GinerMaestro/Cap18/07

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18.07. Lutero y la escuela popular primaria en Alemania

No sin cierto sobresalto intelectual pueden leerse párrafos como el siguiente:

'Atribuir la fundación de la moderna escuela popular a San José de Calasanz y su consolidación y extensión a las Escuelas Pías nos parece la conclusión de un análisis histórico poco riguroso y científico. Si por escuela popular moderna hemos de entender aquella institución encargada de impartir una enseñanza elemental de carácter universal, gratuito y obligatorio y tendente a convertirse en un servicio público en base a la atención de un derecho ciudadano, parece evidente que, en el siglo XVII („sic‟), el paso más decisivo en este caminar lo dieron los reformadores protestantes y especialmente Lutero, al encomendar tal responsabilidad al poder civil. La asunción por parte del Estado de la responsabilidad de la prestación educativa a lo largo del siglo XIX sería la culminación de tal proceso'.

El sobresalto es debido en parte a que el mismo autor, unos párrafos más arriba del citado, escribe:

'se ha de atribuir a San José de Calasanz la fundación de la primera escuela católica destinada a la educación de los niños pobres en el Trastévere romano en el año 1600 y a los calasancios la encomiable labor de la fundación y el mantenimiento de un gran número de centros de enseñanza elemental y gratuita en Italia, España y otros países europeos. El gran número de escuelas creadas, el esfuerzo por dotarlas de una organización moderna, su carácter gratuito y eminentemente social le hacen merecedor del reconocimiento histórico como fundador de la escuela primaria popular católica dedicada a los pobres'.[Notas 1]

Una de cal, y otra de arena. Contraponiendo ambos párrafos no es fácil aclarar el concepto exacto de escuela popular primaria moderna, ni tampoco a quién corresponde la iniciativa de haberla concebido: a Lutero o a Calasanz. Y al decir concebido, entendemos tanto la idea justa, con todos los elementos esenciales, como sobre todo su realización práctica. No parece, en primer lugar, que el calificativo de „católica‟, dado a la de Calasanz, sea determinante, como contrapuesto a „universal‟, pues la de Lutero era, naturalmente , „protestante‟ y al servicio explícito de la Reforma. La dedicación a los pobres, en la que se insiste, no puede considerarse como opuesta a universal, pues -sabido es que si Calasanz fundó sus escuelas para los pobres que no podían pagarlas, las dejó luego „abiertas a todos‟, aun manteniendo la preferencia por los pobres. Tampoco puede ser esencial el considerar como „pública‟ solamente la escuela dependiente del poder civil, en cuyo caso sería una tautología: la escuela pública estatal sólo puede ser la que depende del Estado. Escuela pública y universal parece ser aquella que está abierta a todos, sin condicionamientos. El carácter „obligatorio‟, si se entiende como „legalmente obligatorio‟, sólo puede ser impuesto por la autoridad pública y sometido a sanciones. Pero cabe entenderlo como lo entendió ya Calasanz; es decir: para que los niños puedan sacar el debido provecho de la escuela, deben asistir todos los días y de esa puntual asistencia son responsables los padres, que „deben obligar e sus hijos‟.[Notas 2]

Parece ser que el autor considera como determinantes la „gratuidad‟ y la „obligatoriedad‟, en cuanto las dos pueden ser impuestas por el Estado. Y es lo que habrían hecho Lutero y la Reforma encomendando ambas cosas al poder civil: 'En los países donde ha triunfado la Reforma se apunta, siguiendo las orientaciones luteranas, al establecimiento de una escuela pública, gratuita y obligatoria, dependiente del poder civil. Es en Alemania, cuna de la Reforma luterana, donde surgen estos centros y donde la legislación primeramente incide en estos caracteres de gratuidad y obligatoriedad de la enseñanza primaria'.[Notas 3] Y como testimonios documentales se aducen ordenanzas del ducado de Weimar de 1619; del ducado de Gotha de 1642; de Braunsweig de 1651; de Hesse de 1656, y de Magdeburgo de 1658. Las tres primeras hablan de obligatoriedad y las dos últimas de organización escolar. Las cinco son de fechas posteriores a la institución de las Escuelas Pías; en ninguna se habla de gratuidad, y la obligatoriedad no será efectiva hasta el siglo XX, No se puede hablar, pues, de la existencia de escuelas públicas gratuitas y obligatorias, aunque algo de eso proclaman las leyes escritas.

La realidad histórica es que hay que esperar hasta 1888 para que la escuela primaria p~blica obligatoria sea „totalmente gratuita‟ en Prusia.[Notas 4] Y Prusia entonces no era simplemente el ducado histórico del tiempo de Lutero, sino el Imperio alemán de Bismark, que abarcaba toda Alemania. Hasta entonces todo habían sido palabras, ideas, propósitos, intentos, pero pocas realidades. Y vale la pena evocar en síntesis todo ese pasado histórico para ver hasta qué punto fueron los verdaderos antecedentes de la moderna escuela popular primaria.

