General34/Intimación de la Visita Apostólica a toda la Orden. Causas remotas e inmediatas de la misma. Modo en que fue recibido su anuncio y comienzo por el P. Viñas, por el Cardenal Mistrangelo y por la opinión pública de la Orden

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Relaciones del P. Viñas con sus Asistentes y con el Procurador General
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Propagación o expansión de la Orden en 1912-1923
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Intimación de la Visita Apostólica a toda la Orden. Causas remotas e inmediatas de la misma. Modo en que fue recibido su anuncio y comienzo por el P. Viñas, por el Cardenal Mistrangelo y por la opinión pública de la Orden

Considerando todo lo visto, al principio de 1923 había una serie de asuntos serios de nuestra Orden ante la Santa Sede que estaban esperando una solución adecuada y eficaz:

  • la “vida común perfecta”, principalmente en lo referente al peculio, tolerado en todas partes, que casi nunca se había observado fielmente en nuestra Orden;
  • la ley de la clausura, que casi nadie respetaba, principalmente en Austria y Hungría;
  • los ejercicios comunes de piedad, que no se hacían en Italia y Europa Central, según mandaban las Constituciones;
  • las vacaciones, excesivas, que se concedían a los religiosos no solo en verano, sino también en otros periodos del año;
  • los estudios de filosofía y teología, que nuestros juniores no hacían en ninguna parte de la Orden según las recientes instrucciones de la S. Sede en cuanto a duración, sede y materias; Italia en particular carecía de sedes aptas para estos estudios;
  • la cooperación entre la Curia General y la provincia romana no era ni amistosa ni sincera;
  • la unión jerárquica de la Orden, tan deseada por la Santa Sede, desde el inicio del generalato del P. Viñas no había avanzado ni un paso, incluso parecía que se le daba nueva fuerza y vigor a la Vicaría de España en las Constituciones presentadas por el P. Viñas;
  • las Constituciones de la Orden acomodadas al nuevo Código de Derecho Canónico todavía no habían sido aprobadas por la Santa Sede;
  • la Curia General se encontraba sin una sede propia en Roma, y el único colegio de la Orden en la ciudad hacía más mal que bien al buen nombre de las Escuelas Pías.

Todos estos problemas considerados en sí mismos y por sí mismos preocupaban a la Santa Sede, que se inquietaba por el futuro de nuestra vida y obra. A los cuales se añadía el doloroso desacuerdo entre el P. Viñas y la provincia romana que duraba varios años, los asuntos del P. Pietrobono y de los tres Padres de la provincia de Nápoles, la inoportuna acción llevada ante la Santa Sede para crear la nueva provincia de Vasconia, la respuesta negativa del P. Viñas a las propuestas de la Santa Sede en el tema de las casas situadas en Eslovaquia, la manera doble o al menos dudosa de actuar por parte del Procurador General en todas esas cuestiones, y, no en último lugar, la tenaz voluntad del P. Viñas, que ante todos incluso ante las más elevadas autoridades eclesiásticas, quería probar su justicia y sus razones. Por último, la buena relación de algunos adversarios del P. Viñas con el Cardenal Vicario Basilio Pompili y con el Cardenal Prefecto de la S. Congregación de Religiosos, Camilo Laurenti. Tal como estaban las cosas, bastaba cualquier nuevo mínimo motivo de conflicto para desatar graves consecuencias para toda la Orden, y principalmente contra el gobierno de aquel momento. Ya a finales de 1921 Benedicto XV intentó sacar del generalato al P. Viñas promoviéndolo a algún cargo incompatible con el generalato; pero la muerte le impidió llevar a cabo su propósito[Notas 1]. Los prelados de la Curia romana hacían a menudo amenazas de que iban a nombrar un Visitador Apostólico, sobre todo cuando el Procurador les contaba las respuestas no castigadas del P. Viñas[Notas 2].

Un año más tarde, el 6 de febrero de 1923, el Papa Pío XI, por referencia y a propuesta del Cardenal Camilo Laurenti, que había tratado poco antes el enojoso asunto de los napolitanos con el P. Viñas, decidió nombrar Visitador Apostólico para toda nuestra Orden al Excmo. y Rvdmo. Ermengildo Pasetto, Capuchino, obispo titular de Gera. La S. Congregación de Religiosos dio un decreto a este propósito el 8 de febrero, que solo llegó al Procurador General el 24 de febrero[Notas 3]. Este informó inmediatamente al P. Viñas, y luego fue comunicado por el mismo Procurador General a toda la Congregación General en la sesión celebrada el 26 de febrero[Notas 4]. En nombre de la Congregación General, el P. Boschi comunicó a la S. Congregación de Religiosos su pronta obediencia[Notas 5]. También se escribió al Visitador diciéndole que se le presentaban nuestros obsequios y se aceptarían sus órdenes, a los cual el Visitador respondió que las daría oportunamente[Notas 6]. El Cardenal Mistrangelo fue también informado inmediatamente por el P. Viñas acerca de la Visita, y él, en una carta escrita el 1 de marzo, no podía menos que quejarse de la maldad humana contra nuestra Orden[Notas 7]. En otra, enviada el 15 de abril de 1923, se lamentaba amargamente de que, en un asunto tan grave, la Santa Sede nunca había consultado a un Cardenal escolapio, ex General y ex Visitador Apostólico de la Orden, que había hecho tanto por la unión jerárquica de la Orden durante el pontificado de León XIII[Notas 8].

El Excmo. y Rvdmo. Pasetto comenzó la Visita en la Casa de S. Pantaleo el 6 de marzo a las 4 de la tarde con la lectura del decreto de la Visita ante toda la Curia General allí presente. Según palabras dichas entonces por el Visitador, la Visita era “para información”. El Padre General, que conservaba sus facultades anteriores, solo debía consultar al Visitador en temas extraordinarios[Notas 9]. Ya el día anterior se había comunicado a los Provinciales que la Santa Sede había nombrado al Excmo. Pasetto Visitador de toda la Orden[Notas 10]. Pero el P. Viñas, tras los primeros signos de sumisión y obediencia en lo general, con cierta impaciencia, al descender a lo particular comenzó a tratar con el Visitador Apostólico, al que inmediatamente dijo abiertamente en la primera conversación que no encontraba ningún motivo para una Visita Apostólica, y que estaba muy dolido de que la hubieran impuesto, y le gustaría preguntar y oír del motivo por el que se había hecho. Todo esto lo expresó al Visitador con palabras que no eran tranquilas ni sumisas. Además, al final de esta primera conversación el P. Viñas indicó como posible causa de esta Visita Apostólica el enojoso asunto de los tres Padres napolitanos, que recomendó al Visitador que examinara con atención. Al día siguiente, 7 de marzo, el Visitador inspeccionó las actas y documentos del doloroso asunto de Nápoles, y dijo al P. Viñas que “había actuado según los cánones”[Notas 11]. Sin embargo, fue a Nápoles más tarde por otros asuntos que debía resolver allí, y al volver a Roma el 25 de marzo, habló de manera parca y cauta del asunto con el P. Viñas. Visto lo cual, el P. Viñas se volvió más suspicaz y más taciturno en sus conversaciones con el Visitador[Notas 12].

