General32/Evolución de las Provincias

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Dificultades mayores durante su generalato.
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Sorprendente foto de los PP. Pistelli y Pietrobono, jóvenes.

Evolución de las Provincias

Los cambios estadísticos de las Provincias apenas varían en dos años; habiendo ofrecido datos referentes a todas ellas al presentar la biografía del P. Mistrangelo, no vamos a repetirlos ahora. Si nos fijaremos, sin embargo, en algunas situaciones particulares que afectaban a algunas provincias en particular.

Provincia Romana

Nada de particular en las casas pequeñas (Frascati, Poli, Rieti, S. Lorenzo) que siguen adelante a su ritmo. El problema lo tienen, como de costumbre, y quizás de manera aún más acentuada, los dos grandes colegios: Alatri y Nazareno.

En Alatri sigue la pugna con el Municipio, poseedor de los locales del colegio, y dueño de contratar a los profesores. Según el partido de turno en el poder, más o menos favorable a los escolapios. Una seria crisis comienza a finales de 1904. En la sesión de la Congregación General del 2 de diciembre[Notas 1] tratan sobre la petición del municipio de Alatri, que reclama 1/12 de los ingresos del internado, para compensar los muchos gastos de mantenimiento que ellos hacen. Se rechaza. Informan que están dispuestos a hacer las reparaciones ordinarias del edificio, mientras al municipio le corresponden las extraordinarias, como en los demás colegios de Italia. Intentarán enviar religiosos para sustituir a los profesores seglares, como piden, cuando se pueda. Es esta una petición constante de todos los municipios donde hay colegios escolapios: quieren buenos profesores, y con título. La Orden, por desgracia, normalmente no está en condiciones de suministrarlos. Además, escribe el P. Salvatore Addeo, rector del colegio[Notas 2], el secretario del Municipio pide el pago de 2500 anuales desde 1900 hasta 1904; dicen que lo prometió el P. Mistrangelo, y también los PP. Homs y Pietrobono, y un Asistente General. Pide información sobre si es cierto, y qué hacer. Amenazan con la expulsión, si no pagan. Sugiere al P. Brattina que venga a hablar con el Alcalde. Si no puede venir él, que envíe al P. R. Cianfrocca, primer Asistente. Mejor, añade el P. Addeo, si viene aquí como rector y director del Centro[Notas 3]. Durante los últimos días de ese año el P. Addeo mantiene constantemente informado al P. General sobre la situación del conflicto, que se va complicando cada vez más[Notas 4]. Las cosas llegan a tal punto, que el mismo Obispo de Alatri interviene, escribiendo al P. Mistrangelo[Notas 5]:

Al presentarle los más sentidos deseos de felicidad para el nuevo año, vengo a implora de V.E. Rvma. una palabra autorizada que asegure la paz a esta pobre población, que parece estar en peligro por el enfrentamiento conocido a V.P. entre los religiosos de su ínclita Orden y la administración municipal.

Primero el P. Addeo, y luego el Sr. Alcalde de esta ciudad me hicieron comprender que este enfrentamiento tendrá una solución lamentable, pues mientras las negociaciones llevadas a cabo durante varios años parecía que iban a llegar a feliz término, gracias a los buenos oficios del Provincial anterior, quien declaró ante la Junta y en presencia del R.P. Pietrobono que actuaba siguiendo instrucciones que V.E. le había dado, y discutió dos proyectos, uno que respondía más a la voluntad de V.E. referente a la contribución de 2500 L a pagar; el otro más práctico y resolutivo sobre el percibir una doceava parte del pago de los alumnos, el P. General, a cuya aprobación se sometió lo que se había convenido con el citado Provincial, ha respondido en el sentido de romper todo acuerdo posible, hasta el punto de rechazar toda cuenta entre la Administración y el Colegio, diciendo que ese era un asunto que les concernía. La Junta, indignada por ello, está dispuesta a tomar tales determinaciones que ocasionarán disgustos no pequeños a todos los amigos de los religiosos calasancios.

Yo, como comprenderá bien V.E. Rvma., no entro en tal enfrentamiento; tan sólo obedezco a la inspiración de dirigirme a V.E. Rvma. con su autorizada calificación de Visitador Apostólico de su Orden, para que, con los medios que estime más oportunos, intente ahorrar a esta ciudad un fuerte motivo de discordia, y a este su servidor el dolor de ver alejarse de Alatri a los beneméritos hijos de S. José, que conservan en estas tierras las más nobles tradiciones.

Gracias, posiblemente, a l mediación del P. Mistrangelo, más abierto que el P. General, se llega a un acuerdo, y se firma un contrato para que los escolapios sigan en Alatri durante 9 años más[Notas 6]. Pero el P. Addeo no está satisfecho con ese contrato, y ruega que le releven del rectorado y la dirección del colegio. La solución, provisional, del problema llega de la mano del P. Luigi Pietrobono, estrella naciente y al mismo tiempo controvertida, del colegio Nazareno, de donde debe ausentarse por un año, como veremos a continuación. El P. Pietrobono era natural de Alatri, y muy querido en su ciudad, hasta el punto de que le dedicaron una calle y el Liceo que sustituyó más tarde al colegio de los PP. Escolapios. En julio de 1905, pues, llega el Pietrobono para hacerse cargo de la dirección del colegio, y se pone de acuerdo con el Municipio. Sin embargo, solo permanece un año en Alatri; el Nazareno lo reclama al curso siguiente. Pero de momento con este traslado se calman las dos crisis, la de Alatri, y la del Nazareno.

Vamos a detenernos para seguir en detalle la evolución de la crisis del colegio Nazareno. Comprenderemos así mejor la importancia que nuestro colegio tenía en la Roma de hace un siglo (y de varios siglos atrás). Esta crisis comenzó ya en tiempos del P. Mistrangelo. Como vimos al escribir su biografía, el P. Pietrobono comenzaba a ser conocido como dantista, apreciado en el medio “liberal”. En mayo de 1904 los profesores y los alumnos del Nazareno fueron recibido por el Papa, a quien, al parecer, no agradó el discurso que hizo el P. Pietrobono: según comentó luego el Cardenal Merry del Val, Secretario de Estado, al Papa le había parecido un discurso impropio de un religioso, “pagano”[Notas 7]. En el Vaticano no veían con buenos ojos la presencia del P. Pietrobono como director del mismo (el rector era el P. R. Cianfrocca). Por el contrario, la Comisión gobernativa encargada de su gestión (sucesora de la Comisión de la Rota que lo había regido desde tiempos de su fundador, el Cardenal Tonti, hasta el momento de la unificación italiana) lo querían a toda costa. Naturalmente, esto ponía en una situación muy difícil a los Superiores escolapios, que por un lado querían obedecer los deseos del Papa, pero por otro no podían oponerse a la Comisión, a riesgo de perder el colegio. El P. Mistrangelo, obedeciendo probablemente a una indicación del Papa, sugiere al P. Pietrobono que deje el Nazareno, y le propone diversas salidas. El P. Pietrobono, que “no se corta”, responde al P. Mistrangelo[Notas 8]:

Su pronta, incluso anticipada adhesión a la petición no hecha de salir temporalmente de la Orden para ir a dirigir el colegio de Castiglion Fiorentino, y la propuesta actual de ir a Alatri, seguida, inmediatamente después de mi rechazo, de la intimación a dejar el hábito, hablan de manera clara. Se quiere que yo me vaya de Roma, o salga de la Orden, o, tal vez, haga lo uno y lo otro.

La conciencia me dice que nunca he cometido nada como para merecer un castigo tan severo. Pero podría estar tan endurecido en el mal que ni siquiera me diera cuenta de ello. Pues bien, ilumíneme V.E., y me exponga claramente cuáles son las acusaciones que pesan sobre mí. Yo las ignoro por completo. Tanto es así que para explicarme de algún modo el tratamiento que se usa conmigo debo plantear la hipótesis de que se me tiene una antipatía invencible.

Si V.E. lo recuerda, me había dado palabra de que, si se enteraba de cualquier cosa contra mí, me advertiría. Pues bien, ni de Usted, ni de ningún otro Superior mío, ni por escrito ni de palabra, he recibido nunca una advertencia. Conservo todas sus cartas. Quiere decir que no había recursos, al menos de alguna gravedad, porque no puedo imaginar que me dejaran obrar para tener luego a mano algo con lo que golpearme. Pero ahora los hay. Así que díganmelos de una vez. Estoy seguro de poder responder satisfactoriamente a todas las acusaciones, de cualquier tipo que sean. Sin embargo, puesto que la Orden de las Escuelas Pías la amo más de cuanto puedan creer mis superiores, no toleraré que ella tenga que sufrir molestias por mi culpa. Si algún benévolo (¡el P. General me dijo que creía que todo eran calumnias de mis superiores! se ha dado el gusto de pintarme quién sabe cómo ante algún pez gordo de las Autoridades Eclesiásticas, díganme su nombre, y yo iré a defenderme directamente. Verán que mis ideas y mis sentimientos no son en absoluto diabólicos. Llevaré al P. Cianfrocca, que me ha oído cien veces, a escondidas, predicar a los internos y a los externos; llevaré al P. Homs, a mis muchachos y a todos, para que testimonien si y cómo he intentado instilar en ellos el sentimiento religioso. Si luego ocurriera que las acusaciones vienen de la pura malicia y son de tal tipo que de nada sirve mostrar la inocencia propia, entonces decidiré qué he de hacer. Obedeceré, o saldré de la Orden, a la cual, aunque por lo visto era una ilusión estúpida, creía que mi obra pudiese servir de algún provecho.

Le escribo directamente a V.E. porque tanto el P. General como el P. Asistente Romano me han dado a entender claramente que la oposición contra mí parte de Usted, mientras ellos estaban no solo dispuestos, sino contentos, de nombrarme, en lugar de ello, Rector del Nazareno.

A primeros de noviembre de 1904 el P. Asistente Manuel Sánchez escribe al P. Mistrangelo que esperan la venida del P. General a Roma para arreglar los asuntos del Nazareno.[Notas 9] El P. Calasanz Homs, ex Provincial de la Romana y Procurador General, hombre sensible, está asustado y escribe al P. Mistrangelo pidiendo ayuda[Notas 10]:

Escribo hoy, impresionado por lo que pasa a nuestro Instituto, para llamar la atención de V.E. Rvma. sobre la agitación y efervescencia que aquí reina y de la que el Demonio se aprovecha para hacer mal. Saben que yo no puedo recibir impresiones y que apenas puedo salir de casa, de modo que debería ignorar yo cuanto ocurre, pero la cosa debe ser tan grave que algunas expresiones aisladas y ciertas actitudes me han puesto en verdadera alarma. Dicen que V.E. Rvma. está enterado de todo; pero, al observar cómo se tergiversan las palabras y hechos de que yo podría responder, puedo creer que V.E. Rvma. esté mal informado y que haya oído o sabido solo parte de las tramas que el diablo pone en juego para mal de nuestro Instituto. V.E. Rvma. que ha amado siempre la paz y gobernado como Padre no puede permitir que suceda el escándalo que nos amenaza. No puedo escribir. Me siento mal.

El P. Bertolotti, Asistente General, informa también al P. Mistrangelo. Cuenta que el P. General escribió una carta a la Comisión del Nazareno en tonos duros, que va a provocar una respuesta más dura por parte del Príncipe Colonna, presidente de la Comisión. El Cardenal Vicario, al corriente de la cosa, lamenta que la carta no se hubiera escrito en un tono más suave[Notas 11]. Sin embargo, la Comisión acepta la propuesta del P. General: que los escolapios presenten una terna de candidatos al puesto de rector de Nazareno, y sea a Comisión quien elija a uno de los tres[Notas 12]. La Comisión tarda a decidirse, por lo que el P. Cianfrocca pide permiso a la Congregación General para presentar su dimisión como rector del Nazareno[Notas 13]. La Comisión pide al P. Cianfrocca que siga al frente hasta que el P. General presente la terna, y ellos elijan el nuevo rector[Notas 14]. El P. Bertolotti escribe al P. General[Notas 15]: Nada nuevo en el Nazareno. Me dice el P. Cianfrocca que Pietrobono está en movimiento, y hace cuanto puede para lograr sus intentos y echar todo a perder. El P. Cianfrocca lo está pasando mal, pues ve que tiene en contra la Comisión, que apoya al P. Pietrobono. Escribe al P. Mistrangelo[Notas 16]:

El conflicto con la Comisión se hace cada vez más oscuro, y ya no sé a qué santo invocar. Es un agitar continuo, para no llegar a una decisión. ¿No sería bueno para acabar de una vez que el P. General volviese a escribir al Príncipe que Cianfrocca tiene que encontrarse el 22 de los corrientes en su nuevo oficio en S. José de Calasanz, y que por ello debe decidirse pronto sobre el nuevo Rector? ¿O bien recurro a los hechos, dejo mi camilla y ando? Vea cómo sacarme de tanto engorro.

