General34/Relación del P. Viñas con la Provincia Romana. Venta de la Casa Generalicia situada en Vía Toscana 12. Recuperación de la casa de Frascati. Dificultades con los PP. Luigi Pietrobono y Salvatore Addeo.

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Preparación del Capítulo General de 1919; desarrollo y reelección del P. Viñas
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Relación del P. Viñas con la Provincia Romana. Venta de la Casa Generalicia situada en Vía Toscana 12. Recuperación de la casa de Frascati. Dificultades con los PP. Luigi Pietrobono y Salvatore Addeo.

Todo lo que hemos expuesto hasta ahora sobre el gobierno del P. Viñas tiene sin duda mucha más importancia que lo que comenzamos a narrar ahora sobre su infeliz relación con la Provincia Romana y algunos asuntos en relación con ella; sin embargo, como esto tenía lugar ante los ojos del Pontífice Romano, a menudo alterados por una y otra parte, poco a poco y sin darse cuenta, todo esto fue adquiriendo tanta importancia que no sin razón se puede afirmar que resultó fatal para el gobierno del Padre Viñas.

Antes de ser General, desde el principio de 1901 hasta su elección como General, el P. Viñas residió en la casa nueva de S. José de Calasanz, prevista como sede de la Curia General y de la Curia Provincial Romana, de la que él fue Consultor en 1902-1904 y Asistente provincial en 1909-1912, por lo que tuvo una relación suficientemente buena con ella. Pero esta relación fue empeorando a medida que avanzaba su generalato, principalmente a causa de la venta de la Casa Generalicia, por ñas dificultades surgidas en el Colegio Nazareno y por dificultades y enfrentamientos personales que tuvo con los PP. Luigi Pietrobono y Salvatore Addeo, miembros de la Provincia Romana. La feliz recuperación de nuestra casa de Frascati en el año 1915, conseguida con la animosa cooperación del P. Viñas[Notas 1], apenas pudo disipar las sombras tristes y graves debidas a estas cuestiones.

La casa nueva de S. José de Calasanz, situada en el rione Ludovisi de Roma, en la Vía Toscana, 12, fue terminada en 1892 por el P. Mauro Ricci, Prepósito General[Notas 2], con dinero ofrecido por toda la Orden. Su finalidad primera era servir como sede de la Curia General, y como Juniorato Interprovincial. A la misma sede vino a vivir el Provincial romano, que además abrió una escuela primaria, un gimnasio inferior y un internado diario o seminternado[Notas 3]. Después de residir tranquilamente allí durante 22 años, en 1910, durante el generalato del P. Manuel Sánchez, surgió por primera vez la idea, tanto en la Congregación General como en la Congregación Provincial romana, de vender la casa, para evitar el peligro de una expropiación, de la que en aquellos tiempos se hablaba de manera abierta entre los eclesiásticos, sin excluir al Papa[Notas 4]. Sin embargo, en el mes de septiembre de ese año, en parte porque había disminuido el peligro de expropiación inminente de los bienes eclesiásticos, y en parte porque no era fácil encontrar un comprador, se abandonó la idea de la venta, al menos de momento[Notas 5].

Sin embargo, dos años más tarde, en 1912, ya durante el generalato del P. Viñas, yendo a peor las cosas en Italia, y deteriorándose la situación de la Casa Generalicia por defectos y por las condiciones económicas, se tomó de nuevo la decisión, animando a ello la misma Provincia Romana, de vender la Casa Generalicia[Notas 6]. Pero, a falta de comprador, el asunto de la venta[Notas 7] no se movió hasta 1917. Entonces, a causa de las condiciones económicas de las Casa Generalicia, del estado económico de la Provincia Romana, y de un préstamo de 200.000 liras concedido por la Caja General a la casa de Cracovia, viendo que las cosas iban empeorando cada día, el 8 de septiembre de 1917 se reunieron conjuntamente l Congregación General y la Congregación Provincial Romana, y tomaron el acuerdo de vender cuanto antes la Casa Generalicia situada en Vía Toscana 12; no abrir la escuela en el curso 1917-1918y destinar a los padres de la Provincia Romana a otras casas de la Provincia[Notas 8]. Sin embargo, apenas tomada esta decisión, en los meses de septiembre y octubre de 1917 surgieron diferencias bastante serias entre la congregación General y la Congregación Provincial, pues la mayor parte de los Padres romanos no querían abandonar la casa, y el mismo P. Giuseppe Pusino, Provincial Romano, reivindicaba la propiedad de la Casa Generalicia para la Provincia Romana, o al menos que se le entregaran 400.000 liras del precio de la venta. El P. Viñas rechazó lo uno y lo otro[Notas 9]. Por fin, en una sesión común de la Congregación General y la Congregación Provincial, celebrada el 2 de diciembre de 1917, tras una larga discusión, sin éxito en lo referente a la propiedad de la Casa Generalicia, se decidió que se vendiera la casa, y se dejara a la Santa Sede dirimir la cuestión de la propiedad más adelante[Notas 10]. No mucho más tarde se encontró una sociedad compradora: la Sociedad italiana de la Cruz Roja. Se establecieron las condiciones de compraventa en el mes de enero de 1918[Notas 11]; el 19 de febrero se obtuvo el permiso de la Santa Sede para vender la Casa Generalicia[Notas 12], y finalmente el 4 de marzo, después de no pocas dificultades y retrasos impuestos por los Padres de la Provincia de Roma, se firmó el acuerdo de compraventa[Notas 13].