Por lo demás, no creemos que el P. Viñas pensase que el asunto de Nápoles era la única causa de la Visita. Pues él mismo, al escribir sobre “su renuncia o más bien deposición”, cita otras causas que pudieron influir para la Visita, como fue su difícil reelección en el Capítulo General de 1919, la cuestión del P. Pietrobono y la acción para crear la provincia de Vasconia[Notas 13]. En otras notas cita también su mala relación con la mayor parte de sus Asistentes, y principalmente su desgraciada relación con el P. E. Boschi, Procurador General desde el año 1919[Notas 14]. Con todo, podemos creer que el P. Viñas consideraba el asunto napolitano como la causa inmediata de la Visita Apostólica.

Pasado el mes de marzo examinando el asunto de Nápoles, el 4 de abril de 1923 el P. Viñas pidió al Excmo. y Rvdmo. Lorenzo Schioppa, Nuncio apostólico en Hungría, que entonces tal vez estaba en Roma, que intercediera para que el Visitador Apostólico no fuera a visitar Hungría. Temía las “terribles consecuencias” de volver a hacer otra Visita Apostólica[Notas 15]. Probablemente el P. Viñas estaba muy preocupado por la provincia de Hungría, porque algunos defectos “tangibles” como la falta de clausura y de los ejercicios de piedad en común, pudieran ofender inmediatamente a los ojos del Visitador. Más tarde también temió que se hiciera la visita a España. El Nuncio, diplomática, dijo que actuaría de ese modo[Notas 16].

Se llegó así al fatídico día 5 de abril, en el cual el P. Viñas había sido admitido a audiencia privada por el Papa Pío XI. En esta audiencia el P. Viñas informó sobre la feliz compra de la casa de San Pantaleo, y quiso tocar el tema de la Visita Apostólica. Pío XI no quiso tocar esta cuestión, diciéndole que 2no quería en absoluto meterse en las órdenes dadas por las Congregaciones Romanas”. Pero el P. Viñas insistió y rogó que le permitiera hablar como un hijo a su Padre. Recibido el permiso, el P. Viñas rogó al Sumo Pontífice que se limitara la Visita a las provincias que la necesitaran, como la napolitana y la romana; luego narró al Sumo Pontífice la historia de la controversia con los tres Padres de la provincia de Nápoles. En respuesta, Pío XI no dijo nada sobre el P. Viñas y su gobierno; expuso las dificultades de circunscribir la Visita a unas provincias determinadas y conformó que la Visita sería toda la Orden. Viendo entonces el P. Viñas que nada haría cambiar al Pontífice, le dijo: “Santidad, si la tempestad se ha desatado por culpa mía, echadme al mar. Estoy dispuesto a hacer lo que la Santa Sede disponga[Notas 17].

Esta audiencia, incluso si el P. Viñas no fue tan vehemente como algunos de los nuestros afirman, resultó ciertamente fatal, pues el P. Viñas con su importunidad endureció todavía más el ánimo del Pontífice, que ya era duro de por sí, y que no podía dejar de ver su “indocilidad” al querer probar la razón de su gobierno y de sus actos. De modo que las palabras del P. Viñas produjeron un efecto contrario al esperado en el ánimo de Pío XI, que comprendió mejor la oportunidad, e incluso la necesidad, del decreto de Visita cuando vio más claramente la manera de obrar del P. Viñas. Probablemente entonces el Sumo Pontífice pensó en quitar cuanto antes al P. Viñas de su cargo de General.

El mismo resultado produjo el coloquio que tuvo el P. Viñas el 22 de abril con el Cardenal Camilo Laurenti, Prefecto de la S. Congregación de Religiosos. Incluso el Cardenal Laurenti dijo abiertamente que el gobierno del P. Viñas había era malo, y que había división entre él y los Asistentes Generales. El P. Viñas no admitió que existiese esa división; en cuanto al mal gobierno, dijo que hasta entonces no había recibido ninguna advertencia de la Santa Sede. Por lo demás, el P. Viñas también prometió al Cardenal Laurenti prestar obediencia prontísima a cualquier disposición de la Santa Sede, incluso a su propia remoción del generalato[Notas 18].

Tras estas conversaciones con el Sumo Pontífice y con el Cardenal Prefecto de la S. Congregación de Religiosos, el 30 de abril el P. Viñas dijo al Visitador que en los próximos días iría a Florencia para el Cardenal Mistrangelo, su padre y consejero, le aconsejara sobre este asunto gravísimo, después de tener una sesión con su consejo el 1 de mayo. El Visitador entonces rogó al P. Viñas que se dignara comunicarle los consejos del P. Mistrangelo, lo que el P. Viñas prometió de buena gana que haría. Sin embargo, antes de tener esa conversación en Florencia, en la sesión de la Congregación General celebrada el 1 de mayo, después de tratar de los asuntos de administración ordinaria, el P. Francesco Ulderico Tiboni, Asistente General por Italia, en nombre del Visitador Apostólico, declaró que “era voluntad de la Sagrada Congregación de Religiosos que el P. General, sus Asistentes y Procurador renunciaran a sus cargos”. Entonces, no sin estupor, aunque el P. Viñas ya presagiaba algo[Notas 19], todos renunciaron a su cargo en una carta que escribieron al P. Visitador Apostólico, y decía: “Nosotros infrascritos, Prepósito y Asistentes Generales de la Orden de las Escuelas Pías, presentamos a V.E. Rma. la dimisión de nuestros respectivos cargos, deseando que esta acción sirva para el bien de la Orden a la que tenemos el honor de pertenecer. Roma, 1 de mayo de 1923. Devotísimos en Cristo, Tomás Viñas de S. Luis, Prepósito General; Salvatore Addeo, Asistente General; Francesco Tiboni, Asistente General; Marcelino Ilarri, Asistente General; José Rapp, Asistente General”.

