GinerMaestro/Cap18/08

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18.08. Los tres documentos programáticos de Lutero

La situación general alemana no era, pues, deplorable y sí mejor quizá que en el resto de Europa. La Reforma de Lutero, muy mal entendida por el pueblo llano y también tergiversada por fanáticos e iluminados predicadores, trajo entre otras consecuencias la deserción de las escuelas. Lutero se ve obligado a levantar la voz, exhortando a todos, autoridades, predicadores, padres de familia, a que mantengan y aumenten las escuelas, provean debidamente a los maestros y obliguen a los niños a ir a la escuela. Son famosos tres escritos suyos sobre el tema: el primero, de 1524, se titula „A los regidores de todas las ciudades de Alemania para que establezcan y mantengan escuelas cristianas‟; el segundo es un documento llamado „Artículos de visita‟, de 1528, debido a Melanchthon y a Lutero; el tercero es una exhortación de Lutero de 1530, similar a la primera, en forma de sermón: „De mantener a los niños en la escuela‟.

Indudablemente, son tres documentos históricos, que enaltecen a Lutero como uno de los grandes promotores de la escuela, sobre todo de la popular, en Alemania.[Notas 1] Pero, a fuer de objetivos, no se puede silenciar que intentaba con ello restablecer lo que él mismo y sus seguidores habían destruido con sus invectivas contra todo lo que era herencia de la Iglesia de Roma,[Notas 2] que la escuela popular promovida por él continuaba siendo en realidad la misma de antes en cuanto a subvenciones de maestros y retribuciones de alumnos, y por tanto no era gratuita; que intentó que fuera obligatoria, 'pero en aquella época tal obligatoriedad no era posible, por lo que Lutero se ve forzado a recurrir a la exhortación';[Notas 3] que con su recurso a la autoridad civil no pretendía crear la escuela estatal, sino que era consecuencia lógica de haber puesto la Iglesia misma en manos del Estado, como último y principal responsable; a pesar de sus esfuerzos y de las disposiciones dadas por los príncipes, no aparece en parte alguna establecida la escuela primaria popular gratuita, como creación luterana.

He aquí algunos párrafos de Lutero, del documento de 1524 a los regidores:

'Estamos viendo hoy día en los países alemanes cómo se van arruinando las escuelas. Las universidades se enervan, los monasterios decrecen y nadie manda a sus hijos a estudiar porque dicen: “¿Qué van a aprender, si no han de ser curas, frailes o monjes?' Queridos señores: si tanto dinero gastamos en fusiles, caminos, puentes, diques y otras innumerables cosas para conservar la paz y las casas de una ciudad, ¿por qué no gastar tanto o más en favor de la pobre juventud, a fin de que cada muchacho pueda tener uno o dos maestros hábiles? Todo ciudadano debería moverse a ello. Hasta ahora ha derrochado tantos bienes y dineros en indulgencias, misas, vigilias, fundaciones, testamentos, aniversarios de difuntos, frailes mendicantes, cofradías, peregrinaciones y cosas semejantes, y ahora que por la gracia de Dios está libre de tales robos y tributos ¿no querrá agradecer a Dios, dando una parte para las escuelas, donde se eduquen los pobres niños?”.[Notas 4]

En pocas palabras: el Estado debería dedicar parte de su presupuesto para la educación, pero también deben contribuir los ciudadanos por su parte, como se venía haciendo hasta entonces. Hay que notar, sin embargo, que tanto esta exhortación como las otras se refieren a la escuela en general, y no expresamente a la primaria. Se trata de toda la formación intelectual de los muchachos anterior a su ingreso en las universidades.

Todo este período de estudios se reorganizó en los Artículos de visita, de 1528, dividiéndolo en tres etapas o grados: 'uno para principiantes, el segundo para los estudiantes de gramática y el tercero para aquellos que hubieran superado la etapa anterior con éxito'. Naturalmente, los principiantes constituían la escuela elemental o primaria, que viene descrita así por Bowen: “los niños que se iniciaban en la primera etapa utilizaban primero un manual en el que aprendían el alfabeto, el credo y el padrenuestro; Una vez memorizadas estas cosas, pasaban a las cartillas de Catón o Donato, que les servían de introducción al latín y a continuación aprendían a leer y escribir normalmente esta lengua, así como a contar. Et estudio concienzudo del latín sería, de hecho, el núcleo de toda la enseñanza escolar. En la introducción de la parte dedicada específicamente a las escuelas, „Von Schulen‟, se declara de manera explícita que “los maestros [de esta primera etapa] han de preocuparse de enseñar a los niños solamente el latín, no alemán o griego o hebreo” y esta misma idea se repite al final: “a los alumnos se les exigirá hablar latín. El propio maestro, en cuanto sea posible, hablará únicamente en latín con sus discípulos para que éstos se acostumbren y se animen a practicarlo” .[Notas 5]