Al final, recurre a los hechos, y presenta su dimisión. El P. Angelini, Provinical romano, escribe al P. General transmitiendo sus inquietudes[Notas 17]:

Me ha caído un rayo en cielo sereno sobre la cabeza: se me ha comunicado que el P. Asistente Cianfrocca ha renunciado como Rector del Nazareno, y la Comisión ha aceptado la renuncia. Esta se ha reunido y han nombrado rector del internado al P. Pietrobono. Los PP. de la Provincia ven en este hecho la ruina y destrucción de la Provincia, porque al colegio Nazareno se le unirá también la ruina del colegio de Alatri. Telegramas y cartas me llaman a Roma; corro, y el único expediente que encuentro es presentarme al Príncipe Colonna, Presidente de la Comisión del colegio Nazareno. Corro a su casa, me recibe cordialmente y tras exponerle el motivo de mi visita, me dice: la Comisión no dará marcha atrás de lo que ya ha hecho. He insistido, y finalmente hemos llegado un acuerdo: él esta tarde dirá a la comisión que, no habiendo tenido ninguna respuesta oficial de V.P. Rvma., y que habiéndose presentado a él una persona autorizada (sin nombrarme), me ha prometido que escribirá a propósito al P. General. Creo que así detendremos la cosa y ganaremos tiempo. Al despedirme me ha acompañado hasta la puerta, recomendándome que le tenga informado de todo lo que V.P. Rvma. me responda sobre este asunto, e incluso ha añadido: han nombrado a Pietrobono rector regente por pura necesidad, pues eran muchas las cartas de padres de jóvenes que preguntaban a quién estaban confiados sus hijos, y que esta regencia duraría hasta que se nombre un rector.

Padre General, que el cierre del colegio Nazareno, seguida también de la del colegio de Alatri, como se dice, sea la ruina total de la Provincia Romana, todos lo ven, y todos los Padres están muy indignados.

En mi opinión, sin que quiera imponerme, hay que encontrar la manera para arreglar la cosa, y al menos por este año escolar dejar las cosas como están. Mientras tanto V.P. Rvma. podrá presentar al Sr. Príncipe una nueva terna para rector, y esta podrá enviármela también a mí, y yo me encargo de presentarla al Príncipe. Ponga cuidado en la elección de las personas, y yo me ocupo de lo demás. No podría sugerir un remedio mejor para tanta desgracia que se prepara para la Provincia; espero que me haga caso con esta sugerencia, y me responda pronto. Auguri.

La situación es muy tensa: el P. Pietrobono ha aceptado el nombramiento de director del internado (el cargo académico más importante del colegio) en contra de la opinión de los Superiores, que siguiendo indicaciones de más arriba, no lo quieren en ese puesto. El P. Homs, Procurador General, informa sobre la situación al P. Mistrangelo. A falta de una propuesta de terna por parte del P. General, la Comisión ha nombrado a Pietrobono. Añade[Notas 18]:

Se mantenían (los miembros de la Comisión) en la decisión tomada de que si Pietrobono no aceptaba la dirección de colegio, se procedería a la elección de un seglar. En vista de ello, el P. Pietrobono aceptó el encargo. Lamenta no poder estar de acuerdo con la negativa del P. General, pero espera que su resolución sirva a las Escuelas Pías para conserva el Colegio Nazareno, tanto más cuanto sabe que otros Padres seguirán en el colegio. La situación, pues, se pone difícil, y habrá que usar gran prudencia por parte de los Superiores. Ciertamente es de lamentar que se haya perdido la paz en esta Provincia, y es de desear que se haga lo posible para evitar un escándalo.

El mismo P. Homs informa al P. Mistrangelo que el 24 de diciembre el P. Pietrobono tuvo una audiencia con el Cardenal Merry del Val[Notas 19]. El P. Viñas, por su parte, le informa minuciosamente sobre la situación[Notas 20]:

Le informo sobre lo hecho hasta ahora en el asunto del Nazareno. Apenas llegado a Roma y celebrada la Santa Misa, fui a ver al Sr. Cardenal Vives[Notas 21], el cual después de censurar el acto rebelde del P. Pietrobono, me dijo que era necesario ir a ver enseguida al Secretario de Estado, Emmo. Card. Merry del Val. Fui al Vaticano con el Rev. P. Bertolotti. Pietrobono había ido a ver al Card. Merry del Val el sábado por la tarde y esperaba la respuesta del Vaticano el lunes, pero no la había recibido, y no la recibirá por ahora. Cuando el Emmo. nos vio, dijo: “Me alegro mucho de que hayan venido, porque tenía orden del Papa de llamar al Superior de la Orden para que informase sobre el asunto del Nazareno. El escrito o exposición de Pietrobono tiene, a juicio del Papa, dos puntos; el 1º es personal, y sobre él se detiene bastante Pietrobono; el 2º trata de la salvación del Instituto Nazareno. El primer punto no tiene nada que nos concierna a nosotros; compete a los Superiores. Si los superiores no quieren que Pietrobono sea Rector, ni siquiera Regente interino, el Vaticano no hará nunca nada contra las disposiciones de los Superiores. Con respecto al segundo punto, el Vaticano desea que el Instituto se conserve par las Escuelas Pías, y en esto buscará la manera de encontrar un medio de poner de acuerdo a las partes, de manera que todos queden satisfechos”. Esto dijo, en esencia.

No se le escapó al Emmo. que Pietrobono respiraba por la herida, como suele decirse, en la exposición. En ella se queja de la poca estima que le tienen los Superiores, sin que nunca haya sabido el porqué. Es cierto, dice, que “tengo ciertos principios o ideas que no agradan a los Superiores, pero por Papa haría cualquier sacrificio”, etc. etc.

Hoy el Rvmo. P. General con el P. Bertolotti han ido a ver al Emmo. Merry, porque nos dijo que el General fuera a verle en cuanto llegara. Se ve que el Emmo. se ha informado particularmente sobre Pietrobono, ya que entre otras cosas que dijo al Rvmo. Padre, está esta: que al Santo Padre le causó una mala impresión el discurso que Pietrobono pronunció cuando el Internado del Nazareno tuvo audiencia hace unos meses. Fue, dijo el Papa, un discurso impropio de un religioso, un discurso esencialmente secular (el Papa dijo “discurso pagano”).

Ahora el Emmo. Card. Merry del Val ha pedido los nombres de los cinco que componen la Comisión del Nazareno. Veremos qué ocurre, y le escribiré lo que ocurra. Mientras tanto Pietrobono espera la confirmación… del Vaticano.
El P. Bertolotti, que actúa como Vicario General, informa también al P. Mistrangelo sobre el estado de la cuestión[Notas 22]:



El P. General no cree oportuno ausentarse en espera de una respuesta del Cardenal de Estado. Después de recibirla, verá si conviene ir a hablar con Usted. Mientras tanto asegura que la respuesta que le ha dado el S. Padre es conforme a sus deseos y a los de Usted. El S. Padre ha ordenado al P. General que vaya a ver al Príncipe Colonna y le ruegue en nombre del mismo Papa, que no se nombre rector del Nazareno a Pietrobono, ni siquiera provisionalmente. Que si la Comisión insiste en este nombramiento, el General retirará a los religiosos del colegio. El Cardenal de Estado ha pedido al General que esperase hasta que terminara las gestiones que él ha comenzado hasta que las termine, y de las que dará información al mismo General. Si estas gestiones no producen ningún resultado, entonces el General hará lo que el Papa le ha ordenado.

Pasa el tiempo, y la situación sigue bloqueada: los escolapios proponen la terna formada por los PP. Sciarra, Morelli y Pesutti, pero la Comisión no los acepta: quieren a Pietrobono[Notas 23]. El P. Bertolotti informa al P. Mistrangelo[Notas 24]:

Tras ser invitado urgentemente, el P. General ha ido a ver al Cardenal de Estado, que encontró sumamente enfadado a causa de la carta del Príncipe dirigida al Marqués Sacchetti. En esta el Príncipe le comunicaba la decisión tomada por la Comisión: si el P. General imponía a Pietrobono no aceptar, la misma convertiría el Instituto en laico. El cardenal le ha recibido de manera extraordinaria, para que se comunicara al P. General su voluntad de retirar a los religiosos del Nazareno. También el Santo Padre quedó fuertemente disgustado por la actitud innoble del Príncipe. El Cardenal, autorizando al P. General a dar obediencia gradualmente, y en el orden que estimase más oportuno, le dio a entender que habría informado indirectamente del asunto a Giolitti[Notas 25]. Hoy mismo ha dado obediencia al P. ministro Sciarra, al P. Bucci y al Hermano Giuseppe; al primero, a la casa general; a Bucci a S. Pantaleo y al H. Giuseppe también a la casa general. Nada nuevo más; ya es bastante.

El Cardenal Secretario de Estado contacta al Presidente del Gobierno para que doblegue a la Comisión del Nazareno: podemos comprender la amplitud que el problema había alcanzado. Ante tantas presiones, el P. Pietrobono presenta la dimisión, como querían sus superiores; la Comisión la acepta y se inclina por el P. A. Pessuti como nuevo rector del Nazareno[Notas 26]. El P. Ermenegildo Pistelli, que ya no tiene problemas con los Superiores desde que lo han dejado tranquilo dando clases en la Universidad de Florencia, y que está muy unido por afecto y pensamiento al P. Pietrobono, escribe una palabras durísimas al P. General Brattina[Notas 27]:

Vuestra Paternidad Reverendísima estará orgullosa por el noble y valiente acto llevado a cabo haciendo perder a las Escuelas Pías el Colegio Nazareno. Solo puede comprender toda la alegría de su ánimo quien, hace años, vio a V.P. llegar a esta casa exiliado o más bien expulsado del Nazareno y tuvo la ingenua bondad de acogerlo amorosamente.

A pesar de la renuncia del P. Pietrobono, las cosas no se acaban de arreglar. Ahora resulta que el P. Pessuti, elegido por la Comisión, no está disponible para ir al Nazareno. El P. Vittorio Banchi, Provincial de Toscana, dice que no es persona para dirigir el Nazareno, y además su presencia es indispensable en Empoli[Notas 28]. El P. Pietrobono, exasperado, escribe a todos los Superiores[Notas 29]:

Para que el acuerdo con la Comisión Administrativa del Colegio Nazareno sea posible, piden “una declaración explícita sobre la libertad de los Superiores Religiosos de apartar cualquier religioso” de este instituto, mientras el haber sacado al P. Sciarra, el P. Bucci y el H. Giuseppe, además de la obediencia ya entregada al P. Cei, muestra que ellos no solo saben que tienen, sino que ejercitan este derecho sin que ninguno pueda llevarles la contraria.

Dicen que “hay gravísimas razones de conciencia que impiden por su parte, nombrar como rector al P. Pessuti”, y lo cierto es que la propuesta de Pessuti como rector la han hecho ellos.

Lamentan que este haya sido elegido por la Comisión “después de recibir informaciones de un súbdito”, y lo cierto es que el P. General, por medio de Mons. Salvadori, me pidió que yo emplease mi influencia para que fuera nombrado uno de los propuestos por él.

Protestan contra la exclusión del P. Sciarra, aduciendo como razón que con ella este “tendría sin motivo una nota de censura”, y lo cierto es que nadie ha intentado censurar al individuo, sino el sistema de reclamar a los religiosos del Nazareno sin que ellos o los Superiores avisen al menos a los señores de la Comisión.

Además a cuantos, grandes o pequeños, han hablado con ellos sobre la cuestión del Nazareno, han dado a entender, de manera abierta o cubierta, que yo soy el principal obstáculo, cuya conducta y rebelión les habría puesto en la necesidad de obrar como obran, mientras es un hecho que durante toda esta penosa confrontación no me han mandado nada que yo no haya hecho; no he conocido ningún deseo suyo que no haya intentado cumplir, y todo cuanto he dicho o hecho ha tenido un solo objetivo, el de impedir que los Escolapios abandonasen el Nazareno. A pesar de todo esto, yo declaro que estoy dispuesto a salir de la Orden, inmediatamente o al terminar el año escolar, según les parezca más conveniente, para que en su deliberación final ningún peso pueda darse a mi persona, que desaparece de la escena para siempre, pero protestando contra el modo como he sido tratado, contra las acusaciones con que se me ha cargado, pero con el ánimo muy dolido por haber sido empujado a dar un paso que nunca habría pensado dar.