Por la tarde el mismo día 1 de mayo, el P. José Rapp, Asistente General por Europa Central, entregó esta renuncia escrita al Visitador, a quien dijo que la Congregación General habría hecho espontáneamente la renuncia, aunque no la hubieran obligado[Notas 20]. No mucho después, el P. Everardo Boschi, Procurador General, renuncio también a su cargo[Notas 21].

Una vez hecha la renuncia, al día siguiente el P. Viñas salió hacia Florencia y allí vació la amargura de su alma con el Cardenal Mistrangelo, que estaba igualmente afligido[Notas 22]. El 4 de mayo volvió a Roma; al día siguiente 5 fue interrogado por el Visitador Apostólico sobre lo que había hecho en Florencia. Pero el P. Viñas solo habló poco y con gran cautela sobre las cosas que había hecho en Florencia[Notas 23].

Mientras tanto, el Papa Pío XI, en la audiencia del 3 de mayo con el Cardenal Prefecto de la S. Congregación de Religiosos, aceptó “la renuncia de la Congregación y el Procurador General espontáneamente puesta en manos del Rvdmo. Visitador Apostólico”, y dispuso con respecto al futuro de las Escuelas Pías:

1.Que la autoridad del Prepósito General pasase al Visitador Apostólico, a quien se le asignaría el P. Giuseppe Del Buono, hasta entonces Prepósito Provincial de Liguria, como Vicario General;
2.Que se designara al P. Boschi Procurador General provisional para gestionar los asuntos ante la Santa Sede;
3.Que el Visitador Apostólico, con el consejo del Vicario General, presentara los nombres de cuatro religiosos idóneos de acuerdo con las Constituciones para que la misma S. Congregación los nombrara Asistentes Generales;
4.Que todos continuasen en esos cargos hasta que la misma s. Congregación considerase oportuno el proceder a la convocatoria de un Capítulo General para hacer los nombramientos de acuerdo con las Constituciones[Notas 24].

El cardenal Prefecto de la S. Congregación de Religiosos en una carta al P. Viñas de fecha 4 de mayo le informó que el Pío XI había aceptado la dimisión de la Congregación y del Procurador General el día anterior, y alabó la vida ejemplar del P. Viñas y sus eximias dotes de mente y de corazón[Notas 25].

El 5 de mayo el P. Viñas tuvo una discusión bastante vehemente con el Visitador Apostólico acerca de la maneta del modo de llevar a cabo la Visita y lo hecho hasta entonces[Notas 26]. Después de recibir la Carta del Cardenal Laurenti, el P. Viñas escribió el 8 de mayo una Circular a los Superiores y Religiosos comunicando la aceptación por la Santa Sede de la renuncia presentada por la Congregación General[Notas 27].

Al día siguiente, 9 de mayo de 1923, el Visitador Apostólico leyó en la casa de S. Pantaleo el citado decreto de la S. Congregación ante los miembros de la Congregación ya dimitidos. El P. Viñas pidió permiso para no estar presente[Notas 28]. El mismo día el P. Viñas informó de la marcha de las cosas al Cardenal Mistrangelo[Notas 29].

El 16 de mayo vino de Liguria a Roma el P. Giuseppe Del Buono y al día siguiente se hizo la entrega de los libros de la administración y de los oficios. Antes de que se fueran el Visitador y el Vicario, tras la entrega de los libros, el P. Viñas les encomendó toda la Orden a su paternal cuidado. Dijo que le dolía ser expulsado del Generalato sin haber recibido antes ninguna advertencia por parte de la Santa Sede, y habiéndole negado el derecho a defenderse, que suele concederse a los religiosos. Sin embargo, Dios juzgará todas las cosas[Notas 30].

Los días 24 y 26 de mayo el P. Viñas fue a Florencia, para despedirse de los amigos. Vuelto a Roma, el 28 de mayo fue a visitar al Cardenal Merry del Val, quien recomendó al P. Viñas que recurriera al Consejo Plenario de Cardinales, cosa que el P. Viñas no quiso hacer, pues el decreto de la S. Congragación había sido dado en nombre y por voluntad de Su Santidad[Notas 31].

El P. Viñas se despidió del Visitador Apostólico el 30 de mayo, y en esta ocasión “la conversación con el Sr. Visitador fue muy a propósito: hablamos de Plauto y Terencio, comediógrafos”[Notas 32]. En esta ocasión el Visitador apostólico exhortó al P. Viñas a que intentara superar los esfuerzos y penas sufridas en el pasado escribiendo poemas[Notas 33].

El mismo día se despidió también por carta del Cardenal Prefecto de la S. Congregación de Religiosos[Notas 34]. El Cardenal le correspondió con palabras corteses el 3 de junio de 1923[Notas 35].

Del mismo modo, el 30 de mayo el P. Viñas escribió también una carta despidiéndose al Cardenal Vicario, Protector de nuestra Orden[Notas 36]. El Cardenal Pompili le respondió el 2 de junio con una carta muy breve, pero bastante humana[Notas 37].

El 31 de mayo el P. Viñas fue a orar a la basílica de S. Pedro.[Notas 38] Finalmente, el 1 de junio celebró la Santa Misa en la habitación de N. Santo Padre, y a las 5 de la tarde se despidió de Roma y a la mañana del día siguiente llego a Génova. El día 6 de junio tomo el barco “Pincio” y el 10 del mismo mes llegó a Valencia. El día siguiente, 11, por la mañana llegó a Barcelona, donde fue acogido por amigos y superiores de toda la provincia[Notas 39].

Diez días después, el 21 de junio, llegó a Alella. Allí enseñó a nuestros juniores latín e historia de las letras latinas[Notas 40]. Un año más tarde se trasladó a la casa de S. Antón de Barcelona, donde llevó la vida escondida y solitaria de los ermitaños, dedicado de lleno a escribir poemas, memorias de su generalato y el Esbozo de la Historia de las Escuelas Pías en Germania, cada día más ansioso por el futuro de nuestra Orden, y por la Visita Apostólica “perpetua”[Notas 41].