Uno se pregunta extrañado si esta concepción de „escuela primaria‟, dominada por el latín, tendrá algo que ver con la „moderna escuela‟ popular primaria, de la que dicen algunos que Lutero fue el iniciador. Pensando, sin embargo, en la 'graduación' de las cinco primeras clases de primaria, hecha por Calasanz, en las que se enseña a leer, escribir, aritmética y doctrina cristiana, dejando el latín desde la 5ª clase para quienes piensan seguir estudiando, no se puede menos de concluir que aquello era el núcleo de contenidos de la „moderna escuela primaria popular‟, añadiendo la nota de gratuidad, de la que carecían las escuelas de Lutero.

En el tercer documento sobre educación -Sermón sobre que hay que llevar los niños a la escuela, de 1530-repite e insiste en las mismas ideas del primero. Nótense particularmente las ideas de contraste entre la situación actual y la anterior, reconociendo implícitamente que la Reforma ha impulsado a abandonar las escuelas; que la finalidad de la educación gira en torno al conocimiento de la Sagrada Escritura; que la „gente vulgar‟ no quiere seguir „pagando‟ la educación de sus hijos y los saca de las escuelas, y se intenta convencerles de que manden a sus hijos a la escuela y contin~en „pagando‟, que la autoridad civil tiene [a responsabilidad de fundar y mantener escuelas y el deber de obligar a sus súbditos a mantener a sus hijos en la escuela; exigiéndoles contribución por ello :

'Es una de las mayores malicias del maldito Satanás haber así aturdido y engañado a los hombres vulgares, que no quieren llevar a sus hijos a la escuela ni hacerles enseñar e inspirándoles estos malos pensamientos: Como ya no hay esperanza de frailería, monjería y curatos, como hasta ahoia, no tenemos necesidad de hombres doctos, ni de estudiar mucho, sino que hemos de tratar de alcanzar sustentación y riquezas. Mas si perece la Escritura y el Arte ¿qué quedará en Alemania sino un amontonamiento soez y feroz de tártaros o turcos y aun tal vez una pocilga y una manada de bestias?... ¡Queridos amigos!, como yo veo que los hombres vulgares se desentienden de sostener las escuelas y sacan enteramente de la enseñanza a sus hijos y sólo se entregan a la solicitud de la sustentación y del vientre , me he propuesto dirigiros esta exhortación, por si hay todavía algunas personas que tienen un poco de fe sobre que exista Dios en el cielo y un infierno para los incrédulos y se conviertan por esta amonestación. Mientras estábamos metidos en los horrores del Papado, estaban abiertas todas las bolsas y no había medida en el dar para iglesias y escuelas; entonces se podía empujar y forzar a los jóvenes, con indecibles gastos, a los monasterios, colegiatas, iglesias y escuelas; pero ahora, cuando se debían fundar verdaderamente escuelas y buenas iglesias, y no ya fundarlas, sino siquiera conservar los edificios, todas las bolsas están vacías con cadenas de hierro; nadie quiere dar y, sobre todo, sacan a los niños y no les permiten ir a las escuelas.[Notas 6]

Ni la primera exhortación de 1524 ni esta de 1530 tuvieron fuerza suficiente para convencer a la gente de ciudad y del campo, burgueses o gente sencilla (hombres vulgares), a tomar en serio el problema de las escuelas. Precisamente esta conciencia luterana de la aversión de los particulares a pasar a los actos fue lo que le indujo a afirmar que el único medio efectivo para lograrlo era la imposición: de la misma manera que se perciben impuestos para construir puentes, caminos y otras obras necesarias al bien público, debiera incluirse también en ellos la educación, y por tanto 'es deber de Ia autoridad temporal obligar a sus súbditos a mantener a sus hijos en la escuela, especialmente a los que más prometen.[Notas 7]