La Casa Generalicia se vendió a la Sociedad italiana de la Cruz Roja, que pagó al contado 590.000 liras por ella, pagando otras 570.000 liras a la provincia Romana por otra casa situada en Vía Toscana 10, que era propiedad suya[Notas 14]. Tras la venta de la Casa Generalicia, la Curia General el 3 de mayo de 1918 se mudó a nuestra casa de S. Lorenzo[Notas 15]. Un año más tarde, el 29 de abril de 1919, se trasladó a una vivienda alquilada a los Condes Castelli, situada en la Vía Monserrato 152, tercer piso. Este último traslado de sede se hizo sobre todo para no vernos obligados a entregar al Archivo del Estado el patrimonio riquísimo de nuestro Archivo General, más fácil de localizar en alguna otra casa de nuestra propiedad[Notas 16].

La venta de la Casa Generalicia, aprobada el año 1919 por el mismo Capítulo General[Notas 17], aunque resultó un remedio bastante eficaz para nuestras dificultades económicas, y además liberó a la Curia General de vivir bajo el mismo techo que la Curia Provincial romana[Notas 18], fue la causa de un gran desdoro, pues nuestra Orden tuvo que colocar su Curia General en vivienda ajena, y porque nuestras controversias internas llegaron hasta la S. Congregación de Religiosos, e incluso hasta el mismo Sumo Pontífice.

En cuanto a la cuestión de la propiedad de la Casa Generalicia situada en Vía Toscana 12, ciertamente no fue difícil declarar que, según el objetivo del P. Mauro Ricci, Prepósito General, tras haber sido construida con dinero proveniente de toda la Orden, pertenecía a la Curia General. Sin embargo, considerando la importante contribución de la provincia Romana – exceptuada la Congregación General, ninguna otra provincia había dado tanto dinero para construir la Casa Generalicia-, si no por estricto derecho, al menos por equidad convenía ofrecerle alguna cantidad del precio de venta. El P. Viñas ofreció entregar una cantidad de 150.000 liras, cuando informó sobre este asunto a la S. Congregación de Religiosos[Notas 19]. Pero la suma ofrecida no fue aceptada, de modo que se entabló un pleito, con no pocos gastos y desdoro para el buen nombre de las Escuelas Pías. Por fin se dio la sentencia definitiva el 21 de abril de 1920, declarándose que la propiedad de la Casa en Vía Toscana 12 pertenecía a la Curia general de la Orden, y que también le pertenecía la cantidad de las 590.000 liras, producto de la venta, pero esta debía depositarse en la Santa Sede, reservándola para el fin con que fue reunida por el Rmo. P. General Mauro Ricci[Notas 20].

De este modo, el P. Viñas obtuvo una victoria definitiva y casi completa en toda esta controversia y pleito, pero esta victoria le costó cara, pues entre él y la Provincia Romana se abrió un abismo insuperable. El bueno nombre de las Escuelas Pías sufrió una gran pérdida ante toda la Curia Romana, y el mismo nombre del P. Viñas cada día fue menos apreciado por muchos prelados de la Curia Romana, e incluso por el mismo sumo Pontífice. Se puede decir que el P. Viñas obtuvo una victoria pírrica sobre la provincia Romana en este asunto, y, lo que es más: la Curia General quedó sin sede propia, con gran desdoro para nuestra Orden. Benedicto XV intentó ofrecer más de una vez remedios eficaces a ello, proponiendo que comprar una casa para la Curia General, en la que se abriera algún colegio ejemplar para Roma, pero fue en vano, por falta de conformidad por parte de los Asistentes Generales, como veremos luego. Por ello se puede afirmar con bastante fundamento que, junto con la excesiva protección del Vicariato de España en las Constituciones, por él redactada, esta manera suya de actuar con la Provincia Romana en el asunto de la venta de la casa de Vía Toscana 12 fue una de las causas más probables de que en el año 1923 fuese trágicamente apartado del gobierno y de Roma.

Por lo demás, ni siquiera en nuestros días se puede ver claramente por qué tuvo el P. Viñas tanto interés por vender la casa de Vía Toscana 12. Las causas alegadas por él, a saber, el peligro de expropiación y las difíciles condiciones económicas, no parecen del todo convincentes. Además de ellas, debió tener un gran peso para tomar una decisión tan seria su vehemente deseo de librarse cuanto antes[Notas 21], él y toda su Curia General, de la presencia de los Padres romanos, con algunos de los cuales tenía serias dificultades[Notas 22]. Cosa que logró al fin, ¡pero a qué precio!

El mejor efecto positivo, incluso providencial, aun sin haberlo buscado, de todo este asunto de la venta fue sin duda el que, tras perder la propia sede, después de algunos intentos fallidos, por fin en 1923 se consiguió recuperar la Casa de S. Pantaleo, nuestra antigua sede, santificada por la venerable memoria calasancia[Notas 23]. De esta recuperación hablaremos más adelante, al tratar del segundo periodo del generalato del P. Viñas.