En el año Santo de 1925, con motivo del santo Jubileo, quizás deseaba visitar Roma, pero no se atrevió a pedir permiso, así que solo visitó Lourdes[Notas 42]. Con el paso de los años se iba angustiando cada vez más a causa de la lenta supresión de la Vicaría de España, todavía no completa durante la Visita Apostólica a causa de los nombramientos hechos en el verano de 1928[Notas 43]. Ni las cartas del P. Giuseppe Del Buono, ni las del Cardenal Mistrangelo, que le escribían con mucho afecto y deseo de consolarle, lograban devolverle el ánimo. Así le sorprendió la muerte el 21 de febrero de 1929, preparado piadosamente para el tránsito supremo por una enfermedad de corazón que le venía afectando desde hacía tiempo. Tenía 64 años de edad y 49 de vida religiosa[Notas 44].

Por la manera como el P. Viñas recibió la noticia de la Visita Apostólica, al Visitador, y la orden de que renunciara, y por lo que luego escribió tanto en sus memorias y cartas sobre esta Visita, se deduce claramente que el P. Viñas solo vio o entendió parcialmente las verdaderas causas de la Visita Apostólica y de su deposición. De modo que se consideró, a imagen de Calasanz, una víctima. No se puede negar que tuviera adversarios dentro y fuera de casa, pero la Visita General no vino precisamente por eso, sino mucho más porque toda nuestra Orden sufría en muchas de sus provincias una enfermedad secular, para sanar la cual las solas fuerzas generalicias se mostraron ineficaces. Además, los problemas surgidos en las provincias particulares de Italia, Polonia, Austria y Hungría durante la guerra de 1914-1918 fueron tales que las débiles fuerzas de nuestra organización se mostraron ineficaces para superarlos. Los estudios de filosofía y teología de los nuestros se encontraban muy alejados de los modernos que pedía la Santa Sede. Se unió a ello el gran y difícil problema de la plena y definitiva unión jerárquica deseada por la Santa Sede, y por último, pero de no menor importancia, la índole inflexible innata del mismo P. Viñas, inclinado a decir siempre a la verdad plena y desnuda, en todo y ante todos.

Pero el P. Viñas no fue el único: tampoco sus amigos más íntimos percibieron las verdaderas causas de la Visita apostólica, como puede verse en las cartas del Cardenal Mistrangelo al P. Viñas, y en las del P. Brattina, que acusaba vehementemente al P. Boschi, y afirmaba que otro Procurador, por ejemplo, el P. Homs, podría haber evitado la Visita Apostólica[Notas 45]. No hablamos aquí de amigos más lejanos, que, naturalmente, no entendían nada.

Por lo demás, que las causas tanto para la Visita como para la deposición del P. Viñas fueron las que han sido indicadas más arriba lo muestra claramente el trascurso de los seis años de toda la Visita, durante la cual se devolvió la observancia regular a su prístino estado, se restauraron los estudios de los nuestros y se fue llevando a la práctica la unidad plena jerárquica, y principalmente los decretos con los que se cerraba la Visita Apostólica el 27 de noviembre de 1929[Notas 46].

Después de hablar de la Visita Apostólica y de la renuncia del P. Viñas, debemos poner fin a nuestra exposición de su generalato, pero como con el ímpetu de narrar los principales acontecimientos hasta ahora no hemos podido hablar de la propagación de la Orden y de su vida científica y literaria durante los años 1912-1923, para formarnos una imagen más completa de su generalato lo presentamos a continuación, así como un último juicio sintético sobre él.

