adelante las nuevas fundaciones no deberían depender de los municipios, a procurarse nuevas fórmulas de financiación (como los «encomendados», sistema aprobado por el Capítulo provincial de 1872), y al cobro de una cuota a los alumnos pudientes (con autorización de la Santa Sede, concedida en 1873). Comenzó igualmente a sentirse la necesidad de que los escolapios obtuvieran títulos docentes oficiales, de los que hasta entonces podían prescindir.

Expansión geográfica y cultural.

Con la restauración (1875) se abrió un período de gran vitalidad, propiciada por el momento político y económico de Cataluña y por la progresiva aplicación de los nuevos planteamientos institucionalizados pocos años antes y ya mencionados. Por este motivo, no obstante, perdieron parte del carácter popular de que hasta entonces habían gozado los escolapios. Se emprendió una expansión por Cataluña e isla de Cuba, pasando de 11 colegios (9 en el Principado y 2 en Cuba) a 21 al término del siglo XIX (18 de ellos en Cataluña e isla de Mallorca). Dichas fundaciones fueron posibles, en parte, gracias a diversos legados testamentarios hechos por particulares a las Escuelas Pías. Algunos colegios se levantaron de nueva planta, de entre ellos destaca el de Sarria (Barcelona), en 1894, destinado exclusivamente a internado y orientado hacia la educación de la nueva burguesía catalana. Se crearon también? las «Academias calasancias», asociaciones de antiguos alumnos destinadas a prolongar la vinculación entre éstos y las Escuelas Pías, y que desarrollaron actividades de tipo cultural y asistencial. La más importante fue la de Barcelona, fundada por el P. Eduardo Llanas en 1888.

Hasta 1909 radicó, dicha Academia, en el colegio antoniano; después trasladó su sede al nuevo colegio de Nuestra Señora, primero en el Paseo de Gracia y poco después en la calle de Diputación. Su objetivo era formar jóvenes -preferentemente universitarios- en un espíritu cristiano, escolapio y diestros en el manejo de la pluma y en el uso de la palabra para que defendieran los principios cristianos. Había socios numerarios, supernumerarios y aspirantes, con una organización semejante a las academias. Se tenían sesiones ordinarias semanalmente y alguna extraordinaria y pública.

Publicó una revista con el título La Academia Calasancia. El primer número salió el 7-11-1891 y el n.° 830, último, apareció en febrero de 1931. En esta misma fecha debió cesar también la actividad de la entidad.

En 1947 se intentó revitalizar la Academia y en febrero salió nuevamente la revista como boletín de antiguos alumnos; en diciembre de 1948 vio la luz el número 17 y el último de esta segunda época.

Los académicos se sintieron siempre estrechamente vinculados a las Escuelas Pías, de las que se consideraban miembros seglares. Entre los socios fundadores se encuentran: Narciso Pía Deniel -primer presidente-, Ildefonso Sunyol Casanoves, Antonio Puig Cadafalch, Rafael Marsá Draper, Juan Burgada Julia, Jaime Trabal Martorell, Claudio Planas Font, Luis Masriera Roses, Arturo Masriera Colomer, Luis Cabor Negrevernis, etc. Quien durante muchos años presidió la Academia, sin haber sido alumno de los escolapios, y le dio un carácter culto fue Cosme Parpal Marqués (Mahón 1878 - Barcelona 1923).

En esta misma época se integraron los escolapios en el renacimiento cultural y literario de Cataluña, destacando los naturalistas PP. Francisco Clerch y Pío Galtés, los matemáticos PP. José Draper y Jaime Espasell, el compositor P. Pablo Gene, el educador Juan Ambrós, y, sobre todo, el polifacético P. Eduardo Llanas, publicista, divulgador científico, orador y polemista, académico de la de Buenas Letras, y una de las personalidades más destacadas de las Escuelas Pías y de la vida de la Iglesia del momento.

No faltaron intentos de dar respuesta a las más acuciantes necesidades de la problemática social derivada del desarrollo de la industrialización: clases gratuitas nocturnas para obreros, actividades culturales y educativas para sus hijos los días festivos, creación del «Centro Obrero Calasancio» en

Barcelona, etc., si bien con planteamientos poco profundos. La «semana trágica» (1909), en la que el colegio de San Antonio de Barcelona fue el primero en ser quemado, dificultó todavía más el entendimiento de los cambios operados en la sociedad. Pasadas estas jornadas, se abrieron nuevos colegios en Cataluña y Cuba, así como en Bélgica (Lovaina, 1908 y cerrado en 1914 debido a la primer guerra mundial) y en México (1913-1935).