Advierto que de esta carta he enviado al mismo tiempo una copia a S.E. el Cardenal Secretario, al Rvmo. P. Visitador y al Rvmo. P. General, y los dos últimos, recomendada.
A pesar de todo, el P. Pietrobono sigue buscando una solución al problema. el Cardenal Casimiro Gennari escribe al P. Mistrangelo[Notas 30]:
Confiando en la eximia y conocida bondad de V.E., me permito informarle de los siguiente. He recibido una visita del R.P. Pietrobono, Presidente del Colegio Nazareno, presentado por Mons. Pietropaoli, Obispo de Trivento. El citado Presidente del Nazareno me ha dicho que este antiguo y tan benemérito Instituto está en grave peligro de ser laicizado, con grandísimo daño para la juventud, pero sería fácil conjurar tal peligro con un acercamiento más benévolo de las partes contendientes.
La cuestión en la actualidad se reduce a lo siguiente: la Comisión gobernativa se lamenta de los cambios que hacen los Superiores del Instituto Calasancio del personal dirigente o enseñante sin ningún preaviso a esa Comisión que, como dice, tiene el derecho y el deber de vigilar la buena marcha del Colegio, y por otra parte los Superiores de la Orden Calasancia exigen la perfecta libertad para cambiar en el colegio a los sujetos que a ellos les parecen merecedores de ello. La Comisión gobernativa no quiere ceder, de donde la próxima e irreparable ruptura.
Pero, según cree Pietrobono, habría una manera de arreglar las cosas, sin renunciar a ningún derecho. La Comisión, según dice, está animada por las mejores intenciones hacia la Orden, y no ha hecho ni hará oposición a cuanto quieran los Superiores de la Orden decidir con respecto al personal del Colegio, con tal que por lo menos se les avise previamente de los cambios a hacer. De este modo la Orden queda libre con respecto a sus súbditos en el colegio, y la Comisión satisfecha en su derecho.
Con este arreglo, si no de derecho, de hecho, e podría salir adelante muy bien, pero para ello haría falta que se produjese el acercamiento personal de las partes, más que por escrito, ya que muchas cosas no conviene manifestarlas de este modo.
Esto es lo que el P. Pietrobono propondría para salvar este colegio de la ruina moral y religiosa, lo cual sería el deseo ardiente del S. Padre y de todos los buenos. Yo lo he expuesto fielmente a V.E., conociendo su cálido interés en este tema.
En cuanto a sí mismo, Pietrobono ha comprendido que no goza de la confianza de los Superiores de la Orden, pero se lamenta de que nunca ha sido interrogado y oído, excepto unas pocas observaciones hechas paternalmente por V.E., de las que se sirvió con satisfacción de V.E. Y nadie más. Ahora bien, él se declara hijo obediente de la Orden, dispuesto a salir del Nazareno y a desempeñar cualquier oficio que le quieran confiar. Ahora bien, quisiera conocer cuáles son sus faltas, para enmendarlas o para demostrar que es inocente.
Haga V.E. de estas declaraciones el uso que mejor le parezca en el Señor; con toda seguridad seguirá los paternos impulsos de su corazón. Perdone la extensión de la presente; ha creído cumplir un deber e incluso hacer algo grato a V.E. Ruego al Señor que sirva para obtener algún buen fruto.
La Comisión está dispuesta a aceptar otro candidato escolapio propuesto por el P. General[Notas 31]. Pero el P. General no tiene mucha gente capacitada a su disposición. Así que prueba con el P. Antonio Gandolfi, de Liguria, que después de un buen número de años trabajando en Pompei con los Hijos de los Encarcelados, lleva un año en Florencia dirigiendo el Hospicio de Aprendices. El P. Gandolfi, un hombre recto y obediente, acepta el encargo, a sabiendas de que va a ser muy difícil para él salir con bien del empeño, como escribe en una carta al P. Mistrangelo al poco de llegar a Roma[Notas 32]:

Aquí está el pobre P. Gandolfi, que ha pasado de los harapos a las libreas, de la modesta habitacionucha visitada por los pobres hijos de los obreros, tan buenos y afectuosos, a un apartamento de señor rodeado de gente habituada a las inclinaciones, de Padres que parece que dicen “vamos a ver qué haré hoy…”, de muchachos, pobrecillos, buenos también ellos; pero el verdadero afecto, simple, genuino como un fruto montaraz, que me rodeaba en Florencia no sé si ni siquiera podré esperarlo. Pero no importa; me habituaré también a esto: así lo ha querido el Señor, que así sea hoy y siempre. Este es mi único consuelo: hacer la voluntad de Dios y encontrarme aquí, digno o no, no me importa saberlo, para prestar mi colaboración, en este momento difícil para el nombre Colegio, a la Provincia Romana, a nuestra Orden. Llegué ayer, pero estoy pensando ya en el día prometido en el cual, cumplida mi misión, podré volver en paz a Florencia, al instituto que representa mi ideal, a Florencia, donde en la misa puedo recordar siempre y rezar “por nuestro obispo Alfonso”. ¡Cuánto me desagrada por la mañana cuando, al llegar a este punto del canon, debo interrumpirme para decir mentalmente el nombre de V.E.!

Viniendo a las impresiones, le diré que en conjunto esperaba que las cosas estuvieran peor. Hace un poco de frío alrededor mío, a pesar de la primavera y las jornadas espléndidas, pero para cubrirme tengo la bendición de V.E. y de mis Superiores generales. Mientras tanto desde el primer día he querido un comedor separado para los Padres, y hoy, después de solo tres días, encuentran bonito nuestro cenáculo, e incluso bueno. No le hablaré de las irregularidades que he observado, ni de los quebraderos de cabeza que espero, pero poco a poco el Señor me ayudará a desenredar la madeja hasta donde me lo permitan mis fuerzas.

Con Pietrobono hasta ahora nada nuevo; hemos tenido ya algunas conversaciones privadas, pero yo procuro comprar sin vender, pero me ha dicho que me prepare también para la Presidencia de las escuelas el próximo curso que, ¡ha comprendido! nos vendrá bien. No quiero entretenerle más. El P. General me prometió que le informaría de todo.

He escrito al Presidente Martelli en el sentido de que para mí se trata de una ausencia temporal, que volveré de vez en cuando a Florencia, y que mientras tanto puede confiar en la dirección que mi sustituto, el P. Santangeli, conservará en el Asilo hasta mi vuelta definitiva a Florencia.

El P. Pietrobono anuncia al P. Brattina su disposición para dejar el cargo de director del Nazareno[Notas 33]:

Después de todo lo ocurrido, si seguí como director de este instituto fue por no crear otros problemas a mis superiores. Pero ahora que todo está en orden, le advierto, para que provea como mejor crea, que no deseo continuar en este cargo. Tan pronto como termine el año escolar, espontáneamente, por mi paz presentaré la dimisión. Y la Comisión, no lo dude, la aceptará sin provocar protestas ni resentimientos. Al menos lo espero así. En caso contrario, haré todo lo posible por que desaparezca toda diferencia.

Y, en efecto, la Comisión no pone problemas para que se vaya, y, como hemos visto antes, por un año es destinado a Alatri como director del colegio de esa ciudad. Merry del Val aprueba su ida a Alatri y su nombramiento[Notas 34]. Sin embargo, surge un nuevo problema: el P. Gandolfi no tiene la titulación académica adecuada para ser nombrado del Nazareno, así que, feliz, se vuelve a su Florencia y sus aprendices. Proponen para el cargo al P. Zanobi Baisi, que había regresado a la Orden pocos años antes después de haberla dejado para ser profesor en la Universidad de Pisa. Pero la Comisión no lo acepta. El P. General tiene que recurrir a otro “peso pesado” de la Orden, este con título: el P. Luigi del Buono, que había sido Provincial de Liguria de 1898 a 1904, y era a la sazón maestro de juniores en Génova. La Comisión lo acepta[Notas 35]. El P. Del Buono, hombre de mucha experiencia, sabiendo lo que le espera, acepta sin ningún entusiasmo[Notas 36]:

Pienso servirme del derecho de escoger la residencia, pues, aun obedeciendo materialmente, no veo la posibilidad de permanecer en Roma. Si los escolapios de Italia para restablecer el colegio Nazareno sólo han sabido encontrar a un pobre enfermo, quiten la marca y cierren con decoro lo que no pueden conservar. Sería lo mejor para la Orden. Mañana por la tarde a las 7 me dirigiré al nuevo Calvario, y me temo que faltarán los Cirineos, y me quedaré a mitad de cuesta.

A poco de llegar, escribe al P. Mistrangelo (que, como vemos, es quien está manejando todos los hilos, detrás del P. General), transmitiéndole sus impresiones, con tremenda franqueza y realismo[Notas 37]:

Dos palabras sobre la situación de este colegio.

1)En lo que se refiere al internado, será bastante reducido, pues un buen número salieron a causa de la anarquía del curso pasado. Los que se fueron no han sido remplazaos, ni lo serán.
2)Encontré el anuncio del seminternado. ¿Con que locales?
3)No hablo de las condiciones de los dormitorios. Si los visitan, a cualquiera harán perder las ganas de dejar en ellos a sus hijos. Si a estos locales se les quitan los tres salones clásicos, en lo demás los colegios de Liguria no tienen nada que envidiarles.
4)Encontré tres mozos en casa, y no me parece que hagan muy buen servicio. Vieron y oyeron, dando coba para mostrar los zapatos rotos.
5)El Ministro es joven, y el cargo le viene grande.
6)Me escribió Colonna, al que avisé de mi llegada. Decía que no era el momento para alejar al P. Giliberti. El P. Cianfrocca no quiere al P. Brattina; Cianfrocca y Pietrobono no se quiete mutuamente (dejando aparte los prejuicios contra el P. Pietrobono); el P. Pietrobono lanza chispas contra el P. Giliberti.
7)De la Comisión dos están contra nosotros. Me da la impresión, por su carta, que Colonna no tiene voluntad propia. Los otros dos han desaparecido.
8)Me enteré de que además de la diferencia de tratamiento, aquí los Padres se meten en el bolsillo las propinas de los exámenes. Pietrobono este año, según cálculos obvios se guardó cerca de 600 liras, No digo más. Así conviene estar en el Nazareno, y no en Poli. Aparte de la pobreza o vida común, si no se consigue igualar las provincias de Italia en lo poco que honradamente sea necesario, tendremos siempre muchas miserias.
9)Fui a visitar al Cardenal Vicario, y lo encontré prevenido contra el Nazareno, y no disimulé lo que no podía. Intentaré ver al Papa y oiré el resto, porque ciertamente no ignoran nuestras miserias.

10)Tendré que hablar también con la comisión, al menos con los dos factótums. No sabiendo qué proponer y si están al corriente de nuestro buen estado. Además en las escuelas, donde en medio de tanto jaleo no están más que el P. Nuvoloni y el P. Conti, harían falta dos que, más bien ancianos, echaran una mano en la asistencia cotidiana, y a la educación moral y vigilancia de los 20 servidores.

No escribo al P. General porque no creo que pueda apreciar la situación; el P. Cianfrocca me dice que espere (!!!), y e P. Provincial creo que no manda ni en la casa de Frascati, donde está solo con el gato. Yo he salido con prisa de Génova y volveré allí para los Santos, y cogeré un poco de ropa, y a quedarme. Dirán que he hecho como Celestino V, pero una cueva es más hermosa.

Pocos días más tarde, va descubriendo mejor lo intrincado de la situación, e informa sobre ello al P. Mistrangelo[Notas 38]:

El Sr. Valenzano, miembro de la Comisión y más audaz que los demás, vino al Colegio y me declaró, sin venir a cuento, que la comisión no quiere de ningún modo que el P. Giliberti permanezca en el Colegio bajo ningún título, pues así lo habían decidido. Oí, o al menos alguno lo dice, que la propuesta de expulsión, o mejor de la no reconfirmación se debe a Pietrobono. El P. Giliberti afirma que no saldrá de aquí sino entre carabineros, y ciertamente está muy irritado. A las muchas causas de confusión de esta casa, se añade esta como sombrero. El P. Cianfrocca lo sabe, y también e Provincial. Yo no sé qué decir, y me arrepiento de haber salido de Génova ignorando que las cosas hubieran llegado a este punto. Haber dejado dormir las cuestiones del personal durante las vacaciones ciertamente no fue un acierto, y si el P. General, al delegar las decisiones al Provincial, conocía las personas y la autoridad eficaz a la hora de tomar decisiones, me parece que ha puesto en práctica el conocido proverbio genovés.

Mientras tanto no veo ningún tipo de aurora, ni puedo dormir de día por los fastidios, y de noche por los pensamientos, Son las tres de la mañana, no he podido estar en la cama ni una hora.

El P. Del Buono pide profesores escolapios para que pueda funcionar bien el Nazareno. Pide en concreto al P. Pontrandolfi, un joven escolapio napolitano que se encuentra en Volterra[Notas 39]. El P. Brattina, pues el P. Del Buono amenaza con volverse a Génova si no se lo conceden. Con todo, a medida que pasa el tiempo, el P. Del Buono se vuelve más pesimista. En enero comenta al P. Mistrangelo[Notas 40]:

Le habría escrito ante y por extenso, pero he pensado que llevaría vasos a Samos[Notas 41], puesto que sobre el estado del Colegio Nazareno V.E. sabe bastante. El hecho es que Pietrobono propone el licenciamiento del P. Giliberti; que él espera, por medio de la Comisión, volver dentro de un año, pues los superiores le prometieron que iría a Alatri por un año; que la Comisión por medio del Comisario Valenzano opera todo a favor de Pietrobono; que hay padres que están dispuestos a secularizarse con tal de quedarse con él en el Nazareno; que cada palabra que digo inmediatamente es referida al Comisario Valenzano y a Pietrobono, y con su inercia obstaculizan cualquier intención en lugar del Rector; además, de los profesores externos más de los 4/5 son del partido.

Cuando se trataba de criticar a Gandolfi, la tomaron con el traslado del comedor de los Padres; cuando para cortar con las carnavaladas que ocurrían en el refectorio con Valenzano y ciertos reverendos nuestros, yo, tal como pedía V.E., volví a poner a los Padres en el refectorio, entonces vieron que se les quería fastidiar a ellos. Ciertamente la ausencia del P. General de Roma durante el año pasado impidió que una autoridad no comprometida siguiera día a día la transformación, y que al modificar la comunidad se preparase un ambiente acogedor para cualquiera que debiera venir. Mientras tanto en los diversos puntos de nuestra vida se formaron diversos embrollos por los cuales la Comisión tiene con qué defenderse con la legalidad; Pietrobono, al cual el P. Brattina aún Asistente, aquí en Roma en julio de 1904 dijo que era el único rectorable, vio en Cianfrocca su enemigo, y se vengó de él. Si, como dije, el P. General hubiera estado en Roma y se hubiera planteado la cuestión o las cuestiones, y el pretexto para sacar al P. Cianfrocca del Nazareno hubiera sido apoyado por la reunión real de la Congregación en la casa nueva, no se habrían hecho ciertas ilaciones deducibles de las relaciones que había entre Brattina, Cianfrocca y Pietrobono.