Notas

  1. Cf. nota 871.
  2. Cf. Documentos históricos del P. Boschi (RL-Sc 370) f. 3: “El nuevo Pontífice (Pío XI), informado por el Cardenal Protector y por el Cardenal Prefecto de los Religiosos de todos los precedentes del gobierno del P. Viñas, decidió dar a la Orden un Visitador Apostólico en la persona de Mons. Luca Ermenegildo Pasetto. Esto ocurrió en febrero de 1923. Algunos quieren echar la culpa de un hecho tan grave al P. Procurador. En realidad, la amenaza de una Visita Apostólica cuando el Procurador presentó y defendió en nombre del General algunas cuestiones que fueron rechazadas como contrarias a la voluntad de la Sede Apostólica. Esta amenaza, varias veces repetida, puso al Procurador en una situación escabrosa”.
  3. Cf. Sobre mi renuncia (RL-Sc Va), f. 18.
  4. Cf. Actas de la Congregación General, 26 de febrero 1923, RG 22, a, ff. 186-187: “Sesión 106, 26 de febrero de 1923. Se tuvo sesión, presidida por el Rmo. P. Prepósito General, con presencia de los PP. Asistentes y el r. P. Procurador General. Tras leer las actas como de costumbre, el R.P. Procurador General leyó una carta de la S. Congregación de religiosos, que decía lo siguiente: ‘Roma, 8 de febrero de 1923. Nº 398/23. Reverendísimo Padre. Me apresuro a dar a conocer a V.P. que el Santo Padre, en la audiencia concedida el 6 del corriente mes al Emmo. Cardenal Prefecto de esta Congregación, se ha dignado nombrar Visitador Apostólico de toda la Orden a Mons. Luca Ermengildo Pasetto, Capuchino, obispo de Gera. Lo cual comunico a Vuestra Paternidad para conocimiento suyo y de su Curia General. Créame… Mauro Serafini, Secretario. Al Rmo. P. Procurador General de las Escuelas Pías’. Esta carta llegó al P. Procurador el 24 de febrero. En nombre de la Curia General, el Rmo. P. Procurador escribirá a la S. Congregación que la Curia General se pone a disposición del Sr. Visitador”.
  5. Cf. final de la nota anterior.
  6. Cf. Sobre mi renuncia (RL-Sc Va), f. 18.
  7. Cf. esta carta en RG 255 o, 1. dice lo siguiente: “Querido P. General, todavía no me he recuperado del estupor ocasionado por la noticia que me dio en su carta. No sé en qué mundo estamos, ni con qué criterios los hombres dirigen la barca d la humanidad. Sin embargo, en el nombramiento del Visitador Apostólico yo quiero creer que se pueda descubrir el trasfondo de lo que se ha de ser. Pues me parece imposible que una disposición tan grave para una Orden como la nuestra se ha dado de este modo, sin que detrás del telón de fondo, o a lo bribón, haya alguna disputa más o menos maliciosa y malintencionada, ya veremos. Mientras tanto, dice bien V.P. ‘dejemos obrar a Dios’, se acierta siempre”.
  8. Cf. esta carta en RG 255 o, 2. dice lo siguiente: “V.P. no llega a comprender cómo el Card. Prefecto haya nombrado un Visitador sin llamarle y oírle antes. Yo no comprendo aún por qué se haya nombrado y por qué, habiendo un Cardenal escolapio, perteneciente a la Congregación de los Regulares, ex General de la Orden, ex Visitador Apostólico, encargado por León XIII de llevar a cabo la unión de las Provincias, no se haya pensado en preguntarle antes de tomar una decisión tan seria. Cuando nombraron Visitador al P. Pietrasanta ocurrió lo mismo. Los arrepentimientos vinieron después; ¡que San José, el nuevo Job, ruegue y desvanezca el presagio!”
  9. Cf. Sobre mi renuncia (RL-Sc Va), f. 16.
  10. Cf. Libro Registro del Secretario de Oficios Generales (RG 22 d) f. 143.
  11. Cf. Sobre mi renuncia (RL-Sc Va), ff. 16-17.
  12. Ibídem, f. 17.
  13. Cf. Sobre mi renuncia (RL-Sc Va), ff. 1-15.
  14. Cf. Memoria sobre la Visita Apostólica (RL-Sc 370, IV), ff. 2-5.
  15. Cf. nota 602.
  16. Cf. Sobre mi renuncia (RL-Sc Va), f. 17.
  17. Cf. Sobre mi renuncia (RL-Sc Va), ff. 17-18.
  18. Ibídem, f. 18.
  19. Cf. más abajo la Circular en la que anunciaba su renuncia.
  20. Cf. Actas de la Congregación General, 1 de mayo 1923, RG 22, a, ff. 189-190. Cf. también Sobre mi renuncia (RL-Sc Va), ff. 19-20.
  21. Cf. Documentos históricos del P. Boschi (RL-Sc 370) f. 3.
  22. Cf. Sobre mi renuncia (RL-Sc Va), f. 20.
  23. Ibídem.
  24. Cf. Actas de la Congregación General, RG 22, a, f. 190.
  25. El texto de esta carta se encuentra en Sobre mi renuncia (RL-Sc Va), ff. 21-22, y dice lo siguiente: “Secretaría de la S. Congregación de Religiosos. Nº 398/23. Roma, 4 de mayo de 1923. reverendísimo Padre. El Visitador Apostólico de la Orden, Mons. Pasetto, comunicó a nuestra S. Congregación el acto de renuncia espontánea ofrecida por V.P. Rma. y los demás Padres componentes de la Curia General de sus respectivos oficios, así como de la dimisión de su cargo del R.P. Boschi, Procurador General de la Orden. El Santo Padre, a quien fue referida la cosa por el Rmo. Abad Secretario de esta S. Congregación en la audiencia del 3 del corriente mes, aunque de mala gana, por la estima que tiene de las virtudes religiosas de V.P. Rma., y por la benevolencia hacia su digna persona, cree oportuno, sin embargo, considerando todas las circunstancias del caso, aceptar las dimisiones ofrecidas con las disposiciones acerca del gobierno provisional de la Orden que se indican en el decreto relativo que se pasa a Mons. Pasetto. Al informarle sobre ello, también esta S. Congregación da de buena gana amplio testimonio de la irreprensible conducta de su vida religiosa, y de las egregias dotes de mente y de corazón de V.P. Rma., y me alegro añadir que considero una nueva prueba de su espíritu de abnegación el mismo hecho de la renuncia espontánea a su cargo en las circunstancias actuales. Extiendo mis sentimientos a todos los demás Padres mencionados que fueron colaboradores suyos en el alto oficio del que ahora V.P. se retira. Me es grato… M. Serafini, Secretario”.
  26. Cf. Sobre mi renuncia (RL-Sc Va), ff. 20-21.
