General35/Final del Generalato. Valoración

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Final del Generalato. Valoración

Ofrecemos a continuación una tabla con las cifras significativas de la Orden que aparecen en el Catálogo de 1948. Podemos decir que hasta allí la había llevado el P. Del Buono.

Provincias Casas Nº de religiosos Nº de alumnos


Romana 6 51 1259


Liguria 9 105 1444


Nápoles 3 17 1103


Toscana 6 63 1687


Bohemia 5 11 27


Polonia 4 74 877


Hungría 13 273 7972


Cataluña 25 368 12.512


Aragón 15 259 5337


Austria 4 19 354


Castilla 14 386 11.542


Valencia 7 141 3411


Rumania 4 35 2032


Eslovaquia 4 17 90


Vasconia 7 216 3377


Casas Generales 5


TOTAL 131 2035 43.214


Terminada la Guerra, y vueltas las cosas a una relativa normalidad, el P. Del Buono piensa que es tiempo de celebrar un Capítulo General (el último, de triste memoria, se había celebrado en 1919; le habían negado el permiso para celebrarlo en 1935). En 1946 se habían celebrado los Capítulos Provinciales. No es hasta la última anotación del último diario de que disponemos, del 12 de enero de 1947, que se propone la celebración del Capítulo General ese año, coincidiendo con los 350 años del comienzo de las Escuelas Pías en Santa Dorotea. La propuesta surge en la sesión 197ª de la Congregación General. Para acompasar los capítulos generales con los provinciales, el P. Del Buono pide que, excepcionalmente, en el capítulo general de 1947, en lugar de elegir al Superior General por seis años, se le elija por 8, y la Congregación de Religiosos (firma Mons. Pasetto, Secretario de la Congregación de Religiosos), lo concede[Notas 1]. Terminados los capítulos provinciales, la Congregación General dedica varias sesiones a examinar las proposiciones presentadas por ellos, para luego facilitar su discusión en el Capítulo General.

Llega por fin el 28 de agosto de 1947, fecha elegida para el comienzo del Capítulo General, en el Calasanctianum de Monte Mario, bajo la presidencia de Mons. Luigi Traglia, Vicegerente de Roma, futuro Cardenal. Los miembros del Capítulo (XXXVI de la Orden) son 38. No han podido venir, por no tener permiso de su Gobierno 5: el vocal de Polonia, 2 vocales de Hungría y el Delegado y vocal de Rumania. Se forman 3 comisiones para estudiar las proposiciones llegadas de los capítulos provinciales. El Capítulo va estudiando las proposiciones llegadas de las provincias[Notas 2].

El 3 de septiembre, en la sesión solemne, se procede a la elección del P. General. Era necesario elegir un nuevo P. General: el P. Del Buono tenía ya 74 años. En el primer escrutinio el P. Vicente Tomek obtuvo 23 de los 38 votos, y fue proclamado nuevo Prepósito General. Al día siguiente se procedió a elegir a los Asistentes Generales, y el primero en ser elegido fue el P. Del Buono, con 30 votos de 38. Era una prueba de que la Orden agradecía su servicio, y seguía confiando en él, a pesar de sus 74 años. Pero ya poco más servicio pudo hacer, pues falleció de angina del pecho un año más tarde, el 20 de septiembre de 1948. En ese año pudo celebrar sus 50 años de sacerdocio, recibiendo muchas felicitaciones de toda la Orden.

Los Capitulares de 1947, de izquierda a derecha y de abajo arriba: Fila inferior: P. Giuseppe Caponio (Prov. Nápoles), P. Juan M. Vives (Prov. Cataluña), P. Giuseppe Soldato (Prov. Liguria), P. Juan Walter (Asistente General), P. Manuel Pazos (Asistente General), P. Vicente Tomek (General) Mons. Luigi Traglia, P. G. Del Buono (As. General), P. Serafino Maja (Procurador General), P. Pasquale Vannucci (ex As. General), P. Giuseppe Tommaselli (Prov. Toscana), P. Valentín Aísa (Prov. Aragón), P. Juan Pérez (Prov. Castilla). Fila intermedia: P. Mariano Vinciguerra (Voc. Nápoles), P. Buenaventura Kadeja (Prov. Polonia), P. Quirino Santolocci (Prov. Roma), P. Jesús Gómez (Prov. Valencia), P. J. Manuel Diez (Prov. Vasconia), P. Guillermo Gärtner (Prov. Austria), P. José Branecky (Prov. Eslovaquia), P. Cirilo Zampach (Prov. Bohemia), P. Federico Ineva (Voc. Aragón), P. Gonzalo Etayo (Voc. Vasconia), P. Valenrtín Caballero (Voc. Vasconia), P. Nicola Ghisolfi (Voc. Liguria), P. Raimundo Edelmann (Voc. Austria). Fila superior: P. Samuel García (Voc. Castilla), P. Manuel Mayor (Voc. Valencia), P. Ángel Aznar (Voc. Aragón), P. Leodegario Picanyol (Voc. Cataluña), P. Giuseppe Oberti (Voc. Liguria), P. Antonio Montañana (Voc. Valencia), P. Manuel Bordás (Voc. Valencia), P. Francesco bongo (Voc. Roma), P. Juan Simonovic (Voc. Eslovaquia), P. Franciso Striteski (Voc. Bohemia), P. Agustín Turiel (Voc. Castilla), P. Nello Calastri (Voc. Toscana), P. Edoardo Scalabrella (Voc. Toscana).