Para que no se crea que solo queremos recordar las acciones negativas del P. Viñas con respecto a la Provincia Romana, de buena gana mencionaremos que, al comienzo del año 1915, concretamente el 28 de enero, el mismo P. Viñas recuperó y entregó a los Padres de la provincia romana la casa de Frascati, santa por los recuerdos tanto de nuestro Santo Padre como de Glicerio Landriani y Gaspar Dragonetti, expropiada por las leyes italianas en 1870, con la ayuda, también económica, del P. Raffaele Cianfrocca, que obtuvo para este fin la suma de 20.000 liras del cardenal Francesco de Paula Cassetta[Notas 24], obispo de Frascati. Los Padres romanos abrieron allí inmediatamente la escuela[Notas 25].

Sin embargo, el recuerdo de este beneficio se olvidó fácilmente después que surgieran las primeras dificultades con la venta de la Casa generalicia de la Vía toscana y de otras controversias personales.

No es intención nuestra sacar a la luz algunas controversias particulares odiosas, pero como en nuestra opinión contribuyeron y no poco en la futura y triste evolución de los acontecimientos, creemos que debemos narrar al menos dos, aunque brevemente, para que se vea claramente por qué no pocos de la provincia romana, y por consiguiente de la misma Curia Romana, tenían poco afecto hacia el P. Viñas.

Hablaremos primero un poco del P. Salvatore Addeo, ex Asistente general; luego hablaremos más del P. Luigi Pietrobono.

El P. Salvatore Addeo, de la Provincia Romana (1843-1924), ex Asistente General, al terminar su mandato de Asistente fue enviado a nuestra casa de Alatri; luego, durante el generalato del P. Sánchez, a petición del Rector de aquella casa fue enviado a la casa nueva de San José de Calasanz, situada en Vía Toscana, 12, Roma. Viviendo allí, hablaba mal primero del P. Sánchez, y luego del P. Viñas y de todos los españoles que formaban parte del gobierno de la Orden. El P. viñas, no pudiendo soportarlo, intentó sacarlo de la casa generalicia el mes de noviembre de 1915, y enviarlo a la casa de s. Lorenzo[Notas 26]. Sin embargo, el P. Addeo, con ayuda de poderosos protectores consiguió seguir en la casa de Vía Toscana, prometiendo que en adelante no se mezclaría en asuntos de la generalidad. Pero no cumplió su promesa, porque dos años más tarde, en 1917, criticó con palabras tan duras las gestiones del P. General para vender la casa, que en el mes de julio recibió la orden de abandonar cuanto antes la casa generalicia. El P. Addeo recurrió contra ella ante la s. Congregación de Religiosos, alegando su avanzada edad y su delicado estado de salud, y con la ayuda de amigos logró el permiso para seguir residiendo en la casa generalicia. De modo que el P. Viñas solo en el mes de mayo de 1918, cuando la Casa Generalicia se trasladó provisionalmente a la casa de S. Lorenzo in Piscibus, pudo liberarse de la desagradable compañía del P. Addeo, que tanto entorpecía su tranquilo gobierno de la Orden. Pero solo por poco tiempo, porque el Capítulo General de 1919 eligió Asistente General al P. Addeo el 1 de agosto, y el P. Viñas debió “cooperar” con un hombre que no podía verle ni a él, ni a los españoles[Notas 27]. Su presencia en el gobierno preparó poco a poco el curso de los acontecimientos que en el año 1923 motivaron primero la Visita Apostólica, y luego la renuncia forzada del P. Viñas.

Otra controversia más seria, que sin duda tuvo consecuencias negativas, fue la del P. Viñas con el P. Luigi Pietrobono (1863-1960), primero profesor, luego Rector y Director del Colegio Nazareno. El P. Pietrobono, a causa de algunas dificultades personales y subjetivas más que reales, que tenía con los superiores, con la comunidad del Colegio Nazareno y principalmente con la nueva Comisión Administrativa del Colegio Nazareno[Notas 28], ya en el año 1910 decidió dimitir como Rector[Notas 29], pero no lo consiguió, así que en el mes de julio de ese mismo año pidió y obtuvo permiso para vivir fuera del claustro, pero no lo puso en práctica porque se lo pensó mejor y cambió de idea[Notas 30]. Ocho años más tarde, en 1918, el P. Luigi Pietrobono comenzó a tener dificultades de nuevo con la comisión Administrativa del colegio Nazareno, principalmente con un cierto Conde y Senador, llamado Cencelli, elegido recientemente miembro de la Comisión. Por lo cual renunció a su cargo de Rector del colegio nazareno, y con el acuerdo de los Superiores el 15 de marzo de 1918, obtuvo el cargo de capellán de la Asociación Italiana de la Cruz Roja en el hospital que iban a establecer en Vía Toscana 12, que la Asociación había prometido ofrecernos el 18 de enero de 1918, cuando se trataban los detalles de la venta de la casa.

Pero al terminar el curso 1917-18, concretamente en el mes de julio de 1918, el P. Pietrobono iba a abandonar definitivamente el Colegio Nazareno para ocupar una habitación nueva en Vía Toscana 12, el P. Viñas puso obstáculos, y quiso que la aceptación de la capellanía fuera cosa de toda la Provincia Romana, con la posibilidad de cambiar de capellán según las necesidades. Y así se hizo[Notas 31].