Es fundamental poner de relieve desde un principio que la finalidad de las escuelas y consiguiente instrucción, propuesta por Lutero y los suyos, nada tiene que ver con la finalidad de la escuela popular moderna, y en ello disiente radicalmente también de la mentalidad de Calasanz. La escuela primaria de Lutero está más en consonancia con aquellas escuelas adicionales que tenían las cofradías o instituciones masculinas y femeninas dedicadas a la catequización: se enseñaba a leer para poder aprender el catecismo y leer otros textos piadosos; se enseñaba, además, a escribir y a contar como aliciente para que los niños frecuentaran el catecismo. 'Es importante notar –escribe Bowen-que ni aquí -en unas pláticas de 1540-ni en ninguna otra parte concede Lutero una verdadera autonomía al proceso educativo; éste se halla siempre vinculado a un papel instrumental en la salvaguardia de la religión y de la Iglesia reformada. Dos años más tarde, en una plática de 1542 titulada „Scholae‟, escribía que (cuando las escuelas florecen, las cosas van bien y la Iglesia está segura Dios ha mantenido la Iglesia por medio de las escuelas'. Es evidente que así se imponen, en cierta manera, límites definidos a su concepto de educación en cuanto que ésta nunca escapa a su papel exclusivamente instrumental.[Notas 5]

Si se piensa en el principio fundamental luterano del 'libre examen) de la Escritura, no parece tan extraña la finalidad de la escuela como instrumento necesario para que cada uno pueda leer personalmente la Biblia. Y esta idea será la que domine en siglos posteriores como aliciente para abrir escuelas elementales en ambientes reformados. Lutero, sin embargo, va más allá, considerando que la escuela popular es el medio indispensable para preparar nuevos “predicadores' o “ministros del culto”. “Muy certeramente comprendió el Reformador -escribe Villoslada-que su obra reformadora no podría conservarse a la larga, por grandes y resonantes que fuesen sus triunfos exteriores, si dentro de sus comunidades evangélicas no se formaba y educaba una juventud que pudiese sustituir dignamente a los actuales párrocos y predicadores. No podía hacer lo que más adelante hizo Trento para los católicos: crear seminarios clericales; pero sí creó o fomentó la creación de escuelas”.[Notas 6]

En uno de sus escritos 'pedagógicos' el mismo Lutero “aduce incluso estadísticas en apoyo de sus afirmaciones: sin un plan más amplio de escolarización, la Iglesia reformada correrá gran peligro, ya que sólo en Sajonia existen 1.800 parroquias que requieren por tanto 3.600 clérigos, a razón de dos por parroquia, como es costumbre. Puesto que en la actualidad (1530) hay en toda Alemania únicamente 4.000 muchachos que acuden regularmente a la escuela, es de prever una gran escasez de pastores, en especial dado que, a causa del desorden de los tiempos, las escuelas y universidades “aquí y allá están tan vacías que el espectáculo que ofrecen es lastimoso”.[Notas 7]

Eran ciertas las quejas de que las escuelas estaban vacías, y hay que reconocer que Lutero se preocupó muchísimo por la escolarización de los niños. Pero conviene recordar igualmente que los responsables de que las escuelas estuvieran abandonadas y los padres se despreocuparan de escolarizar a sus hijos habían sido los mismos seguidores de Lutero. Primero provocaron el vacío y luego intentaron llenarlo de nuevo. Por tanto, 'es totalmente falso que la escuela popular comenzara en manera alguna después de la rebelión de Lutero. Antes bien, la revolución religiosa influyó perjudicialmente mucho tiempo y en muchos lugares, lo mismo en las escuelas populares que en los establecimientos de enseñanza superior'.[Notas 8]

El panorama educativo de Alemania, cuando Lutero empieza su Reforma, es ciertamente herencia medieval, pero está por encima de la situación general de Europa. No obstante, no podemos menos de advertir que en ese movimiento de culturización quedan prácticamente marginados los pobres, sobre todo porque todas las escuelas, desde las universitarias hasta las elementales 'populares', son de pago. La escuela popular gratuita no existe. He aquí lo que escriben, efectivamente, los especialistas:

'Escasea la información relativa a las escuelas elementales alemanas durante la Edad Media, pero es claro que en general se hallaban establecidas en las catedrales y algunas parroquias de acuerdo con los preceptos emanados de la Iglesia. Prácticamente en todas las escuelas alemanas del medioevo los profesores eran por necesidad clérigos, aunque a fines del siglo XV comienzan a aparecer maestros seglares, probablemente en virtud de la creciente demanda de escuelas elementales que pudieran enseñar a leer, escribir y calcular. De hecho ha llegado a afirmarse basándose en el volumen de las transacciones de libros, que para 1500 todos los habitantes de las ciudades, „a excepción de las clases más bajas‟, sabían leer y escribir. Pese a lo escaso de la documentación, es manifiesto que Alemania se hallaba bastante adelantada en terreno educacional respecto a „las clases burguesas‟ a principios del siglo XVI, tanto en lo referente al aprendizaje de la lengua-vernácula como al de la gramática latina, y es claro asimismo que el país contaba ya con los elementos básicos de un sistema educativo. A pesar de todo, hay que hacer constar que las clases campesinas no disfrutaban de las mencionadas facilidades. En la Alemania rural „las clases populares carecían por completo de posibilidades de escolarización.[Notas 9]

Quizá universaliza demasiado Bowen en la última frase que hemos citado, pues no faltan testimonios de escuelas populares en ambientes rurales. Lo que es cierto, sin embargo, es que aun en esos casos documentados no se trataba de escuelas „gratuitas‟, sino de pago.