  27. Ibídem, ff. 22-23. Cf. también Libro Registro del Secretario de Oficios Generales (RG 22 d) f. 144. El texto de esta Circular enviada al Vicario General de España, P. Antonio Mirats, dice lo siguiente: “Prepositura General de los CC. RR. Pobres de la Madre de Dios de las Escuelas Pías. Tomás Viñas de S. Luis, Prepósito General de las Escuelas Pías, al Rmo. P. Vicario General, a los PP. Provinciales, Rectores y Religiosos de nuestra Orden en España y América, salud y bendición. Llena de inefable gozo nuestra alma, os dirigimos una última Circular anunciándoos el feliz éxito que nuestras laboriosas gestiones habían obtenido por intercesión de N. Santo Padre José de Calasanz en la compra de la Casa-Madre de S. Pantaleón de Roma. Ciertamente no se ocultó, pues algunas expresiones lo dejaban ver bastante, que nuestro ánimo presentía alguna tribulación más dolorosa que lo que podía habernos causado la intimación de una Visita Apostólica de toda nuestra Orden. Y el Señor ha permitido que no nos equivocáramos. Por indicación de la S. Congregación de Religiosos, a la que llevados por espíritu de obediencia no quisimos ni una palabra oponer, presentamos el día 1 de mayo nuestra renuncia de Prepósito General, juntamente con la de nuestros Padres Asistentes y Procurador. La nuestra fue aceptada como consta en la siguiente carta que fielmente traducimos del italiano (sigue la carta de la nota 897). Las palabras con que hubiéramos bendecido al Señor, conforme Él mismo nos enseña, si en virtud de un capítulo General hubiéramos cesado de nuestro cargo, hoy salen de nuestro pecho con más fervor, avalorado por el sacrificio: ‘De igual modo vosotros, cuando hayáis hecho todo lo que os fue mandado, decid: Somos siervos inútiles; hemos hecho lo que debíamos hacer’ (Lc 17, 10). Al escuchar estas nuestras últimas palabras de despedida, dignaos, carísimos Padres y Hermanos, perdonarnos los defectos que durante nuestro Generalato hayan podido molestaros: nosotros de todo corazón también perdonamos a quienes hayan podido molestarnos. Nuestra Santa Madre María y nuestro Santo Padre José de Calasanz nos bendigan. Roma, 8 de mayo de 1923. Tomás Viñas de S. Luis, Prepósito General dimisionario. Marcelino de la V. del Pilar, Secretario”.
  28. Cf. Sobre mi renuncia (RL-Sc Va), f. 23.
  29. Cf. la respuesta del Cardenal Mistrangelo a esta carta (RG 255 o, 3): “Aunque a esperaba, la suya del 9 me ha margado profundamente, y el Decreto de la Congregación, aún más. El haber llegado sin yo saberlo y, diría yo, a la chita callando, y por medio de un procedimiento por lo menos extraño, a una decisión de tanta gravedad, y necesariamente preñado de gravísimas consecuencias, humillante para una Orden tan benemérita, amada, venerada en las Españas, en América, en Hungría, en Italia, es un hecho tal que sorprende y entristece, y ocasiona reflexiones tristísimas. Tanto más cuanto nadie sabía nada del mal gobierno de la Orden, y que las pequeñas miserias y chismes de la nuestra carecen de malicia, y son comunes a las demás Órdenes, y no son menos llamativos y agudos. Así que, si le dijera que en todo esto entiendo poco, no sería sincero; debo decirle que entiendo incluso demasiado, deploro el hecho, me duele por la Orden, por cuanto se ha hecho por unir las Provincias, y Usted lo sabe, por quien fue la causa de esta auténtica desgracias… pero no me duele por Usted, porque estoy seguro de que la verdad, antes o después, triunfara plenamente. Piense en San José de Calasanz, en el P. Mario, en le P. Pietrasanta, y en la santa resignación a la voluntad de Dios, que ha permitido esto, alegre y sereno, espere días mejores. Recibo cartas de España, llenas de buena voluntad, y que se encomiendan a mí, que me enteré del desastre después que sucedió. Como escolapio podré presentar mis quejas, y lo haré. Pero ‘la cosa ocurrió, aunque fuera de manera irregular’. Que Dios perdone a quien fue la causa de tanta humillación y de tanto dolor, y a quien, o mal informado, o ligeramente o imprudentemente, tal vez con la mejor intención, provocó una decisión de la Santa Sede cuya ruina sólo podrá reparar la bondad divina por intercesión del S. Fundador. Le espero en Florencia, ruego por Usted y le bendigo. A.M. Card. Mistrangelo”.
  30. Cf. Sobre mi renuncia (RL-Sc Va), f. 25.
  31. Ibídem.
  32. Ibídem, f. 26.
  33. Cf. la carta del P. Tomás Viñas al P. Giuseppe Del Buono de fechas 7 de agosto de 1924 (RG 252 p, 3): “Esta semana se acaba de imprimir mi obra ‘Carminum Libri IV’. En ella aparecen V.P., Carcare, Savona, La Pozza, el P. Isola, el Card. Mistrangelo, etc. etc. Tendré el honor y el gusto de enviarle un ejemplar en cuanto esté encuadernado el libro. He cumplido la palabra que di al Visitador cuando me mandaron fuera de Roma: ‘Cuando nos oprimen las contradicciones y las penas, vayamos al Monte Parnaso’. Él me respondió, jocoso: ‘¡Ahora podrá hacer una buena poesía!’ Yo le respondí que sí, y lo he hecho, publicando las mejores que he compuesto. Y le haré notar una cosa: no crea que haya, no diré un poeta, sino un versificador moderno que haya cantado, y cantando, alabado la Roma papal, la Roma de Pedro, Roma salvación de los pueblos, más que el P. Viñas. Y este pobre, sin saber por qué, sin proceso, por puro enfado, ha sido expulsado de Roma ¡Pero viva la Poesía, que hace perdonar, y alegro mucho nuestra perpetua juventud entre las miserias, las muchas miserias de este mundo!”.
  34. Cf. el texto de esta carta en Sobre mi renuncia (RL-Sc Va), f. 26: “Eminencia Reverendísima. Antes de dejar Roma siento el deber de expresarle mis respetos; perdone que no lo haga personalmente, pero me siento muy dolido. Con el mismo fervor con que he tratado hasta ahora las cosas de nuestra Orden durante 23 años, 11 de los cuales como Prepósito General, rogaré al Señor para que ilumine a las personas que serán llamadas al gobierno de las Escuelas Pías. Lamento, sí, y lamentaré siempre no haber sabido corresponder a lo que la S. Congregación de Religiosos quería de mí, aunque puedo afirmar que no fue por falta de buena voluntad, sino por algunas circunstancias de cosas y de personas que ciertamente no escapan a mi consideración. Me recomiendo a sus oraciones, y besando… “
  35. El texto de la respuesta se encuentra en Sobre mi renuncia (RL-Sc Va), ff. 26-27, donde está también la carta original, y dice lo siguiente: “Rmo. Padre, le agradezco los saludos que antes de dejar Roma me ha dirigido con su apreciada carta del 30 de mayo. Le devuelvo mis saludos, y lamento que esté tan dolido como V. dice. Con esta mía, totalmente confidencial y personal, le repito lo que oralmente le dije. Tengo una verdadera y gran estima `por su ciencia, piedad y virtud religiosas; y lamento mucho el haber hecho algo que le haya causado dolor, tanto más porque conservo un grato recuerdo de cuando le conocí en Roma, hace ya tantos años. Sin embargo, me ha parecido que las circunstancias exigían el sacrificio que V.P. ha llevado a cabo para edificación mía, y por el cual Usted tendrá mérito ante Dios y ante los hombres. La S.C. no tiene otro objetivo que conseguir dar paz y desarrollo a la benemérita Orden Escolapia, cuya específica actividad de educar a la juventud es tan oportuna en nuestros tiempos. Atribuyo mucho a esta obra de paz y de desarrollo, también y mucho, a Usted. No faltarán a V.P. los medios para colaborar en el intento, y si se presenta la ocasión, y lo piden las circunstancias, espero contar con su ayuda. Recomiéndeme al Señor, y bendiciéndole de corazón… C. Cardenal Laurenti”.