Remitir las cuestiones al P. Angelini (¡!) en el momento más crítico fue una confirmación de que al General le importaba poco la caída del Nazareno. Yo, no sabiendo ni a quién dirigirme, ni con quién aconsejarme, me encuentro en la condición de no saber ni poder hacer. Mientras tanto a clave sigue estando en Alatri. Él finge obedecer (tiene obediencia por un año), y las cosas van de cualquier manera, pues no pudiendo hacer presión con los religiosos de casa, y como nadie quiere ocuparse de ello, nuestra vergüenza será completa.

El domingo próximo Pietrobono vendrá a dar su conferencia, y secretamente para que se le prepare una ovación, y me dicen que quieren gritar “¡abajo los escolapios!”. Le escribo tal como lo he oído, pero todo es posible. Comprenda que si esto ocurre, al día siguiente me voy a Génova. Por lo demás, con el ministro que tengo; con algunos padres mayores con los que no se puede hacer nada de nada por los jóvenes, e incluso su vida sirve más de escándalo que otra cosa, y no pudiendo hacer nada, lo mismo importa dejarlo. Continuar, sin que un mínimo remedio o una atenuación del mal pueda conseguirse, no tiene sentido. Basta con que le diga que he tenido que despedir a dos internos de los más antiguos, porque salieron y fueron a ver a ciertas señoras, y luego trajeron sobre sus personas el vergonzoso fruto.

No sé si he dicho a V.E, que a Comisión permitió al P. Pietrobono que mantuviese su habitación, cuya llave guarda el hermano.

Siempre he ido retrasando el escribirle para usar paciencia, tolerancia y prudencia, pero veo que todo es inútil. Llegados al final del curso, las cosas estarán como antes, pues aquí nadie quiere ocuparse de ella, o se sienten impotentes. Tuve una escena durísima con Valenzano a propósito del P. Giliberti. Callé, no respondí, y la causa de todo es que no pertenecía al partido. ¡Cuántas miserias habría que exponer para descifrar esta madeja, que se resume en que el Nazareno es un campo para la ambición, y que cuando llega el caso, la gente se convierte en un Mario y un Cherubini!
La amargura del P. Del Buono crece a medida que va siendo más consciente de su impotencia. Tiene la sensación de que se ríen de él, que Cianfrocca y Pietrobono se alegran de que las cosas vayan mal ahora que ellos no están en el Nazareno. No le ayudan cuando les pide consejo; el P. Provincial Angelini, por su parte, “es un simple”, no puede hacer nada. No está dispuesto a que se rían de él, como se rieron del P. Antoni Gandolfi[Notas 42]. Ha enfermado. Solo le queda dimitir como rector y director, y volverse a Génova. Y lo hace, al terminar el curso. El P. Brattina pide a un miembro de la Comisión, el Sr. S. Salvadori, que intente buscar una solución, tanteando a la Santa Sede. Y esta es la información que le envía[Notas 43]:
Conforme quedamos en nuestro último coloquio, hablé con el Emmo. Cardenal Secretario y con el S. Padre sobre la hipótesis de que Pietrobono fuese llamado de vuelta a Roma para dirigir el Colegio Nazareno, preguntando explícitamente si había alguna dificultad para llevar a cabo la propuesta. Me respondieron prácticamente de manera idéntica, tanto el cardenal como el Papa, en el sentido que la Santa Sede, de la misma manera que había aprobado el año pasado las medidas (nombramiento del P. Pietrobono como Rector del colegio de Alatri) del P. General de las Escuelas Pías con respecto al Colegio Nazareno, basándose a las informaciones provistas por el mismo P. General, del mismo modo ahora dejaría en plena libertad al superior de la Orden para actuar como mejor creyera por el bien del Instituto.
Debo señalarle que, contra lo que yo esperaba, el Cardenal y el S. Padre mostraron no haber sido informados sobre el asunto por V. P. en la reciente audiencia, y ciertamente convendrá que, una vez roto el hielo, se decida Usted a hablar cuando vuelva a Roma. Incluso convendrá que me avise de su vuelta, para concertar juntos una línea común de conducta, que nos conduzca sin obstáculos al fin deseado.
Estoy persuadido de que la vuelta de P. Pietrobono, que se cumple por iniciativa de sus legítimos superiores, y después de la prueba de fuego de la obediencia, que superó fácilmente, devolverá al colegio Nazareno el orden, la disciplina y la paz, y que el mismo Pietrobono, por la experiencia hecha y por las virtudes no comunes que posee, llegará a ser un rector verdaderamente ejemplar.

Es decir, después de un año de crisis en el Nazareno, quemando a dos buenas personas, los PP. Gandolfi y Del Buono, incordiando a varios Cardenales, al Presidente del Gobierno y al mismo Papa, se vuelve al punto de partida: es el P. Pietrobono (¡ahora que ya ha probado que es obediente, yéndose un año a Alatri!) la persona más adecuada para dirigir el Nazareno. Un elemento clave para la solución del problema es el Capítulo General: el P. Brattina, que tal vez el mayor oponente a que el Pietrobono estuviera al frente del Nazareno, sabe que no va a seguir siendo General. Él mismo, al escribir la circular convocando el Capítulo, ruega que no piensen en él como General, y alega motivos de salud (pero vivirá aún 30 años más, con buena salud, en la Abadía Fiesolana).

Es el P. Manuel Sánchez, nuevo Prepósito General, quien pone punto final a la crisis del Nazareno. Él conocía bien la situación del Nazareno, pues había sido Asistente General durante dos años. Y era muy prudente y dialogante, a diferencia del P. Brattina, que era un hombre menos reflexivo y más impetuoso. Muy poco después de su elección, se encarga de la cuestión del Nazareno, y la resuelve, según informa al P. Mistrangelo[Notas 44]:

Nazareno. Para proceder con perfectísimo acuerdo con el Vaticano, me presente al Emmo. Sr. Secretario y ambos a dos convenimos en que la cuestión había llegado a la disyuntiva de o Pietrobono, o la retirada del personal; este segundo extremo no se quiere allí. Después de seis u ocho días me contestaron del Vaticano por conducto del P. Viñas diciendo que quedaba yo en libertad para adoptar el mal menor, pero que sería yo apercibido en el momento en que la marcha de aquel colegio no fuera cual todos esperamos. Conocido ya el criterio de aquellas altas esferas, tuve una entrevista con el Príncipe Colonna, cuyo carácter conocía y por V.E. Ilma. Le expuse la situación del colegio contándole mi entrevista con el Vaticano. En término generales le expuse mi plan de nombrar Rector a Pietrobono y de la marcha religiosa que se deberá seguir en aquel establecimiento independientemente de la Comisión Gubernativa, mientras que iría con perfecto acuerdo de esta en el arreglo del personal, etc. etc. Le hice comprender, y convino conmigo, en que si el mismo Príncipe, si la demás nobleza romana e italiana, si Roma católica enviaba sus hijos al Nazareno era tan sólo por la educación religiosa, garantizada por los PP. Escolapios encargado de la misma, y o por la instrucción literaria y científica que podrían adquirir sus hijo en cualquier otro colegio laico. En fin, quedó complacido de la conferencia, y yo esperanzado. Dado este paso, llamé a Pietrobono. Le dije que pasábamos la esponja por la pizarra del pasado, y que íbamos a plantear un nuevo problema, en cuya resolución estábamos interesados, él en primer lugar, la Comisión y nosotros. Que del buen resultado y de la nueva marcha del colegio dependía su reputación y su porvenir. Que no olvidase que la Roma católica y el Vaticano le contemplan etc.etc. Se mostró conforme con todo y añadió que la dura lección que recibió en estos dos años últimos le servirá de mucho, y que estaba resuelto a darme gusto en todo ya a no poner obstáculo alguno a mis indicaciones. Después de esto, reuní la Congregación y le nombramos Rector.

Liguria

En Liguria continúan las diversas situaciones heredadas de los años anteriores. En Savona las cosas se van poniendo cada vez más difíciles en el viejo colegio, mientras se preparar el traslado al nuevo edificio en Monturbano, que por fin se produce en 1905[Notas 45]. Se estudia el nuevo convenio con el municipio. No todos están de acuerdo con el cambio de lugar, que puede significar un cambio en el carácter de las Escuelas Pías, y en particular del internado, que puede perder su carácter popular, como indicaba el Consejero P. Borelli al P. Provincial G. Battista Tenti[Notas 46]. El municipio no parece dispuesto a financiar el internado: a él solo le interesan los estudios de los niños del lugar[Notas 47]. Por su parte, el P. G. Battista Boggiano, rector de Ovada, se siente frustrado por la marcha de las cosas, y presenta su dimisión al Provincial[Notas 48]:

He aceptado ser rector de este colegio no porque no conociese las condiciones deplorables y sumamente críticas en el que se encontraba (especialmente en lo referente al internado), sino porque, considerando en qué punto se encontraban los tratos comenzados con el Municipio, se podía esperar que este curso 1904-05 habríamos podido finalmente trasladarnos a Monturbano. De este modo yo confiaba en que de los 18 internos que heredaba quedaría alguna simiente, y que allá arriba en Monturbano, en un nuevo y magnífico local, en una situación espléndida, retocando el programa del colegio, y reformando y remodelando lo que fuera conveniente, tal vez se habría podido dar un poco de vida a este instituto moribundo.

Pero hoy mis esperanzas se han frustrado; como verá por la carta del P. Pressenda, que le envió por encargo mío, la Junta Municipal tiende a hacer nuevos proyectos, para lo cual, si se llega a alguna decisión, harán falta años, y el internado morirá (morirá en julio de este año) antes de que podamos inyectarle nueva sangre (hace ya al menos cuatro años que vamos manteniendo los muchachos con promesas de cambiar de local). De este modo yo, con toda mi buena voluntad, deberé ser necesariamente el último rector del último interno, y después de haber enterrado este internado, deberé hacerlo resurgir. ¡Tendré que volver a empezar de cero! No. no seré yo quien ponga la piedra sepulcral, ni seré yo quien haga un milagro. Yo no debo ser el chivo expiatorio, ni me parece que los Superiores puedan pretender esto.

A Ovada ha llegado como rector un padre joven y entusiasta, Domenico Sartore, quien tiene que vérselas con el municipio,como era habitual. Entre otros asuntos, logra que mantengan el gimnasio superior, a pesar de los pocos alumnos. No está dispuesto a ceder una habitación del colegio como oficina para el director laico: “antes cerrar”.[Notas 49] Para mantener el gimnasio, se habla de ampliar el internado. El P. Provincial propone abrir unas escuelas técnicas. Se habla de construir en casa de los escolapios las escuelas primarias de toda la ciudad: los escolapios correrían con el gasto, y luego el ayuntamiento pagaría un alquiler.[Notas 50]

En Cornigliano se intenta conseguir el reconocimiento del gimnasio por parte de las autoridades académicas. Sin embargo parece que el P. General se opone a tratar con el gobierno, aleccionado par su experiencia negativa en la Badia Fiesolana, y el P. Provincial Tenti no quiere oponérsele[Notas 51]. Quieren abrir un curso de comercio, pero deben esperar a completar primero el ciclo común. El P. Secundo Gandolfi, rector, quiere ir a Barcelona para ver cómo funcionan allí esos estudios. Informa al P. General que ya tienen teléfono: el nº 2534.[Notas 52]

Toscana

En Toscana no conocen ningún sobresalto especial. Excepto un susto causado por la enfermedad del P. Giovannozzi, rector de Florencia. El P. Provincial Banchi informa al P. General[Notas 53] que está enfermo desde el curso pasado; fue un mes a Suiza, pero no mejoró. Los especialistas dicen que se trata de un agotamiento nervioso con tendencia a ideas fijas y con fobias diversas; recomiendan quitarle responsabilidades, y un mes de reposo. Estuvo fuera hasta Navidad; pero sigue mal. Los médicos le han recomendado abstenerse de relaciones con la gente durante 6 meses. Así que le ha pedido que dimita como rector y director, cosa que ha hecho. Pide que se nombre rector al P. G. Manni. Este debe dimitir como Asistente, y entonces nombran para sustituirle en el cargo… al P. Giovannozzi, que a partir de marzo ya se encuentra mejor. El P. Giovannozzi, que se había reconvertido del mundo de la ciencia hacia el de la catequesis e instrucción religiosa (preparaba los niños para la primera comunión, y daba cursos de religión a todos los niveles, para alumnos de dentro yd e fuera del colegio, está entusiasmado con la marcha de sus cursos, según cuenta al P. Mistrangelo[Notas 54]:

El primer ensayo de la Escuela de Religión para alumnos externos ha sido bastante satisfactorio. En la sección de Gimnasio Superior (4º, 5º) se inscribieron 17 alumnos; en la sección de Gimnasio Inferior (1º, 2º, 3º) se inscribieron 25. Las clases terminaron en el mes de mayo, y luego yo fui a las clases a examinar a los estudiantes, para clasificarlos en orden de mérito, y designar los premios para la futura sesión de premios de noviembre. Quedé muy contento, y encontré almas e inteligencias realmente privilegiadas. Estoy seguro que en el nuevo curso la escuela se desarrollará mucho más; este año yo mismo he querido comenzar con pequeños principios. La sección del Liceo ha estado muy frecuentada; además de nuestros alumnos, se han inscrito 46 externos, de modo que a veces la sala se quedaba pequeña. Pero no me molesta si tengo que encontrar una más grande para el curso próximo. No puedo dejar de pensar que el bautismo de la tribulación, con el cual el Señor quiso probar los primeros principios de esta escuela, ha producido luego buen fruto. ¡Bendito sea Dios por todo!