'Sobre la retribución -aclara Janssen-„los maestros se habían de entender con cada uno de los padres‟ En el Medio Rhin había comarcas enteras en que, hasta 1500, existía una escuela en cada distrito de dos horas; aun municipios rurales de 500 ó 600 almas no carecían de escuela. En algunos sitios, aun las escuelas de niñas gozaban de numerosa asistencia. El maestro del pueblo de Weese, en el Ducado de Cleves, recibía el siguiente salario: del municipio 4 escudos, 3 fanegas de centeno, 2.de trigo, 2 de avena y 60 haces de paja; además tenía casa gratis con huerto, un tercio de fanega para hortalizas, una fanega de prado para sus bestias. „Cada escolar debía pagarle‟ en invierno 5 sueldos y 3 en verano, una medida de grano y una carretada de leña si tenía carro propio. En Goch el maestro-superior recibía, además de casa y „retribuciones y varios regalos de los niños‟, desde 1450. En Entville, en Rheingau, el maestro cobraba anualmente 24 escudos y de cada niño 3 albos; el maestro de Seligenstadt del Main tenía libre la costa de vino, 2 hanegas de trigo y como salario las retribuciones de los niños'.[Notas 10]

En las ciudades, lógicamente, las retribuciones a los maestros eran distintas, pero constaban también de asignaciones fijas del municipio y de las aportaciones concertadas con los padres, 'a excepción de las clases más bajas' -nos ha dicho Bowen-, que, por no poder pagar quedaban analfabetas. Alguna excepción había, no obstante, pues parece ser que se reservaban algunas plazas gratuitas, como se sabe de la ciudad de Nuremberg, que “tenía 4 escuelas en 1485, cada una regentada por un maestro y tres ayudantes, que entre todas ofrecían plazas para 245 estudiantes de pago y un número no especificado de plazas gratuitas”.[Notas 11] Es un sistema idéntico al que encontró Calasanz en Roma a fines del siglo XVI: escuelas municipales de pago con algunas plazas gratuitas.

Notas

  1. F. BELMONTE, ROMERO, „Reflexiones en el día del maestro:‟ Comunidad escolar (1-7 de diciembre, 1986) 3.
  2. 'En cuanto a las escuelas -escribe Calasanz-, si los alumnos no muestran interés en aprender y faltan bastantes veces a la escuela, V. R. encargue a algún alumno que asiste a la escuela que anote en un cuadernillo cada día quién falta por la mañana y por la tarde, para que al fin del mes pueda mostrar a sus padres que si no sacan provecho los alumnos, la culpa no es del maestro, sino de los alumnos que no asisten a clase' (c.4147). También pedía que se recurriera a la autoridad civil para obligar a los niños a ir a la escuela: 'En cuanto a los muchachos que están ociosos, haga lo-posible para que vayan a trabajar o a la escuela, o bien acuda al alguacil para que imponga su autoridad' (c.471). Otros textos sobre la „obligatoriedad‟, en SÁNTHA, SJC, p.71,372-374, 598-599.
  3. F. BELMONTE ROMERO, I.c.
  4. Cf. J. BOWEN, o.c., vol. III, p.411.
  5. Ib., vol. II, p.506-507. Parecidas salvedades hay que hacer a las escuelas que nacieron en el siglo anterior a Lutero, en el ámbito del movimiento husita en Bohemia y Moravia, ya fueran taboritas, adamitas o hermanos moravos. Enseñaban la lectura con la finalidad expresa de poder leer la Biblia; su obligada marginación por herejes les forzó a crear tales escuelas sólo para ellos; no parece, por tanto, que fueran diferentes tampoco, en cuanto a gratuidad, de lo que lo eran generalmente las escuelas de entonces, continuadoras de las medievales (cf. ib., p.377-383). Es cierto que de este movimiento fue Comenio (1592-1670), pero el primero de sus textos pedagógicos es de 1631
  6. R. GARCÍA -VILLOSLADA, „Martín Lutero‟ (BAC, Madrid 1973) II, p.131.
  7. J. BOWEN, o.c., II, p.502.
  8. J. JANSSEN, „La cultura alemana antes y después de Lutero‟ (Barcelona 1925) vol. II, p.20.
  9. J. BOWEN, o.c., II, p.391-395.
  10. J. JANSSEN, o.c., I, p.30-32.
  11. J. BOWEN, o.c., III, p.39.