El P. Viñas, en parte por poca confianza en la aptitud del P. Pietrobono, en parte por su poco afecto hacia la Asociación Italiana de la Cruz Roja, no quiso permitir que el Pietrobono asumiera el cargo de capellán. Entonces el P. Pietrobono elevó un recurso a la Santa Sede, y lo mismo el Sumo Pontífice que el Card. Julio Toni, Prefecto de la S. Congregación de Religiosos, a pesar de las razones aducidas por el P. Tomás Viñas, quisieron que se satisficiese el deseo del P. Pietrobono cuanto antes. Por lo cual la Congregación General, por medio de una carta enviada el 7 de noviembre de 1918, permitió que el P. Pietrobono aceptara el cargo de capellán en el hospital de la Cruz Roja en Vía Toscana 12[Notas 32]. Sin embargo, no mucho después, el 2 de enero de 1919[Notas 33], el P. Viñas envió una nueva petición por medio del Procurador General a la S. Sede, pidiendo que, puesto que el P. Pietrobono no reunía las cualidades necesarias para desempeñar adecuadamente el cargo de capellán, volviera al claustro[Notas 34]. Entonces el P. Pietrobono pidió a la Santa Sede permiso para permanecer fuera del claustro mientras durara su cargo de capellán. La S. Congregación de Religiosos le concedió permiso por un trienio[Notas 35]. Como el P. Viñas vio que casi nada de lo expuesto por el P. Pietrobono en su petición era verdad, el 27 de abril de 1919 escribió una carta al P. Pietrobono en la que le decía que antes del 15 de mayo demostrase ser cierto lo que decía en su súplica, o volviera al claustro, bajo pena de suspensión a divinis[Notas 36]. El P. Pietrobono no hizo caso de esta intimación, y se puso bajo la protección del Cardenal Vicario, Basilio Pompili[Notas 37], con el cual nada valieron las informaciones que el P. Viñas le envió sobre todo el asunto.

Un año y medio más tarde, a finales de 1920, el P. Viñas volvió a mover la cosa, y el P. Pietrobono, informado por el Procurador General, P. E. Boschi, de que debía volver al claustro cuando expirara su nombramiento de capellán, volvió a pedir permiso para residir fuera del claustro, alegando la necesidad de ocuparse de su hermana enferma[Notas 38]. Por lo cual se le concedió el permiso el 14 de febrero de 1921 para un trienio según la norma del nº 639 del C.I.C., a pesar del voto en contra del P. Viñas[Notas 39]. Como el P. Viñas no quiso pedir la ejecución del permiso, el mismo Cardenal Protector y Vicario de Roma, Basilio Pompili, movido por la gran veneración que sentía por el ya famoso especialista en Dante[Notas 40], se ocupó de pedir su ejecución a la S. Congregación de Religiosos, a lo que esta accedió inmediatamente.

El P. Viñas escribió el 8 de marzo de 1921 al Cardenal Teodoro Valfré, Prefecto de la Congregación de Religiosos, protestando contra el decreto de exclaustración concedido de ese modo al P. Pietrobono, pero en vano[Notas 41]. De modo que el P. Pietrobono, conservando el cardo de Director del Colegio Nazareno hasta 1930, permaneció fuera del claustro, con el consenso tácito de los superiores a los que concernía la cuestión, por más del trienio[Notas 42]. Su caso solo se arregló definitivamente el 22 de agosto de 1959, cuando a petición del P. Vicente Tomek, Prepósito General, se obtuvo permaneciera fuera del claustro a causa de su salud deficiente, según lo previsto en el canon 606, par. 2[Notas 43]. Se pidió que se llevara a ejecución este permiso el 25 de agosto de 1959, y el P. Pietrobono fue declarado miembro de la comunidad de S. Pantaleo. Murió como tal el 27 de febrero, cargado de años y méritos, sobre todo literarios, cumpliendo los 97 años[Notas 44].

Leyendo atentamente todos los documentos de esta dolorosa controversia, se constata fácilmente que el P. Viñas actuó en este asunto con mucho rigor, y no obró prudentemente. Pues el P. Pietrobono no era una persona tan obstinada a la que el P. Viñas, si lo hubiera tratado con palabras y exhortaciones paternas, no habría podido convencer. Fue el P. Viñas el que, aplicando todo el rigor de la ley, y fundándose en sospechas infundadas, empujó al P. Pietrobono a dar el paso que dio. No actuó prudentemente, pues, en contra de los consejos bien precisos del sumo Pontífice, de la S. Congregación de Religiosos y del mismo Cardenal Vicario, insistió tenazmente actuando en contra del P. Pietrobono, y así se ganó la indignación de algunos contra sí mismo y contra la Orden, y todavía más en un tiempo en el que la Curia Romana estaba inquieta e irritada a causa de otros asuntos nuestros ante la Santa Sede, lo que la volvió desconfiada ante el mismo gobierno. Diciendo esto no queremos excusar por completo al P. Pietrobono: podía haber mostrado una mayor santidad y un verdadero espíritu religioso, y así habría evitado muchas dificultades. Pero, considerando todas las circunstancias, la manera de actuar del P. Pietrobono fue más elegante, como puede verse claramente en sus cartas enviadas al P. Viñas en aquellos tiempos tan difíciles[Notas 45]. Concedemos que el P. Viñas quiso actuar de acuerdo con su conciencia incluso en esta situación tan difícil, tal como muchas veces había dicho, pero esta “conciencia” era demasiado severa: tenía ante los ojos las menudencias jurídicas que los problemas, más serios, de la persona humana.