Nápoles

En Nápoles las dificultades siguen siendo tremendas. A la vista de los problemas que sufre el colegio de Nápoles, el P. General decide ir inmediatamente después de su nombramiento a visitarlo. De vuelta de la visita informa a la Congregación que, viendo lo mal que van las cosas, deudas, mala situación del colegio, etc., ha decidido cerrarlo, para vender o alquilar. Y lo mismo Bellavista. Ha enviado a los religiosos a otras casas. De la Provincia quedan S. Carlo y Campi; de momento no nombra Provincial.[Notas 55] El P. Giannini, ex Provincial, propone vender el colegio a unas monjas, que ofrecen por él 50.000 L, pues en su opinión no vale más[Notas 56]. Un amigo de Nápoles aconseja no vender el colegio de Nápoles por menos de 60.000 L, pues vale más. No vender Bellavista, pues se está revalorizando el lugar, por el tren y el tranvía eléctrico. Más bien arreglar la casa, por 2000 L, y pagar algunas deudas más urgentes[Notas 57]. Otro amigo les recomienda alquilarlo al Municipio por 5000 L anuales, que es más que el interés que producirían 70.000 L, si lo vendieran por ese precio[Notas 58]. Y este será el consejo que prevalezca. Pasa el tiempo, y viendo que las deudas siguen pesando, el P. General propone la venta de Bellavista. Pide al P. Cianfrocca que sondee la opinión de algunos padres napolitanos[Notas 59]. Los de Nápoles no quieren vender Bellavista; mejor que se venda la casa de Nápoles. El P. General decide que se apoye con 20.000 L prestadas de la Caja General[Notas 60]. Pero el P. General sondea también otras posibilidades. Conociendo que el colegio de Chiavari, Liguria, tiene ahorros, les pode un préstamo[Notas 61]: les explica que los acreedores de Nápoles quieren que vendan las dos propiedades. Espera venderlas el año próximo por 180.000 L, y después de pagar deudas, les quedarán 100.000. Pero de momento le hacen falta 25.000 para pagar intereses. La caja de la Orden ya ha dado 20.000. Pide ese préstamo, a devolver cuando se haga la venta. Sería una vergüenza pedir prestado a extraños.

En Nápoles, mientras tanto, el P. Provincial Francesco Gisoldi pide ayuda personal para mantener en manos escolapios la iglesia de S. Carlo all’Arena. Él es ya mayor, y está enfermo… Si falla, el municipio confiará la iglesia a otros[Notas 62].

En Pompei el P. Giannini se aferra desesperadamente a lo que hay, pues no quiere perder la obra. Pide ayuda personal para llevar bien el internado[Notas 63]. Lo mismo hace el P. Massimelli, que apoya al P. Giannini[Notas 64]. Pero los escolapios no están dispuestos a enviar más gente sin obtener a cambio una garantía de continuidad, un contrato que les garantice la autonomía en la gestión del Hospicio de Hijos de Encarcelados. Así que comienza a anunciarse la partida de los escolapios de Pompei, que se llevará a cabo en 1907. El P. Massimelli informa al P. General que son los Hermanos de las Escuelas Cristianas los que van a tomar nuestro puesto aquí. Los Salesianos rechazaron la oferta porque no les daban absoluta independencia. Dice que nosotros sólo seguiremos si nos dan autonomía. Se queja de que los monseñores delegados por el Vaticano no hablan de nosotros con Bartolo Longo, y eso que estamos aquí muchos años antes que los dominicos y las monjas[Notas 65].

En Campi los religiosos están muy preocupados cuando ven el cierre del colegio de Nápoles. Por aquello del refrán español: “Cuando las barbas del vecino veas rapar, pon las tuyas a remojar”. Y escriben una carta al P. General expresando sus temores. Temen que ellos van a pagar también las consecuencias del cierre de Nápoles[Notas 66]:

Esta casa se reabrió en noviembre de 1898 mediante un contrato firmado por el Alcalde de aquel tiempo y el P. Gisoldi, Provincial. Aquel contrato, del que le envío copia, que no está reconocido por el Provisor, ni por la Junta Escolar Provincial, es un acto privado y sin ningún valor jurídico, y por tanto es denunciable por una de las partes, y la otra no puede hacer nada en contra. De aquí se deriva el estado precario de esta casa, y la continua y siempre creciente preocupación de los religiosos.

Y tenemos motivos justificados para estar preocupados, pensando en la elasticidad del Consejo Municipal, donde no faltan individuos que asiduamente proponen la expulsión de los Padres, apoyándose en que el contrato no solo no tiene valor, sino que contiene obligaciones que hasta ahora no hemos satisfecho. De hecho, el art. 1º del contrato impone que haya maestros de todas las materias, y que los maestros sean jóvenes y provistos de diploma. Y nosotros desde hace 6 años carecemos de profesor de francés y del maestro de 1º de gimnasio, y vamos tirando por medio de recomendaciones al Secretario municipal para que no mueva este peón. A largo plazo se descubrirá el juego: llegarán protestas al Consejo, nos acusarán de faltar a la palabra, y demás. Puestos en una posición insostenible, y no por culpa nuestra, ¿quién nos apoyará?

Este es un punto grave sobre el que llamamos la atención de los Superiores para que provean a tiempo, y con religiosos, ya en que Campi no están dispuestos a recibir a otros maestros seglares, además de los que ya tenemos. Además uno de estos, o los dos, pueden irse, y entonces tendremos otros huecos que habría que cubrir con religiosos con diploma. Incluso existe el peligro de que uno de los dos profesores quiera dejarnos pronto, ya que, quizás a la vista de nuestra impotencia, presenta algunas pretensiones, a las que no estamos dispuestos a ceder.

Es también grave el art. 2º, en el que se impone a los escolapios el reconocimiento del gimnasio. Es un artículo que dejamos sin comentarios…

Esta es la situación de la casa de Campi, que debería ser la joya de la Orden, porque tiene su origen en los tiempos del Santo Padre, y porque es depositaria del cuerpo de nuestro B. Pompilio.

Caído Nápoles, está claro que deberá caer Campi, y entonces se verá otra vez que los Padres ancianos serán invitados a ir a casa de sus familias. Pero los religiosos de Campi, viejos y jóvenes, no tienen familia: su familia es la Orden en la que quieren perseverar hasta la muerte.

Hemos enviado copia al Excmo. Visitador apostólico y al Rvmo. P. Asistente. (Firman 5: Sacchi, De Pace, Filomeno, Vasca y Glicerio Terraccianco.

En España las cosas siguen sin grandes cambios, adaptándose a la nueva situación canónica. Deben presentar los candidatos al noviciado y a la profesión para ser aprobados por Roma. A nivel educativo el Estado se va volviendo más exigente, por lo que conviene que los juniores adquieran títulos académicos reconocidos para poder enseñar[Notas 67]. Y eso a pesar de que un amigo de los escolapios de Barbastro, Manuel Casanovas, les dice que no se preocupen[Notas 68]:

Para enviarlo a varios diputados amigos y publicarlo en la prensa, hice un ceñido resumen de las disposiciones legales, vigentes en España, por la que muy justamente se exime a los Padres de la Escuela Pía del requisito de obtener previamente títulos académicos para dedicarse a la enseñanza.

Como los elementos avanzados y sectarios del Congreso han de hacer rudísima oposición al Convenio con la Santa Sede en orden a los Institutos religiosos, he recomendado con toda eficacia a varios diputados amigos, que son a la vez elocuentísimos oradores, tomen a su cargo la defensa del Pío Instituto y les he enviado al propio tiempo los datos y antecedentes que he creído oportunos. Hanme contestado que sería complacido en mis pretensiones y que aprovecharían los interesantes datos que les suministraba para la defensa de los Padres Escolapios.

El P. Eduardo Llanas, Vicario General, había decidido trasladar el teologado escolapio de España desde la casa de Cardeña (Burgos) a la de Tarrasa (Cataluña), pues allí había un colegio en el que los juniores podrían hacer prácticas, e incluso obtener títulos de enseñanza. Pero, tras la muerte del P. Llanas, el nuevo Vicario General, Ramón Querol, pide que Tarrasa deje de ser juniorato interprovincial. Las provincias tienen sus propias casas; nunca fue aceptada por todos la idea del P. Martra de tener un teologado común (que él estableció en León), e incluso en los Capítulos Generales se hicieron propuestas para acabar con el juniorato de teología común[Notas 69]. Al P. Manuel Sánchez, Asistente General por España, le parece bien que se cierre el teologado de Tarrasa[Notas 70].

En España durante estos años no se abre ninguna casa nueva. Sí hay novedades, en cambio, en América, dependiente de varias provincias españolas.

América

En Cuba, dependiente de Cataluña, se abre el Colegio San Rafael en La Habana. “Desde que entraron los escolapios a Cuba desearon fundar colegio en la capital. Llegado el año 1904, los pareceres se dividían en cuanto a la ubicación del colegio en La Habana: unos preferían «el Cerro», otros «el Vedado». El Provincial, P. Mirats, encargó el asunto al P. Antonio Sumalla, rector de Guanabacoa, quien alquiló la casa n.° 50 de la calle de San Rafael, en el casco de La Habana, propiedad de doña Aurora Márquez de Brea, a la que prometió la compra del inmueble para enero de 1905. Habilitó y amuebló el edificio destinando al mismo tres religiosos de Guanabacoa y se inauguró solemnemente”[Notas 71].

En Argentina, dependiente de Aragón, se abre la casa de Escuelas Pías de Córdoba en 1904. Se encontraba a dos kilómetros y medio de distancia del colegio Santo Tomás, que los escolapios dirigían desde 1994. Por cierto, con esta fundación surge un conflicto. El P. Antonio Ridruejo, Viceprovincial de Argentina y Chile, envía como superior de la nueva fundación, aún muy pequeña, al P. Antonio Martínez, que era un respetado profesor y predicador en Santo Tomás, y además se ocupaba de la construcción de la iglesia. El P. Martínez escribe al P. Brattina quejándose del trato discriminatorio de su Superior, y del mal estado de la viceprovincia[Notas 72]. El P. General le pide que tenga paciencia, y que cuando vaya él de visita por allá lo arreglará todo. En Chile y Argentina se vive una situación tensa, durante varios años: en principio aquellas fundaciones se habían previsto para ser aseguradas por los religiosos Generalicios (creación del P. Vicario General Manuel Pérez), pero tras la desaparición de la Generalidad, estos religiosos habían quedado como huérfanos, y habían sido distribuidos, de una manera a veces arbitraria, a las provincias existentes. En algún momento habían abrigado el deseo de que Sudamérica se convirtiera en un Viceprovincia independiente (o dependiente directamente del P. General), pero al haber pasado bajo el control de la provincia de Aragón, surgieron no pocas tensiones entre los escolapios “generalicios” y los “aragoneses”, tanto en Chile cono en Argentina.

En Chile se acababa de abrir el colegio de San Juan Evangelista en la calle Lira, y ya hemos dicho antes que el P. Brattina decidió cerrarlo (sin contar con los superiores de España) cuando hizo la visita. El Arzobispo de Santiago, Mons. Mariano Casanova, es quien pide que los escolapios desalojen el local[Notas 73]:

Para tranquilidad de mi conciencia de Obispo, vengo a hacer a V.R. una indicación que espero será aceptada bondadosamente.

Desde que la casa de San Juan Evangelista, sea, del Clero, fue confiada a la administración los Padres Escolapios, se han presentado dificultades que prueban que no fue acertado el arreglo que se hizo con el R.P. Provincial. El Clero de mi diócesis se ha sentido como privado de un Asilo que le pertenece y ha mirado con tan malos ojos el convenio, que no se presta a aceptar hospedaje. En el tiempo transcurrido sólo dos eclesiásticos se han acercado a la casa, uno que murió y otro un venerable anciano, antiguo cura, que solo se resigno a estar dos días, y salió descontento. Como es natural, sesto no hace simpatía a favor de los Escolapios y aumenta el disgusto de los que se creen con derecho para gozar de aquel Asilo.

Además, por razones que V.R conoce, se ha minorado en mi ánimo el aprecio y confianza que sentía por los religiosos a quienes confié la administración de la casa, y aun cuando V.R. piense mejorar el personal, yo creo que las cosas seguirían en el mismo estado, pues lo exige la naturaleza del arreglo, esto es, los clérigos exigiendo en derecho un mejor servicio y los religiosos atendiendo a lo que prescriben sus reglas. Diviso, pues, un porvenir odioso, y es mejor precaver y evitar a tiempo las consecuencias, que podrían ser fatales.

