GinerMaestro/Cap18/09

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18.09. Las escuelas primarias de la Reforma

Oigamos, en primer lugar, los testimonios de los contemporáneos de Lutero, que se lamentan del estado deplorable en que han quedado las escuelas, debido a los ataques indiscriminados contra todo lo que recordaba el papismo romano, y a los fanáticos predicadores que iban más allá de las palabras e intenciones de Lutero:

'Muchos de los predicadores de la nueva doctrina -escribe Janssen tenían directa culpa de la ruina de las escuelas. Declararon la guerra a todos los conatos científicos y exhortaban desde los púlpitos a la juventud a dejar los estudios. Melanchthon requería que cortaran la lengua a tales predicadores. Las escuelas son muy poco numerosas, refiere Antón Musa, uno de los visitadores de la Sajonia Electoral, en 1539; no sólo se carece de maestros, sino que la mayor falta se halla en el pueblo común, que está más inclinado a educar a sus hijos para un oficio que para la escuela. Predicadores ignorantes han enseñado al pueblo que el idioma latino y los otros clásicos, junto con las artes liberales, no sirven para nada."No oímos de buena gana -escribe el margrave Jorge de Ansbach en 1531-que la gente tenga tan poca afición a la escuela; pero miramos como culpables también de esto a ciertos predicadores que han predicado tantas veces contra las escuelas, diciendo que era mejor dedican a los niños a las artes mecánicas. "Enoch Widmann, en su Crónica de la ciudad de Hof, dice: "Hacia el año 1525 las escuelas comenzaron a decaer, de suerte que ya casi nadie quería enviar a ellas a sus hijos ni hacerlos estudiar, porque la gente había sacado de los escritos de Lutero que los curas y eruditos habían seducido miserablemente al pueblo" Y Juan Brenz, en 1526: "Hasta ahora se han enviado muchos niños a la escuela, pero como la clerigalla ha recibido un golpe, todo el mundo retira a sus hijos en casa" Los tres Superintendentes de Ansbach en 1531 dicen: "No se hace ya que los niños aprendan debidamente, pues se sigue la opinión de que no hacen falta sacerdotes, doctores, maestros, bachilleres y eruditos, en el gobierno eclesiástico y secular, porque ya no se necesitan los frailes papistas, ni curas de misa. Pero de ahí se originará un estado de cosas tan disoluto y desordenado que con el tiempo no habrá ni predicadores, ni juristas, si no se toman providencias" Wigand Lauze, cronista de Hesse, escribe en 1527: “La juventud ha sido seducida de suerte que ya pocos estudian y en vez de esto se dedican a trabajos manuales. Con ello los estudios en las ciudades y los campos han decaído y se han extinguido en todas partes y nadie quiere ya enviar a sus hijos a la escuela, y-aun las artes más necesarias y provechosas, junto con las liberales, han llegado a ser objeto de grande odio y menosprecio para la gente común'. Asimismo, las Ordenanzas de la Iglesia protestante de Minden, de 1530, lamentan el maldito vicio de que ya no haya quien haga enseñar algo a sus hijos. Ecolampadio desde Basilea, en 1529,-decia: “casi todas las escuelas se han hecho aborrecibles y en aquellas en que hasta ahora habían morado muchos niños, apenas se ven unos pocos, no de otra suerte que en tiempo de una epidemia, y así se han venido a despreciar las cosas buenas y provechosas junto con las inútiles”. El suizo Conrado Clauser, en 1554, escribe: “Si se restablecieran las escuelas y academias que hasta ahora han sido desgarradas, disipadas y asoladas tan lamentable e inhumanamente, entonces también los oficios eclesiásticos alcanzarían su natural dignidad” .[Notas 1]

Ante este clamor universal se explica que Lutero lanzara sus dos famosas proclamas a favor de las escuelas, con lo que no hacía sino reparar o intentar reparar lo que otras proclamas suyas habían provocado. Y si se tiene en cuenta que su primera exhortación a los regidores de ciudades de toda Alemania era de 1524, habrá que reconocer que no le hicieron mucho caso, pues los testimonios citados van desde 1526 hasta 1554, a los que siguen otros muchos.

