GinerMaestro/Cap06/17

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06.17. Antecedentes próximos: visita apostólica

Durante el segundo mandato del abad fray Felipe de Santiago (1575-158 1) hubo quejas por 'su modo de portarse en la administración de la hacienda'[Notas 1] y fue depuesto. Le sucedió fray Andrés de Intriago (1581-1584), pero tampoco terminó su sexenio de gobierno.

En efecto, en 1582 llegaron de Valladolid dos visitadores, Bellorado y Flandes, que perturbaron imprudentemente la ya precaria paz del monasterio. Fray Juan Fuentes declaraba el 24 de agosto de 1584 que 'andando las cosas de la última Visita [de 1582] se alborotaron las pasiones que hay entre los naturales de la Corona de Aragón y los de Castilla'.[Notas 2] Y el eco de estos alborotos llegó a oídos de la jerarquía eclesiástica y civil del Principado de Cataluña, a la corte de Felipe II y a la curia romana. Desde Barcelona el Consejo de Ciento mandó diputados suyos al monasterio, pues “como asunto que es de esta tierra”, quería intervenir creyéndolo de su incumbencia. El virrey de Cataluña envió un emisario, queriendo evitar la intromisión de los diputados de Barcelona “y procurar que no passassen delante”. A la vez advertía al abad y visitadores lo que debían hacer o dejar de hacer, como soltar a unos monjes que tenían presos “y que por agora no sacassen monges del monasterio, naturales de la Corona de Aragón contra su voluntad”. Su enviado redactó una amplia relación, y el virrey la remitió a Felipe II junto con una carta personal en junio de 1582.[Notas 3]

En la carta que algún mes antes habían escrito al rey los monjes de la Corona de Aragón, le suplicaban que mandara cuanto antes un visitador apostólico.[Notas 4] A últimos de enero del año siguiente pedía el rey a Gregorio XIII que designara como tal a fray Benito de Tocco, actual obispo de Gerona y por dos veces abad del monasterio de Montserrat (1556-59, 1562-64), a quien con la misma fecha presentaba para la sede vacante de Lérida.[Notas 5] El Papa accedió, nombrándolo obispo de Lérida (11 de mayo de 1583) y visitador de Montserrat (25 de junio de 1583) y al referirse a los desórdenes del monasterio aludía a los abusos cometidos en la administración y en el gobierno.[Notas 6]

El obispo de Lérida retrasó casi un año el principio de su visita, pues estaba entonces ocupado en otra, también apostólica, a los mercedarios de Cataluña. Estas demoras exacerbaban los ánimos de los monjes, pero de modo particular al Consejo de Ciento y aun al virrey de Cataluña.[Notas 7]

Finalmente, el 9 de mayo de 1584, fray Benito de Tocco dio comienzo a la deseada visita apostólica. De la abundante documentación contemporánea se deduce que los desórdenes principales eran: 'mala administración y pésimo empleo de cantidades del Monasterio por los últimos abades y Mayordomos castellanos; exportación de diversas entradas monetarias y de limosnas a la Abadía benedictina de Valladolid. Administración incontrolada. Clandestina exportación de oro hacia Castilla, que motivó la intervención de la Generalidad de Cataluña. Reclutamiento entre los estudiantes castellanos de nuevos miembros para la Comunidad de Montserrat, prohibiendo el ingreso de los de la Corona de Aragón. Tenencia, por monjes y donados, de pedreñales y arcabuces'.[Notas 8]

Lenta y penosamente procedió la visita. El 6 de diciembre, siete meses después de haber comenzado, escribía el visitador una carta al papa, dándole sus impresiones. Antes de referirse a los problemas, trazaba un cuadro edificante de la vida regular del monasterio, en el que había setenta monjes, que atendían 'laudable y reverentemente' a sus obligaciones de coro día y noche con aplauso de los peregrinos y observaban la vida común según su profesión monástica, salvo pocas excepciones.[Notas 9]