Ruego, pues, a V.R. se sirva declarar sin efecto el arreglo hecho con el R.P. Provincial, aprobando desde luego por mi parte la mejor manera de proceder que deje a salvo la honorabilidad de la congregación. Ante el público podría aparecer como simple medida de gobierno con ocasión de la visita de V.R. Con todo respeto…

E P. Brattina, a quien no gustaba la fundación, acepta encantado[Notas 74]:

Antes de marchar me haré deber de saludarle y recomendarle a S.S. Ilma. y Rvma. mis carísimos hijos en el Señor los PP. que dirigen los Talleres de Huérfanos de Santiago. En cuanto a S. Juan Evangelista acepto con la más profunda gratitud cuanto me comunica en la última epístola dirigida a concepción; con tal motivo he telegrafiado al P. Vicario Provincial para que venga inmediatamente y, una vez aquí, le encargaré distribuir las obediencias a los religiosos de S. Juan Evangelista para destinarlos a aquellos puntos que mayormente y con justicia reclamen una ayuda hasta ahora inesperada por el mal que hoy aqueja a todas las congregaciones a causa d ela escasez de vocaciones.

Con la más profunda consideración…

Por su parte, el Arzobispo escribe al P. Mistrangelo alabando la decisión[Notas 75]:

Rvmo. Monseñor y respetado Hermano. Conocedor del paternal amor que V.E.R. tiene por las Escuelas Pías, de que fue dignísimo Superior, me es grato anunciarle que ha sido utilísima la venida a esta república del Rvmo. Padre Adolfo Brattina, ya que nos separa tan larga distancia. El Rvdo. Padre ha visitado las casas e introducido convenientes reformas en su régimen, especialmente en la de Huérfanos que presta tantos servicios.

A petición mía convino en retirar los religiosos de la casa del clero llamada San Juan Evangelista, asilo el clero anciano, donde han estado los religiosos por un año. Este arreglo se hizo muy a la ligera con el R. P. Provincial, y pronto se vio que no era conveniente y no correspondía a los altos fines de la Congregación. Quedo reconocido a esta prudente resolución que va a evitar muchos desagrados y cuestiones.

Ojalá se repitieran las visitas a estos lejanos mundos de hombres tan prudentes, discretos e ilustrados como el R. P. Brattina.

Paradójicamente, en 2016 el actual Arzobispo de Santiago ha vuelto a confiar a los Escolapios la casa de S. Juan Evangelista de la calle Lira, convertida ahora en parroquia, en cuyo territorio se encuentra el Colegio Hispano Americano.

En Bolivia, el Arzobispo de Sucre contactó a los escolapios para que hicieran una fundación en su ciudad. El P. Viceprovincial Antonio Ridruejo envió al P. Teodoro Noguera a estudiar el asunto. Los superiores españoles no eran partidarios de aquella fundación, por encontrarse muy lejos de las otras sudamericanas y por falta de personal. Sin embargo, el P. Brattina cuando hizo su visita en 1905, decidió cerrar la casa de la calle Lira de Santiago, y con el personal disponible fundar en Sucre. Nombró rector al P. Noguera, y envió con él al P. Justo Blanco. Y la casa se abrió, pero se cerró en 1907, cuando terminó el generalato del P. Brattina.

En Europa Central, hay dos provincias en que se producen importantes desarrollos: Hungría y Polonia; mientras en las otras dos, Bohemia y Austria, Poco de nuevo hay que señalar.

Bohemia sigue debilitándose. El P. Basil Kabrhel, Provincial, informa que solo en la casa de Praga puede celebrarse capítulo local; en ninguna otra hay suficiente número de religiosos para elegir vocales para el Capítulo Provincial[Notas 76]. Quedaban menos de 30 religiosos, y buena parte de ellos de edad avanzada. Cuando les ofrecen un postulante para hermano de Cracovia, ponen tantas dificultades para acogerlo, que más bien da la impresión de que no quieren recibir a nadie[Notas 77].

También Austria se va debilitando. El número de religiosos es similar al de Bohemia, algo más jóvenes, pero con una situación ministerial más difícil, pues no tienen escuelas propias. Todavía siguen soñando con el noviciado de Krems, y el mismo P. Borrell, desde Polonia, estaba dispuesto a echar una mano.

De Hungría hemos hablado ya suficientemente. Seguían manteniendo sus escuelas, un elevado número de religiosos, el apoyo del gobierno… Pero temían perderlo todo si perdían su autonomía, sometiéndose al General romano y renunciando a sus tradiciones. No querían oír hablar de reformas, de ningún tipo. El P. Magyar informa al P. General sobre las consecuencias negativas que se derivaban del temor a la reforma[Notas 78]:

La noticia que recibiste de que en un año abandonaron la Orden 9 juniores que estudiaban en la universidad, es cierta y penosa. Algunos antes de irse declaran abiertamente que, estaban inciertos sobre la reforma que amenaza la existencia de la Orden; que cuando ingresaron en la Orden tenían la intención de que con el tiempo podrían ofrecer alguna suma de dinero, aunque no fuera muy grande, a sus padres y familiares. Pero resulta incierto que en el futuro puedan prestarles esa ayuda, mientras que en su condición de profesores civiles pueden ganar al año más de 4000 coronas fácilmente. Los hay que se van con la excusa de la reforma; los hay que a causa del temor a la reforma piensan en abandonar el hábito religioso, pero esperan hasta la profesión, de modo que pasan el examen a costa de la Orden y una vez se pueden ganar la vida, dejan la Orden. Después del paso del Visitador General por Hungría, la opinión pública está llena de diversas sospechas, que no podemos erradicar. Si el tiempo no trae algún cambio, a causa del aumento de las defecciones apenas podremos satisfacer durante un decenio las obligaciones que tenemos en los gimnasios asumidos. Ahora ya debemos pagar con nuestro dinero a 42 profesores civiles de fuera. La incertidumbre que mencioné perturba los ánimos de los jóvenes y debilita su actividad. Añado estas consideraciones al tema de la carta.

De ser cierta, es inquietante esa confesión del P. Provincial: muchos jóvenes se hacían escolapios con la intención de ganar dinero y ayudar a sus familias. Pero tal vez se trataba de otra estrategia suya para tratar de evitar la reforma y unificación que les venía encima.

En Polonia seguía esforzándose el P. Juan Borrell por sacar adelante la casa de Cracovia y el porvenir de la provincia. Vamos a extendernos en este episodio porque, además de que hay abundante material (señal de que interesaba a la Orden), tuvo consecuencias de gran importancia para la Orden: es muy posible que sin la presencia del P. Borrell y sus esfuerzos durante estos años en Cracovia, la provincia polaca hubiera dejado de existir por completo.

Ya al presentar la biografía del P. Mistrangelo vimos que el P. Borrell había llegado a Cracovia, acompañado del H. Ramón Beltrán, de votos simples, el 14 de agosto de 1903, con el título de rector de la casa. Inmediatamente toma las riendas de la casa, y se pone a estudiar polaco. El P. Ladislao Zabrzeski, polaco pero incardinado en Liguria, que había acompañado antes al P. Leandro Cuixart a finales de enero de 1903 a Cracovia, y que tal vez tenía la ambición de ser nombrado rector de la casa, empieza a chocar pronto con el P. Borrell. Escribe al P. General[Notas 79]:

Nuestro carácter es sentimental; con buenos modos se hace de nosotros lo que se quiere; con manera imperiosas nos precipitamos de exceso en exceso. El P. Rector Borrell es demasiado celoso, extremo hasta el ascetismo, y quiere que los demás actúen de acuerdo con su propio celo. El otro día se arrodilló en el comedor y besando el suelo pidió perdón a un joven de 17 años por no sé qué cosa. Al decir el Adoramus te en la capilla inclina la cabeza bajo el reclinatorio e imparte la bendición en esta postura. La acción de gracias después de la misa la hace en la última grada del altar mayor, y llama la atención de todos. Durante la comida y la cena hace muchas veces la señal de la cruz, y, dejando el cuchillo y el tenedor, junta las manos como si estuviera rezando. Nadie se atreve a hacer ninguna observación para no pasar por incrédulo o hereje, pero de este modo se singulariza y pone en peligro su autoridad.

El P. Borrell quiere expulsar al cocinero, que le ha pegado tres o cuatro veces, y que es un constante escándalo para los niños con sus borracheras. Lleva con los escolapios desde 1888, como un oblato, sin que tuviera intención de hacer el noviciado. Pide que le envíe una orden de expulsión, para presentarla a la policía. El hermano Ramón Beltrán no quiere seguir aquí; no le importa, porque tiene dos postulantes buenos, y a uno le dará el hábito pronto. Pide ayuda, y la seguirá pidiendo en cada carta: si es posible, que vuelva el P. Cuixart, que sabe tratar bien a la gente; si no, uno más joven y con buen espíritu, como Manuel Pinilla, de Madrid[Notas 80].

El P. Borrell, hombre de corazón abierto, encuentra muchas vocaciones, que quiere acoger para resucitar la provincia. Escribe al P. Viñas, secretario General, con quien se comunica normalmente (y no con el P. General): Estoy viendo que luego tendremos que cerrar la puerta a los HH. Operarios, por no poder admitir más. ¿Será cosa de convidarlos a pasar a Italia donde hay falta de ellos? En tal caso habría de ser para un colegio donde pudiera confesarlos un polaco, y el viaje habría de costearlo Italia, claro está.[Notas 81] Tratan la cuestión en la congregación General, y le dicen que no mande vocaciones polacas a Italia; procurarán enviarle un maestro de novicios.[Notas 82] De paso le dicen, respondiendo a una consulta suya, que procure rechazar el cargo de confesor de monjas, pues ya tiene bastante trabajo en casa.

el P. Zabrzeski le sirve más de estorbo (por sus críticas) que de ayuda, por lo que pide que lo vuelvan a enviar a Liguria. Poco antes de salir, hace una crítica demoledora de la espiritualidad y la política vocacional del P. Borrell: así las cosas no pueden ir bien. Escribe al P. General[Notas 83]:

Con los postulantes clérigos no se puede contar, por falta de estudios y de experiencia, y por la incertidumbre acerca de su auténtica vocación. Para escapar de la muerte en el gran Oriente, muchos jóvenes, súbditos rusos, buscan un refugio en los conventos de nuestra tierra. Yo iría más despacio admitiendo jóvenes de edad de 20 y más años, sin estudios, tanto más en la triste situación financiera de nuestra casa. Educarlos luego en otras provincias costaría demasiado, ¿y luego? Sin contar además las exigencias que en cuestión de estudios se exigen en el imperio austrohúngaro. Si los programas de estudios de Italia son muy largos, en Austria lo son aún más, por lo que hacen falta fuerzas positivas y no negativas. Que un jovencito de nuestra 1ª clase de Gimnasio de nuestras escuelas sepa alemán y latín que los aceptados por ellos. Había uno que estaba ya en 2º de liceo, pero después de un mes se fue a buscar mejor pan. Además, no faltarían en nuestro país jóvenes con vocación religiosa y con los estudios a medias, pero para formar a un joven que resulte útil para nuestro instituto haría falta un superior local a la altura de nuestros tiempos, y un maestro que recuerde que también los religiosos están compuestos no solo de espíritu, sino también de cuerpo. La absoluta negación de sí mismo es una virtud bastante rara en todos los tiempos. Los verdaderos santos, estaremos de acuerdo, se mortifican a sí mismos sin obligar a los demás a hacerlo. Que cada cual cumpla exactamente sus deberes conforme al orden salido de la sabia mano de Dios, y ciertamente llegará glorioso al suspirado puerto. Rezar y meditar demasiado puede crear simulación, y obligar a dedicar a ello horas sin devoción es más bien el resultado de la mente enferma de fanatismo del que dirige. Pero se trata de una cuestión de la escuela de la que se procede. Los españoles son famosos por la devoción, aunque no faltan ejemplos en Polonia. Cada pueblo tiene sus formas, según el espíritu de su índole. La índole de los polacos es demasiado diversa para que pueda armonizar con el carácter español. Y sin embargo España es católica, y Polonia no le va detrás en fe viva y verdadera. Con todo, no quiero ser pesimista. Incluso, de la misma manera que yo me he habituado en buena medida al P. Rector, lo mismo los demás polacos podrán habituarse poco a poco, y estarán contentos con su manera de vivir. Pero, si me permite decir lo que pienso, preguntaré: ¿para qué juntar tanta gente sin tener los medios necesarios para proveer a sus estudios y a su visa? Dos buenos clérigos de discreto ingenio y cinco legos serían más que suficiente por ahora sin molestarles con las tierras, de las que no conocen la lengua. (…) Pero el P. Rector quiere ya abrir otras dos casas, mientras estos días fue llamado al tribunal civil para pagar los impuestos del gobierno, y no tiene con qué pagar. Ha querido actuar, sin preguntar la opinión de la comunidad, y ahora tiene que aguantar el peso de la responsabilidad. Tendremos que alquilar la planta viaja y el primer piso durante años para pagar los impuestos (…)

Poco después de irse el P. Ladislao, le envían un refuerzo de España, el P. Ataulfo Huertas. Sin embargo, este aguanta menos de dos meses. El frío de Cracovia le acobarda, y al poco de llegar ya sólo piensa en volver a España. El P. Borrell piensa que, con esa actitud, es mejor que se vuelva[Notas 84]. Los dos religiosos polacos que quedan en Cracovia (PP. Bieganski y Sliedarski) no le sirven de ayuda; uno porque está loco, y el otro porque bebe demasiado. Por eso insiste en que le envíen refuerzos de España. Si la ayuda que le envían es suficiente, está dispuesto a dejar Cracovia en marcha y marchar a resucitar Austria, con el soñado noviciado de Krems[Notas 85]:

Si viene un Padre, como decía, la resurrección parece segura y rápida. Si saliera el P. Siedlarski y vinieran dos, más segura y rápida aún. Es este último caso, con que se dieran de firme al polaco, creo que sería posible en verano pasar ya a Krems, y allí alzar bandera y abrir noviciado con un cocinero y uno o dos hermanos camareros u hortelanos de aquí, y desde allí comenzar el alzamiento de la Provincia Austriaca. Si uno de los dos fuera el P. Leandro, habría toda la seguridad que puede pedir la prudencia humana. A V.R. parecerá esto demasiada precipitación. Lo cierto es que en vista de lo que aquí ha hecho el Señor, yo no pongo límites a la confianza, y todo lo que sea pequeño me parece indigno de la confianza que Dios se merece. Y todo esto sin un cuarto, pues me doy prisa en echar de casa el dinero, apenas llega; y así se va bajando continuamente la deuda y subiendo el crédito, que es el revés de lo que antes se hacía. Ya ve que estoy curado de espanto. (…) Si el plan susodicho de Krems le pareciese aceptable, avíseme que me daré al alemán, para a la llegada empezar allí a trabajar activamente, y no perder un año como aquí con este bendito polaco de mis amores. Hasta a algunos de estos novicios podría enseñar el alemán, que lo tomarían con gran entusiasmo.