Notas

  1. Cf. Circular VII, del 4 de abril de 1915, pp. 11-12.
  2. El P. Mauro Ricci tenía ya intención desde 1885 de fundar una nueva casa en Roma, que sirviera como residencia digna de la Curia General y como casa de formación interprovincial italiana. (Cf. su Circular fechada en Pascua de 1885, RG 24 11, 18). Para poner en práctica su idea, el mismo año recibió de León XIII una casa junto a s. Nicolás Tolentino. Al año siguiente tuvo que dejarla, y obtuvo, provisionalmente, otra casa en Santa Eufemia. Allí permanecieron los nuestros hasta 1892, cuando pudieron trasladarse a la nueva casa.
  3. Cf. el Catálogo de la Provincia Romana impreso en 1899: “Nueva casa profesa de S. José de Calasanz en Roma en el rione Ludovisi, fundada con dinero ofrecido por toda la Orden en 1892; tiene escuela primaria. gimnasio inferior e internado diurno”.
  4. Cf. Actas de la Congregación General, 31 de marzo y 14 de abril de 1910, RG 22, ff. 141-143. Cf. también Asunto de la venta de la Casa General, presentado por el P. Viñas al Capítulo General de 1919 (RG 265)
  5. Cf. Actas de la Congregación General, 8 de septiembre de 1910, RG 22, f. 159.
  6. Cf. Actas de la Congregación General, 28 y 31 de marzo, RG 22, ff. 202-203, y el 24 de noviembre de 1912, en RG 22, f. 247.
  7. Se trata de la venta de la misma casa, pues el 24 de julio de 1914 ya se había discutido ampliamente sobre la venta de un terreno colindante con la Casa Generalicia. Cf. Actas de la Congregación General, 24 de julio de 1914, RG 22, f. 305.
  8. Cf. Actas de la Congregación General, 8 de septiembre de 1917, RG 22 a, f. 13.
  9. Cf. Actas de la Congregación General, 30 de octubre de 1917, RG 22 a, ff. 17-23. Cf. también la respuesta del P. Viñas a la pretensión de la Provincia Romana en Comentarios sobre el Generalato (RL-Sc 370, I) ff. 12-13.
  10. Cf. Actas de la Congregación General, 2 de diciembre de 1917, RG 22 a, ff. 25-26.
  11. Cf. Actas de la Congregación General, 15 y 19 de enero, RG 22 a, ff. 31-32; 34.
  12. Cf. Libro del Procurador (RG 271), 256 de enero de 1918, con la petición enviada a la Santa Sede.
  13. Cf. la respuesta del P. Viñas a la pretensión de la Provincia Romana, f. 23.
  14. Ibidem ff. 17 y 24.
  15. Cf. Memorias particulares, f. 15.
  16. Cf. Memorias particulares, f. 17-18: “29 de abril de 1919. Nuevo domicilio de la Curia General. Hoy comenzamos a residir en la nueva casa de la Curia General, situada en Vía Monserrato 152, tercer piso, que es propiedad del Conde Francesco Luparini y de la Condesa Castelli. El motivo de este traslado fue el miedo a que viniera la Comisión Gobernativa de control (como fue a S. Pantaleo) y encontrase nuestro Archivo, no inventariado, y nos creasen problemas, quizás con el riesgo de perderlo. Ignorando muchos este grave motivo que el General no podía hacer público, criticaron este traslado, pero yo y quienes conocía la cosa nos alegramos, tanto más porque fue hecho de un modo que yo llamaría providencia. Y esta es la razón: en Roma no se encontraba un apartamento libre a causa de la mucha gente que había acudido aquí a causa de la guerra y de los desastres del frente italiano. El haberlo encontrado en solo tres días, y además pagando un alquiler realmente bajo, se debe atribuir a nuestro S. Fundador. La citada Condesa Castelli desde pequeñita se confesaba con el P. Homs; la familia del Conde Castelli vivía cerca de S. Pantaleo y venían todos los dáis a nuestra iglesia; el viejo conde Castelli era un cristiano modelo. Por eso los Condes no han querido aumentar el alquiler en un solo céntimo, y han expresado suma alegría al saber que los Escolapios iban a vivir en su casa. Aquí podrá residir la Curia General segura, con los tesoros de la Orden conservados en el Archivo, hasta que Dios quiera. Los Padres que hoy han venido a vivir aquí son, además del P. General, el P. Jacopo Catelani, el P. Marcelino Ilarri, el P. Enrique Torres y los hermanos José Álvarez y Raffaele Pace. ¡Gracias a Dios por todo!”.
  17. Cf. Actas del Capítulo General de 1919, pp. 35-36: “A continuación el secretario de la segunda comisión particular sometió al examen de los Padres Capitulares una cuestión doble, a saber: sobre la canonicidad y sobre la utilidad de la venta de la Casa Generalicia, tratada en la citada Comisión. Acerca de la canonicidad, los Padres no vieron ninguna objeción. Por lo demás, puesto que la Congregación General decidió vender la Casa Generalicia situada en Vía Toscana 12, por su bien y el de la Orden, los PP. Capitulares, no queriendo erigirse en este asunto en jueces del Padre General y de su Congregación, aprobaron el voto de la Congregación, con 27 votos a favor de 30; la Congregación General se abstuvo de votar”.