Este repetido recurso a la autoridad pública no manifiesta la intención -adelantándose a los tiempos-de crear „escuelas estatales‟, poniendo por consiguiente en manos del Estado todo el problema de la educación. Para Lutero las escuelas siguen siendo de incumbencia de la Iglesia, como las parroquias y la predicación. Los Artículos de Visita tratan igualmente de las parroquias y de las escuelas. En todo caso, la responsabilidad de los príncipes es idéntica respecto a las escuelas y a las parroquias en cuanto a su establecimiento, manutención e inspección se refiere. Pero lo que más parece preocuparle es la cuestión económica, la dotación de unas y otras. y por lo que atañe a las escuelas, confía no sólo en la dotación estatal, sino también en las retribuciones de los alumnos. Esta obsesión por el 'mantenimiento económico' nos sugiere -quizá sutilizando un poco-que el concepto de „obligatoriedad‟ de las escuelas populares, según Lutero, no se refiere directamente a los niños, cuya asistencia debe urgirse día a día y año tras año, sino más bien a los padres, reacios en mandar a sus hijos „por no pagar‟. Hay que obligar a los padres a mantener las escuelas, incluso imponiéndoles esa obligación, como una más de sus contribuciones. Esto nos llevaría a concluir que la obligatoriedad de la escuela que preconizaba Lutero no es propiamente la obligatoriedad de la escuela popular moderna, ni tampoco la exigida por Calasanz, en el que está totalmente ajena la obsesión por las „retribuciones de los padres‟, por ser gratuitas sus escuelas. Indudablemente, si Lutero hubiera propuesto la plena gratuidad, habría tenido que cambiar de signo toda su problemática sobre la escuela, sin necesidad de insistir en la obligatoriedad. Pero quedó muy lejos de proponerla.

He aquí lo que escribía Lutero el 22 de noviembre de 1526 al príncipe Juan, elector de Sajonia:

'Nos llegan quejas de los párrocos de casi todas partes. Los campesinos no quieren dar nada y esta ingratitud de las gentes por la palabra de Dios es tal que, sin duda, nos amenaza un gran castigo del Señor. Si yo lo pudiera hacer en buena conciencia, procuraría que careciesen de párroco y predicador y viviesen como cerdos. Pero como todos nosotros tenemos el deber, sobre todo las autoridades, de mirar, en primer término, por la pobre juventud y de educarla, según va creciendo, en él temor de Dios y en las buenas costumbres, conviene tener escuelas, predicadores y párrocos. Ahora que en vuestros Estados las leyes papales y las instituciones eclesiásticas han desaparecido y todos los monasterios y fundaciones han venido a vuestras manos, cómo jefe supremo, también os han venido juntamente los deberes y obligaciones de ordenar estas cosas, tarea que nadie sino Vos puede ni debe aceptar por eso, habiendo hablado con vuestro canciller, señor Nicolás de Ende, creo necesario que Vuestra Gracia electoral, puesta por Dios en tal oficio, ordene y mande urgentemente que cuatro personas se encarguen de visitar el país: dos „entendidos en cuestión de censos y bienes‟, y dos en cuestión de doctrinas y de personas, los cuales, por mandato de Vuestra Gracia electoral, establezcan escuelas y parroquias y cuiden del modo de mantenerlas. Donde las ciudades o aldeas tengan posibilidad de ello, Vuestra Gracia electoral tiene poder para „forzarlas a mantener‟ las escuelas, cátedras de predicación y parroquias'.[Notas 8]

Ante este somero análisis de la escuela primaria popular de Lutero, no parece desacertado concluir que está muy lejos de parecerse a la moderna, sobre todo por las siguientes características: no era escuela gratuita; obedecía a otra finalidad; no se distinguía claramente de la escuela media; tenía distinto contenido programático; giraba completamente en torno al latín como eje central; era también distinto el concepto de obligatoriedad. Todas estas características tendrán que desecharse con el tiempo para llegar a la escuela elemental moderna, cuya nota esencial es, sin duda, la plena gratuidad para todos. Y no será necesario recordar de nuevo las líneas que definen la escuela de Calasanz, además de la gratuidad para todos, para reconocerle la primacía frente a los supuestos méritos de Martín Lutero.

Notas

  1. No sin exageración escribe Bowen: 'El interés humanitario [de Lutero] por los niños y su educación, que ahora comenzaba a despuntar, llegaría con el tiempo a ser considerable como una de las más relevantes aportaciones alemanas a la educación occidental' (J. BOWEN, o.c., II, p.395).
  2. 'Lutero no ignoraba que debía vencer la general desconfianza burguesa hacia todo lo, aprendido en libros y hacia el estudio en general, que la Alemania protestante identificaba fácilmente con su historia católico' (ib., p.499).
  3. Ib., p.501.
  4. Cf. R. GARCÍA -VILLOSLADA, o.c., II, p.131-132.
  5. Cf. J. BOWEN, o.c., II, p.497.
  6. Cf. J. JANSSEN, o.c., II, p.15.
  7. Cf. J. BOWEN, o.c., II, p.500-501.
  8. Cf. R. GARCÍA -VILLOSLADA, o.c., II, p.275-276.