Los escolapios participaron activamente en la renovación pedagógica que vivió Cataluña durante el primer tercio de este siglo, si bien esta sensibilidad no tuvo efecto en todos los colegios. La tradición de la enseñanza comercial se vio impulsada con la creación por los PP. Tomás Garí-Motllor y Pantaleón Galdeano, de diversas iniciativas didácticas, la mayoría iniciadas en Sarria, y extendidas después a otros colegios de Cataluña y de España: los escritores comerciales (1903), los museos comerciales (1906), la moneda escolar (1907), o los cursos de extensión universitaria (hacia 1911) que, asumidos por la Cámara de Comercio, dieron lugar a la Escuela de Altos Estudios Comerciales.

Las asociaciones menores, creadas en Barcelona por el P. Jaime Cátala (1903) y presentes en la mayoría de los otros colegios fueron, además de escuela de piedad, organismos de educación cívica y participativa de los alumnos, con una fuerte catalanidad, y que tenían por órgano la revista «Ave María» (1906-1933).

Se incorporó a la enseñanza la práctica de la educación física y del deporte (Eusebio Millán introdujo en 1922 el baloncesto, por primera vez, en la Península), las visitas a centros de interés y las excursiones, así como las colonias escolares.

En 1911 tuvo lugar una asamblea pedagógica de la Provincia de Cataluña, celebrándose después diversos cursos de perfeccionamiento para los escolapios, el más importante de los cuales fue el de 1921. Mención especial merece el P. Juan Profitós, alma de muchas iniciativas, y personalidad reconocida en el campo de la educación, más allá de los colegios escolapios.

Hubo también presencia de los escolapios en la revitalización de la vida de la Iglesia catalana. Se implantó entre los alumnos los «Pomells de la Juventut», creados en 1920 (posteriormente prohibidos por el Superior General de la Orden), y la «Federación de Jóvenes Cristianos de Cataluña» nacida en 1931 y con la colaboración, entre otros, de los PP. Francisco Carceller, José M. Jaime, Enrique Ejarque, Francisco Sagrera, Buenaventura Leal, Salvador Pascual y Joaquín Seguí... Con objeto de iniciar a los alumnos en la participación y en el conocimiento de la liturgia el P. Miguel Altisent creó los «Amigos de la Liturgia» (Olot, 1924, y después en Caldas y Tarrasa), e impulsó la difusión del canto gregoriano, justamente con los PP. José Franquesa y Ferrán Martínez («Schola Cantorum» de Tarrasa, Sabadell, Tarrega...). La nueva iglesia de las Escuelas Pías de Sabadell (1932), ya con el altar de cara al pueblo, significó la voluntad de poner en práctica estos nuevos planteamientos pastorales. Los PP. Miguel Balagué y José M. Tous colaboraron con la Fundación Bíblica Catalana en su edición de la primera versión completa de la Biblia al catalán (1928-1948).

Las disposiciones emanadas de la segunda República (1931-1939), contrarias a la enseñanza de las Congregaciones religiosas, obligaron a los colegios a tomar la forma legal de mutuas escolares, pero sin alteración grave de su actividad docente. En 1933 incluso pudieron atenderse dos nuevas fundaciones (Granollers y Sitges). La persecución religiosa y la guerra civil (1936-1939) llevaron a la muerte a 75 escolapios catalanes, y el abandono de los colegios. Algunos centros continuaron como escuelas, en manos de los poderes públicos; otros fueron destinados a necesidades bélicas, como la «Escuela Popular de Guerra» (Sarria) o centros hospitalarios, especialmente en el último año.

Transformación y alternativas.

Terminada la contienda, se abrieron de nuevo todos los colegios, excepción hecha de los de Sitges (reabierto en 1948) y Castellar del Valles, pudiéndose atender los demás gracias a la cada vez más numerosa presencia de profesores seglares. Al mismo tiempo se intentó, sin éxito duradero, la apertura institucional hacia las escuelas parroquiales de las que se responsabilizó la Provincia (Santa Teresita, San José Oriol, Santa María del Taulat...).

Así mismo las Escuelas Pías de Cataluña extendieron también su campo de acción a los Estados Unidos-California (1945), México (1950) y Senegal (1965), no teniendo actualmente continuidad los establecimientos abiertos en Francia (Narbona, 1951-1956, y Saint Papoul, 1958-1976). Anteriormente al cierre de esta última casa, se había producido el de los colegios de Puigcerdá y Morella, en 1972.