Para mostrar ese aprecio que hacia él sentían los escolapios, vamos a reproducir dos cartas que, de algún modo, sintetizan lo que fue la vida del P. Giuseppe Del Buono. La primera se la escribe su Asistente General por Europa Central, el P. Juan Walter, que tanto convivió con él, al cumplirse los 24 años de su generalato. Le escribe desde Tata, en Hungría, el 11 de julio de 1947, y le dice[Notas 3]:

“Una cosa más. Quería hacerlo en Roma, pero como ahora se presenta una buena ocasión, felicito a Vuestra Paternidad Rvma. por los 24 años de generalato. ¡Dios mío, qué riqueza de méritos! Solo falta un año a los años de Pedro. Si numéricamente inferior, el contenido flota sobre los generalatos más solemnes. Una época llena de resultados importantísimos, época preparatoria de un porvenir floreciente. Basta pensar en la unión de toda la Orden, en las Constituciones, en las Reglas, en el nuevo Santo, en el traslado del antro de Florencia del noviciado a Finalborgo, y además del juniorato a Roma, a un auténtico palacio nuevo. En el aprecio adquirido y asegurado para la Casa General ante la Santa Sede y ante tantísimos monseñores de primera importancia. Lograr todo esto en medio de tantas dificultades, que he tenido la suerte de conocer de cerca. En medio de dificultades que conocía y soportaba solo el General, como verdadero mártir. En medio de dificultades entre las que se iba adelante con su inspirada calma y paciencia, su sonrisa constante y su interminable esperanza; con ingeniosa ponderación y constancia, según los casos, aunque con firme resolución. ¿Qué hará el capítulo? ¿A quién pondrá encima todo este peso? No tengo ni la más mínima idea. Resulta difícil pensar en un nuevo General. Se acepta que será elegido legítimamente, pero será difícil sacar de mi corazón la imagen del General actual con sus proverbiales cualidades y riquezas de espíritu, a quién es tan deudora la provincia de Hungría y de quien, aunque no sea general, se espera aún la ayuda. Vamos hacia el capítulo y estos pensamientos surgen naturalmente. Pero ahora termino mi carta, quizás un poco extraña. Me perdone. Le beso humildemente y devotamente su mano bendita.”

El P. Giuseppe Soldato, Provincial de Liguria, que también le conocía bien y le admiraba mucho, le escribió otra carta magnífica, alabando sus servicios a la Orden, el 3 de febrero de 1948, al felicitarle por sus 50 años de sacerdocio[Notas 4]. Le dice:

“Para no caer en la forma del cumplimiento, que necesariamente se convierte en algo convencional, quiero, y más en una circunstancia como la presente, abrirme corazón a corazón con V. Paternidad y decirle así a las buenas lo que siento yo y lo que toda la provincia de Liguria siente conmigo hacia Usted. El 6 de este mes, en su misa jubilar pienso que estarán presentes muchos hermanos de San Pantaleo, del juniorato y de las demás casas de Roma, pero junta con ellos está espiritualmente toda la provincia de Liguria, la cual, además de un homenaje, de muchas oraciones y de muchísimos votos, desea expresarle todo su agradecimiento propio, sobre todo por el trabajo hecho durante tantos años de enseñanza en Chiavari, y no menos por la obra que V. Paternidad ha desempeñado durante más de 20 años de gobierno como Supremo Moderador de nuestra Orden. Sabemos algo de las dificultades espinosas a través de las cuales ha tenido que hacerse camino para llegar allí donde le llevaba su espíritu de piedad y de ciencia escolapia. Solamente V. Paternidad conoce la vía dolorosa recorrida, especialmente durante los primeros años de Roma, entre las desconfianzas e incluso incomprensiones. ¡Cuántas veces V. Paternidad debió añorar los años de Chiavari! Por haber devuelto con sabiduría admirable, con espíritu de renuncia, con paciencia, con tacto digno de la mejor diplomacia, a nuestra Orden su dignidad y su prestigio en el ambiente romano, nosotros los ligures le estamos muy agradecidos. Y no solo por esto. En Monte Mario hay un monumento que permanecerá y que le debe todo a Usted. Obra que nunca será admirada suficientemente, y que tanto decoro ha traído y trae a nuestra Orden. El juniorato interprovincial fue una osadía bajo todo punto de vista, verdaderamente nueva, frente a la cual otros sin el temperamento ligur habrían dudado, posiblemente renunciado a la empresa. Está San Pantaleo, que V. Paternidad encontró de madera vieja y carcomida y que ha rejuvenecido en un modo tal que ya no se puede desear más. ¿Y la Capilla? ¿Y el Museo Calasancio? ¿Y el juniorato internacional? ¿Y las Constituciones? ¿Y las Reglas? Ve, Padre, ¡qué cantidad de trabajo! Demos gracias al Señor por ello. Sin contar además que el reciente Capítulo General debe su espléndido éxito exclusivamente a Usted, que ha sabido trabajar en extensión y en profundidad silenciosamente… Yo dije en Liguria, y quiero repetírselo también a V. Paternidad, que el Capítulo General fue un triunfo para Usted”.