No faltan alegaciones de que la finalidad de las escuelas estaba en poder leer y comprender la Escritura y que la obligación de los padres era mandar a sus hijos y 'remunerar' debidamente a los maestros, ideas ambas harto repetidas por Lutero. Léase lo que escribía el historiador bávaro Aventino sobre “los que se llaman evangélicos: Insisten día y noche en la Biblia alemana y en las Escrituras, imaginan que lo entienden todo, no necesitan de los idiomas latino, griego y hebreo[Notas 2] dejan perecer las escuelas y no hacen que sus hijos estudien esos idiomas y otras artes que son necesarias para la buena inteligencia de la Escritura. El castigo de ello no dejará de venir quedarán enteramente obcecados por la Escritura si no cambian su modo de pensar y hacen estudiar a sus hijos, y „si no remuneran‟ a las personas pías y doctas que enseñan a los niños y regentan escuelas”.[Notas 3] En 1527 escribía Adolfo Clarenbach al Concejo de Lennep: “El demonio observa y conoce muy bien que no se puede entender la Sda. Escritura sin conocimiento de las lenguas latina, griega y hebrea, y por eso procura entre los cristianos que dejen perecer las escuelas, que él estimaba en mucho cuando le eran útiles y fructuosas para gobernar su mundo por medio de sus papistas y retenerlos en sus cadenas”.[Notas 4]

Que las quejas y lamentaciones generales tenían fundamento lo certifican con números concretos los Visitadores, para quienes se escribieron los recordados y famosos „Artículos de Visita‟ en 1528. En ese año, los que visitaron el distrito de Wittenberg -donde vivía Lutero-constataron que en 145 parroquias urbanas y rurales, con centenares de filiales, se hallaron sólo 24 escuelas; en Turingia, sólo había 9 escuelas en 187 parroquias; en Meissen y en Voigtland no había más que una escuela-en 87 parroquias y 238 lugares anejos. Todavía en 1573 declaraban los Visitadores: 'entre todos los males públicos que actualmente amenazan con decadencia y ruina imposibles de desconocer, a la Iglesia y a la sociedad, no es el menor que en las ciudades se arruinan generalmente las escuelas elementales'.[Notas 5]

No faltaron, sin duda, señores territoriales que dieron disposiciones para restablecer en sus dominios las escuelas abandonadas, pero no pasaron de ahí, quedando sus ordenanzas en letra muerta. Así, por ejemplo, los condes Felipe el Viejo y Felipe el Joven de Waldeck, en 1525, decretan 'que, puesto que en nuestros tiempos las escuelas de niños habían decaído tan completamente y sido suprimidas, queremos que los burgomaestres y los concejos de nuestras ciudades y aldeas, „donde antes hubo escuelas‟, procuren se restablezcan las „suprimidas‟ y sean provistas de maestros píos y doctos'. Y comenta Janssen: “el mandamiento se quedó en el papel; sólo en Wildungen, en 1533, se hizo el intento de erigir una escuela catequística. La Ordenación de las iglesias de Waldeck de 1556 dictó disposiciones sobre las escuelas ciudadanas de latinidad, pero nada dice de las elementales”.[Notas 6] En 1540 una ordenanza de la iglesia de Brandeburgo disponía: “Porque las escuelas desde hace mucho tiempo han venido a visible decadencia, queremos que de nuevo sean instituidas y reformadas, mejoradas y provistas y sostenidas según la necesidad en todas las ciudades y lugares”. Poco éxito tuvo esta ordenanza al parecer, pues en 1572 se volvía a promulgar.[Notas 7] El elector de Brandeburgo se lamentaba: “Los señores no se cuidan ni poco ni mucho de las escuelas; de la misma manera que han saqueado las iglesias y parroquias, han quitado a los maestros de escuela la casa y sus anejos cuando los han tenido”. Y Ciríaco Spangenberg dice en su „Espejo de nobles‟:”Muchos señores dejan arruinar las escuelas, bien edificadas por sus predecesores y por otras personas. ¿Cuándo se oye ahora que alguno de la nobleza dé diez ducados, ni siquiera cinco, para sostenimiento de la Iglesia y la escuela?”.[Notas 8]