  18. Cf. carta del P. Mistrangelo al P. General de fecha 4 de marzo de 1818 (RG 253 l, 101): “Será bueno que se pueda separar pronto la Generalidad de la Provincia. Esto era de esperar. Yo lo he creído siempre necesario, y el P. Egidio, también. Logrado esto, tendrá un poco de paz”.
  19. Cf. Respuesta del P. Viñas a la pretensión de la Provincia Romana, f. 73.
  20. Cf. Libro del Procurador (RG 271), 24 de abril de 1920; cf. también Actas de la Congregación General, 29 de abril de 1920, RG 22 a, ff. 99-100: “Después se leyó la sentencia de los Emmos. Cardenales en la Congregación Plenaria del 9 de abril, sobre el derecho a la suma obtenida en la venta de la Casa situada en Vía Toscana 12, que dice lo siguiente: ‘Nº 2291/19. Sagrada Congregación de Religiosos. Escuelas Pías. Sobre la propiedad de la casa situada en Roma, en Vía Toscana 12. Decisión. En la reunión plenaria de la S. Congregación de Religiosos celebrada en la sede del Vaticano el 9 de abril de 1920, se trató la causa sobre la propiedad de la Casa de las Escuelas Pías situada en Roma, en Vía Toscana 12, con las dudas siguientes: 1ª. A quién se debe asignar la propiedad de la Casa situada en Roma, en Vía Toscana 12. 2ª. A quién y en qué medida pertenece la suma obtenida por la venta de dicha casa. A la 1ª: la propiedad de la Casa pertenece a la Curia General de la Orden. A la 2º, a quién y en qué medida pertenecen las 590.000 liras obtenidas por la venta de dicha casa: Toda la suma pertenece a la Curia General de la Orden, y debe servir para el fin para el que fue erigida por el Rmo. P. General mauro Ricci. según su intención. Y según esa intención, la suma se conservará en la Santa Sede, con los intereses que produzca, y no podrá ser sacada de ningún modo o en ninguna cantidad, sino con el fin de continuar los trabajos para conseguir el fin propuesto desde el principio, previo permiso de la S. Congregación de Religiosos, a la cual deberán someterse los proyectos, para ser aprobados si se cree oportuno. Su Santidad se dignó aprobar la resolución de los Emmo. Padres en la audiencia del 11 de abril de 19200. Roma, 21 de abril de 1920. Teodoro Cardenal Valfré, Prefecto”.
  21. Cf. la nota 511.
  22. Cf. en Respuesta del P. Viñas a la pretensión de la Provincia Romana lo que dice en “Algunas consideraciones acerca del espíritu religiosos de la Provincia Romana”.
  23. Cf. la carta del P. Giuseppe Del Buono al P. General, con fecha 21 de abril de 1923 (RG 255 b, 50): “Yo veo la mano de la Divina Providencia en el hecho de que V.P. Rma. debió vender la casa de Vía Toscana, porque el Señor quería que los religiosos de las Escuelas Pías volvieran a la Casa del Padre, para que desde ella volvieran al espíritu antiguo y a la antigua observancia”.
  24. Cf. la carta del P. Viñas a este cardenal, de fecha 15 de abril de 1915, dando gracias por 6000 liras (RG 22 C, f. 88).
  25. Cf. Actas del Capítulo General de 1919, pp. 17-18. Cf Circular VII (4 de abril de 1915), pp. 11-12.
  26. Cf. Memoria sobre la Visita Apostólica (RL-Sc 370, IV), f. 4: “El P. Salvador Addeo me dijo una vez en Sesión que él, a priori, se oponía a cuanto yo propusiera. Yo no he visto espíritu de contradicción mayor que el de este religioso. Tenía, por otra parte, muy buenas cualidades, pero no podía con los españoles. Le di obediencia una vez para librarme de sus tremendas impertinencias; escribió a la S. Congregación de Religiosos, poniéndome como no digan dueñas. Cuando vio que nos venía una Visita Apostólica, y de dónde venía, amainó velas y se puso bastante más a tono”. Cf. también el fascículo titulado Recurso del P. Addeo, en RG 58 A, 26.
  27. Los documentos del caso del P. Addeo se encuentran en RG 58 A 26, en RP 65 “Provincia Romana 1912-1923” y en RG 22 d, f. 35.
  28. Cf. las cartas del P. Pietrobono al P. Sánchez, con fechas 17 de julio y 21 de agosto enviadas desde Alatri, en RG 251 a 4, 8 y 1 respectivamente.
  29. Cf. Actas de la Congregación General, 16 y 29 de junio de 1910, RG 22 a, ff. 151 y 153. Cf. también Libro de Actas del Secretario de oficios Generales (RG 22 c), f. 40.
  30. Cf. Actas de la Congregación General, 4 de agosto y 28 de septiembre de 1910, RG 22 a, ff. 157 y 159; cf. también Libro del Procurador General (RG 271), 7 de septiembre de 1910; cf. también la información del P. Homs a la S. Congregación de religiosos con fecha 7 de septiembre de 1910 (RG 61).