Ante las alabanzas de las cartas anteriores, poco más podemos decir de positivo. San Pantaleo, Monte Mario, las Constituciones… Y además, creo que se puede decir de él que, sin salir de Italia, supo reforzar la unión de la Orden por medios de sus Asistentes Garrido, Walter y Pazos, que se encontraba en una óptima situación interna (no tanto externa, sobre todo en Europa Central) para lanzarse con optimismo a una nueva etapa de su historia bajo el dinamismo de su sucesor, el P. Tomek.

El P. Del Buono no tenía una complexión física fuerte, por eso tal vez no era muy dado a viajar. En alguna ocasión fue de vacaciones a su tierra, para descansar y para visitar a su hermano sacerdote Niccolò, mientras vivió. Se pueden contar las veces que salió de Roma durante su generalato; prefería confiar los actos oficiales a sus colaboradores. Y nunca salió de Italia: encargó las visitas oficiales a sus Asistentes. Naturalmente, estaba muy bien enterado de cómo iban las cosas en el mundo por las cartas que recibía y por la abundante prensa que leía. Era más bien “romano”: sobre todo en los primeros años, menciona a menudo sus paseos y visitas a las muchas maravillas que existen en esta bendita ciudad. Sus visitas eran más a menudo piadosas que turísticas. Sabía exprimir (y expresar) el encanto espiritual de cada lugar sagrado que visitaba.

Era un hombre sensible, que debía emocionarse a menudo (recordando los aniversarios de la muerte de sus padres, su ingreso al noviciado, su ordenación sacerdotal… Los buenos tiempos de Chiávari cuando venían a visitarle antiguos alumnos suyos, etc.). Siempre que podía, hacía favores a la gente que se lo pedía (¡tantas recomendaciones para el colegio Nazareno, o para lograr puestos de trabajo!), e igualmente se los hacían a él.

Era sumamente amable en sus cartas a los religiosos que le escribían por algún motivo, lo mismo para pedir algún tipo de permiso como para expresar quejas. Procuraba consolar y agradar a todos, pero sin apartarse de lo que indicaban el Derecho y las Constituciones. Tenía un trato paterno con todos, pero que sabía ser exigente cuando hacía falta.

Tenía suma devoción a los dos Papas del tiempo de su generalato, Pío XI y Pío XII. Cuando los menciona es para alabarlos: ni una sombra de crítica o de queja con respecto a ellos. Y lo mismo con respecto a no pocos Cardenales y otros Prelados con los que trató. Lo vemos felicitando a muchos de ellos las Navidades y la Pascua, y su onomástica. Felicitando a los que lograban alguna promoción, y asistiendo a los funerales de los que morían. Con toda seguridad no se trataba de estrategia o de pura cortesía: se percibe en sus Diarios una estima cristiana hacia todo lo que toca a la Iglesia. Su gran gozo era asistir a las beatificaciones y canonizaciones en el Vaticano, y luego por la tarde asistir en la Basílica a la oración con el Papa…

Sin duda al P. Del Buono le tocaron tiempos difíciles para regir la Orden: a la Visita Apostólica (2ª de la Orden, y la más larga, vergonzosa para muchos), sucedió la Guerra Civil de España, en la que fueron asesinados más de 200 religiosos. Y luego tuvo que sufrir el tremendo drama de la segunda Guerra Mundial, que tan de lleno afectó a Italia y a los países del centro-este de Europa. Pero Dios le dio fuerzas y humor para llevar adelante su tarea lo mejor que pudo, aguantando el timón de la Orden hasta que llegaran mejores tiempos para la Orden y para el Mundo, y con ellos un nuevo General Escolapio. Podemos decir que con su generalato terminó la tempestad que había sacudido la barquilla de las Escuelas Pías, por motivos internos y sobre todo externos, y que él la dejó a su sucesor con las aguas ya tranquilas y el viento en popa, lista para lanzarse a un nuevo viaje.

Notas

  1. RG 302. Documentos. Fecha: 26 de agosto de 1947, el mismo día del inicio del Capítulo.
  2. Trataremos más en detalle de este Capítulo al presentar la vida del P. Tomek, pues las decisiones tomadas en él orientaron en buena parte el rumbo de su mandato.
  3. RG 268 c, 122.
  4. RG 259 f, 8.