Sus disensiones internas giraban en torno al gobierno del monasterio y a la administración de sus bienes, y el buen visitador las resumía así: los oriundos de la Corona de Aragón, junto con los diputados de Cataluña y consejeros de Barcelona, se quejan de los monjes castellanos, sintiéndose oprimidos por muchos abusos, como son, entre otros, el verse excluidos del gobierno y de la administración de los bienes temporales los monjes de dicha Corona (con cuyas limosnas se mantiene en su mayor parte el monasterio); no admiten al hábito a jóvenes de dicha Corona, que son perfectamente idóneos; los ecónomos no administran debidamente las rentas y limosnas, de modo que el monasterio se encuentra adeudado.[Notas 10] Las acusaciones coinciden con las ya mencionadas. Pero el obispo de Lérida y ex abad del monasterio suavizó el cuadro con excesiva benevolencia.

Inesperadamente, el 31 de enero de 1585 murió el visitador, no sin sospechas de haber sido envenenado… Y no era el primero. He aquí el acta del Consejo de Ciento, fechada la víspera de la muerte de Tocco:

'Habida cuenta del estado en que al presente se halla la Casa del Monasterio de Na. Sra. de Montserrat y los peligros y escándalos que pueden derivarse si no se aplica conveniente y oportuno remedio, se acuerda por ello que se suplique a su Excelencia [el virrey de Cataluña] que por la providencia que estime mejor procure que el Rmo. Señor Obispo de Lérida [Tocco] nombre Presidente de dicho monasterio. Por lo que se sabe de la muerte de algunos frailes de dicho monasterio, así como de otros sucesos, sin dilación, por vía del Breve apostólico, según juzgue su Excelencia mande proveer lo necesario. Se acuerda también suplicar a su Excelencia se sirva mandar personarse en Montserrat a algún oficial preminente a fin de que no se promuevan nuevos escándalos en dicha casa de Montserrat'.[Notas 11]

Las alarmantes noticias del acta anterior vuelven a aparecer en la carta que los mismos 'concellers de Barcelona' mandan al rey, al día siguiente de la muerte de Tocco, cuya actuación enjuician negativamente, pidiendo con urgencia un nuevo visitador.[Notas 12] Indudablemente, el Consejo de Ciento y la Generalidad seguían paso a paso el curso de la visita montserratina, “como asunto que es de esta tierra”, y a pesar de los esfuerzos de la Corte y sus representantes por impedir su injerencia, el Rey Prudente tuvo en cuenta sus peticiones: consiguió otro Breve, nombró visitador a La Figuera, pasándole a la sede de Lérida para que fuera “Prelado de este Principado”, y le hizo acompañar por un delegado real, don Juan de Bardaxí. Toda precaución y miramiento era poco en aquella delicada y gravísima situación.

Notas

  1. F. DE P. CRUSELLAS, ‘Nueva historia del Santuario y Monasterio de Na. Sra. de Montserrat’ (Barcelona 1896) p.409.
  2. Cf. J. POCH, o.c., p.36O.
  3. La carta del virrey, don Carlos de Aragón Tagliavia, en ib., p.361-362.
  4. Ib., p.362-363.
  5. Cf. cartas de Felipe II al papa y al embajador Olivares en J. POCH, ‘D. Gaspar J. de la Figuera…’, p.378-379. En la Corte se quería impedir a toda costa la intromisión fiel Consejo de Ciento, como consta de nuevo en carta del secretario real Gassol (14 de marzo de 1583): 'para que el daño no pase adelante conviene remediarlo por vía de Visita, que será fácil hazerlo, y con ella se atajará que los Diputados y la ciudad de Barcelona no salgan al negocio y se encone y vengan a tratar de cosas que es mejor que estén enterradas' (ib., p.379).
  6. Cf. ib., p.428, n.52.
  7. Cf. J. POCH, ‘El Fundador…, p.364.
  8. Cf. J. POCH, ‘D. Gaspar de la Figuera…, p.428, n.55. Véase una larga 'Relación' de hechos en ib., p.381-382.
  9. Cf. J. POCH, ‘El Fundador…’, p.448.
  10. Ib.
  11. Ib., p.366.
  12. Ib., p.367.