  31. Cf. la declaración hecha por la Asociación Italiana de la Cruz Roja el 29 de julio de 1918 (RP 65, Italia. Pietrobono): “Paternidad Reverendísima, según la promesa hecha de apalabra a V.P. Rma. en el acto de la venta de la casa de Vía Toscana 12, la Cruz Roja Italiana tiene el gusto de confirmar que se alegrará de tener como capellán de este hospital ‘Reina Elena’ un padre de las Escuelas Pías, el que a Usted plazca proponer en cada caso, y a la Presidencia de la C.R.I. aceptar. El Vicepresidente Delegado, G. Mezzi”. Cf. también la declaración de la Congregación Provincial romana (ibídem): “Paternidad Rma., tengo el honor de notificarle cuanto sigue: la Congregación Provincial, invitada a declarar si está dispuesta o no a aceptar la carga de la capellanía ofrecida a los Padres Escolapios por la Cruz Roja Italiana en el Hospital de Vía Toscana 12, ha respondido afirmativamente. Con profunda humildad le beso la mano y me declaro… Frascati, 6 de septiembre de 1918, Giuseppe Pusino, Provincial Romano”.
  32. Cf. Actas de la Congregación General, 7 de noviembre de 1918, RG 22 a, ff. 45-46: “El 7 de noviembre de 1918 se tuvo sesión bajo la presidencia del P. General, con los asistentes señalados al margen. Después de la oración y la lectura de las actas de la sesión precedente, se examinó la cuestión de la capellanía del P. Luigi Pietrobono. Este religioso, en contra de las disposiciones negativas del Superior General y de su Congregación, recurrió a la Santa Sede, a la cual respondió el P. Procurador de oficio, negando como insinuaciones infundadas, no verdaderas afirmaciones lo que él alegó; especialmente negó que el P. General diera permiso a ese religioso para aceptar la capellanía. El Emmo. Card. Giulio Tonti, Prefecto de la S. Congreg. de Religiosos, llamó al P. General y le explicó la idea del Sumo Pontífice acerca de la cuestión: era mejor que el P. General quisiera arreglar la cosa, para no tener que desautorizarle. Puesto que el P. Pietrobono había obtenido el nombramiento de Capellán, y había jurado el cargo, después de contar con el permiso de todos sus Superiores. El P. General negó al Emmo. Cardenal que hubiera dado permiso al P. Pietrobono. Como el Emmo. Cardenal, contra lo que podía esperarse, trató de manera poco educada al P. General, el P. General le dijo que prefería ser desautorizado antes que obrar contra su conciencia, y que él no veía ninguna manera de arreglar las cosas después de la negación definitiva dada al P. Pietrobono. Las Padres, tras pensar maduramente la cosa, decidieron seguir la voluntad del Emmo. Card. Tonti, prestando sus respetos a la Santa Sede, para que lo sufriera detrimento la autoridad del P. General y de su Congregación. Y decidieron enviar la siguiente carta al P. Luigi Pietrobono: ‘Carísimo P. Luigi Pietrobono. Llamado el día 5 por el Emmo. Sr. Cardenal Giulio Toni, Prefecto de la S. Congregación de Religiosos, comprendí que era deseo suyo que Vd. vaya como capellán al Hospital de la Cruz Roja, observando lo que hay que observar. La Congregación General no cree conveniente oponerse a la voluntad del Prefecto de la S. Congregación. Dios le bendiga. Affmo. hermano y Siervo en Cristo, Tomás Viñas de S. Luis, Prepósito General. Roma, 7 de noviembre de 1918. Copias de esta carta han sido enviadas al Emmo. Card. Tonti y al P. Provincial romano”.
  33. Cf. Libro del Procurador General (RG 271), 2 de enero de 1919.
  34. Cf. Actas de la Congregación General, 1 de enero de 1919, RG 22 a, f. 50.
  35. Cf. la copia del rescrito de la S. Congregación de Religiosos (RP 65, Roma. Pietrobono): “Nº 5720/18. Santidad. El P. Luigi Pietrobono de las Escuelas Pías, prostrado humildemente a los pies de V.S, suplica a V.S. el permiso para permanecer fuera del claustro para desempeñar el cargo de Capellán de la Cruz Roja, para el que ha sido nombrado, y mientras dure su cargo. Gracia que… En virtud de las facultades concedidas por S.S. Nuestro Señor a la S. Congregación de Religiosos, teniendo en cuenta todo lo que pide el suplicante, le concede benignamente permiso para residir fuera del claustro durante un trienio, a efecto de conseguir lo solicitado. Sin embargo, teniendo en cuenta las disposiciones dadas en casos similares a miembros de las Escuelas Pías que ejercen cargos fuera de la Orden, el suplicante, mientras dure su cargo de Capellán, no tomará parte de ningún modo en los asuntos de la Orden, y permanecerá bajo la jurisdicción y dependencia del Ordinario del lugar, y volverá cuanto antes al claustro si, por alguna razón, deja de ejercer el cargo de Capellán. No obstante todo lo que haya en contra. En Roma, a 8 de marzo de 1919. R. Cardenal Scapinelli, Prefecto”.