A pesar de la obligada situación, tras la guerra civil (1936-1939), no faltaron alternativas a dicha política educativa, como el «Centro Escolapio de Montaña», creado a mediados de los años 50, presente en una docena de colegios, y continuado a través del scoultismo; la sensibilización social de parte de los alumnos, que impartiendo catecismo entre las barracas de la «Mina Pekin» de Barcelona, que daría lugar a la presencia escolapia en dicho barrio y en otros lugares del cinturón industrial barcelonés; la paulatina introducción de la lengua catalana en las escuelas, y la educación en el esparcimiento (colonias de verano en Olot, Calella, etc. y especialmente la creación, en 1964, de la colonia «P. Jorge Turull» en Pineta, movilizadora de muchos jóvenes en una tarea educadora modélica). A partir de 1953 las Escuelas Pías se hicieron cargo de una parroquia (San José de Calasanz, Barcelona), iniciándose así un nuevo camino de acción pastoral. Especial eco tuvieron las inquietudes del Concilio Vaticano II, que atrajo la adhesión de escolapios y alumnos, tanto en los colegios como fuera de su ámbito.

A partir de los años 60, los profesores seglares de los colegios escolapios tendieron a asociarse buscando la mutua ayuda y una mejor preparación pedagógica. La entidad AMPES (Asociación Mutua de Profesores Escolapios Seglares) existió con esta finalidad de 1964 a 1982. En los últimos años diversos seglares han sido incorporados a la dirección de algunos colegios (1971), y a la vez los escolapios se han hecho presentes en la enseñanza pública y en lugares de formación (Universidad, Centros de Formación de la Iglesia, etc.). Las Escuelas Pías han abierto sus centros a las alumnas, en régimen de coeducación (1968), y ha establecido centros de formación profesional (Mataró, Tarrasa, Sarria), recobrando así la antigua tradición de los estudios comerciales. Finalmente, diversos colegios han construido de nueva planta sus edificios (Puigcerdá, Mataró, Sitges, Caldas, Balaguer, etc.) o bien han hecho ampliaciones o renovaciones parciales.

La labor de los colegios escolapios de Cataluña ha sido reconocida de forma oficial por algunos ayuntamientos (Mataré, Sabadell, Tarrasa, Olot, etc.) y con motivo de la celebración de tres siglos de presencia escolapia en Cataluña (1683-1983) la Generalidad de Cataluña acordó concederles la «Cruz de San Jorge» por estos «trescientos años de labor docente y formativa en favor de los niños y jóvenes de todos los estamentos, en ciudades y pueblos de Cataluña, con una profunda identificación con el espíritu de su gente», según reza el decreto de dicha concesión.

Superiores

Persona Año
José Caballol 1742
Miguel Picanyol 1748
Baltasar Toneu 1751
Juan Balcells 1752
Jorge Caputi 1753
José Caballol 1757
Francisco Plana 1760
Mateo Mestre 1763
Leandro Baura 1769
Ildefonso Ferrer 1775
Rafael Passarell 1778
Sebastián Cassa 1784
Francisco Prats 1787
Ildefonso Ferrer 1790
Tomás Castellá 1796
Miguel Busqué 1801
Agustín Espina 1804
José Pont 1807
Peregrino Martí 1814
Jaime Vada 1817
Jaime Arbós 1820
Joaquín Tomás 1824
Juan C. Junoy 1826
Francisco Sola 1827
Pedro Ferrer 1830
Juan C. Junot 1833
Jacinto Feliu 1845
Pedro Freixa 1846
Vicente Tió 1847
Narciso Tarter 1852
Cayetano Renom 1863
Bernardo Collaso 1869
José Draper 1875
José Jofre 1878
Ramón Riera 1881
Francisco Llonch 1892
Antonio Mirats 1899
Salvador Marcó 1909
Luis Fábregas 1912
Jaime Orriols 1920
Ramón Castellví 1925
Pantaleón Galdeano 1928
Juan M. Vives 1928
Prudencio Soler 1934
Manuel Bordas 1936
Juan M. Vives 1943
Julián Centelles 1943
Francisco Llenas 1955
Juan Trenchs 1961
Francisco Llenas 1964
Salvador Salitjes 1967
José Almirall 1970
Jaime Bayo 1976
José M. Balcells 1978

