GinerMaestro/Cap07/05

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07.05. La ciudad de La Seo

Quizá era la primera vez que entraba Calasanz en la ciudad episcopal de Urgel, en aquel invierno de 1587. Era realmente una ciudad episcopal, no sólo porque el obispo era su único señor temporal, además de eclesiástico, sino porque su mismo nombre le venía de la sede episcopal: La Seu. En su misma entraña llevaba, pues, el sello indeleble de su medievalismo, expresado en la armonía —fusión en su caso— del poder espiritual y el temporal.

La Seo de Urgel —caso excepcional en la historia— fue Seo 'mucho tiempo antes de ser ciudad'.[Notas 1] Y por ello, la máxima expresión de sus valores medievales y síntesis de su pasado es su catedral, mitad templo, mitad fortaleza, dedicada a Santa María. La actual —que es ya la cuarta de la historia— data de la segunda mitad del siglo XII y su estilo románico acusa fuertemente la influencia lombarda. Su ábside central, coronado por la airosa galería practicable de arquillos, se asomaba a la muralla, como un bastión más de defensa. Y todo su cuerpo externo, engastado en sus cuatro robustas torres angulares, da aún la impresión de mole compacta, encastillada, inexpugnable. Su interior, de altísima nave central, severa, luminosa, obliga a concentrar la atención en el marco espléndido de su ábside, donde antaño se acogía, como en una gigantesca hornacina, la venerable talla románica de Santa María de Urgel, del siglo XIII, hoy en el Palacio. El recoleto claustro románico, también del siglo XIII, mantiene todavía su sabor de simplicidad y serena elegancia medieval.

La inmutable atmósfera creada en estos ambientes parece borrar distancias y trasladarnos a aquellas postrimerías del siglo XVI, en que —por algunos años— aparecía y desaparecía por las galerías del claustro y las naves de la catedral el joven presbítero José Calasanz.

Mas no sólo se respiraba Edad Media en la catedral. La misma contextura urbana conservaba todo el encanto de las ciudades medievales, cercadas de murallas, por cuyas puertas, torreones, almenas y barbacanas —burlando siempre la vigilancia, los bandos públicos y las precauciones extremas— penetraban implacablemente las pestes, las guerras y los bandoleros.

Sus calles eran estrechas, oscuras, no siempre limpias, salvo la calle Mayor con sus amplios soportales, abrigo seguro en los frecuentes días de lluvia y de frío, lugar de encuentro, paseo y mentidero de la villa. En uno de sus extremos todavía hoy se conservan las medidas, públicas para el grano, allí instaladas desde 1579. A pesar de sus transformaciones urbanísticas modernas, sigue siendo La Seo 'una de las poblaciones de Cataluña menos desfiguradas en su fisonomía de población medieval'.[Notas 2]

No menos medieval era también el tráfico industrial y comercial en aquella pequeña ciudad pirenaica a fines del siglo XVI, debido, sin duda, a su alejamiento de los grandes centros comerciales del Mediterráneo. No obstante, parece que en aquellos años vivió La Seo una época de relativa prosperidad.[Notas 3] Y esto a pesar de que, según cálculos estadísticos, el censo urbano debía oscilar entre los 1.100 y 1.500 habitantes.[Notas 4] Y uno de los representantes del comercio local era Antonio Janer, a cuya casa precisamente fue a parar como huésped José Calasanz.

Notas

  1. Ib., p.613
  2. Ib., p.567.
  3. Ib., p.473-474.
  4. Pujol dice que no superaba los 1.500 habitantes (ib., p.474). El 'fogatge' de 1553 le daba 227 fuegos, es decir, 1.135 habitantes (cf. J. IGLESIES, ‘El fogatge de 1553’, vol. I, p.71), pero otro 'fogatge' de 1564, quizá más verosímil según se explica el autor, contaba en La Seo 292 fuegos, es decir, 1.460 habitantes (cf ib., p.149-151).