  36. Ibídem, f. 27.
  37. Ibídem, f. 28.
  38. Ibídem.
  39. Cf. la carta de la Congregación Provincial de Cataluña enviada al P. Viñas el 19 de marzo en Sobre mi renuncia (RL-Sc Va). Cf. esta carta del P. Viñas al P. Giuseppe Del Buono con fecha 18 de junio de 1923 (RG 252 o, 1): “Carísimo y Reverendísimo P. Vicario General Giuseppe Del Buono. Después de un feliz viaje de cinco dáis pro mar llegué a Valencia, por no poder atracar en Barcelona a causa de la huelga. Ahora, después de una breve estancia en Barcelona y Mataró, iré al colegio de Alella (Barcelona), donde he fijado mi domicilio con la aprobación del P. Provincial, y donde, si necesita algo, puede enviar el correo. El P. Marcelino también llegó felizmente, y pasado mañana sale hacia Zaragoza. El Pascual ha presentado la renuncia como Viceprocurador de España en Roma, a casa de su mala salud. Parece que el P. Vicario General la acepta, pero esperará los acontecimientos para ver qué hay que hacer. Hágame el favor de saludar al Visitador y a todos esos religiosos. No le olvido en mis oraciones y V.P. me tenga presente en las suyas. Me bendiga… “
  40. Cf. Sobre mi renuncia (RL-Sc Va), f. 29. Cf. también la carta del P. Viñas al P. Giuseppe Del Buono de fecha 7 de agosto de 1924 (RG 252 p 3): “Recibí su amable carta hace un mes, pero ocupado con mi traslado de Alella a Barcelona (Escuelas Pías de S. Antonio, Ronda S. Pablo, 60), y luego distraído por las fiestas solemnes de mi ciudad Mataró, no respondía a V.P. Lo hago ahora saludándole afectuosamente, y deseando que las vacaciones le hayan dado nuevas fuerzas y nuevo vigor para continuar un año más (y luego ya veremos) en el cargo que la divina Providencia le ha dado. Yo he pasado el año bastante bien en la clase de Historia de la Literatura Latina. Mis juniores han respondido muy bien en el estudio, dando buenas pruebas de ello en los exámenes, ¡gracias a Dios!”. Cf. también la carta del P. Viñas al P. Giuseppe Del Buono de fecha 27 de agosto de 1923 desde Alella (RG 252 o 3): “Que Dios bendiga a todos y todo. Hacia el 15 de septiembre comenzaremos las clases con nuestros juniores; yo enseñaré literatura latina y griega. De este modo, de la cátedra de miserias y Dios sabe de qué otras cosas, subiré al monte sagrado y tranquilo de la literatura”.
  41. Las Memorias se encuentra en RL-Sc 371. El Esbozo de la Historia de las Escuelas Pías en Germania, en HB 13. Véase una de las muchas cartas escritas por el P. Viñas al P. Giuseppe Del Buono, de fecha 24 de febrero de 1928 (RG 252 p, 13): “Recibí su grata carta del 10 de febrero, en la que me ruega que acepte el encargo de representar a nuestra Orden en la Exposición Misionera de Barcelona. El amor que he sentido, y que siento, por la Orden me hace aceptar, y haré cuanto pueda para que quede bien. Es verdaderamente hacer quedar bien a una Orden que ante las demás Órdenes y ante el clero se encuentra tan humillada y abandonada… ¡Sí, mil veces abandonada! Pero dejémoslo estar. El P. Provincial ya ha dado mi nombre al Obispo de Barcelona en nombre de esa Curia General. Y ahora acoja con bondad fraterna lo que voy a decirle. Yo quisiera que mi querido P. Giuseppe Del Buono fuese amado y reverenciado pro todos. No creo que V.P. dude de sinceridad. Pero temo que V.P. atraiga sobre sí no pocas quejas que quizás, y sin quizás, en el momento crítico en que se encuentra nuestra Orden, y especialmente en España, sería preferible evitar. V.P. recordará que varias veces rogué al Rmo. P. Visitador que dejara al menos uno (y propuse al P. Marcelino Ilarri) en Roma que pudiese informar en caso de necesidad sobre cosas y personas, pero me respondieron. ‘¡Todos fuera!’, y todos fuimos fuera. ¿Y qué ocurrió, y ocurre? Ocurre que el P. Viñas y compañía conocen muchas miserias, desconocidas de los romanos, o mejor dicho, de quienes nos gobiernan desde Roma. Miserias que, si fueran conocidas, señalarían a ciertas personas que, por desgracia, dicen y hacen lo que quieren. Y lo peor es que hacen decir y hacer lo que quieren a los mismos superiores. Así lo creen los buenos religiosos, y así lo creo yo. Y todo ello sucede en detrimento de la autoridad. Créame, querido P. Vicario, estamos en un periodo muy crítico, y no quisiera que se echase a perder la estima que se tiene a V.P. Dispense la franqueza, un poco oscura y melancólica, pero fraterna y sincera”.
  42. Cf. la carta del P. Viñas al P. Giuseppe Del Buono de fecha 22 de diciembre de 1925 (RG 252 p, 8): “Este año he tenido la pena de no poder ir a Roma por el Jubileo. No quise pedir permiso para ir, por no estar seguro de que me lo permitieran, después de una licencia por suspenso”.
  43. Además de otros documentos citados en relación con este asunto, véase el manuscrito del P. Viñas Sobre los nombramientos del año 1928. (RL-Sc 370, IV)
  44. Cf. Consueta Suffragia, pp. 26-27.
  45. Cf. la carta del P. Brattina al P. Viñas de fecha 6 de agosto de 1923 (RG 255 n, 3): “Paternidad Reverendísima y querido amigo, el tiempo es noble y le hará plena justicia. Dios no paga en sábado, sino en cualquier día. El nuevo Mario Sozzi tendrá lo que merece. De momento ha sido sacado fuera, y el nuevo V. General ha puesto en su lugar al P. Maja, antes rector de Chiavari (…) Aquí en Toscana existe la convicción general de que el actor principal de este turbio asunto es este buena pieza de hermano, que ya conoce esa convicción. Por lo demás, todos están convencidos de que un procurador de la talla del P. Homs habría podido conjurar tanta desdicha”.