Obras

Obra Años Años en Demarcación
MOYÁ (1683- ) (1742- )
OLIANA (1690-1844) (1742-1844)
BALAGUER (1700- ) (1742- )
PUIGCERDÁ (1728-1972) (1742-1972)
IGUALADA (1732- ) (1742- )
MATARÓ (1737- ) (1742- )
SOLSONA (1757-1837) (1757-1837)
BARCELONA (Coleg. R. S. Antón) (1815-) (1815- )
SABADELL (Coleg. S. Agustín) (1818- ) (1818- )
CALELLA (1819- ) (1819- )
GUANABACOA (Esc. Normal) (1856-1868) (1857-1868)
CAMAGÜEY (1858- ) (1871-1906)
OLOT (1858- ) (1858- )
REUS (1858-1870) (1858-1870)
TARRASA (Coleg. R. Tarrasense) (1864-1868; 1901- ) (1864-1868; 1901- )
GUANABACOA (1868- ) (1871-1906)
BARCELONA (Res. Estudiantes) (1877-?) (1877-?)
VILLANUEVA Y GELTRÚ (1877- ) (1877- )
TÁRREGA (1884- ) (1884- )
MORELLA (1885-1972) (1885-1972)
PANAMÁ (1889-1900) (1897-1900)
BARCELONA (Coleg. Calasancio) (1893- ) (1893- )
PALMA DE MALLORCA (1893-1904) (1893-1904)
VALLS (1893-1905) (1893-1905)
BARCELONA (Coleg. R. Sarria) (1894- ) (1894- )
COJÍMAR (1894-1959) (1894-1906)
CASTELLAR DEL VALLES (1896-1939) (1896-1939)
BARCELONA (Coleg. Balmes) (1899- ) (1899- )
LA HABANA (Coleg. S. Rafael) (1905-1961) (1905-1906)
LOVAINA (1908-1914; 1933-1935) (1908-1914;1933-1935)
CALDAS DE MONTBUÍ (1909- ) (1909- )
BARCELONA (Coleg. R. N. S. Diputación) (1910- ) (1910- )
SAN SALVADOR (1913-1914) (1913-1914)
ALELLA (1916- ) (1916- )
EUCARÍA (1925-1928; 1973- ) (1925-1928; 1973- )
GRANOLLERS (1933- ) (1933- )
SITGES (1933-1941; 1947- ) (1933-1941;1947- )
SANTA CRUZ DE TENERIFE (1938-1939) (1938-1939)
BARCELONA (Esc. N. S. Esperanza) (1949-1951) (1949-1951)
NARBONA (1951-1956) (1951-1956)
BARCELONA (Parq. S. José de Calasanz) (1953- ) (1953- )
BARCELONA (Coleg. Mina Pekín) (1955- ) (1955- )
SAINT PAPOUL (1958-1976) (1958-1976)
TARRASA (Coleg. Juan XXIII) (1962- ) (1962- )
BIELSA (1964- ) (1964- )
OUSSOUYE (1964- ) (1964-1967)
DIEMBERING (1964) (1964-1967)
HOSPITALET DE LLOBREGAT (1968- ) (1968- )
ARENYS DE MAR (1969-1981) (1969-1981)
BARCELONA (Res. Provincial) (1970- ) (1970- )
CLAVEROL (1973- ) (1973- )
BARCELONA (Cas. Form. prenoviciado) (1976-1979) (1976-1979)
MOLLET (1976-1979) (1976-1979)
BARCELONA (Res.) (1977-1979) (1977-1979)
BARCELONA (Res.) (1977-1980) (1977-1980)
SABADELL (Parq. Sagrado Corazón) (1977- ) (1977- )
BARCELONA (Cas. Form. noviciado) (1978- ) (1978- )
BARCELONA (Santa Eulalia) (1978- ) (1978- )
BARCELONA (Cas. Form. Juniorato) (1979- ) (1979- )
BARCELONA (Cas. Form. prenoviciado) (1979- ) (1979- )
BARCELONA (Cas. Form. juniorato) (1981- ) (1981- )

Bibliografía

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  • Puig, M., L’Escola Pia i els tombants histórica, «Catalaunia» 187
  • Puig, M., Els Escolapis, una escola popular, «Serra d’Or» XXVI, n.° 300 (1984) pp. 27-32
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  • CEM (publicación del Centro Escolapio de Montaña), Barcelona, 1956.

Redactor(es)

  • Miguel Puig y Juan Florensa, en 1990, artículo original del DENES I