El P. Ataulfo, por su parte, se vuelve extremadamente crítico con los planes del P. Borrell, que no con su persona. Parece que el P. Viñas le ha pedido que sea prudente al hablar de Cracovia, por lo que él le responde desde Madrid[Notas 86]:

Agradezco en lo que valen sus consejos, que aun antes de recibirlos yo quería poner en práctica, y si V.R. ha hablado con Monseñor habrá podido convencerse del calor por mí empleado en defender la conducta, la gestión, los sacrificios del bonísimo P. Borrell. Lo único que yo sostengo es que ni él, ni nadie (hablando de tejas abajo) puede remediar lo irremediable, ni resucitar lo que está muerto. En esto no transijo, y creo aquello tan imposible de remedio, como irreverente el aguardar de Dios el milagro como el P. Borrell lo aguarda. Si Dios lo hace, sabremos darle gracias, pero no debemos echar cuentas de esa suerte. Ya lo creo, no serán capaces los PP. italianos de agradecer bastante los sacrificios del P. Borrell. Yo estoy de él admirado, pero también me compadezco de lo vano y estéril de su sacrificio.

Al mismo tiempo le envía copia de la carta que ha escrito al P. Brattina, al que agradece la obediencia para volver a casa. Le explica que en Cornigliano tuvo la suerte de encontrar al P. Mistrangelo, y hablar con él[Notas 87]:

Como es natural, a poco de divagar conversando, Monseñor llevó la conversación a los asuntos de Cracovia, y secundando yo sus deseos, para mí órdenes, no le oculté mis pesimismos sobre lo que es y sobre lo que esperarse puede de Cracovia. Preguntóme entonces Monseñor si había yo comunicado a V.P. mis impresiones, y habiéndole yo respondido que para ello no se me había presentado ocasión, me encargó lo hiciera autorizado por su ruego y mandato. Así lo hago, y tengo el deseo de ser breve, ingenuo y respetuoso.

Ante todo, me apresuro a decir que para aquel P. Rector no hay sino motivo de las más grandes alabanzas. Su gestión, su conducta, sus sacrificios rayan en lo heroico. Es imposible llevar mejor aquella casa tan desprovista, por otra parte, de todo auxilio humano. Y esto es lo que yo lamento. Pero me he preguntado mil veces: ¿a qué todo esto? ¿Qué utilidad puede sacar la Orden de tanto sacrificio? Pongamos la cuestión en sus verdaderos términos. 1º. ¿Qué hay allí? 2º. ¿Qué dificultades hay que vencer? 3º. ¿Qué es lo que se puede esperar?

Rmo. Padre, allí no hay más que una tercera parte del colegio primitivo, y aun dado caso que pudieran desalojarse el bajo y el principal, cuyos alquileres constituyen hoy por hoy la renta más segura y más saneada de aquella casa, aun así y todo, nunca aquello podrá servir de internado ni de colegio, porque no hay patio, ni galerías, ni nada, en fin, de lo que para ello se necesita. En esto sostengo una opinión irreductible con la del P. Rector, que creo puede ponerse allí un internado. Si él ve cómo, yo no he acertado a verlo.

También hay allí una deuda de un crecido número de millares de coronas, he olvidado su número; solo recuerdo que es un número que me aterra. ¿Cómo pagarlas? De las economías del internado, dice el P. Rector. ¿Dónde están esos internos?, preguntaba yo. Vendrán. ¿Dónde los colocará V.R.? Aquí o en un colegio que hagamos… De este modo, padre mío, es fácil deshacer mis inquietudes y de orillar mis dificultades. algunas veces yo instaba: ¿Con qué elementos cuenta V.R. para hacer todo esto? Si somos buenos – me respondía – Dos nos dará todo lo que necesitemos. Colocado a esta altura, yo no podía seguir al P. Borrell, ni tenía nada que objetar, a no ser alguna disquisición teológica sobre el milagro, sosteniendo (claro es) cada uno su opuesto criterio. En resumen, tampoco llegábamos a un acuerdo. Ha habido veces en que tanta fe me ha conmovido, pero mi razón, de más bajo vuelo, no se ha dado por satisfecha.

Las dificultades que hay que vencer no hay por qué enumerarlas. Se necesita Colegio, dinero, profesores… Como de todo esto se carece, yo no veo salida por ninguna parte, pero el P. Borrell la ve para todo desde la alta cumbre en que se coloca. ¡Es un hombre admirable!

Como si todo esto no fuera bastante, se agrega que una comunidad religiosa, los Salesianos, estaban a punto de llegar a Cracovia cuando yo salí de allí. Vi el magnífico colegio de nueva planta que les han hecho, sé las rentas y facilidades que les han otorgado… Esta es la manera actual de hacer fundaciones, y quererme convencer, como quería el P. Borrell. que los tiempos no han variado desde S. José de Calasanz acá y que hoy pueden fundarse Escuelas Pías como entonces, es otra de las falsas ideas sustentadas por el ultraespiritualismo de aquel buen P. Rector.

Por último: ¿qué es lo que de allí se puede esperar? Yo no espero nada. He hablado largamente con el P. Ladislao, con el P. Cuixart, con todo el que ha podido formar idea de Cracovia y, o yo no he acertado a comprenderlos, o me han dicho poco más o menos: “Allí, yendo con mucho pulso, aumentando el pensionado, haciendo toda clase de economías, se podría llegar en un periodo de tantos años (unos señalan 8, otros 15, otros 25) a pagar la deuda de aquella casa”. Bien, supongamos que esto se hace. ¿Y qué bienes resultarán a la Escuela Pía de tantos sacrificios como esto supone? Pues, simplemente, poseer aquel resto de colegio, y una renta con la cual podrán vivir seis u ocho individuos… y nada más. Bien poca cosa, por cierto.

Se invoca mucho a favor de Cracovia el recuerdo glorioso de aquella Provincia, su historia, su florecimiento. No discutiré este punto, que me conduciría bien lejos, datos no me faltan, pero es mejor no aprovecharlos. Yo solo digo: V.P. verá si estamos para esos lirismos que tantos males han causado en familias religiosas y reinos. V.P. y el P. Visitador decidirán si pueden distraerse fuerzas que sobren en alguna parte; de eso yo nada sé; solo sé que Polonia hoy no es nada y que no veo posible ni hacedero que pueda ser. Claro es que hablo de tejas abajo, pues si se cuenta con el milagro, ¿qué no es posible para la Omnipotencia divina?

En suma, ¿qué puede hacerse con Cracovia?, me preguntó Monseñor. Cerrarla, este es mi humilde sentir. Pero si aquello quiere conservarse a todo trance, podrá agregarse a otra Provincia, y hacer de allí una pequeña residencia o quizás un noviciado de hermanos operarios, los cuales no sé qué resultado podrían dar fuera de su país…

Quiero ya terminar esta larguísima carta, y cesar de molestar la atención de V.P. Rvma. con estos pesimismos míos, pero no lo haré sin hacer constar una vez más mi admiración por aquel P. Rector y sin atestiguar su vida austera, penitente, llena de sacrificios. Allí se pasa hambre, frío, incomodidades de todo tipo. Él lo ocultará porque es virtuoso hasta ese extremo, pero es deber mío, es deber de la Corporación resolverle lo que él no puede resolver, e ilustrar su celo con mejor dirección y no consentir que haga sacrificios estériles. También hago constar que él no piensa como yo, y que se halla muy esperanzado, pero es su buen deseo el que le ciega.

Después de esta carta yo quedo tranquilo, y VV.PP. acabarán con su claro talento y discreción de resolver lo que en el Señor juzguen más conveniente.

El P. Borrell sospecha, con razón, que si no recibe más ayuda es porque los superiores dudan que valga la pena seguir haciendo sacrificios por Cracovia, ya que las personas enviadas hasta ahora no han podido adaptarse (Cuixart, Beltrán Huertas), y seguramente habrán dado informes negativos sobre la casa, lo mismo que el P. Zabrzeski[Notas 88]. Pero él cree firmemente en las posibilidades de Polonia, y así se lo escribe al P. Viñas[Notas 89]:

Ya dije a V.P. que este colegio en menos de dos años ha pagado más de 3000 coronas y enviado a otros colegios nuestros más de mil, y sin atrasarse en los pagos ni contraer deuda alguna chica ni grande. Hace pocos días envié a Tarrasa trescientas más, y poco antes, ciento a nuestro P. provincial. ¡Y pensar que en España hay muchos colegios que no pueden pagar nada ni para el Noviciado, y aquí mantenemos a tres novicios y cuatro aspirantes, con no haber más que un desgraciado pedante con ínfulas de rector, un loco y un borracho, incorregibles todos ellos!

Ni el clima ni la lengua son tan terribles como pintaron los dos que vinieron en lo recio del invierno, que podían ayudar muchísimo si hubieran llegado en verano para aclimatarse y con resolución para trabajar de firme dos o tres meses para romper la cáscara de esta que llaman lengua difícil, y que no creo lo sea más que la alemana o latina para nosotros los catalanes. Se engañan los que creen que yo tengo don de lenguas: me parece que mi don es la paciencia y constancia en el machaqueo. ¡Y cuantísimos hay con verdadero talento y memoria, de las cuales cosas tengo poquísimo yo, y con muchísima más paciencia y constancia!

Sírvase, pues, decirme a la mayor brevedad qué hay que hacer: si se abre esto con envío de personal verdadero, o se cierra y nos vamos yo y los novicios que quieran venir, a nuestra querida España, y esto se pone en manos del Cardenal para que vea si los puede hacer entrar en cuerda, o los recluya y entregue esta casa e iglesia a otros voluntarios que, por cierto, no faltarán.

El P. Borrell sigue esforzándose, prácticamente solo, por mantener la casa, y acompañar las vocaciones que van llegando. En febrero de 1905 tiene 12 novicios (6 clérigos y 6 hermanos), y 10 postulantes. Insiste en su petición de ayuda: algún sacerdote que venga de España[Notas 90]. Pasa el tiempo, y al no recibir respuesta favorable, insiste, mostrando las dificultades que tiene que afrontar, y al mismo tiempo las grandes posibilidades del país[Notas 91]. A pesar de todo, va pagando las deudas antiguas, el internado va mejor, pronto van a recuperar toda la casa. Si vinieran tres o cuatro religiosos, dice, la provincia de Polonia resurgiría en unos pocos años. Algunos religiosos de Cracovia ya han ido a tierras rusas; otros se preparan a volver a sus antiguas casas. Solo yo sigo aquí, y oigo que nos critican: nos esperan 40 hermosos colegios; los niños y jóvenes nos necesitan. Los novicios ayudan; pero sino viene ayuda, el resultado de la batalla será incierto, y los novicios pueden desanimarse. Nombra un religioso que podría venir bien para Cracovia: el P. Bruno, de Burgos, ex generalicio, que está en Tarrasa. El P. Querol, Vicario General de España, ha consultado al Provincial de Cataluña, y este le ha dicho que no es adecuado para ese destino. Además, indica que no se le ocurra en agregar Cracovia a Cataluña, algo que tal vez sí se le había ocurrido a alguien, aunque probablemente no al P. Borrell[Notas 92]. La Congregación General recibe las peticiones del P. Borrell, pero no ve de qué modo ayudarle, así que le responden que tire adelante a la buena de Dios durante dos meses, hasta el Capítulo General, que decidirá[Notas 93]. Incluso proponen enviarle como ayuda al P. Zabrzeski, pero a él esa idea no le satisface: conoce bien al P. Zabrzeski, y lo considera más un estorbo que una ayuda. Si a pesar de todo lo envían, el prefiere irse a otro lugar[Notas 94]:

Creo comprenderá V.R. que no puedo fácilmente resignarme a que después de andar dos años combatiendo por una idea santa, salvadora, indispensable para el bien de la Corporación y de esta Provincia en germen, conformarme con una medida que por milagro dejaría de volverlo todo al primitivo abandono. naturalmente que si quiere el Rmo., yo al punto estoy de vuelta para España: no necesito más que un cuarto de hora para arreglar uno de los dos cofres que uso aquí, y me basta y sobra; y al primer tren me tiene en Viena, y luego en Roma, si así conviene, para dar cuentas de lo que aquí hice o no hice, y recibir la penitencia que juzguen oportuna. (…) Si finalmente creyesen que a pesar de mis indudables desaciertos puedo ayudar y servir a la corporación para pasando a Opole, o a Varsovia, o a Czestochowa para preparar la apertura del noviciado o de otro colegio, díganlo y se hará; tomo un novicio o dos de los mejores, y para Rusia. Digan, hablen claro, sin ambages, sin temor de herirme: estoy acostumbrado a cosas peores.