  46. Los dos decretos con que se cerró esta Visita Apostólica el 27 de noviembre de 1929 están ya impresos y se encuentran anexos en la Circular del P. Prepósito General Giuseppe Del Buono de fecha 22 de diciembre de 1929 anunciando el final de la Visita Apostólica. sin embargo, los reproducimos aquí para facilitar el acceso y consulta: “De la S. Congregación de Religiosos. Nº 4714/25. DECRETO. Como ya ha terminado la Visita Apostólica a la famosa Orden de las Escuelas Pías, esta Sagrada Congregación de Religiosos, para proveer al gobierno de la citada Orden para conservar la disciplina regular según las normas de las Constituciones, después de pensarlo maduramente, por mandato de Su Santidad, por esta vez, ha considerado necesario elegir directamente los Superiores u Oficiales que constituyan la Curia General. A tenor del presente Decreto, se designa y elige: Como Prepósito General: al Rmo. P. Giuseppe Del Buono. Como Asistentes Generales: por la Provincia Romana, al Rvmo. P. Paquale Vannucci; por las Provincias Italianas, al Rmo. P. Serafino Maja; por las Provincias de Europa Centra, al Rmo. P. Juan Walter; por las Provincias de España, al Rmo. P. Tomás Garrido; como Procurador General, al mismo P. Serafino Maja. Todos ellos permanecerán en el cargo durante un sexenio, según lo indicado en las Constituciones, y se esforzarán cada uno en su oficio, para que se observe lo prescrito en el Código y en las Constituciones, de modo que brille el antiguo decoro de la muy ilustre Orden de las Escuelas Pías y todos estén cada vez más imbuidos del espíritu de su Santo Fundador. En lo que se refiere al Vicariato General en España, para que se consolide plenamente la unidad del gobierno según las normas de los SS. Cánones, su Santidad Nuestro Señor el Papa Pío XI, a cuya augusta aprobación se ha sometido todo lo contenido en este Decreto, en audiencia benignamente concedida al infrascrito Cardenal Prefecto el 27 de noviembre de 1929, mandó lo que sigue, para ser observado exactamente: Abrogado el Motu Proprio ‘Singularitas regiminis’ de S.S. Pío X, de fecha 23 de junio de 1904, el Vicario general de España, que debe ser español, será elegido por el Prepósito General con el consenso de sus Asistentes, pro mayoría de votos, y permanecerá en su cargo durante un sexenio como Delegado del Prepósito General, y tendrá las facultades sobre las casas de España que le fueren otorgadas por la Congregación General. Quedan bajo la especial vigilancia del Vicario General las Casas Interprovinciales de estudios, y será tarea suya organizar y favorecer todo lo que corresponda a los estudios de los religiosos españoles. Asimismo, moderar lo que se refiera a las provincias españolas en común, con el consejo de los Provinciales españoles; gestionar la administración de los bienes temporales del Vicariato; y por último prestar auxilio y protección a todas las casas, incluso las relacionadas con el gobierno civil. El Vicario General asistirá por derecho y oficio al Capítulo General, para dar cuenta de su oficio al Prepósito General; su puesto estará después de los Asistentes y del Procurador General. En toda la Orden solo habrá un Procurador General. El Vicario General, durante su cargo, tiene el primer lugar en la Circunscripción española; terminado su sexenio, gozará de los privilegios del ex Provincial en su provincia. Todos los religiosos de las Escuelas Pías, incluso los que hicieron sus votos antes del motu propio Singularitas regiminis, deben obedecer por el voto de obediencia solamente al Prepósito General de S. Pantaleo en Roma. Todo lo que no consta en estas normas o estatutos, considérese plenamente abrogado, a pesar de todo lo que se oponga, incluido lo especialmente digno de mención. El presente Decreto crea derecho público, y un ejemplar auténtico debe guardarse en el Archivo de la Orden cuidadosamente. En Roma, Secretaría de la S. Congregación de Religiosos, en la fecha de arriba. H. Cardenal Lépicier, Prefecto”. El texto del segundo Decreto dice lo siguiente: “De la S. Congregación de Religiosos. Nº 4714/25. DECRETO. A causa de las peculiares circunstancias en que se encontraba la Orden de las Escuelas Pías, fue sometida a una Visita Apostólica durante varios años. Pero en los últimos tiempos han rogado tanto y tanto el Rvdmo. Visitador y los Superiores de la Orden que han devuelto la Orden al régimen de prístina y normal observancia regular, de acuerdo con las Constituciones. De modo que el infrascrito Cardenal prefecto de la S. Congregación de Religiosos sometió el asunto a la augusta consideración de S.S. Nuestro Señor el Papa Pio XI, en audiencia del 24 de junio, y Su Santidad permitió que se cerrara ya la Visita Apostólica, aunque con los remedios necesarios y oportunos a poner en práctica para instaurar la disciplina regular y consolidar el bien de la citada Orden. Tras pensarlo detenidamente, la S. Congregación, con la aprobación del Sumo Pontífice, a tenor del presente Decreto pone fin a la Visita, y ordena observar lo que sigue: Obsérvese en toda la Orden la vida común, sin ningún vestuario, como lo llaman, ni uso de peculio o paga, según lo prescrito por el Código del Derecho Canónico, de modo que todo lo que los religiosos adquieran se una a los bienes de la Orden. Esta perfecta vida común esté vigente de manera especial en todas las casas de noviciado y de estudios, y no se admita a nadie al hábito de la Orden si no acepta esta perfecta vida común. Durante el currículo filosófico y teológico de estudios, dedíquense los juniores a estudiar diligentemente los que está prescrito por el Código de D.C. Una vez completado el currículo, hagan los necesarios que parezcan convenientes para enseñar u obtener diplomas. Para seguir perfectamente el currículo filosófico y teológico de estudios correctamente, institúyanse casas de estudio provinciales o interprovinciales, a no ser que ya existan; se recomienda especialmente la Casa Internacional de Estudio de S. Pantaleo en roma, a la que todas la Provincia deben enviar algunos estudiantes. Procuren además los Superiores que los juniores, durante el currículo filosófico y teológico no se distraigan con otros estudios ni den clases en escuelas. Los Superiores vigilen mucho al conceder las vacaciones, que se prohíben absolutamente durante el curso escolar, incluso a la casa de sus familiares. Obsérvese en todas las casas de la Orden los prescrito por los SS. Cánones con respecto a la clausura. Finalmente, para mejor consolidar la tranquilidad de los ánimos, esta S. Congregación ha decidido que la Provincia Romana se aparte de la Casa Generalicia de S. Pantaleo en Roma, una vez los superiores hayan resuelto las cuestiones económicas. Sometidas de nuevo estas disposiciones a la Augusta aprobación de Su Santidad Nuestro Señor el Papa Pío XI, en audiencia celebrada el 27 de noviembre de 1929 concedida benignamente al infrascrito Cardenal Prefecto, Su Santidad se dignó aprobarlo todo. El Rmo. Prepósito General de la Orden haga publicar este Decreto, y procure conservar diligentemente un ejemplar auténtico en el Archivo de la Orden. No obstante todo lo que haya en contra. Roma, Secretaría de la S. C. de Religiosos, en la fecha de más arriba. H. Cardenal Lépicier, Prefecto”.