  36. El texto de esta intimación se encuentra en RP 65, Roma. Pietrobono.
  37. Cf. la carta del P. Pietrobono al P. General con fecha 14 de mayo de 1919 (RP 65, Roma. Pietrobono): “Rmo. P. General. Apenas recibir su carta, en cuanto me fue posible fui a la oficina del Emmo. Card. Vicario, y hablé con Mons. Respighi, el cual, después de exhortarme a tener paciencia, leyó su carta y se sorprendió de que V.P. me amenace con la suspensión a divinis, mientras en el decreto de la S. c. se dice explícitamente que, mientras dure mi cargo de Capellán, no tome parte en ningún asunto de la Orden, y permanezca bajo jurisdicción y dependencia del Ordinario del lugar, etc. El P. Provincial tuvo la amabilidad de decirme, suspirando que no podría formar parte del Capítulo Provincial. ¿Cómo Usted, en lugar de ello, cree tener aún la facultad de suspenderme? Por lo demás, he puesto el asunto en manos del Emmo. Cardenal Vicario; si V.P. tiene observaciones que hacer, Diríjase a él. Créame devotísimo en Cristo, P. Luigi Pietrobono de las Escuelas Pías.”
  38. Cf. Libro del Procurador General (RG 271), 20 de diciembre de 1920.
  39. El P. Procurador General le ayudó, como consta en la carta del P. Pietrobono al P. Boschi, de fecha 4 de enero de 1938 (RL-Sc 370): “Le debo gratitud por alguna palabra buena que me dijo hace treinta años en un momento difícil de mi vida. Y la gratitud sería mayor si tuviese la bondad de declarar por escrito lo que me dijo en la sacristía del Nazareno, cuando como consecuencia de la respuesta negativa de la Autoridad Eclesiástica, yo le pregunté: ‘¿Entonces, quieren que me vaya y deje el hábito?’ Y Usted, con un suspiro, me respondió: ‘Así es. Quieren que se vaya’. Ahora los autores han muerto ya todos, pero su testimonio me serviría para demostrar a quien no quiere creerlo que me encuentro fuera de la Orden porque me han obligado a irme. El documento, se entiende, sería tal vez consultado solo después de mi muerte”.
  40. Cf. Libro del Procurador General (RG 271), 23 de febrero de 1921.
  41. Cf. Actas de la Congregación General, 4 de marzo de 1921, RG 22 a, ff. 121-123, donde se encuentra también el texto de la carta enviada el 8 de marzo al Cardenal Prefecto, que decía lo siguiente: “Eminencia Reverendísima. No considere un deshago personal impertinente estas pocas y pobres palabras mías; son una humilde manifestación, hecha por un Superior General, aconsejado por su Congregación, para mostrar la gran pena que le ha causado la solución del caso del P. Luigi Pietrobono. Nunca hubiera pensado que tras las informaciones que se me pidieron y que di escrupulosamente, callando otras cosas que no está bien escribir, pero que no dejé de decir de palabra en su momento, el conflicto fuera a terminar de manera favorable al citado religioso, con perjuicio de la autoridad del Superior General y consiguiente escándalo de los individuos de la Provincia Romana y de fuera, que ven que el P. Pietrobono consigue siempre lo que quiere, ignorando al mismo tiempo lo que los Superiores no quieren. Tal resolución la considero extraña, y no me parece en absoluto justificada. La protección dada al P. Pietrobono por el Vicariato de Roma constituye para mí un misterio, el cual no sé hasta qué punto, como General, debería conocer. Quizás se le concede para evitar inconvenientes mayores, pero, aunque así fuera, no hubiera considerado ajeno a la prudencia y a una cierta atención a mi autoridad el haberme informado de manera confidencial, para quitarme toda duda y no dejarme asombrado, por no decir escandalizado, con la conducta del Vicariato con respecto al P. Pietrobono, desde que salió de la Orden, suspendido por mí a divinis, para hacer de capellán, nunca nombrado canónicamente. Se me ha dicho que el P. Pietrobono es un eximio dantista, y que en consecuencia merece ciertas consideraciones. Hasta ahora yo no conocía que fuera esto un merecimiento para un religioso que de tal solo tiene el nombre y el hábito. Me excuse etc. etc.” Cf. también el escrito del P. Viñas “Sobre mi renuncia, o mejor dicho, mi deposición”, en RG 370 , V a, ff. 41-43.
  42. Tenía una excelente relación con el P. Giuseppe Del Buono, Vicario General, como se nota en las cartas que le escribió y se encuentran en el Archivo General.
  43. Cf. el archivo del P. Vicente Tomek, documentos 1202/59 7 1265/59.
  44. Cf. E.C. 1961, pp. 31-35.
  45. Estas cartas se encuentran en RP 65, Romana. Pietrobono.