El P. Borrell no es invitado al Capítulo General como representante de Polonia (como lo había sido el P. Tadeusz Chromecki a los anteriores Capítulos de 1892 y 1898). Pero él escribe una carta al Capítulo que es solemnemente leída a los capitulares el 22 de julio, antes de comenzar el trabajo de las comisiones. Dice esta notable carta[Notas 95]:

Reverendísimo Padre Presidente del Capítulo General, Reverendísimos Padres Capitulares.

El colegio de Cracovia, fundado poco después de la muerte de N.S. Padre Fundador, como toda Polonia se arruinó en el siglo pasado. Por obra del M.R. P. Adam Slotwinski con la ayuda de seglares fue erigido de nuevo, y reconstruido con una gran cantidad de dinero prestado, e hizo un gran internado de tres pisos, famoso en Polonia a lo que parece. Incluso abrió el noviciado, y no faltaron candidatos. Pero una dura cadena de infortunios y, lo que es peor, la discordia doméstica y la falta de espíritu religiosos (cosa que no es de admirar tratándose de hombres que sufrieron un largo exilio en Francia, en Italia y sobre todo en Siberia, y volvieron con el cuerpo y el espíritu quebrado) lo llevaron a los apuros anteriores.
A evitar la ruina acudió el Rvmo. P. Alfonso M, Mistrangelo, que envió un visitador para la observancia regular, y luego envió dinero para arreglar la cuestión económica; se pagaron las deudas más urgentes. El P. Leandro Cuixart, hombre con gran pericia para obrar e insigne por su larga experiencia, fue quien sostuvo y promovió la obra comenzada por el citado visitador. Y desde entonces no ha cesado el colegio de ir restaurándose día a día. Abierto de nuevo el internado; aumentada la escuela; el noviciado de nuevo abierto después de una larga interrupción; pagadas ya casi todas las deudas; con algo de dinero en la caja (4000 coronas, de las cuales se han gastado unas 3000 para renovar el interior del colegio); la casa, que hasta ahora estaba alquilada a seglares, ya está casi completamente libre de ellos, pues el 15 de agosto del corriente año se irá el único seglar que queda, y la casa quedará clausurada para el siglo, abierta solo para Dios y las cosas divinas. Pues, aunque es cierto que de los inquilinos se recibía dinero, tal como estaba la cosa ocasionaban conflictos, y mayores.
Hay uno solo para llevar a cabo todas las tareas agotadoras. Una persona debe ocuparse de la escuela y el internado, formar a los novicios, vigilar la iglesia, atender a gente importante que viene a menudo. ¿Cómo es posible llevar entre manos tantos asuntos, para concluir al menos alguno bien? ¿Y si enferma? ¿Y si cae bajo el peso del trabajo? Aunque se le ha prometido un ayudante a menudo (y si ha intentado todo lo anterior fue confiado en la promesa), de momento sigue solo, incapaz de llevar adelante tanto trabajo.
Por lo cual, Reverendísimos Padres, les ruego y suplico por el Corazón de Nuestro Señor que me concedan algunos Padres generosos formados por el Espíritu de Dios, buscados en algún lugar, para que me ayuden, o para que yo les ayude a ellos. No teman al frío; yo tengo menos frío aquí que en Barcelona, pues todo está aquí preparado contra el frío. Ni a la lengua polaca, que cualquiera podría aprender conmigo en un año, y una vez aprendida, lograremos la resurrección, y gloriosa, de la Provincia Polaca. Aquí hay campo abierto para mucha labor; en Polonia hay mucha necesidad, y nuestros padres tienen un nombre glorioso. Con la ayuda de Dios se nos abriría rápidamente el imperio ruso. Por medio de amigos he conseguido ya recuperar el colegio de Opole del gobierno ruso, que nos devolverán tan pronto como queramos recibirlo. Y también nos espera el de Lomza, con una bellísima y renovada iglesia, y una rica donación. En verdad, toda Rusia, envuelta en las tinieblas de la ignorancia, anda buscando la luz. ¿Por qué no vienen dos o tres, y dejamos uno de ellos libre, como hacen las demás familias religiosas, para que vaya a la Gran Polonia, visite los antiguos colegios, haga surgir la esperanza en todas partes, y anime a los poderosos a colaborar?
No omitiré decir que hay muchos colegios nuestros que tienen escasez de misas. solo desde Cracovia en tres años he enviado seis o siete mil coronas; ¿qué tal si abriéramos allí un colegio, donde hay tanta fe entre la gente, y tanta escasez de clero?
Actuad, pues, Rvmos. Padres; socorred. Elegid entre todos vosotros dos o tres religiosos sanos de cuerpo, tranquilos, de buen espíritu, y enviadlos aquí: está en vuestras manos la suerte de la provincia de Polonia, en otros tiempos gloriosísima.

Cracovia, 15 de julio de 1906. Juan Borrell, rector de las Escuelas Pías de Cracovia.

Envía también el estado de cuentas de la casa desde que él llegó[Notas 96]:

Año 1903 1904 1905 1906


Ingresos 26.485 17.729 19.604 9.372


Gastos 23.176 20.149 19.611 9.499


Explica en él que las principales fuentes de ingresos son los censos, el internado y colegio, la cripta (para funerales) y las misas y culto. El primer año las cantidades son más importantes porque el P. Cuixart trajo una importante cantidad de dinero, para pagar deudas urgentes.

El último día del Capítulo, los Capitulares discuten sobre el asunto de Cracovia, y concluyen[Notas 97]

La casa de Cracovia, única de las 36 polacas, resucitó hace pocos años; tiene un rector, el P. Borrell, español, y dos sacerdotes polacos, ambos ineptos (tachado: uno de los cuales, casi siempre borracho; el otro, mal de la cabeza). El P. rector es verdaderamente un religioso mártir: se ocupa de la dirección del internado, de la dirección de la casa, de la dirección de la iglesia. Envió al Capítulo el estado de ingresos y gastos, y la relación moral de la casa. ¡Es verdaderamente un milagro lo que este hombre hace! Por ello es necesario que todos acudamos en su ayuda, y no con dinero, pues con una sabia administración se las arreglan, sino enviando algunos religiosos que le ayuden en la dirección. Los capitulares dicen que le enviarán ayuda.

Y así será, pero esto corresponde ya al generalato siguiente.

Notas

  1. RG 21, pág. 63-64.
  2. RG 250 j 1, 30. 25 diciembre 1904.
  3. RG 250 j 1, 31. 26 diciembre 1904.
  4. RG 250 j 1, 48 (17 diciembre); 49 (22 diciembre); 50 (24 diciembre); 26 diciembre 1904 51 (28 diciembre).
  5. RG 250 e 4, 38. 4 enero 1905.
  6. RG 250 j 2, 11(18 marzo 1905); 10 (24 marzo 1905).
  7. RG 250 e 4, 10. 27 diciembre 1904.
  8. RG 251 a 1 8. 25 septiembre 1904.
  9. RG 250 e 4, 3. 5 noviembre 1904.
  10. RG 250 e 4, 4. 9 noviembre 1904.
  11. RG 250 e 4, 6. 11 noviembre 1904.
  12. RG 250 j 1, 36. 17 noviembre 1904.
  13. RG 21 pág. 63-64. 2 diciembre 1904.
  14. RG 21 pág. 66-67. 3 diciembre 1904.
  15. RG 250 j 1, 29. 17 diciembre 1904.
  16. RG 250 e 4, 8. 17 noviembre 1904.
  17. RG 250 j 1, 52. 23 diciembre 1904.
  18. RG 250 e 4, 11. 24 diciembre 1904.
  19. RG 250 e 4, 12. 25 diciembre 1904.
  20. RG 250 e 4, 10. 27 diciembre 1904.
  21. José de Calasanz Vives y Tutó (1854-1913). Estudió en los escolapios de Mataró, se hizo capuchino. Cardenal en 1899, confesor de Pío X. Prefecto de la S. Cong. de Obispos y Religiosos en 1908.
  22. RG 250 e 4, 16. 5 enero 1905.
  23. RG 21 pág. 75. 4 febrero 1905.
  24. RG 250 e 4, 29. 3 febrero 1905.
  25. Giovaani Giolitti (1842-1928) era Presidente del Gobierno italiano en aquella época.
  26. RG 21 pág. 77. 18 febrero 1905.
  27. RG 250 h 2, 9. 25 febrero 1905.
  28. RG 250 h 2, 10. 10 marzo 1905.
  29. RG 250 j 2, 7. 15 marzo 1905.
  30. RG 250 e 4, 33. 16 marzo 1905.
  31. RG 250 e 4, 35. 17 marzo 1905..
  32. RG 250 e 4, 36. 30 marzo 1905.
  33. RG 250 j 2, 5. 15 junio 1905.
  34. RG 21, pág. 93. 18 julio 1905.
  35. RG 21, pág. 98. 23 septiembre 1905
  36. RG 250 a 5, 20. 24 septiembre 1905.
  37. RG 250 e 4, 46. 4 octubre 1905.
  38. RG 250 e 4, 48. 6 octubre 1905.
  39. RG 250 e 4, 49. 21 octubre 1905.
  40. RG 250 e 4, 55. 21 enero 1906.
  41. Es en un pasaje del Orlando furioso de Ludovico Ariosto, poeta renacentista italiano del siglo XVI y gran conocedor de la literatura clásica, donde encontramos la primera versión del proverbio en lengua vernácula (40, 1, 5 ss): “Llevar, como se dice, vasos a Samos, lechuzas a Atenas y cocodrilos a Egipto”.
  42. RG 250 e 4, 58. 8 febrero 1906.
  43. RG 250 j 2, 34. 1 julio 1906.
  44. RG 250 2 4, 68. 25 agosto 1906.
  45. RG 250 a 5, 2. 26 septiembre 1904.
  46. RG 250 a 5, 13; reproducido ya en la biografía del P. Mistrangelo. Cf. ASP…
  47. RG 250 g 2, 1. 11 enero 1905.
  48. RG 250 g 2, 2. 11 enero 1905.
  49. RG 250 a 5, 12. 19 octubre 1904.
  50. RG 250 a 5, 22. 9 enero 1906.
  51. RG 250 a 5, 23- 6 marzo 1906.
  52. RG 250 g 2, 30. 14 agosto 1905.
  53. RG 250 h 3, 1. 9 enero 1906.
  54. RG 250 e 4, 23. 22 junio 1905.
  55. RG 21 pág. 48. 27 septiembre 1904.
  56. RG 250 i 1, 8. 30 septeimbre 1904.
  57. RG 21 pág. 57. 22 octubre 1904.
  58. RG 250 i 1, 1. 14 julio 1904.
  59. RG 21 pág. 76. 11 febrero 1905.
  60. RG 21 pág. 77, 25 febrero 1905.
  61. RG 250 h 2, 12. 23 marzo 1905.
  62. RG 250 i 2, 18. 8 agosto 1905.
  63. RG 250 i 1, 6. 8 septiembre 1904.
  64. RG 250 i 2, 14. 19 julio 1905.
  65. RG 250 i 3, 6. 19 junio 1906.
  66. RG 250 c 5, 2. 27 septiembre 1904.
  67. RG 250 l 2, 25. 7 agosto 1905.
  68. RG 250 f 5, 37. 24 diciembre 1904.
  69. RG 250 l 2, 5. 29 junio 1905.
  70. RG 250 l 2, 1. 3 julio 1905.
  71. Cf. DENES I, La Habana.
  72. RG 250 l 1, 38. 1 diciembre 1904.
  73. RG 250 l 2, 30. 19 diciembre 1905.
  74. RG 250 l 2, 31. 27 diciembre 1905.
  75. RG 250 f 5, 38. 7 enero 1906.
  76. RG 250 m, 5. 17 abril 1905.
  77. RG 250 m, 3.
  78. RG 250 o 8. 21 enero 1906.
  79. RG 250 p, 1. 18 septiembre 1904.
  80. RG 250 p, 4. 8 octubre 1904.
  81. RG 250 q, 5. 11 noviembre 1904.
  82. RG 21 pág. 61-62. 14 noviembre 1904.
  83. RG 250 p, 7. 14 diciembre 1904.
  84. RG 250 q, 11. 4 febrero 1905.
  85. RG 250 q, 8. 24 febrero 1905.
  86. RG 250 r, 7. sin fecha.
  87. RG 250 r, 8. 1905.
  88. RG 250 q, 7. 13 julio 1905.
  89. RG 250 q, 6. 17 junio 1905.
  90. RG 250 p, 10. 9 febrero 1906.
  91. RG 250 p, 11, 24 abril 1906.
  92. RG 250 l 2, 4. 5 mayo 1906.
  93. RG 21, pág. 130. 11 mayo 1906.
  94. RG 250 q, 12. 14 junio 1906.
  95. RP 57 7, 2. 15 julio 1906.
  96. RP 57 7, 3. 15 julio 1906.
  97. RG 7, Actas del Capítulo General 1906.