Y siguen más testimonios y datos recogidos por Janssen: en 1602 escribe Antón Praetorius: 'conozco condes y señores que no tienen escuela ninguna en todo su territorio'. En 1526, el Sínodo de Homberg, en Hesse, decretaba: “Ha de haber escuelas en todas las ciudades grandes y pequeñas y también en las aldeas”; pero treinta años más tarde, en una Visita de 1556 por todo el Bajo Hesse, sólo se hallaron escuelas de sacristanes en siete aldeas; en el condado de Catzenelnbogen y en el señorío de Epstein sólo había 6 escuelas, pero urbanas; en el Alto Hesse, el Landgrave Jorge I se afanó seriamente por crear escuelas rurales, y en 1579 se fundó en Grünberg una escuela de niñas. En la Ordenación de iglesias y escuelas de Pomerania, en 1563 no se mencionan escuelas aldeanas y durante todo el siglo se pueden señalar sólo dos escuelas y éstas procedentes de la época católica. En 1574 escribe el superintendente de Hesse, Jorge Nigrinus, sobre las autoridades protestantes: “Habría sin duda para las escuelas bienes y feudos eclesiásticos, pero éstos han de servir al demonio y muchos de ellos están mal empleados. ¿Qué hacen los señores de los vuestros en las escuelas? Emplean más dinero en un bufón o pillo y aun en perros y perreros que en la niñez. Y a los señores imitan todos los estados y ciudades. Ninguna cosa interesa ya menos que las escuelas y los pobres escolares”. En 1556 se dictan en Waldeck disposiciones sobre las escuelas ciudadanas de latinidad, pero nada se dice de las elementales. En 1571 se dictan ordenanzas para las escuelas del pueblo en los Condados de Lippe, Spigelberg y Pyrmont, y se dice que: “en casi todas las aldeas y lugares, los niños crecen sin ninguna disciplina ni honestidad y como el ganado irracional, y casi ninguno sabe de Dios ni de la fe”. El Condado de Schaumburg carecía de escuelas populares todavía hacia 1641, y €en el Condado de Nassau, hasta 1582 no se deliberó sobre si se deberían fundar escuelas elementales junto a las latinas, y sólo las había en dos lugares.[Notas 9]

No era, ciertamente, un panorama muy halagüeño. Con todo, probablemente no era muy diferente del que pudiera observarse en el resto de Europa. Y en honor a la verdad hay que notar que ni las proclamas y exhortaciones de Lutero, ni las esporádicas disposiciones dadas por los príncipes, sínodos y demás autoridades sirvieron para mucho; ni siquiera para restablecer las escuelas elementales y superiores que existían antes de la Reforma.

Notas

  1. Cf. J. JANSSEN, o.c., II, p.16-18.
  2. Lutero proclamaba la necesidad de esos tres idiomas en las escuelas de niños, dada la relación con la Biblia: 'Claramente se anticipaba a la creciente oposición de muchos al estudio del latín, griego y hebreo en las escuelas con fines educativos meramente profanos. Sin dejar de reconocer que el griego y el hebreo pertenecen al nivel más elevado de la cultura, Lutero sostiene que son a pesar de todo necesarios, porque Dios, en sus inescrutables designios, ha hecho que estas lenguas sean el vehículo de su verdad. Los niños necesitan conocer también las artes útiles, que según él son las tres lenguas bíblicas con el alemán, la historia, el canto, la música instrumental y las matemáticas' (J. BOWEN, o.c., II, p.492-493).
  3. Cf. J. JANSSEN, o.c., II, p.17.
  4. Ib., p.18.
  5. Ib., p.21.
  6. Ib., p.25.
  7. Ib., p.22.
  8. Ib., p.22-23.
  9. Ib., p.20-30.